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Domingo 18 Tiempo Ordinario A - 'Todos comieron hasta saciarse' -  Comentarios de Sabios y Santos: Preparemos con ellos la Acogida de la Palabra de Dios proclamada durante la celebración dominical

Recursos adicionales para la preparación



A su diposición
EXÉGESIS: P. Severiano del Páramo, S. J. La Multiplicación de los panes (Mt.14,13-21)

EXÉGESIS: P. Lic. José A. Marcone, I.V.E. - Nota sobre el verbo kláo (Mt.14,19)

EXÉGESIS: Concordancia Bíblica

COMENTARIO TEOLÓGICO Mons. Fulton Sheen . - El Pan de vida

Santos Padres: San Agustín  - La multiplicación de los panes

Aplicación: San Alberto Hurtado sj - La multiplicación de los panes – Meditación sobre la donación y cooperación

Aplicación: Papa Francisco - El milagro de los panes

Aplicación: Benedicto XVI - Multiplicación de los panes

Aplicación: P. Gustavo Pascual, I.V.E. - La multiplicación de los panes

Aplicación: Beato Manuel González - La multiplicación de los panes y el Sagrario

(puede ver también) Comentarios del ciclo B -  del próximo año: Domingo 17 B

Ejemplos

 

 

La Palabra de Dios y yo - cómo acogerla
Falta un dedo: Celebrarla

 

Las Lecturas del Domingo

EXÉGESIS: P. Severiano del Páramo, S. J. La Multiplicación de los panes (Mt.14,13-21)

14,13. Esta narración de San Mateo hay que completarla con otros datos que nos ofrecen los otros tres evangelistas: San Marcos, San Lucas y San Juan. Si sólo poseyéramos la narración de San Mateo, creeríamos, a juzgar por la frase con que la une al episodio anterior que la razón única que tuvo Cristo para retirarse a otra región había sido huir de las asechanzas que contra él podía tramar Herodes después de haber mandado degollar al Bautista. Sin embargo, aun teniendo en cuenta sólo esta narración, se deduce con claridad que no fue ése el motivo predominante que movió a Jesús a esta determinación. Si así hubiera sido, no se explica cómo, según el mismo evangelista, sólo permaneció en aquel retiro durante algunas horas, ya que al día siguiente le encontramos de nuevo en pleno territorio de Galilea, rodeado, como siempre, de la muchedumbre y enseñándola.

San Marcos expresamente y San Lucas insinuándolo nos dan el principal motivo que tuvo Cristo para retirarse a un lugar apartado. Habían vuelto sus apóstoles de aquel primer ensayo de apostolado que les había enviado y le habían contado todo lo que habían trabajado y predicado, y el Señor quiso premiarles con un pequeño descanso lejos de la muchedumbre, que con tanto ir y venir no les dejaban tiempo tranquilo ni siquiera para comer (Mc 6, 31); San Mateo no señala el sitio desierto donde desembarcó con sus apóstoles. Con todo, por la indicación que más tarde nos hace en el v. 22, se deduce que fue al otro lado del lago Tiberíades, es decir, en la ribera oriental. Más explícito San Lucas; nos dice expresamente que fue Betsaida (9, 10), es decir, Betsaida-Julias, aproximadamente a un kilómetro de la desembocadura del Jordán en el lago. Aquella región, perteneciente a la Galaunítide, estaba bajo el gobierno de Filipo. Al sudeste de dicha población se extiende una gran explanada desde la misma orilla del lago hasta las estribaciones de las próximas montañas. Muy bien puede calificarse dicha explanada de desierto, pues efectivamente todos aquellos contornos de Betsaida estaban deshabitados, formando un fuerte contraste con la llanura de Genesareth, poblada de numerosas aldeas y caseríos, como la describe Flavio Josefo.

No nos dicen nada los evangelistas desde dónde emprendió el viaje Jesús, probablemente desde Cafarnaúm. La muchedumbre pudo averiguar el sitio adonde se dirigía la barca por la dirección que tomaba. Que a pie llegasen antes que Jesús y sus apóstoles, nada tiene de extraño, teniendo en cuenta la corta distancia, ocho a diez kilómetros, y la lentitud con que suelen manejar los remos los pescadores de aquella región cuando no se trata de salir a la pesca. De todos modos es de admirar el entusiasmo y fervor de la muchedumbre, que en tan gran número sigue a Jesús sin reparar en la distancia ni en la dificultad de proveerse de alimentos en aquella región desierta.

14. Estaba próxima la fiesta de la Pascua, como anota San Juan (6, 4), lo cual explica el que se reuniese tan grande muchedumbre, pues probablemente muchos de ellos serían peregrinos que se iban acercando a Jerusalén para la gran solemnidad. El Señor sintió su bondadoso y tierno corazón lleno de compasión y curó a todos los enfermos. No contento con esto, se puso a predicarles detenida y largamente, dice San Marcos (6, 35).

16. Parece que Jesucristo quería sugerirles con estas palabras el recuerdo de los poderes que les había comunicado cuando la mandó por primera vez a predicar (10, 8). Con ellos podían socorrer a los hombres en todas sus necesidades y, por lo tanto, también a aquella muchedumbre en semejantes circunstancias. San Juan añade que Cristo preguntó a Felipe para probarle: ¿Dónde podremos comprar pan para que coman éstos? A lo que contestó Felipe y, según San Marcos, también otros discípulos: Doscientos denarios de pan no bastan para que cada uno tome un poco. Todo esto indica cuán ajenos estaban entonces los apóstoles de pensar en el milagro que Cristo iba a hacer.

17. También aquí San Mateo, resumiendo, como suele en otras ocasiones, calla un detalle que nos da San Juan. Aquellos cinco panes eran de cebada y pertenecían a un muchacho, el cual llevaba también consigo dos peces, sin duda sazonados en conserva, pues advierte San Lucas que fueron partidos en trozos por el mismo Cristo, juntamente con los panes (9, 17).

18. Jesús ordenó que le llevasen los cinco panes y los dos peces y mandó a los apóstoles que hiciesen recostar sobre la hierba a la muchedumbre, repartida en grupos de ciento y de cincuenta (Mc 6, 40). Este detalle de la hierba verde, que recoge también San Juan (6, 10), confirma que la escena tuvo lugar en plena primavera.

19. Jesús tomó en sus manos los cinco panes y los dos peces y, levantando los ojos al cielo, pronunció una bendición. Esta acción de levantar los ojos al cielo era familiar en Jesús cuando se ponía a hacer oración (cf. Mc 7, 34; Jn 11, 41; 17, 1). Al revés de 1os rabinos, que enseñaban que el que ora debía tener sus ojos bajos, clavados en el suelo, y el corazón levantado al cielo. En cambio, era costumbre entre todos los piadosos israelitas recitar una fórmula de bendición antes de tomar cualquier alimento. Estas fórmulas comenzaban siempre con las palabras "Alabado seas, Yahveh, nuestro Dios, rey del mundo, que produjiste el pan de la tierra. Con sus manos partió el pan. Eran los panes en forma de tortas delgadas y duras, que solían partirse fácilmente con las manos y distribuirse en esta forma por el padre de familia o por el que presidía los banquetes entre los comensales. Aquellos trozos de pan y de peces se iban multiplicando en las manos de Cristo y de los discípulos, que los distribuían entre la muchedumbre. Este milagro era una preparación para la fe en el misterio de la Eucaristía. Se compara este texto con 26, 26, donde se describe con parecidas palabras la distribución del pan consagrado en la última cena. San Juan, Capítulo 6, le une con el discurso de la promesa de la Eucaristía y los primeros cristianos, como se ve en las pinturas de las catacumbas, y los Santos Padres vieron en él un signo y figura de este augusto sacramento. Por esta razón, los primeros cristianos y después la Iglesia llamaron al misterio de la Eucaristía fractio panis.

20. Doce canastos, probablemente los capazos de los mismos apóstoles, que en Palestina solían llevar siempre los judíos consigo cuando se desplazaban de un sitio a otro. Los cuatro evangelistas, dos de ellos testigos oculares, dan testimonio del milagro, y la misma frialdad de su narración, sin ninguna muestra por su parte de admiración o de cálido entusiasmo ante tal prodigio, es la mejor prueba de su veracidad.

21. Los cuatro evangelistas coinciden en que el número aproximado era de unas cinco mil personas, sin contar las mujeres y los niños. Esto indica que el recuerdo del prodigio está fresco en la mente de los escritores sagrados. Seguramente, cuando se escribieron los tres primeros evangelios vivían aún algunos de los que habían presenciado el suceso y participado en aquella comida milagrosa, y no se puede creer que iban a hacer circular por Palestina y las regiones vecinas la narración de un hecho falso, relativamente reciente y que muchos podían contradecir.

