Domingo 16 del Tiempo Ordinario A - 'El Trigo y la Cizaña, El Grano de Mostaza, La Levadura' - Comentarios de Sabios y Santos II: con ellos preparamos la Acogida de la Palabra de Dios proclamada durante la celebración de la Misa dominical
Recursos adicionales para la preparación
A su disposición
Directorio Homilético: Decimosexto domingo del Tiempo Ordinario A
Exégesis: W. Trilling - Parábola de la cizaña (Mt 13,24-30. 36-43).
Comentario Teológico: P. Leonardo Castellani . Parábola del Trigo y la Cizaña I
Santos Padres: San Juan Crisóstomo - Diferencia entre la parábola del sembrador y la de la cizaña
Aplicación: P. José A. Marcone, I.V.E. - La parábola del trigo y la cizaña (Mt 13,24-43)
Aplicación: P. Gustavo Pascual, I.V.E. - El trigo y la cizaña, Mt 13, 24-30
Directorio Homilético: Decimosexto domingo del Tiempo Ordinario
CEC 543-550: el Reino de Dios
CEC 309-314: la bondad de Dios y el escándalo del mal
CEC 825, 827: la mala hierba y la semilla del Evangelio en cada uno de
nosotros y en la Iglesia
CEC 1425-1429: la necesidad de una conversión continua
CEC 2630: la oración de petición habla profundamente a través del Espíritu
Santo
El anuncio del Reino de Dios
543 Todos los hombres están llamados a entrar en el Reino. Anunciado en
primer lugar a los hijos de Israel (cf. Mt 10, 5-7), este reino mesiánico
está destinado a acoger a los hombres de todas las naciones (cf. Mt 8, 11;
28, 19). Para entrar en él, es necesario acoger la palabra de Jesús:
La palabra de Dios se compara a una semilla sembrada en el campo: los que
escuchan con fe y se unen al pequeño rebaño de Cristo han acogido el Reino;
después la semilla, por sí misma, germina y crece hasta el tiempo de la
siega (LG 5).
544 El Reino pertenece a los pobres y a los pequeños, es decir a los que lo
acogen con un corazón humilde. Jesús fue enviado para "anunciar la Buena
Nueva a los pobres" (Lc 4, 18; cf. 7, 22). Los declara bienaventurados
porque de "ellos es el Reino de los cielos" (Mt 5, 3); a los "pequeños" es a
quienes el Padre se ha dignado revelar las cosas que ha ocultado a los
sabios y prudentes (cf. Mt 11, 25). Jesús, desde el pesebre hasta la cruz
comparte la vida de los pobres; conoce el hambre (cf. Mc 2, 23-26; Mt
21,18), la sed (cf. Jn 4,6-7; 19,28) y la privación (cf. Lc 9, 58). Aún más:
se identifica con los pobres de todas clases y hace del amor activo hacia
ellos la condición para entrar en su Reino (cf. Mt 25, 31-46).
545 Jesús invita a los pecadores al banquete del Reino: "No he venido a
llamar a justos sino a pecadores" (Mc 2, 17; cf. 1 Tim 1, 15). Les invita a
la conversión, sin la cual no se puede entrar en el Reino, pero les muestra
de palabra y con hechos la misericordia sin límites de su Padre hacia ellos
(cf. Lc 15, 11-32) y la inmensa "alegría en el cielo por un solo pecador que
se convierta" (Lc 15, 7). La prueba suprema de este amor será el sacrificio
de su propia vida "para remisión de los pecados" (Mt 26, 28).
546 Jesús llama a entrar en el Reino a través de las parábolas, rasgo típico
de su enseñanza (cf. Mc 4, 33-34). Por medio de ellas invita al banquete del
Reino(cf. Mt 22, 1-14), pero exige también una elección radical para
alcanzar el Reino, es necesario darlo todo (cf. Mt 13, 44-45); las palabras
no bastan, hacen falta obras (cf. Mt 21, 28-32). Las parábolas son como un
espejo para el hombre: ¿acoge la palabra como un suelo duro o como una buena
tierra (cf. Mt 13, 3-9)? ¿Qué hace con los talentos recibidos (cf. Mt 25,
14-30)? Jesús y la presencia del Reino en este mundo están secretamente en
el corazón de las parábolas. Es preciso entrar en el Reino, es decir,
hacerse discípulo de Cristo para "conocer los Misterios del Reino de los
cielos" (Mt 13, 11). Para los que están "fuera" (Mc 4, 11), la enseñanza de
las parábolas es algo enigmático (cf. Mt 13, 10-15).
Los signos del Reino de Dios
547 Jesús acompaña sus palabras con numerosos "milagros, prodigios y signos"
(Hch 2, 22) que manifiestan que el Reino está presente en El. Ellos
atestiguan que Jesús es el Mesías anunciado (cf, Lc 7, 18-23).
548 Los signos que lleva a cabo Jesús testimonian que el Padre le ha enviado
(cf. Jn 5, 36; 10, 25). Invitan a creer en Jesús (cf. Jn 10, 38). Concede lo
que le piden a los que acuden a él con fe (cf. Mc 5, 25-34; 10, 52; etc.).
Por tanto, los milagros fortalecen la fe en Aquél que hace las obras de su
Padre: éstas testimonian que él es Hijo de Dios (cf. Jn 10, 31-38). Pero
también pueden ser "ocasión de escándalo" (Mt 11, 6). No pretenden
satisfacer la curiosidad ni los deseos mágicos. A pesar de tan evidentes
milagros, Jesús es rechazado por algunos (cf. Jn 11, 47-48); incluso se le
acusa de obrar movido por los demonios (cf. Mc 3, 22).
549 Al liberar a algunos hombres de los males terrenos del hambre (cf. Jn 6,
5-15), de la injusticia (cf. Lc 19, 8), de la enfermedad y de la muerte (cf.
Mt 11,5), Jesús realizó unos signos mesiánicos; no obstante, no vino para
abolir todos los males aquí abajo (cf. LC 12, 13. 14; Jn 18, 36), sino a
liberar a los hombres de la esclavitud más grave, la del pecado (cf. Jn 8,
34-36), que es el obstáculo en su vocación de hijos de Dios y causa de todas
sus servidumbres humanas.
550 La venida del Reino de Dios es la derrota del reino de Satanás (cf. Mt
12, 26): "Pero si por el Espíritu de Dios expulso yo los demonios, es que ha
llegado a vosotros el Reino de Dios" (Mt 12, 28). Los exorcismos de Jesús
liberan a los hombres del dominio de los demonios (cf Lc 8, 26-39).
Anticipan la gran victoria de Jesús sobre "el príncipe de este mundo" (Jn
12, 31). Por la Cruz de Cristo será definitivamente establecido el Reino de
Dios: "Regnavit a ligno Deus" ("Dios reinó desde el madero de la Cruz",
himno "Vexilla Regis").
La providencia y el escándalo del mal
309 Si Dios Padre Todopoderoso, Creador del mundo ordenado y bueno, tiene
cuidado de todas sus criaturas, ¿por qué existe el mal? A esta pregunta tan
apremiante como inevitable, tan dolorosa como misteriosa no se puede dar una
respuesta simple. El conjunto de la fe cristiana constituye la respuesta a
esta pregunta: la bondad de la creación, el drama del pecado, el amor
paciente de Dios que sale al encuentro del hombre con sus Alianzas, con la
Encarnación redentora de su Hijo, con el don del Espíritu, con la
congregación de la Iglesia, con la fuerza de los sacramentos, con la llamada
a una vida bienaventurada que las criaturas son invitadas a aceptar
libremente, pero a la cual, también libremente, por un misterio terrible,
pueden negarse o rechazar. No hay un rasgo del mensaje cristiano que no sea
en parte una respuesta a la cuestión del mal.
310 Pero ¿por qué Dios no creó un mundo tan perfecto que en él no pudiera
existir ningún mal? En su poder Infinito, Dios podría siempre crear algo
mejor (cf S. Tomás de A., s. th. I, 25, 6). Sin embargo, en su sabiduría y
bondad Infinitas, Dios quiso libremente crear un mundo ``en estado de vía"
hacia su perfección última. Este devenir trae consigo en el designio de
Dios, junto con la aparición de ciertos seres, la desaparición de otros;
junto con lo más perfecto lo menos perfecto; junto con las construcciones de
la naturaleza también las destrucciones. Por tanto, con el bien físico
existe también el mal físico, mientras la creación no haya alcanzado su
perfecciGn (cf S. Tomás de A., s. gent. 3, 71).
311 Los ángeles y los hombres, criaturas inteligentes y libres, deben
caminar hacia su destino último por elección libre y amor de preferencia.
Por ello pueden desviarse. De hecho pecaron. Y fue así como el mal moral
entró en el mundo, incomparablemente más grave que el mal físico. Dios no es
de ninguna manera, ni directa ni indirectamente, la causa del mal moral, (cf
S. Agustín, lib. 1, 1, 1; S. Tomás de A., s. th. 1-2, 79, 1). Sin embargo,
lo permite, respetando la libertad de su criatura, y, misteriosamente, sabe
sacar de él el bien:
Porque el Dios Todopoderoso... por ser soberanamente bueno, no permitiría
jamás que en sus obras existiera algún mal, si El no fuera suficientemente
poderoso y bueno para hacer surgir un bien del mismo mal (S. Agustín,
enchir. 11, 3).
312 Así, con el tiempo, se puede descubrir que Dios, en su providencia
todopoderosa, puede sacar un bien de las consecuencias de un mal, incluso
moral, causado por sus criaturas: "No fuisteis vosotros, dice José a sus
hermanos, los que me enviasteis acá, sino Dios... aunque vosotros pensasteis
hacerme daño, Dios lo pensó para bien, para hacer sobrevivir... un pueblo
numeroso" (Gn 45, 8;50, 20; cf Tb 2, 12-18 Vg.). Del mayor mal moral que ha
sido cometido jamás, el rechazo y la muerte del Hijo de Dios, causado por
los pecados de todos los hombres, Dios, por la superabundancia de su gracia
(cf Rm 5, 20), sacó el mayor de los bienes: la glorificación de Cristo y
nuestra Redención. Sin embargo, no por esto el mal se convierte en un bien.
313 "Todo coopera al bien de los que aman a Dios" (Rm 8, 28). E1 testimonio
de los santos no cesa de confirmar esta verdad:
Así Santa Catalina de Siena dice a "los que se escandalizan y se rebelan por
lo que les sucede": "Todo procede del amor, todo está ordenado a la
salvación del hombre, Dios no hace nada que no sea con este fin" (dial.4,
138).
Y Santo Tomás Moro, poco antes de su martirio, consuela a su hija: "Nada
puede pasarme que Dios no quiera. Y todo lo que El quiere, por muy malo que
nos parezca, es en realidad lo mejor" (carta).
Y Juliana de Norwich: "Yo comprendí, pues, por la gracia de Dios, que era
preciso mantenerme firmemente en la fe y creer con no menos firmeza que
todas las cosas serán para bien..." "Thou shalt see thyself that all MANNER
of thing shall be well " (rev.32).
314 Creemos firmemente que Dios es el Señor del mundo y de la historia. Pero
los caminos de su providencia nos son con frecuencia desconocidos. Sólo al
final, cuando tenga fin nuestro conocimiento parcial, cuando veamos a Dios
"cara a cara" (1 Co 13, 12), nos serán plenamente conocidos los caminos por
los cuales, incluso a través de los dramas del mal y del pecado, Dios habrá
conducido su creación hasta el reposo de ese Sabbat (cf Gn 2, 2) definitivo,
en vista del cual creó el cielo y la tierra.
825 "La Iglesia, en efecto, ya en la tierra se caracteriza por una verdadera
santidad, aunque todavía imperfecta" (LG 48). En sus miembros, la santidad
perfecta está todavía por alcanzar: "Todos los cristianos, de cualquier
estado o condición, están llamados cada uno por su propio camino, a la
perfección de la santidad, cuyo modelo es el mismo Padre" (LG 11).
827 "Mientras que Cristo, santo, inocente, sin mancha, no conoció el pecado,
sino que vino solamente a expiar los pecados del pueblo, la Iglesia,
abrazando en su seno a los pecadores, es a la vez santa y siempre necesitada
de purificación y busca sin cesar la conversión y la renovación" (LG 8; cf
UR 3; 6). Todos los miembros de la Iglesia, incluso sus ministros, deben
reconocerse pecadores (cf 1 Jn 1, 8-10). En todos, la cizaña del pecado
todavía se encuentra mezclada con la buena semilla del Evangelio hasta el
fin de los tiempos (cf Mt 13, 24-30). La Iglesia, pues, congrega a pecadores
alcanzados ya por la salvación de Cristo, pero aún en vías de santificación:
La Iglesia es, pues, santa aunque abarque en su seno pecadores; porque ella
no goza de otra vida que de la vida de la gracia; sus miembros, ciertamente,
si se alimentan de esta vida se santifican; si se apartan de ella, contraen
pecados y manchas del alma, que impiden que la santidad de ella se difunda
radiante. Por lo que se aflige y hace penitencia por aquellos pecados,
teniendo poder de librar de ellos a sus hijos por la sangre de Cristo y el
don del Espíritu Santo (SPF 19).
