Domingo 26 del Tiempo Ordinario A - 'Los publicanos y las prostitutas les llevan la delantera en el camino del Reino de Dios' - Comentarios de Sabios y Santos I: con ellos preparamos la Acogida de la Palabra de Dios proclamada durante la celebración de la Misa dominical
Recursos adicionales para la preparación
A su servicio
Exégesis: José María Solé Roma, C.F.M. - Sobre las tres lecturas
Comentario:
Maertens-Frisque - "Sí" y "No"
Comentario Teológico: P. Leonardo Castellani - Los hijos diferentes
Comentario: Hans Urs von Balthasar - Jesucristo dijo e hizo
Santos Padres: San Juan Crisóstomo - Parábola de los dos hijos
Aplicación: P. Ervens Mengelle, I.V.E. - ¿De la viña? Sí, quiero
Aplicación: Benjamín Oltra - El amor se expresa en obediencia
Aplicación: Raniero Cantalamessa - Las prostitutas en el Reino
Aplicación: Padre Jesús Marti Ballester - El Señor espera nuestra conversión
Ejemplos:
Falta un dedo: Celebrarla
Comentarios a Las Lecturas del Domingo
Exégesis: José María Solé Roma, C.F.M. - Sobre las tres lecturas
EZEQUIEL 18, 25-28:
En el presente contexto Ezequiel pone de relieve el principio de la
responsabilidad personal:
- Los desterrados de Babilonia sumergidos en el más negro pesimismo creen
que su situación es irremediable en virtud del principio de solidaridad:
"Los padres comieron los agraces y los hijos sufren la dentera" (2). Es
decir: Los padres pecaron y nosotros sufrimos el castigo. Ezequiel les
expone cómo no obra así la justicia divina. Decir a Dios que castiga al
inocente por el pecador sería acusarle de injusticia (25).
- Las relaciones con Dios son ante todo personales; la responsabilidad moral
es primariamente personal. Tanto, que una vida sana no puede quedar manchada
por los pecados de los padres ni siquiera por los propios cometidos antes de
la conversión personal a Dios. E igualmente el perverso no puede escudarse
en la virtud de los antepasados ni en las obras buenas ejercitadas antes de
pervertirse. De ahí que lo interesante y urgente es la conversión personal
(26-27). Quien es personalmente bueno atrae la mirada bondadosa de Dios.
Quienes personalmente perverso atrae la justicia punitiva de Dios. No se
niega el influjo solidario que une las vidas y las acciones humanas. Pero se
pone todo el énfasis en la responsabilidad personal, que es siempre la que
da el verdadero valor moral y religioso a nuestra vida y conducta.
- Asimismo Ezequiel nos advierte el sentido trascendente que tienen en la
Biblia los conceptos "vida" y "muerte". No se refieren meramente a la vida o
muerte física y corporal, sino también, y principalmente, a la vida del
alma; a la que llamamos vida espiritual o vida eterna. Quien comete el
pecado se entra él mismo en la zona de la muerte. Y quien, dócil a la gracia
de Dios, se convierte del pecado y retorna a Dios, se entra por eso mismo en
la zona de la vida: "Si el malvado se aparta del mal que ha cometido para
practicar el derecho y la justicia, ciertamente vivirá y no morirá" (28).
Adán con el pecado se entró en la zona de la muerte. Abrió las puertas al
pecado y, con ello, a la muerte. Desde entonces el Pecado y la Muerte reinan
entre los hombres.
FILIPENSES 2, 1-11:
Pablo encarece a los Filipenses con las expresiones más eficaces la unidad y
caridad:
- Apela a cuantos motivos pueden conmover a los Filipenses. Especialmente al
amor que le profesan y al mismo Espíritu de Cristo que a todos nos une (1).
Y quiere de ellos que vivan: "concordes, unidos en caridad" (2). ¿Osaremos
sin caridad participar en aquel Sacramento que es su signo, su exigencia, su
garantía, su vínculo, su fuente?
- La raíz de las divisiones en la comunidad cristiana proceden de vanagloria
y de egoísmo. El remedio y medicina serán la humildad y la generosidad. Por
la humildad dejarán que otros pasen delante y sean superiores; y aun se
gozarán de ello (3). Por la generosidad pospondrán el propio interés y las
propias conveniencias para mirar antes por el interés y conveniencia del
prójimo (4). El orgullo y egoísmo atávicos nos ponen siempre en peligro de
romper la unidad y caridad.
- Pero todavía tiene Pablo un argumento más poderoso para exigir a sus
neófitos la humildad, salvaguarda de la caridad: es el ejemplo de Cristo.
Nosotros nos enzarzamos en rivalidades por cosas de poca monta. Cristo, por
nuestro amor y redención, ha renunciado todos los privilegios de su
condición divina. En efecto, Cristo preexistente en naturaleza divina
(6-7a), se anonadó en la encarnación, muerte, crucifixión y sepultura
(7b-8), renunciando al derecho de la gloria y goce que le competía. En
premio de esta renuncia ha entrado con su naturaleza humana en la gloria del
Padre (9). En el trasfondo de este himno a Cristo se ve al "Siervo de Yahvé"
de Isaías humillado y glorificado (Is 52, 13-53). Como también al primer
Adán que por orgullo quiere ser igual a Dios (Gén 3, 5. 22). El Adán Nuevo,
Cristo, con su humildad, redime a los que el primero perdió. El nombre de
gloria que recibe Cristo (9) es el de "SEÑOR" exclusivo de Yahvé (Is 45,
23). Desde la Resurrección, Jesús es el Mesías-Señor (Act 2, 23), el Hijo de
Dios en gloria (Rom 1, 4).
MATEO 21, 28-32:
Esta parábola, propia de Mateo, propone la necesidad y urgencia de aceptar
el mensaje de Cristo:
- El hijo mayor, que tiene buenas palabras, pero las desmiente con las
obras, representa a Israel, a sus dirigentes religiosos, escribas, fariseos
y sacerdotes. El hijo menor representa a los pecadores, y sobre todo a los
gentiles.
- Los fariseos y escribas desoyeron el mensaje de penitencia de Juan y han
rechazado a Cristo. En cambio, los pecadores y gentiles (31), más
conscientes de su pecado y más humildes, se convierten y aceptan la
salvación que trae Cristo.
- Insiste Jesús con esta parábola en su enseñanza del Sermón del Monte: "No
todo el que me dice: " ¡Señor! ¡Señor! " entrará en el Reino, sino quien
haga la voluntad de mi Padre" (Mt 7, 21). Y nos muestra cuán grande
obstáculo es siempre el orgullo para la conversión y para aceptar el mensaje
y la salvación que Cristo nos trae. Quien no admite que es pecador, ¿cómo
podrá aceptar de Cristo-Redentor la salvación? La humildad: "Amor Dei usque
ad contempturn sui", construye la Ciudad de Dios, el Reino de Cristo. El
orgullo: "Amor sui usque ad contemptum Dei", construye la ciudad terrena, el
reino de Satanás, nos dirá San Agustín.
- La Iglesia es esta "Viña" de Dios que nunca dejará de producir frutos de
santidad. Pero, puede esta vid tener sarmientos estériles (In 15, 1-6).
Puede haber cristianos o grupos de cristianos infieles a la gracia de la fe
y a las amonestaciones de los mensajeros y ministros de Cristo: "Por donde,
carísimos míos, esforzaos con temor y temblor en la obra de vuestra
salvación" (Flp 2, 12).
SOLÉ ROMA, J. M., Ministros de la Palabra. Ciclo A, Herder, Barcelona, 1979,
pp. 248-251
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Comentario:
Maertens-Frisque - "Sí" y "No".
En el pasaje que comentamos, Cristo quiere convencer a todos los que se
escandalizan de su predilección por los pecadores, de que éstos están más
cerca de la salvación, si hacen penitencia, que aquellos otros de tan buena
reputación que se creen justos (Mt 9. 10-13). Los pecadores, es cierto, se
han opuesto a la voluntad de Dios, pero se han arrepentido, como el hijo
pródigo, mientras que los que se consideran a sí mismos piadosos servidores
de Dios se olvidan de su obligación de amar a los hombres.
Esta parábola va dirigida, por consiguiente, a los que se cierran a la Buena
Nueva en nombre de la justicia. En ella se pone de manifiesto el amor de
Dios a los que, siendo objeto del desprecio de todos, son capaces de hacer
penitencia y de obedecer los mandatos de Dios con más ardor y entusiasmo que
los orgullosos y los que se bastan a sí mismos. La parábola es, pues, una
apología de la actitud de Cristo hacia los pecadores. (...).
Dios no ha decidido, en un momento determinado de la historia, rechazar a
Israel y adoptar a los gentiles, ya que su plan de salvación es, en todo
momento, universal. Ni siquiera los escribas y las autoridades judías son
excluidas de la salvación, pero el comportamiento de éstos con respecto al
Mesías les ha hecho perder la función que hasta entonces desempeñaban en el
orden de la mediación. El modo de vivir su "sí" a la Ley les ha hecho decir
"no" al Evangelio.
Esto mismo puede aplicarse también a los cristianos. Un "sí" pregonado a los
cuatro vientos y que, en realidad, oculta alguna negativa, encierra con
frecuencia a los "otros" en un "no", que ya no es lo mismo. Y los
profesionales del "sí" dan la sensación a veces de estar tan aferrados a su
sistema, que los que dijeron "no" no están dispuestos a cambiar de parecer.
Sin embargo, el acceso al Reino sólo es posible en la medida en que los que
comenzaron diciendo "no", con el tiempo llegan a descubrir que pueden decir
"sí" sin necesidad de renegar del todo de sus anteriores opiniones.
