Domingo de Ramos A - Comentarios de Sabios y Santos I: con ellos preparamos la Acogida de la Palabra de Dios proclamada durante la celebración de la Misa Dominical
Recursos adicionales para la prepración
A su disposición
Orientaciones para Semana Santa: P. Lic. José A. Marcone, I.V.E.
Exégesis: P. José María Solé - Roma, C. F. M. - A las tres lecturas
Comentario Teológico: Benedicto XVI - La entrada en Jerusalén
Santos
Padres: San Agustín - La pasión del Señor.
Aplicación: Benedicto XVI - Caminemos con Cristo hacia la altura de Dios
Aplicación: San Luis Bertrán - "Bendito el que viene en nombre del Señor"
(Mateo 21,9)
Aplicación: San Juan Pablo II - No nos avergoncemos de la cruz
Ejemplos
Falta un dedo: Celebrarla
comentarios a Las Lecturas del Domingo
Orientaciones para Semana Santa: P. Lic. José A. Marcone, I.V.E.
Reunimos aquí las indicaciones litúrgicas para la celebración de la Liturgia
de la Palabra en las Misas de la Semana Santa. Están tomadas de los libros
litúrgicos aprobados canónicamente por la Iglesia. Con esta mirada de
conjunto podemos ya hacer un plan y un primer bosquejo de todos nuestros
sermones de Semana Santa.
Domingo de Ramos
"En el Domingo de Ramos de la Pasión del Señor, para la procesión se han
escogido los textos que se refieren a la solemne entrada del Señor en
Jerusalén, tomados de los tres Evangelios sinópticos; en la Misa se lee el
relato de la pasión del Señor". (Leccionario, Prenotanda, nº 97)
"La misa de este domingo incluye tres lecturas, cuya proclamación mucho se
recomienda, a no ser que razones pastorales aconsejen lo contrario.
"Teniendo en cuenta la importancia de la lectura de la Pasión del Señor,
está permitido al sacerdote, en vista de las necesidades de cada comunidad,
elegir una sola de las lecturas que preceden al Evangelio, o leer únicamente
la historia de la Pasión, también en forma abreviada, si fuera necesario.
Esto vale exclusivamente para las misas celebradas con el pueblo."
(Leccionario, Tomo I, p. 445; anotación en rojo antes de las lecturas de la
Misa del Domingo de Ramos)
"En los lugares en que pareciere oportuno, durante la lectura de la Pasión
se pueden incorporar aclamaciones" (Leccionario, Tomo I, p. 451; anotación
en rojo antes de la lectura de la Pasión)
Recordamos que el sacerdote celebrante, en las Misas del Domingo de Ramos
que se hagan con procesión o con entrada solemne, debe predicar tres veces.
La primera es una monición antes de la bendición de los ramos, monición que
puede leer también del Misal (Misal Romano, Domingo de Ramos en la Pasión
del Señor, nº 5, p. 219). La segunda es después de la lectura del Evangelio
antes de iniciar la procesión. El Misal, respecto a esta predicación dice
textualmente: "Después del Evangelio, si se cree oportuno, puede hacerse una
breve homilía." (Misal Romano, Domingo de Ramos en la Pasión del Señor, nº
8, p. 223). La tercera predicación es ya dentro de la Misa, después de la
lectura de la Pasión (según San Marcos, en este Ciclo B). Dice el Misal
textualmente: "Después de la proclamación de la Pasión, si se cree oportuno,
hágase una breve homilía. Puede hacerse también un momento de silencio"
(Misal Romano, Domingo de Ramos en la Pasión del Señor, nº 22, p. 228).
En algunas regiones el Domingo de Ramos es una de las misas más concurridas
del año y, por lo tanto, la utilidad espiritual de la homilía es muy grande.
En estos casos aconsejamos no omitirla.
En cuanto al tema de la homilía es preciosa esta indicación del Ceremonial
de los Obispos: "Con el Domingo de Ramos en la Pasión del Señor, la Iglesia
entra en el misterio de su Señor crucificado, sepultado y resucitado, el
cual, entrando en Jerusalén, dio un anuncio profético de su poder.
"Los cristianos llevan ramos en sus manos como signo de que Cristo muriendo
en la cruz, triunfó como Rey. Habiendo enseñado el Apóstol: 'Si sufrimos con
Él, también con Él seremos glorificados' (Rm.8,17), el nexo entre ambos
aspectos del misterio pascual, ha de resplandecer en la celebración y en la
catequesis de este día" (Ceremonial de los Obispos, n° 263).
De acuerdo a esto podemos decir que el Domingo de Ramos comprende, a la vez,
el presagio del triunfo real de Cristo y el anuncio de la Pasión. Por lo
tanto, en la homilía debe quedar en evidencia la relación entre estos dos
aspectos del misterio pascual.
Ferias de Semana Santa
"Los primeros días de la Semana Santa, las lecturas consideran el misterio
de la pasión" (Leccionario, Prenotanda, n° 98)
Misa crismal
"En la Misa crismal, las lecturas ponen de relieve la función mesiánica de
Cristo y su continuación en la Iglesia, por medio de los sacramentos".
(Leccionario, Prenotanda, n° 98)
Respecto a la predicación en la Misa crismal, dice el Misal textualmente:
"Después de la proclamación del Evangelio, el obispo pronuncia la homilía
inspirándose en los textos de la Liturgia de la Palabra, hablando al pueblo
y a sus presbíteros acerca de la unción sacerdotal, exhortando a los
presbíteros a conservar la fidelidad a su ministerio e invitándolos a
renovar públicamente sus promesas sacerdotales" (Misal Romano, Jueves Santo,
n° 8, p. 233)
Sagrado Triduo pascual
Jueves Santo o Jueves de la Cena del Señor
"El jueves santo, en la Misa vespertina, el recuerdo del banquete que
precedió al éxodo ilumina de un modo especial el ejemplo de Cristo al lavar
los pies de los discípulos y las palabras de Pablo sobre la institución de
la Pascua cristiana de la Eucaristía" (Leccionario, Prenotanda, n° 99).
"Después de proclamar el Evangelio, el sacerdote pronuncia la homilía, en la
cual se exponen los grandes misterios que se recuerdan en esta Misa, es
decir, la institución de la sagrada Eucaristía y del Orden sacerdotal, y
también el mandato del Señor sobre la caridad fraterna" (Misal Romano,
Jueves de la Cena del Señor, n° 9, p. 240). Esta breve indicación del Misal
Romano es de gran valor, ya que nos indica con claridad cuál debe ser el
contenido de nuestra homilía para Misa de la Cena del Señor.
Viernes Santo
"La acción litúrgica del viernes santo llega a su momento culminante en el
relato según san Juan de la pasión de aquel que, como el Siervo del Señor,
anunciado en el libro de Isaías, se ha convertido realmente en el único
sacerdote al ofrecerse a sí mismo al Padre". (Leccionario, Prenotanda, nº
99)
"Concluida la lectura de la Pasión (según San Juan), hágase una breve
homilía, y terminada ésta, los fieles pueden ser invitados a hacer un tiempo
de oración en silencio" (Misal Romano, Viernes Santo de la Pasión del Señor,
nº 10, p. 245).
Viernes Santo: Memoria de los Dolores de la Santísima Virgen María junto a
la Cruz
El Misal Romano (Viernes Santo de la Pasión del Señor, nº 20 bis) contempla
dos posibilidades para la memoria de los dolores y la soledad de la Virgen
María: el "piadoso ejercicio tradicional" del Sermón de la Soledad o la
inclusión de "la memoria del dolor de María en la misma acción litúrgica con
la que se celebra la Pasión del Señor". El Misal considera "más conveniente"
esta última porque "de esta manera aparecerá con más evidencia que la Virgen
María está unida indisolublemente a la obra de la salvación realizada por su
Hijo".
Sin embargo resalta el Misal que en algunos lugares puede "considerarse
oportuno conservar" aquel piadoso ejercicio tradicional del Sermón de la
Soledad. El Misal lo describe de esta manera: "Según una antigua tradición,
en la tarde del Viernes Santo se realizaba en nuestras iglesias un piadoso
ejercicio en memoria de los dolores sufridos por la Santísima Virgen María
junto a la cruz de su Hijo, y de su estado de profunda soledad después de la
muerte de Jesús." Debe tenerse el cuidado de realizarlo de tal manera que no
reste importancia a la Celebración litúrgica de la Pasión del Señor.
Mi experiencia de nueve años de párroco en la periferia de la gran ciudad de
Santiago de Chile me lleva a decir que es perfectamente posible realizar
este piadoso ejercicio sin que reste importancia a la Celebración de la
Pasión del Señor. Nosotros hacíamos la Celebración de la Pasión del Señor a
las 15 hs., aproximadamente. Luego hacíamos el Via Crucis por las calles de
la población, que duraba varias horas. Y el Via Crucis terminaba en el
templo con el Sermón de la Soledad, hecho a modo de Liturgia de la Palabra.
De ese modo, el Sermón de la Soledad no restaba importancia a la Celebración
litúrgica de la Pasión del Señor. Las ideas fundamentales de dicho sermón
están expresadas en el Misal Romano, citado recién. Era de mucho provecho
para los fieles.
Vigilia Pascual en la Noche Santa
"En la vigilia pascual de la noche santa, se proponen siete lecturas del
Antiguo Testamento, que recuerdan las maravillas de Dios en la historia de
la salvación, y dos del Nuevo, a saber, el anuncio de la resurrección según
los tres evangelios sinópticos, y la lectura apostólica sobre el bautismo
cristiano como sacramento de la resurrección de Cristo" (Leccionario,
Prenotanda, nº 99).
"En esta Vigilia, 'Madre de todas las vigilias', se proponen nueve lecturas:
siete del Antiguo Testamento y dos del Nuevo Testamento (Epístola y
Evangelio). En la medida de lo posible, y respetando la índole de la
Vigilia, debe proclamarse todas las lecturas.