22. Aquella muchedumbre, influida por las falsas ideas mesiánicas que por entonces enseñaban sus maestros y llena de entusiasmo y fervor patriótico después de aquel milagro tan manifiesto, quiso proclamar allí mismo a Jesús por su rey y forzarle, como claramente indica Juan, a ponerse al frente de ellos y caminar a la conquista de su reino. Aunque los evangelistas no lo dicen claramente, sí parecen insinuar que semejante plan no desagradaba a los apóstoles, y precisamente por esta razón quiso Jesús que se alejasen, para evitar se contagiasen de aquel entusiasmo popular, más político que religioso.

23. Sabemos por otros pasajes evangélicos que Jesús solía con frecuencia retirarse durante las horas de la noche para orar a su Eterno Padre. Singularmente nota San Lucas que hizo oración antes de aquellos dos acontecimientos trascendentales, la elección de los apóstoles (6, 12) y la promesa del primado a San Pedro (9, 18).
(Del Páramo, S.I., La Sagrada ESCRITURA, Nuevo Testamento, Evangelios (I), BAC Madrid 1964, 163-66. Todos los derechos reservados)


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EXÉGESIS: P. Lic. José A. Marcone, I.V.E. - Nota sobre el verbo kláo (Mt.14,19)

Los gestos de Jesús y la Institución de la Eucaristía
El versículo más importante de este evangelio (Mt.14,13-21) es el versículo 19: "Después de mandar a la gente que se sentara sobre la hierba, tomó los cinco panes y los dos peces, levantó los ojos al cielo, dijo la bendición, partió los panes y se los dio a sus discípulos, y los discípulos al pueblo". Es el versículo más importante porque pone en contacto la multiplicación de los panes con la Institución de la Eucaristía. En efecto, los mismos gestos que hizo Jesús al multiplicar los panes los va a repetir antes de la consagración del pan y del vino en la Última Cena: "Mientras estaban comiendo, Jesús tomó pan y, recitando la bendición, lo partió, se lo dio a los discípulos y dijo: 'Tomad, comed; esto es mi cuerpo'." (Mt.26,26). Hay una evidente intención de Nuestro Señor de ir preparando la fe en la Eucaristía con este milagro de la multiplicación de los panes.

La narración del milagro en el evangelio de San Juan
Esta intención de Jesucristo se hace más evidente cuando leemos la narración de este mismo milagro en el evangelio de San Juan. En él, el relato del milagro viene seguido del 'Sermón del Pan de Vida', que culmina con esta revelación: "El pan que yo os daré es mi carne para la vida del mundo. (...) En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo le resucitaré el último día. Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida" (6,51.53-55). Es decir: el milagro de la multiplicación de los panes en San Juan está ordenado a la revelación del misterio de la Eucaristía.

El verbo kláo en la multiplicación de los panes y en la Institución de la Eucaristía
Pero de entre todos los gestos que hizo Jesús al multiplicar los panes y los peces, hay uno que sobresale por su significado eucarístico. Es el gesto que se expresa con la palabra griega klásas. Esta palabra es un participio del verbo kláo, que significa "partir". La traducción literal es: "...tomando los cinco panes y los dos peces, elevando los ojos al cielo, hizo la bendición y partiendo (klásas) los panes, los dio a los discípulos, y los discípulos a la gente".

El verbo kláo es el mismo verbo que se usa en los cuatro relatos de la Institución de la Eucaristía que se encuentran en el Nuevo Testamento. Ellos son:
Mt.26,26: "Mientras estaban comiendo, Jesús tomó pan y, recitando la bendición, lo partió (éklasen), se lo dio a los discípulos y dijo: 'Tomad, comed; esto es mi cuerpo'."
Mc. 14,22: "Y mientras estaban comiendo, tomó pan y, recitando la bendición, lo partió (éklasen), se lo dio y dijo: 'Tomad; esto es mi cuerpo'."

Lc.22,19: "Luego tomó pan y, después de recitar la acción de gracias, lo partió (éklasen) y se lo dio diciendo: 'Esto es mi cuerpo, que es entregado por vosotros; haced esto en memoria mía'."
1Cor.11,23-24: "Yo recibí una tradición procedente del Señor, que a mi vez os he transmitido; y es ésta: que el Señor Jesús, la noche en que era entregado, tomó pan; y después de recitar la acción de gracias, lo partió (éklasen) y dijo: 'Esto es mi cuerpo, que es entregado por vosotros. Haced esto en mi memoria'."

Esta acción sobre el pan (partir), hecha en la multiplicación de los panes y en la Institución misma de la Eucaristía, es un dato de primer orden para poder concluir que en Jesús, al multiplicar los panes, hubo una intención eucarística.

El verbo kláo en el Nuevo Testamento
Pero si extendemos nuestro estudio a todo el Nuevo Testamento quedamos sorprendidos de lo intensamente eucarístico que es este verbo kláo. En primer lugar hay que decir que este verbo aparece 8 veces en los cuatro evangelios y en todos los casos tiene a Jesús como sujeto. De esas 8 veces, 7 se refieren o a la multiplicación de los panes o a la Institución de la Eucaristía. La única vez que Cristo parte el pan y no se refiere a esas dos circunstancias es en el episodio de los discípulos de Emaús, que también, sin duda, tiene un sentido eucarístico.

Luego aparece 6 veces más en el resto del Nuevo Testamento. De estas 6 veces, 5 se refieren sin duda a la Eucaristía.

Por lo tanto, de esas 14 veces, sólo una puede ser que no se refiera a la Eucaristía (Hech.27,35), aunque sí se refiere a la acción de Pablo de partir el pan.
La expresión 'partir el pan'

Pero la revelación definitiva del Espíritu Santo de que con este verbo kláo se expresa la Eucaristía la tenemos en 1Cor.10,16: "La copa de bendición que bendecimos, ¿no es comunión con la sangre de Cristo? El pan que partimos (klômen), ¿no es comunión con el cuerpo de Cristo?". Por lo tanto no queda ninguna duda que la expresión partir el pan es sinónimo de Eucaristía.

Y con este significado lo va a entender la Iglesia naciente. Al punto que no sólo usará la frase verbal partir el pan sino que extraerá del verbo kláo un sustantivo para indicar la Eucaristía: la fracción del pan, en griego: klásis toû àrtou. En los Hechos de los Apóstoles, San Lucas nos da "una especie de definición de la Iglesia, entre cuyos elementos constitutivos enumera la adhesión a la 'enseñanza de los Apóstoles', a la 'comunión' (koinonia), a la 'fracción del pan' y a la 'oración' (cf. Hch 2, 42)." (Benedicto XVI, Deus Caritas est, nº 20). Vemos, entonces, cómo, en esta definición de Iglesia, uno de los elementos constitutivos es la 'fracción del pan', ya convertida en sustantivo.

Y en el versículo 46 de ese mismo capítulo 2 de los Hechos se vuelve a hacer mención de la fractio panis: "Acudían diariamente al templo con perseverancia y animados por un mismo espíritu, partían el pan por las casas y tomaban juntos el alimento con alegría y sencillez de corazón". Respecto a esto dice un exégeta: "No parece que se trate en este caso de banquetes comunes, sino de auténticas celebraciones eucarísticas, hechas no ya en el templo, en donde no habrían tenido ya ningún sentido, (...) sino en las casas privadas, con la alegría (agallíasis) que este encuentro de fe no podía menos de suscitar. Es el término kláo, utilizado sólo para la eucaristía, el que obliga a esta interpretación" (S. Cipriani, Eucaristía, en Nuevo Diccionario de Teología Bíblica, p. 579). La palabra de este exégeta nos confirma, entonces, que el verbo klao se usa solamente para la Eucaristía. Y que con este mismo verbo, a través del sustantivo klásis, se define a la misma Eucaristía en los Hechos de los Apóstoles. Es por esto que el gesto de Jesús al multiplicar el pan tiene inequívocamente un significado eucarístico.

Pero además, en el mismo evangelio de San Lucas se va a hacer mención una vez más de la fractio panis. Se trata del episodio de Jesús con los discípulos de Emaús: "Y estando con ellos a la mesa, tomó el pan, recitó la bendición, lo partió (klásas) y se lo dio" (Lc.24,30). Los discípulos inmediatamente van referir esto a sus hermanos: "Entonces ellos refirieron lo que les había sucedido en el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan (literalmente: en té klásei toû ártou)" (Lc. 24,35).

Y nos llenamos de admiración cuando descubrimos esta frase 'partir el pan' en boca de Jesús (Mc.8,19). O sea que no sólo se trata de un gesto que Jesús hizo, sino que se trata también de una palabra que Jesús usa para definir la multiplicación de los panes. En efecto, en San Marcos se narra una segunda multiplicación de los panes (Mc.8,1-9; también se narra en Mateo, Mt.15,32-38). Terminada ésta, Jesús les recomienda a los discípulos que se guarden de la levadura de los fariseos. Los discípulos se habían olvidado de llevar pan y pensaban que Jesús se refería a eso. Entonces Jesucristo los amonesta: " '¿Por qué estáis comentando que no tenéis pan? ¿Todavía no entendéis ni comprendéis? ¿Tan embotado tenéis el corazón? ¿Teniendo ojos no veis, y teniendo oídos no oís? ¿Pues no os acordáis de cuando partí (éklasa) los cinco panes entre los cinco mil hombres, cuántos canastos llenos de pedazos recogisteis?'. Ellos le responden. 'Doce'. (...) Y les decía: '¿Aún no comprendéis?'." (Mc.8,17-19.21). De manera que la revelación del Espíritu Santo llamando fractio panis a la Eucaristía había sido preparada por boca del mismo Jesucristo que así llamó a lo que la significaba, es decir, a la multiplicación de lo panes.

