Domingo 31 del Tiempo Ordinario A 'El primero entre vosotros será vuestro servidor' - Iglesia del Hogar: en Familia, como Iglesia doméstica, preparamos la Acogida de la Palabra de Dios proclamada durante la celebración de la Misa dominical
1.1 Primera Lectura: Malaquías 1,14b.2,2b.8—10
1.2 Segunda Lectura: 1 Tesalonicenses 2, 7b—9.13.
1.3 Evangelio: Mateo 23., 1-12
6. Leamos la Biblia con la Iglesia
Falta un dedo: Celebrarla
Esta reflexión, o más bien, esta
exhortación están dirigidas ante todo a nosotros los sacerdotes. Tenemos que tomarla
muy en serio. Evidentemente hay sacerdotes que ofenden a Dios de manera
pública pero pienso que los "buenos" sacerdotes ofendemos a Dios de manera
más bien solapada. En primer lugar viene a mi mente el problema de la
rutina. Ejecutamos los ritos y uno no siente que haya alguna chispa que
pase de nosotros a los participantes. En segundo lugar hacemos aceptación
de personas y, a veces, tenemos una ley distinta para distintas personas. En tercer lugar pienso en las
muchísimas personas que se han alejado de la Iglesia porque han tenido un
encuentro desafortunado con un sacerdote: les gritó durante la confesión,
no les prestó atención en un percance urgente o sencillamente dio mal
ejemplo. Desde aquí quiero pedirles perdón a los que hemos tratado así e
invitarles a que oren por nosotros para que el Señor no nos mande su
maldición. 1.2 Segunda
Lectura: 1 Tesalonicenses 2, 7b—9.13 (pasaje) Gracias a Dios también hay palabras
alentadores aunque vengan de un santo y han sido dichas para santos.
Impresionante como San Pablo anuncia la Palabra: como una madre que da la
vida y el calor, así anuncia la Buena Nueva cual mensaje de vida eterna. San Pablo fue algo especial: era a
tejedor de tela tiendas. De día trabajaba para ganarse el pan y de noche
enseñaba. En otra parte el reconoce que tiene el derecho de recibir ayuda
material de los creyentes pero no quiso para no estar expuesto a
malentendidos y malas interpretaciones. ¿Han pensado ustedes alguna vez que
sicológicamente sería mucho más fácil para un sacerdote tener su sueldo y
no depender de limosnas de los fieles? Hay sacerdotes que se someten a la
ley del trabajo manual durante el día y en la tarde se dedican al cuidado
de las almas. Entre nosotros mucho se habla y se habla mal de la
metalización de la Iglesia, de la Parroquia, de los sacerdotes.
¿Deberíamos los sacerdotes tomar un trabajo para no depender de lo que los
fieles quieran dar? Todas estas dificultades cambiarían
si nuestras comunidades parroquiales fueran más abiertas y compartidas, es
decir, donde los laicos asumieran su responsabilidad de conseguir los
fondos y administrarlos para que los sacerdotes podamos dedicarnos a lo
que es nuestra labor, orar, contemplar la Escritura e ir en busca de la
oveja perdida. En lugar de ello los sacerdotes tenemos que conseguir
fondos, organizar rifas, quermeses, hacer contabilidad para que la
parroquia pueda funcionar. Con todo confieso que los sacerdotes
tenemos también aquí algo de culpa por querer acaparar demasiado. Lea el
pasaje de San Pablo y, nuevamente, le ruego a rezar por sus sacerdotes
para que San Pablo los contagie. 1.3
Evangelio: Mateo 23, 1-12 (pasaje) Este domingo es en verdad una
oportunidad para hacer un examen de conciencia. También el evangelio es un
lavado de cabeza, o ‘un café’, como dicen por aquí. ¿Pero me permiten
que los incluya a ustedes también? También ustedes son maestros de la ley
en su hogar, también ustedes desempeñan un papel sacerdotal en la Iglesia
del hogar porque transmiten la fe a sus hijos y dirigen la oración de
la"Iglesia doméstica". Reflexionemos juntos, pues cada uno deberá medir
sus motivaciones para ver por qué hace las cosas: por razones egoístas o
por razones altruistas. Constataremos que siempre hay varias motivaciones
presentes, tanto las que miran nuestra propia persona cuanto las que
vienen de un corazón preocupado por los demás. Jesús nos dice en el
evangelio que será grande aquel que se pone al servicio de los demás. La
razón parece estar en que Dios nos ha creado a su imagen y semejanza. El
es amor. Seremos verdaderas y auténticas personas cuando nos convertimos
en amor. Es difícil de decir y difícil de realizar, por cierto. Comencemos
con eliminar las cosas de vanidad y orgullo. El Señor nos ayudará a crecer
en el s amor que se llama servicio. La Iglesia habla del sacerdocio
común, es decir, cada cristiano, desde su bautismo, participa de este
sacerdocio común. Sacerdocio se considera de una manera simplificada como
ofrecer a Dios lo de los hombres y a los hombres lo de Dios. Cuando Dios entregó al hombre la
tierra y le dio el encargo de trabajarla, no se trataba solo de darle un
medio de sustento y un ambiente vital. Fue mucho más. Quiso el Señor
asociar al hombre a su tarea creadora. Hubiera podido darle todo hecho.