(MAERTENS-FRISQUE, NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA VII, MAROVA MADRID
1969.Pág. 113 s.)
Comentario Teológico: P. Leonardo Castellani - Los hijos diferentes
"Mas ¿qué os parece? Un hombre tenía dos hijos, y llegándose al primero le
dijo:Hijo, anda a trabajar a mi viña; a lo cual respondió: No quiero; mas
luego recapacitó y fue. Llegándose al otro le mandó lo mismo; y respondió:
Voy, padre, y no fue. ¿Quién de los dos guardó la voluntad del padre?
Respondieron (los príncipes de la curia y ancianos del pueblo): el
primero... (Mt. XXI, 28).
La exégesis antigua unánime interpretó esta sencilla parábola del pueblo
Gentil y del Judío (excepto el anónimo autor del Opus Imperfectum); que es,
cierto, el significado de la Parábola siguiente (1os Viñadores Homicidas) en
Mateo; mas no de ésta. Pues no se puede mantener esa interpretación y ningún
moderno la sostiene. Cristo mismo explicó la comparación aplicándola no a
Gentiles y Judíos, sino a dos clases en el mismo pueblo judío; justos y
pecadores: no cualesquiera justos sino "los que se tenían a sí mismos por
justos" (Lc. XVIII, 9); no cualesquiera pecadores, sino los que se
arrepentían.
Inesperadamente santo Tomás después de proponer la exégesis antigua,
introduce una propia de "los Laicos y el Clero", identificando a los laicos
con el hijo que primero puteó y al fin hizo el trabajo; y al clero con el
que no hizo nada sino buenas palabras. Parece demasiado anticlerical.
Los Santos Padres antiguos estaban demasiado entusiasmados con la
construcción de la Cristiandad, en la que los Gentiles habían sido
preferidos a los Judíos reprobados, de modo que todas las sobrehumanas
promesas proféticas del Antiguo Testamento se trasladaban a ellos mismos, y
a nosotros cuitadillos; tanto que para poder acomodarlas a la realidad
fáctica de la Iglesia, hacen a veces unas distorsiones alegóricas que ya,
ya... Mucha más luz y sobre todo espíritu de sobriedad ha entrado desde
entonces, aunque no en todos. Quedan aunescrituristas que continúan
aplicando las desmesuradas profecías parusíacas de Isaías por ejemplo al
estado actual de la Iglesia: lo cual constituye un grotesco.
La devoción de los Doctores antiguos es comprensible ante el medro continuo
y los triunfos de la fe creciente en Europa; hoy día ya no es devoción, sino
devaneo. Cristo aplicó por sí mismo la parábola y eso (además de su
contexto) excluye toda duda o discusión: "De verdad os digo que los
publicanos y meretrices os preceden hacia el Reino de Dios; pues vino a
vosotros Juan en el camino de la justicia, y no lo creísteis;mas los
publicanos y las meretrices creyeron; y vosotros, ni siquiera después de
verlos, os convertisteis a creer... Al decir "os preceden" no significa que
los Príncipes de los sacerdotes (o funcionarios de la Curia) y los Masviejos
del Pueblo (o miembros del Sanedrín) también iban por la vía de la justicia
aunque un poco más atrás; significa que los pecadores habían entrado (la
frase griega dice "hacia", y no "en" el Reino de Dios) y los "justos" no
todavía; y eran exhortados a hacerlo con su ejemplo -aunque sin esperanza.
La expresión griega traducida por "os preceden" equivale a nuestra expresión
vulgar: "os han ganado de mano".
El contexto confirma todo: la parábola está precedida por la discusión sobre
la autoridad del Bautista y de Cristo (Evang. de Jes., pág. 336) y seguida
por la terrible parábola de los Viñadores Homicidas en que Cristo concluye
solemnemente que "será quitado de vosotros el Reino de Dios y dado a otra
gente que haga fruto", por lo cual lo quisieron matar (tercera tentativa de
asesinarlo en tumulto), mas se retrajeron de miedo al pueblo "que lo tenía
por profeta". Y de hecho allí les hizo una amenaza profética, que se cumplió
por cierto: "La piedra que los albañiles desecharon, se hará el sillar
angular. Dios lo hizo y es admirable en nuestros ojos. Y el que caiga sobre
esta piedra se descalabrará, y al que le caiga la piedra encima, lo hará
trizas". Él era la piedra desechada por la Sinagoga: "Petra
autemeratChristus", dice san Pablo. Y la Sinagoga fue hecha trizas.
Y las otras piedras con que estaba edificada su Iglesia, también era gente
"desechada", e incluso desechos humanos, por regla general. ¿Por qué dice
justamente "publicanos y prostitutas"?
Toma los extremos más despreciados, pues de hecho con la predicación de Juan
se convertía "toda clase de gente" nos dice el Evangelio; y lo mismo sucedía
con la propia, la cual Él no nombra aquí, pero continuaba la de Juan: de
hecho el "entrar hacia el Reino de Dios" de esa pobre gente, era ir hacia
Él, buscarlo a Él, como les mandaba el Bautista. Cristo no nombró justamente
a las prostitutas y publicanos por sentimentalismo morboso; por el
romanticismo, resentimiento y demagogia de hoy en día. No existía entonces,
ni era propia de Cristo, la tendencia enfermiza actual, creada a mi parecer
por los románticos franceses del XIX, a preferir la "traviata" a la mujer
honrada (comoDumas, Verdi; y también Tolstoy ... y Dostoiewsky) o el ladrón
y asesino al juez (como Víctor Hugo, Galsworthy y también más inocentemente
O. Henry y Steinveck); es decir, a romper los cuadros sociales y los
dictámenes de la moral común: eso es "democrassia": es obra del liberalismo
que predicó una "igualdad" imposible y creó la desigualdad mayor que ha
existido en la historia del mundo.
Hay muchos autores (Sholem, Ludwig) que pintan hoy día a Cristo como un
demagogo y un sentimental ruso que andaba recogiendo los desechos de la
sociedad por el hecho de ser desechos, no por ser pecadores arrepentidos; y
la misma gran cabeza de Nietzsche cayó en esta trampa y denunció con furor
la "subversión de la tabla de valores" como obra del Cristianismo y del
resentimiento social. Tiene razón en creerla hoy día un hecho; también tiene
razón en creerla obra del cristianismo... corrompido. El cristianismo
corrompido en los países latinos es el liberalismo con sus secuelas, falsa
democracia y comunismo; en los países nórdicos es el protestantismo: el
único cristianismo éste que conoció de cerca Nietzsche, descendiente de una
fila de "pastores" calvinistas. Nietzsche es a la vez curiosamente un
profeta del Anticristo y un profeta del cristianismo puro y profundo, con el
cual nunca topó. ¡y pensar que vivió en Turín cuando andaba por allí Don
Bosco! Pero el cabezote alemán andaba entonces ya medio enloquecido.
El liberalismo es una cosa pegajosa y viscosa, como una rana, propia de
seres blandengues. Puede que denuncie una degeneración de la raza; a osadas
sintomatiza una degeneración de la inteligencia.
Él produjo esta gran confusión y farsa, que es al mismo tiempo una religión
(herética) que llaman democrassia. "Cuá, cua" cantaba la rana -"Cuá, cua",
debajo del río". "Democracia, democracia y democracia": el que no repita ese
shibolete es "nazi". Sí, yo la repito en todos mis discursos y audiciones
radiales; pero hay verdadera y falsa democracia, señor, y yo estoy con la
verdadera. -Exactamente; ¿y cual es la falsa? -"La democracia niveladora,
aspirando (un gerundio mal usado) al monótono imperio de las medianías
iguales, la democracia mal entendida, la que combatió Rodó..." Espléndido,
¿y cual sería la verdadera? ¡Ay, no es fácil de definir, tendría que copiar
una página para eso,la que escribí en mi prólogo a la versión española de
Los Héroes de Carlyle ... Eche y no se derrame: que disponemos de papel y
tinta. Ahí va, pues:
"La democracia es ya un hecho vencedor, es algo definitivo y además, BIEN
INTERPRETADA, es legítima, es lo que piden el progreso y la justicia; se
puede y se debe pues conciliarla con la idea de Carlyle, con la misión
providencial del heroísmo impulsando la marcha de la vida. La democracia
debe ser: igualdad de condiciones, igualdad de medios para todos, a fin de
que la desigualdad que después determina la vida, nazca de la diferencia de
las facultades, no del artificio social; de otro modo: la sociedad debe ser
igualitaria, pero respetando la obra de la naturaleza que no lo es. Mas no
se crea que la desigualdad, que después determinan las diferencias de
méritos y energías, supone en los privilegiados por la Naturaleza el goce de
ventajas egoístas, no: los superiores tienencura de almas, y su superioridad
(cacofonía, "cuá, cuá") debe significar sacrificio.
Los mejores deben predominar para mejor servir a TODOS..."
¿Les gusta esa prosa? Supongo que la han acribillado de signos de
interrogación... y admiración. Es de Clarín (Leopoldo Alas) en el prólogo
del libro Ariel de Rodó. Clarín fue un liberal de talento; no me atrevo a
decir inteligente. El librito Ariel es mediocre y viscoso; temo ofender a
algún uruguayo con esto, pero seguramente no a todos. Muchos uruguayos saben
ya qué cosa fue Rodó: un escritor que está bastante bien como "alumno
aplicado" de los autores franceses (no los mejores) e ingleses (traducidos)
de cuyas citas está atiborrado el libro -comenzando y acabando naturalmente
con Renán; en suma, un "fot-en thème'' (que dirían sus maestros) como fueron
casi todos los "maestros" (discípulos) de su generación, en Uruguay y aquí.
