Disfruten de
la Palabra Divina de los Domingos
tomados de la mano de los Padres de la
Iglesia, de los Santos y Sabios de todos los tiempos y del Catecismo de la
Iglesia Católica
(Nota
Bene: Los números consignados entre paréntesis ( ) hacen referencia a los
números del Catecismo).También puede saltar a:
DOMINGO XXX
ORDINARIO B
“He sido enviado... a dar la vista a los
ciegos”
Jr 31,7-9:
“Guiaré entre consuelos a los ciegos y cojos”
Sal 125,1-2ab.2cd-3.4-5.6:
“El Señor ha estado grande con nosotros y estamos alegres”
Hb 5,1-6: “Tú
eres sacerdote eterno según el orden de Melquisedec”
Mc 10,46-52:
“Maestro, haz que pueda ver”
Jeremías invita
en nombre de Dios a celebrar gozosamente el retorno de los desterrados. Será
completo, alcanzará a todos, incluso a los que
padezcan algo. Se entusiasma el Señor ensalzando por boca de su profeta
el número de los que vuelven: “!Una gran multitud retorna!” Al contraponer cómo
salieron, “llorando” y cómo regresan, “entre consuelos”, Yavé se ofrece para
ser su custodio en el desierto para que no les falte de nada.
Es la primera vez
que una persona corriente (no un endemoniado) proclama la mesianidad de Jesús.
A Jesús no le molesta; son otros los que quieren que se calle. La pregunta que
Jesús hace al ciego: ¿Qué quieres que haga por ti?, está redactada en los
mismos términos que la que hizo a Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, cuando le
pidieron algo muy distinto. Para san Marcos el seguimiento es más importante
que la curación en sí misma.
La manifestación
pública de la fe no suele encontrar muchos adeptos. Varias pueden ser las
causas: desde la más estricta reserva de la privacidad personal, hasta el
principio de que la religiosidad pertenece al ámbito íntimo y no comunicable.
Cuando alguien tiene serias convicciones, no las esconde.
_ Confianza de
los que se acercan a Jesús:
“Con mucha
frecuencia, en los Evangelios, hay personas que se dirigen a Jesús llamándole
``Señor''. Este título expresa el respeto y la confianza de los que se acercan
a Jesús y esperan de Él socorro y curación. Bajo la moción del Espíritu Santo,
expresa el reconocimiento del misterio divino de Jesús. En el encuentro con
Jesús resucitado, se convierte en adoración: ``Señor mío y Dios mío'' (Jn
20,28). Entonces toma una connotación de amor y de afecto que quedará como
propio de la tradición cristiana: ``!Es el Señor!'' (Jn 21,7)” (448).
_ Invocar el
Nombre de Jesús:
“Esta invocación
de fe bien sencilla ha sido desarrollada en la tradición de la oración bajo
formas diversas en Oriente y en Occidente. La formulación más habitual,
transmitida por los espirituales del Sinaí, de Siria y del Monte Athos es la
invocación: ``Jesús, Cristo, Hijo de Dios, Señor, !ten piedad de nosotros, pecadores!''
Conjuga el himno cristológico de Flp 2,6-11 con la petición del publicano y del
mendigo ciego. Mediante ella, el corazón está acorde con la miseria de los
hombres y con la misericordia de su Salvador” (2667).
_ “La confianza
filial se pone a prueba cuando tenemos el sentimiento de no ser siempre
escuchados. El Evangelio nos invita a conformar nuestra oración al deseo del
Espíritu” (2756).
_ “Ven a Dios los
que son capaces de mirarlo, porque tienen abiertos los ojos del espíritu.
Porque todo el mundo tiene ojos, pero algunos los tienen oscurecidos y no ven
la luz del sol. Y no porque los ciegos no vean ha de decirse que el sol ha
dejado de lucir, sino que esto hay que atribuírselo a sí mismos y a sus propios
ojos. De la misma manera tienes tú los ojos de tu alma oscurecidos a causa de
tus pecados y malas acciones” (San Teófilo de Antioquía, Lib 1,2-7).
A Bartimeo no le
curaron sus gritos sino la fe en Jesús; grita el nombre de Jesús y termina
siguiéndole.
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