Domingo 31 del Tiempo Ordinario A 'El primero entre vosotros será vuestro servidor' - Comentarios de Sabios y Santos II: con ellos preparamos la Acogida de la Palabra de Dios proclamada durante la celebración de la Misa dominical
Recursos adicionales para la preparación
Directorio Homilético: Trigésimo primer domingo del Tiempo Ordinario
Exégesis: W. Trilling - Gran discurso contra escribas y fariseos (Mt 23,1-39)
Comentario Teológico: P. Leonardo Castellani - Cristo y los fariseos
Aplicación: P. Lic. José A. Marcone, IVE - Cautela contra los fariseos (Mt 23,1-12)
Aplicación: P. Gustavo Pascual, IVE - Jesús enseña a cuidarse de la hipocresía Mt 23, 1-12
¿Cómo acoger la Palabra de Dios?
Falta un dedo: Celebrarla
Comentarios Las Lecturas del Domingo
Directorio Homilético: Trigésimo primer domingo del Tiempo Ordinario
CEC 2044: la acción moral y el testimonio cristiano
CEC 876, 1550-1551: el sacerdocio es un servicio; la fragilidad humana de
los jefes
III VIDA MORAL Y TESTIMONIO MISIONERO
2044 La fidelidad de los bautizados es una condición primordial para el
anuncio del evangelio y para la misión de la Iglesia en el mundo. Para
manifestar ante los hombres su fuerza de verdad y de irradiación, el mensaje
de la salvación debe ser autentificado por el testimonio de vida de los
cristianos. "El mismo testimonio de la vida cristiana y las obras buenas
realizadas con espíritu sobrenatural son eficaces para atraer a los hombres
a la fe y a
Dios" (AA 6).
876 El carácter de servicio del ministerio eclesial está intrínsecamente
ligado a la naturaleza sacramental. En efecto, enteramente dependiente de
Cristo que da misión y autoridad, los ministros son verdaderamente "esclavos
de Cristo" (Rm 1, 1), a imagen de Cristo que, libremente ha tomado por
nosotros "la forma de esclavo" (Flp 2, 7). Como la palabra y la gracia de la
cual son ministros no son de ellos, sino de Cristo que se las ha confiado
para los otros, ellos se harán libremente esclavos de todos (cf. 1 Co 9,
19).
1550 Esta presencia de Cristo en el ministro no debe ser entendida como si
éste estuviese exento de todas las flaquezas humanas, del afán de poder, de
errores, es decir del pecado. No todos los actos del ministro son
garantizados de la misma manera por la fuerza del Espíritu Santo. Mientras
que en los sacramentos esta garantía es dada de modo que ni siquiera el
pecado del ministro puede impedir el fruto de la gracia, existen muchos
otros actos en que la condición humana del ministro deja huellas que no son
siempre el signo de la fidelidad al evangelio y que pueden dañar por
consiguiente a la fecundidad apostólica de la Iglesia.
1551 Este sacerdocio es ministerial. "Esta Función, que el Señor confió a
los pastores de su pueblo, es un verdadero servicio" (LG 24). Está
enteramente referido a Cristo y a los hombres. Depende totalmente de Cristo
y de su sacerdocio único, y fue instituido en favor de los hombres y de la
comunidad de la Iglesia. El sacramento del Orden comunica "un poder
sagrado", que no es otro que el de Cristo. El ejercicio de esta autoridad
debe, por tanto, medirse según el modelo de Cristo, que por amor se hizo el
último y el servidor de todos (cf. Mc 10,43-45; 1 P 5,3). "El Señor dijo
claramente que la atención prestada a su rebaño era prueba de amor a él" (S.
Juan Crisóstomo, sac. 2,4; cf. Jn 21,15-17)
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Exégesis: W. Trilling - Gran discurso contra escribas y fariseos (Mt
23,1-39)
(…) En la estructura del evangelio este discurso puede concebirse como un
equivalente del sermón de la montaña, que empieza con las bienaventuranzas
(capítulos 5-7). Allí se proclama la doctrina de la verdadera justicia, aquí
se pone al descubierto la falsa justicia del fariseísmo y de los rabinos. El
discurso es de una severidad y vigor insuperables. El reproche central que
se repite muchas veces, es el de la hipocresía. De este modo se descubre la
llaga de la doctrina deteriorada y de la práctica religiosa.
a) Acusación fundada en principios (Mt 23,1-7)
1 Entonces Jesús habló al pueblo y a sus discípulos: 2 En la cátedra de
Moisés se han sentado los escribas y los fariseos. 3 Seguid, pues,
practicando y observando todo lo que os digan, pero no los imitéis en sus
obras; porque dicen y no hacen. 4 Atan cargas pesadas y las echan sobre los
hombros de los demás, pero ellos no quieren moverlas siquiera con el dedo. 5
Hacen todas sus obras para que los hombres los vean: por eso ensanchan sus
filacterias y alargan los flecos del manto; 6 les gusta ocupar los primeros
puestos en los banquetes y los primeros asientos en las sinagogas, 7
acaparar los saludos en las plazas, y que la gente los llame "rabí".
Moisés es el primer legislador de Israel. Después de él sólo hay la
"tradición de los antepasados". En el tiempo de Jesús es de la incumbencia
de los escribas o doctores de la ley proteger y proclamar la ley de Moisés
junto con la tradición que se desarrolló de esta ley. Así pues, se puede
decir que los escribas están sentados en la cátedra de Moisés. Administran
la ley y con ella la voluntad de Dios, que encontró su expresión en la ley.
Aquí eso se hace constar sin críticas. Desde el principio están juntos los
escribas y fariseos, porque Jesús y el evangelista los consideran como grupo
unitario.
De hecho la secta de los escribas estaba desde antiguo influida por la
manera farisaica de pensar y la mayor parte de los escribas procedía del
partido de los fariseos. En lo sucesivo -eso ya se aclara por esta
introducción- se trata, pues, de la doctrina, de una polémica de principios
con la teología rabínica, no solamente de una agresión contra su sola
práctica religiosa, como en 6,1-18. La doctrina debe llegar hasta la medula.
La segunda frase (23,3) nombra el segundo objetivo del discurso, o sea dejar
al descubierto la falta de unidad entre la enseñanza y las obras. Esta falta
de unidad se llama hipocresía. Se debe hacer lo que enseñan, pero no hay que
dirigirse por sus propias acciones. Sus instrucciones tienen validez, pero
se recusa su ejemplo, ya que está en contradicción con lo que dicen. ¿No se
declara aquí válida la doctrina de los fariseos y escribas, y solamente se
censura su conducta personal? El desarrollo del discurso sobrepasa
ampliamente esta frase y de hecho se dirige contra la doctrina. (…).
Con una imagen gráfica se muestra cómo oprimen a los hombres, pero sin vivir
previamente lo que exigen. Se parecen a los traficantes que imponen enormes
cargas a sus acémilas o camellos. Pero ellos no hacen el menor esfuerzo para
hacerlos adelantar. Hay también en aquéllos este contraste entre lo que
reclaman a los demás y lo que se exigen a sí mismos: no hay que guiarse por
sus propias acciones, porque no están de acuerdo con su doctrina. La próxima
frase (23,5) nombra como ulterior motivo para esta advertencia que todas sus
obras son fingidas, porque no las hacen por Dios, que conoce lo oculto, sino
por los hombres, a quienes obceca la apariencia de una seria piedad.
El reproche de ostentar ante los hombres toda acción piadosa, ya fue antes
explicado en tres ejemplos. Cuando dan limosnas, lo publican en las
sinagogas y en las calles (6,2). Les gusta orar erguidos en las sinagogas y
en las esquinas de las plazas, para exhibirse ante la gente (6,5). Cuando
ayunan, ponen cara triste y desfiguran el rostro (6,16). Aquí se aportan dos
pormenores especialmente ridículos. Ensanchan de una forma peculiar y
vistosa las filacterias, en las que se sujetaban pequeñas cápsulas con
textos de la ley. En parte se llevaban las filacterias en el brazo, en parte
en la frente. Los flecos que se debían llevar en los cuatro extremos de la
túnica, los alargan de un modo peculiar, para hacer impresión. Ellos también
quieren ser honrados del modo que sea y estar en primer término, ya sea
privadamente en la comida, ya sea en el culto divino de la sinagoga o
públicamente en las calles y en las plazas. En todas partes sucede lo mismo:
se hace una ridícula exhibición, que solamente es fachada huera y descubre
un vano afán de prestigio.