Tanto él como Clarín exponen bastante bien el ideal rusoniano de "la
democracia bien entendida". Es en el fondo un disparate de gente flaca,
aunque bienintencionada.
"No se puede hacer" -esa es la brevísima respuesta; y los hechos nos han
mostrado que "no se hace"; como apriori se podría predecir. ¿Con qué
consigue usted que sus "privilegiados por la naturaleza" se conviertan de
golpe en "curas de almas", hambrientos de "sacrificio" con el fin de "mejor
servir a todos"? ¿Lo ha visto usted en su pueblo? ¿Lo ha visto en todo el
mundo una vez sola, y en toda la extensión de la historia?¿Es usted así por
si acaso? ¿Lo fue Rodó? Esa especie de completa santidad, que el liberalismo
llamó "fraternidad", solo lo puede conseguir la más ardiente fe y caridad de
Cristo (que usted combate como ateo y anticlerical); sólo lo puede conseguir
la santidad heroica y HASTA AHORA NUNCA LO CONSIGUIÓ, Ni en sus épocas de
más auge y esplendor, el Evangelio pudo hacer de los "privilegiados por la
naturaleza" esos sacerdotes del bien común que usted sueña: salieron algunos
tipos buenísimos y otros muy malos, Luis IX de Francia por un lado y Ricardo
III por otro. ¡No se puede hacer! Usted ignora la naturaleza humana,
¡incluso la propia! ¡Y la ignora de blandengue que es! "¡Hermoso ideal!" Un
ideal que es irrealizable no es hermoso... ni feo: es nada. El ideal liberal
es el ideal de la isla de Jauja, donde se atan los perros con longaniza y
las viñas crecen solas y producen el vino ya embotellado, y la uva de mesa
en cajones... para los liberales.
Es la idea rusoniana de que "el hombre es naturalmente bueno" y solamente
dándole libertad "se vuelven todos buenitos, "iguales" y fraternos". Pero si
a mí me dan libertad, si suprimen la policía y la Ley de Dios, le encajo un
garrotazo en la cabeza a Rodó que lo hago morir antes de tiempo, Murió en
Nápoles el pobre, a los 45 años, tísico y entontecido, un endeble; sobre
todo de inteligencia.
Faguet, un liberal más talentudo que estos dos, pero liberal al fin,
escribió: "El ideal verdadero del liberalismo es llegar a la Igualdad, Pero
si se da Libertad a los hombres, crece la desigualdad; por tanto tiene que
entrar a tallar la "Fraternidad", es decir, esa santidad extraordinaria que
ni el cristianismo logró infundir en todos; un supercristianismo. ¿Cómo se
crea ese supercristianismo? Diciendo macanas. Si examinan la limpia página
de Clarín, como cualquier página de otro liberal, incluso del Pontífice
Rousseau, verán las macanas y empezarán a poner signos de admiración -o no
creer a sus ojos. Todos tenemos que tener "igualdad de condiciones" a fin de
que "la desigualdad que después determina la vida" no haga daño. Pues bien,
eso tenemos ¿acaso al nacer no somos todos iguales? Después viene "la vida"
y nos "desiguala"; sea que naciéramos en cuna de raso o de rosa, cosa que al
bebé no le importa o que naciéramos en un pesebre. Bueno, pero ahora entra a
tallar la "fraternidad": los"privilegiados" por la vida tienen que ser
santos. Lindo; ¿lo son ahora todos los que gobiernan en virtud de la
"democracia bien entendida"? Ah, es que no se ha dado a todos "igualdad de
medios... " "Igualdad de medios" en concreto significaría que todos los
obreros de la bodega Colón deberían tener título de ingenieros y una bodega
cada uno; pero entonces yo no tendría "igualdad de medios": tienen que darme
una bodega a mí también... y yo la fundo (de fundir no de fundar) en tres
meses con toda mi literatura. La fundo sin querer.
"Entonces usted no está por la república como Clarín, sino en contra; y está
por la Monarquía o más bien (¡qué horror!) por la dictadura de Franco". Y yo
estoy solamente en contra de las macanas; por ejemplo, esa que dice allí
sobre la "república española": que "es legítima, y es lo que piden el
progreso y la justicia". El sistema democrático es legítimo, lo han dicho
todos los filósofos políticos; aunque es el más flojo de los tres sistemas
legítimos; pero no es ni necesario, ni el más excelente; como implica eso de
que "lo pide el progreso y la justicia"; lo pide a veces la "circunstancia"
y nada más. Aquí ha mostrado la oreja la "religiosidad" liberal: la
democracia es un "dogma", es lo mejor, lo necesario, lo santo. El que se le
oponga es un malvado, un monstruo. Aquí está el error filosófico y
teológico, que a mí me concierne como doctor sacro.
Estos liberales que abominan tanto la Inquisición lo hacen porque ellos se
la han apropiado: el que no es "democrático", es hereje; y debe morir. Por
esa razón se ha fusilado en la Argentína a muchísima gente desde 1853 a 1890
(y también... después) porque resistían al liberalismo, por tener ellos otro
sistema político... que era el verdadero. La Inquisición al fin castigaba
por "fractura contumaz de la fe religiosa con daño desorden o peligro del
orden social". Estos castigan por fractura de una opinión política -que es
falsa. ¿Dije yo que eran blandengues? Para sus adversarios políticos no lo
son, Cristo. La vieja fe en Cristo se les ha transformado en fe en Rousseau
y son más herejes que los que quemaba la Inquisición; e incluso que los
mismos quemadores; a los cuales yo no amo, porque he sentido sus garras en
carne propia. Pero en aquellos tiempos eran necesarios, según dicen; al
menos eso se puede defender. Ahora basta, Bastián, Lanza del Vasto.
El liberalismo ha desolado a este país y es la causa de su actual atraso
político -y económico; e incluso religioso y cultural. La "fraternidad"
liberal lejos de producir la santidad heroica, produjo lo contrario:
actualmente en la Argentina ninguno puede tener éxito en política si no es
un degradado. Los antiguos decían que "los virtuosos deben gobernar"; el
liberalismo, sin dejar de invocar siempre la virtud, ha creado de hecho una
selección al revés, que se formula así: "de hecho sólo pueden gobernar los
pícaros". Hagan la prueba si quieren, traten de llegar a los tronos y a las
cumbres (y al Tesoro Público) por medio de la veracidad, el honor, la
honradez y la justicia; después me dicen. Me avisan rápido.
Para poner un ejemplo en lo menor. Un viejo político me dijo cuando yo tenía
23 años: "¡Qué manera de robar ahora! Todavía si robaran como en nuestro
tiempos, ¡pase!" Yo me reí; pero ahora pienso que tan mala era aquella
semilla de hurto y coima que sembraron nuestros gigantes padres, como su
actual floración exuberante: la semilla tenía naturalmente que hacerse
árbol. Es casi imposible que un gobernante actual se abstenga de robar: lo
empujan a ello con una fuerza casi irresistible. ¿Quién lo empuja? Siete
motivos que son siete caracteres necesarios de la "democrassia mal
entendida", tal como existe entre nosotros."El gobernante que no roba es un
sonso"; este juicio moral que tiene ahora expresión y vigencia en Buenos
Aires, a los ojos de Dios será falso, pero a los ojos de los porteños es
verdad. Y a mis ojos, que son santafecinos, es semiverdad. A esto nos ha
conducido "los superiores que tienen cura de almas, cuya superioridad debe
significar sacrificio para mejor servir a todos" del ingenuo Clarín. La
democrassia es un régimen... alimenticio.
Un amigo que es burócrata me dijo cuales eran las siete tentaciones de san
Burocracio, a las cuales él heroicamente (aunque con caídas) resistía: 1a no
trabajar; 2 a, charlar de política; 3a chismear; 4a, murmurar del jefe; 5a,
tratar guarangamente al público; 6a, coimear; 7a y 1a, robar. Cuanto más
alto esté el burócrata, más fácil satisfacer la tentación; y si está a la
cabeza y por encima del organismo burocrático, ayúdeme a pensar. No; la
democrassia con su burocrassia, su plutocrassia y su idiosincrassia,
(incluso la democrassia "bien entendida") no es el mejor de los regímenes
políticos posibles. Es el más flojo... y el más caro. Obras y no palabras,
caballeros. Vuestro "ideal"se ha realizado al revés; en vez de gobernar los
"mejores" y "sacrificarse" por el "procomún", gobiernan los bueno buenoy no
se sacrifican un rábano; por suerte (y porque las leyes morales son
inexorables) casi todos acaban mal.
La "verdadera democracia" es la de Cristo, a saber: hacer justicia a todos y
decir la verdad a todos, sean sacerdotes o prostitutas; y ayudar a los
desechos humanos a volverse seres humanos, sin pintarlos para eso
románticamente como seres sobrehumanos. El verdadero demócrata es el hijo
que lanzó una puteada cuando su padre lo mandó trabajar, y trabajó; no el
otro que desobedeció después de decir: "Con mucho gusto, Papi"; y si me
hablan de filosofía política, existe una" democracia buena" -o sea lícita-
que es "el peor entre los sistemas buenos y el mejor entre los sistemas
malos" -dijo Platón. A ese yo pertenezco, pues soy republicano (no español)
hasta los huesos, puesto que no tengo más remedio. Si hubiese nacido en
Inglaterra sería monárquico; y me iría igual de mal que aquí. Pero esa
"democracia lícita" que santo Tomás denomina "república" (dejando el nombre
técnico "democracia" para la demagogia, o sea, su corrupción) debe ser
reforzada para dar un buen gobierno, con elemento aristocrático y elemento
monárquico, "régimen mixto" como fue la República Romana, la más exitosa que
ha existido. Que es lo que hay que hacer en la Argentina, hoy políticamente
invertebrada (o peor, quebrada como culebra tundida); pero yo no lo voy a
ver.