II POR QUÉ UN SACRAMENTO DE LA RECONCILIACION
DESPUES DEL BAUTISMO
1425 "Habéis sido lavados, habéis sido santificados, habéis sido
justificados en el nombre del Señor Jesucristo y por el Espíritu de nuestro
Dios" (1 Co 6,11). Es preciso darse cuenta de la grandeza del don de Dios
que se nos hace en los sacramentos de la iniciación cristiana para
comprender hasta qué punto el pecado es algo que no cabe en aquél que "se ha
revestido de Cristo" (Ga 3,27). Pero el apóstol S. Juan dice también: "Si
decimos: `no tenemos pecado', nos engañamos y la verdad no está en nosotros"
(1 Jn 1,8). Y el Señor mismo nos enseñó a orar: "Perdona nuestras ofensas"
(Lc 11,4) uniendo el perdón mutuo de nuestras ofensas al perdón que Dios
concederá a nuestros pecados.
1426 La conversión a Cristo, el nuevo nacimiento por el Bautismo, el don del
Espíritu Santo, el Cuerpo y la Sangre de Cristo recibidos como alimento nos
han hecho "santos e inmaculados ante él" (Ef 1,4), como la Iglesia misma,
esposa de Cristo, es "santa e inmaculada ante él" (Ef 5,27). Sin embargo, la
vida nueva recibida en la iniciación cristiana no suprimió la fragilidad y
la debilidad de la naturaleza humana, ni la inclinación al pecado que la
tradición llama concupiscencia, y que permanece en los bautizados a fin de
que sirva de prueba en ellos en el combate de la vida cristiana ayudados por
la gracia de Dios (cf DS 1515). Esta lucha es la de la conversión con miras
a la santidad y la vida eterna a la que el Señor no cesa de llamarnos (cf DS
1545; LG 40).
III LA CONVERSION DE LOS BAUTIZADOS
1427 Jesús llama a la conversión. Esta llamada es una parte esencial del
anuncio del Reino: "El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca;
convertíos y creed en la Buena Nueva" (Mc 1,15). En la predicación de la
Iglesia, esta llamada se dirige primeramente a los que no conocen todavía a
Cristo y su Evangelio. Así, el Bautismo es el lugar principal de la
conversión primera y fundamental. Por la fe en la Buena Nueva y por el
Bautismo (cf. Hch 2,38) se renuncia al mal y se alcanza la salvación, es
decir, la remisión de todos los pecados y el don de la vida nueva.
1428 Ahora bien, la llamada de Cristo a la conversión sigue resonando en la
vida de los cristianos. Esta segunda conversión es una tarea ininterrumpida
para toda la Iglesia que "recibe en su propio seno a los pecadores" y que
siendo "santa al mismo tiempo que necesitada de purificación constante,busca
sin cesar la penitencia y la renovación" (LG 8). Este esfuerzo de conversión
no es sólo una obra humana. Es el movimiento del "corazón contrito" (Sal
51,19), atraído y movido por la gracia (cf Jn 6,44; 12,32) a responder al
amor misericordioso de Dios que nos ha amado primero (cf 1 Jn 4,10).
1429 De ello da testimonio la conversión de S. Pedro tras la triple negación
de su Maestro. La mirada de infinita misericordia de Jesús provoca las
lágrimas del arrepentimiento (Lc 22,61) y, tras la resurrección del Señor,
la triple afirmación de su amor hacia él (cf Jn 21,15-17). La segunda
conversión tiene también una dimensión comunitaria. Esto aparece en la
llamada del Señor a toda la Iglesia: "¡Arrepiéntete!" (Ap 2,5.16).
S. Ambrosio dice acerca de las dos conversiones que, en la Iglesia, "existen
el agua y las lágrimas: el agua del Bautismo y las lágrimas de la
Penitencia" (Ep. 41,12).
2630 El Nuevo Testamento no contiene apenas oraciones de lamentación,
frecuentes en el Antiguo. En adelante, en Cristo resucitado, la oración de
la Iglesia es sostenida por la esperanza, aunque todavía estemos en la
espera y tengamos que convertirnos cada día. La petición cristiana brota de
otras profundidades, de lo que S. Pablo llama el gemido: el de la creación
"que sufre dolores de parto" (Rm 8, 22), el nuestro también en la espera
"del rescate de nuestro cuerpo. Porque nuestra salvación es objeto de
esperanza" (Rm 8, 23-24), y, por último, los "gemidos inefables" del propio
Espíritu Santo que "viene en ayuda de nuestra flaqueza. Pues nosotros no
sabemos pedir como conviene" (Rm 8, 26).
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Exégesis: W. Trilling - Parábola de la cizaña (Mt 13,24-30. 36-43).
a) Narración de la parábola
Sigue otra parábola basada en la vida del campo. Es similar a la del
sembrador por pertenecer al mismo ámbito de vida, por la contemplación del
campo, de la sementera y de la cosecha. También está estrechamente ligada
con la parábola de la red barredera (13,47s). Las dos constituyen como una
doble parábola. No son raros tales ejemplos (Cf. el grano de mostaza y la
levadura en 13,31-33; el tesoro y la perla en 31,44-46, la oveja perdida y
la dracma perdida en 15,4-10, etc.).
24 Les propuso esta otra parábola: El reino de los cielos se parece a un
hombre que siembra buena semilla en su campo. 25 Pero, mientras la gente
dormía, vino su enemigo, sembró cizaña en medio del trigo y se fue. 26 Luego
cuando brotó la planta y se formó la espiga, entonces apareció también la
cizaña. 27 Los criados del padre de familia fueron a avisarle: Señor, ¿no
sembraste buena semilla en tu campo? ¿Cómo es que tiene cizaña? 28 El les
respondió: Esto lo ha hecho algún enemigo. Los criados le dicen: ¿Quieres
que vayamos a recogerla? 29 Pero él les contesta: No; no sea que, al querer
recoger la cizaña, arranquéis con ella el trigo. 30 Dejad crecer los dos
juntos hasta la siega; y al tiempo de la siega diré a los segadores: Recoged
primero la cizaña y atadla en gavillas para quemarla, y el trigo,
almacenadlo en mi granero.
Tenemos que representarnos, en forma viva, lo que aquí se nos narra. Un
campesino ha estado durante el día en el campo, para sembrarlo. Un vecino
que le odia mortalmente, lo ha observado. Se le ocurre un pensamiento
abominable y lo realiza aquella misma noche. Pasa disimuladamente y sin ser
visto por el mismo campo y esparce la semilla de cizaña. El vecino duerme
tranquilo y, al principio, no se nota nada, pero cuando el trigo germina,
aparece también la cizaña, en cantidad tan grande que sorprende. El hecho de
que no fuera notada antes, puede ser debido a que una determinada cizaña, el
joyo, al comienzo tiene un parecido sorprendente con el trigo.
Pero ahora por primera vez se puede ver todo el infortunio. Los criados
proponen al campesino la cuestión en sí razonable de si no se tiene que
arrancar la cizaña. Pero quizás ya es demasiado tarde para ello, dado que ya
«se forma la espiga» (13,26). No obstante sorprende que el campesino rechace
la propuesta. Quiere que ambos crezcan juntos, para que el trigo no sufra
ningún perjuicio, escardando el terreno. No tiene ningún sentido que se
escarde ahora. En lugar de esto habrá pronto la siega, y entonces los
segadores cumplirán el encargo del campesino de poner aparte la cizaña y
atarla en gavillas para quemarla.
En Palestina la madera es escasa, por eso se desea tener material
suplementario de combustión. Pero el trigo se guardará en el granero. La
conducta del campesino es extraña de suyo. Cualquier hombre razonable,
primero se ocupará en quitar la cizaña para que el grano tenga más aire. ¿No
ha de temer el agricultor que la cizaña crezca más aprisa y más alta que el
trigo, y lo ahogue, como se describe en la parábola precedente? (13,7). Esta
sorpresa ya indica la dirección, en que hay que buscar la declaración, el
sentido de la parábola. Lo que se quiere declarar, lo transparenta más esta
parábola de la cizaña que la del sembrador.
Se nota más claramente a quién se alude, cuando se habla del padre de
familia (13,27). El vocablo es característico de san Mateo y se emplea con
frecuencia de tal modo que el oyente haya de pensar en Dios o en Jesús, el
padre de la familia de los discípulos (Cf. 10,25; 20,1.11; 21.33). Pero
además hay otro sembrador, un «enemigo» (13,25.28). De las condiciones
existentes en el campo no es responsable solamente el padre de familia. Si
cuando se habla de él se señala a Dios, al hablar del enemigo se señala a su
gran antagonista y rival, el malo y enemigo por antonomasia (cf. 13,19.38).
Aquí se hace resaltar la siega con más fuerza que en la primera parábola. Al
fin el juicio está en perspectiva. Pero lo principal consiste en otra cosa.
Es la decisión del padre de familia. Se rechaza la propuesta de los criados,
que es reemplazada por la decisión del señor de la casa. Esta decisión ha de
respetarse, es decir, la cizaña y el trigo han de permanecer juntos hasta la
siega. Toda separación y juicio antes de tiempo es una intromisión en el
plan del señor de la casa. él se ha reservado el juicio. Soporta la cizaña y
también el perjuicio que causa al trigo. Cuanto más lejos del hombre esté
esta manera de pensar, tanto más ha de aceptarla. Esta decisión no se
revoca.
Para el discípulo del reino la situación del mundo es difícilmente
soportable, es una constante tentación de su confianza o de su propia
voluntad de poner orden antes de tiempo.
El día de la siega se quitará el tormento de los corazones de los buenos, y
a los malos les sobrevendrá el destino que les corresponde. Dios tiene los
hilos sujetos en la mano. Sabe que todo es llevado a la finalidad que él y
ningún otro ha establecido. Dios sabe que el trigo no se perderá, sino que
se conserva para ser recogido en el granero divino. Deben observar una
actitud como la de Dios los que se han subordinado al dominio de la voluntad
divina. Se requiere una gran fe y mucha bondad y madura sabiduría para poder
pensar así. Dios se ha reservado el juicio para sí solo, «a mí me
corresponde la venganza; yo daré el pago merecido, dice el Señor»
(Rom_12:19). Cuando los discípulos quisieron hacer bajar fuego sobre una
aldea samaritana que rehusó alojar a Jesús y a los suyos, Jesús se lo
prohibió (Luc_9:54s). «No juzguéis y no seréis juzgados» (Mt_7:1).
(….)
b) Explicación de la parábola de la cizaña (Mt 13,36-43).
36 Entonces dejó a las muchedumbres y se fue a casa. Y se le acercaron sus
discípulos para decirle: Explícanos la parábola de la cizaña del campo. 37
él les respondió: El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre; 38
el campo es el mundo; la buena semilla son los hijos del reino; la cizaña
son los hijos del malo; 39 el enemigo que la siembra es el diablo; la siega
es el final de los tiempos; los segadores son los ángeles.
Jesús regresa a la casa de donde (13,1) había salido. La predicación oficial
a todos está separada de la instrucción especial a los discípulos. Ahora los
discípulos piden expresamente una explicación: Explícanos la parábola de la
cizaña del campo. Luego sigue una explicación, que en esta forma está una
sola vez en toda la tradición evangélica. En primer lugar casi todas las
personas y acciones del relato son transferidas a la realidad religiosa, y
son enumeradas como en una lista (…). El Hijo del hombre es el sembrador; el
campo es el mundo; la buena semilla son los hijos del reino; la cizaña son
los hijos del malo; el enemigo es el diablo; la siega es el final de los
tiempos; los segadores son los ángeles. (...)
(…) Se revela el drama del fin del mundo. Quien domina el mundo y en todas
partes arroja su semilla es el Hijo del hombre. No el humilde peregrino de
Galilea, ni el supuesto revolucionario fracasado y condenado a muerte, ni
tampoco el rey del tiempo final, que venía sobre las nubes del cielo y fue
contemplado por el profeta como "uno que parecía el Hijo del hombre"
(Dan_7:13); sino el Señor del tiempo actual del mundo, computado desde la
presentación de Jesús hasta su segunda venida para el juicio, el Señor de
las comunidades y de todas las naciones. El campo puede significar
simplemente el mundo. No se hace ninguna diferencia entre el terreno
laborable primitivo, el pueblo de la alianza del Antiguo Testamento (el
pueblo primeramente destinado a la salvación), y los pueblos paganos que se
agregan.
Todos ellos son ahora sin distinción terreno laborable para la semilla del
divino sembrador. De él procede la buena semilla, éstos son los hijos del
reino. Reino aquí es una dicción abreviada de la forma más completa "reino
de los cielos" o "reino de Dios".
Los hijos del reino son los que a él están llamados y han seguido este
llamamiento por propia decisión. Ahora ya forman parte del reino, pero
conseguirán un día la plena filiación, si de su actual vocación también
dimana la definitiva elección (…). Así pues, los hijos del reino son los
aspirantes a poseerlo definitivamente. Aunque no tengan ninguna garantía,
tienen una esperanza justificada de conseguir esta posesión, porque han sido
llamados y han seguido este llamamiento. Es un honroso título ser hijo del
reino de Dios. Se oponen con violencia los hijos del malo, que el demonio ha
diseminado y de él proceden. Aquí no se distingue entre los que sólo están
comprometidos en parte con el malo, y otros que están enteramente a merced
de él. Sin embargo, hay que tener en cuenta que los hijos del reino también
son tentados y pueden caer, es decir, están constantemente amenazados por el
malo. La mirada se dirige al fin, en el que cada uno ha obtenido su "forma"
definitiva y su decisión ha madurado plenamente para una cosa o la otra.
Incluso entre los miembros de la comunidad los hay propiamente malos. Hay
quienes han pretendido destruir, sembrar discordia, causar confusión,
seducir y atraer a la apostasía. Aquí no se ha de preguntar si dichos
miembros son enteramente malos y ya no son capaces de conversión o si sólo
se han convertido temporalmente en el instrumento del malo. En cualquier
caso cooperan con el malo y contra Dios y su obra. Los que tienen el nombre
y la dignidad de hijos del reino, pueden ser interiormente hijos del malo.