En la parte introductoria ya se dice como advertencia "al pueblo y a sus
discípulos" (23,1) todo lo que se enumera en particular como directa
acusación a partir de 23,13. Se trata de la doctrina teorética y de la
realización práctica de la voluntad de Dios, tal como las exponen los
escribas y fariseos. Sobre todo, hay que precaverse de su ejemplo. Su vida
contradice a su doctrina (23,3). No hacen lo que exigen a los demás (23,4).
Y lo que hacen, tiene su origen en la vanidad y en la ambición, y por tanto
carece de valor delante de Dios (23,5-7). La introducción, pues, ya delinea
una sentencia demoledora, en la que ya está contenido todo lo siguiente.
Jesús pone al descubierto toda la vanidad de una "justicia" casi sin
límites, presentada de palabra y de obra. No se conserva ningún hilo bueno,
todo está trastornado, todo es vanidoso y enfático, engañoso e hipócrita. La
contrafigura repudiada de la verdadera "justicia", descrita por Jesús (5,20
ss) y a la que todos nosotros estamos obligados. Esta contrafigura también
tiene que servir a los cristianos para control saludable y como advertencia
llamada a suscitar un sano temor.
b) Reglas para los discípulos (Mt 23,8-12)
8 Pero vosotros no dejéis que os llamen "rabí"; porque uno solo es
vuestro maestro, mientras todos vosotros sois hermanos. 9 A nadie en la
tierra llaméis padre vuestro; porque uno solo es vuestro Padre: el del
cielo. 10 No dejéis que os llamen consejeros; que uno sólo es vuestro
consejero: Cristo. 10 El mayor de vosotros sea servidor vuestro.
En este pasaje se intercala en el discurso -una advertencia especial a los
discípulos. Ellos también forman parte de los oyentes (23,1). Los tres casos
en que se dice cómo nadie debe denominarse en la comunidad cristiana, no son
ejemplos tomados sin orden ni concierto, sino que representan un fragmento
de la ordenación de la primitiva comunidad. En el ambiente judío los
discípulos tenían que evitar todo lo que podía ser confundido con los
ejemplares hombres piadosos del otro lado.
Estos se hacen llamar respetuosamente rabí (es decir "mi maestro"), pero los
discípulos renunciarán conscientemente a este título. Entre aquellos
hombres, a los piadosos maestros especialmente conspicuos y venerables se
los llama "padre", pero los discípulos evitarán darse este tratamiento. Lo
mismo se puede aplicar al título de "consejero". Pero no deben hacerlo por
táctica para hacer resaltar su independencia con respecto al judaísmo, sino
por el nuevo conocimiento de las verdaderas proporciones. No es el primero,
el principal, el superior el que así es considerado en la estima de los
hombres.
En el grupo de los discípulos el mayor es el que se hace menor y como un
niño. El que verdaderamente domina es el que sirve, y es grande ante Dios el
que se vuelve pequeño ante los hombres. Pero aquí aún se dice más. Si los
discípulos no abrigan la ambición de recibir dignidades y de usar entre sí
los títulos aparejados a ellas muestran que no sólo entendieron la doctrina
de Cristo por lo que respecta al orden auténtico de grandezas sino que, por
añadidura, captaron rectamente su relación con Dios y con Cristo. Ningún
hombre puede llevar el título de padre para expresar su dignidad religiosa,
porque sólo hay un Padre, que lo es en un sentido tan incomparable y
profundo. En la comunidad, no puede usarse el título de consejero ni
maestro, porque solamente hay un consejero incomparable, maestro de los
discípulos. Todos se limitan a dar lo que reciben. Nadie tiene nada por sí
mismo. Nadie puede defender una tesis propia como un rabino de los judíos,
ni puede adherirse a una escuela o fundar una nueva. Cada cristiano está
enseñado ante todo por Cristo. Cada dirigente es guiado principalmente por
él. Aunque uno no se encariñe con los títulos y dignidades, los versículos
en cuestión invitan a reflexionar constantemente en el seno de la Iglesia.
El título de rabino en una comunidad judeocristiana sonaría de modo distinto
que hoy; lo mismo una "viuda" en las primitivas comunidades de las cartas
pastorales sería algo muy distinto de una viuda en nuestra sociedad. Pero el
pensamiento que se contiene en estos versículos ¿está realmente vivo en los
discípulos de la Iglesia actual? ¿Dejamos que estas frases nos inquieten y
nos empujen a una conversión? Pues no se trataba tan sólo, en su origen, de
suprimir títulos honoríficos superfluos o ridículos, sino de ahogar la
insensata ambición de poseerlos o exhibirlos...
12 Pues el que se ensalza será humillado, y el que se humille será
ensalzado.
Los que se habían ensalzado, como los escribas y fariseos, son humillados en
este capítulo por las sentencias de Jesús. Pero son ensalzados todos los que
se han hecho servidores de los demás. Eso ya está en vigor ahora, pero sobre
todo en el futuro de Dios. El veredicto mira hacia el fin. El tiempo futuro,
que aquí se usa, habla del juicio. Entonces para todos quedará al
descubierto si han vivido con el espíritu del mundo o con el espíritu de
Jesús. Eso saldrá a la luz para los adversarios en tiempo de Jesús y para
los fieles en el tiempo de la Iglesia.
(TRILLING, W., El Evangelio según San Mateo, en El Nuevo Testamento y su
mensaje, Herder, Barcelona, 1969)
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Comentario Teológico: P. Leonardo Castellani - Cristo y los fariseos
Cosas que conocen todos Pero que nadie cantó (Martín Fierro)
Toda la biografía de Jesús de Nazareth como hombre se puede resumir en esta
fórmula: "Fue el Mesías y luchó contra los Fariseos" -o quizá más brevemente
todavía: "Luchó contra los Fariseos."
Ése fue el trabajo que personalmente se asignó Cristo: su campaña.
Todas las biografías de Cristo que conocemos construyen su vida sobre otra
fórmula: "Fue el Hijo de Dios, predicó el Reino de Dios y confirmó su
prédica con milagros y, profecías..." Sí; pero ¿y su muerte? Esta fórmula
amputa su muerte, que fue el acto más importante de su vida.
Son biografías más apologéticas que biográficas; Luis Veuíllot, Grandmaison,
Ricciotti, Lebreton, Papini, Mauriac...
El drama de Cristo queda así escamoteado. La vida de Cristo no fue un idilio
ni una elegía sino un drama: no hay drama sin antagonista. El antagonista de
Cristo, en apariencia vencedor, fue el fariseísmo.
Sin el fariseísmo toda la historia de Cristo hubiera cambiado; y también la
del mundo entero. Su Iglesia no hubiese sido como es ahora y el universo
hubiese seguido otro derrotero, enteramente inimaginable para nosotros, con
Israel cabeza del pueblo de Dios y no deicida y disperso.
Sin el fariseísmo, Cristo no hubiera muerto en la cruz; pero sin el
fariseísmo la Humanidad caída no fuera esta Humanidad, ni la religión
religión. El fariseísmo es el gusano de la religión; y después de la caída
del Primer Hombre es un gusano ineludible, pues no hay en esta mortal vida
fruta sin su gusano ni institución sin su corrupción específica.
Es la soberbia religiosa: es la corrupción más sutil y peligrosa de la
verdad más grande: la verdad de que los valores religiosos son los primeros.
Pero en el momento en que nos los adjudicamos, los perdemos; en el momento
en que hacemos nuestro lo que es de Dios, deja de ser de nadie, si es que no
deviene propiedad del diablo. El gesto religioso, cuando se toma conciencia
de él, se vuelve mueca. Los grandes gestos de los santos no son
autoconscientes, es decir, son auténticos, es decir, son divinos: "padecen a
Dios" y obran en cierto modo como divinos autómatas, como obran los
enamorados; sin "autosentirse"; como dicen ahora.
Entiéndanme: no les niego la libertad ni la conciencia ni la reflexión;
establezco simplemente "la primacía del objeto", que en lo religioso "es un
objeto trascendente"; -la primacía sobre la práctica de la contemplación,
sobre la voluntad del intelecto -o como dirían ahora, de la Imagen.
El fariseo es el hombre de la práctica y de la voluntad, es decir, el Gran
Casuista y el Gran Observante.