"Si graves circunstancias pastorales lo exigen, puede reducirse el número de
las lecturas del Antiguo Testamento; con todo, téngase siempre presente que
la lectura de la Palabra de Dios es una parte fundamental de esta Vigilia
pascual. Por eso, deben leerse por lo menos tres lecturas del Antiguo
Testamento, que provengan de la Ley y los Profetas y se canten los
respectivos salmos responsoriales. Nunca debe omitirse la lectura tomada del
capítulo 14 del Éxodo con sus respectivo cántico" (Misal Romano, Vigilia
Pascual en la Noche Santa, nº 20 - 21, p. 275)
El Leccionario se expresa con términos semejantes.
Respecto a la homilía para esta celebración dice el Misal Romano: "Después
del Evangelio tiene lugar la homilía que, aunque breve, no debe omitirse"
(Misal Romano, Vigilia Pascual en la Noche Santa, nº 36, p. 279)
Misa del día de Pascua
"Para la Misa del día de Pascua se propone la lectura del Evangelio de san
Juan sobre el hallazgo del sepulcro vacío. También pueden leerse, si se
prefiere, los textos de los evangelios propuestos para la noche santa, o,
cuando hay Misa vespertina, la narración de Lucas sobre la aparición a los
discípulos que iban a Emaús. La primera lectura se toma de los Hechos de los
Apóstoles, que se leen durante el tiempo pascual en vez de la lectura del
Antiguo Testamento. La lectura del Apóstol se refiere al misterio de Pascua
vivido en la Iglesia" (Leccionario, Prenotanda, nº 99).
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Exégesis: P. José María Solé - Roma, C. F. M. - Las tres lecturas
ISAÍAS 50, 4-7:
Se nos lee en este domingo el tercer canto del Poema del "Siervo de Yahvé":
- En este canto o profecía se pone de relieve cuán atento está el "Siervo"
(= Mesías) a la Palabra (= Voluntad) de Dios; cómo es Discípulo que a toda
hora está presto a oír la Palabra de su Maestro. Jesús se aplica a Sí mismo
el sentido de esta profecía Mesiánica y nos la explica cuando dice: "Yo de
Mí mismo nada puedo hacer; según oigo transmito" (Jn 5, 30). "Mi doctrina no
es mía, sino de Aquel que me envió" (Jn 5, 19). En la profecía de Isaías se
nos dice que el mensaje o encomienda que recibe el Siervo es mensaje de
Salvación (4). Y esto mismo se aplica a sí Jesús: "El que escucha mi Palabra
tiene vida eterna; llega la hora, y es ahora, en que los muertos oirán la
voz del Hijo de Dios; y cuantos la oigan recobrarán la vida" (Jn 5, 25).
Jesús-Mesías nos trae gozo, vida, salvación.
- Esta misión del Siervo-Mesías va a ser muy difícil. Pero el Siervo acepta
con plena y heroica docilidad y disponibilidad la voluntad de Dios: "Yo no
le he resistido ni me he echado atrás" (5). Jesús se aplica esta profecía y
nos dice: "Por esto me ama el Padre, porque Yo entrego mi vida.
Voluntariamente la entrego. Este es el mandato que he recibido de mi Padre"
(Jn 10, 17). Y a la hora de la Pasión queda clara su entrega generosa: "Debe
conocer el mundo que Yo amo al Padre; y que procedo conforme al mandato del
Padre; levantaos; vámonos de aquí" (Jn 14, 31). Ahora que a la luz del Nuevo
Testamento sabemos que el "Siervo" es el "Hijo", nos maravilla aún más esta
plena obediencia.
- En el cumplimiento de su misión el "Siervo" va a correr la suerte de todos
los Profetas de Dios. Es recibido con hostilidad. La actitud del Siervo
frente a las persecuciones es de una humildad y abnegación que sorprenden:
"He prestado mis espaldas a los golpes y mis mejillas a los que mesaban mi
barba. No he hurtado mi faz a los ultrajes y salivazos" (6). ¡Cuán diferente
este acento del de un Jeremías, por ejemplo!: "Que sean confundidos mis
perseguidores. Haz venir sobre ellos el día de la desventura" (Jer 17, 18).
El Siervo-Mesías (y así le vemos en la Historia de la Pasión) es el "Cordero
que, llevado al matadero, no abre su boca" (Is 53, 7); que en la Cruz ora al
Padre: "Padre, perdónalos, pues no saben lo que hacen" (Lc 23, 24).
FILIPENSES 2, 6-11:
En este canto o himno de la primitiva Iglesia que Pablo cita e integra en su
Epístola a los filipenses; se nos da una hermosa síntesis Cristológica:
- Antítesis luminosa entre los dos estados de Cristo: El estado "glorioso"
que le correspondía en su calidad de Hijo de Dios (6) y el que escoge al
tomar la naturaleza humana de humillación (Kenosis), despojo (Tapeinosis) y
obediencia: En condición humana, sin privilegio alguno y con todas las
humanas limitaciones y miserias (excepto la del pecado) (CfrHb 4, 15).
"Anonadado" (7), "Siervo Obediente", acepta el plan del Padre; se sujeta a
la muerte; a muerte de cruz: Cujus salutiferae passionis et gloriossae
resurrectionis dies appropinquare noscuntur, quibus et de
antiquihostissuperbiatriumphatur et nostraeredemptionisrecolitursacramentum
(Pref.).
- Al trasluz de este cuadro se nos transparenta la contraposición entre el
Adán viejo y el Adán Nuevo. Adán quiso usurpar los derechos divinos: Ser
como Dios; y, desobediente, se rebeló. Cristo, Adán Nuevo, renuncia sus
derechos divinos; se hace en todo como nosotros; se somete en total
obediencia al Padre. Con esto Cristo repara la obra nefasta de Adán. Nos
salva. Con su obediencia, el Siervo expía todas las desobediencias humanas;
y merece para Sí mismo, para su humana naturaleza, la suprema exaltación a
la diestra del Padre (9. 10).
- Son muy claras en todo este pasaje las alusiones al "Siervo de Yahvé" de
Isaías: "Siervo" galardonado, que con su "expiación" justifica y salva a la
muchedumbre de pecadores (Is 53, 12). Y restituido a la vida es saciado de
gozo y gloria (Is 53, 11). San Pablo sabe bien cuál es la "Gloria" de Cristo
Resucitado: el Señorío universal a la diestra del Padre; y cuál la raíz y
razón de este Señorío y Gloria: El "Nombre", es decir: la Divina Filiación
(Flp 3, 9).
MATEO 26, 14-27:
La Cena Pascual inicia el momento culminante, la "Hora" (Jn 13, 1) de la
Redención y Salvación:
- Jesús celebra la Cena Pascual de la Alianza Antigua e instituye la Pascua
de la Nueva Alianza: la Pascua cristiana. Pasamos, pues, de lo que era
figura y sombra a lo que es realidad.
- En la Nueva Alianza el Cordero inmolado será Cristo. Jesús, antes que le
crucifiquen, se inmola místicamente. Y se nos da como Cordero Sacrificado,
bajo especies de pan y vino, en convite perpetuo. En un Sacrificio y en un
Convite sacramental deberemos rememorar y renovar la Redención que Él nos
trae en la cruz, y anunciar su retorno glorioso (1 Cor 11, 25).
- La Antigua Alianza se canceló con sangre (Ex 24, 8). La Nueva se sella con
la Sangre de Cristo (Heb 8, 8). Cesan las figuras. Mientras Israel inmola su
cordero pascual, en la cruz queda inmolado el Cordero que a todos nos trae
la verdadera Redención (del pecado) y Salvación: Vida Eterna. Redención y
Vida Eterna que en la celebración Eucarística anunciamos y rememoramos hasta
que Él vuelva (1 Cor 11, 26).
(SOLÉ ROMA, J. M., Ministros de la Palabra. Ciclo A, Herder, Barcelona,
1979, pp. 93-96)
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Comentario Teológico: Benedicto XVI - La entrada en Jerusalén
El Evangelio de Juan refiere que Jesús celebró tres fiestas de Pascua
durante el tiempo de su vida pública: una primera en relación con la
purificación del templo (2,13-25); otra con ocasión de la multiplicación de
los panes (6,4); y, finalmente, la Pascua de la muerte y resurrección (p.ej.
12,1; 13,1), que se ha convertido en "su" gran Pascua, en la cual se funda
la fiesta cristiana, la Pascua de los cristianos. Los Sinópticos han
transmitido información solamente de una Pascua: la de la cruz y la
resurrección; para Lucas, el camino de Jesús se describe casi como un único
subir en peregrinación desde Galilea hasta Jerusalén.
Es ante todo una "subida" en sentido geográfico: el Mar de Galilea está
aproximadamente a200 metros bajo el nivel del mar, mientras que la altura
media de Jerusalén es de 760 metros sobre el nivel del mar. Como peldaños de
esta subida, cada uno de los Sinópticos nos ha transmitido tres profecías de
Jesús sobre su Pasión, aludiendo con ello también a la subida interior, que
se va desarrollando a lo largo del camino exterior: el ir caminando hacia el
templo como el lugar donde Dios quiso "establecer" su nombre, como se
describe en el Libro del Deuteronomio (12,11; 14,23).
La última meta de esta "subida" de Jesús es la entrega de sí mismo en la
cruz, una entrega que reemplaza los sacrificios antiguos; es la subida que
la Carta a los Hebreos califica como un ascender, no ya a una tienda hecha
por mano de hombre, sino al cielo mismo, es decir, a la presencia de Dios
(9,24). Esta ascensión hasta la presencia de Dios pasa por la cruz, es la
subida hacia el "amor hasta el extremo" (cf. Jn 13,1), que es el verdadero
monte de Dios.