Esto se hace patente al fin. La segunda parte de la explicación cuenta cómo
se llevará a cabo la separación.
40 Pues lo mismo que se recoge la cizaña y se quema en el fuego, así
sucederá al final de los tiempos: 41 el Hijo del hombre enviará a sus
ángeles, y recogerán de su reino a todos los escandalosos y a todos los que
cometen la maldad, 42 y los arrojarán al horno del fuego; allí será el
llanto y el rechinar de dientes. 43 Entonces los justos, en el reino de su
Padre, resplandecerán como el sol. El que tenga oídos, que oiga.
Lo que sucede en el campo, cuando se recoge la cizaña y se quema en el
fuego, eso también ocurrirá al fin del mundo. El Hijo del hombre es el que
juzga. En esta segunda parte de la parábola se habla sobre todo del destino
de los malos. Se los debe prevenir. Solamente al final se les opondrán los
justos: brillarán como el sol, en el reino del Padre (13,43a).
Los malos ya no tendrán ninguna esperanza, sino que serán arrojados muy
lejos de Dios. Las expresiones corresponden al tiempo y son corrientes para
los rabinos como para todos los contemporáneos de Jesús. Allí está el "horno
del fuego", y reina el "llanto y el rechinar de dientes". (Estas expresiones
tienen que ser explicadas para que las comprendamos. Porque no) se trata (de
tormentos físicos, sino) de la exclusión definitiva de la gloria y de la
vida de Dios.
Por esta exclusión los condenados se sumergen en la desesperación y en la
rabia impotente. En este pasaje llegamos a conocer mejor la índole de estos
hijos del malo. Se nombran dos grupos, los "escandalosos" y los que "cometen
la maldad". En san Mateo se habla con frecuencia de los escándalos y de los
que los provocan. Esta expresión no debe ser privada de su fuerza. El
escándalo afecta siempre a la totalidad de la persona y principalmente a la
fe. El que se escandaliza, pierde la fe, se aleja de Dios y de su
llamamiento, quizás por un motivo insignificante. Dar escándalo a un tercero
significa ser motivo de caída para el otro, que deja de cumplir con su
dignidad de cristiano. Tales escandalosos son los peores seductores, contra
los que se previene con las más graves amenazas (cf. 18,6s).
En este pasaje pueden entenderse los escándalos en sentido personal u
objetivo. Cabe suponer que se ha incluido en ellos todo lo que la comunidad
cristiana consideraba como tal: los que se escandalizan y caen, y por este
motivo se convierten, a su vez, en ocasión de tropiezo para sus propios
hermanos en la fe y para los extraños, y los que, como escándalos vivientes,
merodean por la comunidad y, mediante sus doctrinas erróneas y sus graves
extravíos, seducen a otros. Una fuerza realmente inquietante.
El segundo grupo lo forman los que cometen la maldad. ¿Qué clase de gente es
ésta? En el sentido del evangelista son personas sin ley, porque ellos
mismos se constituyen en ley: son sus propios legisladores. La verdadera ley
del nuevo pueblo de Dios es la perfecta ley del amor (22,40) cumplida por
Jesús (cf. 5,17), "la perfecta ley de la libertad" (Stg_1:25). En esta ley
se ha perfeccionado la ley del Antiguo Testamento. Esta ley ahora ha venido
a ser la norma competente para los discípulos de Jesús. Se puede contravenir
a esta ley, si se recae en el servicio de la ley del Antiguo Testamento y
cada uno por su parte procura cumplir puntualmente los mandamientos que allí
se dan, y quiere obligar a los demás a cumplirlos. Este era el peligro de
una dirección que procedía de la Iglesia madre de Jerusalén y contra la cual
san Pablo se resistió apasionadamente. Pero también se puede contravenir a
esta ley, rechazándola en general y si uno se llena de ilusiones y se
entrega a una falsa libertad y, con ello, al desenfreno y a la disolución
(cf. Gal_6:13s).
Ambos grupos son culpables. Ambos hacen traición a lo propio de la obra de
Jesús, a la nueva vida del amor en la perfección de la nueva ley. No tienen
esperanza de ser liberados, si han conducido a la comunidad por caminos
erróneos y se colocaron fuera de la salvación, que Jesús también a ellos les
había traído. Se puede desacertar en la Iglesia la voluntad de Dios y el
orden de vida establecido por Jesús, si se recae en la manera legal de
pensar del Antiguo Testamento o si se rechaza por principio la manera de
pensar perfeccionada por Jesús, la "ley de Cristo" (Gal_6:2).
También hoy día se dan las dos tentaciones, también hay portavoces y
seductores para una u otra de las dos clases de corrupción. Estos dos grupos
ya muestran que se piensa sobre todo, aunque no exclusivamente, en las
relaciones dentro de la Iglesia. La cizaña también crece en las propias
filas. En ellas hay traidores, embusteros, personas insensibles, pecadores
de toda clase, herejes y seductores. ¿Cómo es esto posible, si la Iglesia es
el pueblo santo de Dios, y los creyentes son discípulos de tal maestro? El
espanto debido a esta causa fue al principio mucho más intenso del que hoy
día sentimos, aunque agobie gravemente a todos los que adoptan una actitud
seria. Los creyentes de todos los tiempos lo han experimentado como carga y
prueba, a menudo como una prueba mayor y más molesta que las tribulaciones
provenientes de un poder estatal corrompido o de artes de seducir en tiempos
de inmoralidad.
¡Cuántas veces se intentó salir de esta sociedad poco selecta, y fundar
una Iglesia de los limpios y santos! Estas palabras aquí nos dicen que
también el otro sembrador está constantemente actuando, y que no es de la
incumbencia de los hombres el juicio ni la separación por la violencia; se
nos dice que el hombre debe esperar ansiosamente el gran juicio que lleva a
cabo el Hijo del hombre por encargo de Dios. "Cuando el Hijo del hombre
venga en su gloria, y todos los ángeles con él, entonces se sentará en su
trono de gloria. Todas las naciones serán congregadas ante él, que separará
a unos de otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos" (25,31s).
(Trilling, W., El Evangelio según San Mateo, Herder, Barcelona, 1969)
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Comentario Teológico: P. Leonardo Castellani . Parábola del Trigo y
la Cizaña I
Hay dos parábolas en el Evangelio que Cristo interpretó personalmente; o por
lo menos, cuya explicación por el autor mismo nos ha sido consignada; puede
haberles explicado otras más a los Apóstoles "en privado", como dice el
Evangelista que lo hacía; y brevemente declaró otra, la de Lo-que-mancha.
Considerándolas atentamente se ve que son las dos más universales. La
parábola del Sembrador representa la actividad de Dios en las almas
individuales: "la semilla es la palabra de Dios". La del Trigo y la Cizaña,
la actividad de Dios en la entera sociedad o colectividad humana. La primera
se concierne sólo en si la semilla prende o no prende; la segunda, que es
como su prolongación o ampliación, trata de la suerte posterior de la
semilla buena o mala: "o trigo o cizaña". Una relata como si dijéramos la
anatomía de la conversión; la otra, la economía general de la salvación. En
las dos se anota la presencia del Enemigo: los pájaros, las piedras y los
espinos en la primera; directamente el Diablo en la segunda.
La parábola que consideraremos en dos artículos, dada su importancia, es el
centro mismo de las 120 que hay en el Evangelio; las cuales tratan de puntos
particulares o en forma más concreta. Es como el foco y a la vez el marco
general de todas: contiene la existencia del mal y del bien en el mundo y
sus causas; la paciencia de Dios respecto al mal moral y su razón; la lucha
entre las dos esencias; su resolución postrera; y las cuatro "postrimerías",
a saber, muerte juicio infierno y gloria, donde todo se consuma y se fija
para siempre.
Como belleza, esta parábola es un logro portentoso; y no decimos "belleza
literaria" adrede, porque se levanta por encima de la llamada "literatura";
ni "artística", ni "profética", ni "estética", por lo mismo. Es pura y
simplemente sobrehumana. Mirada, parece hecha por un niño; entendida, se
levanta por arriba del hombre. "Si no os hiciereis semejantes a un niño, no
entraréis en el Reino". Un niño, un ciego o un sordomudo pueden entender
esta parábola; algunos exégetas católicos, no.
La sencillez y limpidez unidas a la densidad de su materia ponen a esta
piedra preciosa por encima de cuanto existe en la literatura sacra del
mundo. El libro sagrado del budismo, por ejemplo, la religión más antigua
(excepto la nuestra hebreocristiana) y de más adeptos del mundo, el
Ti-Pitaka (Los tres Cestos) en sí mismo no despreciable ni banal, puesto al
lado de esto, parece barro: es tierra al lado del oro o del diamante; por lo
menos en la traducción alemana de K. Seidenstucker, el cual confiesa que es
casi intraducible. Pero esto mismo realza la comparación, pues las parábolas
son traducibles y traducidas en todo el mundo; y son inteligibles a todos,
desde los niños de la escuela (de la escuela argentina también, que priva a
los niños de este nutrimiento) hasta el filósofo más copetudo; aunque éste
sí, es capaz de no entenderlas, por soberbia.
Uno piensa en el diamante Koh-hi-noor, el más hermoso del mundo; en una joya
de Benvenuto Cellini; en una randa de ñandutí; en una orquídea; en el arco
iris; en un encaje flamenco, en una seda china; y todo junto le parece poco.
La venganza del aldeano es típica y puede acontecer en cualquier región del
mundo; es una idea de rústico, perversa y sutil, porque el daño es invisible
hasta que ya no hay remedio, y el crimen es fácil de ejecutar. La actitud de
los siervos es lógica, a la vez fremente y prudente. La decisión del
Paterfamilias es la sensatez misma; no se puede excogitar el lolio agraz que
es parecido al trigo verde, y arrancarlo, sin arruinar todo el sembrado - y
el desenlace es natural, pues al madurar el trigo sus espigas están por
encima del lolio, que crece más lento, y se pueden segar sin que el dalle*1
corte una sola de las tóxicas; y después se puede rasar la mies, y arrojar
la paja al fuego; en gavillas para poder mejor transportarla. La palabra
griega "zizánion”, designa el "lolius temulentus" (que en Castilla llaman
luello y en Cataluña también joyo) cuya harina es venenosa, se parece al
trigo cuando chico, pero alcanza un metro al madurar; y por ende ahogaría al
grano.
Cuando estuve en Cataluña había escasez de pan (racionamiento) y de repente
cundió la alarma de que los panaderos ponían "joyo" en la masa y causaban
ataques nerviosos y hasta "paralís"; pues en todas partes cuecen habas y en
mi tierra... usan "mejoradores", alumbre y sulfato de cobre. El "joyo" se lo
dan los gitanos a las caballerías exhaustas y caducas para hacerlas parecer
nuevas al venderlas, pues les causa una excitación temporal da mamúa que al
fin termina en desmayos y pataletas; por lo cual también le llaman
"hierbamula". No se puede hallar un símbolo mejor de la doctrina de los
herejes y la acción de los Malos Pastores.
"El trigo son los Hijos del Reino, el luello son los Hijos del malo". No nos
engañemos: la cizaña o luello aquí designa los herejes, los malos pastores y
los cristianos de letrerito, a la vez: así lo pronuncia santo Tomás, el
"Doctor Communis" (Communis mas no vulgaris) rotundamente. Los comentadores
vulgares (a veces demasiado vulgares) dicen que el Trigo son los católicos y
el luello, las otras religiones; o bien los herejes. Es santulonería y
tontuna. La parábola queda enteramente emasculada con esa exégesis, que es
falsa.
Cristo tronó contra los Malos Pastores y los Cristianos de Letrero mucho más
aún que contra los Pseudoprofetas o herejes; y que después los extrajera de
la Cizaña y los pusiera en el Trigo, es decir, entre los Hijos del Reino, es
imposible. Eso sería identificar las almas por los cuerpos, por los
letreros, sotanas o títulos jerárquicos con que se les honra y se honran
entre ellos mismos; y Cristo trata aquí de la gracia santificante o sea la
amistad con Dios, de que depende o el Cielo o el Infierno; no de sotanas o
uniformes, que si hacen al monje, no hacen al santo. A los fariseos los
llamó taxativamente "hijos del diablo" o sea "añamembuí", como aquí a la
mala semilla. El asesinato de Cristo, que es el nudo del drama de la
Redención, lo perpetraron los Saduceos, que eran herejes y LOS FARISEOS que
eran Malos Pastores, los cuales llevaron la voz cantante, y tuvieron el
asunto en el puño.
No hay que admitir la exégesis santulona (buena quizá para otros tiempos),
ni de la mano del autor de más autoridad. Aquí en estos comentarios míos hay
muchas "primicias" (que Dios sea loado, pues de Él son) es decir, cosas que
no están en ningún otro escritor, y son verdad. Eso no quiere decir que yo
tenga más talento que los antiguos, sino que los tiempos cambian; y los que
vivimos han cambiado con un paso y una decisión que espanta. "Nueva era",
dicen. Sí. Era de la Atómica... y del Luello maduro.
Esta parábola sola, hace trizas a la llamada "escuela escatológica", la más
vigente en la actual teología protestante, en su rama más radical (pues hay
tres ramas), presidida hoy después de Weiss por Alberto Schweitzer, que es
médico, toca el violín, escribe de teología y Escritura y ha hecho de
misionero diletante en Africa. Schweitzer en su libro "La búsqueda del Jesús
histórico" (edición alemana 1906) después de contradecir a su contemporáneo
Wrede, dice en suma que Cristo creyó el Reino de Dios vendría por medio de
un cataclismo que destrozaría el mundo entero y estaba ya a las puertas; que
después vio que tardaba mucho y comenzó a pensar si no sería Él mismo el Rey
Mesías; que discurrió que para conseguirlo tendría que sacrificarse; y que
fue y descubrió su "Secreto" a la Sinagoga, y fue condenado... justamente,
¿por qué no? Que por tanto, su moral era "provisoria", válida sólo para el
breve lapso de la "Espera" del cataclismo; y su dogmática, otro tanto; y por
eso son tan "exageradas".