Se han hecho innúmeros retratos "externos" del Fariseo. El mejor está en los
Evangelios. Allí el fariseo no solamente es descrito por Cristo sino que
actúa y se mueve contra Cristo. La acción subterránea que desemboca en el
crimen Máximo irrumpe en tacurúes durante su camino, como las bocas de un
hormiguero, como los cráteres de un forúnculo, dejando señalada su dirección
psicológica, aunque sin patentizarse en sí misma, porque el alma del fariseo
es tenebrosa. Un fariseo no puede escribir su autorretrato.
No se ha escrito ni se puede escribir. El pobre Tartufo de Moliére, es un
infeliz, un estúpido, un bribón vulgar y silvestre que lleva un transparente
antifaz de devoto. Pero el fariseo verdadero no lleva antifaz; es todo él un
antifaz. Su natura se ha vuelto máscara, miente con toda naturalidad pues ha
comenzado por mentirse a sí mismo. Lo que él simula, que es la santidad; y
lo que él es, el egoísmo, se han amalgamado; se han fundido y se han hecho
un espantoso veneno que de suyo no tiene antídoto alguno. Glicerina más
ácido nítrico igual dinamita.
El destino de Jesús de Nazaret era chocar con el fariseísmo; y una vez
producido el choque la lucha hasta la muerte sigue inevitable. Este drama
tiene el determinismo riguroso de todo buen drama. El sino del que se dio
como misión: "las ovejas que perecieron de la casa de Israel" era topar con
la causa del perecimiento de Israel, a saber, con los falsos pastores, con
los lobos vestidos de pastores, los de la zamarra de piel de oveja.
La humanidad no ha presenciado otro conflicto más agudo, peligroso y
trágico: la religión viva ha de vivir dentro de la religión desecada sin
desecarse ni dejar de ser lo que es, como un golpe de savia que debe moverse
a través de un tronco vuelto corteza. Éste fue el difícil y delicado trabajo
de Cristo.
La cátedra de Moisés sigue siendo la cátedra de Moisés. Hay que hacer lo que
dicen los sentados en ella sin hacer lo que hacen; y decir una cantidad de
cosas que ellos callan, y que deben decirse, y que los harán saltar como
víboras: "dar testimonio de la verdad." Eso hay que hacerlo; y no omitir lo
otro.
Este trabajo espinoso desgarra y hace visible por dentro el corazón de
Cristo. ¿Cómo podemos ser devotos del Corazón de Jesús sin conocerlo? ¿Y
cómo conocerlo sin entrar en él? Hoy día hay gentes que hacen fiestas al
Corazón de Jesús y no tienen corazón.
Así pues, el hilo conductor que une todos los actos de Cristo, define su
carácter y descubre su corazón es su tremendo enfrentarse con los
pervertidores de la religión. El conflicto religioso estalla en el momento
en que Cristo hace su primer acto de público predicante y profeta en Caná de
Galilea. "¿Qué es esto?" -dicen los aprovechadores de la religión. "¿Qué
hace Éste?" Ya habían sido alertados por la predicación vociferante de Juan
el Bautista. ÉSTE acababa de ser autorizado y proclamado por AQUÉL.
Es sintomático que el rudo penitente de Makerón haya recibido la muerte de
un sensual, mas Cristo haya sido llevado a ella por puritanos. Es cien veces
peor el fariseísmo que los demás vicios, como notó el mismo Cristo. El
fariseísmo es un vicio espiritual, es decir diabólico, pues las corrupciones
del espíritu son peores que las corrupciones de la carne. Ésta es un
compendio de todos los vicios espirituales, avaricia, ambición, vanagloria,
orgullo, obcecación, dureza de corazón, crueldad, que ha llegado a vaciar
por dentro diabólicamente las tres virtudes teologales, constituyendo así el
"pecado contra el Espíritu Santo". "Vosotros sois hijos del diablo y el
diablo es vuestro padre."
Las desviaciones de la carne son corrupciones; pero las desviaciones del
espíritu son perversión. El Gran Incesto es copular consigo mismo, hacerse
Dios. Eso es lo que hizo el Diablo en el principio, el Gran Homicida.
Pecado contra el Espíritu Santo. ¿Por qué? Porque el Espíritu es el Amor que
une el Padre y el Hijo, el Amor que saca al hombre de sí mismo y lo lleva a
Dios. Así éste es el pecado que no tiene cura posible, porque el que tiene
el amor tuerce sus acciones todas y tuerce aquello que destuerce todo lo
torcido. Desvirtúa "il Primo Amore", como lo llama el Dante.
Al verse a sí mismo divino todas las acciones del fariseo quedan para él
divinizadas. No hay punta tan aguda que pueda penetrar esa cota de malla,
esas escamas más apretadas que las de Behemot; ni la misma Palabra de Dios,
que es espada de dos filos. ¡La Palabra de Dios justamente ha sido laminada
para esta coraza! ¡Los fariseos de Cristo la llevaban encima, en fimbrias,
vinchas, orlas, estolas y filacterias!
"Los calzados -decía San Juan de Yepes de los de su tiempo- están tocados
del vicio de la ambición, y así todo lo que hacen lo coloran y tiñen de
bien; de manera que son incorregibles..." La ambición en los religiosos, que
se les vuelve a veces una pasión más fuerte que la lujuria en los seglares,
es una de las partes más finas del fariseísmo: "Amar los primeros puestos...
amar el vano honor que dan los hombres".
Pero la flor del fariseísmo es la crueldad: la crueldad solapada, cautelosa,
lenta, prudente y subterránea, "el dar la muerte creyendo hacer obsequio a
Dios." El fariseísmo es esencialmente homicida y deicida. Da muerte a un
hombre por lo que hay en él de Dios.
Instintivamente, con más certidumbre y rapidez que el lebrel huele la
liebre, el fariseo huele y odia la religiosidad verdadera. Es el contrario
de ella, y los contrarios se conocen. Siente cierto que si él no la mata,
ella lo matará.
Desde ese momento, el que lleva en sí la religiosidad interna sabe que todo
cuanto haga será malo, todos sus actos serán criminosos. La Escritura en sus
labios será blasfemia, la verdad será sacrilegio, los milagros serán obras
de magia ¡y guay de él si en un momento de justa indignación recurre
virilmente a la violencia, aunque no haga más daño que unos zurriagazos y
derribo de mesas! Su muerte está decretada.
Y todo este drama se desenvuelve en el silencio, en la oscuridad, por medio
de tapujos y complicadas combinaciones. La, muerte ilegal, cruel e inicua de
un hombre se resuelve en reuniones donde se invoca a la Ley con los textos
en la mano, en graves cónclaves religiosos, diálogos, frases donde casi no
habla más que la Sagrada Escritura y se usan las palabras más sacras que
existen sobre la tierra. -"En verdad os digo que si un muerto resucitado
viniese a deponer, no lo creeríais."
Y todos los medios son buenos con tal que sean sigilosos: la calumnia, el
soborno, el dolo, la tergiversación, el falso testimonio, la amenaza. Caifás
mató a Cristo con un resumen de la profecía de Isaías y con el dogma de la
Redención. "¿Acaso no es conveniente que por la salud de todo un pueblo
muera un hombre?"
El drama de Cristo fue éste. Así murió el Salvador. Toda su mansedumbre,
toda su dulzura, toda su docilidad, sus beneficios, su prudencia, su
elocuencia, sus ruegos, sus lágrimas, sus escapadas, sus avisos, sus
imprecaciones, sus amenazas proféticas, su talento artístico, su sangre, su
muda imploración de Eccehomo habían de estrellarse contra el corazón del
fariseo más duro que las piedras; de las cuales es posible hacer hijos de
Abraham más fácilmente que de quienes se creen salvados por el hecho de
llevar sangre de Abraham.
Es el drama de Cristo y de su Iglesia. Si en el curso de los siglos una masa
enorme de dolores y aun de sangre no hubiese sido rendida por otros cristos
en la resistencia al fariseo, la Iglesia hoy no subsistiría. El fariseísmo
es el mal más grande que existe sobre la tierra. No habría Comunismo en el
mundo si no hubiese fariseísmo en la religión; de acuerdo a lo que dijo San
Pablo: "Oportet haéreses esse..."
Y al final será peor. En los últimos tiempos el fariseísmo triunfante
exigirá para su remedio la conflagración total del universo y el descenso en
persona del Hijo del Hombre, después de haber devorado insaciablemente
innúmeras vidas de hombre.