Un antiguo ejemplo de celebración eucarística
En los Hechos de los Apóstoles hay un ejemplo de celebración eucarística en la Iglesia naciente. Dice exégeta S. Cipriani: "Siguiendo aún con el libro de los Hechos, hay un episodio característico que confirma el uso de la celebración eucarística en las casas particulares, y además en día de domingo.
"En su tercer viaje misionero, al volver a Jerusalén, Pablo se detiene siete días en Tróade: "El primer día de la semana nos reunimos para partir el pan (klásai árton). Pablo, que debía marcharse al día siguiente, estuvo hablando con ellos hasta medianoche" (Hech.20,7), de modo que el pequeño Eutico, que estaba sentado en la ventana, se durmió, cayó del tercer piso y lo levantaron ya cadáver. Pero el apóstol le restituyó prodigiosamente la vida. Luego subió, "partió el pan (klásas tòn árton) y comió, estuvo hablando (homilésas) hasta el alba y se marchó" (20,11).

"Es evidente por todo el conjunto que se está hablando de la celebración eucarística: por dos veces aparece la expresión 'partir el pan'. Además, hay una referencia a la prolongada 'homilía' de Pablo, que debía ser muy probablemente una ilustración del misterio eucarístico" (S. Cipriani, ídem).
Sentido teológico de la expresión 'partir el pan'

El sentido de la expresión 'partir el pan' está expresado en San Pablo: "La copa de bendición que bendecimos, ¿no es comunión con la sangre de Cristo? El pan que partimos, ¿no es comunión con el cuerpo de Cristo? Como es un solo pan, somos, aunque muchos, un solo cuerpo; ya que todos participamos de un solo pan" (1Cor.10,16-17). Por lo tanto, la expresión partir el pan para significar la Eucaristía quiere decir que la Eucaristía, siendo distribuida entre muchos, logra la unidad entre esos muchos. Por lo tanto significa que el Cuerpo de Cristo, llegando a muchos, los une en su mismo Cuerpo. La Eucaristía es un sacramento de unidad.

Sin embargo hay que tener en cuenta que, para que el pan pueda llegar muchos, debe ser, precisamente, partido, es decir, roto. Por eso la expresión partir el pan dice relación al Sacrificio de Cristo. Cristo se convierte en vida y unidad para los demás solamente después de haber sido roto en la cruz, sólo después de haber sido crucificado.

El banquete de la Eucaristía por el que todos llegamos a ser un solo cuerpo es un banquete sacrificial, es un banquete que brota del Sacrificio y solamente tiene sentido en cuanto que proviene de ese sacrificio. Partir el pan significa sacrificar el Cuerpo del Señor. Es la misma lógica del grano de trigo: para que pueda dar frutos debe romperse, debe morir (cf. Jn.12,24).

 

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EXÉGESIS: Concordancia Bíblica
"Llámase Concordia Evangélica el disponer los Evangelios en el orden de la vida de Cristo, desarticulando sus perícopas, fragmentos y versículos para colocarlos según la -probable- cronología; cuyo resultado es una historia de Cristo con las mismas palabras del texto sacro." Esto mismo que dice el P. Castellani respecto a los evangelios enteros, puede hacerse, en escala mucho menor, con una sola perícopa. Es lo que he hecho yo ahora. He tomado el texto del evangelio de San Mateo de hoy como base y lo he completado con los otros tres evangelistas.

En los Evangelios se narran dos multiplicaciones de los panes: la primera es la que encontramos en el evangelio de hoy (Mt.14,13-21), que tiene sus paralelos en Mc.6,30-44; Lc.9,10-17 y Jn.6,1-15. Esta multiplicación de los panes en San Juan es la que sirve de exordio al importantísimo discurso del Pan de Vida, que el P. Castellani llama "el Corazón de la Revelación Cristiana". La segunda multiplicación de los panes la traen Mt.15 y Mc.8. Algunos autores identifican las dos multiplicaciones como si fueran una sola, aduciendo que las segundas de Mt y Mc son duplicados de la primera con una perspectiva teológica distinta. Están equivocados.

Se verá cómo se puede concordar la perícopa de hoy sin que se evidencien contradicciones. De esta manera se ensancha necesariamente el horizonte escriturístico y teológico. Como consecuencia el lector tendrá una visión más completa acerca del contenido de su propia predicación. El texto de Mt.14,13-21, tomado como base, está completo, y está en rojo. San Marcos en azul, San Lucas en marón  y San Juan en verde.

Primera multiplicación de los panes
(
Mt.14,13-21; Mc.6,30-44; Lc.9,10-17; Jn.6,1-15)
12 Llegando después sus discípulos, recogieron el cadáver de Juan el Bautista y lo sepultaron; y fueron a informar a Jesús.
13 Al oírlo Jesús, se retiró de allí en una barca, aparte, a un lugar solitario.
4 Estaba próxima la Pascua, la fiesta de los judíos.
30 Los apóstoles se reunieron con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y lo que habían enseñado.
31 El, entonces, les dice: " Venid también vosotros aparte, a un lugar solitario, para descansar un poco. " Pues los que iban y venían eran muchos, y no les quedaba tiempo ni para comer.
13 En cuanto lo supieron las gentes, salieron tras él viniendo a pie de las ciudades.
14 Al desembarcar, vio mucha gente, sintió compasión de ellos
3 Subió Jesús al monte y se sentó allí en compañía de sus discípulos.
14 y curó a sus enfermos.
34 pues estaban como ovejas que no tienen pastor, y se puso a enseñarles muchas cosas.
15 Al atardecer se le acercaron los discípulos diciendo: " El lugar está deshabitado, y la hora es ya pasada. Despide, pues, a la gente, para que vayan a los pueblos y se compren comida. "
16 Mas Jesús les dijo: " No tienen por qué marcharse; dadles vosotros de comer. "
5 Al levantar Jesús los ojos y ver que venía hacia él mucha gente, dice a Felipe: " ¿Dónde vamos a comprar panes para que coman éstos? "
6 Se lo decía para probarle, porque él sabía lo que iba a hacer.
7 Felipe le contestó: " Doscientos denarios de pan no bastan para que cada uno tome un poco. "
38 El les dice: " ¿Cuántos panes tenéis? Id a ver. " Después de haberse cerciorado...
8 Le dice uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro:
9 " Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces; pero ¿qué es eso para tantos? "
14 Pues había como 5.000 hombres
17 Dícenle ellos: " No tenemos aquí más que cinco panes y dos peces. "
18 El dijo: " Traédmelos acá. "
19 Y ordenó a la gente reclinarse sobre la hierba;
39 Entonces les mandó que se acomodaran todos por grupos sobre la verde hierba.
40 Y se acomodaron por grupos de cien y de cincuenta.
10 Había en el lugar mucha hierba. Se recostaron, pues, los hombres en número de unos 5.000.
19 tomó luego los cinco panes y los dos peces, y levantando los ojos al cielo, pronunció la bendición y, partiendo los panes,
11 después de dar gracias,
19 se los dio a los discípulos y los discípulos a la gente.
12 Cuando se saciaron, dice a sus discípulos: " Recoged los trozos sobrantes para que nada se pierda. "
13 Los recogieron, pues, y llenaron doce canastos con los trozos de los cinco panes de cebada que sobraron a los que habían comido.
20 Comieron todos y se saciaron, y recogieron de los trozos sobrantes doce canastos llenos.
21 Y los que habían comido eran unos 5.000 hombres, sin contar mujeres y niños.

14 Al ver la gente la señal que había realizado, decía: " Este es verdaderamente el profeta que iba a venir al mundo. "
15 Dándose cuenta Jesús de que intentaban venir a tomarle por la fuerza para hacerle rey, huyó de nuevo al monte él solo.

 

Comparando las dos multiplicaciones del evangelio de San Marcos se descubre que en cada una Jesús tiene una intención muy especial.