Naturalmente, la meta inmediata de la peregrinación de Jesús es Jerusalén,
la Ciudad Santa con su templo y la "Pascua de los judíos", como la llama
Juan (2,13). Jesús se había puesto encamino junto con los Doce, pero poco a
poco se fue uniendo a ellos un grupo creciente de peregrinos; Mateo y Marcos
nos dicen que, ya al salir de Jericó, había una "gran muchedumbre" que
seguía a Jesús (Mt 20,29; cf. Mc 10,46).
En este último tramo del recorrido hay un episodio que aumenta la
expectación por lo que está a punto de ocurrir, y que pone a Jesús de un
modo nuevo en el centro de atención de quienes lo acompañan. Un mendigo
ciego, llamado Bartimeo, está sentado junto al camino. Se entera de que
entre los peregrinos está Jesús y entonces se pone a gritar sin cesar: "Hijo
de David, Jesús, ten compasión de mí" (Mc10, 47). En vano tratan de
tranquilizarlo y, al final, Jesús le invita a que se acerque. A su súplica
-"Rabbuní, ¡que pueda ver!"-, Jesús le contesta: "Anda, tu fe te ha curado".
Bartimeo recobró la vista "y le seguía por el camino" (Mc10, 48-52). Una vez
que ya podía ver, se unió a la peregrinación hacia Jerusalén. De repente, el
tema "David", con su intrínseca esperanza mesiánica, se apoderó de la
muchedumbre: este Jesús con el que iban de camino ¿no será acaso
verdaderamente el nuevo David? Con su entrada en la Ciudad Santa, ¿no habrá
llegado la hora en que Él restablezca el reino de David?
Los preparativos que Jesús dispone con sus discípulos hacen crecer esta
expectativa. Jesús llega al Monte de los Olivos desde Betfagé y Betania, por
donde se esperaba la entrada del Mesías. Manda por delante a dos discípulos,
diciéndoles que encontrarían un borrico atado, un pollino, que nadie había
montado. Tienen que desatarlo y llevárselo; si alguien les pregunta el
porqué, han de responder: "El Señor lo necesita" (Mc 11,3; Lc 19,31). Los
discípulos encuentran el borrico, se les pregunta -como estaba previsto- por
el derecho que tienen para llevárselo, responden como se les había ordenado
y cumplen con el encargo recibido. Así, Jesús entra en la ciudad montado en
un borrico prestado, que inmediatamente después devolverá a su dueño.
Todo esto puede parecer más bien irrelevante para el lector de hoy, pero
para los judíos contemporáneos de Jesús está cargado de referencias
misteriosas. En cada uno de los detalles está presente el tema de la realeza
y sus promesas. Jesús reivindica el derecho del rey are quisar medios de
transporte, un derecho conocido en toda la antigüedad (cf. Pesch, Markus
evangelium, II, p. 180). El hecho de que se trate de un animal sobre el que
nadie ha montado todavía remite también a un derecho real. Y, sobre todo, se
hace alusión a ciertas palabras del Antiguo Testamento que dan a todo el
episodio un sentido más profundo.
En primer lugar, las palabras de Génesis 49,10s, la bendición de Jacob, en
las que se asigna am Judá el cetro, el bastón de mando, que no le será
quitado de sus rodillas "hasta que llegue aquel a quien le pertenece y a
quien los pueblos deben obediencia". Sc dice de Él que ata su borriquillo a
la vid (49,11).Por tanto, el borrico atado hace referencia al que tiene que
venir, al cual "los pueblos deben obediencia".
Más importante aún es Zacarías 9,9, el texto que Mateo y Juan citan
explícitamente para hacer comprender el "Domingo de Ramos": "Decid a la hija
de Sión: mira a tu rey, que viene a ti humilde, montado en un asno, en un
pollino, hijo de acémila" (Mt 21,5;cf. Za 9,9; Jn 12,15).Ya hemos
reflexionado ampliamente sobre el sentido de estas palabras del profeta para
comprender la figura de Jesús al comentar la bienaventuranza de los
humildes, de los mansos(cf. primera parte, pp. 108-112). Él es un rey que
rompe los arcos de guerra, un rey de la paz y un rey de la sencillez, un rey
de los pobres. Y hemos visto, en fin, que gobierna un reino que se extiende
de mar a mar y abarca toda la tierra (cf. ibíd., p. 109); esto nos ha
recordado el nuevo reino universal de Jesús que, en las comunidades de la
fracción del pan, es decir, en la comunión con Jesucristo, se extiende de
mar a mar como reino de su paz (cf. ibíd., p. 112).Todo esto no podía verse
entonces, pero lo que, oculto en la visión profética, había sido apenas
vislumbrado desde lejos, resulta evidente en retrospectiva.
Por ahora retengamos esto: Jesús reivindica, de hecho, un derecho regio.
Quiere que se entienda su camino y su actuación sobre la base de las
promesas del Antiguo Testamento, que se hacen realidad en Él. El Antiguo
Testamento habla de Él, y viceversa: Él actúa y vive de la Palabra de Dios,
no según sus propios programas y deseos. Su exigencia se funda en la
obediencia a los mandatos del Padre. Sus pasos son un caminar por la senda
de la Palabra de Dios. Al mismo tiempo, la referencia a Zacarías 9,9excluye
una interpretación "zelote" de la realeza: Jesús no se apoya en la
violencia, no emprende una insurrección militar contra Roma. Su poder es de
carácter diferente: reside en la pobreza de Dios, en la paz de Dios, que Él
considera el único poder salvador.
Volvamos al desarrollo de la narración. Cuando se lleva el borrico a Jesús,
ocurre algo inesperado: los discípulos echan sus mantos encima del borrico;
mientras Mateo (21,7) y Marcos (11,7) dicen simplemente que "Jesús se
montó", Lucas escribe: "Y le ayudaron amontar" (19,35). Ésta es la expresión
usada en el Primer Libro de los Reyes cuando narra el acceso de Salomón al
trono de David, su padre. Allí se lee que el rey David ordena al sacerdote
Zadoc, al profeta Natán y a Benaías: "Tomad con vosotros los veteranos de
vuestro señor, montad a mi hijo Salomón sobre mi propia mula y bajadle a
Guijón. El sacerdote Zadoc y el profeta Natán lo ungirán allí como rey de
Israel..." (1,33s).
También el echar los mantos tiene su sentido en la realeza de Israel (cf. 2
R 9,13). Lo que hacen los discípulos es un gesto de entronización en la
tradición de la realeza davídica y, así, también en la esperanza mesiánica
que se ha desarrollado a partir de ella. Los peregrinos que han venido con
Jesús a Jerusalén se dejan contagiar por el entusiasmo de los discípulos;
ahora alfombran con sus mantos el camino por donde pasa. Cortan ramas de los
árboles y gritan palabras del Salmo 118, palabras de oración de la liturgia
de los peregrinos de Israel que en sus labios se convierten en una
proclamación mesiánica: " ¡Hosanna, bendito el que viene en el nombre del
Señor! ¡Bendito el Reino que llega, el de nuestro padre David! ¡Hosanna en
las alturas!" (Mc 11,9s; cf. Sal 118,25s).
Esta aclamación la han transmitido los cuatro evangelistas, aunque con sus
variantes específicas. Estas diferencias no son irrelevantes para la
historia de la transmisión y la visión teológica de cada uno de los
evangelistas, pero no es necesario que nos ocupemos aquí de ellas. Tratamos
solamente de comprender las líneas esenciales de fondo, teniendo en cuenta,
además, que la liturgia cristiana ha acogido este saludo, interpretándolo a
la luz de la fe pascual de la Iglesia.
Ante todo, aparece la exclamación: " ¡Hosanna!". Originalmente, ésta era una
expresión de súplica, como: " ¡Ayúdanos!". En el séptimo día de la fiesta de
las Tiendas, los sacerdotes, dando siete vueltas en torno al altar del
incienso, la repetían monótonamente para implorar la lluvia. Pero, así como
la fiesta de las Tiendas se transformó de fiesta de súplica en una fiesta de
alegría, la súplica se convirtió cada vez más en una exclamación de júbilo
(cf. Lohse, ThWNT, IX,p. 682).
La palabra había probablemente asumido también un sentido mesiánico ya en
los tiempos de Jesús. Así, podemos reconocer en la exclamación "¡Hosanna!"
una expresión de múltiples sentimientos, tanto de los peregrinos que venían
con Jesús como de sus discípulos: una alabanza jubilosa a Dios en el momento
de aquella entrada; la esperanza de que hubiera llegado la hora del Mesías,
y al mismo tiempo la petición de que fuera instaurado de nuevo el reino de
David y, con ello, el reinado de Dios sobre Israel.
La palabra siguiente del Salmo 118, "bendito el que viene en el nombre del
Señor", perteneció en un primer tiempo, como se ha dicho, a la liturgia de
Israel para los peregrinos y con ella se los saludaba a la entrada de la
ciudad o del templo. Lo demuestra también la segunda parte del versículo:
"Os bendecimos desde la casa del Señor". Era una bendición que los
sacerdotes dirigían y casi imponían sobre los peregrinos a su llegada. Pero
con el tiempo la expresión "que viene en el nombre del Señor" había
adquirido un sentido mesiánico. Más aún, se había convertido incluso en la
denominación de Aquel que había sido prometido por Dios. De este modo, de
una bendición para los peregrinos la expresión se transformó en una alabanza
a Jesús, al que se saluda como al que viene en nombre de Dios, como el
Esperado y el Anunciado por todas las promesas.
La referencia específicamente davídica, que se encuentra solamente en el
texto de Marcos, nos presenta tal vez en su modo más originario la
expectativa de los peregrinos en aquellos momentos. Lucas, que escribe para
los cristianos procedentes del paganismo, ha omitido completamente el
"Hosanna" y la referencia a David, reemplazándola con una exclamación que
alude a la Navidad: "¡Paz en el cielo y gloria en las alturas!" (19,38; cf.
