Domingo 1O del Tiempo Ordinario B - Comentarios de Sabios y Santos: con ellos preparamos la Acogida de la Palabra de Dios durante la celebración de la Misa dominical
Recursos adicionales para la preparación
Directorio Homilético:
Introducción general sobre los Domingos del Tiempo Ordinario
y
Décimo domingo del Tiempo
Ordinario
Exégesis: Alois Stöger - El Mesías y sus adversarios (Lc 11,24-28)
Comentario Teológico: Santo Tomás de Aquino - Catena Aurea
Aplicación: P. José A. Marcone, IVE - ¿Loco, poseso o Dios? (Mc 3,20-35)
Aplicación: San Juan Pablo II - La identidad de Jesucristo
Aplicación: P. Gustavo Pascual, IVE - Acusaciones contra Jesús Mc 3,20-21
¿Cómo acoger la Palabra de Dios?
Falta un dedo: Celebrarla
comentarios a Las Lecturas del Domingo
Directorio Homilético: Introducción Domingos del Tiempo Ordinario
DOMINGOS DEL TIEMPO ORDINARIO
140. Los tiempos de Adviento, Navidad, Cuaresma y Pascua poseen un carácter
particular y las lecturas indicadas para estos tiempos tienen una armonía
inherente que deriva de estos. Es distinto el caso de los domingos del
Tiempo Ordinario, como puntualizan los Praenotanda del Leccionario: "Por el
contrario, en los domingos del Tiempo Ordinario, que no tienen una
característica peculiar, los textos de la lectura apostólica y del Evangelio
se distribuyen según el orden de la lectura discontinua, mientras que la
lectura del Antiguo Testamento se compone armónicamente con el Evangelio"
(OLM 67).
Los redactores del Leccionario, han rechazado intencionadamente la idea de
asignar un "tema" a cada domingo del año y escoger las lecturas como
consecuencia de ello: "Lo que era conveniente para aquellos tiempos
anteriormente citados no ha parecido oportuno aplicarlo también a los
domingos, de modo que en ellos hubiera una cierta unidad temática que
hiciera más fácil la instrucción homilética. El genuino concepto de la
acción litúrgica se contradice, en efecto, con una semejante composición
temática, ya que dicha acción litúrgica es siempre celebración del misterio
de Cristo y, por tradición propia, usa la Palabra de Dios movida no sólo por
unas inquietudes de orden racional o externo, sino por la preocupación de
anunciar el Evangelio y de llevar a los creyentes hacia la verdad plena"
(OLM 68).
Fiel al mandato del Concilio Vaticano II, que ha indicado cómo "los textos y
los ritos se han de ordenar de manera que expresen con mayor claridad las
cosas santas que significan" (SC 21), el Leccionario trienal del Tiempo
Ordinario presenta a los fieles el Misterio de Cristo, tal y como narran los
Evangelios de Mateo, Marcos y Lucas. El homileta, prestando atención a la
estructura de las lecturas en el Tiempo Ordinario, puede encontrar una ayuda
para su propia preparación. El Directorio, en este punto, recuerda lo que
dicen los Praenotanda sobre esta estructura, a partir del Evangelio.
141. Tras haber evidenciado que el II domingo del Tiempo Ordinario continúa
el tema de la Manifestación del Señor, celebrada con la Epifanía y la Fiesta
del Bautismo del Señor; los Praenotanda prosiguen:
"A partir del domingo III, empieza la lectura semicontinua de los tres
Evangelios sinópticos; esta lectura se ordena de manera que presente la
doctrina propia de cada Evangelio a medida que se va desarrollando la vida y
predicación del Señor. Además, gracias a esta distribución, se consigue una
cierta armonía entre el sentido de cada Evangelio y la evolución del año
litúrgico. En efecto, después de la Epifanía se leen los comienzos de la
predicación del Señor, que guardan una estrecha relación con el Bautismo y
las primeras manifestaciones de Cristo. Al final del año litúrgico, se llega
espontáneamente al tema escatológico, propio de los últimos domingos, ya que
los capítulos del Evangelio que preceden al relato de la pasión tratan este
tema, con más o menos amplitud" (OLM 105).
Existe, por tanto, un esquema común que siguen los tres ciclos: las primeras
semanas afrontan el inicio de la misión pública de Cristo, las últimas
poseen un tema escatológico y las semanas que se encuentran entre ellas
presentan, de manera continua, diversos acontecimientos y enseñanzas de la
vida de nuestro Señor.
142. Cada año está bien definido, ya que revela las enseñanzas propias de
cada Evangelio sinóptico. El homileta, tendría que resistir la tentación de
considerar los pasajes evangélicos dominicales como una entidad
independiente; el conocimiento de la estructura global y de los elementos
característicos de cada Evangelio puede ayudarle a profundizar su
comprensión del texto.
(…)
144. AÑO B: aunque no tiene la articulada organización de los otros dos
Evangelios sinópticos, la narración de Marcos posee su particular dinamismo,
que el homileta podrá poner de relieve, siempre, en los diversos momentos
del año. Al inicio, el ministerio de Jesús es acogido con gran entusiasmo
(del III al IX domingo) pero la oposición no tarda en llegar (X domingo).
Incluso sus discípulos le entienden mal porque sus esperanzas están puestas
en un Mesías terrenal. El momento del cambio en el ministerio público de
Jesús llega, en la narración de Marcos, con la confesión de fe de Pedro, con
el primer anuncio de Cristo de su propia Pasión, y con el rechazo de Pedro
de tal proyecto (domingos XXIV y XXV). Los malentendidos se suceden en este
Evangelio, ya que Jesús habla y se comporta de forma que confunde y
escandaliza a los oyentes, lo que ofrece una lección positiva a la comunidad
cristiana reunida cada semana para escuchar la Palabra de Dios (el misterio
de Cristo pone siempre a prueba nuestras expectativas). Otra característica
importante del Ciclo B, es adoptar la narración de san Juan de la
multiplicación de los panes y de los peces, con el sucesivo discurso del pan
de vida (del domingo XVII al XXI). Esto ofrece al homileta la oportunidad de
predicar durante varias semanas sobre Cristo, pan vivo que nos nutre, tanto
con su Palabra como con su Cuerpo y su Sangre.
(…)
146. Con respecto a las lecturas del Antiguo Testamento en el Tiempo
Ordinario, así se expresan los
Praenotanda:
"Estas lecturas se han seleccionado en relación con los fragmentos
evangélicos, con el fin de evitar una excesiva diversidad entre las lecturas
de cada Misa y, sobre todo, para poner de manifiesto la unidad de ambos
Testamentos. La relación entre las lecturas de la Misa se hace ostensible a
través de la cuidadosa selección de los títulos que se hallan al principio
de cada lectura.
Al seleccionar las lecturas, se ha procurado que, en lo posible, fueran
breves y fáciles. Pero también se ha previsto que en los domingos se lea el
mayor número posible de los textos más importantes del Antiguo Testamento.
Estos textos se han distribuido sin un orden lógico, atendiendo solamente a
su relación con el Evangelio; sin embargo, el tesoro de la Palabra de Dios
quedará de tal manera abierto, que todos los que participan en la misa
dominical conocerán casi todos los pasajes más importantes del Antiguo
Testamento" (OLM 106).
Los ejemplos ofrecidos por este Directorio, con relación al tiempo de
Adviento/Navidad y Cuaresma/Pascua, indican los recorridos que el homileta
puede seguir para conectar las lecturas del Nuevo y del Antiguo Testamento,
mostrando cómo las mismas convergen en la persona y en la misión de
Jesucristo. Además, no se debe olvidar el salmo responsorial, que también ha
sido escogido en armonía con el Evangelio y con la lectura del Antiguo
Testamento. El homileta no puede pretender que el pueblo reconozca de modo
automático estos nexos, que deberán, por el contrario, ser indicados en la
homilía. Los Praenotanda, también atraen la atención sobre los títulos
elegidos para cada lectura explicando que han sido elegidos con cuidado,
tanto para indicar el tema principal de la lectura como también, cuando sea
necesario, para poner de relieve el nexo entre las diversas lecturas de una
Misa concreta (cf. OLM 123).
147. Por último, están las lecturas en el Tiempo Ordinario tomadas de los
Apóstoles:
"Para esta segunda lectura se propone una lectura semicontinua de las cartas
de san Pablo y de Santiago (las cartas de san Pedro y de san Juan se leen en
el tiempo pascual y en el tiempo de Navidad). La primera carta a los
Corintios, dado que es muy larga y trata de temas diversos, se ha
distribuido en los tres años del ciclo, al principio de este Tiempo
Ordinario. También ha parecido oportuno dividir la carta a los Hebreos en
dos partes, la primera de las cuales se lee el año B, y la otra el año C.
Conviene advertir que se han escogido solo unas lecturas bastante breves y
no demasiado difíciles para la comprensión de los fieles" (OLM 107).
A todo lo expuesto en los Praenotanda es oportuno añadir dos observaciones
sobre la disposición de los textos tomados de los Apóstoles. Sobre todo, en
las semanas que concluyen el Año Litúrgico escuchamos la primera y la
segunda carta a los Tesalonicenses, donde se tratan temas escatológicos que
sintonizan con las demás lecturas y con los textos.
148. Debemos reconocer que las lecturas tomadas de los Apóstoles pueden
generar un pequeño dilema, en el sentido que no han sido elegidas para que
armonicen con el Evangelio y con la lectura del Antiguo Testamento. En
ocasiones si están, de modo explícito, en armonía con las otras lecturas,
aunque este no es el caso más frecuente, y el homileta no debe forzar la
"concordancia" con dichas lecturas. Es legítimo, no obstante, que a veces
predique primariamente sobre la segunda lectura, a lo mejor dedicando
también algunos domingos a una de las lecturas.
149. El hecho de que los domingos del tiempo ordinario no posean una armonía
intrínseca puede representar un reto para el homileta pero este reto le
ofrece la oportunidad de evidenciar, una vez más, la finalidad fundamental
de la homilía: "El Misterio Pascual de Cristo, proclamado en las lecturas y
en la homilía, se realiza por medio del sacrificio de la Misa" (OLM 24). El
homileta no debería sentir la necesidad de detenerse en cada lectura o de
construir un puente artificial entre ellas: el principio unificador es la
Revelación y la Celebración del Misterio Pascual de Cristo para la asamblea
litúrgica. En un domingo concreto, el camino de entrada en el misterio nos
viene dado en la página del Evangelio leída a la luz de la doctrina propia
del Evangelista; esto también puede ser reforzado con una reflexión sobre la
relación que hay entre el pasaje del Evangelio, la lectura del Antiguo
Testamento y el salmo responsorial. O también, el homileta podría basar su
homilía principalmente sobre el texto del Apóstol. En todo caso, la
finalidad no es la de hacer un tour de force que una, de modo exhaustivo,
los hilos diversos de las Lecturas sino más bien seguir uno de ellos que
conduzca al pueblo de Dios al corazón del misterio de la vida, Muerte y
Resurrección de Cristo, realizado en la Celebración Litúrgica.
(CONGREGACIÓN PARA EL CULTO DIVINO Y LA DISCIPLINA DE LOS SACRAMENTOS,
Directorio
Homilético, año 2014, nº 140-142.144.146-149)
Párrafos del Catecismo de la Iglesia Católica sugeridos por el
Directorio Homilético
Décimo domingo del
Tiempo Ordinario
CEC 410-412: el Proto-evangelio
CEC 374-379: el hombre en el Paraíso
CEC 385-409: la caída
CEC 517, 550: Cristo, el exorcista
IV "NO LO ABANDONASTE AL PODER DE LA MUERTE"
410 Tras la caída, el hombre no fue abandonado por Dios. Al contrario, Dios
lo llama (cf. Gn 3,9) y le anuncia de modo misterioso la victoria sobre el
mal y el levantamiento de su caída (cf. Gn 3,15). Este pasaje del Génesis ha
sido llamado "Protoevangelio", por ser el primer anuncio del Mesías
redentor, anuncio de un combate entre la serpiente y la Mujer, y de la
victoria final de un descendiente de ésta.
411 La tradición cristiana ve en este pasaje un anuncio del "nuevo Adán"
(cf. 1 Co 15,21-22.45) que, por su "obediencia hasta la muerte en la Cruz"
(Flp 2,8) repara con sobreabundancia la descendencia de Adán (cf. Rm
5,19-20). Por otra parte, numerosos Padres y doctores de la Iglesia ven en
la mujer anunciada en el "protoevangelio" la madre de Cristo, María, como
"nueva Eva". Ella ha sido la que, la primera y de una manera única, se
benefició de la victoria sobre el pecado alcanzada por Cristo: fue
preservada de toda mancha de pecado original (cf. Pío IX: DS 2803) y,
durante toda su vida terrena, por una gracia especial de Dios, no cometió
ninguna clase de pecado (cf. Cc. de Trento: DS 1573).
412 Pero, ¿por qué Dios no impidió que el primer hombre pecara? S. León
Magno responde: "La gracia inefable de Cristo nos ha dado bienes mejores que
los que nos quitó la envidia del demonio" (serm. 73,4). Y S. Tomás de
Aquino: "Nada se opone a que la naturaleza humana haya sido destinada a un
fin más alto después de pecado. Dios, en efecto, permite que los males se
hagan para sacar de ellos un mayor bien. De ahí las palabras de S. Pablo:
`Donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia' (Rm 5,20). Y el canto del
Exultet: `¡Oh feliz culpa que mereció tal y tan grande Redentor!'" (s.th.
3,1,3, ad 3).
IV EL HOMBRE EN EL PARAISO
374 El primer hombre fue no solamente creado bueno, sino también constituido
en la amistad con su creador y en armonía consigo mismo y con la creación en
torno a él; amistad y armonía tales que no serán superadas más que por la
gloria de la nueva creación en Cristo.