"Decía don Benjamín Benavídez que el fariseísmo, tal como está escrito en
los EVANGELIOS, tiene como siete grados: 1. La religión se vuelve exterior y
ostentatoria; 2. La religión se vuelve rutina y oficio; 3. La religión se
vuelve negocio o "granjería"; 4. La religión se vuelve poder o influencia,
medio de dominar al prójimo; 5. Aversión a los que son auténticamente
religiosos; 6. Persecución a los que son religiosos de veras; 7. Sacrilegio
y homicidio.
"De modo que en suma, el fariseísmo abarca desde la simple exterioridad
(añadir a los 613 preceptos de la Ley de Moisés como 6.000 preceptos más y
olvidarse de lo interior, de la misericordia y la justicia) hasta la
crueldad (es necesario que Este muera, porque está haciendo muchos prodigios
y la gente lo sigue; y que muera del modo más ignominioso y atroz, condenado
por la justicia romana), pasando por todos los escalones del fanatismo y la
hipocresía. Este es el pecado contra el Espíritu Santo, el cual de suyo no
tiene remedio. Aquel que no vea la extrema maldad del fariseísmo -que
realmente es fácil de ver-, que considere solamente esto: la religión
suprimiendo la misericordia y la justicia. ¿Puede darse algo más
monstruoso?" (LC)
(CASTELLANI, Cristo y los Fariseos, Jauja Mendoza 1999, pág. 11-17)
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Santos Padres: San Juan Crisóstomo - Sobre la cátedra de Moisés se
han sentado los escribas y fariseos (Mt.23,1-12)
1. Entonces. ¿Cuándo? Cuando hubo dicho lo que dijo, cuando los hubo
reducido a silencio, cuando los hubo obligado a no tentarle más, cuando hubo
puesto bien patente que su enfermedad era incurable. Sobre la cátedra de
Moisés se han sentado los escribas y fariseos; todo cuanto os digan que
debéis hacer, hacedlo. Esto lo dice Cristo para mostrar por todos los medios
su absoluta concordia con su Padre. Porque, de haberle sido contrario,
hubiera dicho también lo contrario sobre la ley; pero lo cierto es que manda
se le tenga tanto respeto, que, aun siendo unos corrompidos los que la
enseñan, hay que atenerse a ella.
Mas si aquí habla de la vida y conducta de escribas y fariseos, es porque la
causa principal de su incredulidad era la corrupción de su vida y su
ambición de gloria. Corrigiendo, pues, a sus oyentes, más que sobradamente
les manda guardar lo que es parte muy principal para la salvación, a saber,
el no despreciar a los maestros y no rebelarse contra los sacerdotes. Y no
sólo lo manda, sino que lo hace Él mismo. Porque, por más corrompido que
estuvieran escribas y fariseos, no les quita el honor; lo cual era
aumentarles a ellos su condenación, al mismo tiempo que no dejaba a los que
habían de oírlos pretexto alguno para la desobediencia. No quería el Señor
que nadie pudiera decir que, porque el maestro era malo, él era tibio y
remiso. De ahí que Él corte ese pretexto. De tal modo, más bien, aun siendo
malos, exalta su autoridad, que, después de tan grave acusación, dice: Todo
cuanto os digan que debéis hacer, hacedlo. Porque no hablan de su propia
cosecha, sino lo que Dios ordenó por medio de Moisés.
Advertid, por otra parte, cuán grande honor tributa a Moisés, mostrando una
vez más su armonía con el Antiguo Testamento, como quiera que de Moisés hace
venir el respeto que se debe a los maestros de la ley. Porque: Sobre la
cátedra-dice- de Moisés se han sentado escribas y fariseos. Y es que, como
no podía darles autoridad por su propia vida, se la da por lo que puede, es
decir, por sentarse en la cátedra y ser sucesores de Moisés.
Por lo demás, cuando oímos decir al Señor "todo", no hay que entender
absolutamente toda la ley antigua; por ejemplo, lo referente a los
alimentos, sacrificios y cosas semejantes. ¿Cómo podía el Señor mandarnos
ahora guardar lo que Él se había adelantado a derogar? "Todo" quiere decir
todo aquello que corrige nuestras costumbres, que mejora nuestro modo de
ser, que está de acuerdo con las nuevas leyes, que no nos somete otra vez al
yugo de la antigua. -¿Cómo, pues, no manda todo eso partiendo de la ley de
gracia, sino de la de Moisés? -Porque, antes de la cruz, no era aún tiempo
de hablar claramente de ello. Y, a mi parecer, otra cosa disponía el Señor
de antemano al hablar de esa manera, y es que, como inmediatamente los va a
acusar, no quiere dejar a los insensatos la apariencia de que lo hace por
ambicionar sus puestos, ni movido tampoco de enemistad. De ahí que quite
ante todo esa apariencia y se libre a sí mismo de toda sospecha y pasar así
a las acusaciones.
-Y ¿por qué razón los reprende y les dirige seguidamente tan largo discurso?
-Porque quiere preservar a las muchedumbres y evitar que caigan en los
mismos vicios que sus guías y maestros. Porque no es lo mismo prohibir que
señalar con el dedo a los que pecan; como no es lo mismo exhortar a cumplir
el deber, como poner delante a los que lo cumplen. De ahí que prevenga a sus
oyentes, diciendo: Pero no obréis según sus obras. No quería el Señor que
pensaran que, porque tenían que oírlos, debían también imitarlos. De ahí que
añade esa restricción, y lo que en un primer momento parecía un honor, ahora
se convierte en acusación.
Porque ¿qué hay más triste que un maestro cuando la única manera de salvar a
sus discípulos es que no se fijen en la vida de su maestro? De suerte que lo
que parecía ser honor de escribas y fariseos, se les torna máxima acusación,
como quiera que llevan una vida cuya imitación sería la perdición de sus
oyentes. Ésa es la razón por que el Señor los acusa ahora tan de propósito.
Pero no es ésa sola. Quiere también hacerles ver que la incredulidad primera
que con Él mostraron y la cruz que seguidamente le harían sufrir no fue por
culpa de quien no fue creído y fue crucificado, sino culpa sola de la
ingratitud de ellos.
Y mirad ahora por dónde empieza el Señor sus acusaciones y por dónde crecen
las culpas de escribas y fariseos: Porque dicen y no hacen. No hay duda que
quienquiera infringe la ley es culpable; pero nadie tanto como el que tiene
autoridad de maestro. El maestro infractor merece doble y aun triple
condenación. Primero, por el solo hecho de infringirla; segundo, porque,
teniendo oficio de enderezar a los otros, es él quien anda cojeando, y su
propio honor le hace merecedor de mayor castigo; y tercero, porque, obrando
así contra la ley el que está en el orden de maestro, su ejemplo tiene más
fuerza de corrupción.
Juntamente con eso, otra acusación lanza el Señor contra escribas y fariseos
y es que son ásperos y duros con sus súbditos: Porque atan-dice-fardos
pesados e insoportables y los ponen sobre los hombros de los hombres, pero
ellos no quieren tocarlos ni con la punta del dedo. Doble maldad señala aquí
el Señor: primero, exigir inexorablemente de sus súbditos la suma perfección
de vida, y luego, permitirse ellos la más absoluta libertad. Todo lo
contrario de lo que debe hacer el óptimo gobernante: ser para sí mismo juez
inexorable y áspero, y benigno y blando para con sus súbditos. Escribas y
fariseos hacían lo contrario.
2. Tales son todos los que filosofan de palabra, inexorables y pesados, como
quienes no saben lo que es poner por obra la enseñanza. No es menuda maldad
ésta y agrava la anterior acusación. Mirad, os ruego, cómo, en efecto,
acrecienta esto la culpa de escribas y fariseos. Porque no dijo el Señor:
"No pueden", sino: No quieren. Tampoco dijo: "No quieren llevar esos
fardos", sino: No quieren tocarlos con la punta del dedo, es decir, ni
acercarse a tocarlos siquiera. -¿En qué mostraban, pues, su fervor y
energía? -En lo prohibido. Porque todas sus obras-dice-las hacen para ser
vistos de los hombres.
Así los acusa el Señor de vanagloria, que fue lo que los perdió. Su culpa
anterior era de crueldad y tibieza; ahora se trata de su loca ambición de
gloria. Ella fue la que los apartó de Dios; ella les hizo buscar otro teatro
para sus luchas y los perdió. Porque es así que cuales son los espectadores
que cada uno tiene, a ellos procura agradar y tales son también los combates
que realiza. El que lucha ante valientes, combates de valentía acomete. El
que tiene delante a gentes frías y apocadas, apocado se siente también él.
