Domingo de Pascua 4 A - 'Yo soy la puerta' - Comentarios de Sabios y Santos II: con ellos preparamos la Acogida de la Palabra de Dios proclamada durante la celebración de la Misa dominical
Recursos adicionales para la preparación
Directorio Homilético: Cristo, pastor de las ovejas y puerta del redil
Exégesis: P. José María Solé - Roma, C.F.M. - Hechos 2, 14. 36-41 - 1 Pedro 2, 20-25 - Juan 10, 1-10
Comentario Teológico: Santo Tomás de Aquino - Origen y naturaleza de la vocación
Santos Padres: San Juan Crisóstomo - El Buen Pastor
Aplicación: P. José A. Marcone, I.V.E. - El Buen Pastor (Jn 10,1-11)
Aplicación: S.S. Francisco p.p. - Jesús Buen Pastor
Aplicación: San Juan Pablo II - Yo soy el buen pastor
Aplicación: Benedicto XVI - el buen Pastor
Aplicación: Mons. Timoteo Solórzano Rojas MSC, Obispo de Tarma, IV DOMINGO DE PASCUA (BUEN PASTOR)
Aplicación: P. Gustavo Pascual, I.V.E. - Jesús, el Buen Pastor Jn 10, 1-10
¿Cómo responder ante la Palabra de Dios
Falta un dedo: celebrarla
Comentarios a las Lecturas del Domingo
Directorio Homilético: Cristo, pastor de las ovejas y puerta del
redil
CEC 754, 764, 2665: Cristo, pastor de las ovejas y puerta del redil
CEC 553, 857, 861, 881, 896, 1558, 1561, 1568, 1574: el Papa y los obispos
como pastores
CEC 874, 1120, 1465, 1536, 1548-1551, 1564, 2179, 2686: los sacerdotes como
pastores
CEC 14, 189, 1064, 1226, 1236, 1253-1255, 1427-1429: conversión, fe y
Bautismo
CEC 618, 2447: Cristo, un ejemplo para soportar con paciencia
754 "La Iglesia, en efecto, es el redil cuya puerta única y necesaria es
Cristo (Jn 10, 1-10). Es también el rebaño cuyo pastor será el mismo Dios,
como él mismo anunció (cf. Is 40, 11; Ez 34, 11-31). Aunque son pastores
humanos quienes gobiernan a las ovejas, sin embargo es Cristo mismo el que
sin cesar las guía y alimenta; El, el Buen Pastor y Cabeza de los pastores
(cf. Jn 10, 11; 1 P 5, 4), que dio su vida por las ovejas (cf. Jn 10,
11-15)".
764 "Este Reino se manifiesta a los hombres en las palabras, en las obras y
en la presencia de Cristo" (LG 5). Acoger la palabra de Jesús es acoger "el
Reino" (ibid.). El germen y el comienzo del Reino son el "pequeño rebaño"
(Lc 12, 32), de los que Jesús ha venido a convocar en torno suyo y de los
que él mismo es el pastor (cf. Mt 10, 16; 26, 31; Jn 10, 1-21). Constituyen
la verdadera familia de Jesús (cf. Mt 12, 49). A los que reunió así en torno
suyo, les enseñó no sólo una nueva "manera de obrar", sino también una
oración propia (cf. Mt 5-6).
553 Jesús ha confiado a Pedro una autoridad específica: "A ti te daré las
llaves del Reino de los cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en
los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos"
(Mt 16, 19). El poder de las llaves designa la autoridad para gobernar la
casa de Dios, que es la Iglesia. Jesús, "el Buen Pastor" (Jn 10, 11)
confirmó este encargo después de su resurrección: "Apacienta mis ovejas" (Jn
21, 15-17). El poder de "atar y desatar" significa la autoridad para
absolver los pecados, pronunciar sentencias doctrinales y tomar decisiones
disciplinares en la Iglesia. Jesús confió esta autoridad a la Iglesia por el
ministerio de los apóstoles (cf. Mt 18, 18) y particularmente por el de
Pedro, el único a quien él confió explícitamente las llaves del Reino.
IV LA IGLESIA ES APOSTÓLICA
857 La Iglesia es apostólica porque está fundada sobre los apóstoles, y esto
en un triple sentido:
- Fue y permanece edificada sobre "el fundamento de los apóstoles" (Ef 2,
20; Hch 21, 14), testigos escogidos y enviados en misión por el mismo Cristo
(cf Mt 28, 16-20; Hch 1, 8; 1 Co 9, 1; 15, 7-8; Ga 1, l; etc.).
- Guarda y transmite, con la ayuda del Espíritu Santo que habita en ella, la
enseñanza (cf Hch 2, 42), el buen depósito, las sanas palabras oídas a los
apóstoles (cf 2 Tm 1, 13-14).
- Sigue siendo enseñada, santificada y dirigida por los apóstoles hasta la
vuelta de Cristo gracias a aquellos que les suceden en su ministerio
pastoral: el colegio de los obispos, "a los que asisten los presbíteros
juntamente con el sucesor de Pedro y Sumo Pastor de la Iglesia" (AG 5):
Porque no abandonas nunca a tu rebaño, sino que, por medio de los santos
pastores, lo proteges y conservas, y quieres que tenga siempre por guía la
palabra de aquellos mismos pastores a quienes tu Hijo dio la misión de
anunciar el Evangelio (MR, Prefacio de los apóstoles).
Los obispos sucesores de los apóstoles
861 "Para que continuase después de su muerte la misión a ellos confiada,
encargaron mediante una especie de testamento a sus colaboradores más
inmediatos que terminaran y consolidaran la obra que ellos empezaron. Les
encomendaron que cuidaran de todo el rebaño en el que el Espíritu Santo les
había puesto para ser los pastores de la Iglesia de Dios. Nombraron, por
tanto, de esta manera a algunos varones y luego dispusieron que, después de
su muerte, otros hombres probados les sucedieran en el ministerio" (LG 20;
cf San Clemente Romano, Cor. 42; 44).
881 El Señor hizo de Simón, al que dio el nombre de Pedro, y solamente de
él, la piedra de su Iglesia. Le entregó las llaves de ella (cf. Mt 16,
18-19); lo instituyó pastor de todo el rebaño (cf. Jn 21, 15-17). "Está
claro que también el Colegio de los Apóstoles, unido a su Cabeza, recibió la
función de atar y desatar dada a Pedro" (LG 22). Este oficio pastoral de
Pedro y de los demás apóstoles pertenece a los cimientos de la Iglesia. Se
continúa por los obispos bajo el primado del Papa.
896 El Buen Pastor será el modelo y la "forma" de la misión pastoral del
obispo. Consciente de sus propias debilidades, el obispo "puede disculpar a
los ignorantes y extraviados. No debe negarse nunca a escuchar a sus
súbditos, a los que cuida como verdaderos hijos ... Los fieles, por su
parte, deben estar unidos a su obispo como la Iglesia a Cristo y como
Jesucristo al Padre" (LG 27):
Seguid todos al obispo como Jesucristo (sigue) a su Padre, y al presbiterio
como a los apóstoles; en cuanto a los diáconos, respetadlos como a la ley de
Dios. Que nadie haga al margen del obispo nada en lo que atañe a la Iglesia
(San Ignacio de Antioquía, Smyrn. 8,1)
1558 "La consagración episcopal confiere, junto con la función de
santificar, también las funciones de enseñar y gobernar... En efecto...por
la imposición de las manos y por las palabras de la consagración se confiere
la gracia del Espíritu Santo y queda marcado con el carácter sagrado. En
consecuencia, los obispos, de manera eminente y visible, hacen las veces del
mismo Cristo, Maestro, Pastor y Sacerdote, y actúan en su nombre (in eius
persona agant)" (ibid.). "El Espíritu Santo que han recibido ha hecho de los
obispos los verdaderos y auténticos maestros de la fe, pontífices y
pastores" (CD 2).
1561 Todo lo que se ha dicho explica por qué la Eucaristía celebrada por el
obispo tiene una significación muy especial como expresión de la Iglesia
reunida en torno al altar bajo la presidencia de quien representa
visiblemente a Cristo, Buen Pastor y Cabeza de su Iglesia (cf SC 41; LG 26).
1568 "Los presbíteros, instituidos por la ordenación en el orden del
presbiterado, están unidos todos entre sí por la íntima fraternidad del
sacramento. Forman un único presbiterio especialmente en la diócesis a cuyo
servicio se dedican bajo la dirección de su obispo" (PO 8). La unidad del
presbiterio encuentra una expresión litúrgica en la costumbre de que los
presbíteros impongan a su vez las manos, después del obispo, durante el rito
de la ordenación.
1574 Como en todos los sacramentos, ritos complementarios rodean la
celebración. Estos varían notablemente en las distintas tradiciones
litúrgicas, pero tienen en común la expresión de múltiples aspectos de la
gracia sacramental. Así, en el rito latino, los ritos iniciales - la
presentación y elección del ordenando, la alocución del obispo, el
interrogatorio del ordenando, las letanías de los santos - ponen de relieve
que la elección del candidato se hace conforme al uso de la Iglesia y
preparan el acto solemne de la consagración; después de ésta varios ritos
vienen a expresar y completar de manera simbólica el misterio que se ha
realizado: para el obispo y el presbítero la unción con el santo crisma,
signo de la unción especial del Espíritu Santo que hace fecundo su
ministerio; la entrega del libro de los evangelios, del anillo, de la mitra
y del báculo al obispo en señal de su misión apostólica de anuncio de la
palabra de Dios, de su fidelidad a la Iglesia, esposa de Cristo, de su cargo
de pastor del rebaño del Señor; entrega al presbítero de la patena y del
cáliz, "la ofrenda del pueblo santo" que es llamado a presentar a Dios; la
entrega del libro de los evangelios al diácono que acaba de recibir la
misión de anunciar el evangelio de Cristo.
874 El mismo Cristo es la fuente del ministerio en la Iglesia. El lo ha
instituido, le ha dado autoridad y misión, orientación y finalidad:
Cristo el Señor, para dirigir al Pueblo de Dios y hacerle progresar siempre,
instituyó en su Iglesia diversos ministerios que está ordenados al bien de
todo el Cuerpo. En efecto, los ministros que posean la sagrada potestad
están al servicio de sus hermanos para que todos los que son miembros del
Pueblo de Dios...lleguen a la salvación (LG 18).
1120 El ministerio ordenado o sacerdocio ministerial (LG 10) está al
servicio del sacerdocio bautismal. Garantiza que, en los sacramentos, sea
Cristo quien actúa por el Espíritu Santo en favor de la Iglesia. La misión
de salvación confiada por el Padre a su Hijo encarnado es confiada a los
Apóstoles y por ellos a sus sucesores: reciben el Espíritu de Jesús para
actuar en su nombre y en su persona (cf Jn 20,21-23; Lc 24,47; Mt 28,18-20).
Así, el ministro ordenado es el vínculo sacramental que une la acción
litúrgica a lo que dijeron y realizaron los Apóstoles, y por ellos a lo que
dijo y realizó Cristo, fuente y fundamento de los sacramentos.