Apoyándose en un disección que han hecho ellos del Evangelio de Marco (tres
"estratos", uno de los cuales es inventado y absurdo), Alberto el Suizo se
despeña lógicamente en el escepticismo total, a la conclusión de que "del
Cristo histórico nada cierto sabemos, ni el nombre, fuera de que predicó un
Reino Esjatológico". Otra de sus peregrinas afirmaciones es de que Cristo
predicó solamente cuatro o cinco semanas, pues no es posible que la policía
romana y la sinagoga soportaran por más tiempo a semejante energúmeno. Y
este Alberto es jefe de una "iglesia protestante", y "maestro de
Cristianismo". La conclusión del libro es una especie de deísmo refinado,
ateísmo en el fondo: dice que hay que cumplir más o menos lo que Cristo
mandó, y entonces Dios revelará en el fondo del corazón quién fue Cristo;
cosa que hasta hoy nadie ha sabido.
Escribí esto porque los papeles de todo el mundo baten hoy parche a Alberto
el Suizo, pintándonoslo como casi santo... o más que santo: premio Nobel y
profeta de la Bondad. El ateísmo contemporáneo está interesado en hacer de
él lo que llaman "una figura mundial"... como Mae West.
Digo pues que leyendo estas inepcias, que Cristo estaba alucinado por la
idea de un cataclismo próximo; que Cristo no sabía determinar si era el
Mesías o no; que no sabía lo que estaba fundando, en suma no sabía lo que
hacía; que jamás soñó con fundar la Iglesia, que fueron san Pablo y otros;
que no previó que el mundo podía durar todavía más de 40 años, etc., uno no
puede menos de reírse, un poco cruelmente; porque éstos son desdichados.
Cristo previó perfectamente los largos años de vida de la Iglesia, sus
peripecias y desenvolvimiento, el lento crecimiento del árbol, su amenaza
por la maleza, la larga paciencia de Dios y el lejano y definitivo final; y
en consecuencia, la construyó cuidadosamente; proveyéndola de Jefe, de
Jerarquía, de organización, de legislación, de principio fundamental, de
judicatura, de remedio para sus enfermedades, de prevenciones para con sus
enemigos y de consejos, que se revelaron infalibles, para todos sus
miembros.
Y eso lo hizo con la tranquilidad, la coherencia y la certeza del que está
viendo desde aquí todo el mapa. Es un milagro por supuesto, es profecía.
Ellos dicen que no pueden admitir ningún milagro, que donde hay un milagro
hay que pasar el lápiz rojo sobre los Evangelios... El lápiz rojo va a pasar
sobre el nombre déllos.
Maldonado concluye su breve e insípido comentario (en que se pone a atacar a
Calvino y defender la Inquisición) con esta nota, que si él lo dice...: "Los
siervos que se durmieron según todos los Santos Padres son los Obispos y
demás eclesiásticos que deben velar (y se duermen algunos) por la mies del
Paterfamilias; y aunque a algunos déllos no les hace gracia que esto se
diga, ojalá que así como no les hace gracia, así no fuera verdad". Atrevido
el andaluz viejo.
De hecho, la edición española de Maldonado que manejamos ahora ha sido
podada o cambiada por los Cinco Censores después de su muerte en muchísimas
frases de "excesiva franqueza"; donde empero está la frase que copio.
Felizmente, está en marcha hoy una edición crítica (Huby-Galdós) con el
texto original del gran escriturista andaluz.
Parábola del Trigo y la Cizaña II
La peor tentación de los fieles y la peor objeción de los infieles es la
existencia del mal en el mundo, y de la corrupción en la Iglesia de Cristo.
La existencia del dolor, el error y el pecado en el mundo milita contra la
fundación divina de la Iglesia, la bondad divina infinita, e incluso la
existencia de Dios.
La tentación se acerba cuando uno tiene el mal encima; y se vuelve suprema
cuando su causa es la misma Iglesia. Cristo respondió a esa tentación con
esta parábola; y el grito mudo de los mártires le hace eco a través de los
siglos. San Atanasio, san Gregorio de Nacianzo, san Basilio fueron
perseguidos (aparentemente) por la Iglesia misma; y así Bartolomé Carranza,
Savonarola, santa Teresa, Juana de Arco, Jacinto Verdaguer, y otros.
Que Cristo se refirió al mal no sólo en el "mundo mundano" enfrente de la
Iglesia (herejes) sino aun dentro de la Iglesia (Malos Pastores y malos
fieles) es perspicuo en el texto mismo. Si alguna duda pudiera quedar, ahí
está para roborarlo la parábola siguiente del Pescador. (Mt. XIII, 47).
"Semejante es el Reino a una red echada al mar que recoge toda clase de
peces". En la ribera ya los pescadores sentados eligen y guardan los buenos,
arrojan los malos. Sigue literalmente repetido el final de la parábola de la
Cizaña, con la terrible mención de la fragua del fuego. En la elección de
los Doce pescadores Cristo usó la metáfora del Pescador; y en dos parábolas
en acción, las dos Pescas Milagrosas, designó indubitablemente la Iglesia.
El mar es el mundo, la barca es la Iglesia, las redes traen peces buenos y
malos, la ribera en tierra firme donde se hace el cernido, es la otra vida.
Una persona maliciosa, como suelen ser las mujeres, me dijo un día: "Usted
le tiene rabia a Sarmiento porque se parece a Sarmiento". Yo tomé de la
biblioteca un libro de Sarmiento, todo chuceado de notas, y le mostré una
dellas: "Mucho me temo de tener muchos defectos de Sarmiento; aunque no
tantos que me lleven a la Presidencia de la República". En la explicación de
esta parábola me parece que todo el fondo sarmientino que hay en mí va a
salir afuera.
Lo que quiero decir aquí es que además de la cizaña de las herejías, que hay
tanta hoy que da miedo (qué cosa abyecta y triste se ha vuelto la vida
argentina con un siglo de herejía liberal encima) hay cizaña dentro del
templo: y da más miedo todavía. Siempre hubo; pero desde el Renacimiento acá
la cizaña ha aumentado y se ha sutilizado. Puede que esa cizaña haya sido la
causa del fracaso del gigantesco empeño de la España Grande para dominar la
Protesta luterana. Pongo un ejemplo.
El proceso del Arzobispo de Toledo, Bartolomé Carranza (1559 a 1576) es el
mejor ejemplo para nosotros de la cizaña dentro de la Iglesia; mejor que el
de Juana de Arco: es un hombre de nuestra raza, es imperfecto y no santo, se
mantiene firme en la fe y... el proceso no se falló, terminó en punta. Pero
él se chupó los 18 años de cárcel. Lo largaron de vergüenza al ver que se
moría: lo que sucedió poco después. Y los protestantes hicieron con él una
ruidera fenomenal.
Legalmente no se sabe aún si el baturro Carranza fue culpable o inocente. El
Dr. Gregorio Marañón prometió hace ya unos ocho años escribir un libro
poniéndolo en claro. No lo ha escrito.
La culpa de Carranza, en el caso de haber culpa, fue haber escrito en su
"Catecismo" (que fue aprobado por el Concilio de Trento) proposiciones de
marcado sabor protestante y haber mantenido relaciones amistosas con algunos
"protestantizantes" españoles; como Cazalla y el Conde de Seso; ítem más,
algunos dichos desahogados, reportados por otros procesados más o menos de
fiar, que unidos a lo arriba dicho, demostrarían que el fondo de su corazón
era tenebrosamente luterano.
El que quería desentrañar el fondo de su corazón era el Gran Inquisidor
Fernando de Valdés; que parece amaba mucho al Arzobispado de Toledo y poco
al Arzobispo.
Quería el Arzobispado para un sobrino suyo.
El proceso de Carranza según Menéndez y Pelayo que dice que lo leyó (aunque
algunos no lo creen) mide 18 pies y 11 pulgadas de alto. Consta de 20.000
fojas en folio la parte que se conserva en la Academia de la Historia de
Madrid; pues la parte, mayor aún, que se conserva en Roma no ha sido medida.
Lo primero que ha de tener un historiador es sentido moral; de suerte que lo
que precede a toda discusión sobre este proceso es que fue pura y
simplemente una iniquidad.
Después vienen las circunstancias atenuantes de "las condiciones de la
época" - "la mala línea que tomó la defensa" - "el mal genio del acusado"; y
hasta "su culpabilidad" si se quiere.
Aunque Carranza hubiese sido netamente culpable de veleidades ideológicas
hacia la herejía, el castigo es atrozmente desproporcionado, y el proceso
sigue siendo una monstruosidad, de esas que hacen a uno avergonzarse hasta
de la naturaleza humana.
Denme un hombre de corazón y entenderá lo que digo.
Pero si hubiese sido netamente culpable, se hubiera visto en seguida. Y no
se hubiesen puesto de su parte teólogos insignes, hombres santos ni (mucho
menos) el pueblo de Toledo y el de Roma. Dos Papas no hubiesen hecho conatos
ineficaces para librarlo. De oficio hubiesen podido librarlo, naturalmente;
pero prevaleció la "política", y contemporizaron con Felipe II; la política,
y también la confusión.
Pero si no fue hereje, aquí aparece el misterio del fariseísmo. Y si en el
fondo fue perseguido por buscar y querer defender la verdad, mucho más
todavía.
Vale más mala sentencia breve que proceso largo, decía mi tío el cura.
Humanamente hablando, Carranza hubiese ganado en confesar todo lo que
decían, recibir condena y cumplir la pena impuesta, como hizo en caso
análogo el Cardenal Petrucci; aunque esto no es seguro, porque la
Inquisición Española no era la Inquisición Romana.
"Ego Petrus Mattheus Petruccius, filius quondam
Joannis Baptistae
S.R.E. Cardenales
Cognoscens et confitens me gráviter errasse
Propositiones quinquaginta quattuor falsas
Malesonantes, temerarias, scandalosas ... etc, etc."
Este era italiano y flexible; mas Carranza era español. Cada hombre tiene su
destino. Y yo soy italiano acriollado, pero francamente creo que me hubiese
portado como Carranza, si me acusan de hereje no siéndolo. Si me hacen
confesar que la tierra era cuadrada, eso sí, hubiese confesado como Galileo.
Pero si me acusan de haber matado a Mussolini y a Satanowsky, o de "haber
ofendido al Papa" (cosa posible) y a mí me parece que no es verdad, me
parece me tendrían 26 años procesado; como a ampanella, que también fue
italiano.
Bien, Carranza ya murió. Antes de morir hizo una escena "de mal gusto",
postrándose ante el Santísimo Sacramento, y jurando por la salvación de su
alma que nunca había defendido las proposiciones que le hicieron abjurar, en
el sentido incriminado. Después de muerto le pusieron una lápida en Santa
María Minerva, procurando sacar gloria de lo que no es sino vergüenza; la
cual dice así; traducida del latín:
AQUÍ YACE BARTOLOMÉ CARRANZA
ILUSTRE POR SU LINAJE
VIDA DOCTRINA ELOCUENCIA Y LIMOSNAS
GRANDEMENTE HONRADO
POR EL EMPERADOR CARLOS V Y SU HIJO FELIPE II
VARÓN DE ÁNIMO
MODESTO EN LA PROSPERIDAD
Y RESIGNADO EN LAS TRIBULACIONES
Se me hace no sé por qué que Carranza no fue hereje, sino quizá el enemigo
de la herejía más grande que hubo en aquel tiempo. No es bueno ser
"demasiado" enemigo de la herejía. Eso conduce a otra herejía. Para
probarlo, tendría que tener en mis manos el "Cathecismo" de Carranza. ¿Quién
me lo regala? Está en la Biblioteca de Washington, y cuesta 25 "cents" por
página fotografiada. La clave del proceso de Carranza está en su Catecismo,
leído hoy día por un teólogo.
Fundadamente se puede defender que Carranza tenía "en el fondo de su
corazón" el impulso heroico aunque prematuro del "doctor sacro", el mismo de
santo Tomás su maestro: liberar con la inteligencia el núcleo de verdad
cautivo de la herejía protestante.
Ese es el modo más excelso, cristiano y eficaz de combatir la herejía.
Pero la Contrarreforma (que tenía dentro de su seno no pocos energúmenos)
contaba con otro modo de combatir la herejía: voluntad, medios políticos (no
censurables como complemento) y el empleo de la fuerza en último extremo.
El mismo Carranza se portó bastante energúmeno cuando fue Inquisidor de la
Reina María Tudor de Inglaterra; y aun quizá por eso permitió Dios que él,
que estuvo a las duras, estuviese después a las maduras: que conociese en
carne propia la obra de la violencia en la defensa de la religión.
El fondo de verdad que había en la herejía luterana, exagerado y deformado
lo que usted quiera, es el siguiente: el origen primero de nuestra salvación
es la fe, el principio formal de nuestra salvación es la gracia, el elemento
elevante y transfigurante de todas nuestras virtudes y buenas obras es la
caridad sobrenatural. Fue solamente "tapadera", si Ud. quiere: pero estaba.
Dicho brevemente, con la frase de un filósofo moderno: "No somos buenos por
hacer buenas obras, sino que hacemos buenas obras porque somos buenos". El
ser bueno (es decir, el estar ya "justificado") es primero; y eso viene de
Dios, no de nosotros.