Así, si el espectador que uno tiene es amigo de la risa, hay que hacer el
cómico para darle gusto. Si el espectador es serio y dado a la filosofía,
hay que hacerse el serio y el filósofo, pues tal es la actitud del que ha de
alabar el espectáculo. Y mirad también aquí la gravedad de su culpa. Porque
no es que hagan unas cosas así y otras de otro modo. No. Todas sus obras-
dice el Señor-las hacen por vanagloria. Todas en absoluto.
Ya que el Señor ha acusado a escribas y fariseos de vanagloria, les hace ver
seguidamente que su vanagloria no tiene siquiera por objeto cosas grandes y
necesarias (en efecto, no había ninguna cosa grande, sino que estaban vacíos
de buenas obras), sino frías y sin importancia, aquellas justamente que eran
prueba de su propia maldad. Ensanchan-dice-sus filacterias y agrandan las
franjas de sus vestidos. ¿Qué filacterias y qué franjas son ésas? Es que,
como los judíos se olvidaban constantemente de los beneficios de Dios, les
mandó Él que escribieran sus maravillas en pequeños rollos y que se los
ataran a los brazos.
Por ello les decía: Estarán inmóviles ante tus ojos1. Tales rollos se llaman
filacterias, a la manera que ahora muchas mujeres llevan colgados al cuello
los evangelios. Y para se acordaran de Dios por otro medio, les mandó hacer
lo que algunos suelen hacer muchas veces y es que, para no olvidarse de
algo, se atan un hilo o una cinta al dedo; eso mismo, como a niños, les
mandó Dios hacer a los judíos: que cosieran en el ruedo de los vestidos un
pedazo de color jacinto2, junto a los pies, a fin de que, al verlo, se
acordaran de los mandamientos. Es lo que se llaman franjas. En esto, pues,
mostraban ellos todo su fervor, ensanchando las membranas de los rollos y
agrandando las franjas de los vestidos. ¡Suma y pura vanidad!
Porque ¿qué sentido tenía ese empeño en dilatar esas membranas? ¿Es eso,
acaso, una obra buena tuya? ¿Es que te valen para algo, si no sacas el
provecho a que se ordenan? Lo que Dios busca no es que ensanches y agrandes
filacterias y franjas, sino que te acuerdes de sus obras. Porque, si no hay
que buscar gloria en la oración y el ayuno, obras trabajosas y que, a1 cabo,
son nuestras, ¿cómo tú, judío, te enorgulleces de eso, que más bien acusa tu
negligencia?
Más escribas y fariseos no sufrían de vanagloria sólo en esas cosas, sino en
otras también tan sin sentido como ésas. Porque quieren-dice el Señor-el
primer diván en los banquetes y las primeras sillas en las sinagogas y que
los saluden en las plazas y los llame la gente "Rabbi". Todo esto, que
parecen minucias, es causa de grandes males. Estas minucias han trastornado
a ciudades e iglesias. A mí me vienen ahora ganas de llorar al oír hablar de
primeras sillas y de saludos, pues considero cuán grandes males se han
seguido de ahí a las iglesias de Dios. No hay por qué os lo explique aquí a
vosotros ahora y, por otra parte, los que son viejos no necesitan enterarse
de eso por nosotros.
Y considerad, os ruego, dónde se dejaban dominar de la vanagloria: allí
donde se les mandaba vencerla, en las sinagogas, adonde entraban para
instruir a los demás. Porque tener vanidad en los convites, no parece, hasta
cierto punto, tan gran mal, si bien el maestro aun en los convites ha de ser
admirado. No sólo en la iglesia, sino en todas partes. Porque al modo que el
hombre, dondequiera que aparezca, es diferente de los animales, así el
maestro ha de manifestarse maestro tanto cuando habla como cuando calla,
cuando come o cuando hace otra cosa cualquiera. Su andar, su mirar, su
talle, todo, en una palabra, ha de mostrar quién es. Ellos, empero, eran en
todas partes ridículos, se cubrían dondequiera de oprobio, afanosos de
buscar lo mismo que habían de huir. Porque aman-dice-los primeros puestos. Y
si el amor es culpa, ¿qué será el hacer? ¿Qué mal no será andar a caza de
esos puestos y no cejar en el empeño hasta alcanzarlos?
3. Ahora bien, en todo lo demás, como cosas menudas y sin importancia, el
Señor se contentó con acusar a escribas y fariseos. Sus discípulos no
necesitaban que también sobre ello se les corrigiera; mas ahora que habla de
lo que era causa de todos los males, es decir, la ambición de mando y el
afán de arrebatar la cátedra de maestros, eso sí lo saca a la pública
vergüenza, lo corrige con extraordinario empeño y sobre ello da también a
sus discípulos los más enérgicos mandatos. Porque ¿qué les dice? Más
vosotros no os llaméis maestros. Y seguidamente la razón: Porque uno solo es
vuestro maestro. Y todos vosotros sois hermanos. Y nadie tiene nada más que
otro, porque nadie es algo por sí mismo. De ahí que Pablo dice también: ¿Qué
es Pablo? ¿Qué es Apolo? ¿Qué es Cefas? ¿No son ministros de aquel en quien
habéis creído? Ministros dijo, no maestros.
Y prosigue el Señor: No llaméis padre a nadie. No porque realmente no lo
hubieran de llamar, sino porque supieran a quién habían de llamar
propiamente padre. Porque así como el maestro no es maestro por si mismo ni
lo es de nacimiento, así tampoco es padre el padre. Él es principio de
todos, de padres lo mismo que de maestros. Y nuevamente añade: Ni os llaméis
tampoco directores, porque uno solo es vuestro director o guía: el Cristo. Y
no dijo: "Yo". Porque así como más arriba dijo: ¿Qué os parece del Cristo? Y
no: ¿Qué os parece de mí?; así hace también aquí.
Con mucho gusto preguntaría yo ahora qué pueden responderme esos que tantas
veces aplican la expresión "uno solo" al Padre solamente con el fin de
anular al Unigénito. ¿Es guía el Padre? Todos dirán que sí y nadie podrá
contradecirlo. Y sin embargo: Uno solo es - dice-vuestro guía, es decir, el
Cristo. Por lo tanto, así como el decir que Cristo es el único guía no
excluye que el Padre también lo sea, así también el decir que el Padre es
único guía no excluye que lo sea también Cristo. Porque "uno solo" se dice
por contraposición a los hombres y al resto de la creación.
Ya que el Señor les ha prohibido la ambición de primeros puestos, ya que los
ha curado de esta grave enfermedad, enséñales seguidamente cómo han de
huirla por medio de la humildad. De ahí que añada: El mayor entre vosotros,
sea vuestro ministro. Porque todo el que se exaltare, será humillado, y todo
el que se humillare, será exaltado. Nada hay nada comparable a la humildad;
de ahí que el Señor está continuamente recordando a sus discípulos esta
virtud. Cuando puso en medio de ellos a unos niños pequeños y ahora; cuando
proclamó las bienaventuranzas, por la humildad empezó, y ahora de raíz
arranca el orgullo diciendo: El que se humillare será exaltado. Mirad cómo
lleva el Señor a sus oyentes a lo diametralmente opuesto. Porque no sólo
prohíbe ambicionar los primeros puestos, sino que manda buscar los últimos.
Así-parece decirnos-alcanzaréis vuestro deseo. De ahí que quien desee los
primeros puestos, ha de ponerse en el último lugar. Porque: El que se
humillare será exaltado.
(SAN JUAN CRISÓSTOMO, Obras de San Juan Crisóstomo, homilía 72, 1-3, BAC
Madrid 1956 (II), p. 450-59)
1 Deut 6, 8
2 Núm. 15, 38
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Aplicación: P. Lic. José A. Marcone, IVE - Cautela contra los
fariseos (Mt 23,1-12)
Introducción
Me siento un poco raro, querido fieles laicos a quienes predico este sermón.
Me siento un poco raro porque siempre que me he acercado a este ambón ha
sido para exhortarlos a ustedes a tener una fe recta y una conducta honrada.