1465 Cuando celebra el sacramento de la Penitencia, el sacerdote ejerce el
ministerio del Buen Pastor que busca la oveja perdida, el del Buen
Samaritano que cura las heridas, del Padre que espera al Hijo pródigo y lo
acoge a su vuelta, del justo Juez que no hace acepción de personas y cuyo
juicio es a la vez justo y misericordioso. En una palabra, el sacerdote es
el signo y el instrumento del amor misericordioso de Dios con el pecador.
1536 El Orden es el sacramento gracias al cual la misión confiada por Cristo
a sus Apóstoles sigue siendo ejercida en la Iglesia hasta el fin de los
tiempos: es, pues, el sacramento del ministerio apostólico. Comprende tres
grados: el episcopado, el presbiterado y el diaconado.
(Sobre la institución y la misión del ministerio apostólico por Cristo ya se
ha tratado en la primera parte. Aquí sólo se trata de la realidad
sacramental mediante la que se transmite este ministerio)
In persona Christi Capitis...
1548 En el servicio eclesial del ministro ordenado es Cristo mismo quien
está presente a su Iglesia como Cabeza de su cuerpo, Pastor de su rebaño,
sumo sacerdote del sacrificio redentor, Maestro de la Verdad. Es lo que la
Iglesia expresa al decir que el sacerdote, en virtud del sacramento del
Orden, actúa "in persona Christi Capitis" (cf LG 10; 28; SC 33; CD 11; PO
2,6):
El ministro posee en verdad el papel del mismo Sacerdote, Cristo Jesús. Si,
ciertamente, aquel es asimilado al Sumo Sacerdote, por la consagración
sacerdotal recibida, goza de la facultad de actuar por el poder de Cristo
mismo a quien representa (virtute ac persona ipsius Christi) (Pío XII, enc.
Mediator Dei).
"Christus est fons totius sacerdotii; nan sacerdos legalis erat figura
ipsius, sacerdos autem novae legis in persona ipsius operatur" ("Cristo es
la fuente de todo sacerdocio, pues el sacerdote de la antigua ley era figura
de EL, y el sacerdote de la nueva ley actúa en representación suya" (S.
Tomás de A., s.th. 3, 22, 4).
1549 Por el ministerio ordenado, especialmente por el de los obispos y los
presbíteros, la presencia de Cristo como cabeza de la Iglesia se hace
visible en medio de la comunidad de los creyentes. Según la bella expresión
de San Ignacio de Antioquía, el obispo es typos tou Patros, es imagen viva
de Dios Padre (Trall. 3,1; cf Magn. 6,1).
1550 Esta presencia de Cristo en el ministro no debe ser entendida como si
éste estuviese exento de todas las flaquezas humanas, del afán de poder, de
errores, es decir del pecado. No todos los actos del ministro son
garantizados de la misma manera por la fuerza del Espíritu Santo. Mientras
que en los sacramentos esta garantía es dada de modo que ni siquiera el
pecado del ministro puede impedir el fruto de la gracia, existen muchos
otros actos en que la condición humana del ministro deja huellas que no son
siempre el signo de la fidelidad al evangelio y que pueden dañar por
consiguiente a la fecundidad apostólica de la Iglesia.
1551 Este sacerdocio es ministerial. "Esta Función, que el Señor confió a
los pastores de su pueblo, es un verdadero servicio" (LG 24). Está
enteramente referido a Cristo y a los hombres. Depende totalmente de Cristo
y de su sacerdocio único, y fue instituido en favor de los hombres y de la
comunidad de la Iglesia. El sacramento del Orden comunica "un poder
sagrado", que no es otro que el de Cristo. El ejercicio de esta autoridad
debe, por tanto, medirse según el modelo de Cristo, que por amor se hizo el
último y el servidor de todos (cf. Mc 10,43-45; 1 P 5,3). "El Señor dijo
claramente que la atención prestada a su rebaño era prueba de amor a él" (S.
Juan Crisóstomo, sac. 2,4; cf. Jn 21,15-17)
1564 "Los presbíteros, aunque no tengan la plenitud del sacerdocio y
dependan de los obispos en el ejercicio de sus poderes, sin embargo están
unidos a éstos en el honor del sacerdocio y, en virtud del sacramento del
Orden, quedan consagrados como verdaderos sacerdotes de la Nueva Alianza, a
imagen de Cristo, sumo y eterno Sacerdote (Hb 5,1-10; 7,24; 9,11-28), para
anunciar el Evangelio a los fieles, para dirigirlos y para celebrar el culto
divino" (LG 28).
2179 "La parroquia es una determinada comunidad de fieles constituida de
modo estable en la Iglesia particular, cuya cura pastoral, bajo la autoridad
del Obispo diocesano, se encomienda a un párroco, como su pastor propio"
(CIC, can. 515,1). Es el lugar donde todos los fieles pueden reunirse para
la celebración dominical de la eucaristía. La parroquia inicia al pueblo
cristiano en la expresión ordinaria de la vida litúrgica, la congrega en
esta celebración; le enseña la doctrina salvífica de Cristo. Practica la
caridad del Señor en obras buenas y fraternas:
No puedes orar en casa como en la Iglesia, donde son muchos los reunidos,
donde el grito de todos se dirige a Dios como desde un solo corazón. Hay en
ella algo más: la unión de los espíritus, la armonía de las almas, el
vínculo de la caridad, las oraciones de los sacerdotes (S. Juan Crisóstomo,
incomprehens. 3,6).
2686 Los ministros ordenados son también responsables de la formación en la
oración de sus hermanos y hermanas en Cristo. Servidores del buen Pastor,
han sido ordenados para guiar al pueblo de Dios a las fuentes vivas de la
oración: la Palabra de Dios, la liturgia, la vida teologal, el hoy de Dios
en las situaciones concretas (cf PO 4-6).
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Exégesis: P. José María Solé - Roma, C.F.M. - Hechos 2, 14. 36-41 -
1 Pedro 2, 20-25 - Juan 10, 1-10
Hechos 2, 14.36-41:
La Resurrección de Jesús es el momento culminante de la Obra Salvífica. San
Pedro en esta segunda parte de su primer Discurso expone el valor que este
hecho tiene para Jesús y para nosotros:
— Para Jesús es la máxima y eterna exaltación. Exaltación suprema ante el
Padre: «Siéntate a mi diestra» (34). Sólo quien posee la naturaleza divina
puede ponerse a par con Dios. Y también es la suprema exaltación de Jesús
ante los hombres: «Reconozca, por tanto, sin titubeo la Casa de Israel que
este Jesús que vosotros crucificasteis lo constituyó Dios Mesías y Señor»
(35). Es decir, la Resurrección sella a Jesús como Mesías de Israel y
testifica a favor de la divinidad y de la condición trascendente que tiene
la Persona y la Obra de Jesús de Nazaret.
— Para nosotros la Resurrección de Cristo es el momento en que queda
cumplida nuestra Redención y Salvación. Con el perdón de los pecados (38)
recibimos el Espíritu Santo prometido (39).
— San Pedro dice a su auditorio qué deben hacer para gozar tan preciosas
riquezas: «Convertíos y recibid el Bautismo en nombre de Jesucristo» (37). A
todos, pues, se exige conversión y fe en Jesús-Mesías. El camino de la
Salvación queda abierto por igual a todos los hombres, sean judíos o
gentiles; sólo se les pide que con fe viva, cordial y operante se inserten
en Cristo Jesús. La palabra de Pedro es tan eficaz que tres mil de sus
oyentes piden el Bautismo y fundan la primera Comunidad Cristiana. Es la
primera célula de esta Iglesia Una, Santa, Católica, Apostólica que, nutrida
de Espíritu Santo, se irá vigorizando y multiplicando sin cesar (Act 2, 47;
4, 45; 5, 14; 6, 1; 9, 31; 11, 21; 16, 5) hasta formar el Cuerpo Místico
perfecto que corresponde a la perfección y belleza del Resucitado que es
Cabeza de este Cuerpo: Quia vetustate destructa, renovantur, universa
dejecta, et vitae nobis in Cristo reparatur integritas (Praef.).
1 PEDRO 2, 20-25:
San Pedro, a la luz de la profecía del «Siervo de Yahvé» cumplida
perfectamente en Jesús, ilumina a nuestros ojos las exigencias de nuestro
Bautismo frente al dolor y la persecución:
— La Pasión de Jesucristo encierra para nosotros un valor inagotable: Valor
Expiatorio: «El subió a la Cruz cargado con nuestros pecados; con sus
heridas hemos sido curados» (24); Valor Redentor: «Erais ovejas
descarriadas. Ahora habéis retornado al Pastor» (25); Valor Ejemplarizante:
«Cristo padeció por vosotros dejándoos ejemplo para que sigáis sus huellas»
(21).
Otro misterio que nos ilumina la Pasión de Cristo es el de nuestra vocación
a seguirle en su inmolación: «Porque a esto habéis sido llamados» (21). En
el Evangelio son reiteradas estas consignas que presenta Jesús a los suyos:
«Si alguno quiere seguirme, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y
acompáñeme» (Mc 8, 34). Si nuestro Rey es Jesucristo Crucificado resulta muy
lógico que toda vocación cristiana sea al propio tiempo vocación a la Cruz:
Ipse nos tibi perficiat munus aeternum... In Cristo hostia viva perficiantur
(Prex Euc IV).
— Mucho nos consolará en nuestro sufrir recordar, como aquí Pedro nos lo
insinúa, que también nuestro dolor cuando sufrimos con Cristo tiene valor
expiatorio, redentor y ejemplarizante (20). Es lo que Pablo llama:
«Completar la Pasión de Cristo» (Col 1, 24).
Y es lo que en el Concilio se nos recuerda para nuestro consuelo y para
estímulo de nuestra generosidad: «Sepan también que están unidos de una
manera especial con Cristo en sus dolores por la salvación del mundo todos
los que se ven oprimidos por la pobreza, la enfermedad, los achaques y otros
muchos sufrimientos o padecen persecución por la justicia» (L. G. 41). San
Pedro, que tiene muy bien aprendida la lección del Maestro, nos la traduce
así: «Si siendo inocentes sufrís y toleráis persecución, esto os hace gratos
a los ojos de Dios» (20; 5, 10).
JUAN 10, 1-10:
La parábola del Buen Pastor es tan bella como transparente. Y caló tan hondo
en las primeras Comunidades que la más antigua iconografía nos representa a
Cristo «Buen Pastor» que lleva sobre los hombros una de sus ovejas:
— «Buen Pastor» porque su autoridad no es tiranía, sino servicio y
sacrificio, amor y entrega. El Pastor único y legítimo enviado del Padre. El
Pastor que conoce, ama y pastorea, sirve y cuida, defiende y educa tanto a
la grey en general como a cada una de las ovejas individualmente. Quiere
establecer una relación de afecto filial con cada uno de nosotros: «La
bondad de Jesús se evidencia aquí de forma sublime: Buen Pastor. Una imagen
sencilla, expresiva, atractiva. Él consagra a su grey, a cada uno de
nosotros, el amor más grande, el que da la vida» (Paulo VI: 25-IV-1966).