La mayor parte de las 16 proposiciones de que hicieron abjurar al cansado y
decrépito anciano antes de morir, se pueden reducir a esta verdad
agustiniana y católica, haciendo a ellas menos fuerza en pro de Carranza
(que es lo honesto) que no la fuerza hecha contra... que hace Menéndez
Pelayo.
1°) Que todas las obras hechas sin caridad son pecados y ofensas de Dios.
(En cierto sentido, lo defendió san Agustín).
2°) Que la fe es el primero y principal instrumento para la justificación
(Correcto).
3°) Que por la justificación y méritos de Cristo el hombre se hace
formalmente justo... (Correcto).
Estas proposiciones, aun separadas del contexto y puestas en seco, son
simplemente verdades católicas, queriendo entenderlas bien; ahora, queriendo
entender mal, hasta el Padre nuestro se puede convertir en criminoso.
Las proposiciones claramente luteranas, que Menéndez Pelayo da como
evidencia del luteranismo de Carranza, no están en su "Cathecismo", y son
deposiciones de díceres de otros díceres, que no tienen autoridad para
fallar en cosa tan grave... "que la fe sin las obras hasta para la
salvación... ", etc. (Heter, Esp. tomo IV, cap. 8, pág. 70 del tomo V de
Obr. Compl. edición 1928).
Y aun esas proposiciones, según como se entiendan, tienen defensa. Si por
obras se entiende los actos meramente externos, a veces rutinarios si no
supersticiosos o farisaicos, que abundaban como mala hierba en el siglo XVI,
como hábitos, escapularios, bulas, fundaciones, procesiones,
peregrinaciones, novenas milagrosas, et sic de caeteris es la pura verdad
que sin estas obras, en las cuales escandalizaban los protestantes, puede
existir la fe viva y salvífica.
Si por obras se entiende el cumplir los mandamientos, claro que eso es
herejía despampanante y aun descarada impiedad. Pero eso absolutamente no
era capaz de decir Carranza, el varón "pío, docto, humilde y misericordioso"
del epitafio. En el "Interrogatorio de abonos" dice él cándidamente que
"desde su niñez ha sido humilde y de buen parecer, lo que es contrario a las
costumbres de los herejes; muy honesto, limpio y apartado de toda
deshonestidad, muy templado en comer y beber".
Menéndez Pelayo no era teólogo; y aun siendo historiador y gran historiador,
sufre por momentos lapsus notables de memoria. Tenía un buen juicio, una
inmensa erudición y una memoria genial; pero aun así tiene lapsus de
memoria. Y no sabe mucha teología.
Menos mal que dice que la biografía de Carranza está por escribir y que él
no desea escribirla. Hace bien. No es cosa de él. Dicho sea esto sin mengua
del inmenso respeto que merece la obra menéndica (o "menendezpelayiana",
adjetivo risible inventado por Laín Entralgo); pero sin mengua de la
libertad intelectual que el gran polígrafo reclamó y quiso; del cual dependo
yo, incluso en esta discrepancia con él.
Pero antes de la biografía hay que hacer un drama. El drama está ya casi
hecho, dado por las dramáticas vicisitudes del proceso. Los poetas en estos
casos ven más y mejor que los historiadores.
Carranza fue un gran teólogo, de corazón sensible y quijotesco, emborrachado
con el "ideal imperial" de la España del XVI, ideal que los españoles
propenden a identificar demasiado con el ideal mismo de la fe en Cristo. Y
no. Una cosa es el patriotismo, otra cosa es la santidad. Parecería que en
España hay una proclividad a emparejar a España con el Evangelio. Me
pregunto si no habrá sido esa infatuación la causa última de la rápida
decadencia de España después de Felipe III; o de su "derrota" más bien, pues
"decadencia" quizás no es exacto.
Carranza fue una víctima de la Inquisición. ¿Qué le vamos a hacer? Es así.
Después de reconocerlo lealmente, se puede intentar cualquier defensa de la
Inquisición.
Así lo hace Balmes. Todas las instituciones políticas humanas han hecho
víctimas.
Las numerosas e ingeniosas defensas de la Inquisición prueban con evidencia
todas una misma cosa: y es que la Inquisición necesita defensa.
En la Inquisición la fe servía al Estado más que el Estado a la fe. Por lo
menos en este caso. Felipe II es responsable principal del vergonzoso caso
de Carranza, en el cual la fe no ganó nada, a no ser la fe de Carranza.
Por la violencia no se puede persuadir a nadie que la Iglesia es santa, ni
al que la padece ni al que la ve padecer. A lo más se puede conseguir que se
queden quietos, y después quizá que presten oído a razones algunos tipos
extremadamente endurecidos, criminalmente inquietos y socialmente
peligrosos. Eso es todo. Es lo que concedió san Agustín, que se opuso al
castigo de los Donatistas mientras éstos no comenzaron a cometer verdaderos
crímenes. "Mientras se pueda, no hay que castigar a los herejes. Si
perturban y el Príncipe los reprime, no es asunto nuestro pastoral".
Balmes y Menéndez Pelayo defienden a la Inquisición con las "circunstancias
de la época" y con que España necesitaba de eso absolutamente para su
incolumidad en aquel tiempo. Bien, ellos son españoles y más saben ellos en
su casa que yo en la de ellos y en cualquiera -incluso en la mía- que no es
mía. Bien, pero esto es "historicismo"; y ahora andan reprochando el
"historicismo " de Ortega, porque dicen conduce al escepticismo ético. Bien,
pongamos que éste es historicismo bueno; y el de Ortega malo.
Lo que yo sé es que Menéndez Pelayo despacha demasiado fríamente una
evidente y monstruosa inhumanidad; y encima echa la culpa de ella al
sacrificado, diciendo que hizo bien Felipe II, hizo bien Fernando de Valdés.
Y cuando él sufrió en sí mismo una mínima injusticia, algunos años después,
chilló como un chanchito y se le vino el cielo abajo. "Mi corazón está lleno
de amargura" -escribía...
No lo habían elegido Presidente de la Academia y en vez habían votado por
Alejandro Pidal, que ciertamente tenía más condiciones "políticas" que él
para el cargo.
¡Las circunstancias de la época! ¡Cállate! Aquí no se trata de deshacer a un
hombre en una tortura lenta cuerpo y alma, como en el caso de Carranza.
Solamente no te han dado un honor que... merecías. ¿O no?
Juzgamos los hombres todos
Juzgamos y aconsejamos
Cuando no nos toca, duro,
Y cuando nos toca, blando.
Como ven, me he metido a abogado defensor, de Carranza: la sentencia no se
ha dado aún. "¡Cuánta pasión hubo en los actores déste drama"! -dice
Menéndez Pelayo. Sí, sobre todo en los jueces. El juicio verdadero no ha
sido dado aún.
El mal existe en el mundo, todo el mal, físico y moral, por la "siembra del
diablo", el pecado. Hay tres cosas: el bien puro, que lo hace Dios, como la
gracia; el mal puro que lo hace el hombre, el pecado; y otro bien no puro,
con mezcla de mal, rebotado y complejo, como el dolor aceptado o la pasión
de Cristo: una rectificación del mal con el bien en otro plano superior.
Esto es lo único que hay en el mundo, hasta la "Siega"; y el dolor aceptado
es más BIEN en este mundo que el placer aun agradecido.
(P. Leonardo Castellani, Las Parábolas de Cristo Ediciones Jauja Mendoza
1994 pp.138-152)
*1- Dalle: guadaña (DRAE)
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Santos Padres: San Juan Crisóstomo - Diferencia entre la parábola
del sembrador y la de la cizaña
1. ¿Qué diferencia hay entre ésta y la anterior parábola? En la parábola del
sembrador habla el Señor de quienes no le atendieron siquiera, sino que se
apartaron de Él y rechazaron su semilla; aquí, en cambio, se refiere a los
herejes y a sus artificios. Porque, como no quería que tampoco esto turbara
a sus discípulos, después de explicarles por qué hablaba al pueblo en
parábolas, les predice también el advenimiento de los herejes. La primera
parábola significa que a Él no le recibieron; ésta nos dice que recibieron a
corruptores. A la verdad, traza suele ser del diablo mezclar siempre el
error a la verdad, coloreándolo muy bien con apariencia de ella a fin de
engañar fácilmente a los ingenuos. De ahí que el Señor no habla de otra
semilla, sino que la llama cizaña, pues ésta, a primera vista, se asemeja al
trigo. Seguidamente explica la manera como procede el diablo en su
asechanza: Mientras sus hombres dormían—dice—.
No es pequeño el peligro que aquí amenaza a los superiores, a quienes está
encomendada la guarda del campo; y no sólo a los superiores, sino también a
los súbditos. Y da a entender el Señor que el error viene después de la
verdad, cosa que como prueban los hechos mismos. Después de los profetas
vinieron los falsos profetas; después de los apóstoles, los falsos
apóstoles, y después de Cristo, el anticristo. Y es que el diablo, si no ve
algo que imitar ni a quienes tender sus lazos, ni lo intenta ni lo sabe.
Así, entonces, como vio que parte de la semilla había dado ciento por uno,
parte sesenta y parte treinta, él se echa por otro camino.
Ya que no había podido arrancar lo que había echado raíces, ni ahogarlo ni
quemarlo, tiende sus asechanzas por medio de otra trampa, que es sembrar su
propia semilla. —Y ¿qué diferencia va—me dirás—entre los que aquí duermen y
en la parábola del sembrador se asemejan al camino? —La diferencia está aquí
en que allí arrebató la semilla inmediatamente, pero aquí necesitó de más
artificio. Como quiera, al hablarnos así Cristo, lo que pretende es
enseñarnos que estemos siempre vigilantes. Porque, aun cuando
logres—dice—escapar a los daños que puede allí sufrir la semilla, todavía
quedan otros. Y es así que como en la otra parábola se perdió la semilla por
el camino, o por la roca, o por las espinas, así aquí puede perderse por el
sueño. De suerte que es menester vigilar continuamente. Por eso dijo
también: El que perseverare hasta el fin, ése se salvará*1.
LA CIZAÑA REPRESENTA A LOS HEREJES
Algo así sucedió también a los comienzos de la Iglesia. Porque muchos
prelados, introduciendo en las iglesias hombres perversos, heresiarcas
solapados, facilitaron enormemente estas insidias del diablo, pues una vez
plantados estos hombres en medio de los fieles, poco trabajo le queda ya al
diablo. —Y ¿cómo es posible no dormir? —me dirás—. —En cuanto al sueño
natural, no es posible; pero, en cuanto al de la voluntad, sí lo es. De ahí
que también Pablo nos diga: Vigilad, manteneos firmes en la fe*2. También
nos da a entender el Señor que la obra del diablo sobre el campo del padre
de familia, no sólo es dañosa, sino superflua, pues el diablo va a sembrar
encima después que el campo está perfectamente cultivado y no necesita ya
de nada más. Exactamente como hacen los herejes, que, `sólo por vanagloria y
no por otro algún motivo, derraman su veneno.
Y no sólo por ahí, sino también por lo que sigue, describe muy puntualmente
el Señor toda la comedia que el diablo representa: Porque cuando
brotó—dice—la hierba y echó grano, entonces apareció también la cizaña. Que
es lo que hacen también los herejes. Al principio, en efecto, se ocultan
entre las sombras; pero apenas cobran ellos confianza y hay quien les
permita hablar, entonces es cuando derraman su veneno. Mas ¿por qué motivo
introduce el Señor a los criados que van a contarle al amo lo sucedido? Para
decirles que no hay que matarlos. Ahora bien, llama al diablo hombre
enemigo por el daño que hace a los hombres. El daño, ciertamente, es para
nosotros; pero el principio de donde procede no tanto es el odio que a
nosotros nos tiene, cuanto el que siente contra Dios. De donde se sigue
evidentemente que Dios nos ama más que nosotros a nosotros mismos. Pero
mirad, por otra parte, la malicia del diablo. No se fue a sembrar antes en
el campo, pues no había nada que echar a perder; cuando todas las labores
estaban ya completas, entonces es cuando él va a dañar todo el trabajo y
afán del labrador. Tan íntima enemistad contra éste le movía a hacerlo todo.
Pero mirad también la solicitud de los criados; pues, por ellos,
inmediatamente hubieran ido a arrancar la cizaña, siquiera en esto no
obraran discretamente. Lo que demuestra su cuidado por la siembra y que
sólo miraban una cosa: no que se castigara al enemigo, sino que no se
perdiera lo sembrado, pues el castigo del otro no era tan urgente. De ahí
que, por de pronto, lo que miran es la manera de extirpar aquella maleza. Y
aun esto no lo buscan al tuntún, pues no se arrogan a sí mismos ese derecho,
sino que esperan la orden del amo, a quien le dicen: ¿Quieres que vayamos?
¿Qué hace, pues, el amo? El amo se lo prohíbe diciendo: No, no sea que
juntamente con la cizaña arranquéis el trigo. Al hablar así, el Señor
prohíbe que haya guerras, derramamientos de sangre y matanzas. Porque no se
debe matar al hereje; pues sería como desencadenar una guerra sin cuartel
sobre la tierra entera.
EL SEÑOR SE RESERVA EL CASTIGO DE LOS HEREJES
2. Por dos razones, pues, retiene el amo a sus criados: primera, para evitar
que dañen al trigo; segunda, porque el castigo ha de alcanzar
irremediablemente a los que sufren de esa enfermedad incurable. De suerte
que, si queréis que sean castigados, y lo sean sin daño del trigo, esperad
al tiempo conveniente. Lo de: No sea que arranquéis juntamente el trigo con
la cizaña, quiere decir una de estas dos cosas: o que de mover armas y matar
a los herejes, habría por fuerza que envolver también en la matanza a muchos
de los santos, o, que es probable que muchos, de los que de momento son
cizaña se conviertan todavía en trigo.