2,14). De los tres Evangelios sinópticos, pero también de Juan, se deduce
claramente que la escena del homenaje mesiánico a Jesús tuvo lugar al entrar
en la ciudad, y que sus protagonistas no fueron los habitantes de Jerusalén,
sino los que acompañaban a Jesús entrando con Él en la Ciudad Santa.
Mateo lo da a entender de la manera más explícita, añadiendo después de la
narración del Hosanna dirigido a Jesús, hijo de David, el comentario: "Al
entrar en Jerusalén, toda la ciudad preguntaba alborotada: "¿Quién es
éste?". La gente que venía con él decía: "Es Jesús, el profeta de Nazaret de
Galilea"" (21,10s). El paralelismo con el relato de los Magos de Oriente es
evidente. Tampoco entonces se sabía nada en la ciudad de Jerusalén sobre el
rey de los judíos que acababa de nacer; esta noticia había dejado a
Jerusalén "trastornada" (Mt 2,3).Ahora se "alborota": Mateo usa la palabra
eseísthe (seíö), que expresa el estremecimiento causado por un terremoto.
Algo se había oído hablar del profeta que venía de Nazaret, pero no parecía
tener ninguna relevancia para Jerusalén, no era conocido. La multitud que
homenajeaba a Jesús en la periferia de la ciudad no es la misma que pediría
después su crucifixión. En esta doble noticia sobre el no reconocimiento de
Jesús -una actitud de indiferencia y de inquietud a la vez-,hay ya una
cierta alusión a la tragedia de la ciudad, que Jesús había anunciado
repetidamente, y de modo más explícito en su discurso escatológico.
Pero en Mateo hay también otro texto importante, exclusivamente suyo, sobre
la acogida de Jesús en la Ciudad Santa. Después de la purificación del
templo, algunos niños repiten en el templo las palabras del homenaje a
Jesús: "¡Hosanna al hijo de David!" (21,15). Jesús defiende la aclamación de
los niños ante los "sumos sacerdotes y los escribas" haciendo referencia al
Salmo 8,3: "De la boca de los niños y de los que aún maman has sacado una
alabanza". Volveremos de nuevo sobre esta escena en la reflexión sobre la
purificación del templo. Tratemos aquí de comprender lo que Jesús ha querido
decir con la referencia al Salmo 8, una alusión con la cual ha abierto una
vasta perspectiva histórico-salvífica.
Lo que quería decir resulta muy claro si recordamos el episodio sobre los
niños presentados a Jesús "para que los tocara", descrito por todos los
evangelistas sinópticos. Contra la resistencia de los discípulos, que
quieren defenderlo frente a esta intromisión, Jesús llama a los niños, les
impone las manos y los bendice. Y explica luego este gesto diciendo: "Dejad
que los niños se acerquen a mí: no se lo impidáis; de los que son como ellos
es el Reino de Dios. Os aseguro que el que no acepte el Reino de Dios como
un niño, no entrará en él" (Mc10,13-15).Los niños son para Jesús el ejemplo
por excelencia de ese ser pequeño ante Dios que es necesario para poder
pasar por el "ojo de una aguja", a lo que hace referencia el relato del
joven rico en el pasaje que sigue inmediatamente después (Mc 10,17-27).
Poco antes había ocurrido el episodio en el que Jesús reaccionó a la
discusión sobre quién era el más importante entre los discípulos poniendo en
medio a un niño, y abrazándole dijo: "El que acoge a un niño como éste en mi
nombre, me acoge a mí" (Mc 9,33-37). Jesús se identifica con el niño, Él
mismo se ha hecho pequeño. Como Hijo, no hace nada por sí mismo, sino que
actúa totalmente a partir del Padre y de cara a Él.
Si se tiene en cuenta esto, se entiende también la perícopa siguiente, en la
cual ya no se habla de niños, sino de los "pequeños"; y la expresión "los
pequeños" se convierte incluso en la denominación de los creyentes, de la
comunidad de los discípulos de Jesús (cf. Mc 9,42). Han encontrado este
auténtico ser pequeño en la fe, que reconduce al hombre a su verdad.
Volvemos con esto al "Hosanna" de los niños. A la luz del Salmo 8, la
alabanza de los niños aparece como una anticipación de la alabanza que sus
"pequeños" entonarán en su honor mucho más allá de esta hora.
En este sentido, con buenas razones, la Iglesia naciente pudo ver en dicha
escena la representación anticipada de lo que ella misma hace en la
liturgia. Ya en el texto litúrgico postpascual más antiguo que conocemos -en
la Didaché, en torno al año 100-, antes de la distribución de los sagrados
dones aparece el "Hosanna" junto con el "Maranatha": "¡Venga la gracia y
pase este mundo! ¡Hosanna al Dios de David! ¡Si alguno es santo, venga!; el
que no lo es, se convierta. ¡Maranatha! Amén" (10,6).
También el Benedictus fue incluido muy pronto en la liturgia: para la
Iglesia naciente el "Domingo de Ramos" no era una cosa del pasado. Así como
entonces el Señor entró en la Ciudad Santa a lomos del asno, así también la
Iglesia lo veía llegar siempre nuevamente bajo la humilde apariencia del pan
y el vino.
La Iglesia saluda al Señor en la Sagrada Eucaristía como el que ahora viene,
el que ha hecho su entrada en ella. Y lo saluda al mismo tiempo como Aquel
que sigue siendo el que ha de venir y nos prepara para su venida. Como
peregrinos, vamos hacia Él; como peregrino, Él sale a nuestro encuentro y
nos incorpora a su "subida" hacia la cruz y la resurrección, hacia la
Jerusalén definitiva que, en la comunión con su Cuerpo, ya se está
desarrollando en medio de este mundo.
(RATZINGER, J. - BENEDICTO XVI, Jesús de Nazaret, Segunda Parte, Ediciones
Encuentro, Madrid, 2011, p. 11 - 22)
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Santos
Padres: San Agustín - La pasión del Señor.
1. Con toda solemnidad leemos y celebramos la pasión de quien con su sangre
borró nuestras culpas para reavivar gozosamente nuestro recuerdo a través de
estas prácticas anuales y hacer que, mediante la afluencia de gente, irradie
mayor claridad nuestra fe. La solemnidad me pide hablaros, en la medida que
el Señor quiera concedérmelo, de su pasión. Ciertamente, en cuanto sufrió de
parte de sus enemigos, nuestro Señor se dignó dejarnos un ejemplo de
paciencia para nuestra salvación, útil para esta vida por la que hemos de
pasar; de manera que, si así él lo quisiere, no rehusemos el padecer lo que
sea en bien del Evangelio. Puesto que aun lo que sufrió en esta carne mortal
lo sufrió libremente y no por necesidad, es justo creer que también quiso
simbolizar algo en cada uno de los hechos que tuvieron lugar y fueron
escritos respecto a su pasión.
2. En primer lugar, en el hecho de que después de entregado para la
crucifixión llevó él mismo la cruz, nos dejó una muestra de paciencia e
indicó de antemano lo que ha de hacer quien quiera seguirle. Idéntica
exhortación la hizo también verbalmente cuando dijo: Quien me ame, que tome
su cruz y me siga. Llevar la propia cruz equivale, en cierto modo, a dominar
la propia mortalidad.
3. Al ser crucificado en el Calvario, significó que en su pasión tuvo lugar
el perdón de todos los pecados, de los que dice el salmo: Mis maldades se
han multiplicado más que los cabellos de mi cabeza.
4. A su derecha y a su izquierda, respectivamente, fueron crucificados otros
dos hombres, mostrando con ello que todos han de padecer, lo mismo si se
hallan a su derecha que si están a su izquierda. De los primeros se dice:
Dichosos los que sufren persecución por causa de la justicia; de los
segundos, en cambio: Y aunque entregue mi cuerpo a las llamas, si no tengo
amor, de nada me sirve.
5. Con el rótulo puesto sobre la cruz, en el que estaba escrito: Rey de los
judíos, demostró que ni siquiera causándole la muerte pudieron conseguir los
judíos que no fuera su rey quien con sublime potestad y a todas luces dará a
cada uno lo que merezcan sus obras. Por esa razón se canta en el salmo: El
me constituyó rey sobre Sión, su monte santo.
6. El que el rótulo estuviese escrito en tres lenguas: hebreo, griego y
latín, indica que iba a reinar no sólo sobre los judíos, sino también sobre
los gentiles. Por eso, después de haber dicho en el mismo salmo: El me
constituyó rey sobre Sión, su monte santo, es decir, donde se hablaba la
lengua hebrea, añade a continuación, como refiriéndose a la griega y a la
latina: El Señor me dijo: "Tú eres mi hijo, yo te he engendrado hoy;
pídemelo, y te daré los pueblos en herencia, y los confines de la tierra
como tu posesión." No porque el griego y el latín sean las únicas lenguas
habladas por los gentiles, sino porque son las que más destacan; la griega,
por su literatura, y la latina, por la habilidad de los romanos. Aunque en
aquellas tres lenguas quedaba indicado que iba a someterse a Cristo la
totalidad de los pueblos, no por eso se escribió allí también: "Rey de los
gentiles", sino sólo: Rey de los judíos, para que ya el nombre manifestase
el origen de la raza cristiana. Está escrito: La ley saldrá de Sión, y la
palabra del Señor, de Jerusalén. ¿Quiénes son los que dicen en el salmo: Nos
sometió a los pueblos y puso a los gentiles bajo nuestros pies, sino
aquellos de quienes dice el Apóstol: Si los gentiles participaron de sus
bienes espirituales, deben servirles con sus bienes materiales?