Quiso más bien, que el hombre colabore en hacer de este mundo un lugar
cada vez más acogedor, creando cada vez más y mayores posibilidades al
amor, como dice el Catecismo Holandés. Así la familia humana poco a poco
se transforma en oblación agradable a Dios porque cada vez reina más el
amor y a la vez el hombre abre este mundo a la presencia, de Dios, los
admite a su realidad. Quiero explicarlo con un ejemplo que
quizás ya conozcan. En una reunión de hombres sabios uno de los más
admirados preguntó: "¿Dónde está Dios?" Los demás se sorprendieron que
haga una pregunta tan sencilla, ya que todos sabían que Dios está en todas
partes. El mismo se dio la respuesta:"Dios está donde se lea deja entrar". Al crearnos libres, Dios espera a la
puerta para que lo dejemos entrar. Crear oportunidades al amor, es
entonces abrir la puerta a Dios para que entre donde los hombres. No
importa en qué uno esté trabajando: obrero, maestro, ama de casa. Al
realizar su trabajo con y por amor se está abriendo la puerta a Dios. El
mundo se transforma en ofrenda agradable a Dios y a la vez Dios viene a
los hombres por medio de nuestra manera de trabajar. La palabra que
expresa mejor esta manera de hacer las cosas se llama SERVIR. El que se
pone a servir a los demás, es el más grande a los ojos de Dios y realiza
en verdad un sacerdocio. El hogar es el punto de partida de este servicio
cósmico y el mundo entero espera nuestra acción sacerdotal: servir. Había una vez un hombre que servia a
cada cual como si fuera la persona más importante del mundo, lucha gente
le visitaba para escuchar sus enseñanzas porque era muy sabio. Un día
recibió a un extranjero y antes de escucharlo le sirvió personalmente el
almuerzo. De pie detrás de la silla del extraño cambió los platos, le
sirvió refresco etc., de manera que el extraño se quedaba
impresionadísimo. Dijo:"He comprendido su enseñanza. Lo más importante es
servir a los demás". En este momento el sabio recogió la vajilla y la
llevó al la cocina para lavarla. Intrigado el hombre le preguntó:" ¿Pero,
por qué hace esto?" El sabio replicó: "Al terminar la misa, el sacerdote
también limpia el cáliz y la patena". ¿Han comprendido lo que quiso decir?
Para el servir al extranjero era como celebrar una misa. Al celebrar la
misa ¿quién se hace presente? Jesús mismo. Por eso la Misa es para
nosotros lo más santo que tenemos y conocemos. Sin embargo, comprendemos
que el servir a los demás también hace presente a Jesús."Lo que han hecho
al menor de mis hermanos lo han hecho a mi". También nosotros podemos
hacer que esté presente aquí en nuestro hogar. ¿Cómo? La carta a los Filipenses nos habla
de que el Hijo de Dios se anonadó a si mismo para morir como hombre en la
cruz. Por eso Dios lo exaltó. Este mismo anonadamiento se realiza de nuevo
en cada Santa Misa donde el Señor se entrega de nuevo por nosotros.
Aprendamos de la Misa que servir es amar, que amar es servir. Reiteramos la invitación a la
familia de reunirse (por lo menos) una vez a la semana alrededor de la
Palabra de Dios, meditar y reflexionar en común y concluir con una oración
espontánea de todos. Es muy provechoso repartir responsabilidades como
escoger los cantos, iniciar la reflexión con una oración o invocación al
Espíritu Santo para que los diversos miembros de la familia intervengan
responsablemente. Así se manifiesta de manera particularmente viva el
sacerdocio común de todo los bautizados. "El carácter sagrado y orgánicamente
estructurado de la comunidad sacerdotal se actualiza por los sacramentos y
por las virtudes. Los fieles, incorporados a la Iglesia por el bautismo,
quedan destinados por el carácter al culto de la religión cristiana, y,
regenerados como hijos de Dios, están obligados a confesar delante de los
hombres la fe que recibieron de Dios mediante la Iglesia. Por el
sacramento de la confirmación se vinculan más estrechamente a la Iglesia y
se enriquecen con una fuerza especial del Espíritu Santo, y con ello
quedan obligados más estrictamente a difundir y defender la fe como
verdaderos testigos de Cristo, por la palabra juntamente con las obras.