Mas esto que tenemos ahora no es ni democracia ni república ni liberalismo
siquiera: es una desintegración política, herencia de grandes pecados
nacionales que han hecho crisis; la cual Dios puede arreglar pero yo no,
anoser que Dios me ayudara con un milagro: pues Dios y yo juntos podemos
casi tanto como Dios solo. Los molinos de Dios muelen despacio; Dios castiga
pero no con palo; Dios no paga el Sábado sino cuando quiere, y ahora ha
querido "pagar" los pecados nuestros y de nuestros padres todos juntos con
algo que es indudablemente castigo suyo. No tenemos más remedio que putear
un poco, y después ir y hacer su Voluntad.
(Castellani, L., Las parábolas de Cristo, Edicones Jauja, Mendoza
(Argentina), 1994, p. 285 - 293)
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Comentario: Hans Urs von Balthasar - Jesucristo dijo e hizo
1. Decir y hacer.
La parábola de los dos hijos el primero de los cuales se niega a obedecer a
su padre, pero luego se arrepiente y cumple su voluntad, mientras que el
segundo promete obedecerle, pero no cumple su promesa -contiene en el fondo,
si se la contempla a la luz de todo el evangelio (con su conclusión sobre
los fariseos y los pecadores), dos enseñanzas. La primera es que una
conversión tardía es mejor que el fariseísmo que cree erróneamente no tener
necesidad de conversión: Jesús no ha venido a invitar y a curar a los que
creen tener buena salud, sino a los enfermos (Mt 9,12s). La segunda
distingue claramente entre decir y hacer, entre los piadosos deseos con
respecto a Dios, con los que uno puede engañarse a sí mismo porque piensa
haber hecho ya bastante, y las obras efectivas que a menudo realizan
personas cuyo comportamiento externo no permitiría sospechar que son capaces
de realizar tales obras. Volvemos a encontrar aquí la enseñanza de Jesús a
propósito de los que dicen «Señor, Señor» (al final del sermón de la
montaña) y de la casa construida sobre arena y no sobre roca. Estas dos
enseñanzas del evangelio se explican muy bien en las lecturas.
2. Conversión tardía.
La primera lectura, del profeta Ezequiel, se refiere a la conversión tardía.
Los caminos de la vida son confusos y no pocas veces inextricables. El
hombre puede perderse primero en los dominios del pecado, lejos de Dios.
Quizá dice, como el primer hijo del evangelio, un claro no al Padre. Pero
para poder pronunciar este no es preciso haber oído antes la exigencia
divina, y como ésta deja siempre un eco en el alma, el pecador se siente
incómodo con su conducta. La mala conciencia le persigue y por así decirlo
le estropea el placer que proporciona el pecado: murmura como Israel contra
el Dios aguafiestas: «No es justo el proceder del Señor» (Ez 18,2S), pero
sabe que Dios no puede ser injusto. Es lo que le sucedió a la pecadora
arrepentida que regó con sus lágrimas los pies de Jesús en casa del fariseo
(Lc 7). Una conversión, aunque sea tardía -piénsese por ejemplo en la
conversión del buen ladrón en la cruz-, es un acontecimiento tan esencial
para Dios que éste lava todos los pecados anteriores en silencio y comienza
una contabilidad totalmente nueva en la vida del pecador convertido. Los
datos de esta vida no son agregados o sumados al final, en el juicio, sino
que, cuando comienza la nueva vida, se produce un borrón y cuenta nueva. Por
eso los publicanos y las prostitutas pueden llegar al reino de los cielos
antes que los fariseos.
3. Lo importante es hacer.
La segunda lectura muestra que lo realmente importante no es decir sino
hacer. El ejemplo más eminente es el propio Jesucristo, que se despojó de su
rango, tomó la condición de esclavo y se hizo obediente a Dios hasta la
muerte de cruz. Aquí no se habla para nada de sus enseñanzas, sino
únicamente de su acción, aunque ciertamente Cristo pronunciara ya todas sus
palabras en obediencia al Padre. Y la gran exhortación de Pablo a la
comunidad pretende únicamente lograr que todos sus miembros tengan los
sentimientos que corresponden a una vida en Cristo Jesús. Al igual que
Cristo no hizo alarde de su categoría divina, sino que murió en la cruz por
todos sus hermanos y hermanas, así también el cristiano no debe pensar
primero en sí mismo, sino considerar «superiores a los demás», algo que sólo
es posible teniendo la humildad de Cristo, que se pone en último lugar y no
hace nada por «envidia ni por ostentación». El sí del segundo hijo del
evangelio era pura ostentación: quería aparecer como el hijo modelo, con lo
que se convierte automáticamente en un falso miembro de la comunidad de
Cristo.
(HANS URS von BALTHASAR, LUZ DE LA PALABRA, Comentarios a las lecturas
dominicales A-B-C, Ediciones ENCUENTRO.MADRID-1994.Pág. 106 s.)
Santos Padres: San Juan Crisóstomo - Parábola de los dos hijos
Nuevamente les arguye el Señor por medio de parábolas, para darles a
entender, por un lado, la ingratitud de ellos y por otro, la docilidad de
aquellos mismos que tan absolutamente condenaban. Porque estos dos hijos
ponen bien de manifiesto lo que sucedió con losjudíos y con los gentiles.
Porque fue así que los gentiles, que no habían prometido obedecer y no
habían oído jamás la ley, en sus obras mostraron su obediencia; y losjudíos,
que habían dicho: Todo cuanto dijere el Señor lo haremos y obedeceremos, en
sus obras le desobedecieron. Justamente porque no pensaran que la ley había
de servirles para algo, Él les hace ver que ella había de ser motivo de
mayor condenación. Que es lo mismo que Pablo afirma cuando dice: No los que
oyen la ley son justos delante de Dios, sino los que cumplen la ley serán
justificados. Y notemos que, para que sean ellos mismos quienes se condenen,
les obliga el Señor a responder a su pregunta, que era como pronunciar su
propia sentencia. Lo mismo hace luego en la parábola siguiente de la viña.
Publicanos y rameras van delante
Para conseguirlo, pone la culpa en otra persona. Como directamente no lo
hubieran querido confesar, los va llevando a donde quiere por medio de la
parábola. Mas ya que ellos mismos sin entender lo que decían, pronuncian su
sentencia, el Señor pasa a revelarles lo que estaba como en la penumbra y
les dice: Los publicanos y las rameras se adelantan a vosotros camino del
reino de los cielos. Porque vino Juan a vosotros en camino de justicia, y no
le creísteis, pero los publicanos y las rameras le creyeron. Y vosotros, a
pesar de verlos, no os arrepentisteis luego para creer en él. Si les
hubiera, sin más, dicho: 'Las rameras se os adelantarán', su palabra hubiera
parecido dura; ahora, en cambio, cuando han sido ellos mismos los que han
dado su sentencia, aquella dureza desaparece. De ahí que añade también la
causa. -¿Y qué causa era ésa?-Vino Juan-dice-a vosotros, y no a ellos. Más
aún: Vino en camino de justicia. Porque no vais a acusar a Juan de haber
sido un hombre negligente e inútil. No, su vida fue irreprochable, y su celo
extraordinario; y, sin embargo, no le prestasteis atención. Y, junto con
ésta, otra culpa: que los publicanos se la prestaron. Y otra más todavía:
que ni aun después de ellos creísteis vosotros. Porque su deber era haber
creído antes; mas el no haber creído ni aun después, es pecado que no tiene
ya perdón posible. Grande alabanza de los publicanos y mayor condenación de
fariseos: 'A vosotros vino y no le atendisteis; a los publicanos no vino y
lo recibieron. Y ni aun a éstos queréis por maestros. Mirad por cuántos
modos alaba a los unos y condena a los otros: 'A vosotros vino, no a ellos.
Vosotros no creísteis, y esto no les escandalizó a ellos. Ellos creyeron, y
esto no os aprovechó a vosotros. Por lo demás, decir: Os preceden, no quiere
decir que ellos sigan, sino que, si quieren, tienen esperanza de seguirlos.
Nada, en efecto, como la emulación despierta a la gente grosera. De ahí que
el Señor repita a cada paso: Los últimos serán los primeros, y los primeros
los últimos. Y por eso, para excitar su emulación, les pone delante a
publicanos y rameras. En realidad, éstos son los dos extremos del pecado;
los dos engendrados de un mal amor: la concupiscencia de la carne y la
codicia de la riqueza. Pero con ello les prueba también que creer a Juan es,
sobre todo, obedecer a la ley de Dios. El que las rameras, pues, entraran en
el reino de los cielos no fue obra de sola gracia, sino también de justicia.
Porque no entraron siguiendo en su mala vida, sino obedientes y creyentes,
purificadas y transformadas. Ya veis, pues, cómo con la parábola y luego con
el ejemplo de las rameras quitó dureza, a par que añadió viveza a su
palabra. Porque no les dijo a bocajarro: '¿Por qué no creísteis a Juan
Bautista?' Su procedimiento es más enérgico. Primero les pone el ejemplo de
las rameras y luego añade lo de la fe, convenciéndolos por la evidencia
misma de los hechos de lo imperdonable de su conducta y haciéndoles ver de
paso cómo todo o hacían portemor a los hombres y por vanagloria. Porque si
no confesaban a Cristo, era por temor de ser excomulgados de la sinagoga; y
si de Juan no se atrevían a hablar mal, no era por respeto a su santidad,
sino por temor al pueblo.