375 La Iglesia, interpretando de manera auténtica el simbolismo del lenguaje
bíblico a la luz del Nuevo Testamento y de la Tradición, enseña que nuestros
primeros padres Adán y Eva fueron constituidos en un estado "de sant idad y
de justicia original" (Cc. de Trento: DS 1511). Esta gracia de la santidad
original era una "participación de la vida divina" (LG 2).
376 Por la irradiación de esta gracia, todas las dimensiones de la vida del
hombre estaban fortalecidas. Mientras permaneciese en la intimidad divina,
el hombre no debía ni morir (cf. Gn 2,17; 3,19) ni sufrir (cf. Gn 3,16). La
armonía interior de la persona humana, la armonía entre el hombre y la
mujer, y, por último, la armonía entre la primera pareja y toda la creación
constituía el estado llamado "justicia original".
377 El "dominio" del mundo que Dios había concedido al hombre desde el
comienzo, se realizaba ante todo dentro del hombre mismo como dominio de sí.
El hombre estaba íntegro y ordenado en todo su ser por estar libre de la
triple concupiscencia (cf. 1 Jn 2,16), que lo somete a los placeres de los
sentidos, a la apetencia de los bienes terrenos y a la afirmación de sí
contra los imperativos de la razón.
378 Signo de la familiaridad con Dios es el hecho de que Dios lo coloca en
el jardín (cf. Gn 2,8). Vive allí "para cultivar la tierra y guardarla" (Gn
2,15): el trabajo no le es penoso (cf. Gn 3,17-19), sino que es la
colaboración del hombre y de la mujer con Dios en el perfeccionamiento de la
creación visible.
379 Toda esta armonía de la justicia original, prevista para el hombre por
designio de Dios, se perderá por el pecado de nuestros primeros padres.
Párrafo 7 LA CAIDA
385 Dios es infinitamente bueno y todas sus obras son buenas. Sin embargo,
nadie escapa a la experiencia del sufrimiento, de los males en la naturaleza
-que aparecen como ligados a los límites propios de las criaturas-, y sobre
todo a la cuestión del mal moral. ¿De dónde viene el mal? "Quaerebam unde
malum et non erat exitus" ("Buscaba el origen del mal y no encontraba
solución") dice S. Agustín (conf. 7,7.11), y su propia búsqueda dolorosa
sólo encontrará salida en su conversión al Dios vivo. Porque "el misterio de
la iniquidad" (2 Ts 2,7) sólo se esclarece a la luz del "Misterio de la
piedad" (1 Tm 3,16). La revelación del amor divino en Cristo ha manifestado
a la vez la extensión del mal y la sobreabundancia de la gracia (cf. Rm
5,20). Debemos, por tanto, examinar la cuestión del origen del mal fijando
la mirada de nuestra fe en el que es su único Vencedor (cf. Lc 11,21-22; Jn
16,11; 1 Jn 3,8).
I DONDE ABUNDO EL PECADO, SOBREABUNDO LA GRACIA
La realidad del pecado
386 El pecado está presente en la historia del hombre: sería vano intentar
ignorarlo o dar a esta oscura realidad otros nombres. Para intentar
comprender lo que es el pecado, es preciso en primer lugar reconocer el
vínculo profundo del hombre con Dios, porque fuera de esta relación, el mal
del pecado no es desenmascarado en su verdadera identidad de rechazo y
oposición a Dios, aunque continúe pesando sobre la vida del hombre y sobre
la historia.
387 La realidad del pecado, y más particularmente del pecado de los
orígenes, sólo se esclarece a la luz de la Revelación divina. Sin el
conocimiento que ésta nos da de Dios no se puede reconocer claramente el
pecado, y se siente la tentación de explicarlo únicamente como un defecto de
crecimiento, como una debilidad sicológica, un error, la consecuencia
necesaria de una estructura social inadecuada, etc. Sólo en el conocimiento
del designio de Dios sobre el hombre se comprende que el pecado es un abuso
de la libertad que Dios da a las personas creadas para que puedan amarle y
amarse mutuamente.
El pecado original - una verdad esencial de la fe
388 Con el desarrollo de la Revelación se va iluminando también la realidad
del pecado. Aunque el Pueblo de Dios del Antiguo Testamento conoció de
alguna manera la condición humana a la luz de la historia de la caída
narrada en el Génesis, no podía alcanzar el significado último de esta
historia que sólo se manifiesta a la luz de la Muerte y de la Resurrección
de Jesucristo (cf. Rm 5,12-21). Es preciso conocer a Cristo como fuente de
la gracia para conocer a Adán como fuente del pecado. El Espíritu-Paráclito,
enviado por Cristo resucitado, es quien vino "a convencer al mundo en lo
referente al pecado" (Jn 16,8) revelando al que es su Redentor.
389 La doctrina del pecado original es, por así decirlo, "el reverso" de la
Buena Nueva de que Jesús es el Salvador de todos los hombres, que todos
necesitan salvación y que la salvación es ofrecida a todos gracias a Cristo.
La Iglesia, que tiene el sentido de Cristo (cf. 1 Cor 2,16) sabe bien que no
se puede lesionar la revelación del pecado original sin atentar contra el
Misterio de Cristo.
Para leer el relato de la caída
390 El relato de la caída (Gn 3) utiliza un lenguaje hecho de imágenes, pero
afirma un acontecimiento primordial, un hecho que tuvo lugar al comienzo de
la historia del hombre (cf. GS 13,1). La Revelación nos da la certeza de fe
de que toda la historia humana está marcada por el pecado original
libremente cometido por nuestros primeros padres (cf. Cc. de Trento: DS
1513; Pío XII: DS 3897; Pablo VI, discurso 11 Julio 1966).
II LA CAIDA DE LOS ANGELES
391 Tras la elección desobediente de nuestros primeros padres se halla una
voz seductora, opuesta a Dios (cf. Gn 3,1-5) que, por envidia, los hace caer
en la muerte (cf. Sb 2,24). La Escritura y la Tradición de la Iglesia ven en
este ser un ángel caído, llamado Satán o diablo (cf. Jn 8,44; Ap 12,9). La
Iglesia enseña que primero fue un ángel bueno, creado por Dios. "Diabolus
enim et alii daemones a Deo quidem natura creati sunt boni, sed ipsi per se
facti sunt mali" ("El diablo y los otros demonios fueron creados por Dios
con una naturaleza buena, pero ellos se hicieron a sí mismos malos") (Cc. de
Letrán IV, año 1215: DS 800).
392 La Escritura habla de un pecado de estos ángeles (2 P 2,4). Esta "caída"
consiste en la elección libre de estos espíritus creados que rechazaron
radical e irrevocablemente a Dios y su Reino. Encontramos un reflejo de esta
rebelión en las palabras del tentador a nuestros primeros padres: "Seréis
como dioses" (Gn 3,5). El diablo es "pecador desde el principio" (1 Jn 3,8),
"padre de la mentira" (Jn 8,44).
393 Es el carácter irrevocable de su elección, y no un defecto de la
infinita misericordia divina lo que hace que el pecado de los ángeles no
pueda ser perdonado. "No hay arrepentimiento para ellos después de la caída,
como no hay arrepentimiento para los hombres después de la muerte" (S. Juan
Damasceno, f.o. 2,4: PG 94, 877C).
394 La Escritura atestigua la influencia nefasta de aquel a quien Jesús
llama "homicida desde el principio" (Jn 8,44) y que incluso intentó
apartarlo de la misión recibida del Padre (cf. Mt 4,1-11). "El Hijo de Dios
se manifestó para deshacer las obras del diablo" (1 Jn 3,8). La más grave en
consecuencias de estas obras ha sido la seducción mentirosa que ha inducido
al hombre a desobedecer a Dios.
395 Sin embargo, el poder de Satán no es infinito. No es más que una
criatura, poderosa por el hecho de ser espíritu puro, pero siempre criatura:
no puede impedir la edificación del Reino de Dios. Aunque Satán actúe en el
mundo por odio contra Dios y su Reino en Jesucristo, y aunque su acción
cause graves daños - de naturaleza espiritual e indirectamente incluso de
naturaleza física-en cada hombre y en la sociedad, esta acción es permitida
por la divina providencia que con fuerza y dulzura dirige la historia del
hombre y del mundo. El que Dios permita la actividad diabólica es un gran
misterio, pero "nosotros sabemos que en todas las cosas interviene Dios para
bien de los que le aman" (Rm 8,28)
III EL PECADO ORIGINAL La prueba de la libertad
396 Dios creó al hombre a su imagen y lo estableció en su amistad. Criatura
espiritual, el hombre no puede vivir esta amistad más que en la forma de
libre sumisión a Dios. Esto es lo que expresa la prohibición hecha al hombre
de comer del árbol del conocimiento del bien y del mal, "porque el día que
comieres de él, morirás" (Gn 2,17). "El árbol del conocimiento del bien y
del mal" evoca simbólicamente el límite infranqueable que el hombre en
cuanto criatura debe reconocer libremente y respetar con confianza. El
hombre depende del Creador, está sometido a las leyes de la Creación y a las
normas morales que regulan el uso de la libertad.
El primer pecado del hombre
397 El hombre, tentado por el diablo, dejó morir en su corazón la confianza
hacia su creador (cf. Gn 3,1-11) y, abusando de su libertad, desobedeció al
mandamiento de Dios. En esto consistió el primer pecado del hombre (cf. Rm
5,19). En adelante, todo pecado será una desobediencia a Dios y una falta de
confianza en su bondad.
398 En este pecado, el hombre se prefirió a sí mismo en lugar de Dios, y por
ello despreció a Dios: hizo elección de sí mismo contra Dios, contra las
exigencias de su estado de criatura y, por tanto, contra su propio bien. El
hombre, constituido en un estado de santidad, estaba destinado a ser
plenamente "divinizado" por Dios en la gloria. Por la seducción del diablo
quiso "ser como Dios" (cf. Gn 3,5), pero "sin Dios, antes que Dios y no
según Dios" (S. Máximo Confesor, ambig.).
399 La Escritura muestra las consecuencias dramáticas de esta primera
desobediencia. Adán y Eva pierden inmediatamente la gracia de la santidad
original (cf. Rm 3,23). Tienen miedo del Dios (cf. Gn 3,9-10) de quien han
concebido una falsa imagen, la de un Dios celoso de sus prerrogativas (cf.
Gn 3,5).
400 La armonía en la que se encontraban, establecida gracias a la justicia
original, queda destruida; el dominio de las facultades espirituales del
alma sobre el cuerpo se quiebra (cf. Gn 3,7); la unión entre el hombre y la
mujer es sometida a tensiones (cf. Gn 3,11-13); sus relaciones estarán
marcadas por el deseo y el dominio (cf. Gn 3,16). La armonía con la creación
se rompe; la creación visible se hace para el hombre extraña y hostil (cf.
Gn 3,17.19). A causa del hombre, la creación es sometida "a la servidumbre
de la corrupción" (Rm 8,21). Por fin, la consecuencia explícitamente
anunciada para el caso de desobediencia (cf. Gn 2,17), se realizará: el
hombre "volverá al polvo del que fue formado" (Gn 3,19). La muerte hace su
entrada en la historia de la humanidad (cf. Rm 5,12).
401 Desde este primer pecado, una verdadera invasión de pec ado inunda el
mundo: el fratricidio cometido por Caín en Abel (cf. Gn 4,3-15); la
corrupción universal, a raíz del pecado (cf. Gn 6,5.12; Rm 1,18-32); en la
historia de Israel, el pecado se manifiesta frecuentemente, sobre todo como
una infidelidad al Dios de la Alianza y como transgresión de la Ley de
Moisés; e incluso tras la Redención de Cristo, entre los cristianos, el
pecado se manifiesta, entre los cristianos, de múltiples maneras (cf. 1 Co
1-6; Ap 2-3). La Escritura y la Tradición de la Iglesia no cesan de recordar
la presencia y la universalidad del pecado en la historia del hombre:
Lo que la revelación divina nos enseña coincide con la misma experiencia.
Pues el hombre, al examinar su corazón, se descubre también inclinado al mal
e inmerso en muchos males que no pueden proceder de su Creador, que es
bueno. Negándose con frecuencia a reconocer a Dios como su principio, rompió
además el orden debido con respecto a su fin último y, al mismo tiempo, toda
su ordenación en relación consigo mismo, con todos los otros hombres y con
todas las cosas creadas (GS 13,1).
Consecuencias del pecado de Adán para la humanidad
402 Todos los hombres están implicados en el pecado de Adán. S. Pablo lo
afirma: "Por la desobediencia de un solo hombre, todos fueron constituidos
pecadores" (Rm 5,19): "Como por un solo hombre entró el pecado en el mundo y
por el pecado la muerte y así la muerte alcanzó a todos los hombres, por
cuanto todos pecaron..." (Rm 5,12). A la universalidad del pecado y de la
muerte, el Apóstol opone la universalidad de la salvación en Cristo: "Como
el delito de uno solo atrajo sobre todos los hombres la condenación, así
también la obra de justicia de uno solo (la de Cristo) procura a todos una
justificación que da la vida" (Rm 5,18).
403 Siguiendo a S. Pablo, la Iglesia ha enseñado siempre que la inmensa
miseria que oprime a los hombres y su inclinación al mal y a la muerte no
son comprensibles sin su conexión con el pecado de Adán y con el hecho de
que nos ha transmitido un pecado con que todos nacemos afectados y que es
"muerte del alma" (Cc. de Trento: DS 1512). Por esta certeza de fe, la
Iglesia concede el Bautismo para la remisión de los pecados incluso a los
niños que no han cometido pecado personal (Cc. de Trento: DS 1514).