Primera multiplicación (Marcos 6)
Segunda multiplicación (Marcos 8)
En territorio judío
En territorio pagano de la Decápolis
La inquietud es de los apóstoles y plantean despedir a la gente, sobre la cual Jesús sentía compasión pues andaban como “ovejas sin pastor” (v34). Cita de Isaías 40,11 que los judíos conocían
Cristo toma la iniciativa de ser solidarios con un pueblo que “venían de lejos”, frase de Isaías 60,4 aludiendo a la universalidad del mensaje mesiánico. Los discípulos no toman iniciativa en un pueblo pagano
Jesús "bendijo" los panes, término familiar a los judíos... "eu-logein" en griego.
Jesús "da gracias", término familiar a los paganos... "eu-caristein" en griego.
“Doce canastos”: Eran canastos de mimbre rígido, típico de los judíos.
“Siete cestos”: Estos cestos eran bolsas plegables, propias de los griegos.
"Doce" es la cifra de las "doce tribus de Israel". La primera comunidad "judeo-cristiana" estaba organizada alrededor de los "doce", como los "doce patriarcas" del primer pueblo de Israel.
"Siete" es la cifra de los "siete  diáconos" que organizaron la primera comunidad helenística -suceso extremadamente importante para introducir a los paganos en la Iglesia y darles la impresión de estar a la misma mesa (Hechos 6)
“Cinco mil” hombres alimentados, haciendo referencia a una cantidad indefinida y la comunidad del Espíritu (2 Rey 2,7)
“Cuatro mil” hombres alimentados, haciendo referencia a la universalidad de los cuatro puntos cardinales.

- San Marcos tiene pues el interés de mostrar la evangelización de los paganos en el ministerio de Jesús. Los dos relatos anteriores que hemos compartido en el blog (la curación de la hija de la sirofenicia y la curación del sordomudo) van encaminados también a mostrar la orientación misionera de Jesús. Es necesario que los apóstoles amplíen su horizonte. ¡La Mesa ofrecida por Jesús está abierta a todos!

- El hecho de que los Evangelios de Marcos y Mateo relaten en dos ocasiones la multiplicación de los panes, nos permite pensar que este acontecimiento marcó de manera importante a los primeros cristianos. Tanto que el Evangelio de San Juan, que habitualmente no escribe los acontecimientos de la misma manera que los otros 3, en esta ocasión también relata el hecho, en su capítulo 6, donde nos relata las enseñanzas de Jesús sobre la Eucaristía. En efecto, ese milagro por el que Jesús manifiesta su poder ante los judíos y los paganos, señala por su amplitud uno de los rasgos esenciales del Mesías “colma de bienes a los hambrientos” y prepara a los hombres para acogerlo a él, que es el Pan de vida en el banquete de la eucaristía.

- La compasión de Jesús está bien resaltada en esta narración: sintió compasión por la gente que no tenían que comer y llevaban tres días con él; además, su preocupación se debía también a que si despedía a la gente podían desfallecer por el camino, pues muchos venían de muy lejos. Esta compasión de Jesús se dirige a la necesidad material de la gente. En el relato de la primera multiplicación se resalta que su compasión se debía a que andaban “como ovejas sin pastor”, es decir, se debía al hambre de la Palabra y de la enseñanza.

- La Iglesia, o sea nosotros, hemos recibido también el encargo de anunciar la Palabra y a la vez, de «dar de comer», de ser serviciales, de consentir un mundo más justo. Debemos aprender de Jesús su buen corazón, su misericordia ante las situaciones en que vemos a todo el mundo. Por pobres o alejadas que nos parezcan las personas, Jesús nos ha enseñado a atenderlas y dedicarles nuestro tiempo. No sabremos hacer milagros. Pero hay multiplicaciones de panes -y de paz y de esperanza y de cultura y de bienestar- que no necesitan poder milagroso, sino un buen corazón, semejante al de Cristo, para hacer el bien.

- En el pasaje que contemplamos se subraya también el rol de los discípulos de Jesús. Son asociados al Señor para saciar el hambre de tantos; lanzados por Jesús a la acción; ven bien lo que tienen que hacer, pero no tienen los medios; Jesús pide y acepta su colaboración, pero es Él quien pone la mayor parte y termina la obra de manera espléndida y generosa. Eso mismo pasa hoy: el misionero está llamado a hacer lo puede hacer y con lo que tiene, Jesús terminará la obra, pero no podemos quedarnos ociosos ante la necesidad ajena. Nos llama el Señor a hacer solidarios ante la necesidad material de los hermanos.

- Recogieron siete canastas de los mendrugos sobrantes. En las dos multiplicaciones de panes hay "residuos". Esto indica que el alimento distribuido es inagotable y de que Jesús da mucho más allá de la necesidad inmediata... es el símbolo de un "acto que tendrá que repetirse constantemente", un alimento que debe ponerse sin cesar a disposición de los demás. La sociedad actual maneja unos principios distintos a los de Jesús. La propuesta del “mundo” es la de acaparar, producir hasta el máximo, no importa a expensa de qué o de quiénes. Los bienes de la tierra, abundantes, están en pocas manos y la distribución es desigual. Ante esto la propuesta de Jesús es la de la solidaridad abundante, no la de la simple limosna. No dar de lo que nos sobra, sino de nuestra sustancia.

- Dando gracias, los partió... Es una comida "de acción de gracias" -eucaristía en griego- La alusión es muy clara. Esta relación no puede pasar desapercibida a un lector cristiano: allí también, los primeros oyentes de Marcos se reconocían... el rito esencial de su comunidad era la "cena del Señor". Así como en el relato anterior, el de la curación del sordomudo, hacíamos referencia al rito de iniciación cristiana, el de ahora se dirige a la eucaristía. La Eucaristía es, por otra parte, la multiplicación que Cristo nos regala: su cercanía y su presencia, su Palabra, su mismo Cuerpo y Sangre como alimento. Esa comida eucarística es la que luego nos tiene que impulsar a repartir también nosotros a los demás lo que tenemos: nuestros dones humanos y cristianos, para que todos puedan alimentarse y no queden desmayados por los caminos tan inhóspitos y desesperanzados de este mundo.
(palabrayvalores.blogspot.com


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COMENTARIO TEOLÓGICO Mons. Fulton Sheen . - El Pan de vida

Dos banquetes se celebraron en Galilea en el transcurso de un año: uno en la corte de Herodes, en el cual predicó Juan Bautista, y el otro, al aire libre, servido por nuestro Señor. Había atravesado el mar de Galilea probablemente para escapar de la ira de Herodes, que acababa de asesinar al Bautista, y le siguió una gran muchedumbre, porque veían los milagros que hacía en los enfermos.(Jn. 6,2)
Los motivos que los impulsaban a seguirle eran un tanto confusos; pero cada vez se difundía más la idea de que Él era el Cristo. Grande fue la contrariedad de la gente al ver que Jesús se retiraba a la montaña con sus discípulos. El carro del evangelio se detenía unos momentos para que descansaran un poco los que lo conducían. Debido a que la pascua estaba a las puertas y mucha gente iba a Jerusalén, la multitud alcanzó la cifra de cinco mil personas (sin contar mujeres y niños). Eran muchos lo que venían e iban; de manera que ni tenían tiempo para comer ( Mc 6, 31).

La pequeña ciudad a la que llegaron estaba a unos nueve kilómetros de Cafarnaúm. Cuando nuestro Señor descendió de la barca al llegar a la orilla del lago, la muchedumbre salió a su encuentro. Llevaban con ellos a sus enfermos y estaban hambrientos de más de una manera. No le dieron punto de reposo, no porque creyeran que Él era el Hijo de Dios, sino porque le consideraban como un mago que podría obrar prodigios o un médico que podía curar a los enfermos. Y compadeciéndose de ellos, porque eran como ovejas sin pastor ( Mc 6,34)

Dispuso a las gentes en filas de ciento cincuenta, cada fila sentada un poco más arriba que la otra. En el centro de todos se hallaba de pie nuestro Señor. Para probar a Felipe, Jesús le preguntó: ¿De dónde hemos de comprar pan, para que estos coman? (Jn 6 ,5) Felipe calculó rápidamente y vio que doscientos denarios no serían suficiente para alimentar a toda aquella muchedumbre. Jesús no le preguntaba ¿Cuánto dinero se necesita?, sino que en substancia venía a preguntarle. ¿De dónde saldrá el pan? Felipe debía haberle contestado que aquel que levantaba a los muertos y sanaba a los enfermos podía abastecerlos de pan. Andrés señaló entonces a un muchacho que traía cinco panes de cebaba y dos pescados. Andrés hizo también su parte algo de cálculo aritmético, y preguntó: Mas ¿qué es esto entre tantos? (Jn 6,9)

En el Antiguo Testamento, Dios se complacía en usar cosas triviales e insignificantes para cumplir sus propósitos, tales como arquilla que condujo al niño Moisés a través de las aguas del río hasta las manos de la princesa egipcia, o el cayado de pastor de Moisés que tantos milagros efectuó en Egipto, o la honda de David que venció a los filisteos. Toda vez que ahora se trataba de pan, existía una especie de paralelismo con los gestos que habría de realizar Jesús en la última cena. Y tomando los cinco panes y los dos peces, miró al cielo y los bendijo; y partiendo los panes, dio a los discípulos. ( Mc 6, 41)

De la misma manera que un grano de trigo se multiplica lentamente en el suelo, así el pan y los peces, por un proceso acelerado por obra divina, se multiplicaron hasta que todos pudieron hartarse. Si hubiera repartido dinero, nadie habría creído tener bastante. La naturaleza había de ir tan lejos como le fuera posible, luego Dios pondría el resto.