De todo lo cual los arguyó con lo dicho, y todavía les asestó más duro golpe
diciendo: Y vosotros, a pesar de saberlo, no os arrepentisteis después para
creer en él. Malo es ya no decidirse por el bien desde el principio, pero
mucho peor no cambiar tampoco después. Esto es lo que señaladamente hace
perversos a muchos y esto es lo que veo pasarles ahora a algunos por su
extremo endurecimiento.
Exhortación a la confianza: una conversión notable
Pero que nadie sea de ésos. Aun cuando hubiereis caído en lo más hondo de la
maldad, nadie desespere de poderse convertir y mejorar. ¿No habéis oído la
historia de la célebre pecadora pública, que dejó primero atrás a todos en
disolución y a todos también oscureció luego por su piedad? No me refiero a
la pecadora de que nos habla el Evangelio, sino a la de nuestros mismos
días, procedente de una de las más corrompidas ciudades de Fenicia. El caso
es que esta mala mujer se hallaba entre nosotros; era la primera actriz del
teatro, su nombre corría de boca en boca por todas partes, no sólo en
nuestra ciudad, sino también en la Cilicia y Capadocia. ¡Cuántas fortunas
hizo dilapidar, a cuántos huérfanos quitó la vida! Muchos la acusaban hasta
de magia, de modo que tendía sus redes no sólo con la belleza de su cuerpo,
sino también con sus maleficios.
Entre sus redes llegó a prender esta mala mujer no menos que al hermano de
la emperatriz. Tal era la tiranía de su belleza. Mas de pronto, no se sabe
cómo, o, mejor dicho, yo lo sé perfectamente; con decidida voluntad, por su
cambio de vida y por la gracia de Dios, que a sí se atrajera, despreció
cuanto antes había amado, tiró por tierra todos los embustes del diablo y
emprendió su carrera hacia el cielo. Realmente, nadie le había ganado en
torpeza cuando actuaba en el teatro; y, sin embargo, a muchas sobrepujó,
luego por su castidad más rigurosa, vestida de saco, y sin dejar ya en toda
su vida este atuendo. Se acudió por causa de ella al prefecto de la ciudad,
fueron soldados bien armados, y no fueron capaces de hacerla volver a la
escena ni sacarla de entre las vírgenes que la habían recogido.
Ella se hizo merecedora de los misterios inefables, mostró un fervor digno
de la gracia que se le había concedido y así terminó su vida, después de
haber lavado por la gracia todos sus pecados y haber practicado después del
bautismo la más alta filosofía. Porque, después de encerrarse a sí misma y
viviendo todo el resto de su vida como en una cárcel, no consintió ni la más
leve mirada a sus antiguos amantes que a ello venían. Así se cumplió aquí
que los últimos serán los primeros, y los primeros los últimos. Tan
necesaria nos es en todo momento un alma inflamada de fervor, y nada hay
entonces que nos impida llegar a ser grandes y admirables.
El que está en pie puede caer, y el que ha caído, levantarse
Nadie, por ende, de los que se hallan en pecado, desespere; nadie tampoco,
de los que practican la virtud, se adormezca ni se fíe de su virtud, pues
muchas veces le pasará delante una ramera. Ni tampoco el pecador desespere,
pues muy posible es que también él pase delante a los primeros. Escuchad lo
que dice Diosa Jerusalén: Díjele después de cometer todas estas impurezas:
Conviértete, y no se convirtió. Lo que quiere decir que, por lo menos cuando
nos volvemos al ardiente amor de Dios, Dios no nos echa ya en cara lo
pasado. No es Dios como los hombres. Dios, si nos arrepentimos, no nos
reprocha lo pasado ni nos dice: ¿Cómo te descuidaste durante tanto tiempo?
Si nos volvemos a Él, nos ama. Lo que cumple es que nos volvamos
debidamente. Unámonos, pues, con Él ardientemente, clavemos nuestros
corazones con su temor. Conversiones así no sólo se han dado en el Antiguo,
sino también en el Nuevo Testamento. ¿Quién fue peor que Manasés? Y, sin
embargo, pudo hacerse a Dios propicio. ¿Quién más afortunado que Salomón? Y,
sin embargo, por haberse adormecido, cayó.
Mas aún, en una sola persona os puedo hacerver lo uno y lo otro: en el padre
mismo de Salomón, Porque David fue en ocasiones bueno y en ocasiones malo.
¿Quién más feliz que Judas? Y, sin embargo, vino a parar en traidor, ¿Quién
más miserable que Pablo? Y, sin embargo, se convirtió en apóstol. ¿Quién
peor que Mateo? Y vino a ser evangelista. ¿Quién más envidiable que Simón? Y
también éste vino a ser el más miserable de todos. ¡Cuántas otras
transformaciones semejantes no cabe citar, ora de antiguo sucedidas, ya de
las que aun ahora suceden diariamente! De ahí que os repito: ni el que está
en el teatro desconfíe ni el que está en la iglesia tenga temeraria
confianza. A éste se le dice: El que crea estar en pie, tema no caiga; y a
aquél: ¿El que cae, no se levanta? Y: Enderezad las manos flojas y las
rodillas desatadas. Nuevamente a los unos les dice: Vigilad. Y a los otros:
Levántate tú que duermes y resucita de entre los muertos. Los unos han de
vigilar por guardar lo que tienen; los otros esforzarse por ser lo que no
son. Aquellos han de guardar la salud; éstos, librarse de su enfermedad.
Porque están ciertamente muy enfermos; y sin embargo, muchos enfermos se
curan, y muchos sanos, si son negligentes, enferman. A los unos se les dice:
Mira que ya estás curado, no peques más, no sea te suceda algo peor. Y a los
otros: ¿Quieres curarte? Pues toma tu camastro y echa a andar y vete a tu
casa.
Porque terrible, terrible parálisis es el pecado, o, por mejor decir, no
sólo parálisis, sino algo más grave. Porque el pecador no sólo es impotente
para el bien, sino muy activo para el mal. Y, sin embargo, aun cuando tal
sea tu situación, con un poco que quieras levantarte, todos tus males pueden
desaparecer. Aun cuando lleves treinta y ocho años enfermo, con un poco de
empeño que pongas en curarte, nadie te lo podrá impedir. También ahora se
presenta delante de ti Cristo y te dice: Toma tu camilla. Basta que quieras:
levántate. No desesperes. No tienes hombre, pero tienes a Dios. No tienes
quien te arroje en la piscina, pero tienes quien hará que no tengas
necesidad alguna de piscina. No tienes quien te meta en ella, pero tienes
quien te manda que tomes tu camilla y camines. Aquí no cabe decir: Mientras
yo bajo, otro se me adelanta. Porque, si tú quieres bajar, nadie hay que te
lo estorbe. Es ésta una gracia que no se gasta ni consume, una fuente que
mana perennemente y de su plenitud nos curamos todos en el cuerpo y en el
alma. Acerquémonos pues, también ahora.
Rahab, mala mujer era, y se salvó. El ladrón, asesino sería, y se convirtió
en ciudadano del paraíso. Judas que estuvo con el Maestro, se hizo traidor;
y el ladrón, estando en la cruz, se hizo discípulo. Tales son las sorpresas
de Dios. De este modo fueron los Magos gloriosos; así el publicano se
convirtió en evangelista; así el blasfemo en apóstol.
El trabajo es breve; el premio, eterno
Mira estos ejemplos y no desesperes jamás. Anímate más bien y levántate a ti
mismo. Basta sólo conque entres por el camino que allí lleva y adelantarás
rápidamente. No te cierres las puertas, no obstruyas la entrada. Breve es el
tiempo presente, escaso el trabajo. Mas aun cuando fuera mucho, ni aun así
habría que desalentarse. Porque, aun cuando no tuvieres este trabajo, el más
bello trabajo que existe, de la penitencia y la virtud, en el mundo,
irremediablemente, tendrás de otro modo trabajos también y fatigas. Si,
pues, en uno y otro caso hay trabajo, ¿por qué no escoger el que lleva
aparejado tan gran fruto y recompensa? Y, a decir verdad, tampoco es igual
uno y otro trabajo. Porque, en los negocios terrenos, los peligros son
continuos, los daños se suceden unos a otros, la esperanza es incierta, la
servidumbre mucha, y el gasto de dinero, de cuerpo y de alma, constante. Y
luego, el fruto y recompensa está siempre muy por bajo de la esperanza, si
es que llegan; pues no siempre dan fruto tantas fatigas en las cosas de la
vida.
Mas aun cuando los negocios no fracasen, sino que den mucho fruto, ése
permanece poco tiempo. Allá cuando viejo, cuando tu capacidad de gozar será
poco menos que nula, te rendirá provecho tu trabajo. Y es de advertir que el
trabajo lo pones en todo el vigor de tu cuerpo; el fruto, en cambio, y el
goce te llega cuando tu cuerpo está ya viejo y agotado, cuando el tiempo ha
marchitado tu sensibilidad y, aun cuando no la hubiere marchitado, la
perspectiva de la muerte no te ha de dejar gozar. No así en la virtud. El
trabajo es en el tiempo de la corrupción y en el cuerpo mortal; la corona,
empero, en cuerpo inmortal y exento de vejez y que no ha de tener fin. El
trabajo es lo primero y breve; la recompensa, posterior y sin término, a fin
de que puedas ya descansar tranquilamente, sin perspectiva de molestia
alguna. Porque allí no hay que temer ya cambio ni decadencia, como aquí.