404 ¿Cómo el pecado de Adán vino a ser el pecado de todos sus descendientes?
Todo el género humano es en Adán "sicut unum corpus unius hominis" ("Como el
cuerpo único de un único hombre") (S. Tomás de A., mal. 4,1). Por esta
"unidad del género humano", todos los hombres están implicados en el pecado
de Adán, como todos están implicados en la justicia de Cristo. Sin embargo,
la transmisión del pecado original es un misterio que no podemos comprender
plenamente. Pero sabemos por la Revelación que Adán había recibido la
santidad y la justicia originales no para él solo sino para toda la
naturaleza humana: cediendo al tentador, Adán y Eva cometen un pecado
personal, pero este pecado afecta a la naturaleza humana, que transmitirán
en un estado caído (cf. Cc. de Trento: DS 1511-12). Es un pecado que será
transmitido por propagación a toda la humanidad, es decir, por la
transmisión de una naturaleza humana privada de la santidad y de la justicia
originales. Por eso, el pecado original es llamado "pecado" de manera
análoga: es un pecado "contraído", "no cometido", un estado y no un acto.
405 Aunque propio de cada uno (cf. Cc. de Trento: DS 1513), el pecado
original no tiene, en ningún descendiente de Adán, un carácter de falta
personal. Es la privación de la santidad y de la justicia originales, pero
la naturaleza humana no está totalmente corrompida: está herida en sus
propias fuerzas naturales, sometida a la ignorancia, al sufrimiento y al
imperio de la muerte e inclinada al pecado (esta inclinación al mal es
llamada "concupiscencia"). El Bautismo, dando la vida de la gracia de
Cristo, borra el pecado original y devuelve el hombre a Dios, pero las
consecuencias para la naturaleza, debilitada e inclinada al mal, persisten
en el hombre y lo llaman al combate espiritual.
406 La doctrina de la Iglesia sobre la transmisión del pecado original fue
precisada sobre todo en el siglo V, en particular bajo el impulso de la
reflexión de S. Agustín contra el pelagianismo, y en el siglo XVI, en
oposición a la Reforma protestante. Pelagio sostenía que el hombre podía,
por la fuerza natural de su voluntad libre, sin la ayuda necesaria de la
gracia de Dios, llevar una vida moralmente buena: así reducía la influencia
de la falta de Adán a la de un mal ejemplo. Los primeros reformadores
protestantes, por el contrario, enseñaban que el hombre estaba radicalmente
pervertido y su libertad anulada por el pecado de los orígenes;
identificaban el pecado heredado por cada hombre con la tendencia al mal
("concupiscentia"), que sería insuperable. La Iglesia se pronunció
especialmente sobre el sentido del dato revelado respecto al pecado original
en el II Concilio de Orange en el año 529 (cf. DS 371-72) y en el Concilio
de Trento, en el año 1546 (cf. DS 1510-1516).
Un duro combate...
407 La doctrina sobre el pecado original -vinculada a la de la Redención de
Cristo- proporciona una mirada de discernimiento lúcido sobre la situación
del hombre y de su obrar en el mundo. Por el pecado de los primeros padres,
el diablo adquirió un cierto dominio sobre el hombre, aunque éste permanezca
libre. El pecado original entraña "la servidumbre bajo el poder del que
poseía el imperio de la muerte, es decir, del diablo" (Cc. de Trento: DS
1511, cf. Hb 2,14). Ignorar que el hombre posee una naturaleza herida,
inclinada al mal, da lugar a graves errores en el dominio de la educación,
de la política, de la acción social (cf. CA 25) y de las costumbres.
408 Las consecuencias del pecado original y de todos los pecados personales
de los hombres confieren al mundo en su conjunto una condición pecadora, que
puede ser designada con la expresión de S. Juan: "el pecado del mundo" (Jn
1,29). Mediante esta expresión se significa también la influencia negativa
que ejercen sobre las personas las situaciones comunitarias y las
estructuras sociales que son fruto de los pecados de los hombres (cf. RP
16).
409 Esta situación dramática del mundo que "todo entero yace en poder del
maligno" (1 Jn 5,19; cf. 1 P 5,8), hace de la vida del hombre un combate:
A través de toda la historia del hombre se extiende una dura batalla contra
los poderes de las tinieblas que, iniciada ya desde el origen del mundo,
durará hasta el último día según dice el Señor. Inserto en esta lucha, el
hombre debe combatir continuamente para adherirse al bien, y no sin grandes
trabajos, con la ayuda de la gracia de Dios, es capaz de lograr la unidad en
sí mismo (GS 37,2).
517 Toda la vida de Cristo es Misterio de Redención. La Redención nos viene
ante todo por la sangre de la cruz (cf. Ef 1, 7; Col 1, 13-14; 1 P 1,
18-19), pero este misterio está actuando en toda la vida de Cristo: ya en su
Encarnación porque haciéndose pobre nos enriquece con su pobreza (cf. 2 Co
8, 9); en su vida oculta donde repara nuestra insumisión mediante su
sometimiento (cf. Lc 2, 51); en su palabra que purifica a sus oyentes (cf.
Jn 15,3); en sus curaciones y en sus exorcismos, por las cuales "él tomó
nuestras flaquezas y cargó con nuestras enfermedades" (Mt 8, 17; cf. Is 53,
4); en su Resurrección, por medio de la cual nos justifica (cf. Rm 4, 25).
550 La venida del Reino de Dios es la derrota del reino de Satanás (cf. Mt
12, 26): "Pero si por el Espíritu de Dios expulso yo los demonios, es que ha
llegado a vosotros el Reino de Dios" (Mt 12, 28). Los exorcismos de Jesús
liberan a los hombres del dominio de los demonios (cf Lc 8, 26-39).
Anticipan la gran victoria de Jesús sobre "el príncipe de este mundo" (Jn
12, 31). Por la Cruz de Cristo será definitivamente establecido el Reino de
Dios: "Regnavit a ligno Deus" ("Dios reinó desde el madero de la Cruz",
himno "Vexilla Regis").
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Exégesis: Alois Stöger - El Mesías y sus adversarios (Lc 11,24-28)
a) El más fuerte (Lc/11/14-28)
14 Estaba él expulsando a un demonio que era mudo; y apenas salió el
demonio, comenzó a hablar el mudo, de suerte que las gentes se admiraron. 15
Pero de entre ellas algunos dijeron: Es por arte de Beelzebul, príncipe de
los demonios, por quien éste arroja los demonios. 16 Había también otros
que, paRa tentarlo, reclamaban de él una señal venida del cielo.
Nos hallamos ante el hecho escueto de la curación de un poseso. El demonio
ha salido del poseso, y éste, que era mudo, comienza a hablar. Jesús ha
expulsado al demonio. A éste se le llama mudo porque se creía que la
enfermedad del poseso respondía a la naturaleza del demonio que la había
causado. La curación por Jesús despierta la admiración de las gentes. ¿Cómo
es esto posible?, se preguntan. ¿Quién es Jesús, que tiene poder para
arrojar a los demonios?
La curación es un hecho incontrovertible. ¿Cómo se ha de explicar? La
admiración y extrañeza del pueblo abre un camino para la fe: Jesús obra con
el poder de Dios, es el Mesías. En Lucas no se formula esto, pero antes de
que asomen tales aserciones surge ya la crítica. Jesús no obra por el poder
de Dios, sino por el poder del príncipe de los demonios, al que se daba el
nombre de Beelzebul. Precisaba alejar al pueblo de Jesús. Contra la fe en el
Mesías, que se está fraguando, se formula esta objeción: Jesús no produce la
señal esperada, que lo habría de acreditar como Mesías, la señal del cielo,
como detener el sol o la luna, o una señal de los astros. Las expulsiones de
demonios y las curaciones milagrosas no se valoraban como tales señales. A
Jesús se le mide con patrones humanos preconcebidos, se prescribe a Dios lo
que tiene que hacer, cómo ha de convencer a los hombres.
17 Pero él penetró sus pensamientos y les dijo: Todo reino dividido en
bandos queda devastado, y una casa se derrumba sobre otra. 18 Si, pues,
Satán está dividido contra sí mismo, ¿cómo subsistirá su reino? Porque
estáis diciendo que yo arrojo los demonios por arte de Beelzebul. 19 Pero si
yo arrojo los demonios por arte de Beelzebul, ¿por arte de quién los arrojan
vuestros hijos? Por eso ellos mismos serán vuestros jueces.
Jesús posee el don de escudriñar los corazones, y así conoce los
pensamientos de sus críticos. Como se ve, Lucas no pone el menor empeño en
conciliar las diferentes tradiciones que él combina en el texto: los
críticos expresan sus opiniones; Jesús conoce sus pensamientos. Lucas
utiliza los fragmentos de tradición para formular enseñanzas importantes, no
para presentarnos cuadros bien ajustados.
Se refutan las críticas formuladas contra las expulsiones de demonios, que
constituyen el punto central de todos los relatos de curaciones. Como los
demás milagros de Jesús, no son magia, no son artilugios practicados con la
ayuda del demonio. La primera razón de esta verdad la toma Jesús de una
reflexión sobria y serena. Los demonios constituyen un reino, la
contrapartida del reino de Dios. No es de creer que el príncipe de los
demonios combata contra su propio reino... Esto sería una guerra civil, y
las guerras civiles aniquilan los reinos, acaban con las gentes y destruyen
las ciudades.
Jesús toma otra razón de la práctica del exorcismo judaico. Vuestros hijos,
hombres del pueblo, expulsan demonios. Esto lo intentaban con oraciones,
palabras y fórmulas de conjuro que se hacían remontar a Salomón. Hay, pues,
otros medios de expulsar los demonios sin recurrir a la ayuda de Beelzebul.
Jesús defiende su propia revelación con consideraciones tomadas de la
experiencia humana y religiosa.
También nosotros tenemos el deber de recurrir a todas las consideraciones
que nos suministra la experiencia humana, la ciencia y la vida religiosa,
para tratar de refutar las críticas contra los hechos de la revelación. La
revelación no está en contradicción con la razón ni con las leyes de la vida
humana y del mundo.
20 Pero si yo expulso los demonios por el dedo de Dios, es que el reino de
Dios ha llegado a vosotros.
Jesús expulsa los demonios con la virtud de Dios. El dedo-de-Dios es símbolo
de la fuerza de Dios. Cuando Moisés provocó las plagas de Egipto, decían los
adivinos do los egipcios: "El dedo de Dios está aquí" (/Ex/08/15). A Dios le
basta con mover su dedo para que surjan obras imponentes. El cielo es obra
de los dedos de Dios (Sal_8:4). El triunfo sobre el señorío de Satán con el
poder de Dios que actúa en Jesús, muestra que ha llegado ya el reino de
Dios. Este está ya presente, aunque todavía no se ha desarrollado
plenamente. Se ha inaugurado ya el tiempo de la salvación, el reino de Dios
ha reportado ya la victoria sobre el reino de Satán. De ello son señal las
expulsiones de demonios.
21 Mientras un hombre fuerte y bien armado está guardando su palacio,
sus bienes están seguros. 22 Pero cuando venga contra él otro más fuerte y
lo venza, le quitará las armas en que confiaba y repartirá el botín.
23 Quien no está conmigo, está contra mí; y quien conmigo no recoge,
desparrama.
La acción del Mesías se concibe como una guerra. La lucha se entabla entre
Satán y el Mesías. Se toma de los hechos bélicos una imagen. Hay un palacio,
una fortaleza guardada por un hombre fuerte. Este está armado de pies a
cabeza, con coraza, yelmo, escudo y lanza. Todo está en seguridad. Viene uno
más fuerte y ataca. El fuerte queda vencido. Se le quitan las armas. Todo lo
que se encuentra, se toma como botín y se reparte. La segura posesión ha
terminado. La idea fundamental de la parábola está en el contraste entre los
bienes, que están seguros y el botín que se reparte. Esto tiene también
lugar en las expulsiones de demonios. Satán dominaba en paz; ejercía su
señorío sobre los hombres y nadie podía suplantarlo. Ahora ha cambiado todo.
Las expulsiones de demonios muestran que Satán tiene que entregar su botín,
los hombres a quienes dominaba. Está por tanto vencido. Jesús podía decir en
tono triunfal: "Yo estaba viendo a Satán caer del cielo como un rayo"
(Lc_10:18). Según Lucas, esta victoria tuvo ya lugar en la lucha entablada
en la tentación del desierto (Lc_4:13). Las palabras repartirá el botín
traen a la memoria el oráculo de Isaías: "Mi siervo libra a muchos de la
culpa y carga con nuestras iniquidades. Por eso yo le daré por parte suya
muchedumbres, y recibirá muchedumbres por botín; por haberse entregado a la
muerte y haber sido contado entre los pecadores" (Isa_53:11 s). De todos
modos, si se hubiese aludido expresamente a este pasaje, no se habría
omitido la muerte que arrebata aún mejor botín a Satán. El reino de Dios se
inició cuando Jesús comenzó su actividad, se profundizó cuando murió en la
cruz y resucitó, se establecerá plenamente cuando Jesús venga en su gloria.
Pero en la medida en que se va estableciendo el reino de Dios, se va
derrumbando el poderío de Satán.
El combate mesiánico fuerza a cada cual a optar por Cristo o contra Cristo.
No tolera neutralidad. La necesidad de tomar partido se expresa en un
proverbio que procede de la guerra civil romana. El que no toma partido por
Jesús, es contrario suyo. A esto se añaden unas palabras tomadas de la vida
pastoril. El pastor que no recoge las ovejas, las desparrama. "Y así andaban
desparramadas mis ovejas por falta de pastor, siendo presa de todas las
fieras del campo" (Eze_34:5 s).