Participando del sacrificio eucarístico, fuente y cumbre de toda la vida
cristiana, ofrecen a Dios la Víctima divina y se ofrecen a si mismos
juntamente con ella. Y así, sea por la oblación o sea por la sagrada
comunión todos tienen en la celebración litúrgica una parta propia, no
confusamente, sino cada uno de modo distinto. Más aún, confortados con el
cuerpo de Cristo en la sagrada liturgia eucarística, muestran de un modo
concreto la unidad del pueblo de Dios, significada con propiedad y
maravillosamente realizada por este augustísimo sacramento. Quienes se
acercan al sacramento de la penitencia obtienen de la misericordia de Dios
el perdón de la ofensa hecha a El y al mismo tiempo se reconcilian con la
Iglesia, a la que hirieron pecando, y que colabora a su conversión con la
caridad, con el ejemplo y las oraciones. Con la unción de los enfermos y
la oración de los presbíteros, toda la Iglesia encomienda los enfermos al
Señor paciente y glorificado, para que los alivie y los salve (cfr. Stgo
5,14—16), e incluso les exhorta a que, asociándose voluntariamente a la
pasión y muerte de Cristo (cfr. Rm 8,17; Col, 1,24; 2 Tim 2; 1 Pe 4,13),
contribuyan as al bien del Pueblo de Dios. A su vez, aquellos de entre los
y fieles que están sellados con el orden sagrado son destinados a
apacentar a la Iglesia por la palabra y gracia de Dios en nombre de
Cristo. Finalmente, los cónyuges cristianos, en virtud del sacramento del
matrimonio, por el que significan y participan en el misterio de unidad y
amor fecundo entre Cristo y la Iglesia (vea Ef 5,32), se ayudan mutuamente
a santificarse en la vida conyugal y en la procreación u educación de la
prole, y por eso poseen su propio don, dentro del Pueblo de Dios, en su
estado y forma de vida. De este consorcio procede la familia, en la que
nacen nuevos ciudadanos de la sociedad humana, quienes, por la gracia del
Espíritu Santo, quedan constituidos en el bautismo hijos de Dios, que
perpetuarán a través del tiempo el Pueblo de Dios. En este sentido, siendo
una especie de Iglesia domestica, los padres deben ser para los sus hijos
los primeros predicadores de la fe mediante la palabra y el ejemplo, y
deben fomentar la vocación propia de cada uno, pero con un cuidado
especial la vocación sagrada. Todos los fieles cristianos, de
cualquier condición y estado, fortalecidos con tantos y tan poderosos
medios de salvación, son llamados por el Señor, cada uno por su camino, a
la perfección aquella santidad con la que es perfecto el mismo Padre. (Concilio Vaticano II "Constitución
Sobre la Iglesia" no 11
Semana 31 - Lunes | Rom 11:29-36 | Sl 69:30-31, 33-34, 36-37 | Jer 2:1-4 | Sl 131:1, 2, 3 | Lc 14:12-14 |
Semana 31 - Martes | Rom 12:5-16 | Sl 131; 1, 2, 3 | Jer 2:5-11 | Sl 22:26-27, 28-30, 31-32 | Lc 14:15-24 |
Semana 31 -Miércoles | Rom 13:8-10 | Sl 112:1-2, 4-5, 9 | Jer 2:12-18 | Sl 27:1, 4, 13-14 | Lc 14:25-33 |
Semana 31 - Jueves | Rom 14:7-12 | Sl 27:1, 4, 13-14 | Jer 3:3-8 | Sl 105:2-3, 4-5, 6-7 | Lc 15:1-10 |
Semana 31 - Viernes | Rom 15:14-21 | Sl 98:1, 2-3, 3-4 | Jer 3:17–4:1 | Sl 122:1-2, 3-4, 4-5 | Lc 16:1-8 |
Semana 31 - Sábado | Rom 16:3-9, 16, 22-27 | Sl 145:2-3, 4-5, 10-11 | Jer 4:10-19 | Sl 112:1-2, 5-6, 8, 9 | Lc 16:9-15 |
(El Bautismo por medio del carácter sacramental nos capacita a ofrecer oraciones al Señor no solo por nuestros seres queridos sino por todo el mundo. También es un tipo de servicio sagrado interceder por el mundo entero).
7.1 Padre, llamaste junto a Ti a Jesucristo, tu Hijo, nuestro Señor, para que fuese el portavoz de todos los hombres que El salvó. Nosotros estamos ahora reunidos para intentar a nuestra vez, ser testigos auténticos de esta humanidad por El amada. Que consigamos integrarnos en ella y seguirla apasionadamente hasta sacrificar nuestra vida fácil; así podremos hablarte en su nombre, con Jesucristo, tu Hijo, nuestro Señor. Amén.
7.2 Padre, han oído los hombres tantas veces decir que estás cerca de los que te invocan. Pero su lengua se les seca a fuerza de implorarte y sus gritos se vuelven gritos de desesperación y rebeldía. Sabemos, Padre, que tu respuesta a su oración pasa por nuestros actos y nuestros gestos. Que no obstruyamos por más tiempo el paso a la gracia de tu Espíritu. (Thierry Maertens)