— Esta parábola define también el carácter comunitario de la Iglesia: «La
Iglesia es un redil cuya única y obligada Puerta es Cristo. Es también una
grey cuyas ovejas, aunque parezcan conducidas y guiadas por pastores
humanos, son guiadas y nutridas constantemente por el mismo Cristo, Buen
Pastor y Jefe rabadán de pastores» (L. G. 6).
— Nosotros, ovejas buenas del Buen Pastor, le conocemos, le atendemos, le
amamos, le seguimos, le guardamos fidelidad. Cooperamos con Él para que
forme un solo redil: el único redil del «Buen Pastor», del único Pastor.
Toda enemistad y aun el desamor entre cristianos son una ofensa, un pecado
contra Cristo, Pastor Bueno y Único de todas las ovejas. Fusionados por la
Eucaristía con el Pastor pidamos: Ut qui Corpore et Sanguine (ejus)
reficimur, Spiritu Sancto repleti, unum corpus et unus spiritus inveniamur
in Cristo (Prex Euc III).
— El Buen Pastor se contrapone: al ladrón (1-2); al pastor asalariado (3-5).
Este pastorea sólo por la paga. Jesús, pues, se contrapone a los falsos
Mesías, y a tantos dirigentes indignos y egoístas.
Jesús se autodefine: «Buen Pastor» y «Puerta del aprisco» (v 9). Sólo a
través de Cristo, es decir, sólo enviados por él e investidos de la
autoridad de él, entran y salen los pastores legítimos. Quien pretende
invadir el aprisco sin ser enviado por Cristo es ladrón y lobo devastador.
Asimismo es la Puerta para todas las ovejas; es a través de Cristo como
éstas hallan pastos de vida: libertad y salvación.
Es por Cristo, sólo por él, que tenemos acceso al Padre y entrada en el
cielo:
«Concédenos, Señor, darte gracias siempre por estos misterios pascuales,
para que esta actualización repetida de nuestra redención sea para nosotros
fuente de gozo incesante» (Dom 4. ° Pascua-Orac. sobre las ofrendas).
(SOLÉ ROMA, J. M., Ministros de la Palabra. Ciclo A, Herder, Barcelona,
1979, pp. 117-120)
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Comentario Teológico: Santo Tomás de Aquino - Origen y naturaleza de
la vocación
a) Prontitud para responder a la vocación
Hay muchos que pretenden imponer a los que quieren entrar en religión la
obligación de deliberar largamente y con muchas personas. Esto lo hacen con
la intención de que, multiplicando los consejos, por un motivo cualquiera se
les presente algún impedimento y no entren en religión.
Demostraremos ahora la falsedad de dicha tesis.
En San Mateo (4, 20) se lee que Pedro y Andrés, no bien fueron llamados por
el Señor, dejando las redes le siguieron. En su alabanza dice San Juan
Crisóstomo: "Estaban en pleno trabajo; pero al oír al que les mandaba, no se
demoraron, no dijeron: Volvamos a casa y consultémoslo con nuestros amigos;
sino que dejando todo lo siguieron, como hizo Eliseo con Elías. Cristo
quiere de nosotros una obediencia semejante, de modo que no nos demoremos un
instante." En los versículos siguientes se lee de Santiago y Juan que
llamados por Dios, dejando al instante las redes y a su padre, le siguieron.
Y, como dice San Hilario comentando este pasaje: "Al dejar su trabajo y la
casa paterna, nos enseñan c��mo hemos de seguir a Cristo, y a no
esclavizarnos con las preocupaciones del siglo y los lazos de la vida
familiar".
Más adelante (Mt 9) se narra de San Mateo que al llamado del Señor se
levantó y le siguió. "Advierte la obediencia del que fue llamado -comenta
San Juan Crisóstomo-; no se resiste, no pide ir a su casa y comunicárselo a
los suyos". Y aun menospreció los castigos humanos que le amenazaban de
parte de las autoridades por dejar sin concluir las operaciones de su banca
-como dice San Remigio comentando este lugar-. De todo esto se deduce
evidentemente que ningún motivo humano nos debe retardar en el servicio de
Dios.
Se lee también en San Mateo (8, 21) y en San Lucas (9, 59) que un discípulo
de Cristo le dijo: Señor, déjame ir primero y enterrar a mi padre. Y Jesús
le dijo: Sígueme y deja que los muertos entierren a sus muertos. San Juan
Crisóstomo dice comentando este lugar: "Esto lo dijo, no precisamente para
obligarnos a rechazar el amor hacia los padres, sino para demostrarnos que
ninguna cosa nos es más necesaria que ocuparnos en las cosas del cielo; que
debemos aplicarnos a ellas con todo interés y no tardar un instante, aunque
nos atraigan otras circunstancias, inevitables e incitadoras. ¿Qué más
necesario que sepultar al padre? ¿Qué más fácil que eso?, no se perdería en
ello gran tiempo. Pero el diablo insiste con ardor para ver si puede así
hallarse una entrada; y donde halla una pequeña negligencia, introduce por
allí un gran desaliento (Sed Diabolus instat attentius volens aliquem aditum
invenire; et si modicam sumat negligentiam, magnam operatur
pusillanimitatem). Por eso nos advierte el Sabio: No lo difieras de un día
para otro. Esto nos avisa que no debemos perder un minuto de tiempo (nisi
quod nec minimum temporis frustra ducere decet, aunque nos salgan al paso
mil dificultades; y a preferir las cosas espirituales a todas las demás
aunque nos sean necesarias".
"Hay que honrar al padre -dice San Agustín en el Tratado de las Palabras del
Señor- pero también hay que obedecer a Dios. Yo, nos dice, te llamo para
predicar el Evangelio. En esta tarea te necesito, y esta obra es más grande
que la que tú quieres hacer: otros quedan para sepultar a sus muertos. No es
lícito subordinar lo anterior a lo posterior. Amad a los padres, pero amad
más a Dios". Por consiguiente, si el Señor reprende al discípulo que le pide
un plazo tan corto para una cosa tan necesaria, ¿cómo pretender que para
seguir los consejos de Cristo se necesita deliberar un largo tiempo?
Sigamos en el Evangelio de San Lucas: Y otro le dijo: Yo te seguiré Señor,
pero primero déjame ir a despedirme de mi casa (9,61). Comentando este
pasaje dice San Cirilo, el insigne doctor griego: "La promesa es digna de
ser imitada y alabada. Pero el querer despedirse de los suyos y pedirles
permiso es señal de que en algo se ha apartado del Señor, cuando en su
espíritu había propuesto seguirlo sin restricción. En efecto, querer
consultarlo con prójimos que no van a condescender con su determinación,
indica que por algún lado iba flaqueando. Por eso el Señor lo reprende: Y
Jesús le dijo: Quien pone la mano en el arado y vuelve la vista atrás, no es
apto para el reino de Dios (9,62). Pone las manos en el arado quien con el
afecto sigue a Cristo; pero vuelve la vista atrás quien pide un plazo para
volver a su casa y consultar con los suyos. Como vemos, no es ésta la
conducta de los Santos Apóstoles, sino que dejaron con prontitud la nave y
el padre y siguieron a Cristo. San Pablo no consultó carne ni sangre. Así
pues deben ser los que quieren seguir a Cristo".
San Agustín explica esto en su Tratado de las Palabras del Señor: "Te llama
el Oriente, y tú miras al Occidente". El Oriente es Cristo, según aquello de
Zacarías (6, 12): He aquí un hombre cuyo nombre es Oriente. El occidente es
el hombre que cae en la muerte, o está expuesto a caer en las tinieblas del
pecado y de la ignorancia.
Por consiguiente, es injuriar a Cristo en quien están encerrados todos los
tesoros de la sabiduría de Dios (Col 2, 3), creer que después de haber oído
el consejo de Cristo, se debe recurrir al consejo de hombre mortal.
b) Dios nos hace conocer el bien del estado religioso por medio de las
Sagradas Escrituras.
Y aquí nos quieren atajar con un ridículo subterfugio (Sed derisibili quadam
tergiversatione, praedicta conantur evadere). Todo esto -dicen- no vale sino
en el caso de ser llamados directamente por la voz del Señor. Entonces,
claro está, no hay que demorarse ni recurrir al consejo de nadie. Pero
cuando el hombre es llamado a la religión sólo interiormente, entonces sí
que es necesario una larga deliberación y el consejo de muchos para conocer
si el llamado procede realmente de una inspiración divina.
Réplica llena de errores. Las palabras de Cristo contenidas en las
Escrituras, las debemos recibir como si las oyésemos de los mismos labios
del Señor. Así se lee en San Marcos: Lo que a vosotros digo, a todos lo
digo: velad (13, 37). Y en la Epístola a los Romanos leemos: Todas las cosas
que han sido escritas, para nuestra enseñanza han sido escritas. Y San Juan
Crisóstomo dice: "Si todas estas cosas se hubiesen predicado sólo para los
contemporáneos, nunca se hubiesen escrito. Por eso fueron predicadas para
ellos y escritas para nosotros". San Pablo dice en la Epístola a los Hebreos
(12, 5) citando el Antiguo Testamento: Os habéis olvidado ya de las palabras
de consuelo que os dirige como a hijos diciendo: Hijo mío, no desprecies la
corrección. Por consiguiente las palabras de la Sagrada Escritura se dirigen
no sólo a los contemporáneos, sino también a los venideros.
Pero veamos especialmente si el consejo que dio Nuestro Señor (Mt 19, 21 ):
Si quieres ser perfecto ve, vende todo lo que tienes y dalo a los pobres, se
dirigía a él solo, o también a todos los hombres. Podemos deducir lo segundo
por lo que sigue. En efecto, al decirle Pedro: He aquí que hemos dejado todo
y te hemos seguido, estableció una recompensa general que valdría para
todos: Y cualquiera que habrá dejado casa o hermanos... por causa de mi
nombre, recibirá cien veces más y poseerá la vida eterna.
Por lo tanto, cada cual debe seguir este consejo como si lo oyese de los
mismos labios del Señor. "Habiendo oído -dice a este propósito San Jerónimo
escribiendo al Presbítero Paulino- la sentencia del Salvador: Si quieres ser
perfecto anda, y vende todo lo que tienes y dalo a los pobres, y luego ven y
sígueme: traduce en obras estas palabras; y siguiendo desnudo la Cruz
desnuda, subirás con más prontitud y libertad la escala de Jacob". Es verdad
que mientras Jesús hablaba al adolescente le dirigía a él solo la palabra.
Pero en otro lugar (Mt 16, 24), da el mismo consejo de una manera universal:
Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo y cargue con su
cruz y sígame. San Juan Crisóstomo comenta: "Propone esta verdad común para
todo el mundo: Si alguno quiere, es decir, si un hombre, si una mujer, si un
rey, si un libre, si un esclavo..." La negación de sí mismo, según San
Basilio, es un total olvido de lo pasado y alejamiento de la propia
voluntad. Y así se ve que esta negación de sí mismo comprende también el
abandono de las riquezas, las cuales se poseen dependiendo de la propia
voluntad. Concluimos pues, que el consejo que el Señor dio al adolescente
debemos recibirlo como si cada uno lo oyera de labios del Señor.
c) Luego nos incita a abrazarlo por un llamado interior.
