Domingo 4 de Pascua B - Iglesia del Hogar 'Yo soy el Buen Pastor': en Familia, como Iglesia doméstica, preparamos la Acogida de la Palabra de Dios proclamada durante la celebración de la Misa dominical parroquial
Recursos adicionales para la preparación
¿Cómo acoger la Palabra de Dios?
Falta un dedo: Celebrarla
Introducción a Las Lecturas del Domingo
Previamente
En este cuarto domingo de Pascua, Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones,, Jesucristo se hace presente en nuestra reunión eucarística como el Buen Pastor. También hoy, mañana y durante toda la vida el Resucitado nos cuida, nos alimenta y nos guía hacia el Padre. La Iglesia en todo el mundo reza hoy de manera especial por aquellos que deben continuar en la Iglesia la misión del Buen Pastor. El Santo Padre nos invita a rezar para que Dios conceda a su Iglesia muchas y santas vocaciones sacerdotales y religiosas. Quizás nunca nos hemos preocupado por este problema. Quizás nunca has rezado por los sacerdotes…
Ni el hecho de estar como acusado ante el sanedrín, que reunía las autoridades más altas del pueblo de Israel, le impide San Pedro que anuncie a Cristo, al Señor y Salvador. Nosotros también como San Pedro hemos recibido el espíritu Santo y somos llamados a dar testimonio de nuestra fe. Escuchemos su anuncio valiente y pidamos al Señor para que envíe también el despertar de vocaciones sacerdotales valientes.
San Juan nos asegura que el singular amor de Dios ha hecho de nosotros hijos de Dios. Dios utiliza a sus sacerdotes como instrumentos para que hagan renacer a los hijos de los hombres como hijos de Dios por medio del bautismo. También hoy Dios llama a hombres y mujeres para que anuncien la Buena Nueva de que Dios nos ama tanto que quiso que todos seamos semejantes a él como queridos hijos suyos. escuchemos a San Juan y pidamos al Señor que colme a su Iglesia de vocaciones sacerdotales.
La comunidad de los bautizados necesita del Pastor para que la guíe, la alimente, le perdón de los pecados en nombre de Dios y los conduzca a vivir en el reino de Dios. Los que son llamados a cuidar la grey del señor deben modelarse constantemente a semejanza del Buen Pastor que está dispuesto a entregar su vida por las ovejas. Roguemos a Dios para que los pastores de la Iglesia sean semejantes al Buen Pastor.
Reflexionemos los padres
Si tenemos el privilegio de pertenecer a una parroquia que cuenta con sacerdotes, deberíamos estar muy agradecidos de cara al hecho de que hay muchos lugares donde los creyentes tienen que vivir sin el servicio del ministerio sacerdotal: Podemos confesarnos y recibir el perdón de Dios; podemos participar en la celebración de la Santa Misa, “fuente y cumbre de la vida cristiana”, como dice el Vaticano II. Nuestros hijos son bautizados convirtiéndose en hijos de Dios, etc. Podríamos hacer una lista muy larga de todos los beneficios que Dios nos brinda por medio de sus sacerdotes. Oremos fervientemente para que el Señor bendiga y sostenga a nuestros sacerdotes y que suscite muchas y santas vocaciones sacerdotales. Tenemos también como padres de familia la misión de ayudar a los hijos a que descubran cuál es su vocación para que la vivan con entusiasmo y alegría con la ayuda de Dios.
Reflexionemos con los hijos
Nuestra vocación, la de sus padres, ha sido, es y será de vivir un matrimonio santo y hacer para que nuestra familia sea una Iglesia doméstica. Así cada uno de ustedes deberá descubrir cuál es la vocación que Dios le quiere regalar. Esto significa en primer lugar el vivir cada vez más y mejor como cristianos. Porque esta vocación la tenemos todos los bautizados. Sin embargo, en la Iglesia hay vocaciones particulares para cada uno: sacerdocio, vida religiosa, misionero, matrimonio santo, etc. Necesitamos pedirle al Señor para que nos ayude a descubrir cada uno su vocación que él quiere utilizar para edificar a la Iglesia y para hacer felices a lo demás. Y este servicio nos hará felices también a nosotros mismos aunque haya sufrimientos y problemas. Sin embargo, sabemos que el Señor, el Buen Pastor, está siempre con nosotros y actúa a través nuestro.