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Comentario Teológico: Santo Tomás de Aquino - Catena Aurea
Marcos 3:20-22
Y vinieron a la casa, y concurrió de nuevo tal tropel de gente, que ni
siquiera podían tomar alimento. Y cuando lo oyeron sus deudos salieron para
recogerle; porque decían que había perdido el juicio. Y los escribas, que
habían bajado de Jerusalén, decían: "Está poseído de Beelzebub; y así por
arte del príncipe de los demonios es como lanza los demonios". (vv. 20-22)
Beda
Conduce el Señor a la casa a los apóstoles elegidos en el monte, como para
advertirles que deben volver a su conciencia después de haber recibido la
dignidad del apostolado. "De aquí vinieron a la casa, y concurrió de nuevo
tal tropel de gente, que ni siquiera podían tomar alimento".
Pseudo-Crisóstomo
Ingratas eran ciertamente las turbas de los sacerdotes, cuyo orgullo les
impedía conocer a Jesús, mientras que iba a El agradecida la muchedumbre del
pueblo.
Beda
¡Cuál no sería esta bienaventurada muchedumbre, para quien tanto importaba
alcanzar la salvación, que ni al Autor de ella ni a los que con El estaban
dejaban ni una hora libre para comer! Pero falta la estimación de sus deudos
para Aquel a quien no deja la turba de los extraños. "Entre tanto algunos de
sus deudos", etc. Como no podían comprender las sapientísimas palabras que
oían, creían que había hablado como un enajenado. "Porque decían, prosigue,
que había perdido el juicio".
Teofilacto
Esto es, que estaba poseído y furioso, y por tanto querían apoderarse de El
y encarcelarlo como a endemoniado. Y los que tal pretendían eran los suyos,
esto es, sus deudos, sus compatriotas, o sus parientes.
Víctor Antioqueno, e Cat. in Mar
Fue, pues, una verdadera locura el considerar como insensato al Autor de
tantos milagros y al que había enseñado una tan celestial doctrina.
Beda
Hay mucha distancia entre los que no entienden por su escasa capacidad la
palabra de Dios, como eran éstos de que se ha hablado, y aquéllos que la
blasfeman adrede, y que son por los que dice: "Al mismo tiempo los escribas,
que habían bajado de Jerusalén", etc. Y lo que no podían negar se esforzaban
por alterarlo con una interpretación errada, como si no fuesen obras de la
Divinidad, sino del más impuro de los espíritus, esto es, Beelzebú, que era
el dios de Ecrón, pues Beel es el mismo Baal, y zebú quiere decir mosca,
significando por tanto Beelzebú hombre de las moscas1 por la inmundicia de
la sangre de las víctimas que se le sacrificaban. Con este repugnante nombre
llamaban al príncipe de los demonios: "Es por Beelzebú, príncipe de los
demonios, por quien expulsa a los demonios", decían.
Pseudo-Jerónimo
La casa a que iban es, en sentido místico, la Iglesia primitiva; las turbas
que impedían hasta que comiesen, son los pecados y los vicios, porque el que
come indignamente come y bebe su juicio (1Co_2:29).
Beda
Los escribas, que habían bajado de Jerusalén, blasfemaban; pero la
muchedumbre que viene de aquella ciudad y de otras partes de la Judea y de
los pueblos gentiles sigue al Señor. Porque la muchedumbre del pueblo judío
había de precederle a Jerusalén en el tiempo de la pasión con palmas y
cánticos de alabanza, mientras que los gentiles deseaban verle, y los
escribas y fariseos trataban de su muerte.
Notas
1. Baal-Zebul, "Baal, el Príncipe", divinidad
filistea adorada en Ecrón. Baal-Zebub: Señor de las moscas es un juego de
palabras burlesco sobre el verdadero nombre de la divinidad (ver nota Biblia
de Jerusalén: 2Re_1:2 s).
Marcos 3:23-30
Y Jesús habiéndolos convocado, les decía en parábolas: "¿Cómo puede Satanás
expeler a Satanás? Y si un reino está dividido contra sí mismo, es imposible
que subsista el tal reino. Y si una casa estuviera dividida contra sí misma,
la tal casa no puede quedar en pie. Conque si Satanás se levanta contra sí
mismo, está su reino en discordia, y no puede durar, antes está cerca su
fin. Ninguno puede entrar en la casa del valiente para robarle sus alhajas,
si primero no ata bien al valiente: después sí que podrá saquear la casa. En
verdad os digo, añadió, que todos los pecados se perdonarán fácilmente a los
hijos de los hombres, y aun las blasfemias que dijeren; pero el que
blasfemare contra el Espíritu Santo no tendrá jamás perdón, sino que será
reo de eterno juicio o condenación". Les decía esto porque le acusaban de
que estaba poseído del espíritu inmundo. (vv. 23-30)
San Juan Crisóstomo, homilae in Mattaeum, hom. 42
Demuestra el Señor que era imposible lo que decían los blasfemos escribas,
confirmando su demostración con un ejemplo. "Mas Jesús, prosigue,
habiéndolos convocado les decía o refutaba con estos símiles. ¿Cómo puede
Satanás expeler a Satanás?" Es como si dijera: Es forzoso que quede asolado
un reino dividido en guerra interna, que es lo que se ve en las casas y en
las ciudades: por esto si se divide en sí mismo el reino de Satanás, de modo
que Satanás expulse de los hombres a Satanás, se aproximará la desolación
del reino de los demonios. El reino de éstos consiste en tener sujetos a los
hombres. Por lo tanto, si son arrojados de los hombres, la disolución de su
reino es inevitable, mientras que, si conservan aún potestad sobre los
hombres, es claro que su reino dura todavía, y no está dividido contra sí
mismo.
Glosa
Mostrando con el ejemplo que el demonio no ha echado fuera al demonio,
muestra de qué modo puede ser echado diciendo: "Ninguno puede entrar en la
casa del valiente para robarle sus alhajas, si primero no ata bien al
valiente", etc.
Teofilacto., super Cum fortis armatus.
En el fondo este ejemplo quiere decir: el demonio es fuerte; las alhajas son
los hombres, en los cuales se refugia. ¿Cómo, pues, podrá nadie apoderarse
de las alhajas, esto es, de los poseídos, sin vencer y sujetar antes al
demonio? Por esto yo, que le arranco las alhajas, es decir, que libero a los
hombres del espíritu maligno, sujeto antes a los demonios, los venzo y soy
su enemigo. ¿Cómo decís, pues, que yo estoy poseído de Beelzebú, y siendo
amigo de los demonios los lanzo fuera?
Beda.
El Señor ató también al fuerte, esto es, al diablo, en cuanto que le impidió
sedujera a los elegidos, y entrando en la casa, o en el mundo, le quitó la
casa y las alhajas, o los hombres, ya que librándolos del poder del diablo
los ha unido a su Iglesia. O bien destruyó su casa, puesto que distribuyó
entre los apóstoles y sus sucesores todas las partes del mundo dominadas en
otro tiempo por el antiguo enemigo, para que atrajesen a los pueblos al
camino de la vida. Así, pues, manifiesta el Señor el gran crimen que
cometían al exclamar que era obra del diablo la que conocían que era de
Dios, cuando dice: "En verdad os digo que todos los pecados se perdonarán",
etc. No se perdonarán todos los pecados y blasfemias a todos los hombres en
general, sino a los que hayan hecho penitencia proporcionada a sus errores
en esta vida. Porque es un error el de Novaciano, que niega pueda ser
perdonado el que no sale vencedor del martirio, como también el de Orígenes,
quien afirma que todos los pecadores después del juicio universal y de
innumerables evoluciones de los siglos, habrán de alcanzar el perdón de sus
pecados: error que combaten las siguientes palabras del Señor: "Pero el que
blasfemare contra el Espíritu Santo no tendrá jamás perdón".
San Juan Crisóstomo, homilia in Mattaeum, hom. 42
Y ciertamente dice que tiene excusa la blasfemia contra El, porque no lo
veían sino como un hombre despreciable y bajo; pero que no tendrá perdón la
dirigida contra Dios, y la blasfemia contra el Espíritu Santo es
contra Dios, porque el reino de Dios es obra del Espíritu Santo. Por esto,
pues, dice que es irremisible la blasfemia contra el Espíritu Santo. Ahora,
en lugar de estas palabras: "Pero será reo de eterno delito", dice el
Evangelista: "Ni en este siglo, ni en el futuro" (Mat_12:32). Debemos
distinguir en esto el juicio según la ley que mandaba matar al que
blasfemaba el nombre de Dios (Lev_24:15), y el juicio de la otra vida: la
segunda ley no excusa semejante delito. El que se bautiza queda fuera de
este siglo, y los judíos desconocían la remisión que se obra por el
bautismo. Al que atribuye por tanto al demonio los milagros y la expulsión
de los demonios, que son obras solamente del Espíritu Santo, no le queda
excusa ninguna por su blasfemia, y siendo ésta tal contra el Espíritu Santo
no puede ser perdonada. Les decía esto porque le acusaban de que estaba
poseído del espíritu inmundo.
Teofilacto
Es preciso entender que no se consigue el perdón sino haciendo penitencia.
Cuando se escandalizaban por la encarnación de Cristo, tenían alguna excusa,
aunque no hiciesen penitencia, y podían esperar el perdón.
San Jerónimo,
O bien dice esto, porque no merecía la gracia de hacer penitencia para ser
perdonado el que, conociendo que era Cristo, decía sin embargo que era el
príncipe de los demonios.
Beda
No se debe con todo tener por reos de blasfemia irremisible a los que no
creen que el Espíritu Santo sea Dios, porque no lo niegan por malicia
diabólica, sino por humana ignorancia.
San Agustín, de Verbo Domini, serm. 11, 12
O es la impenitencia misma la blasfemia contra el Espíritu Santo que no se
perdona. El hombre, que con su dureza y corazón impenitente va atesorando
ira y más ira (Rm 2), blasfema de palabra o con el pensamiento contra el
Espíritu Santo, por quien se perdonan los pecados. "Porque le acusaban
-prosigue- de que estaba poseído del espíritu inmundo", para manifestar que
la causa ostensible de hablar así era que decían que lanzaba al demonio por
Beelzebú; no porque sea blasfemia que no pueda perdonarse, puesto que se
consigue su perdón con una verdadera penitencia, sino porque era ocasión de
anunciar esta sentencia por el espíritu inmundo, a quien el Señor muestra
dividido contra sí mismo por efecto del Espíritu Santo, quien une a los que
acoge, perdonando los pecados que los dividían contra sí mismos: remisión a
cuya gracia nadie resiste, sino el que tiene la dureza de un corazón
impenitente. En otro pasaje dijeron del Señor los judíos que estaba poseído
por el demonio (Jn 8), y sin embargo, no les dijo que blasfemaban contra el
Espíritu Santo, porque no le injuriaban al punto de presentarle dividido en
sí mismo, como Beelzebú, por quien dijeron que podían ser lanzados los
demonios.
San Agustín
3. Mientras hablaba a las turbas, sigue el Evangelio, su madre y sus
hermanos estaban fuera, queriendo hablar con él. Alguien se lo indicó
diciendo: Mira, tu madre y tus hermanos están fuera, quieren hablar contigo.
Y él dijo: ¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos? Y extendiendo la
mano a sus discípulos dijo: Estos son mi madre y mis hermanos, y quien
hiciere la voluntad de mi Padre, que está en los cielos, es mi hermano,
hermana y mi madre. Sólo quería hablar de esto; más como no quise pasar por
alto lo anterior, creo que he consumido una parte no pequeña de tiempo. Y el
punto que acabo de presentar es un problema con muchos entresijos y
conexiones.
¿Cómo Cristo, el Señor, desdeñó piadosamente a su madre, no a cualquier
madre, sino a su madre virgen, y por ello más madre, pues le ofreció la
fecundidad sin quitarle la integridad, su madre virgen al concebir, al
parir, virgen perpetuamente? A una madre tal desdeñó él para que el afecto
materno no interviniera y le impidiera la obra que estaba realizando. ¿Qué
realizaba? Hablaba a los pueblos, destruía hombres viejos, construía nuevos,
libertaba a las almas, desataba a los presos, iluminaba las mentes ciegas,
realizaba una buena empresa, estaba ferviente de obra y palabra en la santa
empresa. Y en ese momento le anunciaron el afecto carnal. Ya oísteis lo que
respondió, ¿para qué voy a repetirlo? Oigan las madres, para que con su
afecto carnal no impidan las buenas obras de sus hijos. Y si pretenden
impedirlo y asaltan a los que obran de ese modo, para retrasar a lo menos lo
que no pueden diferir, sean desdeñadas por sus hijos; oso decir que sean
desdeñadas, desdeñadas por piedad. Si fue desdeñada la Virgen María, ¿cómo
pretenderá encolerizarse la mujer, casada o viuda, con un hijo suyo que se
apresta a realizar la buena obra y por eso desdeña a su madre que se
interpone? Pero me vas a decir: Entonces ¿comparas a mi hijo con Cristo? No
le comparo a él con Cristo ni a ti con María. Cristo el Señor no condenó el
afecto materno, sino que con su propio ejemplo magnífico mostró cómo se deja
a una madre por la obra de Dios. Era doctor hablando, pero era también
doctor desdeñando; por eso se dignó desdeñar a la madre, para enseñarte que
por la obra de Dios has de desdeñar al padre.
4. ¿No podía Cristo, el Señor, hacerse hombre sin madre, como pudo
prescindir del padre? Para que veáis si convenía, o mejor, que convenía que
se hiciese hombre por el hombre, ya que él hizo al hombre, considerad y
recordad de dónde hizo al mismo primer hombre.