Aun queda algo que considerar en la réplica anteriormente citada. Hemos
demostrado ya que aquellas palabras que el Señor nos comunica por medio de
las Escrituras tienen la misma autoridad que si las oyésemos de los mismos
labios del Señor. Consideremos ahora el otro modo con el que el Señor nos
habla interiormente, según lo del Salmo (84, 9): Escucharé lo que me hable
el Señor. Este modo de expresión precede a toda palabra externa, pues según
San Gregorio en la homilía de Pentecostés: "El Creador no abre su boca para
enseñar al hombre sin haberle hablado antes por la unción del espíritu Sin
duda Caín, antes de consumar el fratricidio había oído: Has pecado, detente.
Mas estando como fuera de sí por sus pecados, recibió el aviso sólo de
palabra y no con la unción del Espíritu. Pudo sí oír las palabras, pero no
quiso obedecerlas". Por consiguiente, si como conceden ellos mismos, hay que
obedecer al instante el mandato del Señor que viene de afuera, con mayor
razón debemos obedecer sin vacilar un momento, sin resistirlas por ningún
motivo, las voces interiores con que el Espíritu Santo mueve el alma. Por
eso en Isaías (50, 5) se dice por boca del profeta, o mejor, del mismo
Cristo: El Señor Dios me abrió el oído, es decir, inspirándome
interiormente, y yo no me resistí ni me volví atrás, tendiendo a lo venidero
como ya olvidado de lo pasado (cf. Flp 3, 14). Todos aquellos que se rigen
por el Espíritu de Dios -dice San Pablo (Rm 8, 14)- ésos son hijos de Dios.
"No porque no hagan nada -comenta San Agustín- sino porque son regidos por
el impulso de la gracia". Y este impulso no rige a quien se resiste o se
demora. Lo propio de los hijos de Dios es dejarse conducir por el impulso de
la gracia a cosas mayores, sin andar buscando consejos. De este impulso
habla Isaías al decir (59, 19): Cuando venga como un río impetuoso, impelido
por el Espíritu del Señor. Y que hay que seguirlo lo dice San Pablo
escribiendo a los Gálatas: Proceded según el Espíritu (5, 16); si sois
conducidos por el Espíritu, no estáis sujetos a la Ley (vers. 18); si
vivimos por el Espíritu, procedamos también según el Espíritu (vers. 25).
San Esteban, como si se tratase de un gran crimen, increpaba a unos
individuos diciéndoles: Vosotros resistís siempre al Espíritu Santo (Hch 7,
5).
El Apóstol advierte a los Tesalonicenses: No apaguéis el Espíritu (1, 5,
19), sobre lo que dice la glosa: "Si el Espíritu Santo quiere revelar algo a
alguno en cualquier momento, no le impidáis a ese tal decir lo que siente".
Y el Espíritu Santo revela diciendo no sólo lo que el hombre debe hablar,
sino también sugiriéndole lo que debe hacer, como dice San Juan (c. 14). Por
consiguiente, cuando el hombre es impulsado por inspiración del Espíritu
Santo a entrar en religión, no se lo debe detener para que vaya a pedir
consejos a los hombres, sino que al instante debe seguir ese impulso; por lo
que se dice en Ezequiel: A cualquier parte donde iba el Espíritu, allá se
dirigían también en pos de él las ruedas.
Además de la autoridad de la Escritura, se pueden citar a este propósito
muchos ejemplos de los Santos.
Narra San Agustín (Conf. VIII, 6) el caso de dos soldados, uno de los cuales
después que acabó de leer la vida de San Antonio Abad, inflamado de repente
en santo amor, dijo a su amigo: "Estoy resuelto a seguir a Dios, y quiero
comenzar desde este momento y en este preciso lugar. Si no tienes ánimo para
imitarme, por lo menos no te opongas. El otro le respondió que quería
participar de tan gran recompensa y tan gran milicia. Y ambos, ya siervos
tuyos, comenzaron a edificar la torre con el caudal proporcionado, que
consistía en dejar todas sus cosas y seguirte". En el mismo libro San
Agustín se reprocha a sí mismo el haber retardado su conversión: "Convencido
ya -dice- de la verdad, no tenía nada más absolutamente que responder, sino
unas palabras lánguidas y soñolientas: luego, sí, luego: déjame otro poco.
Pero el "luego" no tenía término, y el "déjame otro poco" se hacía ya
demasiado largo". También en ese libro dice: "Yo me avergonzaba mucho porque
aun oía el murmullo de aquellas fruslerías (mundanas y carnales) que me
tenían indeciso".
Como se ve, no es nada laudable, sino más bien censurable, tanto el retardar
el cumplimiento de una vocación hecha interior o exteriormente de palabra o
por medio de la Escritura: cuanto el andar pidiendo consejo como si se
tratara de cosa dudosa.
d) Gracias que acompañan a este llamado.
Otro resultado de la eficacia de la inspiración interior, es impulsar a los
hombres inspirados a cosas más altas. Símbolo de esta realidad es aquello
que relatan los Hechos de los Apóstoles (c. 2) cuando reunidos los
discípulos en un mismo lugar, vino de repente sobre ellos el Espíritu Santo
y comenzaron a predicar las maravillas del Señor. "La gracia del Espíritu
Santo -comenta la glosa- nunca procede con lentitud". Y en el Eclesiástico
(11, 19) se lee: Fácil cosa es para Dios enriquecer al pobre en un momento.
San Agustín demuestra esta eficacia de la inspiración interna de Dios en el
Tratado de la Predestinación de los Santos, citando aquel pasaje de San Juan
(6, 45): Todo el que ha escuchado al Padre y ha aprendido, viene a Mí. "Muy
ajena -dice- a los sentidos de la carne es esta escuela en la que el Padre
es escuchado y enseña el camino para llegar al Hijo. Y esto no lo obra por
los oídos de la carne, sino por los del corazón... Así pues, la gracia que
la divina largueza infunde secretamente en los corazones de los hombres, no
es resistida por ningún corazón endurecido: aun más, la infunde precisamente
para quitar de raíz la dureza de corazón".
También San Gregorio habla de esta eficacia de la inspiración interior en la
homilía de Pentecostés: "¡Qué gran artífice es este Espíritu! No tarda un
instante para enseñar. Apenas toca el alma, le enseña todo cuanto quiere:
tocarla y enseñarla es una sola cosa para El, pues al mismo tiempo que
ilumina al alma, la transforma. Quita de repente lo que antes había y
muestra de repente lo que no había". Por consiguiente, quien detiene el
impulso del Espíritu Santo con largas consultas, o ignora o rechaza
conscientemente el poder del Espíritu Santo.
Además de la autoridad de los Doctores Sagrados, citemos para comprobar la
falsedad de esa afirmación los escritos de los filósofos. Aristóteles dice
en un capítulo de la Ética que se titula De la buena fortuna: "Pregúntase
cuál es en el alma el principio del movimiento. Naturalmente que como en
todas las cosas, es Dios. En efecto, el principio de la razón no es la razón
misma, sino algo superior. ¿Y qué otra cosa habrá superior a la ciencia y al
entendimiento, sino sólo Dios? " Sigue hablando después de aquellos que son
movidos por Dios, "los cuales no deben ir en busca de consejo: ya que tienen
un principio tal que es mejor que toda inteligencia y consejo".
Avergüéncense los que se dicen católicos y se entrometen a dar consejos
humanos a los inspirados por Dios: un filósofo pagano les enseña que no hay
necesidad de tales consejos.
e) Cuándo y a quién se ha de consultar sobre la vocación.
Tratemos de ver ahora en qué casos necesitan consejo aquellos a quienes ha
sido inspirado el propósito de entrar en religión. En un primer caso, porque
podría dudarse de si realmente lo que Cristo aconseja es lo mejor. Pero
semejante duda es sacrílega. En un segundo caso, porque se vacila en cumplir
el propósito de entrar en religión por no contrariar a los amigos, o por no
perder los bienes temporales, lo cual es propio de un alma enredada aún en
amores carnales. En su carta a Eliodoro dice San Jerónimo a este propósito:
"Aunque tu pequeño hijo se te cuelgue del cuello; aunque tu madre con los
cabellos desgreñados y rasgándose los vestidos te muestre los pechos que te
amamantaron; aunque tu padre se tire en el umbral, pasa por encima de él y
vuela sin una lágrima en los ojos, hacia el signo de la Cruz. En este caso,
el único modo de ser piadoso es ser cruel... El enemigo empuña su espada
para matarme, ¿y yo he de parar mientes en las lágrimas de mi madre? ¿He de
desertar de la milicia por mi padre, a quien por causa de Cristo no debo ni
la sepultura?" Trae después otros argumentos semejantes.
Tal vez alguno crea necesario pedir consejo para conocer si tiene fuerzas
suficientes para poner en práctica su propósito. Pero también a esta duda
sale al paso San Agustín -quien temía entregarse a la guarda de la
continencia- hablando de sí mismo: "En aquella misma parte en que tenía
puesta mi atención y adonde temía pasar, se me descubría la virtud de la
continencia, con una casta dignidad, serena y alegre sin disipación:
honestamente me halagaba, para que me llegara a ella resueltamente. Me
extendía sus piadosas manos llenas de una multitud de buenos ejemplos, para
recibirme en su seno y abrazarme. Allí había un gran número de jóvenes y
doncellas; una juventud numerosa, personas de toda edad, viudas venerables y
vírgenes ancianas. Y se burlaba de mí con una risa llena de alientos, como
si dijera: Lo que pudieron éstos y éstas, ¿no lo podrás tú? ¿O acaso éstos y
éstas lo pueden por sí mismos y no por su Dios? El Señor Dios me entregó a
ellos. ¿Por qué te apoyas en ti mismo, si no puede estar en pie? Arrójate en
El y no temas; no se retirará para dejarte caer. Arrójate seguro en sus
brazos que El te recibirá y te sanará".
Resta examinar dos casos en que les sería necesario pedir consejos a los que
se proponen entrar en religión. Uno, con respecto al modo de entrar en
religión: y el otro con respecto a alguna traba especial que les impida
tomar el estado religioso; ser esclavo, estar casado u otro semejante.
Ante todo, no debe consultar a sus parientes, pues como se lee en los
Proverbios (25, 9): Tus cosas trátalas con tu amigo, y no descubras tus
secretos a un extraño. Los parientes no entran en este caso en la categoría
de amigos, sino más bien en la de enemigos, según aquello de Miqueas: Los
enemigos del hombre son sus familiares (7, 6), frase que el Señor cita en
San Mateo (10, 36). En este caso, como decimos, se deben descartar
especialmente las consultas con los parientes.