El efecto que este milagro produjo en la muchedumbre fue impresionante. No había modo de negar que Cristo tuviera poder divino; lo demostró al multiplicar el pan. Hizo que su recuerdo se volviera inmediatamente hacia Moisés, que había dado a sus antepasados el maná en el desierto. ¿Y acaso no había dicho Moisés que él mismo estaba prefigurando al Cristo o Mesías? Yahvé tu Dios levantará para ti de en medio de ti, de entre tus hermanos, un profeta semejante a mí; a él oiréis. ( Dt. 18,15)

 

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Santos Padres: San Agustín - La multiplicación de los panes

Desde este pasaje: «Después de esto se fue Jesús al otro lado del mar de
Galilea, que es el lago de Tiberíades», hasta aquél: «Este es, sin duda, el
gran profeta que ha de venir al mundo»

1. Los milagros que realizó nuestro Señor Jesucristo son, en verdad, obras
divinas, que convidan a la mente hu­mana a elevarse a la inteligencia de
Dios por el espectáculo de las cosas visibles. Dios no es una sustancia tal,
que con los ojos se pueda ver; y los milagros con los que rige el mundo y
gobierna toda criatura han perdido su valor por su asiduidad, hasta el punto
que casi nadie mira con atención las maravillosas y estupendas obras de Dios
en un grano de una semilla cualquiera; y por eso se reservó en su
misericordia algunas para realizarlas en tiempo oportuno, fuera del curso
habitual y leyes de la naturaleza, con el fin de que viendo, no obras
mayores, sino nuevas, asombrasen a quienes no impresionan ya las obras de
todos los días. Porque mayor milagro es el gobierno del mundo que la acción
de saciar a cinco mil hombres con cinco panes. Sin embargo, en aquél nadie
se fija ni nadie lo admira; en ésta, en cambio, se fijan todos con
admiración, no porque sea mayor, sino porque es rara, porque es nueva.
¿Quién es el que alimenta ahora también al mundo entero sino el mismo que
hace que de pocos granos broten mieses abundantes? Obró, pues, como Dios.
Porque lo que hace que de pocos granos se produzcan abundantes mieses, es lo
que multiplica en manos de Cristo los cinco panes. El poder en las manos de
Cristo existía; aquellos cinco panes eran como semillas, no sembradas en la
tierra, sino multiplicadas por el mismo que hizo la tierra. Esto es lo que
se hace presente a los sentidos para levantar nuestro espíritu y se muestra
a los ojos para ejercicio de nuestra inteligencia, con el fin de admirar así
al invisible Dios por el espectáculo de las obras visibles; y así elevados
hasta la fe y purificados por la misma fe, lleguemos a desear ver
invisiblemente al mismo Invisible, que ya conocíamos por las cosas visibles.

2. No basta, sin embargo, contemplar sólo esto en los milagros de Cristo.
Preguntemos a los milagros mismos qué es lo que nos dicen de Cristo, ya que
también tienen su lenguaje, pero es con tal de que se entienda; pues como el
mismo Cristo es la palabra de Dios, así también los hechos del Verbo son
palabras para nosotros. Luego, así como hemos oído la grandeza de este
milagro, investiguemos tam­bién su gran profundidad. No nos contentemos con
la de­lectación meramente superficial; profundicemos su perfecta sublimidad.
Eso mismo que de fuera causa nuestra admi­ración, encierra allá adentro
algo. Hemos visto, hemos con­templado algo grande, algo excelso, algo que es
enteramente divino y que sólo Dios lo puede realizar; y por la obra he­mos
prorrumpido en alabanzas de su Hacedor. Pero así como, si viéramos en un
códice letras hermosamente hechas, no nos satisfaría la sola alabanza de la
perfección de la mano del escritor que tan parecidas e iguales y hermosas
las hizo si no llegamos por la lectura a entender lo que en ellas nos quiso
decir, lo mismo sucede aquí: quienes sólo miran este hecho por de fuera, les
deleita su belleza hasta llegar a la admiración del artífice; más el que lo
entiende es como el que lee. Una pintura se ve de manera distinta que una
escritura. Así, cuando ves una pintura, ya lo has visto todo, ya lo has
alabado todo; en cambio, cuando ves una escritura, no es el todo verla; la
misma escritura te está urgiendo a que la leas. También tú mismo, cuando ves
una escritura y tal vez no sabes leerla, te expresas así: ¿Qué habrá escrito
aquí? Preguntas por lo que está escrito, siendo así que la escritura ya la
ves. Otra cosa muy distinta te va a mostrar aquel a quien tú pides la
explicación de lo que has visto. Aquél tiene unos ojos y tú tienes otros,
¿No veis, acaso, los dos igualmente la escritura? Sí, pero no conocéis
igualmente los signos. Tú, pues, ves y alabas; el otro ve y alaba, lee y
entiende. Puesto que lo hemos visto y lo hemos alabado, leámoslo y
entendámoslo.

3. El Señor sobre la montaña. Vemos mucho más, ya que el Señor sobre la
montaña es el Verbo en las alturas. Por eso, lo que en la montaña se realizó
no es un hecho oscuro y despreciable ni se debe pasar sobre él de ligero,
sino que se debe mirar con toda atención. Vio las turbas y se dio cuenta de
que tenían hambre, y misericordiosamente les dio de comer hasta hartadas, no
sólo con su bondad, sino también con su poder. ¿De qué sirve la bondad sólo,
cuando falta el pan con que alimentar a la hambrienta tur­ba? La bondad sin
el poder hubiera dejado en ayunas y hambrienta a aquella gran multitud.
Finalmente, los discí­pulos que estaban con el Señor se dieron cuenta
también del hambre de las turbas y querían alimentarlas para que no
desfalleciesen; pero no tenían con qué. El Señor pre­gunta dónde se podría
comprar pan para dar de comer a las turbas. Y la Escritura dice: Hablaba así
para probarle. Se refiere al discípulo Felipe, a quien había hecho la
pre­gunta. Porque Él sabía bien lo que iba a hacer. ¿Qué bien intentaba con
la prueba sino mostrar la ignorancia del discípulo? Y tal vez también quiso
significar algo con la revelación de la ignorancia del discípulo. Entonces
aparece­rá, cuando comience a revelarnos el misterio mismo de los cinco
panes e indicarnos su significación. Allí se verá por qué el Señor quiso
mostrar en este hecho la ignorancia del discípulo preguntando lo que El tan
bien sabía. A veces se pregunta lo que no se sabe con la intención de oírlo,
para saberlo, y otras veces se pregunta lo que se sabe con la intención de
saber si lo sabe aquel a quien se hace la pre­gunta. El Señor sabía estas
dos cosas: sabía lo que pre­guntaba, porque sabía bien lo que iba a hacer, y
sabía igualmente que Felipe no lo sabía. ¿Por qué le pregunta sino para
poner al descubierto su ignorancia? Ya se sabrá después, como he dicho, por
qué obró así.

4.Díjole Andrés: Hay aquí un muchacho que tiene cin­co panes y dos peces;
pero ¿qué es esto para tantos? Cuan­do a la pregunta del Señor contesta
Felipe que doscientos denarios no son suficientes para la refección de tanta
gente, había allí un muchacho que llevaba cinco panes de cebada y dos peces.
Y díceles Jesús: Ordenad que la gente se siente. Había allí mucha hierba, y
se sentaron como cinco mil hom­bres. Toma el Señor Jesús los panes y da
gracias, y ordena que se dividan los panes, puestos en presencia de los allí
sen­tados. No eran ya cinco panes, sino lo que había añadido el que hizo la
multiplicación. Y de los peces les dio cuanto querían. Es poco decir que
sació a aquella turba; quedaron, además, muchos fragmentos, que mandó
recoger para que no se perdieran. Con los fragmentos llenaron doce canastos.