7. Los príncipes de los judíos sugirieron a Pilato que en ningún modo
escribiera que él era el rey de los judíos, sino que él decía serlo. De esta
forma, Pilato simbolizaba al acebuche que iba a ser injertado en aquellas
ramas quebradas; siendo gentil, mandó escribir la profesión de fe de los
gentiles, de quienes con razón dijo el mismo Señor: Se os quitará a vosotros
el reino y se le entregará a un pueblo que cumpla la justicia. Pero no por
eso deja de ser rey de los judíos. Es la raíz la que sostiene al acebuche,
no el acebuche a la raíz. Y no obstante aquellas ramas desgajadas por la
infidelidad, Dios no repudió a su pueblo, al que conoció de antemano.
También yo soy israelita, dice el Apóstol. Aunque los hijos del reino que no
quisieron que el Hijo de Dios fuera su rey sean expulsados a las tinieblas
exteriores, vendrán, no obstante, muchos de oriente y de occidente y se
sentarán a la mesa, no con Platón y Cicerón, sino con Abrahán, Isaac y
Jacob, en el reino de los cielos. Pilato, en efecto, escribió: Rey de los
judíos, no "Rey de los griegos" o "Rey de los latinos", aunque iba a reinar
sobre los gentiles. Y lo que mandó escribir quedó escrito, sin que lograra
cambiarlo la sugerencia de los que no lo creían. Mucho tiempo antes se le
había ordenado en los salmos: No cambies la inscripción del rótulo. Todos
los pueblos creen en el rey de los judíos; reina sobre todos los gentiles,
pero es solamente rey de los judíos. Tanto vigor tuvo aquella raíz, que
puede cambiar el ser del acebuche injertado en ella, mientras que el
acebuche, en cambio, no puede cambiar ni el nombre del olivo.
8. Los soldados se quedaron con sus vestiduras después de haberlas dividido
en cuatro lotes. Con ello se simbolizó a los sacramentos que iban a
extenderse por las cuatro partes del orbe.
9. El hecho de que, en vez de partirla, echaron a suertes la única túnica
inconsútil, demuestra con suficiencia que los sacramentos visibles, aunque
también ellos son vestimenta de Cristo, puede tenerlos quienquiera,
independientemente de que sea bueno o malo; en cambio, la fe pura, que obra
la perfección de la unidad 1 mediante la caridad, dado que la caridad de
Dios se ha difundido en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos
ha otorgado, no pertenece a quien quiera, sino a quien le sea donada como en
suerte por una misteriosa gracia de Dios. Por eso dijo Pedro a Simón, que
estaba en posesión del bautismo, pero no de la fe: No tienes lote ni parte
en esta fe.
10. Reconociendo a su madre desde la cruz, la encomendó al cuidado de su
discípulo amado: manifestación apropiada de su afecto humano en el momento
en que moría como hombre. Aún no había llegado la hora de que había hablado
a su madre cuando la conversión del agua en vino: ¿Qué nos va a ti y a mí,
mujer? Aún no ha llegado mi hora. No había recibido de María lo que tenía en
cuanto Dios, como había recibido de ella lo que pendía de la cruz.
11.Con las palabras Tengo sed reclama la fe de los suyos; pero como vino a
su propia casa, y los suyos no le recibieron, en lugar de la suavidad de la
fe, le dieron el vinagre de la infidelidad, precisamente en una esponja. Hay
motivos para compararlos con la esponja, pues no son macizos, sino
hinchados; en vez de estar abiertos con libre acceso a la profesión de la
fe, están llenos de escondrijos, de los tortuosos recodos de las insidias.
Además, aquella bebida tenía consigo también el hisopo, hierba humilde de la
que se dice que, mediante su poderosísima raíz, se adhiere a las piedras.
Había gentes en aquel pueblo para quienes tal crimen serviría como
humillación del alma, arrepintiéndose después de haberlo desechado. Bien los
conocía quien recibía el hisopo junto con el vinagre. También por ellos oró,
según testimonio de otro evangelista, cuando dijo desde la cruz: Padre,
perdónales, porque no saben lo que hacen.
12. Con las palabras: Todo está consumado, e, inclinada la cabeza, entregó
su espíritu, mostró que su muerte no era fruto de necesidad, sino de
libertad, al esperar a morir cuando estaba cumplido todo lo que habían
profetizado sobre él. En efecto, también esto estaba escrito: Y en mi sed me
dieron a beber vinagre. Todo lo hizo como quien tiene poder para entregar su
vida, según él mismo había afirmado. Y entregó el Espíritu por humildad; es
lo que significa el hacerlo con la cabeza inclinada; Espíritu que volvería a
recibir después de la resurrección con la cabeza erguida. Aquel patriarca
Jacob ya había anticipado, al bendecir a Judá, que esta muerte e inclinación
de cabeza era consecuencia de un gran poder, con estas palabras: Te
levantaste estando tumbado; dormiste como un león. Ese levantarse hace
alusión a la muerte, y el león a su poder.
13. El mismo evangelio indicó por qué a aquellos dos se le quebrantaron las
piernas, y a él, en cambio, no, dado que había muerto. Convenía, en efecto,
manifestar también, mediante este hecho, que la pascua de los judíos se
había establecido como profecía suya; estaba mandado que en ella no se
rompiese ningún hueso del cordero.
14. De su costado, traspasado por la lanza, brotó sangre y agua hasta llegar
a la tierra. En ello, sin duda alguna, hay que ver los sacramentos, que
constituyen la Iglesia, semejante a Eva, que fue formada del costado de
Adán, figura del Adán futuro, mientras él dormía. José y Nicodemo le dieron
sepultura. Según algunos que han averiguado la etimología del nombre, José
significa "aumentado"; en cambio, por tratarse de un nombre griego, son
muchos los que saben que Nicodemo está compuesto de los términos "victoria"
y "pueblo", puesto que niko significa victoria, y demos pueblo. ¿Quién fue
aumentado al morir sino quien dijo: Si el grano de trigo no muere, se queda
él solo; si, en cambio, muere, se multiplica? ¿Y quién al morir venció al
pueblo que lo perseguía sino quien después de resucitar será su juez?
(SAN AGUSTÍN, Sermones (y.), Sermón 218, 1-1y., BAC Madrid 1983, XXIV, pág.
207-14)
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Aplicación: Benedicto XVI - Caminemos con Cristo hacia la altura de
Dios
Queridos hermanos y hermanas, queridos jóvenes:
Como cada año, en el Domingo de Ramos, nos conmueve a subir junto a Jesús al
monte, al santuario, acompañarlo en su acenso. En este día, por toda la faz
de la tierra y a través de todos los siglos, jóvenes y gente de todas las
edades lo aclaman gritando: "¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que
viene en nombre del Señor!".
Pero, ¿qué hacemos realmente cuando nos unimos a la procesión, al cortejo de
aquellos que junto con Jesús subían a Jerusalén y lo aclamaban como rey de
Israel? ¿Es algo más que una ceremonia, que una bella tradición? ¿Tiene
quizás algo que ver con la verdadera realidad de nuestra vida, de nuestro
mundo? Para encontrar la respuesta, debemos clarificar ante todo qué es lo
que en realidad ha querido y ha hecho Jesús mismo. Tras la profesión de fe,
que Pedro había realizado en Cesarea de Filipo, en el extremo norte de la
Tierra Santa, Jesús se había dirigido como peregrino hacia Jerusalén para la
fiesta de la Pascua. Es un camino hacia el templo en la Ciudad Santa, hacia
aquel lugar que aseguraba de modo particular a Israel la cercanía de Dios a
su pueblo. Es un camino hacia la fiesta común de la Pascua, memorial de la
liberación de Egipto y signo de la esperanza en la liberación definitiva. Él
sabe que le espera una nueva Pascua, y que él mismo ocupará el lugar de los
corderos inmolados, ofreciéndose así mismo en la cruz. Sabe que, en los
dones misteriosos del pan y del vino, se entregará para siempre a los suyos,
les abrirá la puerta hacia un nuevo camino de liberación, hacia la comunión
con el Dios vivo. Es un camino hacia la altura de la Cruz, hacia el momento
del amor que se entrega. El fin último de su peregrinación es la altura de
Dios mismo, a la cual él quiere elevar al ser humano.
Nuestra procesión de hoy por tanto quiere ser imagen de algo más profundo,
imagen del hecho que, junto con Jesús, comenzamos la peregrinación: por el
camino elevado hacia el Dios vivo. Se trata de esta subida. Es el camino al
que Jesús nos invita. Pero, ¿cómo podemos mantener el paso en esta subida?
¿No sobrepasa quizás nuestras fuerzas? Sí, está por encima de nuestras
posibilidades. Desde siempre los hombres están llenos - y hoy más que nunca
- del deseo de "ser como Dios", de alcanzar esa misma altura de Dios. En
todos los descubrimientos del espíritu humano se busca en último término
obtener alas, para poderse elevar a la altura del Ser, para ser
independiente, totalmente libre, como lo es Dios. Son tantas las cosas que
ha podido llevar a cabo la humanidad: tenemos la capacidad de volar. Podemos
vernos, escucharnos y hablar de un extremo al otro del mundo. Sin embargo,
la fuerza de gravedad que nos tira hacía abajo es poderosa. Junto con
nuestras capacidades, no ha crecido solamente el bien. También han aumentado
las posibilidades del mal que se presentan como tempestades amenazadoras
sobre la historia. También permanecen nuestros límites: basta pensar en las
catástrofes que en estos meses han afligido y siguen afligiendo a la
humanidad.
Los Santos Padres han dicho que el hombre se encuentra en el punto de
intersección entre dos campos de gravedad. Ante todo, está la fuerza que le
atrae hacia abajo - hacía el egoísmo, hacia la mentira y hacia el mal; la
gravedad que nos abaja y nos aleja de la altura de Dios. Por otro lado, está
la fuerza de gravedad del amor de Dios: el ser amados de Dios y la respuesta
de nuestro amor que nos atrae hacia lo alto. El hombre se encuentra en medio
de esta doble fuerza de gravedad, y todo depende del poder escapar del campo
de gravedad del mal y ser libres de dejarse atraer totalmente por la fuerza
de gravedad de Dios, que nos hace auténticos, nos eleva, nos da la verdadera
libertad.
