Domingo 3 de Cuaresma B - Iglesia del Hogar: en Familia,
como Iglesia doméstica, preparamos la Acogida de la Palabra de Dios procalamda
durante la celebración de la Misa dominical
Recursos adicionales para la preparación
¿Cómo acoger la Palabra de Dios?
Falta un dedo: Celebrarla
Introducción a las lecturas del domingo
Primera
lectura: Éx 20, 1-17
Quizás desde nuestra niñez o juventud tenemos todavía marcada una reacción
no tan positiva de cara a los 10 mandamientos de la ley de Dios. Pueden
parecer muy exigentes, que no nos dejan divertirnos, en fin estaríamos mejor
sin ellos. Esta reacción puede ser solamente un sentimiento de desagrado sin
que hayamos reflexionado mucho. Con todo, cuando nos ponemos a pensar qué
sucedería si no existieran, habría un caos. Esta primera lectura que se va
proclamar el domingo forma parte de una realidad maravillosa: Dios ha
querido hacer un pacto con el pueblo escogido. Lo ha proclamado como pueblo
santo, pueblo sacerdotal. Y la palabra de Dios siempre es eficaz. En ese
contexto se han proclamado las 10 palabras, como se expresa el original
hebreo. Vivir según los 10 mandamientos es, por tanto, la respuesta del
pueblo de Dios a la alianza que Dios está ofreciendo. Nosotros formamos
parte del nuevo pueblo de Dios, de la nueva y eterna alianza en Jesucristo.
Y Jesucristo no ha venido para abolir sino para llevar a la perfección lo
que recibimos del pueblo judío, de nuestros antepasados en la fe. Puede
servir para un examen de conciencia: de cara a Dios (mandamiento 1-3), de
cara a los demás (4-8), de cara a lo que pasa en nuestro interior (9-10).
Segunda lectura: 1 Cor 1, 22-25
El mundo tiene sus criterios respecto a las cosas que importan: ser rico,
tener muchos conocimientos, vivir cómodamente, etc. Cuando uno se pone a
pensar acerca de cómo Dios se ha acercado a este mundo para renovar esta
nueva y eterna alianza, descubrimos todo lo contrario de lo que piensa el
mundo respecto a los medios adecuados para vivir una existencia importante.
Esta lectura nos da una respuesta de como Dios piensa y actúa para salvarnos
y salvar a este mundo.
Evangelio: Jn 2, 13-25
También en nuestra propia vida, igual que en el Evangelio, suceden cosas
inesperadas, impactantes y a veces dolorosas. Los creyentes sabemos que no
sucede nada sin que Dios lo permita por amor nuestro. Desearíamos saber el
por qué y el para qué. Acojamos la respuesta de Jesús a los judíos que
desean les dé signo para justificar lo que ha hecho. En el fondo es una
reafirmación de que Dios nos ama y quiere hacernos participar del designio
maravilloso que tiene para con cada uno de nosotros.
Reflexionemos los padres
Muchas veces nos olvidamos que desde nuestro bautismo somos
miembros del cuerpo místico de Jesús. Para expresarlo de otra manera de
acuerdo a las palabras de San Pablo: nuestro cuerpo es templo del Espíritu
Santo. Y lo es porque Jesús ha cargado con nuestros pecados, los hay
estrellado a en la Cruz muriendo por nosotros, ha resucitado y ha querido
que nosotros participáramos de su vida divina. En cada uno de nosotros mora
Dios. Los sacramentos quieren reforzar esta maravillosa realidad cada vez
cuando los recibimos. Y el sacramento del matrimonio transforma la vida
familiar de manera que el hogar se convierte en una Iglesia doméstica. Los
esposos desempeñan una función sacerdotal transmitiendo la fe a los hijos,
dirigiendo la oración y ofreciendo cada día como sacrificio de alabanza a
Dios. ¿Cómo hacer para que esta realidad transcendental se refleje en
nuestra propia vida y en la vida de toda la familia?