A esto se refiere San Jerónimo cuando en su carta a Eliodoro enumera los
impedimentos que suelen poner los parientes a quienes han propuesto hacerse
religiosos: "Ahora -dice- tu hermana viuda, te abraza tiernamente; tus
domésticos, con los que has crecido, te dicen: ¿A quién hemos de servir si
tú nos dejas? Ahora la que fue tu nodriza, ya anciana: tu padre nutricio,
que ocupa un segundo lugar en tu corazón después de tu padre natural, te
suplican: Espera a que muramos y nos sepultes". San Jerónimo dice en el
libro tercero de la Moral: "El astuto adversario, como se ve expulsado del
corazón de los buenos, va en busca de aquellos a quienes éstos aman y le
dirige por medio de ellos palabras halagadoras, haciéndoles creer que son
amados más que cualquier otro; para que así, mientras la fuerza del amor
perfora el corazón, pueda él introducir fácilmente la espada de su
persuasión hasta los fundamentos más íntimos de la rectitud". Por eso San
Benito, como refiere San Gregorio en el libro segundo de sus Diálogos,
huyendo ocultamente de su nodriza, se retiró a un desierto; pero comunicó su
intención a un monje de Roma, el cual lo guardó en secreto y favoreció su
propósito.
Hay que descartar también los consejos de los hombres carnales, que tienen
por tontería la Sabiduría de Dios.
De ellos se burla el Eclesiástico diciendo (38, 12): Ve a tratar de santidad
con un hombre sin religión, y de justicia con un injusto... No tomes
consejos de éstos sobre tal cosa, sino más bien trata de continuo con el
varón piadoso, al cual sí se ha de pedir consejo si hubiese en este caso
algo que necesite consultar.
(Santo Tomás de Aquino, Contra Retrahentes, contra la doctrina de los que
retraen a los hombres de la vida religiosa, Capítulo IX)
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Santos Padres: San Juan Crisóstomo - El Buen Pastor
Desde luego les demuestra por las Escrituras quién sea engañador y ladrón,
pues con estos nombres lo designa diciendo: En verdad, en verdad os digo:
quien no entra por la puerta en el redil de las ovejas, sino que lo asalta
por otro lado, es un ladrón y un bandido. Observa los indicios que da del
ladrón. En primer lugar, no entra francamente; en segundo lugar, no lo hace
como lo han anunciado las Escrituras, pues esto significa el no entrar por
la puerta. Alude aquí a los anteriores y a los futuros, como el Anticristo,
a los falsos Cristos, a Judas, Teudas y otros semejantes.
Llama puerta a las Escrituras, porque ellas nos introducen a Dios y nos
abren el conocimiento de Dios; ellas forman las ovejas; ellas las guardan;
ellas vedan la entrada a los lobos. A la manera de una puerta segura impiden
y apartan a los herejes, y a nosotros nos dan la seguridad que anhelamos y
no dejan que caigamos en error. Si esta puerta no la abrimos, jamás seremos
fácil captura de nuestros amigos. Y por aquí además conoceremos a los que
son verdaderos pastores y a los que no son verdaderos.
¿Qué significa: Entrar al redil? Es decir, entrar a donde están las ovejas y
tener providencia de ellas. El que no echa mano de las Sagradas Escrituras,
sino que entra por otro lado al redil, o sea, que, toma por un camino que no
es el señalado, ese es ladrón. ¿Observas cómo por el hecho de citar las
Escrituras está de acuerdo con el Padre? Por lo mismo decía a los judíos:
Escrutad las Escrituras*1 y citó a Moisés como testigo y también a todos
los demás profetas. Pues dice: Todos los que creen a los profetas vendrán a
mí; y también: Si oyerais a Moisés, creeríais en mí*2. Es lo mismo que dice
aquí, aunque metafóricamente.
Y cuando dice: Asalta por otro lado, indica a los escribas que enseñaban
prescripciones y doctrinas humanas, y traspasaban la Ley. Así, echándoles
esto en cara les decía: Ninguno de vosotros cumple con la Ley*3. Con
exactitud dice: asalta; y no entra, con lo que indica al ladrón que trata de
escalar la pared y se expone a peligro. ¿Adviertes cómo ha descrito al
ladrón? Pues considera ahora las señales del buen pastor. ¿Cuáles son? El
que entra por la puerta es el pastor de las ovejas. A éste el portero le
abre y las ovejas atienden a su voz, y llama a sus ovejas, a cada una por su
nombre propio; y una vez que las ha sacado, camina delante de ellas. Ha
puesto ya Jesús las señales del pastor y del ladrón. Veamos cómo aplica a
los judíos lo que sigue. Dice: A éste el portero le abre. Insiste en la
metáfora para hablar con mayor colorido y fuerza. Y si quieres examinar la
parábola palabra por palabra, verás cómo nada impide que aquí por el portero
entendamos a Moisés. A él se le entregó la palabra de Dios, y las ovejas
oyen su voz.
Y llama a cada una por su nombre propio. Puesto que con frecuencia lo
llamaban engañador y confirmaban eso con el hecho de no haber ellos creído
en El, pues decían: ¿Acaso alguno de los jefes ha creído en El?*4, ahora
asevera Jesús que la incredulidad de ellos no lo demuestra engañador a Él,
sino que ellos mismos debían ser llamados engañadores perniciosos, ya que no
cuidaban de sí mismos; y por esto con toda justicia habían sido excluidos
del redil. Si es propio del pastor entrar por la puerta señalada, y Él ha
entrado por ella, cuantos lo sigan podrán ser sus ovejas. Pero quienes se
han apartado, no han dañado al pastor por eso, sino que ellos son los que
han dejado de pertenecer al rebaño.
Y que nadie se extrañe si luego El mismo se llama puerta, pues también se
llama, ya pastor, ya oveja, según los diversos modos de su providencia.
Cuando nos ofrece al Padre se llama puerta; y cuando cuida de nosotros se
llama pastor. Pues para que no vayas a pensar que su única obra es
ofrecernos al Padre, se llama también pastor. Y las ovejas oyen su voz. Y
llama a sus propias ovejas, y las saca y camina delante de ellas. Pero ¿cómo
es esto? Al contrario, los pastores siguen detrás de las ovejas. Jesús sigue
una costumbre contraria a la de los pastores para declarar que El a todos
los llevará a la verdad. Y lo mismo, una vez que las sacó del redil no las
echó al campo libre, sino que las saca de en medio de los lobos. Porque este
oficio y cuidado de nosotros es más admirable que el de los pastores.
Me parece que aquí Jesús alude al ciego, al cual llamó de en medio de los
judíos, y el ciego oyó su voz y lo siguió. En cambio: A un extraño no lo
siguen pues no conocen la voz delos extraños. Se refiere a Teudas y Judas y
sus seguidores (pues dice la Escritura: Cuantos creyeron en ellos se
disgregaron*5; o también a muchos seudocristos que más tarde habían de
engañar a muchos. Para que no lo confundieran con ésos se muestra muy
diferente de ellos.
Y la primera diferencia la toma de la Escritura y de su doctrina, puesto
que El por aquí los conducía, mientras que los otros los arrastraban por
otros medios. La segunda es la obediencia de las ovejas, pues creyeron en El
no sólo mientras vivía, sino aun después de muerto; mientras que a los
fariseos al punto los abandonaron. Podemos añadir otra y no pequeña
diferencia: que aquéllos, Judas y Teudas, procedían como tiranos y todo lo
hacían para separación y disensión; mientras que El tan lejos estaba de
semejante sospecha que cuando lo quisieron proclamar rey, huyó; y cuando le
preguntaron si era lícito pagar el tributo al César, ordenó que se le
pagara; y El mismo pagó la didracma.
Añádase que El vino para salvación de las ovejas y para que tuvieran vida y
la tuvieran más abundante; mientras que aquellos otros a sus secuaces aun
de la vida presente los privaban. Además, aquéllos traicionaban a quienes de
ellos se habían confiado y se dieron a la fuga; mientras que Cristo se
mantuvo con una fortaleza tan grande que dio la vida por sus ovejas.
Aquéllos padecieron contra su voluntad, obligados y rehuyéndolo; Jesús, en
cambio, todo lo soportó voluntariamente y con gusto.
Esta parábola les propuso Jesús, mas ellos no comprendieron el sentido de lo
que les decía. ¿Por qué les hablaba oscuramente? Para volverlos más
atentos. Pero una vez que lo logró, les habló más claramente diciendo: Yo
soy la puerta. El que entre por mí entrará y saldrá y hallará pastos. Quiere
decir que vivirá en libertad segura (llama aquí pastos al alimento de las
ovejas y a la potestad y dominio), es decir: Permanecerá dentro y nadie lo
echará de ahí; que fue lo que les aconteció a los apóstoles, los cuales con
absoluta libertad se movían, como dueños y señores del orbe entero; y nadie
pudo echarlos.
Todos los que vinieron antes de Mí eran ladrones y salteadores, pero las
ovejas no los escucharon. No se refiere aquí a los profetas, como afirman
los herejes (puesto que a ellos sí los oyeron y por su medio creyeron todos
los que en Cristo creyeron), sino a Teudas y a Judas y a los otros
sediciosos. Y lo otro: No escucharon su voz lo dice en alabanza de las
ovejas. Pero nunca alaba a quienes no oyeron a los profetas. Al revés, a
éstos grandemente los reprende y reprueba. De modo que por aquí se ve claro
que lo de: No los oyeron, se dijo por los sediciosos.
El ladrón no viene sino para robar y matar y destruir, como sucedió con los
sediciosos, pues todos fueron destrozados y muertos. Pero yo vine para que
tengan vida y la tengan sobreabundante. Pregunto yo: ¿qué hay más
sobreabundante que la vida? El Reino de los Cielos; aunque aquí no lo
nombra, sino que dice vida como cosa conocida de ellos. Yo soy el buen
pastor. Finalmente, aquí trata de su Pasión y declara que será para la
salvación del mundo y que no sufrirá contra su voluntad. A continuación
vuelve al ejemplo del pastor y el mercenario. El buen pastor expone su
vida. El asalariado, que no es el pastor, de quien no son propias las
ovejas, ve venir al lobo y abandona a las ovejas y huye y viene el lobo y
las arrebata. Se muestra aquí con el mismo poder que el Padre, puesto que
Él es el Pastor a quien pertenecen las ovejas.
¿Adviertes cómo mediante las parábolas se expresa con mayor sublimidad? Es
porque siendo el lenguaje oscuro, no da a los oyentes ocasión clara de
criticarlo. Y ¿qué hace el asalariado?: Ve venir al lobo y abandona las
ovejas y huye, y viene el lobo y las arrebata. Esto fue lo que aquéllos
hicieron; pero El procede de un modo contrario. Así, cuando fue
aprehendido, dijo: Dejad marchar a éstos*6, para que se cumpliera la
profecía de que no perecería ninguno de ellos. Puede esto entenderse
también del lobo espiritual, al cual Él no le permitió que le arrebatara
sus ovejas. Y por cierto que éste no es solamente lobo, sino además león.
Pues dice la Escritura: Nuestro adversario el diablo da vueltas en derredor
como león que ruge*7. Y también es dragón y serpiente: Caminad sobre
serpientes y escorpiones*8.