Tras la Liturgia de la Palabra, al inicio de la Plegaría eucarística durante
la cual el Señor entra en medio de nosotros, la Iglesia nos dirige la
invitación: "Sursumcorda - levantemos el corazón". Según la concepción
bíblica y la visión de los Santos Padres, el corazón es ese centro del
hombre en el que se unen el intelecto, la voluntad y el sentimiento, el
cuerpo y el alma. Ese centro en el que el espíritu se hace cuerpo y el
cuerpo se hace espíritu; en el que voluntad, sentimiento e intelecto se unen
en el conocimiento de Dios y en el amor por Él. Este "corazón" debe ser
elevado. Pero repito: nosotros solos somos demasiado débiles para elevar
nuestro corazón hasta la altura de Dios. No somos capaces. Precisamente la
soberbia de querer hacerlo solos nos derrumba y nos aleja de Dios. Dios
mismo debe elevarnos, y esto es lo que Cristo comenzó en la cruz. Él ha
descendido hasta la extrema bajeza de la existencia humana, para elevarnos
hacia Él, hacia el Dios vivo. Se ha hecho humilde, dice hoy la segunda
lectura. Solamente así nuestra soberbia podía ser superada: la humildad de
Dios es la forma extrema de su amor, y este amor humilde atrae hacia lo
alto.
El salmo procesional 23, que la Iglesia nos propone como "canto de subida"
para la liturgia de hoy, indica algunos elementos concretos que forman parte
de nuestra subida, y sin los cuales no podemos ser levantados: las manos
inocentes, el corazón puro, el rechazo de la mentira, la búsqueda del rostro
de Dios. Las grandes conquistas de la técnica nos hacen libres y son
elementos del progreso de la humanidad sólo si están unidas a estas
actitudes; si nuestras manos se hacen inocentes y nuestro corazón puro; si
estamos en busca de la verdad, en busca de Dios mismo, y nos dejamos tocar e
interpelar por su amor. Todos estos elementos de la subida son eficaces sólo
si reconocemos humildemente que debemos ser atraídos hacia lo alto; si
abandonamos la soberbia de querer hacernos Dios a nosotros mismos. Le
necesitamos. Él nos atrae hacia lo alto, sosteniéndonos en sus manos -es
decir, en la fe- nos da la justa orientación y la fuerza interior que nos
eleva. Tenemos necesidad de la humildad de la fe que busca el rostro de Dios
y se confía a la verdad de su amor.
La cuestión de cómo el hombre pueda llegar a lo alto, ser totalmente él
mismo y verdaderamente semejante a Dios, ha cuestionado siempre a la
humanidad. Ha sido discutida apasionadamente por los filósofos platónicos
del tercer y cuarto siglo. Su pregunta central era cómo encontrar medios de
purificación, mediante los cuales el hombre pudiese liberarse del grave peso
que lo abaja y poder ascender a la altura de su verdadero ser, a la altura
de su divinidad. San Agustín, en su búsqueda del camino recto, buscó por
algún tiempo apoyo en aquellas filosofías. Pero, al final, tuvo que
reconocer que su respuesta no era suficiente, que con sus métodos no habría
alcanzado realmente a Dios. Dijo a sus representantes: reconoced por tanto
que la fuerza del hombre y de todas sus purificaciones no bastan para
llevarlo realmente a la altura de lo divino, a la altura adecuada. Y dijo
que habría perdido la esperanza en sí mismo y en la existencia humana, si no
hubiese encontrado a aquel que hace aquello que nosotros mismos no podemos
hacer; aquel que nos eleva a la altura de Dios, a pesar de nuestra miseria:
Jesucristo que, desde Dios, ha bajado hasta nosotros, y en su amor
crucificado, nos toma de la mano y nos lleva hacia lo alto.
Subimos con el Señor en peregrinación. Buscamos el corazón puro y las manos
inocentes, buscamos la verdad, buscamos el rostro de Dios. Manifestemos al
Señor nuestro deseo de llegar a ser justos y le pedimos: ¡Llévanos Tú hacia
lo alto! ¡Haznos puros! Haz que nos sirva la Palabra que cantamos con el
Salmo procesional, es decir que podamos pertenecer a la generación que busca
a Dios, “que busca tu rostro, Dios de Jacob" (Sal 23, 6). Amén.
(Homilía del Papa Benedicto XVI en la Plaza de San Pedro el domingo 17 de
abril de 2011)
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Aplicación: San Luis Bertrán - "Bendito el que viene en nombre del
Señor" (Mateo 21,9)
1. La Iglesia nos propone hoy la consideración de la entrada del Señor en
Jerusalén, que fue la más suntuosa que jamás tuvo ningún rey, ni emperador.
Y fue tan admirable, porque una gran cantidad de gente, incluidos los niños
cual tordicos, alondras o pardillos, cantaba las palabras de nuestro tema:
Bendito el que viene en el nombre del Señor, según aquello que afirma David:
De la boca de los niños y de los que están aún pendientes del pecho de sus
madres, hiciste salir una perfecta alabanza (Sal 8,3). Y lo mismo debemos
hacer nosotros, bendiciéndole por su venida. Vino de Betania, esto es,
obedeciendo a su Padre, al Monte de las Olivas, es decir, a nuestra Señora,
que es un monte muy alto y florido con todo clase de perfecciones; y se le
llama Monte de las Olivas, por su misericordia, como dice el Salmo: Monte de
Dios, monte fértil (Sal 67,16). Además, el camino por donde vino el Hijo de
Dios a nosotros fue la Virgen, y mediante ella debemos encaminarnos todos a
Dios, pues como canta la Iglesia en su liturgia: Virgen santísima, no te
apartes de los pecadores, porque sin ellos nunca hubieras merecido el Hijo
que tienes. La Virgen está simbolizada también por la paloma que Noé soltó
del Arca y que luego le trajo un ramo de olivo en el pico. Por todo ello,
supliquémosle nos alcance la gracia, diciéndole: Ave María.
2. Nuestro Señor determinó entrar en Jerusalén con todo este aparato, cinco
días antes de su Pasión, para que cuadrase lo figurado con la figura, ya que
en el libro del Éxodo se establecía que cinco días antes de la Pascua
llevasen el cordero pascual al lugar santo con ramos y cánticos (cfr. Ex.
12). Y esta entrada de nuestro Señor fue tan célebre que, como decía antes,
jamás en el mundo hubo otra igual, tanto para los emperadores como para los
reyes. Muchas veces había entrado él antes en Jerusalén, pero nunca le
habían hecho tanta fiesta; y ahora, que va a morir, sí. Y esto lo hizo para
que todos nos sintamos obligados a darle gracias a Dios por su gran [1]
misericordia, puesto que, para redimirnos a grandes y pequeños, quiso morir
.
3.- Cuando los grandes señores entran en una ciudad lo hacen con gran
aparato externo, con jaeces, carros, coches y con gente bien vestida, porque
con todas esas cosas buscan que los honren; y por eso mismo colocan palios
sobre sus cabezas, para que se vea cuán alto es su mando. Nuestro Señor, en
cambio, no tuvo necesidad de nada de eso, y de ahí el que, en lugar de
ponerle un palio por encima, le echasen las gentes sus ropas por tierra,
demostrándonos con ello que es Señor de lo alto y de lo bajo. Los
emperadores, cuando van a ser coronados, entran acompañados de muchos
lacayos y de muchos caballeros con sus libreas; Cristo, sin embargo, iba sin
mudarse de ropa y con un simple asno o pollino. Y es que los grandes de este
mundo demuestran su grandeza con estas cosas exteriores, porque de por sí no
son sino un poco de polvo; pero Cristo, como era Dios y hombre verdadero, no
necesitó de nada de todo eso.
4. Esta entrada de Cristo fue prefigurada en la que hizo David después de
haber vencido al gigante Goliat, que sin mudarse de ropa, con su zamarra y
cayado, fue recibido al canto de: Saúl ha muerto a mil y David ha muerto a
diez mil (1 R 18,7). De igual manera Cristo iba a vencer el demonio el
Viernes Santo y hoy presagia esta fiesta. También fue prefigurada esta
entrada de Cristo en la entronización de Salomón como rey, cuando David
mandó a Natán y a Sadoc que lo paseasen por Jerusalén como a un señor y lo
proclamasen rey entre cantos y signos de júbilo por parte de todo el pueblo
(cfr. 3 R 28-40). Por otra parte, nuestro Señor quiso entrar de esta manera,
para dar cumplimiento a las profecías acerca de él, y para confundir la
soberbia del mundo, mostrando cuán voluntariamente venía a padecer. Demostró
su divinidad, moviendo los corazones de todos y las lenguas de los niños a
ensalzarlo con sus alabanzas; y mostró asimismo su humildad al escoger los
animales más simples del
mundo para su entrada triunfal. Pues, en efecto, el asno era figura de la
Sinagoga, y el pollino[2] de la gentilidad. Y es que ambos pueblos tenían
que recibir la fe de Cristo.