Pero resulta que el evangelio de hoy no está dirigido a ustedes, sino que
está dirigido a mí. Entonces, tendrían que ser ustedes los que me exhortaran
a mí. Pero eso no es posible. Por lo tanto, no me queda otro remedio que
predicarme yo a mí mismo; o, mejor, yo contra mí mismo. El sacerdote es el
que en la Iglesia siempre tiene la sartén por el mango. Pero hoy Jesús les
ha dado el mango de la sartén a ustedes. Así que yo voy a tomar el lugar de
ustedes y me voy a dar un sartenazo por la cabeza, como hacen las mujeres
con sus maridos cuando no se portan bien. Procurando siempre (por supuesto)
que la sartén no tenga aceite hirviendo3.
El evangelio de hoy va dirigido, claramente, al clero católico, es decir,
obispos, sacerdotes y diáconos. Santo Tomás refiere estas palabras en primer
lugar a los prelados. El primer comentario que hace respecto a la frase 'no
hagáis los que ellos hacen' (Mt 23,3) es para poner en contacto dicha frase
con los prelados católicos4. Y cuando Santo Tomásse refiere a los 'prelados'
piensa en los obispos, sacerdotes y diáconos.
San Juan Crisóstomo piensa lo mismo. Dice refiriéndose al mismo versículo de
Mt 23,3: "Quita la vanagloria del clero y sin trabajo suprimirás todos los
otros vicios"5.
Orígenes es de la misma opinión. Él hace notar que el evangelista dice
explícitamente que Jesús dijo estas palabras 'para la multitud y para sus
discípulos' (Mt 23,1). Por eso, la frase 'sobre la cátedra de Moisés se
sentaron los escribas y los fariseos', se refiere a los que "después de la
venida de Jesucristo, se sientan sobre la cátedra de la Iglesia, que es la
cátedra de Jesucristo"6, es decir, los obispos, sacerdotes y diáconos.
Sin embargo, el argumento más poderoso está en el hecho que la misma Iglesia
nos dice que este evangelio es para nosotros, el clero. En la primera
lectura, tomada del AT, está la clave para interpretar el evangelio7. Y en
esa lectura el profeta Malaquías nos dice claramente: "¡Para ustedes es esta
advertencia, sacerdotes!" (Mal 2,1).
En primer lugar, entonces, explicaremos los defectos y vicios de los
fariseos que Jesús saca a la luz. Cuando hagamos esto, debemos recordar que
es clarísima la voluntad de Jesús de hacer esta terrible diatriba contra los
fariseos pensando en dos cosas. Primero, en los que serán cabeza de la
comunidad católica, para advertirlos y para que no caigan en esos defectos.
Segundo, en los futuros fieles laicos, para que sepan precaverse y
defenderse contra los superiores que caen en estos defectos y vicios,
superiores que debieran haber sido sus defensores pero se convirtieron en
una piedra de escándalo. Para que comprendamos la gravedad del asunto que
trata Jesús y la gravedad de las consecuencias que trae este asunto, no
olvidemos los otros 27 versículos que siguen al evangelio leído hoy. Estos
versículos la Iglesia no los lee en ningún domingo del año. Y sin embargo
forman una unidad con el evangelio de hoy. Son esos versículos (Mt 23,13-39)
los que configuran la verdadera invectiva8 o diatriba9 de Jesús contra los
fariseos y los escribas. En ese discurso siete veces Jesús les dice "¡Ay de
vosotros, escribas y fariseos hipócritas!". Además les dice: "¡Ciegos!" y
"¡Guías ciegos!". Y también: "¡Serpientes! ¡Raza de víboras!".
En segundo lugar, siguiendo a Santo Tomás, haremos una aplicación del
evangelio a los distintos miembros de la jerarquía de la Iglesia Católica.
1. Jesús desenmascara a los fariseos
"El Señor había confutado de tal manera a los escribas y fariseos, que estos
ya no se atrevían a interrogar y, además, no sabían ya qué responder"10. Y
entonces ahora Jesús pasa al ataque. En efecto, dice Santo Tomás: "Luego de
haber aplastado a los fariseos con su gloria y su sabiduría, ahora Jesús los
acomete incisivamente con su justicia y su santidad de vida"11.
Pero el primer interés de Jesús es el de instruir a sus discípulos acerca de
los vicios de los fariseos. Por eso dice Santo Tomás: "En primer lugar, los
instruye. (…) Y para hacer esto muestra la dignidad de los que se sentaron
en la cátedra de Moisés. Pero después descubre la intención que tienen en el
uso de su autoridad. (…) Y les enseña a obedecerlos, pero con cautela"12.
Dice Santo Tomás que Jesús quiso en esta ocasión desenmascarar todas las
maldades de los fariseos. Y usa Santo Tomás un verbo latino muy particular,
el verbo exaggerare: "Quiso el Señor exaggerare la malicia de ellos 'porque
dicen y no hacen'"13. El verbo exaggerare en latín no tiene el mismísimo
significado que el verbo 'exagerar' en castellano14. Se asemeja, pero el
verbo latino expresa algo que es un todo completo, sin el sentido de algo
que rebasa lo que es justo15. Por esta razón, la mejor traducción de la
frase recién citada sería: "El Señor quiso mostrar de una manera completa la
malicia de los escribas y fariseos, que 'dicen y no hacen'". Ese verbo usado
por Santo Tomás expresa la disposición de ánimo de Jesús de no callar
absolutamente nada acerca de la malicia de los fariseos16.
"Si simplemente dijeran y no hicieran, esto todavía sería tolerable. Pero no
se dan por satisfechos con eso, sino que agregan a los preceptos de Dios
cargas pesadísimas"17. A partir de este defecto Santo Tomás los acusa de
presunción, crueldad, indiscreción y gran severidad. Al decir 'presunción'
Santo Tomás piensa en la acción de tomarse prerrogativas que no le
corresponden. Se trata de 'pre-asumir', es decir, asumir privilegios antes
de que les sean concedidos18. Por eso dice que la presunción está en el
hecho que "atan otras cargas por sobre las que Dios ya había impuesto,
porque inventan nuevas observancias, como se dice en Mc 7,2, donde se dice
que prohibían comer pan sin antes haberse lavado las manos varias veces"19.
Habla de 'crueldad' porque establecen leyes que son todo lo contrario de la
ley nueva del Evangelio. La ley nueva del Evangelio es el mismo Espíritu
Santo habitando en el alma del bautizado. Y este Espíritu es suave y dulce.
"Los mandatos de Dios no son pesados" (1Jn 5,3). Y los fariseos se oponen
abiertamente a Jesucristo, que dijo: "Mi yugo es suave y mi carga liviana"
(Mt 11,30).
Cuando Santo Tomás los acusa de 'indiscreción' los está acusando de 'falta
de discernimiento' o 'falta de sentido común', "porque si a los fuertes les
impusieran cargas pesadas, no sería una gran falta; pero ellos les imponían
cargas insoportables a los débiles"20.
La 'gran severidad' que muestra la malicia de los fariseos se ve en el hecho
que "si impusieran una carga y fueran indulgentes al imponerla, todavía
sería aceptable. Pero no es así, porque la preceptúan con cierta violencia.
Por eso dice Jesús que la imponen en la espalda de los hombres, es decir, se
abusan en sus palabras al imponer dichos preceptos. Pero también se abusan
por lo que no hacen"21. Santo Tomás dice que se abusan por lo que no hacen
porque no quieren ser totalmente perfectos; pero tampoco quieren alcanzar,
al menos, alguna perfección. Además, no quieren hacer las cosas difíciles,
ni tampoco las fáciles. Además, no hacen las cosas, pero tampoco ni siquiera
tienen deseos de hacerlas. Y entonces fulmina Santo Tomás: "Ahora bien, el
que ninguna de estas cosas quiere hacer, en malicia super- excede"22. Estos
son los que magna dicunt, et parva faciunt23. Por eso, una definición de
cristiano podría ser esta: "Non magnam docentem, sed parva facientem"24.
Santo Tomás extrae de esto último una enseñanza valiosísima para el
cristiano: "De todo esto se sigue que el Señor te perdonará más fácilmente
si te excedes en la misericordia que si te excedes en la severidad"25.
