Domingo 26 Tiempo Ordinario C - Lázaro y el rico epulón - Iglesia del Hogar: en Familia, como Iglesia doméstica, preparamos la Acogida de la Palabra de Dios proclamada durante la celebración de la Misa dominical
Recursos adicionales para la preparación
Falta un dedo: Celebrarla
Las Lecturas del Domingo
Lectura del
profeta Amos 6, 1 a. 4-7
El profeta Amos les habla a aquellos que buscan su felicidad en el lujo y en
la comunidad como quien piensa que disfrutar es lo único valedero en esta
vida. Les anuncia que irán al cautiverio siendo deportados. También los
modernos que buscan la felicidad exclusivamente en el bienestar entran en un
cautiverio porque se hacen esclavos de sus sentidos y pierden la
sensibilidad para la presencia de Dios y también de los pobres. Y serán
también "deportados": se alienan y se alejan de lo que verdaderamente hace
feliz.
Lectura de la primera carta del apóstol San Pablo a Timoteo: 6, 11-16
Los cristianos siempre estamos en la espera de la venida de nuestro Señor
Jesucristo. Al mismo tiempo nos entrenamos a ser cada vez más sensibles a
los signos de su presencia en nuestra vida en cada momento. Sabemos que - y
ojalá fuéramos siempre conscientes de ello - que el Señor nos viene al
encuentro en los acontecimientos del día y en las personas que encontramos.
Esta sensibilidad nos ayudará en el combate de la fe
Evangelio según San Lucas 16, 19-31
Puede ser dolorosa la meditación acerca de nuestra vida diaria tratando de
descubrir los rasgos del rico epulón. Quizás necesitamos también volvernos
siempre de nuevo conscientes que Lázaro está presente muchas veces en
nuestra vida. ¿Acaso no queremos ir al cielo al finalizar nuestra vida?
Reflexionemos
Los padres
Ya la Palabra de Dios del domingo pasado ha querido dirigir nuestra
atención a la importancia que tienen los bienes materiales en nuestra vida.
Este Evangelio le pone cara concreta al llamado de Dios de saber compartir.
Pensemos un poco: ¿quiénes en nuestra vida diaria pueden llamarse Lázaro?
Quizás no está sentado delante de nuestra puerta pero lo encontramos una y
otra vez aunque sea solamente cuando miramos las noticias de la televisión.
Recordemos también que el verdadero propietario de los bienes de este mundo
es Dios aunque se trate de cosas que nos han costado trabajo y esfuerzo.
Somos los administradores. Pidamos al Señor que nos ilumine en la
administración de nuestros bienes.
En este mundo actual, con este escenario económico y social, la comunicación
cristiana de bienes debe ser una exigencia para todos/as. Los necesitados y
los pobres deben participar en los bienes de la creación, colaborando todos
en su desarrollo y en su justa distribución. En una sociedad como la
nuestra, socialmente desigual, culturalmente pluralista y religiosamente
secular, es urgente y necesario hablar del destino universal de los bienes,
a los que toda persona tiene derecho. Urge colaborar en un modelo más
fraterno, más simétrico, más humano-divino, colaborando en la creación de
bienes, su comunicación y, en su caso, exigir su justa distribución: cada
uno según sus posibilidades, a cada uno según sus necesidades. Debemos
contribuir a promover una cultura de comunión por encima de toda diferencia
de raza, cultura o credo. Por lo tanto, la acción pastoral no puede
prescindir de este gesto que sacramentaliza la comunión de la única Iglesia,
que camina preparando la única mesa en común del Reino, donde todos/as se
sienten en torno a Jesús el Señor. La comunicación cristiana de bienes es
fermento de la nueva creación y se dispone a recorrer por la historia los
caminos que conducen a la consumación, cuando el Hijo entregue el Reino al
Padre, para alabanza de la gloria de su gracia.
Con los hijos
Siempre tenemos la fuerte inclinación de tener y guardar cosas
porque nos dan seguridad y nos pueden ser útiles. Dios pone a nuestra
disposición las cosas y debemos estar agradecidos por ellas. Tengamos
presente que somos privilegiados en comparación con otros que viven en
pobreza. Quizás conocemos a otros niños y jóvenes que tienen necesidades
fuertes. El Señor quiere ayudarles a través nuestro. Y la mejor manera es
hacerlo de una manera de que el otro no sepa de dónde viene la ayuda ni nos
pueda agradecer. De esta manera verdaderamente somos conscientes que Dios
nos utiliza y Él nos lo va a agradecer. Jesús dice que nos traerá el ciento
por uno y la vida eterna.
Conexión eucarística
La celebración de la eucaristía hace patente cuanto Dios nos ama.
Jesucristo no solamente nos bendice sino nos hace el regalo más grande que
cualquiera persona pueda hacer: se entrega a sí mismo a cada uno de
nosotros. Dejémonos contagiar.
Nos habla la Iglesia
El riesgo de nuestro tiempo es que la interdependencia de hecho
entre los hombres y los pueblos no se corresponda con la interacción ética
de la conciencia y el intelecto, de la que pueda resultar un desarrollo
realmente humano. Sólo con la caridad, iluminada por la luz de la razón y de
la fe, es posible conseguir objetivos de desarrollo con un carácter más
humano y humanizador. El compartir los bienes y recursos, de lo que proviene
el auténtico desarrollo, no se asegura sólo con el progreso técnico y con
meras relaciones de conveniencia, sino con la fuerza del amor que vence al
mal con el bien (cf. Rm 12,21) y abre la conciencia del ser humano a
relaciones recíprocas de libertad y de responsabilidad (Benedicto XVI,
caritas in veritate 9).
Vivencia familiar
La familia agradece a Dios todos los días por los bienes y las
peticiones que recibe de Él. También revisa cómo puede cuidar más y mejor
los bienes a disposición: ahorrar electricidad apagando las luces no
necesarias; tratando de no estropear las cosas al alcance; ser más
cuidadosos también con los alimentos etcétera. Juntos reflexionamos también
como podemos compartir nuestros bienes con los más necesitados. Existen
familias donde cada uno se para una suma fija que después se entrega a los
pobres de manera anónima.
Leamos la Biblia con la Iglesia
(Primera lectura años impares, segunda años pares)
Lunes: Zac 8, 1-8; Job 1, 6-22; Lc 9, 46-50
Martes: Zac 8, 20-23; Job 3, 1-3. 11-17.20-23; Lc 9, 51-56
Miércoles: Neh 2, 1-8; Job 9, 1-12.14-16; Lc 9, 57-62
Jueves: Neh 8, 1-4 a. 5-6. 7b-12; Job 19.21-27; Lc 10.1-12
Viernes: Baruc 1, 15-22; Job 38.1. 12-21; 40, 3-5; Lc 10, 13-16
Sábado: Baruc 4, 5-12.27-29; Job 42, 1-3. 5-6. 12-16; Lc 10, 17-24.
Oraciones
Oración para pedir a Dios generosidad
Señor, enséñame a ser generoso,
a dar sin calcular,
a devolver bien por mal,
a servir sin esperar recompensa,
a acercarme al que menos me agrada,
a hacer el bien al que nada puede retribuirme
a amar siempre gratuitamente,
a trabajar sin preocuparme del reposo.
Y, al no tener otra cosa que dar
a donarme en todo y cada vez más
a aquel que necesita de mí
esperando solo de tí
la recompensa.
O mejor: esperando que Tú mismo
seas mi recompensa.
Amén