Domingo 26 del Tiempo Ordinario A - 'Los publicanos y las prostitutas les llevan la delantera en el camino del Reino de Dios' - Iglesia del Hogar: en Familia, como Iglesia doméstica, preparamos la Acogida de la Palabra de Dios proclamada durante la celebración de la Misa dominical
Recursos adicionales para la preparación
Falta un dedo: Celebrarla
1. 1 Primera Lectura: Ez 18, 25-28
Ante la justicia de Dios los hombres pecadores reaccionamos de maneras distintas: Unos se encogen despavoridos, otros consideran su suerte acabada, otros prefieren no pensar en ella. En todos los casos la justicia de Dios es una invitación a la conversión.
1. 2 Segunda Lectura: Fil 2, 1-11
Hay razones humanas suficientes para que se promueva la unidad entre todos los hombres y especialmente entre los cristianos. Al pensar en lo que hizo Cristo por los hombres, ni siquiera debería asomarse la división.
Reflexiona: Filipos, la ciudad visitada en el segundo viaje de San Pablo, es una de las comunidades preferidas del apóstol. Sus comunicaciones fueron siempre afectuosas. Parece que hay tensiones en la comunidad y el apóstol exhorta a la unidad. Las sugerencias son muy prácticas: La unidad se realiza cuando uno considera superiores a los demás y cuando se piensa primero en el bien del otro. La razón fundamental es nuestra participación en el misterio trinitario que proyecta su amor hacia nosotros en el anonadamiento del Hijo de Dios. San Pablo cita un antiguo himno a Cristo.
Nuestra manera de vivir aparece perfectamente en la parábola. Manifestamos nuestra adhesión incondicional (¿?) a la Iglesia y al mismo tiempo nuestra vida es una mancha en el rostro de ella, porque no somos capaces de ser consecuentes. Igualmente solemos decir que “si” cuando se trata de lo secundario. Y cuando se nos presentan exigencias esenciales del Señor decimos que “no” aunque sea solamente a través de nuestra manera de actuar. Con todo, es posible que los que han dicho que “no” a Dios (criminales, ateos, pecadores etcétera), entrarán al reino de Dios cuando cambian de actitud. ¿Cómo decir un “si” incondicional y constante en palabra y acción?
2. 1 Los Padres
“Es la gran culpa del hombre, no tanto el pecado que comete - la tentación es poderosa y las fuerzas son débiles -, es la gran culpa del hombre que en todo momento puede convertirse y no lo hace”. (Rabino Bunan). No hay razón alguna para que el cristiano continúe en pecado mortal. En otras palabras, no hay razón para que persista el rompimiento entre Dios y el hombre. Lo único que tenemos que hacer es pedir perdón sinceramente y sabemos que en el acto el Señor nos devuelve su amistad y estaremos nuevamente en estado de gracia. No tengamos miedo. Con la ayuda de Dios encontraremos un camino para salir del embrollo que nosotros mismos hemos causado. El camino se hace al andar. Demos el primer paso, el paso más importante: pidamos perdón. Y luego digamos que “si” y entremos en conversión.
2.2 Con los Hijos
Muchas veces nuestra reacción frente a muchas situaciones es "no".
No lo pensamos y ya hemos dicho que no. Al pensarlo más tranquilamente nos
pesa haber reaccionado así. Por lo menos escuchemos las razones del que nos
pide algo y hagámosle escuchar nuestrad razones. Descrubriremos que
siempre se puede encontrar una solución hasta cuando tenemos que decir que
no. Un sabio cuenta que se propuso decir siempre que sí en cuanto le
era humanamente posible. La fue difícil mientras puso a su propia persona
primero. Cuando dejó de pensar en sí mismo le fue sumamente fácil decir que
sí. La solución para todo el problema la encontró cuando se puso a
anticipar las necesidades de los demás que lo rodeaban. Consideró que este
era la manera más fácil para decir que sí.
Cuando recibimos el cuerpo del Señor, decimos “amén”. Es como decir que “si”, pero todo depende si hacemos lo que decimos.
Fomentemos el examen de conciencia diario para que haya en los miembros de la familia una actitud de conversión permanente. ¿Han hecho alguna vez una revisión de vida con toda la familia?
V. NORMAS PARA LA ACCIÓN TEMPORAL DEL CRISTIANO
Presencia activa en todos los campos
146. Al llegar aquí exhortamos de nuevo a nuestros hijos a participar activamente en la vida pública y colaborar en el progreso del bien común de todo el género humano y de su propia nación. Iluminados por la luz de la fe cristiana y guiados por la caridad, deben procurar con no menor esfuerzo que las instituciones de carácter económico, social, cultural o político, lejos de crear a los hombres obstáculos, les presten ayuda positiva para su personal perfeccionamiento, así en el orden natural como en el sobrenatural.