5. Voy a abreviar para ir de prisa. Los cinco panes significan los cinco
libros de Moisés. Con razón no son panes de trigo, sino de cebada, ya que
son libros del Antiguo Tes­tamento. Sabéis que la cebada es de tal
naturaleza, que difícilmente se llega a su medula. Está recubierta la medula
misma de una envoltura de paja tan tenaz y tan adherida, que con dificultad
se separa. Así está la letra del Antiguo Testamento; está cubierta con la
envoltura de misterios car­nales; pero, si se logra llegar hasta su medula,
alimenta y sacia. Llevaba, pues, un muchacho cinco panes y dos peces. Si
queremos saber cuál es este muchacho, tal vez es el pue­blo de Israel. Los
llevaba como un niño y sin comer de ellos. Esas cosas que llevaba encerradas
pesaban, y abiertas nu­trían. Los dos peces me parece que significan
aquellos dos sublimes personajes del Antiguo Testamento que eran un­gidos
para santificar y regir al pueblo: el sacerdote y el rey. Y, por fin, llega
en el misterio el mismo que estos per­sonajes significaban; llega, por fin,
el que se mostraba por la medula de la cebada y que se ocultaba por las
pajas de la misma. Llega El solo, reuniendo en sí mismo a ambos personajes,
sacerdote y rey: sacerdote, porque se ofreció a sí mismo a Dios por
nosotros; y rey, porque Él es quien nos rige. Y así queda abierto lo que
llevaba cerrado. Gra­cias a Él, que cumple por sí mismo lo que prometió por
el Antiguo Testamento. Y mandó que se dividiesen los panes, y al hacer la
división se multiplican. Nada más verdadero. Pues estos cinco libros de
Moisés, ¿cuántos libros no han producido al exponerlos, que es como
partirlos, es decir, comentarlos? Más en aquella cebada estaba encubierta la
ignorancia del pueblo, del que se dijo: Cuando se lee a Moisés, cubre un
velo su corazón. En efecto, no se había quitado el velo todavía, porque no
había venido Cristo; no se había todavía rasgado, pendiente El en la cruz,
el velo del templo. El pueblo, pues, ignoraba la ley, y por eso aquella
prueba del Señor se ordenaba a hacer patente la ignorancia del dis­cípulo.


6. No hay circunstancia alguna inútil, todo tiene senti­do; pero hace falta
que haya quien lo entienda. Así, el nú­mero de las personas que fueron
alimentadas significaba el pueblo bajo el dominio de la ley. ¿Por qué eran
cinco mil sino porque estaban bajo el dominio de la ley, que está ex­plícita
en los cinco libros de Moisés? Por la misma razón se colocaban los enfermos
bajo aquellos cinco pórticos y no se curaban. Más el que allí curó al
enfermo es el mismo que alimentó aquí a las turbas con cinco panes. Ellas
estaban sentadas sobre el heno. Es que entendían carnalmente y reposaban
sobre carne: Toda carne es heno ¿Qué signifi­can los fragmentos sino aquello
que el pueblo no pudo co­mer? Hay que ver allí misterios de la inteligencia
que la multitud no puede comprender. ¿Qué hay que hacer, pues, sino que esos
misterios que la multitud no puede entender se confíen a aquellos que son
capaces de enseñar a otros también, como eran los apóstoles? Por eso se
llenaron doce canastos. Esto es un hecho maravilloso, por lo grande que es y
además útil, porque es un hecho espiritual. Quienes lo presenciaron quedaron
pasmados, y nosotros quedamos in­sensibles cuando los oímos. Se hizo para
que ellos lo vieran y se escribió para que nosotros lo oigamos. Lo que ellos
pu­dieron por los ojos, lo podemos nosotros por la fe. Vemos con el espíritu
lo que no podemos con los ojos. Y somos a ellos preferidos, porque de
nosotros se dijo: Bienaventu­rados los que no ven y creen. Y añado que tal
vez hemos comprendido también lo que no comprendió aquella gente. Y
verdaderamente hemos sido alimentados nosotros, porque hemos podido llegar
hasta la medula del grano de cebada.

7.¿Qué dice, finalmente, aquella gente que presenció el milagro? Aquella
gente decía: Este es, sin duda, un profe­ta. Tal vez miraban a Cristo como
profeta, porque estaban sentados sobre heno. Más Él era el Señor de los
profetas, el inspirador y el santificador de los profetas, pero profeta
también; porque se dijo también a Moisés: Levantaré entre ellos un profeta
semejante a ti; semejante en la carne, pero no en la majestad. Claramente se
explica y se lee en los Hechos de los Apóstoles que aquella promesa del
Señor mi­raba a Cristo. El mismo Señor habla así de sí mismo: No existe
profeta alguno sin honor sino en su patria. El Señor es profeta, el Señor es
el Verbo de Dios, y no hay profeta que profetice sin el Verbo de Dios. Con
los profetas está el Verbo de Dios, y profeta es también el Verbo de Dios.
Los tiempos que nos han precedido merecieron profetas inspi­rados y llenos
del Verbo de Dios; nosotros, en cambio, me­recimos al profeta, que es el
mismo Verbo de Dios. Como Cristo es profeta y Señor de los profetas, así
también Cristo es ángel y Señor de los ángeles. El mismo es llamado ángel
del gran consejo. ¿Qué dice, sin embargo, en otro lugar el profeta? Que
ningún legado ni ángel, sino El mismo, ven­dría a salvarlos; es decir, que
no enviaría legado ni ángel, sino que vendría El mismo. ¿Quién vendrá? El
ángel mis­mo. No por un ángel, sino por El, que es ángel y también Señor de
los ángeles. Ángel en latín es heraldo. Si Cristo no anunciara nada, no
sería ángel; como, si no profetizara, tampoco sería profeta. Él nos excita a
la fe, a la conquista de la vida eterna. El anuncia cosas presentes y
predice cosas futuras. Él es ángel, porque anuncia cosas presentes, y
profeta, porque predice las futuras. Es el Señor de los án­geles y de los
profetas, porque el Verbo de Dios se hizo carne.
SAN AGUSTÍN, Tratadossobre el Evangelio de San Juan (t. XIII), Tratado 24,
1-7, BAC Madrid 19682, 541-49

 

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Aplicación: San Alberto Hurtado sj - La multiplicación de los panes – Meditación sobre la donación y cooperación

Introducción
La pusilanimidad es la gran dificultad en el plan de cooperación. "Yo no
valgo nada". Desaliento. "¡Lo mismo da que haga o que no haga! Nuestros
poderes de acción son tan estrechos. ¿Vale la pena mi modesto trabajo? ¿Qué
significa mi abstención? Si yo no me sacrifico, ¡nada se cambia! No hago
falta a nadie... ¿Una vocación más o menos? ¿Lo mismo que un voto más o
menos?". Cuántas vocaciones perdidas. Es el consejo del diablo, que tiene
parte de verdad. Hay que encarar la dificultad: según San Ignacio:
sibiobiciant... quiere que nuestros estudiantes ¡sólo a la verdad se rindan!

La solución
5.000 hombres más las mujeres y niños, ya 3 días hambrientos... ¿Comida? se
necesitan 200 denarios: el sueldo de un año de un obrero y ¡en el desierto!
"¡Diles que se vayan!". Pero Andrés, con buen ojo... 5 panes y 2 peces pero,
¡para qué va a servir esta miseria! Es nuestro mismo problema: la
desproporción.

¡Y qué panes! De cebada, duros como piedra. Los judíos comían de trigo. ¡Y
qué peces! De lago, blandos, chicos, llevados en un saco por un chiquillo,
ya 3 días, con ese calor y en esa apretura... ¡eso sí que era poca y ruin
cosa!

¿Desprecia el Señor esa oblación? No, con su bendición alimenta a todos y
sobra. Ni siquiera las sobras desprecia: 12 canastos. De los peces sobraban
cabezas y espinas y hasta eso lo estima.

El muchacho accedió a dar a Cristo su pobre don, ignorando que iba a
alimentar toda esa muchedumbre. Él creyó perder su bien, pero lo halló
sobrado y cooperó al bien de los demás.

Yo... como esos peces (menos que esos panes) machucados, quizás
descompuestos; pero en manos de Cristo mi acción puede tener alcance divino.

Recuerde a Ignacio, Agustín, Camilo Lellis,Talbot, ruines pecadores que
fueron convertidos en alimento de millares que han comido, y seguirán
alimentándose de ellos. Mi acción, y deseos pueden tener alcance divino y
puedo cambiar la faz de la tierra. No lo sabré. Los peces tampoco. ¿Soy gota
de agua? Piérdame en el cáliz. Si me doy, seré transubstanciado, de lo
contrario, ¡al canal! Una gota entre 2.000.000.000 de hombres. Puedo mucho
si estoy en Cristo, si coopero con Cristo...
(San Alberto Hurtado Un disparo hacia la eternidad, pp 136-137)



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Aplicación: Papa Francisco - El milagro de los panes

El Evangelio nos propone la narración del milagro de los panes; yo quisiera
detenerme sobre un aspecto que siempre me impacta y me hace reflexionar.
Estamos en la orilla del lago de Galilea, la noche se acerca; Jesús se
preocupa por la gente que desde hace tantas horas está con Él: se cuentan
por miles y tienen hambre”.

¿Qué hacer? También los discípulos se plantean el problema y le dicen a
Jesús: ‘Despide a la multitud’, para que vaya a los pueblos y caseríos de
los alrededores y encuentre comida. Pero Jesús dice: ‘Denles de comer
ustedes mismos’.

Los discípulos se quedan desconcertados y responden: ‘No tenemos más que
cinco panes y dos pescados’, como diciendo: sólo lo suficiente para
nosotros.