5. Pero notad que la gente de Jerusalén era tan inconstante y tan mal mirada
que al que reciben hoy con grandes regocijos, le matarán dentro de cinco
días. Si hubieran matado al hijo de un rey o de un emperador desconocido,
aún sería pasadero. Pero que hoy reciban y coronen a Cristo como rey, y que
luego le maten con muerte de cruz, es cosa que espanta. Los que hoy cantan
Bendito el que viene en nombre del Señor, el próximo viernes gritarán que
prefieren a Barrabás. Hoy esos mismos se quitan sus vestiduras para
alfombrar el paso de Cristo, y el viernes le quitarán a éste las suyas. Hoy
enraman su paso con palmas y olivos, y el viernes le colocarán una corona de
espinas y le azotarán sus espaldas. Hoy Cristo camina entre sus Apóstoles, y
el viernes lo pondrán sobre la cruz entre dos ladrones. Por las mismas
calles en las que hoy le cantan y aclaman, el viernes lo llevarán
ajusticiado al son de un pregonero público. Y la misma gente que hoy le
alaba, el viernes lo matará.
En fin, el Señor entra en Jerusalén como los justadores. [3] Cuando traen a
un mantenedor [4] a la justa, veréis [5] que lo acompañan muchos menestriles
con trompetas y atabales, e incluso sus parientes y amigos van tras [6] él.
Pero luego lo dejan sólo en la tela , en donde los aventureros asestan sus
lanzas, y corre gran peligro. Pues bien, hoy llevan a Cristo con muchas
honras y cantos, pero el viernes lo veréis en la tela de la cruz, en donde
le aplicarán lanzadas, clavos y azotes.
6. Por lo dicho podéis muy bien comprender cómo el mundo está armado a base
de falsedades.
Las mismas personas que hoy le reciben, con cantos y despojándose de sus
ropas, por las mismas calles de Jerusalén, dentro de cinco días ésas mismas
lo acosarán de vituperios y le quitarán sus ropas. Y una de las mayores
afrentas que le hicieron es colgarlo desnudo sobre la cruz, siendo como era
tan santo y tan justo. Por eso la Virgen se quitó su velo y lo cubrió para
que no apareciese ante todos desnudo. De donde se sigue que no hay que
confiar en el mundo, porque es como un saco roto por el que todo se cuela, o
como una cesta que mientras está en el agua aparece llena, y cuando se la
saca de ella se vacía. Las glorias del mundo hoy son, y mañana perecen. Así
lo declaró Dios por Isaías: ¡Clama!, y no ceses. A lo que el profeta le
replicó: ¿Qué es lo que he de clamar? Clama, dijo, porque toda carne es como
heno, y toda su gloria es como flor del prado (Is 40,6). Es decir, que las
glorias de este mundo, las riquezas, los deleites y las honras son como una
flor del campo que por la mañana se abre y por la tarde se marchita. ¡Qué
inconstante es el mundo! Todos los ríos desembocan en el mar (Ecl 1,7). Las
aguas del mar son desabridas, gruesas y amargas. En cambio las de los ríos
son dulces, finas y apacibles; pero en cuanto entran en el mar se tornan de
la misma condición que las otras. Los ríos representan las prosperidades,
deleites, fiestas y honras de este mundo que se acaban presto y desembocan
en amargura.
7. Dijo San Pablo: La escena de este mundo pasa (1 Co 7,31). Es como la
estatua de Nabucodonosor, cuya cabeza era de oro, pero los pies los tenía de
barro. Pues este mismo es el fundamento en donde se apoya y adonde desemboca
la sabiduría, el poder y la elocuencia mundana. Y lo mismo ocurre con el
pavo real que en cuanto mira a sus pies se deshace la hermosura de su cola.
Por eso no hay que hacer caso de cuanto nos ofrece el mundo, porque un día
alaba y al otro vitupera. A este propósito es de notar lo que escribe San
Lucas cuando refiere que al ver Jesús la ciudad de Jerusalén lloró sobre
ella, diciendo: ¡Si en este día hubieras conocido tú también la visita de la
paz, pero se oculta a tus ojos! Porque vendrán días sobre ti en los cuales
tus enemigos levantarán trincheras contra ti, te cercarán y oprimirán por
todas partes; te estrellarán contra el suelo a ti y a tus hijos que vivan
dentro de ti. No dejarán en ti piedra sobre piedra, porque no has conocido
el tiempo de tu visitación (Lc 19,4144). Es decir, que lloraba sobre ella
porque la veía muy suntuosa, y al cabo de cuarenta años sería destruida. Con
lo cual se nos enseña que en los momentos de regocijo de este mundo no
debemos olvidar que su fin y paradero serán las amarguras.
8. ¡Oh, si pensásemos más en cómo pasan las cosas de este mundo! Por una
parte, los moros, los infieles y los herejes se pierden; y por otra, muchos
cristianos se encuentran cautivos en las prisiones y en los hospitales. Por
eso, todo lo de este mundo hay que ponerlo bajo los pies. Sólo los que gozan
de Dios en el cielo tienen descanso para siempre. En este mundo todo es
llanto y gemir, y cargar con la cruz, tal como el Señor nos lo recomendó al
decir: Quien no toma su cruz y me sigue, no es digno de mí (Mt 10,38).
9. Comenta[7] los servicios que aquellas gentes prestaron a Cristo
quitándose sus ropas y poniéndolas a sus pies por donde él pasaba. Esto
hacen los mártires y los que mortifican la carne.
Recomienda también durante esta semana la penitencia, la oración y el
recogimiento. Pero, explica además, que aquellas gentes le cortaron ramos de
palmas. Esto mismo hacen las religiosas y las vírgenes, según aquella
sentencia del Salmista: El justo florecerá como una palmera en la casa del
Señor (Sal 91,45). Característico de la palmera es que, aunque se encuentre
plantada entre piedras, y expuesta al sol y al frío, siempre está verde.
Pues eso mismo le ocurre al buen religioso. Por otra parte, la palmera tiene
áspero el tronco y es muy alta como el [8] chopo ; porque la vida religiosa
ha de ser áspera y casi alcanza ya el premio de la otra vida en ésta. Ahora
bien, de la palmera se recogen los frutos con dificultad, lo que no sucede
con los otros frutales. Pues lo mismo acontece con el religioso, que el
demonio le hace caer con dificultad, por su recogimiento y clausura; cosa
que no tienen los seglares, y por eso están más expuestos a muchas ocasiones
de pecado.
10.- Comenta asimismo la humildad de Cristo al entrar sobre un asno y no
sobre un caballo, para que se cumpliese la profecía de Zacarías: Decid a la
hija de Sión: he aquí que viene a ti tu rey, justo él y victorioso, humilde
y montado en un asno, en un pollino, cría de asna (Za 9,9). De esta manera
nos mostró su humildad, sin la cual no puede alcanzarse el cielo, según
aquella sentencia evangélica: El que se humilla será ensalzado (Lc 14,11); y
aquélla otra: Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón (Mt 11,29).
¿Acaso no es verdad que el Espíritu de Dios sólo reposa sobre los humildes?
El Espíritu Santo es como el pajarito que no se asienta sobre el tronco
gordo, sino sólo sobre la ramita verde. Aplica esto a lo que estamos
diciendo, y cuenta el ejemplo de aquel religioso que pedía a Dios regalos, y
se quejaba a Cristo de que, si hubiera servido al turco, quizás hubiera
obtenido mayores beneficios que sirviéndole a él. Y se cuenta que el tal
religioso fue al instante mal herido, y que, cuando fue curado, escuchó que
le decía el Señor: "Si no te tienes por más vil que el lodo que pisas, no
serás digno de mis visitas".
11.-Decid a la hija de Sión, esto es, al alma, que ése es tu rey, que viene
y muere en la cruz para tu provecho. Estos días, los cristianos hemos de
imitar a las abejas que van de flor en flor, chupan la miel y construyen su
panal. Pues lo mismo hemos de hacer nosotros: acudir a las flores de las
llagas de Cristo, pues es nuestro rey y creador. Todas las mujeres hermosas
de la Sagrada Escritura, como Sara, Rebeca, Raquel, Micol, Judit y otras,
prefiguraban el alma. Hemos de cuidarla mucho; desasirla de los vicios y
pecados; y tratar de recibir en ella a nuestro esposo y Señor, Jesucristo.
Las almas son suyas, y viene a ellas rico y generoso de misericordia para
otorgarles abundantes gracias.
12.- Según el Evangelio, son tres los servicios que las gentes de Jerusalén
prestaron a Cristo. Por una parte le cantaron: Bendito el que viene en
nombre del Señor; por otra parte, se quitaron sus ropas y las extendieron
por las [9] calles por donde Cristo pasaba; y finalmente le cortaron ramos
verdes . Estas ropas representan a los mártires, que entregaron su cuerpo al
martirio por Cristo. Y esta voluntad hemos de tener todos de estar
dispuestos a morir por Cristo y por su Iglesia. También representan las
limosnas que se dan a los pobres; pero lo lamentable es que algunos dan su
limosna a las pupilas, después de haber pecado con ellas. Cuenta aquí el
caso de aquella señora que, en este día, yendo en la procesión, se quitó el
manto y lo entregó a un pobre, viendo en él como a la asnilla en la que iba
Cristo. El camino que hizo Cristo en el día de hoy fue de Betania a Betfagé,
de Betfagé al Monte de las Olivas, de éste al valle de Josafat, de éste a
Jerusalén, de la ciudad al Templo, y del Templo de nuevo a Betania[10]6.
Suplica a Cristo que nos conceda aquí su gracia y después la Gloria. Amén.
(San Luis Bertrán, Obras y sermones, vol. I, pp.445-448)
Notas
[1] San Luis pone esta nota a continuación:
"Véase el Sermón tercero para este domingo de San Vicente Ferrer. Y además
explica cómo hoy la Iglesia proclama la Pasión con cantos y alegría, con el
fin de festejar los frutos de la muerte de Cristo, que consistieron en
alcanzar nuestro remedio. En cambio el Viernes Santo proclama la Pasión con
llanto, por el respeto que se merece la persona que la estaba padeciendo".
[2] Pollino: Asno joven.
[3] Justador: el protagonista de una justa.
Justa: torneo o juego de a caballo en que se acreditaba la destreza en el
manejo de las armas.