Reflexionemos con los hijos
Imagínense que cada uno de nosotros hiciera lo que le dé la gana y
en el momento que se le antoje. Por eso en la casa hay como un reglamento de
comportarse y de hacer las cosas. Este reglamento no es para reducir nuestra
libertad sino para ayudarnos a ser felices. Esto mismo quieren lograr los 10
mandamientos. A primera vista parecen nada más que prohibiciones: "No hagas
esto"… "No hagas aquello", muy semejantes a las cosas que les decimos a
ustedes, nuestros hijos. Dios quiere que seas feliz. Si nos ponemos a pensar
un poco estas prohibiciones aseguran que estemos en el camino hacia la
felicidad. Podemos fiarnos el uno del otro, sabemos que el otro está cerca
de Dios, y hasta nuestros pensamientos necesitan ser purificados para poder
vivir mejor. Por eso, primero queremos dar las gracias a Dios por los
mandamientos porque aseguran nuestra vida en común. Y en segundo lugar cada
uno podría repasar un poco los 10 mandamientos para ver cómo está
respondiendo a Dios. Porque se trata no solamente de una reacción externa
frente a Dios que nos ha regalado los mandamientos. Sabemos y deberíamos
estar conscientes de que Dios mora en cada una de nosotros desde el
bautismo. Y entonces obedecer los mandamientos es corresponder al amor de
Dios que está en nuestro corazón, el Dios amoroso cuyo espíritu hace de
nosotros un templo.
Conexión eucarística
¿Acaso no es un pensamiento maravilloso el considerar que cuando se
reúne la asamblea santa para celebrar la eucaristía en la parroquia, todas
las familias que acuden son otras tantas iglesias del hogar que se unen en
un solo sacrificio. Haciéndonos cada vez más uno con Cristo contribuimos
para que nuestra familia sea cada vez más una Iglesia doméstica.
Vivencia familiar
Reflexionemos juntos como hacer para que nuestra familia sea cada
vez más una Iglesia doméstica, una Iglesia del hogar. Nos pueden ayudar en
esta reflexión los 10 mandamientos. En el catecismo encontraremos una
formulación precisa y adecuada.
Nos habla la Iglesia
Esta misión de ser la célula primera y vital de la sociedad, la
familia la ha recibido directamente de Dios. Cumplir esta misión si, por la
mutua piedad de sus miembros y la oración en común dirigida a Dios, se
ofrece como santuario doméstico de la Iglesia; si la familia entera se
incorpora al culto litúrgico de la Iglesia; finalmente, la familia practica
el ejercicio de la hospitalidad y promueve la justicia y demás obras buenas
al servicio de todos los hermanos que padece necesidad (Vaticano II, Sobre
el apostolado de los seglares 11d).
Leamos la Biblia con la Iglesia
Lunes 2 Re 5,1-15a Lc 4,24-30
Martes Dan 3,25.34-43 Mt 18,21-35
Miércoles Dt 4,1.5-9
Mt 5,17-19
Jueves Jr 7,23-28 Lc 11,14-23
Viernes Os 14,2-10
Mc 12,28b-34
Sábado Os 6,1-6
Lc 18,9-14
Oraciones
Oración por las Familias (Papa Francisco)
Jesús, María y José
en vosotros contemplamos
el esplendor del verdadero amor,
a vosotros, confiados, nos dirigimos.
Santa Familia de Nazaret,
haz también de nuestras familias
lugar de comunión y cenáculo de oración,
auténticas escuelas del Evangelio
y pequeñas Iglesias domésticas.
Santa Familia de Nazaret,
que nunca más haya en las familias episodios
de violencia, de cerrazón y división;
que quien haya sido herido o escandalizado
sea pronto consolado y curado.
Santa Familia de Nazaret,
que el próximo Sínodo de los Obispos
haga tomar conciencia a todos
del carácter sagrado e inviolable de la familia,
de su belleza en el proyecto de Dios.
Jesús, María y José,
escuchad, acoged nuestra súplica.
Por la Familia (San Juan Pablo II)
Oh Dios, de quien procede toda paternidad en el cielo y en la tierra, Padre,
que eres Amor y Vida, haz que en cada familia humana sobre la tierra se
convierta, por medio de tu Hijo, Jesucristo, "nacido de Mujer", y del
Espíritu Santo, fuente de caridad divina, en verdadero santuario de la vida
y del amor para las generaciones porque siempre se renuevan.
Haz que tu gracia guíe a los pensamientos y las obras de los esposos hacia
el bien de sus familias y de todas las familias del mundo.
Haz que las jóvenes generaciones encuentren en la familia un fuerte apoyo
para su humanidad y su crecimiento en la verdad y en el amor.
Haz que el amor, corroborado por la gracia del sacramento del matrimonio, se
demuestre más fuerte que cualquier debilidad y cualquier crisis, por las que
a veces pasan nuestras familias.
Haz finalmente, te lo pedimos por intercesión de la Sagrada Familia de
Nazaret, que la Iglesia en todas las naciones de la tierra pueda cumplir
fructíferamente su misión en la familia y por medio de la familia. Tú, que
eres la Vida, la Verdad y El Amor, en la unidad del Hijo y del Espíritu
santo.