Conexión eucarística
En cada celebración eucarística el Buen Pastor se entrega totalmente en el sacrificio de la Santa Misa. Nos enseña por medio de su palabra, nos alimenta con su cuerpo. Pidamos a Dios a que suscite muchas y santas vocaciones sacerdotales para que no haya bautizado católico que no puede comulgar por falta de sacerdotes.
Vivencia familiar
Debería ser una buena costumbre familiar, cuando rezamos juntos, de pedir de vez en cuando a Dios que bendiga a los sacerdotes y que suscite a muchas y santas vocaciones sacerdotales.
Nos habla la Iglesia
Ante todo vaya un recuerdo afectuoso mío y vuestro, pleno de reconocimiento, al llorado Papa Pablo VI. Reconocimiento porque fue él quien, durante el Concilio, instituyó esta Jornada de Oración por todas las vocaciones de especial consagración a Dios y a la Iglesia. Reconocimiento porque anualmente, en quince años, iluminó esta Jornada con su palabra de maestro y nos animó con su corazón de Pastor.
Siguiendo su ejemplo, me dirijo ahora a vosotros en esta XVI Jornada mundial para confiaros algunas cosas que siento muy dentro del corazón: como tres palabras de orden: orar - llamar - responder.
1. En primer lugar orar.
Celebren la jornada en las parroquias. Se alza en todas partes del mundo este asalto al cielo para pedir al Padre que Cristo ha querido que pidiésemos.
2. Llamar
Dios siempre es libre de llamar a quien quiere y cuando quiere. Pero a virtualmente el llama a través de nosotros y de nuestra palabra. Por consiguiente los obispos y sacerdotes no tengamos miedo de llamar. Nosotros tenemos que llamar. El resto lo hará el Señor.
3. Responder.
Os hablo particularmente a vosotros, jóvenes. Más bien quisiera hablar con vosotros, con cada uno de vosotros. Me sois muy queridos y tengo gran confianza en vosotros. Os he llamado esperanza de la Iglesia y mi esperanza.
Recordemos algunas cosas juntos.
En el tesoro del Evangelio se conservan las hermosas respuestas dadas al Señor que llamaba. La de Pedro y la de Andrés su hermano: "Ellos dejaron al instante las redes y le siguieron" (Mt 4, 20). La del publicano Leví: "Él, dejándolo todo, se levantó y le siguió" (Lc 5, 28). La de los Apóstoles: "Señor, ¿a quién iríamos? Tú tienes palabras de vida eterna" (Jn 6, 68). La de Saulo: "¿Qué he de hacer, Señor?" (Act 22, 10). Desde los tiempos de la primera proclamación del Evangelio hasta nuestros días, un grandísimo número de hombres y mujeres han dado su respuesta personal, su libre y consciente respuesta a Cristo que llama. Han elegido el sacerdocio, la vida religiosa, la vida misionera, como objetivo ideal de su existencia. Han servido al Pueblo de Dios y a la humanidad con fe, con inteligencia, con valentía, con amor. Ha llegado vuestra hora. Os toca a vosotros responder. ¿Acaso tenéis miedo?
