Domingo 13 Tiempo Ordinario C - Iglesia del Hogar: en Familia, como Iglesia doméstica, preparamos la Acogida de la Palabra de Dios proclamada durante la celebración de la Misa dominical
Falta un dedo: Celebrarla
PASAJES DOMINICALES
Primera Lectura: 1 Reyes 19, 16. 19-21
Igual que el Evangelio esta primera lectura habla del seguimiento. Igual que Moisés a indicación de Dios designó a Josué como sucesor suyo (Números 27, 18-19) así por orden de Dios Elías transmite el cargo del profeta a Eliseo. Eliseo desearía primero despedirse de sus padres y Elías no lo obliga a nada. Sin embargo, Eliseo da una respuesta inmediata. El seguimiento es radical como lo fue en el caso de otros profetas (Isaías 1, 1-8; Jeremías 1, 1-10)
Segunda Lectura: Gálatas 5, 1. 13-18
San Pablo expone que la justificación que nos viene de parte de Jesús lleva al cristiano a la libertad. De manera que ya no obrará complicado por la carne sino según el Espíritu. Si desea saber concretamente lo que San Pablo entiende con obras de la carne siga leyendo también los siguientes versículos 19-21 del mismo capítulo. Pero también explica cómo es vivir según el Espíritu en los versículos siguientes.
Con el versículo 51 comienza la segunda parte del
Evangelio de Lucas. Jesús inicia el camino a Jerusalén en obediencia al
Padre. Este camino lo llevará a la muerte y a la glorificación. Vemos cómo
Jesús no permite represalias de cara al rechazo. Y la segunda parte del
Evangelio de hoy presenta tres exigencias para aquel que decida seguir a
Cristo: Desprendimiento, renuncia a los afectos humanos, seguimiento
incondicional. Somos llamados a entregarnos al designio de Dios igual como
lo hizo Jesús (Mateo 9, 9; Lucas 14, 26; Hebreos 1, 2. 11. 22; Filipenses 3,
8-13; Hebreos 13, 14).
Para muchos adolescentes (los adultos también llevamos en nosotros aún muchos reflejos de aquella edad) la libertad se expresa en una reacción en contra de tal o cual autoridad. Otros se contentan con descubrir los límites de su área de acción y se pasan la vida jugando a la persona libre dentro de una existencia protegida. Otros solamente se someten a una ley que cueste el menor esfuerzo. En ese caso son los demás que hacen vivir: el (la) cónyuge, hermanos, compañeros, amigos, medios de comunicación masiva. Su libertad consiste en escoger lo más agradable o lo menos fatigoso. Otros, en cambio, conciben su ideal de libertad como el hacer justo lo contrario de lo que se sugiere o de lo que se considera como normal. Es verdad que no hay persona que presente una expresión pura de los tipos enumerados. Cada una de nosotros en el vaivén de la vida asume alguna de las actitudes descritas arriba.
El cristianismo ofrece una libertad que a primera vista no parece ser libertad: la perfecta obediencia al Padre. Al mirar más de cerca nos damos cuenta que aquí somos confrontados con la verdadera libertad. Dios nos ha creado según un proyecto de amor y nos ha destinado a crecer libremente en la madurez hacia la cual somos proyectados al caminar hacia Dios. Y al estar obedeciendo en libertad nos hace en verdad libres. El modelo perfecto de esta libertad es Jesús. Es verdaderamente libre aquel que está al servicio de los demás. No hay mayor esclavitud que el egoísmo. Contradice totalmente al proyecto de Dios en nosotros. Y en Jesús aparece aún algo más profundo: al someternos a la voluntad del Padre obramos nuestra salvación.
Ahora bien, no podemos considerar la voluntad de Dios
como un reglamento a seguir en sus detalles mínimos. Se trata más bien de un
esfuerzo de acercarnos a Dios que nos ama y vivir en armonía con él. Al
vivir este amor en libertad estaremos dispuestos hasta a cumplir las
exigencias más radicales de Jesús. Entonces comprenderemos que la libertad
consiste en ponernos al servicio al cual el amor nos impulsa. El que ama es
verdaderamente libre.