¿Qué bienes, pues, son éstos, que no son ni seguros, que son breves y de
barro, que antes de aparecer desaparecen, y que se ganan a costa de tantas
fatigas? ¿Y qué bienes hay semejantes a aquéllos, que no se cambian, que no
envejecen, que no nos producen fatiga alguna, y que en el momento mismo de
los combates te traen la corona? Porque el que desprecia las riquezas, aquí
mismo recibe ya su recompensa, libre que se ve de preocupaciones de
envidias, de denuncias, de insidias y de malquerencia. El que vive casta y
moderadamente, aun antes de salir de este mundo, es también coronado y vive
entre delicias, libre igualmente que está de toda indecencia, ridiculez,
peligros, acusaciones y de tantos otros inconvenientes. Y, por modo
semejante, todas las otras virtudes nos dan ya desde aquí su recompensa.
Exhortación final: huyamos del mal, sigamos la virtud
A fin, pues de alcanzar los bienes presentes y venideros, huyamos la maldad
y abracémonos con la virtud. Porque de este modo no sólo viviremos felices
en este mundo, sino que alcanzaremos los bienes eternos, que os deseo a
todos por la gracia y misericordia de nuestro Señor Jesucristo, a quien sea
gloria y poder por los siglos de los siglos. Amén.
(San Juan Crisóstomo, Homilía 67 Obras, BAC (Madrid 1956) 376-385)
Aplicación: P. Ervens Mengelle, I.V.E. - ¿De la viña? Sí, quiero
El domingo pasado, queridos hermanos, vimos cómo Jesucristo empleaba la
imagen de la viña de tan rico contenido en la tradición judía. Acabamos de
escuchar cómo Nuestro Señor vuelve a emplear la misma imagen, pero ahora
para ilustrar un nuevo elemento en relación con la Iglesia (que eso
significa la viña).
1 - La Obediencia de la Fe
La enseñanza del evangelio es clara, pero no deja de ser sorprendente...
sobre todo para los mismos judíos. Afirmar, como lo hace Jesucristo, que las
prostitutas y los publicanos (las dos categorías de pecadores públicos más
rechazadas del momento) le estaban sacando ventaja a quienes eran las
máximas autoridades religiosas, era un afirmación osada, por decirlo suave.
Lo peor es que los mismos líderes judíos habían dado la razón de ello.
Jesucristo simplemente toma nota de lo que pasaba: unos creyeron y otros no.
¿Cómo es el proceso?
Ya lo conocemos: "Por su revelación, Dios invisible habla a los hombres como
a amigos, movido por su gran amor y mora con ellos para invitarlos a la
comunión consigo y en ella recibirlos" (142). Hermosa imagen de lo hecho por
Jesús.
¿Qué debería hacertodo hombre que toma conciencia de esto? "La respuesta
adecuada a esta invitación es la fe... La Sagrada Escritura llama obediencia
de la fe a esta respuesta del hombre a Dios que revela. Obedecer (ob-audire)
en la fe, es someterse libremente a la palabra escuchada, porque su verdad
está garantizada por Dios, la Verdad misma" (142-144). Pensémoslo bien,
someterse libremente, como pasa en el matrimonio (para ambos, cf. Ef 5,21).
Por eso usamos la misma palabra, alianza, para referirnos a ambas
relaciones, la de Dios con el hombre y la del esposo con la esposa.
"De esa obediencia, Abraham es el modelo que nos propone la Sagrada
Escritura. La Virgen María es la realización más perfecta de la misma"
(144). Si queremos entender qué significa eso de someterse libremente acá
están los dos casos que tenemos que mirar detenidamente.
Abraham: salió de entre su familia, su clan, para ir adonde no sabía a
ciencia cierta; jamás llegó a poseer como propia la Tierra Prometida; y
llegó a ofrecer a su propio hijo, Isaac, en sacrificio, hijo que había sido
concebido por fe. No por nada, san Pablo lo llama el padre de todos los
creyentes (cf. 145-146).
Pero la que realiza de la manera más perfecta esa obediencia de la fe, lo
sabemos muy bien, es la Virgen María. Hasta la Escritura lo dice:
bienaventurada tú que has creído. "Durante toda su vida, y hasta su última
prueba, cuando Jesús, su hijo, murió en la cruz, su fe no vaciló" (cf.
148-149): al pie de la cruz, de pie, como reza el antiguo himno Stabat
Mater.
2 - ¿Obediencia Libre?
Ahora ¿qué es lo que nos revela la parábola que Cristo enseña? Sencillamente
saca a la luz cuál es la actitud real que los hombres tienen frente a él, o
sea si realmente existe la fe. ¿En qué se ve? En la acción. El que hace la
voluntad del padre es el hijo que primero rechaza hacer lo que el padre le
pide pero finalmente lo hace. Muéstrame tu fe sin obras que yo por las obras
te mostraré mi fe, dice Santiago (2,18).
Recordemos la imagen usada por Cristo: la viña. Ya el domingo pasado dimos a
entender todo el significado que esa imagen encierra. Con la parábola de
hoy, Jesús nos lleva a considerar un elemento capital de nuestra relación
con la viña y nuestra acción respecto de ella.
Dijimos el domingo pasado que cada sociedad tiene un fin determinado;
incluso más, es ese fin, al cual se lo llama bien común, lo que distingue
una sociedad de otra. Bien común es "el conjunto de aquellas condiciones de
la vida social que permiten a los grupos y a cada uno de sus miembros
conseguir más plena y fácilmente su propia perfección" (1906). Pues bien,
todos hemos de colaborar en ello: "es necesario que todos participen, cada
uno según el lugar que ocupa y el papel que desempeña, en promover el bien
común. Este deber es inherente a la dignidad de la persona humana." (1913),
porque "la sociedad es indispensable para la realización de la vocación
humana" (1886).
Yendo a lo profundo de la cuestión, el Beato Juan XXIII decía así: "La
sociedad humana... tiene que ser considerada, ante todo, como una realidad
de orden principalmente espiritual: que impulse a los hombres, iluminados
por la verdad, a comunicarse entre sí los más diversos conocimientos; a
defender sus derechos y cumplir sus deberes; a desear los bienes del
espíritu; a disfrutaren común del justo placer de la belleza en todas sus
manifestaciones; a sentirse inclinados continuamente a compartir con los
demás lo mejor de sí mismos; a asimilar con afán, en provecho propio, los
bienes espirituales del prójimo. Todos estos valores informan, y al mismo
tiempo, dirigen las manifestaciones de la cultura, de la economía, de la
convivencia social, del progreso y del orden político, del ordenamiento
jurídico y, finalmente, de cuantos elementos constituyen la expresión
externa de la comunidad humana en su incesante desarrollo" (en 1886).
Esto que se dice de la sociedad natural (o sea la familia, el barrio, la
ciudad, la nación, etc.), también se aplica, y con mayor razón, a la
sociedad sobrenatural (es decir el Reino de Dios, la Iglesia), puesto que
con el orden sobrenatural Dios no destruye cuanto de bueno Él mismo había
puesto en la naturaleza. La condición social de la naturaleza del hombre
también es redimida por Cristo.
Dicho sencillamente, todos y cada uno estamos llamados a colaborar en la
viña. Recordemos el reproche que escuchamos en el evangelio del domingo
pasado, hecho al último grupo de trabajadores: ¿Qué hacéis ahí sentados?
Venid también vosotros a trabajar a mi viña.
¿Cómo se hace concretamente esto? "la participación se realiza ante todo con
la dedicación a las tareas cuya responsabilidad personal se asume: por la
atención prestada a la educación de su familia, por la responsabilidad en su
trabajo..." (1914). De nuevo, esto vale tanto para el orden natural como
para el sobrenatural. Y observemos que dice "ante todo", pero no la única
manera. San Juan lo señala claramente: En esto hemos conocido lo que es
amor: en que él dio su vida por nosotros. También nosotros debemos dar la
vida por los hermanos (1Jn 3:16).
3 - Vivir en sociedad es vivir en caridad y viceversa
Es muy fácil excusarse o negarse o simplemente desentenderse de lo que
debemos hacer. ¿Por qué? Veámoslo, ¿por qué en un principio el hijo dijo que
no? Básicamente, por comodidad, o sea, por egoísmo. Pero, luego cambió, es
decir se dio en él una conversión, algo que es constantemente requerido de
nuestra parte: "la participación de todos en la promoción del bien común
implica... una conversión, renovada sin cesar de los miembros de la
sociedad" (1916; cf. 1888).
La sociedad, hemos señalado siguiendo al catecismo, "es indispensable para
la realización de la vocación humana. Ahora, para alcanzar este objetivo es
preciso que sea respetada la justa jerarquía de los valores que subordina
las dimensiones 'materiales e instintivas' del ser del hombre 'a las
interiores y espirituales'..." (1886). La inversión de los medios y de los
fines, que lleva a dar valor de fin último a lo que sólo es medio para
alcanzarlo, o a considerar las personas como puros medios para un fin...
'hacen ardua y prácticamente imposible una conducta cristiana, conforme a
los mandamientos del Legislador Divino' dijo Pío XII (cf. 1887). Si esto se
dice de la sociedad de orden natural ¿con cuánta mayor razón no será verdad
para el orden sobrenatural?