Si, pues, la arrancáis antes de tiempo, dañáis a los que podían convertirse
en trigo, matando a quienes todavía cabe que se conviertan y se hagan
mejores. No prohíbe, pues, el Señor que se reprima a los herejes, que se los
reduzca a silencio, que se corte su libertad de palabra, y no se les
consienta reunirse y confabularse entre sí; pero sí que se los mate y pase
a cuchillo. Más considerad también la mansedumbre del Señor, que no solo
afirma y manda, sino que da también razones. ¿Qué tiene que ver que la
cizaña permanezca en el campo hasta el fin? Entonces diré a los segadores:
Recoged primero la cizaña y atadla en fajos, para pegarle fuego.
Nuevamente les trae a la memoria las palabras de Juan cuando éste le
presentaba como juez y dice: "Mientras los herejes estén junto al trigo hay
que perdonarlos, pues cabe aún que se conviertan en trigo; más una vez que
hayan salido de este mundo sin provecho alguno de tal proximidad, entonces
necesariamente les alcanzará el castigo inexorable. Porque
entonces---dice—diré a los segadores: Recoged primero la cizaña. ¿Por qué
primero? Porque no teman mis criados, como si con la cizalla hubieran de
llevarse también el trigo. Y atadla en fajos para pegarle fuego; más el
trigo, recogedlo en el granero.
(SAN JUAN CRISÓSTOMO, Homilías sobre el Evangelio de San Mateo (II), homilía
46, 1-2, BAC Madrid 1956, 3-8)
*1- Mt 10, 22
*2- 1 Co 16, 13
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Aplicación: P. José A. Marcone, I.V.E. - La parábola del trigo y la
cizaña (Mt 13,24-43)
Introducción
El domingo pasado comenzamos a leer las parábolas de Cristo y leímos en
primer lugar, la parábola del sembrador. Esta parábola quiere expresar que
cada alma individual se define en relación al Verbo, es decir, en relación a
la aceptación o rechazo de Jesucristo.
Hoy leemos la parábola del trigo y la cizaña que expresa la misma realidad
que la del sembrador pero no ya en el ámbito individual sino en el ámbito
social. El terreno en la parábola del sembrador es el alma individual. El
terreno en la parábola del trigo y la cizaña es la sociedad.
Hay en esta parábola del trigo y la cizaña, además, un cambio notable en la
significación de la semilla de trigo. En la parábola del sembrador la
semilla de trigo es la Palabra de Dios. En la parábola del trigo y la cizaña
la semilla de trigo son hombres, los hijos del Reino. Y la semilla de cizaña
son también hombres, los hijos del Maligno.
San Juan Crisóstomo y Santo Tomás de Aquino ven una continuidad entre la
parábola del sembrador y la parábola del trigo y la cizaña. San Juan
Crisóstomo parte de la palabra griega del original que dice que el Maligno
‘sobresembró’ (epí-speíro) cizaña en el campo de trigo. Entonces dice el
Crisóstomo: “El diablo, como vio que parte de la semilla había dado ciento
por uno, parte sesenta y parte treinta, él se echa por otro camino. Ya que
no había podido arrancar lo que había echado raíces, ni ahogarlo ni
quemarlo, tiende sus asechanzas por medio de otra trampa, que es sembrar su
propia semilla”*1.
En esta continuidad entre una parábola y otra, Santo Tomás de Aquino
descubre la esencia del significado de la parábola del trigo y la cizaña.
Dice el Aquinate: “Jesús puso antes una parábola en la cual se mostraba el
impedimento que procede del exterior (ab extrinseco) contra la doctrina
evangélica. Ahora Jesús pone otra parábola, en la cual se muestra el
impedimento que procede del interior (ab intrinseco) para que la doctrina
evangélica sea escuchada”*2. Ab extrinseco: en la parábola del sembrador el
diablo actúa desde el exterior, desde el mundo pagano, podríamos decir. En
efecto, los tres impedimentos u obstáculos para que la Palabra crezca y dé
frutos son vicios que provienen del mundo malo, del paganismo. Primer
terreno: el desinterés por las cosas de Dios; segundo terreno: el ser
proskairós (= temporal), interés por las solas cosas del tiempo, sin
relación a la eternidad; tercer terreno: las preocupaciones de la vida y la
seducción del dinero. A pesar de eso, hay un terreno que tiene mucho
subiectum y da fruto: 30 x 1, 60 x 1, 100 x 1. El diablo, envidioso, vio
que, a pesar de su acción desde el mundo pagano, lo mismo hubo un terreno
que dio mucho fruto. Entonces, decide actuar desde dentro del terreno bueno
y que da fruto, es decir, ab intrínseco, desde dentro de la Iglesia. ¿Cómo
lo hace? Tratando de impedir desde adentro de la Iglesia que se escuche la
doctrina evangélica.
Éste es el tema fundamental de la parábola de hoy: el mal que hay dentro de
esa sociedad sobrenatural y salvífica que es la Iglesia Católica, la única
Iglesia de Cristo.
1. El significado del terreno donde se siembra trigo y cizaña
El texto del evangelio confirma lo que dicen San Juan Crisóstomo y Santo
Tomás de Aquino: el campo es la Iglesia. En efecto, la parábola comienza
diciendo: “El Reino de los cielos es como…” Por Reino de los cielos se
entiende la Iglesia Católica. Cuando Jesucristo explica la parábola dice que
el campo es el mundo (ho kósmos). Sin embargo, se trata de una parte del
mundo bien delimitada: el Reino de los Cielos. Se refiere a la Iglesia
Católica, lo cual no quiere decir que no se pueda aplicar también al mundo
en general. Pero se refiere, en primer lugar, a la Iglesia.
Además, el nombre que Jesús da al dueño del campo es oikodespótes, que San
Jerónimo traduce como pater familiae. Este nombre de oikodespótes y pater
familiae se lo aplica Jesús a sí mismo una vez, en Mt 10,25: “Si al
oikodespótes le han llamado Beelzebul, ¡cuánto más a sus domésticos!”
Respecto a esto dice Trilling: “Se nota más claramente a quién se alude,
cuando se habla del padre de familia (13,27). El vocablo es característico
de san Mateo y se emplea con frecuencia de tal modo que el oyente haya de
pensar en Dios o en Jesús, el padre de la familia de los discípulos (Cf.
10,25; 20,1.11; 21.33)” *3. Por lo tanto, se trata de la familia de Jesús,
es decir, de la Iglesia Católica.
Además, esta parábola del trigo y la cizaña, como bien dice Trilling, forma
un binomio con la parábola que sigue, la parábola de la red que se arroja al
mar*4. Esa red es, sin duda, la Iglesia Católica, en la cual hay peces
buenos y malos, y es necesario clasificarlos para tirar a los malos. El P.
Castellani corrobora esto: “Que Cristo se refirió en la parábola del trigo y
la cizaña al mal no sólo en el ‘mundo mundano’ enfrente de la Iglesia
(herejes) sino aun dentro de la Iglesia (Malos Pastores y malos fieles) es
perspicuo*5 en el texto mismo. Si alguna duda pudiera quedar, ahí está para
roborarlo la parábola siguiente del Pescador (Mt 13,47)”*6.
El trigo en esta parábola, como decíamos, son hombres buenos que Jesús
sembró en su campo que es la Iglesia, y que dieron mucho fruto. Se refiere
especialmente a los Apóstoles*7, pero no solamente a ellos sino a todo
apóstol que dio fruto.
La cizaña son hombres malos que el diablo sembró en la Iglesia Católica. El
demonio planta hombres en la Iglesia cuando, a través de sus sugestiones,
instigaciones e incitaciones, seduce y persuade a dichos hombres para que,
sin salir de la Iglesia, combatan la doctrina del Evangelio desde dentro de
la Iglesia, luchen contra ella desde adentro y la desacrediten con sus
pecados y sus crímenes.
Santo Tomás de Aquino es clarísimo cuando explica qué significa la cizaña en
esta parábola: “¿Qué se significa por ‘cizaña’? Los hijos viciosos, y todos
los que aman la iniquidad, especialmente los heréticos. Tres son los géneros
de malos: los perversos católicos, los cismáticos y los herejes”*8. La
palabra nequam, que tradujimos por ‘viciosos’, significa, además,
‘desvergonzado’, ‘que nada vale’, ‘malo’, ‘inútil’*9. Y la palabra pravi,
que tradujimos por ‘perversos’, significa, además, ‘depravado’, ‘ciego’,
‘insensato’.
El mismo Cristo, al explicar la parábola, aclara que cizaña son los hombres
que comenten pecados que son escándalos, y los que obran la iniquidad (Mt
13,41). La palabra griega skándalon “significaba originalmente el nombre de
la parte de una trampa en la que se pone el cebo; de ahí es que signifique
también el mismo lazo o trampa”*10. Por lo tanto, escándalo es el pecado
que, por su gran gravedad, hace caer en pecado también a los demás. Jesús
advierte que dentro de la Iglesia Católica habrá escándalos.
Ahora bien, ¿cuál es el peor de los escándalos y la peor de las obras de
iniquidad? Lo acabamos de escuchar de boca de Santo Tomás: “Tria sunt genera
malorum: pravi Catholici, schismatici et haeretici, specialiter
haeretici”*11. ‘Especialmente los herejes’: el peor mal y el peor escándalo
dentro de la Iglesia es aquel que corrompe el contenido de la revelación
divina y desfigura el conocimiento verdadero de Jesucristo, el Verbo
Encarnado, verdadero Dios y verdadero hombre, perfecto Dios y perfecto
hombre. Y es el peor escándalo porque es el que aleja de la manera más
eficaz a los hombres de la salvación. Sin una fe recta es imposible salvarse
e, incluso, es imposible orientarse hacia la salvación.
Jesucristo es el primero en afirmar que el principal escándalo es aquel que
corrompe la verdadera fe en Él. El texto que sigue de San Mateo, capítulo 18
se refiere, en primer a la fe en Cristo, a los pequeños que creen en Él:
“Pero al que escandalice a uno de estos pequeños que creen en mí, más le
vale que le cuelguen al cuello una de esas piedras de molino que mueven los
asnos, y le hundan en lo profundo del mar. ¡Ay del mundo por los escándalos!
Es forzoso, ciertamente, que vengan escándalos, pero ¡ay de aquel hombre por
quien el escándalo viene!” (Mt 18,6-7). Respecto a esto dice Trilling: “En
san Mateo se habla con frecuencia de los escándalos y de los que los
provocan. (…). El escándalo afecta siempre a la totalidad de la persona y
principalmente a la fe. El que se escandaliza, pierde la fe, se aleja de
Dios y de su llamamiento”*12.
Si bien el escándalo se refiere principalmente a la corrupción de la
verdadera fe, no se refiere solamente a eso. Se refiere también a aquellos
pecados que, por su gravedad, conmocionan al católico y lo hacen alejarse de
la verdadera fe y de la comunión con la Iglesia. Es el caso de los pecados
públicos de algunos sacerdotes relativos al sexto mandamiento y al
incumplimiento de su promesa de celibato o su voto de castidad, incluso con
menores de edad o niños.
Escándalo y obra de iniquidad dentro de la Iglesia es también la persecución
que la misma jerarquía ha realizado a personas santas. Así, por ejemplo, a
San Pío de Pietrelcina. El padre dominico Paolo Philippe, que poco después
sería nombrado Cardenal y consultor del Santo Oficio, fue delegado para que
hiciera una visita apostólica al P. Pío de Pietrelcina para investigar las
acusaciones en su contra. Esta visita apostólica, hecha en febrero de 1961,
duró sólo un día. Su informe, elevado a la Santa Sede, entre otras cosas
decía: “El padre Pío (…) es un hombre muy astuto y obstinado, un agricultor
astuto que camina por sus caminos sin enfrentar a sus Superiores de frente,
pero sin ninguna voluntad de cambiar. Él no es ni puede ser un santo (…) y
ni siquiera un sacerdote digno. El padre Pío ha pasado insensiblemente de
manifestaciones menores de afecto a actos cada vez más graves, hasta el acto
carnal. Y ahora, después de tantos años de vida sacrílega, quizás no se da
cuenta de la gravedad del mal. Esta es la historia de todos los místicos
falsos que han caído en el erotismo”*13. San Pío de Pietrelcina, ruega por
nosotros.
La razón fundamental por la cual Jesucristo narró la parábola del trigo y la
cizaña es la de advertir a los católicos de todos los tiempos que no deben
escandalizarse, es decir, no deben vacilar en su fe ni mucho menos dudar de
la santidad de la Iglesia por el hecho de que dentro de la Iglesia haya
cizaña de la calaña que acabamos de describir. Jesucristo lo previó y lo
avisó.
San Juan, en su primera carta, reconoce, sin alterarse ni angustiarse, que
en la primera comunidad cristiana había cizaña: “Habéis oído que iba a venir
un Anticristo; pues bien, muchos anticristos han aparecido (…). Salieron de
entre nosotros; pero no eran de los nuestros. Si hubiesen sido de los
nuestros, habrían permanecido con nosotros. Pero sucedió así para poner de
manifiesto que no todos son de los nuestros” (1Jn 2,18-19).
Y Santo Tomás, citando a San Agustín, dice: “Ninguna sociedad es tan buena
que no haya algún malvado; incluso en la sociedad de los Apóstoles uno fue
malo, es decir, Judas Iscariote”*14.
2. ¿Quiénes son los que duermen?
