Domingo 25 Tiempo Ordinario C - 'No pueden servir a Dios y al dinero' - Iglesia del Hogar: en Familia, como Iglesia doméstica, preparamos la Acogida de la Palabra de Dios proclamada durante la celebración de la Misa dominical
Falta un dedo: Celebrarla
Las Lecturas del Domingo
Primera
Lectura: Amos 8, 4-7
El profeta Amos presenta un reclamo que vale para todos los tiempos: no está
permitido aprovecharse de la situación difícil de los demás y menos con
intenciones de lucro. Por cierto, no es cristiano aprovecharse del "mercado
negro", es decir, donde venden objetos robados a precios muy cómodos.
También hoy necesitan especial protección los pobres.
Segunda Lectura: 1 Tim 2, 1-8
Desde que Cristo murió y resucitó por nosotros, existe una solidaridad
profunda entre todos los hombres, solidaridad que debe expresarse también y
especialmente en la oración. Quizás nuestra oración se mueve solo en el
estrecho marco de nuestras necesidades personales. Acojamos la invitación
del apóstol y oremos también por todos los demás
Evangelio: Lc 16, 1-13
La fe no es un seguro de salvación. Es que el tiempo y las situaciones le
reclaman al cristiano siempre de nuevo respuestas adecuadas que, iluminadas
por la fe, reaccionan cristianamente ante lo que Dios quiere indicarnos por
medio de los signos de los tiempos. Es decir, Dios nos habla por medio de la
Escritura, de la conciencia y de la Iglesia. Pero también nos habla por
medio de las situaciones en las que nos encontramos cada día porque también
en ellas el Señor desea entrar en comunicación con nosotros. Y muchas veces
la respuesta ha de ser una acción determinada.
REFLEXIONEMOS
Si queremos tener una orientación para nuestro comportamiento
respecto a las cosas materiales, nos pueden ser muy útiles lo que han
elaborado los sabios de tiempos pasados. Ellos distinguen entre lo necesario
y lo superfluo. Lo necesario es todo aquello que necesita la familia para
vivir dignamente: trabajo, comida vestido, casa, eduación, etcétera. También es
necesario aquello que se requiere en lo que respecta a la cultura y hasta lo
que nos permite poder disfrutar del esparcimiento y del descanso. Todo lo
demás es superfluo y esto hay que ponerlo al servicio de los demás. Por
supuesto, hay que dejar algo para los hijos. Lo que deben dejarles es una
formación adecuada - además de la fe - para que ellos mismos puedan labrarse
un porvenir. También es patente que muchas familias ricas degeneran pronto.
Es más precioso para sus hijos que ustedes puedan darles su atención, su
tiempo, su cariño y eso mucho más de lo que algunos hacen trabajando 14
horas al día para poder ofrecerles un lujo o una comodidad más. Ahora se
presenta la pregunta: "¿Hasta dónde llega lo necesario y dónde comienza lo
superfluo?
No me atrevo ofrecerles una receta que a lo mejor describe algo como
necesario que usted ya considera como lujo. Y Dios me libre de impedirles a
ustedes que sean generosos. ¿Por qué no reflexionar esto con la familia?
REFLEXIONEMOS CON LOS HIJOS
Había una vez un niño que cuando veía algo que tenían los demás y
no tenía él, se le agrandaron los ojos. Vio otras cosas más que no tenía,
vio vestidos, chucherías: y más grandes se le hicieron los ojos. Se le
agrandaron tanto los ojos que ya no podía ver las cosas que no tenían tamaño
pero si valor. Su mamá le sonrió, no lo pudo ver. Su hermanita le tendió la
mano, no lo vio. Su padre quiso jugar con él, no lo vio porque sólo veía las
cosas de los demás que apetecía. Al final sólo tenía ojos para lo que
costaba dinero y no podía ver las cosas que venían del corazón. Sus ojos se
hicieron cada vez más grandes pero su corazón se hizo cada vez más pequeño.
¿Qué le aconsejamos a este niño? ¿Cómo hacer para que vea las cosas
importantes?
CONEXIÓN EUCARÍSTICA
Dios tomó muy en serio nuestra salvación. Tan es así que envió a su
Hijo y eso porque nos amaba. La Eucaristía hace tangible esta preocupación
de Dios por nosotros ya que se renueva el misterio pascual, el amor de Dios
que nos salva. Deberíamos saber corresponder con un entusiasmo que supere
todo otro anhelo natural.