En realidad, la necesidad es incluso mayor. Dada la situación actual del
hombre, herido por el pecado original, se hace virtualmente imposible
alcanzar una sociedad perfecta prescindiendo de la revelación: "sin la ayuda
de la gracia, los hombres no sabrían acertar con el sendero a veces estrecho
entre la mezquindad que cede al mal y la violencia que, creyendo
ilusoriamente combatirlo, lo agrava" (1889)
Esta es la situación real y pruebas más que sobradas las tenemos en lo que
vemos día a día en todas las naciones del mundo. ¿Cuál es el camino? "Es el
camino de la caridad, es decir, del amor de Dios y del prójimo. La caridad
representa el mayor mandamiento social. Respeta al otro y sus derechos.
Exige la práctica de la justicia y es la única que nos hace capaces de ésta.
Inspira una vida de entrega de sí mismo: quien intente guardar su vida la
perderá, y quien la pierda la conservará" (1889).
4 - Conclusión
En síntesis, queridos hermanos, la parábola de hoy, retomando la imagen de
la viña, nos recuerda el misterio del Reino de Dios. Al mismo tiempo, Jesús
nos muestra que, sabiendo escuchar qué es lo que el Padre quiere, es
necesario que lo hagamos.
La Virgen María, como hemos señalado, nos dio un ejemplo de aceptación de lo
que Dios pedía. La segunda lectura también nos recordó el extremo al que
Jesús llegó en su obediencia al Padre. Toca ahora a nosotros ponernos a
trabajar decididamente en la viña para no ser considerados siervos malos y
perezosos, indignos de recibir la paga prometida, que es nada menos que la
vida eterna.
(MENGELLE, E., Dios Padre y su Reino, IVE Press, Nueva York, 2007. Todos los
derechos reservados)
Aplicación: Benjamín Oltra - El amor se expresa en obediencia
En aquel tiempo, dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los ancianos del
pueblo: «¿Qué os parece? Un hombre tenía dos hijos. Se acercó al primero y
le dijo: "Hijo, ve hoy a trabajar en la viña ". Él contestó: "No quiero ".
Pero después se arrepintió y fue».
Mejor es cumplir la voluntad de la persona amada, (en este caso Dios), sin
reconocerla que reconocerla y no cumplirla.
Reconocer la voluntad de la persona amada es aceptar sus razones, comprender
sus motivaciones, conocer sus deseos, darle el sí, llegar a un encuentro a
nivel intelectual no admitiendo, ni consintiendo, fisura ni discusión
alguna; pero eso no es amor. No discutir no es amar.
El amor es una adhesión personal que se traduce en hacer mía la voluntad del
otro. El amor se expresa en la obediencia, pues ésta pone de manifiesto el
interés profundo de la persona en ese momento. Quien ama procura una fusión
de voluntades sin confusión de libertades ni de personalidades. Obedecer no
es acatar y ser uno con la otra persona, no es dejar de ser dos.
Por eso, cuando se dice que dos personas mantienen «relaciones» nunca nos
referimos a que están de acuerdo en el plano intelectual, que aceptan el
principio de Arquímedes o que se creen, a pies juntillas, el teorema de
Pitágoras; sino que nos referimos al plano de la afectividad, que se traduce
en una suma de voluntades que es la obediencia.
«Se acercó al segundo y le dijo lo mismo. Él le contestó: "Voy, señor ".
Pero no fue. ¿Quién de los dos hizo lo que quería el padre ? Contestaron:
"El primero"».
Educar en la voluntad, educar en la obediencia, es preparar para el amor.
Hoy creo que se da una laguna en este campo; maestros y padres están más
ocupados y preocupados por instruir que por educar. Para la inmensa mayoría
de la gente amar es querer, querer para sí, y cuando no quieren se acaba
todo. Creen amar y confunden obediencia por absorción, dependencia o
dominio. Amor y libertad son, para ellos, términos antagónicos hasta el
punto de que cuando dejan de amar se sienten libres. ¡Qué barbaridad!
La obediencia debida al amor es fruto de la razón y de la conciencia del
individuo que caminan juntas: Amo y obedezco cuando pienso y siento al
unísono con otra persona. Por eso puedo definir el amor como un compromiso
con uno mismo hacia la persona del otro.
Jesús les dijo: «Os aseguro que los publicanos y las prostitutas os llevan
la delantera en el camino del Reino de Dios. Porque vino Juan a vosotros
enseñándoos el camino de la justicia y no le creísteis; en cambio, los
publicanos y las prostitutas le creyeron. Y aun después de ver esto vosotros
no os arrepentisteis ni le creisteis».
Son posibles ciertas formas aparentes de obediencia sin amor, ahí están el
acatamiento por temor, interés o negocio, pero es del todo imposible el amor
sin obediencia. La pérdida de interés por complacer al otro, haciendo tuya
su voluntad con alegría, manifiesta tu desinterés por él como persona.
Obedecer pone de manifiesto el deseo de unión personal, corporal y
espiritual. Cuando aparece el desinterés por complacer al otro cumpliendo su
voluntad es que el amor desapareció y no se lo dijiste por caridad, piedad,
miedo o interés. Pone más de manifiesto la ruptura afectivo/amorosa la no
obediencia que la no atracción física.
En el amor obedecemos no por caridad, ni por interés, ni por el ejercicio de
la paciencia, ni por miedo a perder a la persona amada; obedecemos porque la
persona amada encarna nuestras aspiraciones y anhelos.
Éste es el momento en que podemos preguntarnos si Dios, o qué dios, encarna
nuestras aspiraciones y anhelos. A qué Dios servimos y obedecemos.
En este asunto se dan muchas aporías, por ejemplo: hace más por la oración
la lotería que la predicación de los curas. Mientras existan los juegos de
azar habrá gente que rece; los hombres, incluso los creyentes, rezan al Dios
Yahvé para apoyar y conseguir el favor del dios/dinero.
Ridículo pero real. Es más, se le dedica más tiempo, atención, obediencia y
acatamiento a cuanto el dios/dinero requiere para ser conseguido y alcanzado
que al Dios/Amor.
El amor no es amor si no se manifiesta en actos de obediencia, que es
donación desinteresada, nunca en actos de dominio o acatamiento. Para ser
feliz el hombre necesita expresar en su existencia concreta de cada día la
esencia de su ser íntimo y personal. La esencia la expresamos en la
existencia. Lo que somos y sentimos en la intimidad personal lo expresamos
en la vida cotidiana. La persona madura, sana y equilibrada piensa, siente y
actúa al unísono, en cohesión consigo mismo. Si consiente una dicotomía
entre su pensar y actuar da pie a un principio de esquizofrenia muy
peligroso. Contradecirse es de humanos, hasta setenta veces siete, pero lo
grave es vivir en paradoja, en la contradicción por sistema.
Ser y tener la valentía de expresarlo es el fundamento de la felicidad y es
a lo que llamamos autenticidad.
Hay muchos, demasiados, que se ocupan y preocupan por «aparecer» al margen
de toda verdad y autenticidad. Existen y tienen mucho prestigio los expertos
creadores de imagen, es cuestión de política no de ética.
Shekaspeare en «Duque de Kent» presenta un dilema: «Ser lo que pareces o
parecer lo que eres. . .»
Somos lo que elegimos ser. Somos la elección de un modo de vivir, de pensar
y de obedecer.
Hay aspectos, talentos, que recibimos por nacimiento, otros se van
adquiriendo con el pasar del tiempo. Hombre o mujer se nace, persona uno se
hace. Nadie es cristiano por nacimiento, sino que se llega a serlo por
abrazar el destino/designio/vocación en nombre del cual se acepta sacrificar
la propia existencia dando un sí a Dios y cumpliéndolo.
La calidad de vida de un cristiano no depende de los credos o juramentos que
realice, ni de la limpieza de sangre de su linaje; sino de sus actos de
amor, que son de obediencia a Dios. Uno no ama porque cumple una ley, un
derecho, sino porque obedece a una persona.
(BENJAMIN OLTRA COLOMER, SER COMO DIOS MANDA, Una lectura pragmática de San
Mateo, EDICEP. VALENCIA-1995. Págs. 111-113)
Aplicación: P. Raniero Cantalamessa - Las prostitutas en el
Reino
En la parábola, el hijo que dice sí y no obedece representa a aquellos que
conocían a Dios y seguían su Ley, pero después en la práctica, cuando se ha
tratado de acoger a Cristo que era «el fin de la Ley», se han echado atrás.
El hijo que dice no y obedece representa a los que en un tiempo vivían fuera
de la Ley y de la voluntad de Dios, pero después, ante Jesús, se han
arrepentido y han acogido el Evangelio. Leída hoy, la parábola de los dos
hijos dice que para Dios las palabras y las promesas cuentan poco si no se
siguen de las obras.
Sin embargo, explicado el contenido central de la parábola, es necesario
aclarar la extraña conclusión que Jesús saca de ella: «Los publicanos y las
prostitutas llegan antes que vosotros al Reino de Dios». De ninguna
expresión de Cristo se ha abusado más que de ésta. Se ha acabado por crear a
veces una especie de aura evangélica en torno a la categoría de las
prostitutas, idealizándolas y oponiéndolas a los llamados juiciosos, que
serían todos, indistintamente, escribas y fariseos hipócritas. La literatura
está llena de prostitutas «buenas». ¡Basta con pensar en la Traviata de
Verdi, o en la apacible Sonia de Crimen y castigo de Dostojevski! Pero hay
un terrible malentendido. Jesús pone un caso límite, como para decir: «Hasta
las prostitutas –que lo dice todo-- os precederán en el Reino de Dios». No
nos damos cuenta, además, de que idealizando la categoría de las prostitutas
se llega a idealizar también a la de los publicanos que siempre la acompaña
en el Evangelio, esto es, la de los usureros.
