Solemnidad de la Ascensión del Señor B - Iglesia del Hogar: en Familia, como Iglesia doméstica, preparamos la Acogida de la Palabra de Dios proclamada durante la celebración de la Misa de la Solemnidad
¿Cómo acoger la Palabra de Dios?
Falta un dedo: Celebrarla
Introducción a las lecturas de la Solemnidad
Los hay que añoran los tiempos de Jesús y envidian a los que han podido caminar con el, conversar con el y ver sus milagros. ¡Qué pena que haya subido al cielo! Sin embargo, hay dos razones entre muchas más que nos invitan a celebrar la fiesta de la Ascensión del Señor al cielo: ha subido al cielo para enviarnos al Espíritu Santo y, estando en el cielo, puede cumplir su promesa de estar con nosotros todos los días hasta el fin del mundo por su presencia espiritual permanente con cada uno de nosotros y también por medio de los sacramentos especialmente de la eucaristía. Celebremos pues esta solemnidad con alegría y demos gracias que nos ha enviado el Espíritu Santo y está con nosotros todos los días.
He aquí la descripción de los efectos que comienzan a producirse después de la Ascensión del Señor a los cielos. Necesitamos que Dios ilumine los ojos de nuestro corazón para darnos cuenta lo que significa ser miembros del cuerpo de Cristo del que él es la cabeza. Descubriremos que el espíritu de sabiduría y de revelación nos hará capaces de “contemplar” la acción del amor de Dios en nuestra vida.
También el Evangelio puede suscitar en nuestro corazón una especie de envidia. Si somos creyentes ¿por qué no hay estos signos mencionados por Cristo en nuestra propia vida? Echar demonios, hablar lenguas nuevas, etc., en la vida de de muy pocos hermanos aparece. Sin embargo, está a nuestro alcance el responder a la invitación de anunciar el Evangelio en el mundo entero. ¿Por qué no comenzar con eso? Y a lo mejor veremos muchos milagros…
Reflexionemos los padres
Me acuerdo de una visita que hacía el sacerdote a una viuda cuyo esposo acaba de fallecer. La señora iba a buscar algo en el armario de su dormitorio para enseñárselo al presbítero. Cuando regresó sonreía con el rostro bañado en lágrimas. Su esposo solía dejar unos pequeños mensajes de amor y de admiración en las diferentes partes de la casa. Y ella había encontrado uno de ellos. Ella solía decir que esto le hacía pensar que su esposo estaba en la casa presente.
Jesús ha muerto, resucitado y ha subido al cielo. Pero no se ha alejado de nosotros. Al contrario, está más cerca de nosotros que nunca. Puesto que es una presencia espiritual es invisible a nuestros ojos. Con todo, en nuestra vida él deja todos los días signos de su presencia permanente en medio de nosotros. El problema consiste en saber descubrir estos signos y saber interpretarlos. Es un momento muy propicio para compartir entre los esposos, por ejemplo, los momentos y acontecimientos cuando uno se ha dado cuenta de que Jesús estaba actuando en su vida manifestando de esta manera su presencia.
Reflexionemos con los hijos
En este momento podemos decirles que hay quienes están en la casa, siempre están presentes y nos acompañan. Se trata de tres personas. No se les ve, ni se les oye. Sin embargo, están presentes. Nos referimos, por ejemplo, al Espíritu Santo. Desde el bautismo nuestro cuerpo se ha convertido en templo del Espíritu Santo. Y Jesús mismo ha dicho si cumplimos sus mandamientos, su Padre nos amará y vendrá junto con su Hijo Jesucristo a morar en nuestro corazón. Si Jesús ha dicho eso, es pura verdad. La fiesta de la Ascensión nos hace entender que Jesús ha subido al cielo para que la Santísima Trinidad puede hacerse presente en el corazón de todos los bautizados. Esta presencia espiritual nos invita a tener mucho respeto de cara a la dignidad de los bautizados, respeto a nosotros mismos y respeto a los demás. Y puesto que su presencia es espiritual, no llama la atención, es muy fácil de olvidarse de ellos. Sin embargo, la oración de todos los días, el servir a los demás y ayudar a los necesitados siempre de nuevo abrirá los ojos de nuestro corazón para que veamos con los ojos de fe al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo presentes en nuestra vida. Esto debe darnos mucha alegría y a animarnos a ser cada día conscientes de su amor y de su protección.
Conexión eucarística
Antes de subir al cielo Jesús ha prometido que estará con nosotros todos los días hasta el fin del mundo. Está con nosotros de muchas maneras pero de manera especial en la Santa Eucaristía. Al escuchar su palabra y al recibir la santa comunión experimentamos cada vez de nuevo su presencia amorosa en medio de nosotros.