Jesús sabe bien qué hacer, pero quiere implicar a sus discípulos, quiere
educarlos. La actitud de los discípulos es la actitud humana, que busca la
solución más realista, que no provoque demasiados problemas: Despide a la
gente, que cada uno se las arregle como pueda, por otra parte ya hiciste
tanto por ellos: has predicado, has curado a los enfermos.

La actitud de Jesús es completamente distinta y está dictada por su unión
con el Padre y por la compasión hacia la gente, pero también por su voluntad
de dar un mensaje a los discípulos. Ante a esos cinco panes, Jesús piensa:
¡he aquí la providencia! A partir de este poco, Dios puede hacer salir lo
necesario para todos.

Jesús confía totalmente en el Padre celestial, sabe que para Él todas las
cosas son posibles. Por lo tanto le dice a los discípulos que hagan sentar a
la gente en grupos de cincuenta -no es una casualidad: esto significa que ya
no son una multitud, sino se vuelven comunidades, alimentadas por el pan de
Dios.

Toma los panes y los peces, levanta los ojos al cielo, pronuncia la
bendición -es una clara referencia a la Eucaristía- y después los parte y
comienza a darlos a los discípulos, y los discípulos los distribuyen... ¡y
los panes y los peces no se acaban! He aquí el milagro: más que una
multiplicación es un compartir, animado por la fe y la oración.

Los discípulos lo vieron, pero no comprendieron bien el mensaje. Quedaron
prendados, como la multitud, por el entusiasmo del éxito. Una vez más,
siguieron la lógica humana y no la de Dios, que es la del servicio, del amor
y de la fe.

La fiesta del Corpus Domini nos pide que nos convirtamos a la fe en la
Providencia, que sepamos compartir lo poco que somos y que tenemos, y que no nos encerremos nunca en nosotros mismos.

Pidamos a nuestra Madre María que nos ayude en esta conversión, para seguir
verdaderamente, cada vez más, a ese Jesús que adoramos en la Eucaristía.
(Ángelus del Papa Francisco el domingo 2 de junio de 2013)



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Aplicación: Benedicto XVI - Multiplicación de los panes

Queridos hermanos y hermanas:
El Evangelio de este domingo describe el milagro de la multiplicación de los
panes, que Jesús realiza para una multitud de personas que lo seguían para
escucharlo y ser curados de diversas enfermedades (cf. Mt 14, 14).

Al atardecer, los discípulos sugieren a Jesús que despida a la multitud,
para que puedan ir a comer. Pero el Señor tiene en mente otra cosa: «Dadles
vosotros de comer» (Mt 14, 16).

Ellos, sin embargo, no tienen «más que cinco panes y dos peces». Jesús
entonces realiza un gesto que hace pensar en el sacramento de la Eucaristía:
«Alzando la mirada al cielo, pronunció la bendición, partió los panes y se
los dio a los discípulos, y los discípulos se los dieron a la gente» (Mt 14,
19). El milagro consiste en compartir fraternamente unos pocos panes que,
confiados al poder de Dios, no sólo bastan para todos, sino que incluso
sobran, hasta llenar doce canastos. El Señor invita a los discípulos a que
sean ellos quienes distribuyan el pan a la multitud; de este modo los
instruye y los prepara para la futura misión apostólica: en efecto, deberán
llevar a todos el alimento de la Palabra de vida y del Sacramento.

En este signo prodigioso se entrelazan la encarnación de Dios y la obra de
la redención. Jesús, de hecho, «baja» de la barca para encontrar a los
hombres. San Máximo el Confesor afirma que el Verbo de Dios «se dignó, por
amor nuestro, hacerse presente en la carne, derivada de nosotros y conforme
a nosotros, menos en el pecado, y exponernos la enseñanza con palabras y
ejemplos convenientes a nosotros» (Ambiguum 33: PG 91, 1285 C).

El Señor nos da aquí un ejemplo elocuente de su compasión hacia la gente.
Esto nos lleva a pensar en tantos hermanos y hermanas que en estos días, en
el Cuerno de África, sufren las dramáticas consecuencias de la carestía,
agravadas por la guerra y por la falta de instituciones sólidas.

Cristo está atento a la necesidad material, pero quiere dar algo más, porque
el hombre siempre «tiene hambre de algo más, necesita algo más» (Jesús de
Nazaret, Madrid 2007, p. 315). En el pan de Cristo está presente el amor de
Dios; en el encuentro con él «nos alimentamos, por así decirlo, del Dios
vivo, comemos realmente el “pan del cielo”» (ib., p. 316).

Queridos amigos, «en la Eucaristía Jesús nos hace testigos de la compasión
de Dios por cada hermano y hermana. Nace así, en torno al Misterio
eucarístico, el servicio de la caridad para con el prójimo»
(Sacramentum caritatis, 88).

Nos lo testimonia también san Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de
Jesús. En efecto, Ignacio eligió vivir «buscando a Dios en todas las cosas,
y amándolo en todas las criaturas» (cf. Constituciones de la Compañía de
Jesús, III, 1, 26).

Confiemos a la Virgen María nuestra oración, para que abra nuestro corazón a
la compasión hacia el prójimo y al compartir fraterno.
(Ángelus del Papa Benedicto XVI en el Palacio apostólico de Castelgandolfo
el domingo 31 de julio de 2011)



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Aplicación: P. Gustavo Pascual, I.V.E. - La multiplicación de los panes


Este Evangelio nos relata la primera multiplicación que hizo
Jesús antes de la tercera pascua, la penúltima, de su vida pública[1].

Jesús se retira con sus discípulos a un lugar solitario,
probablemente se enteró de la muerte de San Juan Bautista en alguna ciudad
de Galilea y se retira con sus discípulos a la otra orilla del lago a algún
lugar cercano a Bastida Julias al noroeste del lago de Tiberíades[2].

El fin de la travesía y del retiro se ve frustrado porque al
llegar al lugar “vio mucha gente, sintió compasión de ellos y curó a sus
enfermos”. Cambian los planes de Jesús acomodándose a la voluntad de Dios
manifestada concretamente en aquella muchedumbre que lo buscaba para que
tuviese misericordia de ella. La miseria que manifiesta aquí el evangelista
de la gente es la miseria de la enfermedad física. Marcos manifiesta una
miseria más profunda “andaban como ovejas sin pastor”. Ambas miserias son
propias de la indigencia humana y se relacionan con la ausencia de Dios. La
primera que es consecuencia del pecado original y la segunda que es ausencia
de canales idóneos que comuniquen lo divino. Ambas miserias sólo las puede
solucionar Dios porque puede solucionar su causa. La gente busca a Jesús
porque en el atisba al Mesías prometido, al Dios esperado entre los hombres,
lo han visto realizar signos y quieren aprovecharse de ellos.

Jesús curó a sus enfermos, que serían muchos, pues el número
de hombres solamente era de “unos cinco mil” como apunta el evangelista. El
tiempo pasa y se hace tarde. Los discípulos, que han visto frustrarse su día
de recreación por causa de la gente y notando la hora le dicen a Jesús que
los despida para que vayan a comer a sus casas. Jesús conocía la voluntad
del Padre, ellos no. Jesús sabía el signo que iba a realizar, ellos miraban
humanamente la situación. Les dice “no tienen por qué marcharse; dadles
vosotros de comer”. No sólo no piensa como ellos en cuanto a la gente, no
quiere que se vayan, sino que además, les dice que les den de comer,
¡pequeña tarea!, seguir trabajando y además conseguir alimento para una
multitud. ¿Qué hacen? Comienzan a dar soluciones. Soluciones humanas y
risibles: comprar alimento en la ciudad con doscientos denarios, repartir
cinco panes y dos peces, y creo la más fácil, despedirlos. En ningún momento
piensan en el milagro, a pesar, que han visto infinidad de milagros que ha
hecho Jesús.

Hay en nuestras vidas situaciones como ésta en la que
tenemos que buscar una solución y humanamente es imposible. Hay que
discernir… Si es como la de los discípulos, los cuales, se encontraron, sin
ellos buscarlo, en situación de dar una respuesta a un hecho real que los
superaba, o si es una situación en la que nos hemos puesto imprudentemente,
situación que hemos buscado tentando a Dios y nos vemos sin salida posible.
La solución de la primera es la confianza absoluta en Dios y la esperanza en
el milagro. Esta situación la han vivido los santos en sus vidas y su
santidad está salpicada de estos abandonos absolutos en Dios y en su
omnipotencia. La segunda situación es distinta. Dios nunca nos va a
abandonar pero tampoco podemos pretender que salgamos ilesos en ella. Muchas
veces, salir de una situación imprudente que hemos provocado implicará
dolores de cabeza, renuncias inevitables, sufrimientos, momentos de casi
desesperación, angustias profundas y hasta trastornos psicosomáticos. En
este caso Dios permite la situación para enseñarnos. En el primero quiere
esa situación para su gloria.

Los discípulos se quedaron en soluciones humanas, todas
inútiles. Jesús les solucionó el problema por un milagro. Ellos, no fueron
muy buenos colaboradores con la solución al problema pero si lo fueron en la
docilidad a la obra de Jesús. En esta situación deberían haber dicho: dinos
que hacer, es decir, abandonarse en el poder y la misericordia de Jesús.