Sería trágico si esa parábola del Evangelio hiciera a los cristianos menos
atentos a combatir el fenómeno degradante de la prostitución. Jesús tenía
demasiado respeto por la mujer como para no sufrir, él primero, viéndola
reducida a prostituta. Si la aprecia no es por su manera de vivir, sino por
su capacidad de cambiar y de poner al servicio del bien la propia capacidad
de amar. El Evangelio no empuja pues a campañas moralistas contra las
prostitutas, pero tampoco a bromear con el fenómeno, como si fuera cosa de
nada.
Hoy, entre otras cosas, la prostitución se presenta bajo una forma nueva que
logra hacer dinero a manos llenas, sin los riesgos que siempre han corrido
las pobres mujeres en la calle. Esta forma consiste en ver el propio cuerpo
con la tranquilidad de estar tras una máquina fotográfica o una videocámara.
Lo que la mujer hace –o es obligada a hacer— cuando se presta a la
pornografía y a ciertos excesos de la publicidad es vender el propio cuerpo.
Es una forma de prostitución peor, en cierto sentido, que la tradicional,
porque no respeta la libertad y los sentimientos de la gente, imponiéndose a
menudo públicamente, sin que nos podamos defender de ello.
Fenómenos así suscitarían hoy en Cristo la misma cólera que mostraba por los
hipócritas de su tiempo. Porque se trata precisamente de hipocresía. Fingir
que todo está en su sitio, que es inocuo, que no existe trasgresión alguna,
ni peligro para nadie, dándose hasta un cierto --estudiado— aire de
inocencia e ingenuidad al arrojar el propio cuerpo al pasto de la
concupiscencia de otros.
Pero traicionaría el espíritu del Evangelio si no sacara a la luz la
esperanza que esa parábola de Cristo ofrece a las mujeres que por las
circunstancias más diversas (frecuentemente por desesperación) se han visto
en las calles, víctimas la mayoría de las veces de explotadores sin
escrúpulos. El Evangelio es «evangelio», esto es, buena noticia, anuncio de
rescate, de esperanza, también para las prostitutas. Es más, tal vez primero
que nada para ellas. Jesús ha querido que fuera así.
(P. R. Cantalamessa, Comentario al Evangelio del Domingo, Famiglia
Cristiana)
Aplicación: Padre Jesús Marti Ballester - El Señor espera nuestra
conversión
1. Viene Jesús de Galilea. Viene con sus discípulos en peregrinación para
celebrar la Pascua en la ciudad santa, Jerusalén. En Jericó cura a dos
ciegos. Entra en Jerusalén con aclamaciones y cantos de júbilo. El Domingo
de Ramos: "Jesús arroja del Templo a los que compraban y vendían y derriba
las mesas de los cambistas y los asientos de los vendedores de palomas" (Mt
21,12). Al oír los "Hossannas" de los niños, los príncipes de los sacerdotes
y los escribas se han puesto furibundos.
Jesús aprueba el gesto de los niños y les recuerda a los que protestan que
de ellas brota la verdad: "De la boca de los niños de pecho has hecho salir
la alabanza" (Mt 21,16). Deja a las autoridades y se va a Betania, donde
pasa la noche. Al día siguiente por la mañana, regresa a la ciudad, tiene
hambre y busca higos en la higuera, la maldice porque no tiene, y se seca la
higuera. Era un signo profético sobre el judaísmo, y una realidad de la
esterilidad de nuestra Iglesia hoy y de nuestra vida en concreto. Llega al
Templo y los príncipes de los sacerdotes y los ancianos del pueblo le piden
cuentas: "¿Quién te ha dado tal poder? ¿Con qué autoridad haces esto? -¿Por
qué no seguisteis a Juan?" (Mt 21,23). Viene la parábola de hoy: El primer
hombre que tuvo la idea de escribir, dibujó y pintó árboles, pájaros,
animales. Oriente nos ha conservado sus antiguas escrituras ideográficas,
con imágenes que en hechizan la imaginación de una humanidad menos cerebral.
2. La parábola está en la línea de la cultura primigenia de la imagen. Los
Profetas hablaron en parábolas. Jesús, heredero de los profetas, enseña
también en parábolas: "Un hombre tenía dos hijos: Dice al mayor: Ve a
trabajar en la viña. -No me da la gana, respondió". Mateo 21,28. Hoy, esto
es corriente. Dice el Catecismo (CIC 2216): "El respeto filial se expresa en
la docilidad y la obediencia verdaderas. "Guarda, hijo mío, el mandato de tu
padre y no desprecies la lección de tu madre...en tus pasos ellos serán tu
guía; cuando te acuestes, velarán por tí; conversarán contigo al despertar
(Prv 6,20)".
-El padre calla. Transige. Hoy, también, pero más, hasta posturas
inverosímiles. Pero "El papel de los padres en la educación "tiene tanto
peso que, cuando falta, difícilmente puede suplirse"(GE 3). El derecho y el
deber de la educación son primordiales e inalienables para los padres (FC
36)".
Volvamos a la parábola: El hijo mayor, que había prometido ir y no había
ido: "se arrepintió y fué". Dijo al pequeño. Ve tú a la viña. "Le contestó:
-Voy. Pero no fue". La poca palabra hoy, tan generalizada. El "voy, pero no
va"; la promesa de ayudar incondicionalmente, pero no hacer nada. Son
primero los deberes impuestos por el interés propio los que solicitan la
atención que no se presta a los que nos hemos impuesto y no reportan medros
o beneficios propios. El egoísmo moderno, incluso marcado de asistencia a
los demás, que sólo busca la satisfacción propia de creer haber hecho algo
grande, una locura, con el consiguiente reconocimiento de autocomplacencia,
afirmación propia y la singularidad. La alusión evidente a los sacerdotes,
los cumplidores, los puros, los religiosos, era directa. Jesús sabe que le
van a matar. Está viviendo los últimos días de su vida en Jerusalén. Habla
con claridad y sin miramientos: "Los publicanos y las prostitutas os llevan
la delantera en el reino de Dios, porque al oír a Juan se convirtieron" (Mt
21,32). Les ha pisado todos los callos. Tenían demasiado orgullo aquellos
hombres para recibir esta andanada de Jesús, que no alaba a los publicanos
ni a las prostitutas porque lo son, sino porque se han reconocido, han
pedido perdón y han cambiado de vida.
3. La raza de los fariseos, escribas y sacerdotes, no es sociológica, sino
teológica. Por eso no es cronológica ni racial, sino universal. Ni es
ucrónica, sino actual. Donde hay soberbia, hay fariseísmo. El mensaje de hoy
es que todos necesitamos convertirnos. Que nadie puede tirar la primera
piedra (Jn 8,7). Que no podemos mirar con desprecio a nadie. Aquellos
hombres no escucharon la palabra de Jesús. El evangelio es para nosotros.
¿Lo escuchamos hoy nosotros? Lo escuchamos con eficacia hacia dentro? O
¿tratamos de aplicarlo mentalmente a los demás? "Si recapacitamos y nos
convertimos de los pecados cometidos, ciertamente que viviremos" Ezequiel
18,25.
4. "Señor, enséñame tus caminos. Recuerda que tu ternura y tu misericordia
son eternas. No te acuerdes de los pecados ni de las maldades de mi juventud
" Salmo 24. Con el salmista pidamos lo mismo: que nos enseñe, no sólo la
letra de sus caminos, sino la dulzura que al final comportan. Que nos haga
paladear a placer el gozo de seguirlos, aun antes de reemprenderlos. Así lo
pedía también Moisés para acomodarse a sus exigencias y para poder
corresponder a los proyectos de Dios sobre su propia persona y sobre el
pueblo que él tiene que conducir por esos caminos. Juntamente con el
conocimiento de los caminos del Señor, hemos de pedir el perdón de los
pecados de nuestra juventud inexperta y fogosa, confiándolos a la
misericordia y a la bondad eternas del Señor.
5. Y el Señor nos enseñará su camino, si somos así de humildes. Si nos
mantenemos unánimes y concordes con un mismo amor y un mismo sentir y
consideramos siempre superiores a los demás, si no obramos por envidia ni
con jactancia Filipenses 2,1, si no deseamos ser los primeros en todo, sino
cortésmente, nos apretamos un poquito en la vida, para dejar un huequecito a
los demás. Que lo que hemos prometido en el Bautismo lo cumplamos con
generosidad ayudados por la gracia divina, aunque no nos rinda enteros
materiales y aun a costa de perderlos. Sin esperar recompensa terrena, ni
siquiera de contemplar el fruto de la siembra, que es lo que cosechó el
Maestro a quien debemos servir.
6. Jesús, que se hace el último de todos y el servidor de todos para darnos
vida en abundancia con su muerte, nos de la fuerza para convertirnos y
seguirle por el camino de la cruz a la resurrección. Amén.
Ejemplos
Amo más a los malos
El R. Jacob Jitzchak de Llublin decía: "Amo más al malo que sabe que es malo
que al justo que sabe que es justo. Sin embargo, del malo que se cree
justo se ha dicho la palabra: 'Ni a la entrada del infierno se convierten
porque creen que se les lleva allí para que rescaten almas'".
Sabiduría
" Ser buenos es muy noble. Sin embargo, enseñar a otros cómo ser buenos,
parece más noble aún y no cuesta tanto esfuerzo" (Mark Twain)
(cortesía NBCD y otros)