El primer hombre fue hecho sin padre ni madre. Si pudo entonces disponer
para fundar las cosas humanas, ¿no pudo luego prepararse algo para reparar
esas cosas humanas? ¿Era difícil para la Sabiduría de Dios, para el Verbo de
Dios, Poder de Dios, unigénito Hijo de Dios, era difícil hacer como quisiera
al hombre que iba a asumir? Los ángeles se mostraron como hombres a los
hombres. Abrahán dio de comer a los santos ángeles y los invitó como a
hombres; no sólo los vio, sino que los tocó y les lavó los pies. ¿Acaso
tales apariencias, como fantásticas, fueron realizadas por los ángeles? Si
pudo un ángel adoptar una verdadera apariencia humana cuando quiso, ¿no
podría el Señor de los ángeles hacer un verdadero hombre a quien asumir como
hubiese querido? Sin embargo, no quiso que ese hombre tuviese padre, para no
venir a los hombres por medio de la concupiscencia carnal; pero aceptó a la
madre para tener entre ellos una madre, para poder enseñar a esos hombres
cómo hay que desdeñarla por la obra de Dios. Quiso asumir en sí el sexo
viril y honrar al sexo femenino en su madre, porque antiguamente la mujer
había pecado y había hecho pecar al varón, y ambos cónyuges fueron engañados
por el fraude del diablo. Si Cristo viniera como varón, pero sin honrar al
sexo femenino, las mujeres perderían la esperanza, máxime cuando por ellas
cayó el varón. Por eso honró a ambos, recomendó a ambos, aceptó a ambos.
Nació de mujer. No desesperéis, varones, pues Cristo se dignó ser varón; no
desesperéis, mujeres, pues Cristo se dignó nacer de mujer. Ambos sexos
concurran a la salvación traída por Cristo: venga el varón, venga la mujer;
en la fe no hay varón ni mujer. Cristo te enseña a desdeñar a tus padres y a
amar a tus padres. Porque entonces los amas ordenada y piadosamente, cuando
no los antepones a Dios. Son palabras del Señor: Quien ama al padre o a la
madre más que a mí, no es digno de mí. Parece como si con estas palabras te
animara a que no los ames; pero, si atiendes, te exhorta a que los ames.
Podía haber dicho: quien ama a su padre o a su madre no es digno de mí. Pero
no dijo eso para no hablar contra la ley que dio, pues él la dio por medio
de su siervo Moisés, y en ella está escrito: Honra a tu padre y a tu madre.
No promulga, pues, ahora una ley contraria, sino que recomienda la antigua;
te indica el orden, no te quita la piedad, al decir: Quien ama a su padre o
a su madre, pero más que a mí. Ámelos, pues, pero no más que a mí. Dios es
Dios y el hombre es hombre. Ama a los padres, respétalos, hónralos; pero si
Dios te llama a una empresa más alta, en que el afecto de los padres pueda
ser un impedimento, guarda el orden, no quebrantes la caridad.
[…]
7. Preocupaos más, hermanos míos, preocupaos más, por favor, de lo que dijo
el Señor, extendiendo la mano sobre sus discípulos: Esta es mi madre y mis
hermanos; y quien hiciere la voluntad de mi Padre, que me envió, es para mí
un hermano, hermana y madre. ¿Acaso no hacía la voluntad del Padre la Virgen
María, que en la fe creyó, en la fe concibió, elegida para que de ella nos
naciera la salvación entre los hombres, creada por Cristo antes de que
Cristo fuese en ella creado? Hizo sin duda Santa María la voluntad del
Padre; por eso más es para María ser discípula de Cristo que haber sido
madre de Cristo. Más dicha le aporta el haber sido discípula de Cristo que
el haber sido su madre. Por eso era María bienaventurada, pues antes de dar
a luz llevó en su seno al maestro. Mira si no es cierto lo que digo.
Mientras caminaba el Señor con las turbas que le seguían, haciendo divinos
milagros, una mujer gritó: ¡Bienaventurado el vientre que te llevó!
Bienaventurado el vientre que te llevó.
Más, para que no se buscase la felicidad en la carne, ¿qué replicó el Señor?
Más bien, bienaventurados los que oyen la palabra de Dios y la guardan. Por
eso era bienaventurada María, porque oyó la palabra de Dios y la guardó:
guardó la verdad en la mente mejor que la carne en su seno. Verdad es
Cristo, carne es Cristo; Cristo Verdad estaba en la mente de María, Cristo
carne estaba en el seno de María: más es lo que está en la mente que lo que
es llevado en el vientre. Santa es María, bienaventurada es María, pero
mejor es la Iglesia que la Virgen María. ¿Por qué? Porque María es una
porción de Iglesia, un miembro santo, un miembro excelente, un miembro
supereminente, pero al fin miembro de un cuerpo entero. Si es parte del
cuerpo entero, más es el cuerpo que uno de sus miembros. El Señor es Cabeza
y el Cristo total es cabeza y cuerpo. ¿Qué diré? Tenemos una Cabeza divina,
tenemos a Dios como Cabeza.
8. Por lo tanto, carísimos, miraos a vosotros mismos. También vosotros sois
miembros de Cristo, sois cuerpo de Cristo. Ved cómo sois lo que él dijo: He
aquí mi madre y mis hermanos. ¿Cómo seréis madre de Cristo? Y todo el que
escucha y todo el que hace la voluntad de mi Padre, que está en los cielos,
es para mí un hermano y hermana y madre.
Mirad, entiendo lo de hermanos, entiendo lo de hermanas: única es la
herencia; y por eso también la misericordia de Cristo, el cual, siendo el
único, no quiso ser él solo, quiso que fuésemos herederos del Padre,
coherederos con él. Aquella herencia es tal, que no puede menoscabarse por
la muchedumbre de los herederos. Entiendo, pues, que somos hermanos de
Cristo, que hermanas de Cristo son las mujeres santas y fieles. ¿Pero cómo
podremos entender eso de madres de Cristo? ¿Qué diré? ¿Me atreveré a decir
que somos madres de Cristo? Sí, me atrevo a decir que somos madres de
Cristo. Si dije que vosotros erais hermanos de Cristo, ¿no me iba a atrever
a decir que sois su madre? Mucho menos me atreveré a negar lo que Cristo
afirmó. Ea, carísimos, mirad cómo la Iglesia es esposa de Cristo, lo que es
manifiesto.
Y aunque sea más difícil de entender, sin embargo, es verdad que es madre de
Cristo. La Virgen María se adelantó como tipo de la Iglesia. ¿Por qué-os
pregunto-es María madre de Cristo, sino porque dio a luz a los miembros de
Cristo? Y a vosotros, a quienes estoy hablando, que sois miembros de Cristo,
¿quién os ha dado a luz? Oigo la voz de vuestro corazón: la Madre Iglesia.
Esta Madre santa, honorable, semejante a María, da a luz y es virgen. Que da
a luz, lo pruebo por vosotros mismos: habéis nacido de ella; y da a luz a
Cristo, pues sois miembros de Cristo. He demostrado que da a luz y voy a
demostrar que es virgen. No me faltará un testimonio divino, no me faltará.
Adelántate al pueblo, bienaventurado Pablo, y sirve de testigo a mi
afirmación; alza la voz y di lo que quiero decir: Os he desposado a un
varón, presentándoos como virgen casta a Cristo. ¿Dónde está esa virginidad?
¿Dónde se teme la violación? Dígalo el mismo que la llamó virgen. Os desposé
a un varón, presentándoos como virgen casta a Cristo; pero temo, no sea que
así como la serpiente sedujo a Eva con su astucia, así pierdan vuestras
mentes la castidad que es en Cristo Jesús. Mantened en vuestras mentes la
virginidad; la virginidad de la mente es la integridad de la fe católica.
Allí donde Eva fue violada por la palabra de la serpiente, allí debe ser
virgen la Iglesia con el don del Omnipotente. Por lo tanto, los miembros de
Cristo den a luz en la mente, como María dio a luz a Cristo en el vientre,
sin dejar de ser virgen, y de ese modo seréis madre de Cristo. No es para
vosotros cosa extraña, no es cosa desproporcionada, ni cosa que repugne:
fuisteis hijos, sed también madres. Cuando fuisteis bautizados, entonces
nacisteis los hijos de la madre, miembros de Cristo. Traed ahora al
lavatorio del bautismo a los que podáis; de ese modo, como fuisteis hijos
cuando nacisteis, así ahora, conduciendo a los que van a nacer, podéis ser
madres de Cristo.
SAN AGUSTÍN, Sermones (2º) (t. X). Sobre los Evangelios Sinópticos, Sermón
72A, 3-4.7-8, BAC Madrid 1983, 357-60.364-67
Aplicación: P. José A. Marcone, IVE - ¿Loco, poseso o Dios? (Mc 3,20-35)
Introducción
Después de haber celebrado la Cuaresma y la Pascua hemos recomenzado, el
domingo pasado, el Tiempo Ordinario. Ese nuevo inicio se realizó con la
solemnidad de la Santísima Trinidad. La Iglesia quiere que, al iniciar
la parte central y más larga del Tiempo Ordinario, se recuerde el fundamento
de todo: Dios. Ese es el significado de la solemnidad de la Santísima
Trinidad.
A partir de hoy, Domingo X del Tiempo Ordinario, la Iglesia quiere que
recorramos toda la vida pública de Cristo, hasta los evangelios que nos
narran los últimos discursos de Cristo estando ya a las puertas de la
pasión, muerte y resurrección (Mt 25; Mc 13; Lc 21). Respecto a esto dicen
los Prenotanda del Leccionario: "A partir del domingo III del Tiempo
Ordinario, empieza la lectura semicontinua de los tres Evangelios
sinópticos; esta lectura se ordena de manera que presente la doctrina propia
de cada Evangelio a medida que se va desarrollando la vida y predicación del
Señor"1. Y el Directorio Homilético remarca: "Existe, por tanto, un esquema
común que siguen los tres ciclos: las primeras semanas afrontan el inicio de
la misión pública de Cristo, las últimas poseen un tema escatológico, y las
semanas que se encuentran entre ellas presentan, de manera continua,
diversos acontecimientos y enseñanzas de la vida de nuestro Señor"2.
Serán, entonces, veinticuatro domingos, hasta antes de la Solemnidad de
Cristo Rey, en los que los evangelios nos irán narrando con coherencia
cronológica la vida pública de Cristo. Son, aproximadamente, seis meses en
los que tendremos el gozo de ver cómo progresa y se desenvuelve la vida de
Cristo.
La vida pública de Cristo duró, aproximadamente, cuarenta meses, es decir,
un poco más de tres años. Aceptando con decisión el carácter histórico de
las narraciones de los evangelios, podemos, basados en los mismos
evangelios, determinar con bastante precisión las tres etapas de las que
consta la vida pública de Jesús3.
La primera etapa de la vida pública de Jesús comienza con su Bautismo y se
extiende hasta el momento en que decide ir a Galilea. Esta etapa dura doce
meses. Está narrada por los evangelistas en las siguientes secciones: Jn
1,19 - 3,36; Mt 3,1 - 4,11; Mc 1,1-13; Lc 3,1 - 4,15. Esta primera etapa se
desarrolla, principalmente, en Judea. Teológicamente hablando, es una etapa
preparatoria, en la que Jesús, fundamentalmente, se dedica a marcar el
pasaje del AT al NT. También comienza a poner los primeros fundamentos de la
Iglesia en cuanto comunidad de salvación. La Iglesia, en esta etapa, se
encuentra todavía en estado embrionario.
La segunda etapa de la vida pública de Jesús comienza con su ida a Galilea y
termina con la
Transfiguración. Esta etapa dura veintiún meses, casi dos años. Está narrada
en las siguientes secciones: Mt 4,12 - 18,35; Mc 1,14 - 9,49; Lc 4,14 -
9,50; Jn 4,1 - 6,71. Es la etapa central. En ella desarrolla plenamente su
doctrina y deja perfectamente constituida a la Iglesia Católica.
La tercera etapa de la vida pública de Jesús comienza cuando Él decide subir
a Jerusalén para ir a sufrir su pasión y muerte. Esta etapa está narrada al
modo de una subida continua a Jerusalén, que dura siete meses. El que más y
mejor remarca esta subida es San Lucas; por esta razón a este camino hacia
Jerusalén se le suele denominar 'el iter lucanum'4. Esta etapa culmina el
Domingo de Ramos, cuando ya comienza su pasión. Esta etapa está narrada en
Lc 9,51 - 21,38; Mt 19,1 - 20,34; Mc 10,1-52; Jn 7,1 - 12,50.
Por lo tanto, podríamos decir que la vida pública de Jesús tiene una etapa
preparatoria (doce meses en Judea), una etapa central (veintiún meses en
Galilea) y una etapa final (siete meses en subida a Jerusalén). Como todo
drama, la vida de Jesús tiene un exordio, un desarrollo y un desenlace.
Agregándole al inicio la infancia (Lc 1-2) y al final la Pasión, Muerte,
Resurrección y Ascensión al cielo, tenemos la estructura completa de la vida
de Cristo, conformada en estas siguientes cinco etapas:
1. Infancia
2. 1ª Etapa Vida Pública: Etapa preparatoria en el Jordán y Judea (12 meses)
3. 2ª Etapa Vida Pública: Etapa central en Galilea (21 meses)
4. 3ª Etapa Vida Pública: Etapa final en subida a Jerusalén (7 meses)
5. Culmen y cumplimiento: Pasión, Muerte, Resurrección y Ascensión5
2. El evangelio de San Marcos
Este año 2018 toca el Ciclo B de las lecturas de las Misas dominicales y,
por lo tanto, leeremos la vida de Cristo del Evangelio de San Marcos. Sólo
será interrumpida esta lectura por una solemnidad que cae en domingo6 y por
la lectura del Discurso del Pan de Vida (Jn 6) durante cinco domingos7.