Cultura, técnica y experiencia
147. Sin embargo, para imbuir la vida pública de un país con rectas normas y principios cristianos, no basta que nuestros hijos gocen de la luz sobrenatural de la fe y se muevan por el deseo de promover el bien; se requiere, además, que penetren en las instituciones de la misma vida pública y actúen con eficacia desde dentro de ellas.
148. Pero como la civilización contemporánea se
caracteriza sobre todo por un elevado índice científico y técnico, nadie
puede penetrar en las instituciones públicas si no posee cultura científica,
idoneidad técnica y experiencia profesional.
Virtudes morales y valores del espíritu
149. Todas estas cualidades deben ser consideradas insuficientes por completo para dar a las relaciones de la vida diaria un sentido más humano, ya que este sentido requiere necesariamente como fundamento la verdad; como medida, la justicia; como fuerza impulsora, la caridad, y como hábito normal, la libertad.
150. Para que los hombres puedan practicar realmente
estos principios han de esforzarse, lo primero, por observar, en el
desempeño de sus actividades temporales, las leyes propias de cada una y los
métodos que responden a su específica naturaleza; lo segundo, han de ajustar
sus actividades personales al orden moral y, por consiguiente, han de
proceder como quien ejerce un derecho o cumple una obligación. Más aún: la
razón exige que los hombres, obedeciendo a los designios providenciales de
Dios relativos a nuestra salvación y teniendo muy en cuenta los dictados de
la propia conciencia, se consagren a la acción temporal, conjugando
plenamente las realidades científicas, técnicas y profesionales con los
bienes superiores del espíritu.
Coherencia entre la fe y la conducta
151. Es también un hecho evidente que, en las naciones de antigua tradición cristiana, las instituciones civiles florecen hoy con un indudable progreso científico y poseen en abundancia los instrumentos precisos para llevar a cabo cualquier empresa; pero con frecuencia se observa en ellas un debilitamiento del estímulo y de la inspiración cristiana.
152. Hay quien pregunta, con razón, cómo puede haberse producido este hecho. Porque a la institución de esas leyes contribuyeron no poco, y siguen contribuyendo aún, personas que profesan la fe cristiana y que, al menos en parte, ajustan realmente su vida a las normas evangélicas. La causa de este fenómeno creemos que radica en la incoherencia entre su fe y su conducta. Es, por consiguiente, necesario que se restablezca en ellos la unidad del pensamiento y de la voluntad, de tal forma que su acción quede anima da al mismo tiempo por la luz de la fe y el impulso de la caridad.
153. La inconsecuencia que demasiadas veces ofrecen los
cristianos entre su fe y su conducta, juzgamos que nace también de su
insuficiente formación en la moral y en la doctrina cristiana. Porque sucede
con demasiada frecuencia en muchas partes que los fieles no dedican igual
intensidad a la instrucción religiosa y a la instrucción profana; mientras
en ésta llegan a alcanzar los grados superiores, en aquélla no pasan
ordinariamente del grado elemental. Es, por tanto, del todo indispensable
que la formación de la juventud sea integral, continua y pedagógicamente
adecuada, para que la cultura religiosa y la formación del sentido moral
vayan a la par con el conocimiento científico y con el incesante progreso de
la técnica. Es, además, necesario que los jóvenes se formen para el
ejercicio adecuado de sus tareas en el orden profesional.
(CARTA ENCÍCLICA 'PACEM IN TERRIS' DE SU SANTIDAD JUAN XXIII Sobre la paz
entre todos los pueblos que ha de fundarse en la verdad, la justicia, el
amor y la libertad).
6. Leamos la Biblia con la Iglesia
|
Año impar |
Año par |
Evangelio |
Lunes |
Zac 8, 2-8 |
Job 1, 6-22 |
Lc 9, 46-50 |
Martes |
Zac 8, 20-23 |
Job 3, 1. 11-17.20-23 |
Lc 9, 51-56 |
Miércoles |
Neh 2, 1-8 |
Job 9, 1-12.14-16 |
Lc 9, 57-62 |
Jueves |
Neh 8, 1-4a.5b-6. 8-12 |
Job 19, 21-27 |
Lc 10, 1-12 |
Viernes |
Ba 1, 15-22 |
Job 38,1.12-21. 40.3-5 |
Lc 10, 13-16 |
Sábado |
Ba 4, 5-12.27-29 |
Job 42, 1-3. 5-6. 12.16 |
Lc 10, 17-24 |
Oración por una conversión permanente
Señor Jesucristo, tú eres el camino, la verdad y la vida. Tú eres el comienzo de la nueva creación. Lléname tu valentía para comenzar cada día no sólo con una emoción pasajera, sino con toda la seriedad que tú te mereces. Haz que comprenda en qué consiste la conversión y que la realice en el esfuerzo de la vida diaria. Cuando tengo que experimentar que sigo ligado al “hombre viejo”, entonces infúndeme la fidelidad y la lealtad que persevera y el querer que siempre comienza de nuevo, aunque falle yo 1000 veces (Guardini)