Os ruego, pues, que permanezcamos bajo el cuidado del Pastor, y
permaneceremos si escuchamos su voz, si lo obedecemos, si oímos su voz, si
no seguimos a un extraño. Y ¿cuál es su voz? ¿Qué es lo que dice?:
Bienaventurados los pobres de espíritu; bienaventurados los limpios de
corazón; bienaventurados los misericordiosos. Si eso hacemos,
permaneceremos bajo la guarda del Pastor, y el lobo no podrá entrar en el
redil. Y aunque acometa, lo hará para daño suyo. Tenemos un Pastor que nos
ama en tal manera que dio su vida por nosotros. Si pues es tan poderoso y
tanto nos ama ¿qué impide para que consigamos la salvación? ¡Nada! A no ser
que nosotros mismos fallemos.
SAN JUAN CRISÓSTOMO, Explicación del Evangelio de San Juan (2), Homilía LIX
(LVIII), Tradición México 1981, p. 129-33
*1- Jn 5, 39
*2- Jn 5, 46
*3- Jn 7, 19
*4- Jn 7, 48
*5- Hch 5, 36-37
*6- Jn 18, 8
*7- 1 P 5, 8
*8- Lc 10, 19
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Aplicación: P. José A. Marcone, I.V.E. - El Buen Pastor (Jn 10,1-11)
Introducción
En el domingo quinto de Cuaresma la Iglesia nos presentó como lectura
evangélica el milagro de la curación del ciego de nacimiento, narrado en el
capítulo 9 de San Juan. Hoy, cuarto domingo de Pascua, día del Buen Pastor y
jornada de oración mundial por las vocaciones a la vida consagrada, la
Iglesia nos presenta los primeros versículos del capítulo 10 de San Juan,
que son como una explicación de lo sucedido en el capítulo 9.
En efecto, el evangelio de hoy tiene una clara intención polémica por parte
de Jesús*1. Jesús, por un lado, quiere salir al cruce de la pésima actitud
de los fariseos que expulsaron de la sinagoga al ciego de nacimiento; y por
otra, quiere resaltar la excelente actitud del ciego de nacimiento que creyó
con fe plena en Jesucristo, Mesías y Dios (cf. Jn 9,38).
Él mismo se va a presentar como modelo de pastor, denunciará a los malos
pastores y expondrá cuáles son sus buenas ovejas.
1. Jesús, el Buen Pastor, modelo de pastor
El trozo que la Iglesia nos propone hoy está dividido claramente en dos
secciones. La primera, Jn 10,1-5, es una primera parábola sobre el pastor,
el rebaño y el corral donde se guarda al rebaño. En Jn 10,6 los oyentes,
principalmente los fariseos, no comprenden la primera parábola y por eso
Jesús hace una segunda parábola. Esa segunda parábola, Jn 10,7-11,
constituye la segunda sección*2.
La primera alegoría presenta la oposición entre dueño de las ovejas y ladrón
de las ovejas. Y también hace notar la distinta reacción de las ovejas ya se
trate del dueño, ya se trate del ladrón. La antítesis está en que el ladrón
no ama a las ovejas, sino que ama su propio interés, y busca las ovejas para
tomar su leche, esquilar su lana y comer su carne. En cambio, el dueño, es
decir, el pastor ama a las ovejas por las ovejas mismas. Cristo es el dueño
de las ovejas y los fariseos son los ladrones de las ovejas.
Pero las ovejas reaccionan de manera diferente ante el pastor y ante los
ladrones. Si en esta parábola están todavía en escena los fariseos del
capítulo 9, también lo está el ciego del mismo capítulo. Las ovejas, que
representan al ciego de nacimiento, no reconocen la voz de los ladrones, es
decir, el ciego de nacimiento no reconoce en los fariseos el pastoreo
proveniente de Dios. De hecho, cuando los fariseos le dicen que no saben de
dónde proviene Jesús, el ciego de nacimiento les responde sin ambages: “Eso
es lo extraño: que vosotros no sepáis de dónde es y que me haya abierto a mí
los ojos. Sabemos que Dios no escucha a los pecadores; pero, si uno es
religioso y cumple su voluntad, a ése le escucha. Jamás se ha oído decir que
alguien haya abierto los ojos de un ciego de nacimiento. Si éste no viniera
de Dios, no podría hacer nada” (Jn 9,30-33). Pero el ciego de nacimiento sí
reconoce la voz del verdadero pastor: “Creo, Señor. Y, postrándose, lo
adoró” (Jn 9,38).
Ante la incomprensión de los fariseos, Jesucristo vuelve a explicar lo que
quiere decir, introduciendo algunas variantes a la argumentación central.
Las tres ideas fundamentales de esta segunda sección son las siguientes: 1.
Jesús es la puerta del corral; 2. Jesús es el modelo del pastor porque da la
vida por las ovejas; 3. Jesús es el modelo del pastor porque Él conoce las
ovejas y las ovejas lo conocen a Él.
Jesús es puerta del corral en dos sentidos. En primer lugar, es puerta por
la cual deben pasar los pastores para ir al encuentro del rebaño. Pasar por
la puerta del corral aquí significa reconocer que Jesucristo es el Mesías y
el Hijo de Dios, es decir, en palabras del profeta Daniel, el Hijo del
hombre*3. Los que no reconocen de este modo a Jesús no pasan por la puerta,
saltan la pared de piedras del corral y, por lo tanto, son ladrones.
Precisamente, esta clase de hombres son los fariseos. Para San Juan, el
ejemplo más importante de pastor que entra por la puerta será San Pedro.
Pedro, que había testificado abiertamente que Jesús era el Mesías y el Hijo
de Dios (Mt 16,16; Jn 6,68-69), después de la resurrección manifiesta por
tres veces su amor a Jesús, y Jesús por tres veces lo constituye pastor:
“Apacienta mis ovejas” (Jn 21,15-17).
En segundo lugar, Jesús es puerta por la cual deben pasar las ovejas para ir
a pastar. El hombre que quiera ser oveja de Jesús debe reconocerlo como
verdadero Dios y verdadero hombre, perfecto Dios y perfecto hombre. Entonces
su alma estará alimentada de la mejor doctrina y su fin será la vida eterna.
Si Jesús ya se presentó como ‘el agua de la vida’ (Jn 4,14), ‘el pan de la
vida’ (Jn 6,51ss), ahora se presenta como ‘la puerta de la vida’.
Jesús es el modelo del pastor porque da la vida por sus ovejas. Se enfrenta
sin ningún temor a los ‘capitostres’ de la religión para confortar a la
oveja que ha sido injustamente expulsada de la sinagoga. Se parece mucho a
David, Él, que es el hijo de David. En efecto, David expuso su vida por sus
ovejas, de una manera literal: “Respondió David a Saúl: Cuando tu siervo
estaba guardando el rebaño de su padre y venía el león o el oso y se llevaba
una oveja del rebaño, salía tras él, le golpeaba y se la arrancaba de sus
fauces, y si se revolvía contra mí, lo sujetaba por la quijada y lo golpeaba
hasta matarlo” (1Sam 17,34-35). Zacarías es figura de Cristo precisamente
porque fue encargado de pastorear ovejas que ya estaban en el patio del
matadero para ser carneadas, llevadas allí por los mismos malos pastores.
Con dos cayados, uno llamado Belleza y otro llamado Unión, defenderá a las
ovejas de los malos pastores y las apacentará de Belleza y de Unión (cf. Zac
11,1-17). Muriendo en la cruz Jesús da el testimonio supremo de pastor que
da la vida por las ovejas. Los fariseos no son sino mercenarios que trabajan
por un jornal para ordeñar la leche, esquilar la lana y carnear las ovejas.
Jesús es el modelo del pastor porque Él conoce las ovejas y las ovejas lo
conocen a Él (Jn 10,14). El conocimiento en sentido bíblico implica tanto el
reconocimiento de la identidad de la otra persona, como la unión por el
amor. Y esto hasta tal punto que ‘conocer’ en sentido bíblico significará
las relaciones conyugales entre el esposo y la esposa. La unión que
Jesucristo quiere entre Él y sus ovejas es la plena unión mística, es decir,
lo que los grandes doctores de la mística católica llaman el ‘matrimonio
espiritual’. Es precisamente este amor el que lleva a Jesucristo a dar la
vida por sus ovejas.
Los Santos Padres serán consecuentes con la parábola del Buen Pastor y la
aplicarán sin ningún tipo de miramientos a los malos pastores dentro de la
Iglesia Católica.
2. La denuncia de Jesús contra los malos pastores
Jesús crea su parábola del Buen Pastor sobre el trasfondo de algunos textos
del AT que se refieren a los pastores. Ya hemos citado el texto de Zac 11.
Pero más célebre aún es el texto de Ez 34. Los primeros versículos de este
capítulo nos presentan la sustancia de la denuncia que Yahveh hace contra
los malos pastores: “La palabra de Yahveh me fue dirigida en estos términos:
Hijo de hombre, profetiza contra los pastores de Israel, profetiza. Dirás a
los pastores: Así dice el Señor Yahveh: ¡Ay de los pastores de Israel que se
apacientan a sí mismos! ¿No deben los pastores apacentar el rebaño? Vosotros
os habéis tomado la leche, os habéis vestido con la lana, habéis sacrificado
las ovejas más fuertes y gordas; no habéis apacentado el rebaño. No habéis
fortalecido a las ovejas débiles, no habéis cuidado a la enferma ni curado a
la que estaba herida, no habéis tornado a la descarriada ni buscado a la
perdida; sino que las habéis dominado con violencia y dureza” (Ez 34,1-4).
Este texto será el motivo de uno de los sermones más conocidos de San
Agustín, el Sermón sobre los pastores*4, que, ciertamente, no está aplicado
a los fariseos del tiempo de Jesús sino a los pastores de todos los tiempos
dentro de la Iglesia Católica.
San Agustín comienza constatando una realidad: “No faltan pastores a quienes
les gusta el nombre de pastor, pero no cumplen, en cambio, con las
obligaciones del pastor”*5. La causa y la raíz de esta mala actitud es
también perfectamente identificada: “Son aquellos de los que el Apóstol
afirma: ‘Todos buscan sus intereses personales, no los de Cristo Jesús’
(Filp 2,21)”*6.
Y luego San Agustín explica qué significa cada una de las acusaciones que
Yahveh hace a los malos pastores. Son ocho las acusaciones que Yahveh hace a
sus pastores: se toman la leche de las ovejas, se visten con su lana,
carnean a las fuertes y gordas, no fortalecen a las débiles, no cuidan a la
enferma, no curan a la herida, no hacen volver a la descarriada y no buscan
a la perdida.
Buscar la leche del rebaño significa buscar los bienes materiales que el
pueblo cristiano puede darles, abandonando el interés por la salvación de su
alma*7.
La lana significa los honores y las alabanzas que al pastor le gusta recibir
de su pueblo*8.