El enemigo del pater familiae sembró cizaña, dice el evangelio textualmente,
‘mientras los hombres dormían’ (en tô katheúdein toùs anthrópous). ¿Tienen
estos hombres alguna culpa en la siembra de la cizaña por parte del enemigo?
A primera vista, pareciera que no, dado que no hay por qué custodiar un
sembrado de trigo cuando todavía no tiene frutos. Ahora bien, si ellos
sabían que había un enemigo de quien conocían su gran maldad y sabían que
odiaba al pater familiae, ¿no debieron haber previsto la posibilidad de un
sabotaje? La opinión de los Santos Padres es que sí debieron haberlo
previsto y que hubo negligencia por parte de esos hombres que, dice Cristo,
dormían. ¿Quiénes son concretamente, dentro de la Iglesia, estos hombres?
Dice San Juan Crisóstomo: “No es pequeño el peligro que aquí amenaza a los
superiores, a quienes está encomendada la guarda del campo. (…) Porque
muchos prelados, introduciendo en las iglesias hombres perversos,
heresiarcas solapados, facilitaron enormemente estas insidias del diablo,
pues una vez plantados estos hombres en medio de los fieles, poco trabajo le
queda ya al diablo”*15.
Y Santo Tomás dice: “En cuanto a la frase ‘mientras los hombres dormían’ hay
que considerar la ocasión de la malicia producida. Y aquí la ocasión es
doble: una por parte de los guardianes y la otra por parte del que sembró la
cizaña. En cuanto a los guardianes, debe entenderse de los jefes del género
humano que, puestos para custodiar, dormían”*16.
El P. Castellani, citando a Maldonado, dice: “Maldonado concluye su breve e
insípido comentario (en que se pone a atacar a Calvino y defender la
Inquisición) con esta nota, que si él lo dice...: ‘Los siervos que se
durmieron según todos los Santos Padres son los Obispos y demás
eclesiásticos que deben velar (y se duermen algunos) por la mies del
Paterfamilias; y aunque a algunos déllos no les hace gracia que esto se
diga, ojalá que así como no les hace gracia, así no fuera verdad’. Atrevido
el andaluz viejo”*17.
En unión con el punto anterior, la conclusión es que, si los guardianes no
se durmieran, mucha de la cizaña que hay en la Iglesia Católica no
existiría. Es decir, no existirían muchos de los errores en la fe que hoy
existen, no existirían muchos de los escándalos que hoy existen y no
existirían muchas de las obras de iniquidad que hoy existen.
Baste como muestra muy elocuente lo que el P. Julio Meinvielle escribe en el
capítulo VII de su libro “La Iglesia y el mundo moderno”*18. Bastará
simplemente transcribir el título y los subtítulos de dicho capítulo. El
título del capítulo es: “La Revolución anticristiana dentro de la Iglesia”.
Y los subtítulos son: “La penetración de la Contra-Iglesia dentro de la
Iglesia, en el plano superficial de las obras y publicidad católicas”. “La
penetración de la Contra-Iglesia dentro de la Iglesia, en el plano más hondo
del pensamiento católico”. “La penetración de la Contra-Iglesia, en el plano
profundo de las sociedades secretas e iniciáticas”. “Envolver a la Iglesia
en la edificación de la Civilización de Satán”. Cesen aquí las palabras.
3. ¿Por qué esperar hasta el fin del mundo para arrancar la cizaña?
Ya era brava la cuestión de determinar que el campo del que habla Jesucristo
en esta parábola es la Iglesia. Brava también era la cuestión de determinar
quiénes eran los que dormían. Y brava como las otras dos es la cuestión de
determinar qué significa que el pater familiae, es decir, Jesús no quiere
que sus domésticos arranquen la cizaña hasta el fin del mundo.
Veamos primero que es lo que no significa. En primer lugar, el hecho de que
Jesús no quiere que se arranquen a los hombres que hacen escándalos y obras
de iniquidad sino recién hasta el fin del mundo no quiere decir que la
Iglesia no deba castigar a quienes cometan tales actos, sin olvidar que el
peor escándalo es corromper y adulterar la revelación divina arruinando la
fe de los pequeños. La mejor demostración que la Iglesia nunca entendió que
el esperar hasta el fin del mundo no significa no castigar al culpable es el
Código de Derecho Canónico, al cual queda sujeto todo bautizado ipso facto
en el Bautismo. Dicho Código tiene 1752 cánones, de los cuales 441 están
consagrados a las sanciones que la Iglesia impone (Libro VI) y a los
procesos por los delitos cometidos (Libro VII). Es decir que el 25 % del
Código de Derecho Canónico está consagrado a normar los castigos que reciben
los que cometen delitos dentro de la Iglesia.
Son muchos y variados los castigos que la Iglesia impone, pero el castigo
más grave previsto por la Iglesia es la excomunión, que consiste en la
expulsión de la Iglesia Católica. Esta expulsión es gravísima pues lo deja
fuera de la comunión con la sociedad sobrenatural y salvífica, dentro de la
cual se da la salvación. La excomunión está prevista, en primer lugar, para
el apóstata, el hereje o el cismático (canon 1364), en consonancia con lo
que decía Santo Tomás: “La cizaña se refiere especialmente a los herejes”.
Pero también para: el que profana la Eucaristía (canon 1367), el que trata
de absolver en la confesión a una persona que ha sido cómplice del pecado
que quiere absolver (canon 1378), por consagrar a un Obispo sin mandato del
Sumo Pontífice (canon 1382), por violar el sigilo sacramental de lo
escuchado en confesión (canon 1388), por realizar un aborto (canon 1398).
La Iglesia ha extirpado claramente la cizaña muchas veces a lo largo de la
historia. A comienzos del siglo IV, Arrio arrastró casi a toda la
cristiandad a creer que Jesús era un puro hombre. El Concilio de Nicea, en
el 325, condenó su doctrina y purificó la fe. En el siglo siguiente Nestorio
decía que no había unión entre la persona divina del Verbo y la naturaleza
humana de Cristo, poniendo dos personas: una divina y otra humana,
destruyendo de esa manera la Encarnación. El Concilio de Éfeso (año 431) lo
condenó y pacificó la Iglesia. Pocos años después, Eutiques negaba que
Jesucristo fuera verdadero hombre y afirmaba una sola naturaleza en Cristo,
la divina (monofisismo). El Concilio de Calcedonia (año 451) lo condenó y
aseguró la verdadera fe.
En el siglo XVI Lutero borró a la Iglesia del contenido de la revelación
divina. El Concilio de Trento, en ese mismo siglo, sentó las bases para una
nueva cristiandad condenando clara y rigurosamente todas las tesis heréticas
de Lutero.
Y ya más cerca de nosotros, la pestilencial herejía del modernismo o
progresismo, que adultera las palabas del Credo, fue condenada por San Pio X
a comienzos del siglo XX, con su famosa encíclica Pascendi.
Veamos ahora lo que sí significa que no debe arrancarse la cizaña hasta el
fin del mundo. En primer lugar, significa que no debe usarse la fuerza para
que los hombres acepten la fe. La fe es un don de Dios, una gracia que se
adquiere a través de la colaboración humana del predicador. La fe nace de
‘la necedad de la predicación’ (1Cor 1,21) y del ejemplo que arrastra; de
las obras del cristiano que lo convierten en luz del mundo (Mt 5,14). La fe
entra por el oído y no por la espalda rasgada por el látigo. Dios quiere la
aceptación de su revelación y de su persona al modo que una novia acepta a
su enamorado. “Yo voy a seducirla; la llevaré al desierto y le hablaré al
corazón” (Os 2,16). No se puede obligar a amar a nadie.
En segundo lugar, las palabras que Jesús dice hoy: “No recojáis la cizaña,
no sea que junto con la cizaña arranquéis también el trigo” (Mt 13,29),
suenan así: “¡Mucho cuidado con confundir el trigo con la cizaña y la cizaña
con el trigo!”. En criollo sería: “¡Ojo al piojo! No confundir pato con
ganso ni poroto con garbanzo; ni tampoco confundir gordura con hinchazón”.
Por lo tanto, son una invitación a un ejercicio prudente del discernimiento.
Si no hay evidencias de que se trata de cizaña que debe ser expulsada de la
Iglesia, lo mejor es no juzgar. Si lo que parece trigo finalmente no es
trigo sino cizaña, se verá al fin del mundo y su destino será la condenación
eterna. Por eso decía San Pablo: “No juzguéis nada antes de tiempo hasta que
venga el Señor. El iluminará los secretos de las tinieblas y pondrá de
manifiesto los designios de los corazones. Entonces recibirá cada cual del
Señor la alabanza que le corresponda” (1Cor 4,5).
Por esta razón hay que tener mucho cuidado con repetir desconsideradamente
lo que dicen los medios de comunicación social, tanto los medios
audiovisuales (televisión, radio, internet, etc.) como los impresos
(diarios, revistas, libros, etc.). Los mass-media, hablando en general, se
comportan como enemigos de la Iglesia y fomentan el discernimiento al revés
acerca del trigo y la cizaña. Hacen todo lo que está a su alcance para que
lo que es trigo dentro de la Iglesia sea tenido por cizaña, y lo que es
cizaña sea tenido por trigo. No se trata de negar que hay cizaña dentro de
la Iglesia; de lo que se trata es de no llamar cizaña a lo que es trigo, y
trigo a lo que es cizaña.
Podemos tomar un ejemplo de un hecho actualísimo y muy conocido para
explicar un aspecto de esa realidad que Jesús nos presenta hoy. Se trata de
las acusaciones de abuso sexual hechas al Cardenal australiano George Pell,
número 3 del Vaticano. La Santa Sede emitió un comunicado sobre estas
acusaciones, que, entre otras cosas, dice: “La Santa Sede ha recibido con
desagrado la noticia del envío a juicio en Australia del Card. George Pell
por imputaciones referidas a hechos ocurridos hace varias décadas. (…) El
Santo Padre, que ha podido apreciar la honestidad del Cardenal Pell durante
los tres años de trabajo en la Curia Romana, le está agradecido por su
colaboración y, en particular, por su enérgico empeño a favor de las
reformas en el sector económico y administrativo y por su activa
participación en el Consejo de los Cardenales (C9)”*19.
Un periodista y sacerdote canadiense dice respecto a esto: “La Real Comisión
sobre Abusos Sexuales de Australia no ha mantenido en secreto su intención
de aprovecharse del sufrimiento causado por los pecados del clero católico
para desacreditar fatalmente el testimonio público de la Iglesia Católica.
Debido a que el Card. Pell se negó a cooperar en la marginalización de la
Iglesia, se convirtió en el blanco de una campaña nefasta, que ha llenado de
vergüenza a los mismos australianos”*20. Esta frase tiene un equilibrio
admirable. En primer lugar, no niega los pecados del clero católico. En
segundo lugar, no niega el sufrimiento causado en muchas personas por los
pecados del clero católico. En tercer lugar, denuncia la malicia de los
mass-media que buscan aprovecharse del sufrimiento de las personas dañadas
por el pecado del clero católico para ensuciar el trigo, para hacer creer
que el trigo es cizaña.
Sin duda, los mass-media, hablando en general, buscan que el evangelio no
sea predicado y buscan que la Iglesia quede al margen de la vida social y
pública. Y para eso presionan a los verdaderos apóstoles para que cooperen
con su ‘dañada intención’*21. Y si no cooperan, los ensucian y los acusan de
ser cizaña. El evangelio de hoy es actualísimo porque advierte a todo
católico cómo debe leer y escuchar a los enemigos de la Iglesia para no
dejarse engañar y no hacer un discernimiento al revés, “no sea que al
recoger la cizaña arranquéis, junto con la cizaña, también el trigo”.
El Catecismo de la Iglesia Católica denuncia con gran claridad y valentía
esta tiranía de los mass-media: “La moral denuncia la plaga de los estados
totalitarios que falsifican sistemáticamente la verdad, ejercen mediante los
mass-media un dominio político de la opinión, manipulan a los acusados y a
los testigos en los procesos públicos y tratan de asegurar su tiranía
yugulando y reprimiendo todo lo que consideran ‘delitos de opinión’” (CEC,
2499). Dicho Catecismo habla de los medios de comunicación social en el
artículo dedicado al octavo mandamiento: “No mentir”. Y pone toda su
exposición acerca de los mass-media bajo este sugestivo título: “El respeto
de la verdad”. Y la primera frase de este apartado del Catecismo de la
Iglesia Católica es la siguiente: “El derecho a la comunicación de la verdad
no es incondicional” (CEC, 2488).
De esta advertencia se sigue también una actitud de alegría y esperanza
hacia la Iglesia Católica: es mucho mayor el trigo que la cizaña. El
discernimiento debe ser exacto y la percepción de la realidad debe ser
precisa. El hombre que escribe un libro acerca del ruido que hace un árbol
al caer, debiera escribir también una enciclopedia de varios tomos acerca
del silencio del bosque al crecer. El hombre que se escandaliza por la
cizaña en medio del trigo debe, también, gozarse en el comer con sosiego el
pan hecho de trigo.
Conclusión
La conclusión la tomaremos de una robusta y potente frase de Santo Tomás de
Aquino: “Ante todo debéis notar en esta parábola que el bien es más grande
que el mal y triunfa sobre el mal, porque el bien puede existir sin el mal,
el mal, en cambio, no puede existir sin el bien”*22. La cizaña existe porque
antes existe un campo sembrado de trigo. A pesar de la cizaña el campo
seguirá dando grandes cosechas de trigo, unas veces el 30 x 1, otras veces
el 60 x 1, otras el 100 x 1. Y aunque el Maligno siga sembrando hombres
malvados dentro de la única Iglesia de Cristo, “el poder del infierno no
prevalecerá contra ella” (Mt 16,18).