Entonces Santo Tomás se pregunta: "¿Cuál es la razón por la cual dicen y no
hacen? Porque son incorregibles. Ahora bien, la causa por la cual es difícil
que el hombre se corrija o sea directamente incorregible, es por buscar la
propia gloria (…). Por eso dice Jesús: 'Todas sus obras las hacen para ser
vistos por los hombres'. A ellos se aplica aquello de Jn 12,43: 'Amaron la
gloria de los hombres más que la gloria de Dios'. Y hay que notar que dice
'todas sus obras', porque no solamente una cosa, sino todas las hacen para
ser vistos por los hombres, en contra de lo que el Señor dijo: 'No seáis
como los hipócritas, que desfiguran su rostro para que los hombres vean que
ayunan' (Mt 6,16; cf. Mt 6,8)"26. Y Santo Tomás, siguiendo a San Juan
Crisóstomo, aplica esto al clero católico: "Quita la vanagloria del clero, y
sin trabajo suprimirás todos los otros vicios"27.
Y comienza aquí la aplicación al clero católico de todo lo dicho, es decir,
a los obispos, sacerdotes y diáconos.
2. La aplicación al clero católico
La vanagloria de los fariseos y del clero católico se evidencia en esta
frase: "Aman28 el primer puesto en los banquetes y las cátedras principales
en las sinagogas29, y también los saludos en las plazas y que la gente les
llame "Rabbí'" (Mt 23,6-7).
"Orígenes refiere esto a aquellos que apetecen dignidades en la Iglesia. Y
esas dignidades son: el diaconado, el sacerdocio y el episcopado. Los
diáconos son los encargados de las mesas, como se dice en Hech 6,2ss. Por lo
tanto, aquellos que quieren los primeros asientos en los banquetes son los
que aman el lugar de los diáconos. Asimismo, la cátedra es algo propio de
los sacerdotes; por eso, aquellos que aman las cátedras principales en las
sinagogas son los que aman el lugar de los sacerdotes. Ahora bien, los que
deben ser maestros son, propiamente, los obispos; por lo tanto, aquellos que
quieren ser llamados Rabbí, son los que aman ser obispos"30.
"Esta vanagloria consiste en desear tres cosas. Primero, el primado.
Segundo, que le presenten reverencia. Tercero, en tener la excelencia del
nombre (laus nominis). El que busca la vanagloria, busca una de estas tres
cosas, o las tres al mismo tiempo"31.
Primero, en cuanto al primado. "Ahora bien, estos buscan el primado tanto en
el lugar sagrado como en el lugar común. En el lugar común se nota en cuanto
que dice 'aman los primeros puestos en los banquetes'. Quieren, pues,
sentarse en la cabecera de la mesa, en contra de aquello que dice el Señor:
'Cuando seas invitado a unas bodas, siéntate en el último lugar' (Lc 14,8).
Y dice 'aman' porque no lo hacen para conservar la autoridad que les
corresponde, sino por apetito desordenado. Porque es verdad que hay algunos
que están corporalmente en el primer lugar, y, sin embargo, en su corazón,
están sentados en el último lugar. Y también al revés; algunos se sientan en
el último lugar para que la gente diga: 'Mira, qué humilde'. Pero, en su
corazón, están sentados en el primer lugar, porque están buscando gloria de
esa actitud de aparente humildad. Otros buscan el primado en lugar sagrado,
es decir, en la Iglesia; por eso dice que 'aman las principales cátedras en
las sinagogas'"32.
Segundo, en cuanto a la reverencia. "Apetecen la reverencia, y por eso dice
'aman los saludos en las plazas', es decir, ser saludados y honrados por los
hombres, que las cogullas se muevan y se inclinen delante de ellos, y que se
doblen las rodillas ante ellos"33.
Tercero, en cuanto a la excelencia del nombre. "Apetecen ser llamados Rabbí
por los hombres, es decir, que los alaben como maestros"34.
Conclusión
El poder espiritual que Dios le ha dado al obispo y al sacerdote es tan
grande que la tentación de buscar gloria en eso también es grande y está
siempre presente. Ese poder espiritual consiste en convertir el pan y el
vino en el Cuerpo y la Sangre de Cristo, de perdonar los pecados y de dar la
gracia a través de los otros sacramentos. San José Cafasso decía que basta
que el sacerdote haga un tercio de lo que debe hacer según su deber de
estado para que la gente ya lo crea un santo35.
Si el sacerdote no está munido de una virtud probada es difícil que pueda
evitar de gozarse en la gloria que proviene de un regalo de Dios como es su
ordenación presbiteral o episcopal. Es difícil que evite el amar el honor
que se sigue de su estado. Jesús nos lo advirtió. Pero con su ayuda se
puede.
Notas
3 Observación literaria: 'sartén' es femenino.
Está mal dicho 'el sartén' (cf. DRAE). Además, la expresión 'tener la sartén
por el mango' es una expresión muy castiza y legítima, atestiguada por el
Diccionario de la Real Academia Española: "Tener alguien la sartén por el
mango (frase coloquial): Ser dueño de la situación, poder decidir o mandar"
(DRAE).
4 Dice Santo Tomás textualmente: "'No hagáis lo
que ellos hacen', dice el Señor. Y aquí enseña una cautela. Debes saber que
el prelado ha sido puesto a la cabeza para enseñar no solo con la doctrina,
sino también con la vida. Y nosotros debemos concord ar con ellos en cuanto
a lo que enseñan, porque, según dice el Apóstol, 'si alguno os anuncia un
Evangelio distinto al que habéis recibido, ¡sea anatema!' (Gál 1,9). De la
misma manera, debemos conformar nuestra vida con la de ellos. Pues la vida
de ellos debe ser para nosotros un ejemplo, como lo fue la vida de Cristo.
Por eso dice San Pablo: 'Sed imitadores míos como yo lo soy de Cristo' (1Cor
4,16). Estos prelados de los que habla Cristo no disonan con Él en cuanto a
la doctrina sino en cuanto a la vida. Por eso, su doctrina debe ser
escuchada, pero de su vida hay que tener cuidado" (SANCTI TOMAE DE AQUINO,
Super Evangelium S. Matthaei lectura, caput 23, lectio 1; traducción
nuestra).
5 SAN JUAN CRISÓSTOMO, citado en SANCTI TOMAE DE
AQUINO, Ibidem; traducción nuestra.
6 ORÍGENES, Homilia 23 in Matthaeum, SANTO TOMÁS
DE AQUINO, Catena Aurea. Santo Tomás dice lo mismo: "Pero es necesario
notar que sobre la cátedra se sientan no sólo los
escribas y fariseos sino también los discípulos de Cristo. (...) Y notemos
que no se dice 'discípulos de Moisés, sino 'discípulos de Cristo'" (SANCTI
TOMAE DE AQUINO, Ibidem; traducción nuestra)
7 Recordemos que la lectura del AT de cada
domingo del Tiempo ordinario es la regla de oro para saber cuál es el tema
del evang elio que la Iglesia quiere resaltar en dichos domingos. Dicen los
Prenotanda del Leccionario: "En la presente Ordenación de las Lecturas, los
textos del Antiguo Testamento han sido seleccionados principalmente por su
congruencia con los textos del Nuevo Testament o, en especial, con el
Evangelio que se lee en la misma Misa. (…) En los domingos del tiempo
ordinario (…) la lectura del Antiguo Testamento se compone armónicamente con
el Evangelio" (CONGREGACIÓN PARA EL CULTO DIVINO Y LA DISCIPLINA DE LOS
SACRAMENTOS, Ordenación de las lecturas de la Misa, Segunda Edición Típica,
Prenotandos, nº 67).
8 "Invectiva. Discurso o escrito acre y violento
contra alguien o algo" (DRAE).
9 "Diatriba. Discurso o escrito violento e
injurioso contra alguien o algo" (DRAE).
10 SANCTI TOMAE DE AQUINO, Ibidem; traducción
nuestra. En Mt 22,46, el versículo previo al evangelio de hoy, se dice:
"Nadie era capaz de contestarle nada; y desde ese día ninguno se atrevió ya
a hacerle más preguntas".
11 SANCTI TOMAE DE AQUINO, Ibidem; traducción
nuestra. Cuando Santo Tomás dice que los aplastó con su gloria y su
sabiduría se refiere a las cuatro controversias del capítulo anterior: una
acerca del impuesto (Mt 22,15-22), otra acerca de la resurrección y el
matrimonio (Mt 22,23-33), la tercera acerca del primer mandamiento (Mt
22,34-40), y la cuarta acerca de por qué David llama Señor
al Mesías (Mt 22,41-46).
12 SANCTI TOMAE DE AQUINO, Ibidem; traducción
nuestra.
13 "Dominus enim vult exaggerare malitiam eorum
quia dicunt, et non faciunt" (SANCTI TOMAE DE AQUINO, Ibidem; traducción
nuestra).