El Directorio Homilético pide que el homileta tenga en cuenta la estructura
del evangelio que toca leer en cada ciclo. Dice el Directorio: "Cada año
está bien definido, ya que revela las enseñanzas propias de cada Evangelio
sinóptico. El homileta, tendría que resistir la tentación de considerar los
pasajes evangélicos dominicales como una entidad independiente; el
conocimiento de la estructura global y de los elementos característicos de
cada Evangelio puede ayudarle a profundizar su comprensión del texto"8.
2.a El evangelio de San Marcos globalmente considerado
La característica principal del Evangelio de San Marcos es que es el que más
se preocupa por la identidad de Jesús. Es el evangelio en el que más se
repite esta pregunta: "¿Quién es éste?" Esa pregunta será para Marcos casi
una obsesión.
Pero Marcos responde a esta pregunta ya en el primer versículo de su
evangelio: "Inicio del evangelio de Jesús, el Cristo, el Hijo de Dios" (Mc
1,1). Dice un exégeta, K. Stock: "Éste primer versículo es de una singular
densidad e importancia: constituye el título de la entera obra de Marcos
indicando con él el contenido, la finalidad y la articulación principal.
"Para hacer más comprensible este primer versículo damos una traducción un
poco ampliada: Inicio de la buena nueva (noticia) la cual dice que Jesús (de
Nazaret) es el Cristo, el Hijo de Dios. Ya desde la primera frase Marcos
manifiesta una singular concentración sobre la persona de Jesús, más
exactamente sobre la pregunta: '¿Quién es Jesús?' No pierde una sola
palabra, sino que da inmediatamente la respuesta completa: Jesús es el
Cristo, el Hijo de Dios. Esta concentración cristológica, ya sea en forma de
pregunta o de respuesta, está presente y viva a través de toda la obra de
Marcos"9. Por lo tanto, la identidad de Jesús es el tema dominante del
evangelio de Marcos10.
El primer versículo de San Marcos expresa el contenido porque el contenido
consiste en que se trata de un hombre con un nombre concreto, Jesús, que es
el Mesías (Cristo) y es Dios (Hijo de Dios). Expresa la finalidad, porque la
finalidad del evangelio es, precisamente, mostrar que Jesús es el Mesías y
es Dios. Expresa la estructura, porque la estructura literaria del evangelio
se articulará de acuerdo a ese contenido y a esa finalidad.
En efecto, la primera parte del evangelio de San Marcos culmina en Mc 8,29,
cuando Pedro proclame: "Tú eres el Cristo". Y la segunda parte del evangelio
culminará en Mc 15,39, cuando el Centurión proclame: "Verdaderamente este
hombre era Hijo de Dios".
2.b El texto de hoy (Mc 2,20-35)
El suceso histórico narrado en la perícopa de hoy se sitúa en la segunda
etapa de la vida pública de Jesús. Jesús ya comenzó su ministerio de la
Palabra en Galilea y se encuentra a orillas del Lago de Galilea. El
evangelio de hoy comienza diciendo: "Jesús vuelve a casa" (Mc 3,20). Esa
casa es la casa donde vivía Jesús, que es la casa de Pedro, en la ciudad de
Cafarnaúm, a pocos metros de la orilla del lago. Mientras Jesús estuvo
predicando en Galilea (segunda etapa de su vida pública) hizo de la casa de
Pedro en Cafarnaúm su 'cuartel general', y a ella siempre volvía11.
El hecho narrado en el evangelio de hoy se sitúa en ese punto de la segunda
etapa de la vida pública de Jesús en el cual ya están elegidos los Doce
Apóstoles (Mc 3,13-19) pero Pedro todavía no ha sido constituido Piedra
basal de la Iglesia (Mt 16,16-20; cf. Mc 8,29). Además, el hecho narrado hoy
se sitúa en el momento en que Jesús ya ha predicado acerca de su Persona y
de su doctrina y comienzan las oposiciones más fuertes y acérrimas. De
hecho, dice el Directorio Homilético: "La narración de Marcos posee su
particular dinamismo (…). Al inicio, el ministerio de Jesús es acogido con
gran entusiasmo (del III al IX domingo del Tiempo Ordinario, ciclo B) pero
la oposición no tarda en llegar (X domingo)"12.
3. La locura de Jesús
Los opositores de Jesús dicen de Él: "Está fuera de sí" (Mc 3,21). No son
los parientes de Jesús los que dicen esto13. Los parientes de Jesús escuchan
que algunas personas dicen que Jesús está fuera de sí; entonces, habiendo
escuchado esto, van a buscarlo para llevarlo a Nazaret.
El Leccionario en uso en varios países de Latinoamérica traduce: "Es un
exaltado". No es una buena traducción. El original griego dice, con una sola
palabra: exéste. Este término es un verbo aoristo, modo indicativo, voz
activa, 3ª persona del singular, del verbo exístemi. El verbo exístemi está
formado por la preposición ex, que significa 'fuera', y el verbo hístemi,
que significa 'estar'. Por lo tanto, exístemi significa 'estar fuera de
sí'14. Pero 'fuera de sí' en el sentido de 'no estar en sus cabales', es
decir, sinónimo de 'estar loco', de 'haber perdido la razón'. En resumen, lo
que los opositores de Jesús están diciendo, de manera simple y corta, es:
'está loco'.
Hay una gran diferencia entre una acusación de 'ser un exaltado', como
traduce el Leccionario, y una acusación de 'estar loco'. Acusar falsamente a
alguien de que 'está loco' es una de las ofensas más graves que puedan
existir, porque están privando a esa persona de lo más excelente que tiene
el hombre que es la capacidad de pensar rectamente. El ataque va a lo que de
más alto tiene el hombre, que es su inteligencia. Es una acusación que lo
rebaja a la condición de bestia, quitándole aquello que lo hace propiamente
hombre. Dice K. Stock: "La caracterización: 'Está fuera de sí' (Mc 3,21; cf.
Jn 10,20) es (…) similar a la pronunciada por los escribas: 'Está poseído
por Beelzebul', que sigue inmediatamente (Mc 3,22)"15.
En otro lugar de los evangelios también se narra que sus opositores dicen,
usando un verbo distinto, que Jesús está loco. En efecto, dice San Juan:
"Muchos judíos decían: Tiene un demonio y está loco" (Jn 10,20). Aquí se usa
el verbo maínomai, que significa 'estar loco', 'estar furioso', 'haber
perdido la razón'16. Por lo tanto, consta por los evangelios que algunos de
sus opositores, sin lugar a dudas, afirmaron de Jesús que estaba loco.
"Desde que Cristo es juzgado hereje (o 'samaritano') su suerte está sellada.
Después vendrán sucesivamente, a medida que la ira y la envidia por sus
éxitos crezcan, los apostrofes de loco - mago - poseído del demonio - y
después blasfemo, sedicioso y por último conspirador contra el César. Todo
sirve"17.
Este es el destino del hombre que se mueve solamente por el Espíritu Santo.
Los dones del Espíritu Santo, precisamente, son aquellos hábitos del alma
por los cuales el Espíritu Santo obra directamente sobre el alma y la
iluminan y conducen. Los virtuosos obran secundum regulam rationis. Los que
se dejan llevar por los dones del Espíritu Santo, sin inhibir ni anular las
virtudes, obran secundum regulam Spiritui Sancti. El Espíritu Santo se
convierte, directamente, en regla de acción para aquel que, por su unión con
Dios, vive intensamente los dones del Espíritu Santo.
Y esto, visto por los mundanos, es locura. Dice San Pablo: "El hombre
naturalmente no capta las cosas del Espíritu de Dios y no las puede conocer;
son locura para él" (1Cor 2,14).
De Cristo y de los que viven profundamente los dones del Espíritu Santo, se
puede decir, de alguna manera, que 'han perdido la razón', pero la han
perdido para dejar que fuera absorbida por el Espíritu Santo. El Espíritu
Santo es una regla de acción que está muy por encima de la razón, pero no
está en contra de la razón, sino que la supone, la ayuda, la complementa y
la absorbe.
Es el destino de los profetas ser tenidos por locos, porque ellos son los
que se dejan llevar por el Espíritu Santo. Por eso el profeta Oseas pone en
boca de los enemigos de Dios esta frase: "Israel grita: ¡El profeta es un
necio, un loco el hombre del Espíritu!" (Os 9,7). "Casi todos los verdaderos
descubridores la pagan caro. La patente de profeta es elevada. 'El que tiene
razón un día antes, durante 24 horas es loco'"18.
Los santos han sido tenidos por locos. Es conocida la anécdota de San Juan
Bosco. "No sólo las autoridades civiles molestaban al pobre don Bosco e
intentaban impedir el desarrollo de su Obra, sino que también sus colegas
sacerdotes. Es más, a éstos se les había metido en la cabeza que don Bosco
estaba enloqueciendo y que todo este empeño por los jóvenes era una
verdadera manía"19. Estos sacerdotes hablaron con el director del manicomio
para avisarle que le iban a llevar un sacerdote (Don Bosco) que estaba loco.
Don Bosco se dio cuenta, no entró en la carroza con ellos y ordenó al que
conducía la carroza que llevara a dichos sacerdotes al manicomio. El
director del manicomio los tuvo allí hasta la noche, pensando que no era uno
el sacerdote loco, sino dos.
La acusación de locura fue una de las preferidas por el régimen soviético
para anular la acción de los creyentes y a los creyentes mismos. Testigos de
la fe como el Card. Mindszenty debieron beber los así llamados 'cócteles
psiquiátricos' para, supuestamente, 'curar' la también supuesta 'locura' de
alguien que tenía una fe inconmovible en Cristo.
El ser tenido por locos por ser fieles a Cristo es una de las gracias más
grandes que puede recibir el cristiano. San Ignacio pone como una cúspide de
la vida espiritual el 'tercer grado de humildad', que es una gracia que hay
que pedir en los Ejercicios Espirituales: "La 3ª es humildad perfectísima,
es a saber, (…) siendo igual alabanza y gloria de la divina majestad, por
imitar y parecerse más actualmente a Cristo nuestro Señor, quiero y elijo
más pobreza con Cristo pobre que riqueza, oprobrios con Cristo lleno de
ellos que honores, y desear más de ser estimado por vano y loco por Cristo
que primero fue tenido por tal, que por sabio ni prudente en este mundo"20.
Por eso dice San Pablo: "Mientras los judíos piden señales y los griegos
buscan sabiduría, nosotros predicamos a un Cristo crucificado: escándalo
para los judíos, locura para los gentiles; mas para los llamados, lo mismo
judíos que griegos, un Cristo, fuerza de Dios y sabiduría de Dios" (1Cor
1,18.21.22-24).
Respecto a esto dice el Directorio de Espiritualidad del Instituto del Verbo
Encarnado: "La locura de la Cruz consiste en vivir las bienaventuranzas.
¡Bienaventurados los locos por Cristo! Se los llevará de aquí para allá, se
reirán de ellos y los tendrán por torpes, atrasados y, aun, débiles
mentales: de ellos es el Reino de los Cielos.
¡Bienaventurados los locos por Cristo! porque se han despojado a sí mismos y
están ante Dios con toda su candidez. ¡Bienaventurados estos locos por
Cristo!, ninguna sabiduría del mundo podrá jamás engañarlos. Es la locura
del amor sin límites ni medidas. Es bendecir a los que nos maldicen (cf. Rm
12,14), es no devolver mal por mal (Rm 12,17). Cuando el mundo nos diga:
¡Mirad a los locos! Se les tiran piedras y ellos besan la mano que las tira.
Se ríen y burlan de ellos y ellos ríen también, como niños que no
comprenden. Se les golpea, persigue y martiriza, pero ellos dan gracias a
Dios que los encontró dignos. Cuando el mundo diga eso: señal que vamos
bien.
¡Locura del amor!, 'pero que la locura de la Cruz hace más sabia que la
sabiduría de todos los hombres' (cf. 1Cor 1,25)" (nº 118).
4. 'Está poseído por Beelzebul'
Dice el evangelio de hoy: "Los escribas que habían bajado de Jerusalén
decían: 'Está poseído por Beelzebul' y 'por el príncipe de los demonios
expulsa los demonios'" (Mc 3,22). Como vemos, la acusación consta de dos
partes, una referida a su persona, otra referida a su actividad. Respecto a
su persona dicen: 'Está poseído por Beelzebul'. Respecto a su actividad de
expulsar demonios dicen: 'Los expulsa porque recibe la fuerza de Beelzebul
(satanás)'. Como vemos, una vez más en San Marcos se pone en el tapete la
cuestión de la identidad de Jesús. '¿Quién es Jesús?' Y los opositores
responden: 'Es un poseso de satanás'. "No es posible una cualificación más
negativa y peligrosa de la persona y de la obra de Jesús"21.
Jesús, por su parte, cualifica la acusación que le hacen como 'una blasfemia
contra el Espíritu Santo que no será nunca perdonada'22. Y cuando Jesús dice
que es 'más fuerte' que satanás, de una manera velada, está revelando que Él
es Dios. En efecto, ¿quién puede ser más fuerte que la naturaleza angélica?
Solo Dios23. Por otro lado, Jesús, al decir que se trata de una blasfemia
contra el Espíritu Santo, está dejando entrever, de nuevo, su divinidad. En
efecto, dice K. Stock: "Con la solemne introducción: 'En verdad os digo' y
en expresión directa y ya no parabólica, muestra la cualidad moral de la
acusación de ellos y revela la fuerza que efectúa las expulsiones, el
Espíritu Santo (Mc 3,28-30)"24.