Las fuertes y gordas son las ovejas que están muy bien instruidas y formadas
con la sana doctrina del evangelio*9. Pero los malos pastores las matan a
través de sus malos ejemplos. Aquí las palabras de San Agustín se hacen
graves y severas: “Quizá preguntes: ‘¿Cómo las matan?’ Pues las matan con su
mala vida y con sus malos ejemplos. Os digo, pues, y os repito que si las
ovejas viven y mantienen todavía la salud por la fuerza del Señor, sin
embargo, el que vive mal en presencia del pueblo, en cuanto de él depende,
mata a aquel que contempla el mal ejemplo de su vida. Que ese tal pastor no
se consuele, pues, pensando que la oveja no ha muerto; vive, sin duda, pero
él es un homicida” (nº 9).
La oveja débil es aquella que no tiene la fuerza suficiente para hacer
frente a las tentaciones que la llevarían a abandonar la fe y el modo
evangélico de vida*10. Son los que están en peligro de alejarse del Reino de
Dios por las tribulaciones o persecuciones recibidas a causa de la Palabra,
como es el caso de la semilla que cayó en tierra pedregosa (cf. Mt 13,21).
El no fortalecer a las ovejas débiles consiste en no advertirles a los
cristianos que el que quiera seguir a Cristo debe sufrir mucho y que es
necesario pasar por muchas tribulaciones para entrar en el Reino de Dios
(cf. Hech 14,22). El mal pastor prefiere adular a sus ovejas con lisonjas
que agraden sus oídos y de esa manera poder aprovecharse mejor de su leche y
de su lana*11.
Las ovejas enfermas son aquellas que ya están dominadas por alguna pasión o
algún defecto notable*12. El mal pastor, siempre dirigido por sus propios
intereses y no los de Cristo Jesús, no quiere extirpar el tumor de la oveja
enferma aplicando el bisturí porque esto implicaría hacer doler y eso podría
impedir que la oveja le dé su leche y su lana.
Las ovejas heridas son las que sufren porque están sometidas a alguna grave
tentación. El buen pastor percibe el sufrimiento de la oveja herida,
encuentra palabras apropiadas para consolarla y la alienta para que siga
adelante*13. El mal pastor no ama a la oveja y por eso no tiene la capacidad
de percibir el dolor y el sufrimiento de la oveja tentada.
Las ovejas descarriadas son las que andan todavía en la órbita del rebaño
pero que están en el error. Todavía no están perdidas del todo, pero van
camino de perderse. Son las que se han alejado de los buenos pastos de la
Sagrada Escritura y del Magisterio de la Iglesia Católica y se han apartado
del camino (des-carriado) en medio de la niebla del error. Se las hace
tornar a través de la explicación caritativa del error en que se encuentran,
cosa que no hacen los malos pastores*14. Y no lo hace porque el mal pastor
ha rechazado la ciencia, no escudriña las Escrituras (cf. Jn 5,39), no
estudia y por eso no tiene argumentos para combatir el error*15.
Las perdidas son las que ya se han separado completamente de la Iglesia por
la apostasía. Buscarlas significa tratar de que se arrepientan y vuelvan a
la verdadera fe. Es el pastor que tiene espíritu misionero (cf. nº 15).
Pero tanto en Ezequiel como en San Agustín la exhortación para los pastores
alcanza también a las ovejas: “En cuanto a vosotras, ovejas mías, así dice
el Señor Yahveh: He aquí que yo voy a juzgar entre oveja y oveja, entre
carnero y macho cabrío” (Ez 34,17). Y dice San Agustín: “Las ovejas son
rebeldes; si, cuando se descarrían, vamos tras ellas, ellas, para engaño y
perdición suya, huyen de nosotros” (nº 14).
Y de esta realidad San Agustín extrae una regla de oro: “Si existen buenas
ovejas habrá también buenos pastores, pues de entre las buenas ovejas salen
los buenos pastores” (nº 29). Y de esta manera entramos en el tema de la
vocación al sacerdocio y a la vida religiosa.
3. “De entre las buenas ovejas salen los buenos pastores”
No es verdad que no haya buenas ovejas en el mundo católico de hoy. De la
misma manera, tampoco es verdad que Dios haya dejado de llamar a los hombres
para que sean pastores del rebaño. San Juan Pablo II nos enseñó que el
Espíritu Santo sigue hablando al corazón del hombre para invitarlo a seguir
a Cristo en su consagración total: “Dios siembra a manos llenas por la
gracia los gérmenes de vocación”*16.
El llamado de Dios para el sacerdocio o la vida consagrada se hace a través
de una gracia interior del Espíritu Santo. Una inmensa cantidad de veces lo
hace a través del atractivo de imitar a un sacerdote o una religiosa en
quienes se ha visto un relumbre de Cristo. Con razón decía un experimentado
sacerdote: “El mejor apostolado vocacional es la sonrisa de los seminaristas
y las religiosas, que así demuestran la alegría de haber aceptado la cruz”.
Y el fundador de una congregación religiosa decía: “Jamás hemos gastado un
peso en promoción vocacional; nuestra mejor promoción son los mismos
seminaristas con sus sotanas y las mismas hermanas con sus hábitos”.
Ese atractivo de imitar a un sacerdote o a una religiosa que una persona
siente en su alma es causado por el Espíritu Santo. Ese atractivo es la
llamada misma. Ese atractivo se identifica, es lo mismo, es sinónimo de
vocación al sacerdocio o a la vida consagrada. El atractivo está motivado
por la belleza de la entrega y de la muerte que se afronta para que los
demás tengan vida. El atractivo no está motivado por razones carnales. Es la
atracción propia de la alegría del que asume la cruz y consiente en morir
crucificado para transmitir vida espiritual.
Ese llamado interior del Espíritu Santo debe ser seguido inmediatamente. A
eso se refiere San Pablo cuando dice: “Déjense guiar por el Espíritu. Si se
dejan conducir por el Espíritu no están sujetos a la Ley. Si vivimos por el
Espíritu, dejémonos conducir por el Espíritu” (Gál 5,16.18.25).
Dice San Alberto Hurtado: “La vocación es un llamamiento que Cristo dirige
al fondo de la conciencia de un joven para que consagre su vida al
apostolado o a la práctica de la perfección cristiana. Es un renovarse en el
transcurso de los siglos de las palabras de Cristo al joven del evangelio:
‘Si quieres ser perfecto, ve, vende lo que tienes, dalo a los pobres,
sígueme y tendrás un tesoro en el Reino de los Cielos’”*17.
Ese llamamiento de Cristo hecho al fondo de la conciencia es perfectamente
perceptible y debe ser seguido inmediatamente. “Los que sienten en su
corazón el deseo de abrazar este estado de perfección y de santidad, pueden
creer, sin duda alguna, que tal deseo viene del cielo, porque es demasiado
generoso y está muy por encima de los sentimientos de la naturaleza”, decía
San Juan Bosco*18.
Y también decía: “Me parece un grave error decir que la vocación es difícil
de conocer. Es difícil de conocer cuando no se quiere seguir, cuando se
rechazan las primeras inspiraciones. Es ahí donde se embrolla la madeja...
Mirad, cuando uno está indeciso sobre hacerse o no religioso, os digo
abiertamente que éste ya tuvo vocación; no la ha seguido inmediatamente y se
encuentra ahora embrollado e indeciso”*19.
Pidámosle a la Virgen María de saber apreciar la bondad del único Buen
Pastor, Jesucristo, y la gracia de que de nuestras familias y de nuestras
comunidades salgan buenos pastores del pueblo de Dios.
*1- Dice R. Brown: “El nexo entre esta sección
(Jn 10,1-21) y el relato precedente no es tan tenue como podría parecer a
primera vista: los fariseos continúan en escena. La serie de parábolas sobre
el redil indican que Jesús es aquel que se ocupa verdaderamente de las
ovejas, mientras los fariseos se caracterizan por su egoísmo y la búsqueda
del propio interés” (Brown, R., Il Vangelo e le lettere di Giovanni. Breve
commentario, Editrice Queriniana, Brescia, 1994, p. 79 – 80; traducción
nuestra).
*2- Para evitar confusiones no hay que pensar que
la primera y la segunda parábola formen parte de una única alegoría (cf.
Brown, R., Il Vangelo…, p. 80). Hay algunos elementos que son comunes entre
una y otra. Pero hay otros que no lo son. Así, por ejemplo, en la segunda
parábola se dice que Jesús es la puerta del corral (redil, aprisco, ovil,
cf. DRAE), imagen ausente en la primera parábola. Si en la primera parábola
se aplicara la imagen de Jesús como puerta del corral, no concordaría con el
hecho de que hay un ‘portero’ o ‘custodio de la puerta’ (en griego,
thyrorós, término compuesto de thýra, ‘puerta’, y oûros, ‘vigilante’; la
Vulgata traduce ostiarius).
*3- Así lo reconoció el ciego de nacimiento, Jn
9,35.38.
*4- San Agustín, Sermón sobre los pastores,
Sermón 46, CCL 41, 529 – 557.
*5- San Agustín, Sermón sobre los pastores…, nº
1.
*6- San Agustín, Sermón sobre los pastores…, nº
2.
*7- “Los bienes que el pueblo ofrece para el
sustento de la vida corporal de sus prelados son como la leche del rebaño”
(nº 3).
*8- “Quien ofrece leche ofrece alimento, quien
ofrece lana ofrece honores. Y son precisamente estas dos cosas las que desea
del pueblo aquellos que se apacientan a sí mismos y no a las ovejas. Buscan
el dinero con que remediar sus necesidades y la aureola del honor con que
cubrirse de alabanzas” (nº 6).
*9- “Son muy pocas las ovejas bien alimentadas y
sanas, es decir, aquellas a quienes no falta el sólido manjar de la verdad y
se apacientan abundantemente con los dones de Dios” (nº 9).
*10- “Quienes, por tanto, desean sinceramente
practicar la justicia, pero no quieren o no se ven aún con ánimos para
tolerar los sufrimientos, estos tales son los débiles” (nº 13)
*11- San Agustín consagra una buena parte de su
sermón (nº 10-12) para explicar en qué consiste la maldad del pastor en este
caso. Una sola frase servirá de ejemplo: “¿Te imaginas qué clase de pastores
son aquellos que, para no disgustar a sus oyentes, dejan no sólo de
prepararlos para las pruebas, sino que incluso llegan a prometerles una
felicidad que ni el mismo Señor jamás prometió?” (nº 11).
*12- “En cambio, los que se entregan a la vida
mundana y viven cautivos de alguna mala pasión, éstos están alejados incluso
del bien obrar, no tienen fuerzas ni posibilidades de obrar el bien y por
ello podemos llamarlos con toda propiedad enfermos” (nº 13).
*13- “La oveja estaba herida por el miedo de las
tentaciones, y el pastor le hubiera podido dar un remedio para esta herida,
es decir, hubiera podido recordarle aquellas palabras de consuelo: ‘Fiel es
Dios para no permitir que seáis tentados más allá de lo que podéis; por el
contrario, él dispondrá con la misma tentación el buen resultado de poder
resistirla’ (1Cor 10,13)” (nº 13).