*1- San Juan Crisóstomo, Homilías sobre San
Mateo, Homilía 46, BAC, Madrid, 1956, tomo II, p. 4.
*2- “Supra posuit parabolam, in qua ostendebatur
impedimentum evangelicae doctrinae ab extrinseco, hic ponitur alia parabola,
in qua ponitur impedimentum de audienda doctrina, quod est ab intrinseco”
(Sancti Thomae de Aquino, Super Evangelium S. Matthaei lectura, Lectio 2;
traducción nuestra).
*3- Trilling, W., El Evangelio según San Mateo,
Herder, Barcelona, 1969.
*4- “También está estrechamente ligada con la
parábola de la red barredera (13,47s). Las dos constituyen como una doble
parábola. No son raros tales ejemplos (Cf. el grano de mostaza y la levadura
en 13,31-33; el tesoro y la perla en 31,44-46, la oveja perdida y la dracma
perdida en 15,4-10, etc.)” (Trilling, W., El Evangelio según San Mateo,
Herder, Barcelona, 1969).
*5- Perspicuo significa ‘claro’, ‘transparente’ y
‘terso’ (DRAE).
*6- Castellani, L., Las parabolas…
*7- Dice Santo Tomás refiriéndose a la semilla de
trigo en esta parábola: “Los hombres buenos son el fundamento de toda la fe;
por eso a partir de los Apóstoles la Iglesia se difundió” (“Homines boni
fundamentum totius fidei; unde ex apostolis tota Ecclesia pullulavit”
(Sancti Thomae de Aquino, Super Evangelium S. Matthaei lectura, Lectio 2;
traducción nuestra).
*8- “Quid significatur per zizaniam? Filii
nequam, et omnes qui iniquitatem diligunt, specialiter haeretici. Tria sunt
genera malorum: pravi Catholici, schismatici et haeretici” (Sancti Thomae de
Aquino, Super Evangelium S. Matthaei lectura, Lectio 2; traducción nuestra).
*9- Diccionario Vox.
*10- Vine, Multiléxico del NT, nº 4625.
*11- Como puede verse, hemos cambiado el orden de
las palabras dichas por Santo Tomás, para resaltar el sentido, que es
exactamente el mismo.
*12- Trilling, W., El Evangelio según San Mateo,
Herder, Barcelona, 1969. En Apoc 2,14 se habla del escándalo de Balaam hacia
los hijos de Israel. Éste escándalo de Balaam consistió en dar el consejo a
Balaq, rey de Moab, que favoreciera la unión marital de los israelitas con
mujeres moabitas para que estas mujeres arrastren a los israelitas a la
adoración de los ídolos, apartándose así de la verdadera fe (cf. Núm 25,1-3;
31,16).
*13- Campanella, Stefano, Obedientia et pax. La
verdadera historia de una persecución falsa, Roma, 2011, citado en Zenit, El
Padre Pío y la historia de una falsa persecución, Roma, jueves 31 de marzo
de 2011.
*14- “Et Augustinus dicit, quod nulla societas
est ita bona quin aliquis sit pravus: unde in societate apostolorum unus
fuit malus, scilicet Iudas” (Sancti Thomae de Aquino, Super Evangelium S.
Matthaei lectura, Lectio 2; traducción nuestra).
*15- San Juan Crisóstomo, Homilías sobre San
Mateo, Homilía 46, BAC, Madrid, 1956, tomo II.
*16- “Cum autem dormirent homines et cetera.
Habito de origine boni, hic agit de origine mali. Et primo ponitur occasio
malitiae illatae; secundo ordo. Et primo ponitur occasio duplex: una est ex
parte custodum, secunda ex parte seminantis. Ex parte custodum dicit cum
autem dormirent homines etc., idest praepositi humani generis, qui positi
sunt ad custodiendum dormirent” (Sancti Thomae de Aquino, Super Evangelium
S. Matthaei lectura, Lectio 2; traducción nuestra).
*17- Castellani, L., Las parabolas…
*18- Meinvielle, J., La Iglesia y el mundo
moderno, Ediciones Theoria, Buenos Aires, 1966.
*19- Oficina de Prensa de la Santa Sede, Boletín
Cotidiano, Comunicado, 29 de junio de 2017.
*20- El texto original en inglés es el siguiente:
“The royal commission on sexual abuse has made no secret of its intention to
put the suffering caused by the sins of the Catholic clergy to good use,
namely to fatally discredit the Church’s public witness. Because Cardinal
Pell refused to cooperate in the Church’s marginalisation, he has been the
target of a nefarious campaign that has brought shame upon Australians” (De
Souza, R., As Cardinal Pell goes on trial, the Australian Church must hold
its nerve, The Catholic Herald, 6 july 2017; traducción nuestra). El título
del artículo, traducido a un castellano de Argentina, sonaría así: “El
Cardenal Pell es llevado a juicio: la Iglesia australiana debe mostrar su
garra y valor”.
*21- Cf. San Ignacio de Loyola, Libro de los
Ejercicios Espirituales, nº 325.
*22- “Et prima fronte notare debetis, quod bonum
est magnum, et victoriosum supra malum, quia bonum potest esse sine malo,
malum autem non sine bono” (Sancti Thomae de Aquino, Super Evangelium S.
Matthaei lectura, Lectio 2; traducción nuestra).
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Aplicación: P. Gustavo Pascual, I.V.E. - El trigo y la cizaña , Mt
13, 24-30
Es notable la paciencia de Dios. En esa mezcla de trigo y cizaña ocurren
cosas maravillosas como la conversión de los pecadores y la santificación de
los fieles a través del sufrimiento causado por las persecuciones de los
malos.
Esta situación, que estén juntos en la Iglesia el trigo y la cizaña, hace
que muchos se alejen de ella. Ver el mal y peor sufrir el mal en carne
propia por parte de nuestros hermanos y la multiplicación del escándalo en
el seno de la Iglesia lleva a algunos a alejarse y hasta renegar de Dios.
Pero, la voluntad del Padre hasta la consumación de los siglos es permitir
que estén juntos el trigo y la cizaña en el mundo presente. Nosotros debemos
acoplarnos a esta voluntad y aceptar con paciencia esta situación en la que
a veces también colaboramos malamente.
El Padre sigue plantando buena semilla, porque sólo Él es bueno, aun
previendo que parte se va a perder y lo hace por medio de Jesús y de sus
servidores.
La maldad la pone el hombre haciendo mal uso de su libertad por el pecado,
prestando su campo para que siembre el enemigo.
Existe una mezcla de bien y mal. Cuando sufrimos el mal y lo aceptamos como
expiación. Una rectificación del mal con el bien en otro plano superior. Un
mal sufrido injustamente aceptado por un bien superior como nos ha enseñado
Jesús en su pasión*1.
“La paciencia es buena, aun para plantar cara al mal que vive en nosotros y
nos fuerza a invocar al Padre”*2. Notamos en nuestro campo también la cizaña
que tenemos que extirpar pero hay que tener paciencia. Debemos recurrir a
Jesús para que nos ayude e imitarlo en la paciencia. Debemos pacientemente
sobrellevar nuestro mal, aguantarnos a nosotros mismos y no dejar de sembrar
la buena semilla a pesar de vernos tan imperfectos. Dios, Jesús, harán el
resto...
Hay que tener cuidado de dejarnos arrastrar por los escándalos. Debemos
seguir esparciendo la buena semilla y sufriendo con paciencia el mal que nos
sobrevenga.
Sufrir el mal con paciencia nos ayuda a expiar nuestros pecados y a
colaborar en la extirpación de la cizaña. Nosotros mismos haciendo el bien y
sufriendo los males extirpamos de nuestro corazón lo malo, que es parte de
la cizaña que existe en el mundo.
La parábola nos habla de la Iglesia en el mundo, en su estado militante.
Jesús siembra siempre buena semilla, el diablo siembra cizaña.
El dueño del campo sabe que ha sido el enemigo el que sembró cizaña. Permite
que crezcan juntos trigo y cizaña. Hay una interacción entre buenos y malos
en este mundo.
En la Iglesia también el diablo mete cizaña. Los herejes, los malos
pastores, los católicos de nombre solamente. Estos se parecen,
respectivamente, a los buenos teólogos, a los buenos pastores y a los
auténticos cristianos. ¿Cómo distinguirlos?
Por los frutos los conoceréis.
La verdadera Iglesia, los verdaderos doctores, los buenos pastores, los
buenos cristianos se distinguen por su fidelidad a Jesús más que por sus
acercamientos pastorales.
Los escándalos no deben apartarnos del camino. Los escándalos de las nuevas
teologías, los escándalos de los malos pastores, los escándalos de los malos
cristianos.
San Ignacio en la meditación de dos banderas*3 dice que hay que pedir la
gracia del discernimiento para distinguir el trigo de la cizaña. El diablo
se disfraza de ángel de luz*4 y los malos pastores son lobos que se visten
con piel de ovejas.
Al fin del mundo va a ser la separación definitiva. Por ahora paciencia como
la tiene Dios.
La interacción prueba a los buenos y produce conversiones en los malos. La
parábola es también un llamado a una mayor fidelidad a Jesús.
Os exhorto, pues, hermanos, por la misericordia de Dios, que ofrezcáis
vuestros cuerpos como una víctima viva, santa, agradable a Dios: tal será
vuestro culto espiritual. Y no os acomodéis al mundo presente, antes bien
transformaos mediante la renovación de vuestra mente, de forma que podáis
distinguir cuál es la voluntad de Dios: lo bueno, lo agradable, lo
perfecto*5.
Otra reflexión podemos sacar que aunque no es propiamente una explicación de
la parábola, la cual, se refiere a la Iglesia, es una aplicación de algunos
elementos, tomados de la parábola, y aplicados al Reino de Dios en nuestra
alma.
En nuestra alma se da el trigo de las virtudes que es gracia de Dios y la
mala hierba que son los vicios, sembrada por el enemigo en colaboración con
nuestra inclinación torcida.
La mala hierba conviene cortarla cuando es pequeña, y en esto nos apartamos
de lo que dice el Señor de la cizaña en la parábola, pues, los vicios se
distinguen perfectamente de las virtudes a no ser que nuestra vista esté
obnubilada, lo cual es frecuente. Hay virtudes aparentes que se parecen a
las verdaderas pero que en realidad son vicios, estas son las peores.
La vista tenebrosa instigada por el enemigo ve virtudes aparentes como
verdaderas y virtudes verdaderas como vicios. Y por eso, a veces, dejamos
crecer mala hierba creyendo que es trigo y arrancamos el trigo creyendo que
es mala hierba.
Debemos pedir a Jesús el discernimiento, pero debemos purificar el ojo de
nuestra conciencia para que sea simple. La pureza de conciencia nos va a
hacer ver con los ojos de Jesús y su gracia nos llevará a arrancar la mala
hierba y a dejar el trigo para que crezca y eche raíces profundas.
El enemigo pone falsas razones, engaños, sutilezas de todo tipo, para que no
conozcamos la verdadera vida de Jesús*6.
Hay que arrancar la mala hierba de raíz y no dejar nada de ella, hay que
eliminar las alimañas, no hay que dejar lugar a otro jardinero que no sea
Jesús.
El lento crecimiento del trigo se acelerará en la medida que limpiemos el
campo, en la medida en que nos desprendamos de las criaturas y sea Jesús el
único que viva en nuestro interior.
Dios sabe que en nosotros hay trigo y cizaña. Ahora es el tiempo de la
paciencia de Dios.
Santa Teresa dice sobre la oración, que es como el riego de una huerta: se
comienza con mucho esfuerzo para que el agua llegue a regar lo sembrado,
pero cada vez y en la medida del desapego de las criaturas y de la unión con
Jesús, se va simplificando hasta convertirse en el riego natural de la
lluvia del cielo. Lo mismo podemos aplicarlo a la vida interior.
Jesús siembra la buena semilla y la semilla da frutos o no según el terreno
que encuentra y dentro de los buenos terrenos da más o menos frutos*7. Y
Jesús siembra con paciencia esperando que la semilla de frutos pero a veces
siembra por la fuerza arando el terreno que se ha endurecido. ¡Cuántas veces
una tribulación ha hecho que nuestro terreno se haga apto para que crezca la
semilla de la palabra de Jesús en nuestra alma! También es una gracia de
Dios.
Mientras su gente dormía, vino su enemigo, sembró encima cizaña entre el
trigo, y se fue.
No debemos dormimos en nuestra vida espiritual porque damos facilidad al
enemigo para que siembre cizaña. “Así pues, no durmamos como los demás, sino
velemos y seamos sobrios. Pues los que duermen, de noche duermen, y los que
se embriagan, de noche se embriagan”*8.
Debemos pedir siempre a Jesús un conocimiento verdadero de su vida y gracia
para imitarlo, asimismo, conocimiento de los engaños del enemigo y gracia
para evitarlos.
Los escándalos debemos pasarlos por encima y seguir por el camino estrecho
que nos conduce a la vida*9.
*1- Cf. Castellani, Las Parábolas de Cristo…, 152
*2- Lagrange, Vida de Jesucristo según el
evangelio…, 160
*3- San Ignacio de Loyola, El Libro de los
Ejercicios Espirituales nº 139, Del Verbo Encarnado San Rafael 2000. En
adelante E.E.
*4- E.E. nº 332
*5- Rm 12, 1-2
*6- Cf. E.E. nº 329
*7- Mt 13, 3-8
*8- 1 Ts 5, 6-7
*9- Cf. Mt 7, 13
(Cortesía iveargentina.org)