Esta divergencia en el discernimiento acerca de la identidad de Jesús es la
que llevará a Jesús a la muerte. En efecto, la pregunta clave que lo llevará
a la muerte será: '¿Quién eres tú?', pronunciada por Caifás. Narra San
Marcos: "El Sumo Sacerdote le preguntó: '¿Eres tú el Cristo, el Hijo del
Bendito?' Y dijo Jesús: 'Sí, yo soy, y veréis al Hijo del hombre sentado a
la diestra del Poder y venir entre las nubes del cielo'. El Sumo Sacerdote
se rasga las túnicas y dice: '¿Qué necesidad tenemos ya de testigos? Habéis
oído la blasfemia. ¿Qué os parece?' Todos juzgaron que era reo de muerte"
(Mc 14,61-64). ¿Loco, poseso de satanás o Dios? Este dilema es el que
causará su muerte.
Conclusión
Dice Jesús: "No está el discípulo por encima del maestro, ni el siervo por
encima de su señor. Ya le basta al discípulo ser como su maestro, y al
siervo como su señor. Si al dueño de la casa le han llamado Beelzebul,
¡cuánto más a sus domésticos! No les tengáis miedo" (Mt 10,24-26).
Igualmente podríamos decir:
'Si al maestro y al señor lo han llamado loco, ¡cuánto más a los discípulos
y a los siervos!'.
Debemos estar dispuestos y preparados para que nos malinterpreten y nos
confundan con un loco o nos acusen de tener trato con el demonio. Lo
importante es no rebajar el mensaje de Jesucristo y no tener miedo.
Notas
1 ORDENACIÓN DE LAS LECTURAS DE LA MISA,
Prenotandos, Segunda Edición Típica, año 1981, nº 105.
2 CONGREGACIÓN PARA EL CULTO DIVINO Y LA
DISCIPLINA DE LOS SACRAMENTOS, Directorio Homilético, año 2014, nº 141.
3 Mejor que hablar de 'años' de la vida pública
de Jesús (primer año, segundo año, etc.) es hablar de 'etapas' de la vida
pública de Jesús.
4 'Iter', en latín, significa 'camino'. De allí
viene la palabra española 'itinerario'
5 Esta es, precisamente, la división que la
Biblia de Jerusalén presenta para el Evangelio de San Lucas: I. Nacimiento y
vida oculta de Juan el Bautista y Jesús (Lc.1,5 - 2,52). II. Preparación del
Ministerio de Jesús (Lc.3,1 - 4,13). III. Ministerio de Jesús en Galilea
(Lc.4,14 - 9,50). IV. La subida a Jerusalén (Lc.9,51 - 19,27). V. Ministerio
de Jesús en Jerusalén (Lc.19,28 - 21,37). VI La Pasión (Lc.22,1 - 23,56).
VII. Después de la Resurrección (Lc.24,1 - 50). El punto V comienza con la
entrada triunfal de Jesús a Jerusalén y, por lo tanto, los puntos V, VI y
VII están englobados en mi punto 5.
6 La Solemnidad del Nacimiento de San Juan
Bautista, el domingo 24 de junio de 2018, Domingo XII del Tiempo Ordinario.
Se lee el evangelio de San Lucas donde se narra dicho nacimiento.
7 Son los domingos del Tiempo Ordinario desde el
XVII hasta el XXI. Pero aun esta lectura del Discurso del Pan de Vida está
insertada en el momento cronológico exacto de la vida de Cristo según la
narra San Marcos, que es el momento de la primera multiplicación de los
panes. En el domingo XVI del Tiempo Ordinario se presenta el evangelio de
San Marcos (6,30-34) en el que se narra la acción de Cristo inmediatamente
anterior a la primera multiplicación de los panes. En el domingo XVII se
empalma con el evangelio de San Juan que narra dicha multiplicación (Jn
6,1-15). A esta multiplicación de los panes sigue el Discurso del Pan de
Vida. Respecto a esto, dice el Directorio Homilético: "Otra característica
importante del Ciclo B, es adoptar la narración de san Juan de la
multiplicación de los panes y de los peces, con el sucesivo discurso del pan
de vida (del domingo XVII al XXI). Esto ofrece al homileta la oportunidad de
predicar durante varias semanas sobre Cristo, pan vivo que nos nutre, tanto
con su Palabra como con su Cuerpo y su Sangre" (CONGREGACIÓN PARA EL CULTO
DIVINO Y LA DISCIPLINA DE LOS SACRAMENTOS, Directorio Homilético, año 2014,
nº 144).
8 CONGREGACIÓN PARA EL CULTO DIVINO Y LA
DISCIPLINA DE LOS SACRAMENTOS, Directorio Homilético, año 2014, nº 142.
9 STOCK, K., Vangelo secondo Marco, Edizioni
Messagero Padova, Padova, 2002, p. 8; traducción nuestra. Esa preocupación
por la identidad de Jesús a lo largo de toda la obra de Marcos, se puede ver
en las siguientes citas. Mc 1,24: Los demonios saben quién es Jesús, el
Santo de Dios. Mc 2,7: Los hombres se preguntan: ¿Quién puede perdonar los
pecados sino sólo Dios? Mc 4,41: Después de la tormenta apaciguada: ¿Quién
es éste que hasta el viento y el mar le obedecen? Mc 8,27: A sus Apóstoles:
¿Quién dice la gente que soy yo? Mc 8,29: Vosotros, ¿quién decís que soy yo?
Mc 11,28: Los hombres le preguntan: ¿Quién te ha dado autoridad para
expulsar a los vendedores?
10 Los Prenotanda del Leccionario y el Directorio
Homilético, como vimos, dicen que en las homilías dominicales hay que
resaltar 'la doctrina propia' y 'la enseñanza propia' de cada evangelio
sinóptico. Por lo tanto, durante este año trataremos de resaltar el tema de
la identidad de Jesús. Esto significa responder a esta pregunta: '¿Quién es
Jesús?'.
11 No cabe duda que Jesús vivió en la casa de
Pedro. Es sobre todo San Marcos quien atestigua esto en Mc 1,29; 2,1; 3,20;
7,17 y 9,28. Esa casa no sólo era la casa de Pedro donde Jesús se alojaba,
sino que Jesús la convirtió también en lugar de predicación de la Palabra de
Dios y anuncio del evangelio. Dos veces se narra en San Marcos que la
multitud se agolpaba a la puerta de la casa (Mc1,33; 2,2) y en una de ellas
(Mc 2,2) se dice que Jesús les anunciaba la Palabra.
En 1968 se descubrió en Cafarnaúm un complejo
habitacional de un clan, en una de cuyas habitaciones había signos
clarísimos de haber sido convertida en Iglesia y donde se celebraba la Misa.
Sobre ese complejo habitacional habían construido una basílica octogonal,
cf. CORBO, V., Cafarnao, la cittá di Gesú, in AAVV, La Storia di Gesú, vol.
2, p. 393ss. Este descubrimiento es citado y comentado por MARCHESI, G., Il
Vangelo della Speranza, Ed. Città Nuova, Roma, 19902, p. 291-292. 304-306.
Marchesi trae una descripción bastante detallada de las investigaciones de
V. Corbo, quien fue quien hizo el sensacional descubrimiento de la casa de
Pedro en 1968. La conclusión es que la habitación donde había signos de
culto cristiano es la habitación donde dormía Jesús.
12 CONGREGACIÓN PARA EL CULTO DIVINO Y LA
DISCIPLINA DE LOS SACRAMENTOS, Directorio Homilético, año 2014, nº 144. El
domingo X del Tiempo Ordinario, Ciclo B, es el nuestro de hoy.
13 Dice K. Stock: "Las valoraciones y las
habladurías sobre Jesús llegan a los parientes, los pone profundamente
preocupados y causan su intención de llevarlo de nuevo a Nazaret" (STOCK,
K., Idem, p. 83; traducción nuestra).
14 De aquí proviene el verbo castellano
'existir', ya que 'existir', en sentido estricto, significa 'estar fuera de
las causas'.
15 STOCK, K., Idem, p. 83; traducción nuestra.
16 FONTOYNONT, V., Vocabulario Griego, Editorial
Sal Terrae, Santander, 1966, p. 104. De aquí viene la palabra griega manía,
que significa 'locura'. Como es obvio, la palabra griega manía pasó al
español de manera idéntica. En español, además, tenemos el adjetivo
'maníaco'.
17 CASTELLANI, L., Cristo y los fariseos,
Editorial Jauja, Mendoza (Argentina), 1999, p. 92.
18 CASTELLANI, L., Idem, p. 107.
19 CHIARAVINO, L., Don Bosco que ríe, Ediciones
Paulinas, 1991.
20 SAN IGNACIO DE LOYOLA, Libro de los Ejercicios
Espirituales, nº 167.
21 STOCK, K., Idem, p. 74; traducción nuestra.
22 Cf. STOCK, K., Idem, p. 75.81. Es una
blasfemia contra el Espíritu Santo porque es una blasfemia contra la luz, es
decir, es negar signos que, con suficiente evidencia, muestran que Él es lo
que Él dice. No será nunca perdonada no por defecto de la misericordia de
Dios sino porque, al negar lo que tiene signos de evidencia, se
auto-imposibilitan de conocer la verdad, de reconocer su pecado y de pedir
perdón. También es blasfemia contra el Espíritu Santo el haberlo llamado
'loco'.
23 Por otro lado, San Juan Bautista ya había
llamado a Jesús 'aquel que es más fuerte que yo' (Mc 1,7).
Ya en el AT el nombre de 'el Fuerte' estaba
reservado para Dios. En efecto, uno de los nombres que el AT da a Dios es
'el Fuerte de Jacob'. Dice Yahveh a través del profeta Isaías: "Yo soy
Yahvé, tu salvador y tu redentor, el Fuerte de Jacob" (Is 49,26). (El
original hebreo dice 'abiyr (alef, bet, yod, resh), que es un adjetivo que
significa 'fuerte'. La Vulgata traduce: 'Fortis'. Pero la LXX trae isjýs que
es un sustantivo y significa 'fuerza', 'Fuerza de Jacob').
También el Apocalipsis llama 'el Fuerte' a Dios y
usa la misma palabra griega que se usa en Mc 3,27 (y en Mc 1,7): isjyrós. En
efecto, hablando de Babilonia, dice: "Fuerte (isjyrós) es el Señor que la ha
condenado" (Apoc 18,8).
24 STOCK, K., Idem, p. 79; traducción nuestra;
cf. también STOCK, K., Idem, p. 81.
Volver Arriba
Aplicación: San Juan Pablo II - La identidad de Jesucristo
"Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?" (Mt 16, 15).
1. Al iniciar el ciclo de catequesis sobre Jesucristo, catequesis de
fundamental importancia para la fe y la vida cristiana, nos sentimos
interpelados por la misma pregunta que hace casi dos mil años el Maestro
dirigió a Pedro y a los discípulos que estaban con El. En ese momento
decisivo de su vida, como narra en su Evangelio Mateo, que fue testigo de
ello, "viniendo Jesús a la región de Cesárea de Filipo, preguntó a sus
discípulos:
¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre? Ellos contestaron: unos,
que Juan el Bautista; otros, que Elías; otros, que Jeremías u otro de los
Profetas. Y El les dijo: y vosotros, ¿quién decís que soy?" (Mt 16, 13-15).
Conocemos la respuesta escueta e impetuosa de Pedro: "Tú eres el Mesías, el
Hijo de Dios vivo" (Mt 16, 16). Para que nosotros podamos darla, no sólo en
términos abstractos, sino como una expresión vital, fruto del don del Padre
(Mt 16, 17), cada uno debe dejarse tocar personalmente por la pregunta: "Y
tú, ¿quién dices que soy? Tú, que oyes hablar de Mí, responde: ¿Qué soy yo
de verdad para ti?. A Pedro la iluminación divina y la respuesta de la fe le
llegaron después de un largo período de estar cerca de Jesús, de escuchar su
palabra y de observar su vida y su ministerio (cf. Mt 16, 21-24).
También nosotros, para llegar a una confesión más consciente de Jesucristo,
hemos de recorrer como Pedro un camino de escucha atenta, diligente. Hemos
de ir a la escuela de los primeros discípulos, que son sus testigos y
nuestros maestros, y al mismo tiempo hemos de recibir la experiencia y el
testimonio nada menos que de veinte siglos de historia surcados por la
pregunta del Maestro y enriquecidos por el inmenso coro de las respuestas de
fieles de todos los tiempos y lugares. Hoy, mientras el Espíritu, "Señor y
dador de vida", nos conduce al umbral del tercer milenio cristiano, estamos
llamados a dar con renovada alegría la respuesta que Dios nos inspira y
espera de nosotros, casi como para que se realice un nuevo nacimiento de
Jesucristo en nuestra historia.
2. La pregunta de Jesús sobre su identidad muestra la finura pedagógica de
quien no se fía de respuestas apresuradas, sino que quiere una respuesta
madurada a través de un tiempo, a veces largo, de reflexión y de oración, en
la escucha atenta e intensa de la verdad de la fe cristiana profesada y
predicada por la Iglesia.
Reconocemos, pues, que ante Jesús no podemos contentarnos de una simpatía
simplemente humana por legítima y preciosa que sea, ni es suficiente
considerarlo sólo como un personaje digno de interés histórico, teológico,
espiritual, social o como fuente de inspiración artística. En torno a Cristo
vemos muchas veces pulular, incluso entre los cristianos, las sombras de la
ignorancia, o las aún más penosas de los malentendidos, y a veces también de
la infidelidad. Siempre está presente el riesgo de recurrir al "Evangelio de
Jesús" sin conocer verdaderamente su grandeza y su radicalidad y sin vivir
lo que se afirma con palabras. Cuántos hay que reducen el Evangelio a su
medida y se hacen un Jesús más cómodo, negando su divinidad trascendente, o
diluyendo su real, histórica humanidad, e incluso manipulando la integridad
de su mensaje especialmente si no se tiene en cuenta ni el sacrificio de la
cruz, que domina su vida y su doctrina, ni la Iglesia que Él instituyó como
su "sacramento" en la historia.
