Disfruten
de la Palabra Divina de los Domingos
tomados
de la mano de los Padres de la Iglesia, de los Santos y Sabios de todos los
tiempos y del Catecismo de la Iglesia Católica
(Nota Bene: Los números consignados entre paréntesis ( )
hacen referencia a los números del Catecismo).También puede saltar a:
DOMINGO XXIX
ORDINARIO B
“Tomó el pecado de muchos e intercedió por
los pecadores”
Is 53,10-11:
“Cuando entregue su vida como expiación, verá su descendencia, prolongará sus años”
Sal
32,4-5.18-19.20 y 22: “Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como
lo esperamos de ti”
Hb 4,14-16:
“Acerquémonos con seguridad al trono de la gracia”
Mc 10,35-45: “El
Hijo del Hombre ha venido para dar su vida en rescate por todos”
Es la última
parte del Canto del Siervo. Hace pensar en que el triunfo final será la
recompensa a tanto dolor, por voluntad divina, ya que “lo que el Señor quiere
prosperará por sus manos”.
La misión con que
se ha presentado Jesús será norma para sus discípulos. Ellos habrán de ser
servidores igual que el mismo Jesús. Él completará la idea de servicio con la
entrega por nosotros: “Dar su vida en rescate por todos”.
La alusión en la
2.a lectura al “trono de la gracia”, equivalente al “trono de Dios”, nos muestra que el acceso a ese trono es
posible precisamente por la obra redentora del sumo sacerdote Jesucristo.
Cuando al hombre
de hoy se le ofrecen oportunidades de cambio y mejoría, suelen ser aceptadas
con condiciones: que no compliquen la vida ni comprometan demasiado. Así no es
posible cambiar, porque a nadie se le hace mejor si él no quiere. La oferta
siempre es un servicio y la aceptación un favor a uno mismo.
_ “Conmovido por
tantos sufrimientos, Cristo no sólo se deja tocar por los enfermos, sino que
hace suyas sus miserias: ``Él tomó nuestras flaquezas y cargó con nuestras
enfermedades'' (Mt 8,17). No curó a todos los enfermos. Sus curaciones eran
signos de la venida del Reino de Dios. Anunciaban una curación más radical: la
victoria sobre el pecado y la muerte por su Pascua. En la Cruz, Cristo tomó
sobre sí todo el peso del mal y quitó el ``pecado del mundo'' (Jn 1,29), del
que la enfermedad no es sino una consecuencia. Por su pasión y su muerte en la
Cruz, Cristo dio un sentido nuevo al sufrimiento: desde entonces éste nos
configura con Él y nos une a su pasión
redentora. ``Sanad a los enfermos...''”
(1505; cf. 517. 440).
_ “Por su
obediencia amorosa a su Padre, ``hasta la muerte de cruz'' (Flp 2,8), Jesús
cumplió la misión expiatoria del Siervo doliente que ``justifica a muchos
cargando con las culpas de ellos'' (Is 53,11)” (623).
_ “Desde el
primer instante de su Encarnación el Hijo acepta el designio divino de
salvación en su misión redentora: ``Mi alimento es hacer la voluntad del que me
ha enviado y llevar a cabo su obra'' (Jn 4,34). El sacrificio de Jesús ``por
los pecados del mundo entero'' (1 Jn 2,2), es la expresión de su comunión de
amor con el Padre: ``El Padre me ama porque doy mi vida'' (Jn 10,17). ``El
mundo ha de saber que amo al Padre y que obro según el Padre me ha ordenado''
(Jn 14,31)” (606; cf. 2716. 2749).
_ “Esta dignidad
se expresa en la disponibilidad a servir, según el ejemplo de Cristo, que no ha
venido para ser servido sino para servir. Si, por consiguiente, a la luz de
esta actitud de Cristo se puede verdaderamente ``reinar'' sólo ``sirviendo'', a
la vez el ``servir'' exige tal madurez espiritual que es necesario definirla
como el ``reinar''.... para poder servir digna y eficazmente a los otros, hay
que saber dominarse, es necesario poseer las virtudes que hacen posible tal
dominio” (Juan Pablo II, RH 21).
El Evangelio nos
retrata a un aparente perdedor, que siempre ganó, y a unos supuestos ganadores,
que acabaron perdiendo.
vea:
clerus.org
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