Jesús podría haber hecho una multiplicación de panes de la
nada, sin embargo, utiliza una cantidad numérica de panes que aportan los
discípulos que consiguieron de algunos prudentes devotos. “Cinco panes y dos
peces” no es mucho, es una miseria, pero Jesús ensambla su omnipotencia a la
miseria y resulta una maravilla. ¡Cuántas veces nos guardamos nuestra
poquedad pareciéndonos inútil! ¡Cuántas veces decimos: que es esto que puedo
hacer comparado con todo lo que hay que hacer! ¡Qué es mi gota de agua
comparada al agua del mar! Y dejamos de aportar lo poco que tenemos. Si los
que dieron los panes y los peces se los hubiesen guardado no habrían saciado
a multitud tan inmensa. Claro que no fue solo la poquedad que recogieron los
apóstoles sino esa poquedad en manos de Jesús. Nuestro pobre y pequeño
aporte se agiganta insospechadamente en manos de Jesús o ¿acaso creemos que
los santos fueron hombres de grandes aportaciones? No, ningún hombre puede
aportar mucho porque es indigente pero aportaron lo suyo dejándolo en manos
de Dios y Dios hizo con ellos obras magníficas. Cinco panes y dos peces,
panes de cebada y peces no precisamente muy frescos.

Si Dios nos pone en situaciones límites y requiere una
respuesta nuestra tenemos que abandonar nuestros pensamientos humanos y
abandonarnos en Jesús, abandonar nuestra poquedad en sus manos para ser
colaboradores aptos en su obra.

Los apóstoles ayudaron a ordenar a la gente y los cinco
panes y los dos peces se multiplicaron en manos de Jesús y en sus propias
manos. Esta multiplicación y los gestos que Jesús hizo antes de realizar el
milagro “y levantando los ojos al cielo, pronunció la bendición y,
partiéndolos, dio los panes” recordarían a los discípulos en la última cena
el haberlos visto antes y luego de Pentecostés reconocerían la figura y la
realidad y multiplicarían el Cuerpo de Jesús a los fieles como alimento de
vida eterna.

En los discípulos se manifestó una prudencia humana, al
menos: “despide, pues, a la gente” pero la gente y Jesús parecen carecer de
ella. La gente buscaba en Jesús la ayuda a su indigencia y escuchaba sus
palabras con gusto, con un gusto tan grande que se olvidaban de comer el pan
material. Es que el pan de la Palabra sacia mucho más que el pan material. Y
buscando a un guía veraz, a un buen pastor y recogiendo de su misericordia
el remedio a sus enfermedades crecía el amor y el amor atropella con la
prudencia humana y es comprensible en los simples. Jesús “sintió compasión”
llevado también por el amor a los hombres y dejó de lado la prudencia humana
para usar de la prudencia del amor, manifestada en algo sobrehumano, el
signo de la multiplicación de panes. Ellos no sabían qué iba a suceder y se
olvidaron de comer cautivados por aquel hombre compasivo. Él sabía lo que
iba a hacer y espero una situación angustiante para hacer más ostensible su
revelación como Mesías a través del signo.

Pero, lo que suele suceder, los pensamientos de los hombres
son terrenos y carnales. Ellos al ver el signo quisieron proclamarlo rey del
pan, confundieron al verdadero Mesías con un mesías restaurador temporal y
Jesús “obligó” a los discípulos a irse, no fuera que también se contagiaran
de este error nefasto, y Él se retiró sólo a la oración para desahogar ante
su Padre celestial la incomprensión de los hombres.
(Gustavo Pascual I.V.E.)

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Aplicación: Beato Manuel González - La multiplicación de los panes y el Sagrario

El Sagrario dejó de ser el nido de amores, el alcázar de la dicha, la sala del festín, la casa solariega de los cristianos, y se fue trocando poco a poco en casa muy respetable, es verdad, pero tan aislada como respetable y tan inaccesible como aislada.

Yo no sé que se haya hecho jamás más daño a la vida cristiana como con este retirar de su circulación el Sagrario.

El cristianismo es el Sagrario, y, aunque ésta no sea la ocasión de demostrarlo, vosotros afirmaréis conmigo que el Sagrario en nuestra religión no es un remate más o menos airoso de sus cimas, ni un broche de oro que lo cierra, ni una de las instituciones que lo embellecen, sino que la Eucaristía, el Sagrario, es todo el cristianismo, es el principio, fin y razón de ser de sus dogmas y su moral, de sus sacrificios y de sus virtudes, de sus bellezas y sus milagros…

Yo no puedo pensar que sería un cristianismo sin Eucaristía, porque su Fundador no quiso que lo hubiera. Pero sí digo que el actual cristianismo todo es con, por y para la Eucaristía, y sin ella, no titubeo decirlo, el cristianismo es nada, de tal modo que puede formularse esta regla cierta: a más frecuencia de Sagrario, más cristianismo; a menos Sagrario menos cristianismo.

Pues bien, el pueblo aquel que llenaba nuestros templos y dejó de frecuentar el Sagrario, llegó a olvidar prácticamente que el Sagrario era ante todo lo grande e insustituible casa de comida de las almas y a persuadirse de que era sólo el lugar de recreo o tribunal para premiar a los santos o trono altísimo de la majestad de Dios y terminó por dejar sólo el Sagrario para los santos o para los que quieran andar por caminos más estrechos.

Nuestro pueblo llegó a creerse, prácticamente al menos, que podía conservarse en un cristianismo regular y de modestas pretensiones sin Sagrario o sin mucho Sagrario. ¡Qué error! ¡Como si se pudiera vivir sin comer!

Hambre sin hartura

Y ¿qué pasó? Que de aquellos pueblos de Comuniones una sola vez al año; de Manifiestos en tronos colocados en lo más alto del altar mayor y bendiciones con el Santísimo sólo en las fiestas principales, de niños que llevaban en escuelas cristianas siete u ocho años sin comulgar más que una sola vez,…

Estos males que hemos padecido de prensa, de modas, de gobierno, si no su principio, su fomento lo han tenido esa falta de reservas, en esa desnutrición en que ha sorprendido al pueblo que fue cristiano.

Desfallecerán en el camino…

¡Con qué triste fidelidad se ha cumplido la predicción del Profeta: “Se arideció mi corazón porque dejé de comer mi pan!”.

Cuando yo veo esas turbas que pueblan los alrededores de nuestros templos y en las lágrimas de sus ojos y en el rechinar de sus dientes y en la postración exterior de sus cuerpos, adivino los desengaños, las desesperaciones y las rabias de sus adentros, como si fueran incurables, teniendo tan cerca el Médico, no puedo menos de acordarme de la gran lástima con el que el Maestro vaticinaba estas hambres la tarde de la multiplicación del pan; “Si los envío a sus casas en ayunas, desfallecerán en el camino”

¡Ay! Qué relieve tan triste toman estas palabras aplicadas a esas muchedumbres que viven desesperadas en torno de nuestros Sagrarios, que los poblaron un tiempo aun olvidándose de sí mismos, hasta que llegó el día en que predominó el criterio humano que expresaban algunos de los apóstoles, todavía terrenos: Y las turbas fueron despedidas de la compañía de Jesús sin que se les diera el pan de la multiplicación y se cumplieron aquellos pobres despedidos los temores del Corazón de Jesús. ¡Desfallecieron de hambre en el camino y no tuvieron fuerzas para volver! ¡Y ahora que no se me diga que el pueblo no comulga porque se fue! Y está muy ido, que yo digo que lo contrario es la verdad, que el pueblo se fue porque no se le dio de comulgar.
(Beato Manuel González. Obras Completas. Tomo I. pag. 49 ss. Todos los derechos reservados)

(cortesia: iveargentina.org et alii)

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Ejemplos

Ejemplos del domingo 17 b (del próximo año)

Los mártires de Abitina

“Sine dominico non possumus” En Abitina, pequeña localidad de la actual Túnez, 49 cristianos fueron sorprendidos un domingo mientras, reunidos en la casa de Octavio Félix, celebraban la Eucaristía desafiando así las prohibiciones imperiales.
Tras ser arrestados fueron llevados a Cartago para ser interrogados por el procónsul Anulino. Fue significativa, entre otras, la respuesta que un cierto Emérito dio al procónsul que le preguntaba por qué habían transgredido la severa orden del emperador?
Respondió: “Sine dominico non possumus”; es decir, sin reunirnos en asamblea el domingo para celebrar la Eucaristía no podemos vivir. Nos faltarían las fuerzas para afrontar las dificultades diarias y no sucumbir.
Después de atroces torturas, estos 49 mártires de Abitina fueron asesinados. Así, con la efusión de la sangre, confirmaron su fe. Murieron, pero vencieron; ahora los recordamos en la gloria de Cristo resucitado.

 

 

 

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