14 En castellano este verbo tiene un matiz
peyorativo: "Exagerar. Decir, representar o hacer algo traspasando los
límites de lo
verdadero, natural, ordinario, justo o
conveniente" (DRAE).
15 Exaggerare: amontonar; aumentar, acumular;
colmar; amplificar (Diccionario Vox).
16 Esto es, precisamente, lo que el NT llama
parresía (cf. Jn 18,20; Hech 4,29.31). Viene de pan = 'todo'; y réma:
'decir', 'hablar'. El sentido literal de este término, brotado
inmediatamente de su etimología es 'hablar o decir todo' y quiere indicar,
en primer lugar, el
'decir todo' en el sentido de 'no guardarse
nada'. Por eso, el significado primero de este sustantivo es 'libertad plena
en e l hablar'. Hablar con parresía significa entonces, 'hablar con total
libertad interior, sin esconder ni callar nada de lo que se considera que
hay que decir'. Es lo que Jesús hace hoy delante de la multitud, de sus
discípulos y de los fariseos. En español popular argentino hubiéramos dicho:
'Echó toda la carne al asador'.
17 SANCTI TOMAE DE AQUINO, Ibidem; traducción
nuestra.
18 Éste es el significado etimológico de la
palabra latina praesumptio.
19 SANCTI TOMAE DE AQUINO, Ibidem; traducción
nuestra.
20 SANCTI TOMAE DE AQUINO, Ibidem; traducción
nuestra.
21 SANCTI TOMAE DE AQUINO, Ibidem; traducción
nuestra.
22 SANCTI TOMAE DE AQUINO, Ibidem; traducción
nuestra.
23 "Grandes cosas dicen, pero hacen poco" (SANCTI
TOMAE DE AQUINO, Ibidem; traducción nuestra).
24 "No aquel que grandes cosas enseña, sino aquel
que pequeñas cosas hace" (SANCTI TOMAE DE AQUINO, Ibidem; traducción
nuestra).
25 SANCTI TOMAE DE AQUINO, Ibidem; traducción
nuestra.
26 SANCTI TOMAE DE AQUINO, Ibidem; traducción
nuestra.
27 SANCTI TOMAE DE AQUINO, Ibidem; traducción
nuestra.
28 El Leccionario en uso en Argentina y las
biblias en general traducen: "Quieren". Sin embargo, el original griego
dice: philoûsin. El verbo philéo significa 'amar'. No se trata del acto
volitivo que en latín se traduciría con el verbo volo. La Vulgata traduce:
amant.
29 El Leccionario en uso en Argentina y las
biblias en general traducen 'los primeros asientos en las sinagogas'. Sin
embargo, el original griego dice: Tàs protokathedrías en taîs synagogaîs. La
palabra protokathedría está formada por la palabra protos, que significa
'primero', y káthedra, que significa 'cátedra desde donde se enseña'. De
hecho, káthedra es la misma palabra que usa Jesucristo para decir que los
escribas y fariseos se han sentado en la 'cátedra' de Moisés. Por lo tanto,
hay un para lelismo (a mi modo de ver evidente) entre 'la cátedra' de Moisés
y 'las cátedras' de las sinagogas. La Vulgata traduce: Primas cathedras in
synagogis.
30 SANCTI TOMAE DE AQUINO, Ibidem; traducción
nuestra.
31 SANCTI TOMAE DE AQUINO, Ibidem; traducción
nuestra.
32 SANCTI TOMAE DE AQUINO, Ibidem; traducción
nuestra.
33 SANCTI TOMAE DE AQUINO, Ibidem; traducción
nuestra.
34 SANCTI TOMAE DE AQUINO, Ibidem; traducción
nuestra.
35 Cita ad sensum y de memoria
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Aplicación: P. Gustavo Pascual, IVE -
Jesús enseña a cuidarse de la hipocresía Mt 23, 1-12
Jesús dirigiéndose a todos sus oyentes, la gente
en general y sus discípulos, les advierte para que se cuiden de imitar a los
escribas y fariseos, en una palabra que se cuiden de caer como ellos en la
hipocresía.
Los escribas y fariseos ostentaban la cátedra de
Moisés y eran los que instruían al pueblo sobre la Ley de Moisés aunque con
muchísimos añadidos suyos y de sus antepasados que en otro lugar es
criticado por Jesús diciendo que le daban más importancia a sus enseñanzas
humanas que a las enseñanzas divinas trasmitidas por Moisés y está es unas
de las facetas de la hipocresía.
En este Evangelio va a señalar Jesús varias
facetas de la hipocresía pero la principal la dice al comienzo: dicen y no
hacen, es decir, se muestran como buenos religiosos pero su vida desdice de
lo que muestran al exterior.
Jesús no los desautoriza por sus enseñanzas: dice
que hagan lo que enseñan pero les dice que no los imiten. ¿Por qué? Por su
hipocresía. ¿En que se manifiesta su hipocresía? Atan pesadas cargas a sus
seguidores y ellos no cargan ni siquiera con un dedo esas cargas, es decir,
que llenan de mandamientos ridículos y risibles a sus seguidores y ellos no
los cumplen. Ahogan el espíritu de quienes los siguen, arrastrándolos a una
religión puramente externa.
Hacen sus obras para ser vistos por los hombres,
lo cual, quiere decir que sus obras son aplaudidas por los hombres y en
consecuencia ya recibieron su recompensa. Jesús ha enseñado, por el
contrario, el valor de las obras escondidas, las que son conocidas
únicamente por Dios. Se muestran virtuosos en sus vestimentas que están
cargadas de recuerdos materiales de la Ley para hacer ver a los demás que
tienen siempre presente el mandato de Dios. Buscan los primeros asientos en
las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes porque se consideran
dignos de ellos y que se les deben, por ser los principales en el pueblo de
Dios. Quieren que se los salude en las plazas con títulos honoríficos como
"Rabbí", mi Señor, mi maestro, doctor, o también "padre". Esos títulos
únicamente hay que dárselos a Cristo, Rabbí, instructor, o a Dios "padre"
porque es el Padre del cielo. Los demás son todos hermanos del mismo pueblo
elegido.
Y termina Jesús enseñando el remedio a la
hipocresía, la cual, lleva al amor propio. El mayor entre vosotros hágase el
servidor de todos. Jesús da el remedio a la hipocresía y al amor propio, y
ese remedio es la generosidad del servicio porque el que se ensalce será
humillado y el que se humille será ensalzado.
Jesús quiere que no seamos como los escribas y
fariseos porque son hipócritas y que nuestra santidad sea mayor que la de
los escribas y fariseos. Quiere que la santidad la llevemos en el interior y
que sea únicamente agradable al Padre celestial, pues, la redundancia al
exterior se dará sola si es que lo quiere Dios. Cuidémonos de poner la
santidad en el cumplimiento externo de los mandamientos ensalzándonos de
cumplir con exactitud la letra de la Ley. Tenemos que cumplir la Ley, sobre
todo su espíritu. La estructura exterior, el andamiaje de los preceptos, nos
ayudará a vivir la Ley interior pero si sólo buscamos cumplir lo que se ve
en el exterior sin preocuparnos de vivir interiormente la Ley seremos unos
hipócritas semejantes a los escribas y fariseos.
El que decididamente y con toda voluntariedad
sólo quiere cumplir lo exterior para ser considerado santo y en su interior
no vive nada el mandamiento de Dios es un verdadero hipócrita, lo cual no
sucede con el que lucha con la hipocresía tratando de ajustar sus obras
externas a las que nos enseña Jesús para nuestro espíritu. El que lucha
todavía no es en realidad un hipócrita, pero está en camino de serlo porque
cuando se dice una cosa y se hace otra la conciencia se va acallando cada
vez más hasta no reprochar con su voz la discordancia de procederes. Cuando
la conciencia calla y ya no importa decir una cosa y hacer otra la ruina es
absoluta. Somos verdaderamente hipócritas.
Sin embargo, recordemos que el Señor nos dio el
remedio contra la hipocresía: ponernos al servicio de nuestros hermanos y
esto en la oscuridad. Servir en primer lugar a Dios y hacerlo con sinceridad
cumpliendo todo lo que nos manda, y también servir a nuestros hermanos, es
decir, manifestar al exterior, por el amor al prójimo, el amor que le
tenemos a Dios.
(cortesía IVEArgentina)