Estas sombras también nos estimulan a la búsqueda de la verdad plena sobre
Jesús, sacando partido de las muchas luces que, como hizo una vez a Pedro,
el Padre ha encendido, en torno a Jesús a lo largo de los siglos, en el
corazón de tantos hombres con la fuerza del Espíritu Santo: las luces de los
testigos fieles hasta el martirio; las luces de tantos estudiosos
apasionados, empeñados en escrutar el misterio de Jesús con el instrumento
de la inteligencia apoyada en la fe; las luces que especialmente del
Magisterio de la Iglesia, guiado por el carisma del Espíritu Santo, ha
encendido con las definiciones dogmáticas sobre Jesucristo.
Reconocemos que un estímulo para descubrir quién es verdaderamente Jesús
está presente en la búsqueda incierta y trepidante de muchos contemporáneos
nuestros tan semejantes a Nicodemo, que fue "de noche a encontrar a Jesús"
(cf. Jn 3, 2), o a Zaqueo, que se subió a un árbol para "ver a Jesús" (cf.
Lc 19, 4). El deseo de ayudar a todos los hombres a descubrir a Jesús, que
ha venido como médico para los enfermos y como salvador para los pecadores
(cf. Mc 2, 17), me lleva a asumir la tarea comprometida y apasionante de
presentar la figura de Jesús a los hijos de la Iglesia y a todos los hombres
de buena voluntad.
Quizá recordaréis que al principio de mi pontificado lancé una invitación a
los hombres de hoy para "abrir de par en par las puertas a Cristo"
(L'Osservatore Romano, Edición en Lengua Española, 29 octubre, 1978. pág.
4). Después, en la Exhortación Catechesi tradendae, dedicad la catequesis,
haciéndome portavoz del pensamiento de los obispos reunidos en el IV Sínodo,
afirmé que "el objeto esencial y primordial de la catequesis es (...) el
"misterio de Cristo". Catequizar es, en cierto modo llevar a uno a escrutar
ese misterio en toda su dimensión...; descubrir en la Persona de Cristo el
designio eterno de Dios, que se realiza en Él... Sólo El puede conducirnos
al amor del Padre en el Espíritu y hacernos partícipes de la vida de la
Santísima Trinidad" (Catechesi tradendae, n. 5: L'Osservatore Romano,
Edición en Lengua Española, 11 de noviembre, 1979. pág. 4).
Recorreremos juntos este itinerario catequístico ordenando nuestras
consideraciones en torno a cuatro puntos: 1) Jesús en su realidad histórica
y en su condición mesiánica trascendente, hijo de Abraham, hijo del hombre,
e hijo de Dios; 2) Jesús en su identidad de verdadero Dios y verdadero
hombre, en profunda comunión con el Padre y animado por la fuerza del
Espíritu Santo, tal y como se nos presenta en el Evangelio; 3) Jesús a los
ojos de la Iglesia que con a asistencia del Espíritu Santo ha esclarecido y
profundizado los datos revelados, dándonos formulaciones precisas de la fe
cristológica, especialmente en los Concilios Ecuménicos; 4) finalmente,
Jesús en su vida y en sus obras, Jesús en su pasión redentora y en su
glorificación, Jesús en medio de nosotros y dentro de nosotros, en la
historia y en su Iglesia hasta el fin del mundo (cf. Mt 28, 20).
3. Es ciertamente verdad que en la Iglesia hay muchos modos de catequizar al
Pueblo de Dios sobre Jesucristo. Cada uno de ellos, sin embargo, para ser
auténtico ha de tomar su contenido de la fuente perenne de la Sagrada
Tradición y de la Sagrada Escritura, interpretada a la luz de las enseñanzas
de los Padres y Doctores de la Iglesia, de la liturgia, de la fe y piedad
popular, en una palabra, de la Tradición viva y operante en la Iglesia bajo
a acción del Espíritu Santo, que -según la promesa del Maestro- "os guiará
hacia la verdad completa, porque no hablará de Sí mismo, sino que hablará lo
que oyere y os comunicará las cosas venideras" (Jn 16, 13). Esta Tradición
la encontramos expresada y sintetizada especialmente en la doctrina de los
Sacrosantos Concilios, recogida en los Símbolos de la Fe y profundizada
mediante la reflexión teológica fiel a la Revelación y al Magisterio de la
Iglesia.
¿De qué serviría una catequesis sobre Jesús si no tuviese a autenticidad y
la plenitud de la mirada con que la Iglesia contempla, reza y anuncia su
misterio? Por una parte, se requiere una sabiduría pedagógica que, al
dirigirse a los destinatarios de la catequesis, sepa tener en cuenta sus
condiciones y sus necesidades. Como he escrito en la Exhortación antes
citada, "Catechesi tradendae": "La constante preocupación de todo
catequista, cualquiera que sea su responsabilidad en la Iglesia, debe ser la
de comunicar, a través de su enseñanza y su comportamiento, la doctrina y la
vida de Jesús" (Catechesi tradendae n. 6: L'Osservatore Romano, Edición en
Lengua Española, 11 de noviembre, 1979. pág. 4).
4. Concluimos esta catequesis introductoria, recordando que Jesús, en un
momento especialmente difícil de la vida de los primeros discípulos, es
decir, cuando la cruz se perfilaba cercana y lo abandonaban, hizo a los que
se habían quedado con El otra de estas preguntas tan fuertes, penetrantes e
ineludibles: "¿Queréis iros vosotros también?". Fue de nuevo Pedro quien,
como intérprete de sus hermanos, le respondió: "Señor, ¿a quién iríamos? Tú
tienes palabras de vida eterna, y nosotros hemos creído y sabemos que Tú
eres el Santo de Dios" (Jn 6, 67-69). Que estos apuntes catequéticos puedan
hacernos más disponibles para dejarnos interrogar por Jesús, capaces de dar
la respuesta justa a sus preguntas, dispuestos a compartir su Vida hasta el
final.
(SAN JUAN PABLO II, La identidad de Jesucristo, Audiencia General del
miércoles 7 de enero de 1987)
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Aplicación: P. Gustavo Pascual, IVE - Acusaciones contra Jesús Mc 3,20-21
"Se enteraron sus parientes y fueron a hacerse cargo de él, pues decían:
Está fuera de sí
Hay otros pasajes que iluminan este texto que parece tan duro. Es muy fuerte
la expresión del evangelista para indicar el concepto que tenían de Jesús
sus parientes. Hay otras traducciones que dicen: esta exaltado.
Vamos a los textos:
"Es que ni siquiera sus hermanos creían en él"25. Este texto se refiere más
al escepticismo que tenían sus parientes sobre su persona y su obra. Ellos
simplemente sabían que era "el hijo del carpintero" y que su madre era
María, y sus hermanos Santiago, José, Simón y Judas26.
En Israel los parientes son los de un mismo clan y el clan congrega más que
una familia. Algunos lo identifican con estirpe. Los parientes de Jesús
tenían una visión carnal de Jesús y quizá llevados por la envidia, al
enterarse de los signos que hacía, lo quieren llevar de regreso a casa o
quizá porque se dedicaba únicamente al trabajo y ni siquiera comía y temían
se enfermara. Probablemente los jefes del clan hayan mandado a buscar a
Jesús por temor a que Herodes o los mismos romanos creyeran que el clan de
Jesús se estaba levantando contra las autoridades constituidas.
Quizá también iría la Virgen María pero obedeciendo a los jefes del clan y
no participando de los pensamientos de sus parientes, pensamientos del todo
carnales27.
Pero amén de todas las causas por lo que lo quisiesen regresar a su pueblo
lo cierto es que no creían en Él y de las dos veces que fue a Nazaret no
pudo hacer milagros allí por su incredulidad y en una de las ocasiones fue
tanta la cólera que se levantó en sus corazones porque su paisano no hizo
milagros en su pueblo que lo quisieron despeñar por un barranco.
Los fariseos decían de Él: "Tiene un demonio y está loco. ¿Por qué le
escucháis?"28. Aquí abiertamente lo tratan de loco y de endemoniado por su
doctrina y por sus obras. Ya antes decían que sus obras las hacía por el
poder del diablo y Él les dijo que pecaban contra el Espíritu Santo al
hablar así. Ahora al escuchar su doctrina, y porque se cierran
voluntariamente a ella, lo tratan de loco y dicen que no lo escuchen porque
desvaría. Pero no fueron los únicos que lo trataron de loco. También Herodes
que lo viste con un vestido brillante29 para burlarse y despreciarlo porque
había dicho que era rey30.
"Está fuera de sí", es decir, es otro. Y se equivocan… también juzgándolo en
lo humano. "Lo que hace la unidad psíquica en el hombre, el equilibrio
psíquico, la normalidad, es la plenivivencia"31, el dedicarse a lo único
necesario, y Jesús se estaba dedicando de lleno a lo que había venido, a
salvar a los hombres y todo lo que hacía lo hacía con perfección porque
"todo lo hizo bien"32.
La división de la personalidad, "el estar fuera de sí", es una manifestación
del desequilibrio psíquico. Jesús fustiga el desdoblamiento voluntario de la
personalidad que es el pecado de hipocresía. Sin embargo, también venía a
salvar a aquellos que tenían desequilibrio mental. No es casual que
voluntariamente se haya dejado llamar loco el que venía a salvar también a
los locos.
Jesús es llamado loco por su doctrina, de la cual, debemos beber para ser
locos como Jesús, "ya le basta al discípulo ser como su maestro y al siervo
como su amo"33.
Y ¿por qué lo llaman loco? Es que la sabiduría de Jesús es locura para los
hombres carnales34. "Hay muchas palabras en el Evangelio que son o de un
Dios o de un loco; y que no pueden ser de un hombre común […] palabras que
rompen el equilibrio humano y muestran como un relámpago los abismos de la
Eternidad"35.
La doctrina de Jesús es extraordinaria. Por eso para el hombre que no tiene
fe es la doctrina de un loco, es una locura. Pero para el creyente, que cree
que Jesús es Dios, su doctrina es doctrina divina, "Así, mientras los judíos
piden señales y los griegos buscan sabiduría, nosotros predicamos a un
Cristo crucificado: escándalo para los judíos, necedad para los gentiles;
más para los llamados, lo mismo judíos que griegos, un Cristo, fuerza de
Dios y sabiduría de Dios. Porque la necedad divina es más sabia que la
sabiduría de los hombres, y la debilidad divina, más fuerte que la fuerza de
los hombres"36.
No es extraño que la doctrina de Cristo divida a los hombres. Estaba
profetizado: "Este está puesto para caída y elevación de muchos en Israel, y
para ser señal de contradicción"37. Y el mismo Señor ha enseñado que los que
más se opondrán a nuestra fe serán los de la misma familia: "Porque desde
ahora habrá cinco en una casa y estarán divididos; tres contra dos, y dos
contra tres; estarán divididos el padre contra el hijo y el hijo contra el
padre; la madre contra la hija y la hija contra la madre; la suegra contra
la nuera y la nuera contra la suegra"38. "No penséis que he venido a traer
paz a la tierra. No he venido a traer paz, sino espada. Sí, he venido a
enfrentar al hombre con su padre, a la hija con su madre, a la nuera con su
suegra; y enemigos de cada cual serán los que conviven con él. El que ama a
su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a su hijo
o a su hija más que a mí, no es digno de mí"39.
Si alguno ha hecho Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola
probablemente ha pedido muchas veces antes de entregarse plenamente a Jesús
en las elecciones: "quiero y elijo más pobreza con Cristo pobre que riqueza,
oprobios con Cristo lleno de ellos que honores y desear más ser estimado por
vano y loco por Cristo que primero fue tenido por tal, que por sabio ni
prudente en este mundo"40.
La doctrina de Jesús se caracteriza por la unidad y no por la contradicción:
"buscad primero el Reino de Dios y su justicia y lo demás se os dará por
añadidura"41. "Y hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola. María ha
elegido la parte buena, que no le será quitada"42. Debemos aprender de Jesús
a entregarnos plenamente a la búsqueda de Dios.
Teniendo esto en cuenta hay que ser fiel a Dios ante que a los hombres.
Fieles a Jesús antes que a nuestros familiares. Por nuestra parte tenemos
que hacer todo lo posible para acercar a nuestros parientes a Jesús, sea por
la palabra cuando se pueda, pero, principalmente por el buen ejemplo y por
la oración. Por lo demás tener paciencia… Pero no condescender tampoco a sus
ideas mundanas y a sus modos de ver humanos. Tenemos que ser fieles a Dios y
ser sinceros con Él y con los que nos rodean. Mostrarnos cristianos
católicos. Sin miedo.
María aunque iba con los parientes a buscar a Jesús43 sabía bien la misión
de su Hijo y el establecimiento de su reino a través de la predicación y de
los signos. Va con los parientes, escucha la enseñanza de Jesús sobre el
verdadero parentesco y sabe que está más cerca de Él por la comunión en el
cumplimiento del plan de Dios que por ser su madre según la carne.
Notas
25 Jn 7, 5
26 Mt 13, 55
27 Cf. LAGRANGE, Vida de Jesucristo, l.c., 148-9
28 Jn 10, 20
29 El que solían llevar los príncipes (nota de
Jerusalén)
30 Cf. Lc 23, 11
31 CASTELLANI, Psicología humana, Jauja Mendoza
1995, 101
32 Mc 7, 37
33 Mt 10, 25
34 Cf. 1 Co 1, 25
35 CASTELLANI, Evangelio de Jesucristo, Dictio
Buenos Aires 1957, 397-8
(cortesía IVE Argentina)