Nos habla la Iglesia
Esta obra de la redención humana de la perfecta glorificación de Dios preparada por las maravillas que Dios obró en el pueblo de la Antigua Alianza, Cristo el Señor la realizó principalmente por el misterio pascual de su bienaventurada pasión, resurrección de entre los muertos y gloriosa ascensión. Por este misterio, “con su muerte destruyó nuestra muerte y con su resurrección restauró nuestra vida”. La liturgia de los sacramentos de los sacramentales hace que, en los fieles bien dispuestos, casi todos los actos de la vida serían santificados por la gracia divina que emana del misterio pascual de la pasión, muerte y resurrección de Cristo del cual todos los sacramentos y sacramentales reciben su poder (Vaticano II, sobre la sagrada liturgia 5b y 61).
Leamos la Biblia con la Iglesia
Lunes: Hechos 19,1-8 Jn 16,29-33
Martes: Hechos 20,17-27 Jn 17,1-lía
Miércoles: Hechos 20,28-38 Jn 17,11b-19
Jueves*: Hechos 22,30; 23,6-11 Jn 17,20-26
Viernes Hechos 25,13-21 Jn 21,15-19
Sábado: Hechos 28,16-20.30-31 Jn 21,20-25
(*cuando la fiesta de la Ascensión se celebra el día Domingo).
Oraciones
Jesús, te rindo homenaje
Jesús, te rindo homenaje en la fiesta de tu Ascensión a los Cielos. Me alegro de todo corazón por la gloria en que has entrado a reinar como Señor del Cielo y tierra. Cuando acabe la lucha de este mundo, dame la gracia de compartir en el Cielo el gozo de tu victoria por toda la eternidad.
Yo creo que entraste en tu Reino glorioso a preparar mi sitio, pues prometiste volver y llevarme contigo. Concédeme buscar solamente la dicha de tu amor y amistad, para que yo merezca unirme contigo en el Cielo.
Cuando me llegue la hora de subir y presentarme al Padre para rendir cuentas de mi vida, ten compasión de mí.
Jesús, por el amor que me tienes, me has trasladado del mal al bien y de la desgracia a la felicidad. Dame la gracia de elevarme sobre mi debilidad humana. Que tu Humanidad me dé fuerza en la flaqueza y me libre de los pecados.
Con tu gloria dame ánimo de perseverancia, pues me has llamado y justiicado por la fe. Que yo profundice en la vida que me has dado y alcance los premios eternos que prometes.
Tu me amas, buenísimo Jesús. Haz que yo a mi vez te ame. Te pido ahora esta gracia en particular (mencione el favor que desea).
En tu constante providencia, guía mis pasos a la vida gloriosa que has preparado para aquellos que te aman. Hazme crecer en santidad y darte gracias, viviendo fielmente para Ti.
Alabanza a Jesús glorioso
Te alabo, Corazón de Jesús amadísimo, Fuente de toda bondad.
Te alabo, Corazón de Jesús, todo bondad, por las infinitas gracias que has dado y seguirás dando a las almas de los justos.
Te alabo, Corazón de Jesús, por el tierno amor con que has aliviado tan frecuentemente los corazones devotos con tu divino consuelo.
Te alabo, Corazón de Jesús, que eres todo amor, por la plenitud de tu gracia, el esplendor de tus virtudes, la generosidad de tu corazón y la pureza de tu amor.
Te alabo, Real Corazón de Jesús por tu victoria sobre la muerte y el pecado, tu poder sobre las almas y el triunfo sobre la muerte y el pecado, tu poder sobre las almas y el triunfo sobre vivos y difuntos.
Te alabo, Corazón tan pobre siendo tan rico, por haber despreciado las riquezas terrenas y haber renunciado a los honores mundanales.
Te alabo, Corazón de Jesús obedientísimo por tener hambre de cumplir la voluntad del Padre, y estar sediento de la mayor gloria de Dios y salvación de las almas.
Te alabo, Corazón de Jesús generosísimo, que no buscaste tu gloria propia; Corazón pascientísimo, que voluntariamente sobrellevaste los mayores insultos; Corazón más abnegado, que anhelabas la Cruz y la abrazaste con amor.
Sacratísimo Corazón de Jesús, enséñame a amarte con todo mi corazón y concede que en la medida de mis limitadas fuerzas imite yo tus admirables virtudes. Amén.
Oración
Dios y Padre nuestro, haznos participar del gozo de la Ascensión de tu Hijo Jesucristo. Que le sigamos en la nueva creación, pues su ascensión es nuestra gloria y nuestra esperanza. Te lo pedimos por nuestro Señor Jesucristo.
Amén. (ewtn.com)