[4] Mantenedor: el que mantiene una justa;
sinónimo de 'justador'.
[5] Menestril: el que por oficio tañía
instrumentos de cuerda o de viento.
[6] Tela: sitio cerrado dispuesto para lides
públicas y otros espectáculos y fiestas.
[7] En este número y en el siguiente se ve claro
el carácter de simple guion o apuntes para la predicación que tienen estos
sermones. San Luis utilizaba estos escritos para desarrollarlos luego de
palabra en el momento de la predicación.
[8] Chopo: nombre con el que se designan varias
especies de álamos.
[9] San Luis remite aquí a FRAY LuIS DE GRANDA,
Sobre la vida de Cristo.
[10] San Luis remite al sermón de San Vicente
Ferrer sobre este domingo.
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Aplicación: San Juan Pablo II - No nos avergoncemos de la cruz
1. "Pueri hebraeorum, portantes ramos olivarum... Los niños hebreos, llevando
ramos de olivo, salieron al encuentro del Señor".
Así canta la antífona litúrgica que acompaña la solemne procesión con ramos
de olivo y de palma en este domingo, llamado precisamente de Ramos y de la
Pasión del Señor. Hemos revivido lo que sucedió aquel día: en medio de la
multitud llena de alegría en torno a Jesús, que montado en un pollino
entraba en Jerusalén, había muchísimos niños. Algunos fariseos querían que
Jesús los hiciera callar, pero él respondió que si ellos callaban, gritarían
las piedras (cf. Lc 19, 39-40).
También hoy, gracias a Dios, hay un gran número de jóvenes aquí, en la plaza
de San Pedro. Los "jóvenes hebreos" se han convertido en muchachos y
muchachas de todas las naciones, lenguas y culturas.
2. La cruz es el centro de esta liturgia. Vosotros, queridos jóvenes, con
vuestra participación atenta y entusiasta en esta solemne celebración,
mostráis que no os avergonzáis de la cruz. No teméis la cruz de Cristo. Es
más, la amáis y la veneráis, porque es el signo del Redentor muerto y
resucitado por nosotros.
Quien cree en Jesús crucificado y resucitado lleva la cruz en triunfo, como
prueba indudable de que Dios es amor. Con la entrega total de sí,
precisamente con la cruz, nuestro Salvador venció definitivamente el pecado
y la muerte. Por eso aclamamos con júbilo: “Gloria y alabanza a ti, oh
Cristo, porque con tu cruz has redimido al mundo".
3. "Cristo por nosotros se sometió incluso a la muerte, y una muerte de
cruz. Por eso Dios lo levantó sobre todo, y le concedió el nombre que está
sobre todo nombre" (Aclamación antes del Evangelio). Con estas palabras del
apóstol san Pablo, que ya han resonado en la segunda lectura, acabamos de
elevar nuestra aclamación antes del comienzo de la narración de la Pasión.
Expresan nuestra fe: la fe de la Iglesia.
Pero la fe en Cristo jamás se da por descontada. La lectura de su Pasión nos
sitúa ante Cristo, vivo en la Iglesia. El misterio pascual, que reviviremos
durante los días de la Semana santa, es siempre actual. Nosotros somos hoy
los contemporáneos del Señor y, como la gente de Jerusalén, como los
discípulos y las mujeres, estamos llamados a decidir si estamos con él o
escapamos o somos simples espectadores de su muerte.
Todos los años, durante la Semana santa, se renueva la gran escena en la que
se decide el drama definitivo, no sólo para una generación, sino para toda
la humanidad y para cada persona.
4. La narración de la Pasión pone de relieve la fidelidad de Cristo, en
contraste con la infidelidad humana. En la hora de la prueba, mientras
todos, también los discípulos, incluido Pedro, abandonan a Jesús (cf. Mt 26,
56), él permanece fiel, dispuesto a derramar su sangre para cumplir la
misión que le confió el Padre. Junto a él permanece María, silenciosa y
sufriente.
Queridos jóvenes, aprended de Jesús y de su Madre, que es también nuestra
madre. La verdadera fuerza del hombre se ve en la fidelidad con la que es
capaz de dar testimonio de la verdad, resistiendo a lisonjas y amenazas, a
incomprensiones y chantajes, e incluso a la persecución dura y cruel. Por
este camino nuestro Redentor nos llama para que lo sigamos. Sólo si estáis
dispuestos a hacerlo, llegaréis a ser lo que Jesús espera de vosotros, es
decir, "sal de la tierra" y "luz del mundo" (Mt 5, 13-14). Como sabéis, este
es precisamente el tema de la próxima Jornada mundial de la juventud. La
imagen de la sal "nos recuerda que, por el bautismo, todo nuestro ser ha
sido profundamente transformado, porque ha sido "sazonado" con la vida nueva
que viene de Cristo (cf. Rm 6, 4)" (Mensaje para la XVII Jornada mundial de
la juventud, 2).
Queridos jóvenes, ¡no perdáis vuestro sabor de cristianos, el sabor del
Evangelio! Mantenedlo vivo, meditando constantemente el misterio pascual:
que la cruz sea vuestra escuela de sabiduría. No os enorgullezcáis de
ninguna otra cosa, sino sólo de esta sublime cátedra de verdad y amor.
5. La liturgia nos invita a subir hacia Jerusalén con Jesús aclamado por los
muchachos hebreos. Dentro de poco "padecerá y resucitará de entre los
muertos al tercer día" (Lc 24, 46). San Pablo nos ha recordado que Jesús "se
despojó de sí mismo tomando condición de siervo" (Flp 2, 7) para obtenernos
la gracia de la filiación divina. De aquí brota el verdadero manantial de la
paz y de la alegría para cada uno de nosotros. Aquí está el secreto de la
alegría pascual, que nace del dolor de la Pasión.
Queridos jóvenes amigos, espero que cada uno de vosotros participe de esta
alegría. Aquel a quien habéis elegido como Maestro no es un mercader de
ilusiones, no es un poderoso de este mundo, ni un astuto y hábil pensador.
Sabéis a quién habéis elegido seguir: a Cristo crucificado, a Cristo muerto
por vosotros, a Cristo resucitado por vosotros.
Y la Iglesia os asegura que no quedaréis defraudados. En efecto, nadie,
excepto él, puede daros el amor, la paz y la vida eterna que anhela
profundamente vuestro corazón. ¡Dichosos vosotros, jóvenes, si sois fieles
discípulos de Cristo! ¡Dichosos vosotros si estáis dispuestos a testimoniar,
en cualquier circunstancia, que verdaderamente este hombre es el Hijo de
Dios! (cf. Mt 27, 39).
Que os guíe y acompañe María, Madre del Verbo encarnado, dispuesta a
interceder por todo hombre que viene a esta tierra.
(Homilía del beato Juan Pablo II el domingo 24 de marzo de 2002)
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Ejemplos
ALGUIEN TE HIZO DAÑO?
"Nos cuesta más perdonar cuando sabemos que tenemos la razón y que el otro
es el que está actuando mal. Pero: todos hemos pecado contra Dios
infinitamente más de lo que nadie podría jamás pecar contra nosotros".
Un buen día Pedrito llegó de la escuela que echaba fuego. Entró a su casa
dando patadas en el suelo, gritando y vociferando.
Su papá le pregunta qué le pasa. Pedrito, muy irritado, le dice: "¡Papá, te
juro que tengo mucha rabia! Raulín no debió hacerme lo que me hizo. ¡Por mí,
que se muera! ¡Le deseo todo el mal del mundo! ¡Es más, tengo ganas de
matarlo!" Y conste, Pedrito estaba hablando del que hasta poco antes había
sido su mejor amigo.
El papá, hombre sencillo y sabio, escuchaba con calma a su hijo, quien
continuaba lanzando improperios. "¡Imagínate que el burro de Raulín me
humilló delante de todo el mundo! ¡Eso no se lo acepto! ¡Ojalá se enferme y
no pueda ir más nunca a la escuela!"
Así las cosas, el padre se fue al patio, cogió un saco de carbón y le dijo a
su hijo: "Ves esa camisa blanca que está en el tendedero? Hazte de cuenta
que esa camisa es Raulín, y que cada uno de estos pedazos de carbón son esas
cosas malas que le deseas a tu amigo. Tírale todo el carbón que hay en el
saco, hasta el último pedazo. Yo vuelvo luego".
Pedrito lo tomó como un juego y comenzó a lanzar carbones, pero como la
tendedera estaba lejos, pocos
acertaron la camisa. Una hora después, el padre regresó: "Qué tal te
sientes?"
"Cansado pero contento. Logré que algunos pedazos dieran en el blanco".
El papá tomó al hijo de la mano y le dice: "Vamos a mi cuarto, quiero
enseñarte algo".
Ahí lo pone frente a un espejo de cuerpo entero. Pedrito se llevó tremendo
susto. Estaba totalmente negro.
Solamente se le veían los dientes y los ojos.
"Hijo mío, la camisa en el tendedero apenas quedó un poco sucia, pero ni
remotamente comparable a lo sucio que tú quedaste. Así es el mal que
deseamos a otros, se nos devuelve y se nos multiplica en nosotros mismos.
"Por más que queremos o podamos perturbar la vida de alguien con nuestros
malos deseos, la suciedad siempre queda en nosotros mismos".
¡Cuántos de nosotros lanzamos improperios contra otras personas, sin saber
que esos mismos improperios nos dañan mucho más a nosotros mismos! La
Sagrada Escritura nos dice que la ira lleva a la injusticia: "El hombre
violento provoca querellas, el hombre airado multiplica los delitos" (Prov
29, 22). Más aún, la ira mina la salud: "Envidia y malhumor los días
acortan, las preocupaciones traen la vejez antes de tiempo" (Eclo 30, 24).
La ira impide la misericordia divina y atrae el juicio de Dios.
(Cortesía: iveargentina.org y otros)