NOS HABLA LA IGLESIA
Ahora bien, no toda distribución de bienes y riquezas entre los
hombres es idónea para conseguir, o en absoluto o con la perfección
requerida, el fin establecido por Dios. Es necesario, por ello, que las
riquezas, que se van aumentando constantemente merced al desarrollo
económico-social, se distribuyan entre cada una de las personas y clases de
hombres, de modo que quede a salvo esa común utilidad de todos, tan alabada
por León XIII, o, con otras palabras, que se conserve inmune el bien común
de toda la sociedad. Esta ley de justicia social prohíbe que una clase
excluya a la otra en la participación de los beneficios.
Por consiguiente, no viola menos está ley la clase rica cuando, libre de
preocupación por la abundancia de sus bienes, considera como justo orden de
cosas aquel en que todo va a parar a ella y nada al trabajador; que la viola
la clase proletaria cuando, enardecida por la conculcación de la justicia y
dada en exceso a reivindicar inadecuadamente el único derecho que a ella le
parece defendible, el suyo, lo reclama todo para sí en cuanto fruto de sus
manos e impugna y trata de abolir, por ello, sin más razón que por ser
tales, el dominio y réditos o beneficios que no se deben al trabajo,
cualquiera que sea el género de éstos y la función que desempeñen en la
convivencia humana.
Y no deben pasarse por alto que a este propósito algunos apelan torpe e
infundadamente al Apóstol, que decía: Si alguno no quiere trabajar, que no
coma; pues el Apóstol se refiere en esa frase a quienes, pudiendo y debiendo
trabajar, no lo hacen, y nos exhorta a que aprovechemos diligentemente el
tiempo, así como las energías del cuerpo y del espíritu, para no ser
gravosos a los demás, pudiendo valernos por nosotros mismos. Pero el Apóstol
no enseña en modo alguno que el único título que da derecho a alimento o a
rentas sea el trabajo.
A cada cual, por consiguiente, debe dársele lo suyo en la distribución de
los bienes, siendo necesario que la partición de los bienes creados se
revoque y se ajuste a las normas del bien común o de la justicia social,
pues cualquier persona sensata ve cuán gravísimo trastorno acarrea consigo
esta enorme diferencia actual entre unos pocos cargados de fabulosas
riquezas y la incontable multitud de los necesitados (Encíclica Quadragesimo
anno 57-58, Pío XI).
VIVENCIA FAMILIAR
Cada niño debería tener un cajón, una caja, un rincón, donde puede
guardar sus cosas, las que nadie toca sin su permiso. De esta manera aprende
a compartir porque libremente da de lo suyo. Ya que la familia contribuye
con una suma fija mensualmente al sostenimiento de la parroquia - no es una
limosna sino una obligación - se puede animar a los niños a que contribuyan
también ellos con una pequeña parte de su propina. Un día encontré en un
sobre de los donativos un caramelo. El niño ha dado de lo suyo.
LEAMOS LA BIBLIA CON LA IGLESIA
(1era lectura años impares, 2a años
pares)
Lunes: Esdras
1, 1-6 Proverbios 3,27-34
Lucas 8, 16-18
Martes: Esdras 6, 7-8.12b.14-20 Proverbios 21, 1-6.10-13
Lucas 8, 19-21
Miércoles: Esdras 9, 5-9 Proverbios 30, 5-9
Lucas 9, 1-6
Jueves: Ageo 1, 1-8
Eclesiastés 1, 2-11
Lucas 9, 7-9
Viernes: Ageo 2, 1-9
Eclesiastés 3, 1-11
Lucas 9, 18-22
Sábado: Zacarías 2, 5-9.14-15a Eclesiastés 11, 9- 12, 8
Lucas 9, 43b-45
ORACIÓN
Haznos libres
El recuerdo de tu nombre nos haga libres, rompa los compromisos
fraudulentos, destruya todo sueño de escapismo y nos haga libres, por un
momento aunque sea, de la esclavitud de la costumbre.
Tu nombre nos da la fuerza de obrar en el interés de los demás, para que
sigamos las huellas de tus sufrimientos.
Haznos libres, Señor, de las ataduras de las cosas. Haznos libres, Señor,
del deseo maldito de encimar al prójimo, haznos libres del dominio de
nuestra propiedad. Danos tu libertad soberana, que usa las cosas a tu gloria
y en bien de los demás. Haznos libres para que podamos pensar siempre, con
corazón generoso, en los hombres que esperan la liberación de nuestra parte.
Haznos libres, Señor, haznos libres.