Muchas veces nos contentamos con hacer lo que menos cuesta y nos olvidamos que podemos hacer mucho más. Muchas veces entre hermanos procedemos a sí: Yo te doy esto, yo hago lo otro si tú me das o haces aquello.
Cristo nos enseña dónde está la verdadera libertad.
Pero el seguimiento de Cristo hacia la felicidad cuesta. ¿Y donde vamos a
aprender a sacrificarnos sino en la familia? El que está dispuesto a servir
a sus familiares este más fácilmente seguirá el
llamado de Jesús cuando invita a seguirle más de cerca, por ejemplo, para
trabajar como sacerdote o religiosa en el reino de Dios o para
colaborar en la parroquia para servir a los demás.
Tenemos que entrenarnos en la familia y más tarde se debemos así capaces de
hacer cualquier cosa que nos pida el Señor. El que hace la voluntad de Dios
es feliz. En cambio, el que nunca se sacrifica por los demás no encontrará
la fuerza para seguir al Señor y tampoco será feliz. Se ha comprobado que
las personas que sirven a los demás son las más felices.
Cada celebración de la eucaristía renueva la entrega de
Cristo a la voluntad del Padre por amor nuestro. La participación en ella
debería dejarnos cada vez más dispuestos a la misión que Dios nos encarga,
más sensibles a la manifestación de su voluntad. La palabra de Cristo nos
dispone para ello y su cuerpo nos fortalece para caminar en la dirección que
Dios nos indique.
Dado que Cristo Jesús, supremo y eterno Sacerdote, quiere continuar su testimonio y su servicio por medio de los laicos, los vivifica con su Espíritu y los impulsa sin cesar a toda obra buena y perfecta.
Pues a quienes asocia íntimamente a su vida y a su
misión, también los hace participar de su oficio sacerdotal con el fin de
que ejerzan el culto espiritual para gloria de Dios y salvación de los
hombres. Por lo cual los laicos, en cuanto consagrados a Cristo y urgidos
por el Espíritu Santo, son admirablemente llamados y dotados para que en
ellos se produzcan siempre los más copiosos frutos del Espíritu. Pues todas
sus obras, sus oraciones e iniciativas apostólicas, la vida conyugal y
familiar, el cotidiano trabajo, el descanso del alma y del cuerpo, si son
hechos en el Espíritu, e incluso las mismas pruebas de la vida, si se
sobrellevan pacientemente, se convierten en sacrificios espirituales,
aceptables a Dios por Jesucristo (cf. 1 Pedro 2, 5), que en la celebración
de la eucaristía se ofrece y a todos y piadosísimamente al Padre junto con
la oblación del cuerpo del Señor. De este modo, también los laicos como
adoradores que en todo lugar actúan santamente, consagran el mundo mismo a
Dios (Concilio Vaticano II, Iglesia, 35).
LECTURAS
DURANTE LA SEMANA
(La primera lectura se lee
durante los años impares, la segunda durante los años pares)
Lunes: Génesis 18, 16-33; Amós 2, 6-10. 13-16; Mateo 8, 18-22
Martes: Génesis 19, 15-29; Amós 3, 1-8. 5, 11-12; Mateo 8, 23-27
Miércoles: Génesis 21, 5. 8-20; Amós 5, 14-15. 21-24; Mateo 8, 28-34
Jueves: Génesis 22, 1-19; Amós 7, 10-17; Mateo 9, 1-8
Viernes: Génesis 23, 2-4. 29; 24, 1-8. 62-67; Amós 8, 4-6. 9-12; Mateo 9, 9-13
Sábado: Génesis 27, 1-5. 25-29; Amós 9, 11-15; Mateo 9, 14-17