Reflexionemos, pues, juntos a la luz de la fe. Nuestra vida es un don de Dios. Debemos hacer algo bueno. Hay muchas maneras de gastar bien la vida, poniéndola al servicio de ideales humanos y cristianos. Si hoy os hablo de consagración total a Dios en el sacerdocio, en la vida religiosa y en la vida misionera, es porque Cristo llama a muchos de entre vosotros a esta extraordinaria aventura. Él necesita, quiere tener necesidad de vuestras personas, de vuestra inteligencia, de vuestras energías, de vuestra fe, de vuestro amor y de vuestra santidad. Si Cristo os llama al sacerdocio, es porque Él quiere ejercer su sacerdocio por medio de vuestra consagración y misión sacerdotal. Quiere hablar a los hombres de hoy con vuestra voz. Consagrar la Eucaristía y perdonar los pecados a través de vosotros. Amar con vuestro corazón. Ayudar con vuestras manos. Salvar con vuestra fatiga. Pensadlo bien. La respuesta que muchos de vosotros pueden dar está dirigida personalmente a Cristo, que os llama a estas grandes cosas.
Encontraréis dificultades. ¿Creéis quizás que yo no las conozco? Os digo que el amor vence cualquier dificultad. La verdadera respuesta a cada vocación es obra de amor. La respuesta a la vocación sacerdotal, religiosa, misionera, puede surgir solamente de un profundo amor a Cristo. Esta fuerza de amor os la ofrece Él mismo, como don que se añade al don de su llamada y hace posible vuestra respuesta. Tened confianza en "Aquel que es poderoso para hacer que copiosamente abundemos más de lo que pedimos o pensamos" (Ef 3, 20). Y, si podéis, dad vuestra vida con alegría, sin miedo, a Él, que antes dio la suya por vosotros.
Por eso os exhorto a orar así:
Señor Jesús, que has llamado a quien has querido,
llama a muchos de nosotros a trabajar por ti, a trabajar contigo.
Tú, que has iluminado con tu palabra a los que has llamado,
ilumínanos con el don de la fe en ti.
Tú, que los has sostenido en las dificultades,
ayúdanos a vencer nuestras dificultades de jóvenes de hoy.
Y si llamas a algunos de nosotros,
para consagrarlo todo a ti,
que tu amor aliente esta vocación desde el comienzo
y la haga crecer y perseverar hasta el fin. Así sea ».
(San Juan Pablo II, del Mensaje con ocasión de la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones 1979)
Oraciones
Oh Jesús, Pastor Eterno de las almas!
Dígnate mirar con ojos de misericordia a esta porción de tu grey amada. Señor, necesitamos mayor número de Sacerdotes, multiplica las vocacionse y santifica más y más a nuestros Sacerdotes, Señor danos sacerdotes y religiosos santos.
Te lo pedimos por la intercesión de Santa María de Guadalupe, tu dulce y santa Madre.
¡Oh Jesús, danos sacerdotes y religiosos, según tu Corazón!
POR LAS VOCACIONES
Dios, Padre y Pastor
de todos los hombres,
Tú quieres que no falten hoy día,
hombres y mujeres de fe,
que consagren sus vidas
al servicio del evangelio
y al cuidado de la Iglesia.
Haz que tu Espíritu Santo
ilumine los corazones,
y fortalezca las voluntades de tus fieles,
para que, acogiendo tu llamado,
lleguen a ser los Sacerdotes y Diáconos,
Religiosos, Religiosas y Consagrados
que tu Pueblo necesita.
La cosecha es abundante, y los operarios pocos.
Envía, Señor, operarios a tu mies.
Amén
Señor Jesús, tu nos dijiste:
"Rueguen al dueño para que envíe operarios a su mies". Te pedimos por el don de vocaciones sacerdotales y religiosas para que en todas partes sea amado tu Corazón.
Despierta en muchos jóvenes una vocación sincera, alegre y entusiasta;
con un espíritu de bondad, humildad y sencillez y que quieran compartir su vida como Misionero del Sagrado Corazón.
Esto te lo pedimos por intercesión de nuestra Señora del Sagrado Corazón y de San José nuestro protector.
Amado sea en todas partes el Sagrado Corazón de Jesús. Por siempre. Amén