*14- “Si vivo en el error -dicen las ovejas-, si
camino hacia la perdición, ¿por qué me buscas?, ¿por qué me deseas?
Precisamente porque vives en el error quiero llevarte de nuevo al buen
camino; porque te estás perdiendo deseo encontrarte de nuevo” (nº 14).
*15- Oseas lanza esta invectiva contra los
pastores que abandonan la ciencia: “Que nadie acuse ni reproche a otro, pues
sólo contra ti, sacerdote, he entablado mi pleito. Tú tropiezas de día, y el
profeta tropieza contigo de noche; yo reduciré al silencio a tu madre. Mi
pueblo será reducido al silencio por falta de ciencia; tú has rechazado el
saber, y yo te rechazaré a ti de mi sacerdocio” (Os 4,4-6).
*16- Cf. San Juan Pablo II, Mensaje a la 29ª
Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones (1992), nº 4.
*17- San Alberto Hurtado, ¿Es Chile un país
católico?, Editorial Los Andes, Santiago de Chile, 1992, p. 123.
*18- San Juan Bosco, Obras Fundamentales, Madrid,
1974, p. 644.
*19- Cf. Fierro, R., Biografía y Escritos de San
Juan Bosco, Madrid, 1967, p. 557.
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Aplicación: S.S. Francisco p.p. - Jesús Buen Pastor
El evangelista Juan nos presenta, en este iv domingo del tiempo pascual, la
imagen de Jesús Buen Pastor. Contemplando esta página del Evangelio, podemos
comprender el tipo de relación que Jesús tenía con sus discípulos: una
relación basada en la ternura, en el amor, en el conocimiento recíproco y en
la promesa de un don inconmensurable: «Yo he venido —dice Jesús— para que
tengan vida y la tengan en abundancia» (Jn 10, 10). Tal relación es el
modelo de las relaciones entre los cristianos y de las relaciones humanas.
También hoy, como en tiempos de Jesús, muchos se proponen como «pastores» de
nuestras existencias; pero sólo el Resucitado es el verdadero Pastor que nos
da la vida en abundancia. Invito a todos a tener confianza en el Señor que
nos guía. Pero no sólo nos guía: nos acompaña, camina con nosotros.
Escuchemos su palabra con mente y corazón abiertos, para alimentar nuestra
fe, iluminar nuestra conciencia y seguir las enseñanzas del Evangelio.
En este domingo recemos por los pastores de la Iglesia, por todos los
obispos, incluido el obispo de Roma, por todos los sacerdotes, por todos. En
particular, recemos por los nuevos sacerdotes de la diócesis de Roma, a los
que acabo de ordenar en la basílica de San Pedro. Un saludo a estos trece
sacerdotes. Que el Señor nos ayude a nosotros, pastores, a ser siempre
fieles al Maestro y guías sabios e iluminados del pueblo de Dios confiado a
nosotros. También a vosotros, por favor, os pido que nos ayudéis: ayudarnos
a ser buenos pastores.
Una vez leí algo bellísimo sobre cómo el pueblo de Dios ayuda a los obispos
y a los sacerdotes a ser buenos pastores. Es un escrito de san Cesáreo de
Arlés, un Padre de los primeros siglos de la Iglesia. Explicaba cómo el
pueblo de Dios debe ayudar al pastor, y ponía este ejemplo: cuando el
ternerillo tiene hambre va donde la vaca, a su madre, para tomar la leche.
Pero la vaca no se la da enseguida: parece que la conserva para ella. ¿Y qué
hace el ternerillo? Llama con la nariz a la teta de la vaca, para que salga
la leche. ¡Qué hermosa imagen! «Así vosotros —dice este santo— debéis ser
con los pastores: llamar siempre a su puerta, a su corazón, para que os den
la leche de la doctrina, la leche de la gracia, la leche de la guía». Y os
pido, por favor, que importunéis a los pastores, que molestéis a los
pastores, a todos nosotros pastores, para que os demos la leche de la
gracia, de la doctrina y de la guía. ¡Importunar! Pensad en esa hermosa
imagen del ternerillo, cómo importuna a su mamá para que le dé de comer.
A imitación de Jesús, todo pastor «a veces estará delante para indicar el
camino y cuidar la esperanza del pueblo —el pastor debe ir a veces
adelante—, otras veces estará simplemente en medio de todos con su cercanía
sencilla y misericordiosa, y en ocasiones deberá caminar detrás del pueblo
para ayudar a los rezagados» (Exhortación apostólica Evangelii gaudium, 13).
¡Ojalá que todos los pastores sean así! Pero vosotros importunad a los
pastores, para que os den la guía de la doctrina y de la gracia.
Este domingo se celebra la Jornada mundial de oración por las vocaciones. En
el Mensaje de este año he recordado que «toda vocación (…) requiere siempre
un éxodo de sí mismos para centrar la propia existencia en Cristo y en su
Evangelio» (n. 2). Por eso la llamada a seguir a Jesús es al mismo tiempo
entusiasmante y comprometedora. Para que se realice, siempre es necesario
entablar una profunda amistad con el Señor a fin de poder vivir de Él y para
Él.
Recemos para que también en este tiempo muchos jóvenes oigan la voz del
Señor, que siempre corre el riesgo de ser sofocada por otras muchas voces.
Recemos por los jóvenes: quizá aquí, en la plaza, haya alguno que oye esta
voz del Señor que lo llama al sacerdocio; recemos por él, si está aquí, y
por todos los jóvenes que son llamados.
(Regina Caeli, 11 de mayo de 2014)
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Aplicación: San Juan Pablo II - Yo soy el buen pastor
“Yo soy el buen pastor, (…) conozco a mis ovejas y las mías me conocen”
(Aleluya)
Este domingo, llamado tradicionalmente el “buen pastor”, se inserta en el
itinerario litúrgico del tiempo pascual, que estamos recorriendo. Jesús se
aplica a sí mismo esta imagen (cf. Jn 10,6), arraigada en el Antiguo
Testamento y muy apreciada por la tradición cristiana. Cristo es el buen
pastor que, muriendo en la cruz, da la vida por sus ovejas. Se establece así
una profunda comunión entre el buen pastor y su grey. Jesús, escribe el
evangelista, “a sus ovejas las llama una por una y las saca fuera. (…) Y las
ovejas le siguen, porque conocen su voz” (Jn 10, 3-4). Una costumbre
consolidada, un conocimiento real y una pertenencia recíproca unen al pastor
y sus ovejas: él las cuida, y ellas confían en él y le siguen fielmente.
Por eso, qué consoladoras son las palabras del Salmo responsorial, que
acabamos de repetir: “El Señor es mi pastor, nada me falta” (Sal 22,1).
Según una hermosa tradición, desde hace algunos años, precisamente el
domingo del “buen pastor” tengo la alegría de ordenar nuevos presbíteros.
Hoy son 31. Dedicarán su entusiasmo y sus energías jóvenes al servicio de la
comunidad de Roma y de la iglesia universal.
Amadísimos ordenandos, mediante el antiguo y sugestivo gesto sacramental de
la imposición de las manos y la plegaria de consagración, os convertiréis en
presbíteros para ser, a imagen del buen Pastor, servidores del pueblo
cristiano con un título nuevo y más profundo. Participaréis en la misma
misión de Cristo, sembrando a manos llenas la semilla de la misión de
Cristo, sembrando a manos llenas la semilla de la palabra de Dios. El Señor
os ha llamado para que seáis ministros de la misericordia y dispensadores de
sus misterios.
La Eucaristía, fuente y culmen de la vida cristiana, será el manantial
cristalino que alimentará de modo incesante vuestra espiritualidad
sacerdotal. En ella podréis encontrar fuerza inspiradora para el ministerio
diario, impulso apostólico para la obra de la evangelización y consuelo
espiritual en los inevitables momentos de dificultad y lucha interior. Al
acercaros al altar, en el que se renueva el sacrificio de la cruz,
descubriréis cada vez más las riquezas del amor de Cristo y aprenderéis a
traducirlas a vida.
Queridos hermanos, es muy significativo que recibáis el sacramento del
orden, en este domingo del “buen pastor”, en el que celebramos la Jornada
mundial de oración por las vocaciones. En efecto, la misión de Cristo se
prolonga a lo largo de la historia a través de la obra de los pastores, a
quienes encomienda el cuidado de su grey. Como hizo con los primeros
discípulos, Jesús sigue eligiendo nuevos colaboradores que cuiden de su grey
mediante el ministerio de la palabra, de los sacramentos y el servicio de la
caridad.
La llamada al sacerdocio es un gran don y un gran misterio. Ante todo, don
de la benevolencia divina, puesto que es fruto de la gracia. Y también
misterio, dado que la vocación está relacionada con las profundidades de la
conciencia y de la libertad humanas. Con ella, empieza un diálogo de amor
que, día a día, forja la personalidad del sacerdote mediante un camino de
formación que comienza en la familia, prosigue en el seminario y dura toda
la vida. Sólo gracias a ese ininterrumpido itinerario ascético pastoral el
sacerdote puede convertirse en icono vivo de Jesús, buen pastor, que se
entrega a sí mismo por la grey confiada a su cuidado.
Me vienen a la memoria las palabras que os dirigiré dentro de poco, al
entregaros las ofrendas para el sacrificio eucarístico: “Vive el misterio
que se confió a tus manos”. Sí, queridos ordenandos, este misterio del que
seréis dispensadores es, en definitiva, Cristo mismo que, mediante la
comunicación del Espíritu Santo, es fuente de santidad y llamada incesante a
la santificación. Vivid este misterio: vivid a Cristo; sed Cristo. Que cada
uno de vosotros pueda decir con san Pablo: “Ya no vivo yo; es Cristo quien
vive en mí” (Gal 2,20).
Amadísimos hermanos y hermanas, que habéis venido para participar en esta
celebración, oremos para que estos 31 nuevos presbíteros sean fieles a su
misión, renueven todos los días su “sí” a Cristo y sean digno signo de su
amor a toda persona. Pidamos también al Señor, en esta Jornada mundial de
oración por las vocaciones, que suscite almas generosas, dispuestas a
ponerse totalmente al servicio del reino de Dios.
María, Madre de Cristo y de la Iglesia, te encomendamos a estos hermanos
nuestros que hoy reciben la ordenación. Te encomendamos, asimismo, a los
sacerdotes de Roma y del mundo entero. Tú Madre de Cristo y de los
sacerdotes, acompaña a estos hijos tuyos en su ministerio y en su vida
¡Alabado sea Jesucristo!
(Homilía durante la Misa de ordenación sacerdotal, Roma, 25 de abril de
1999)
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Aplicación:
Benedicto XVI - el buen Pastor
La liturgia del IV domingo de Pascua nos presenta uno de los iconos más
bellos que, desde los primeros siglos de la Iglesia, han representado al
Señor Jesús: el del buen Pastor. El Evangelio de san Juan, en el capítulo
décimo, nos describe los rasgos peculiares de la relación entre Cristo
pastor y su rebaño, una relación tan íntima que nadie podrá jamás arrebatar
las ovejas de su mano. De hecho, están unidas a él por un vínculo de amor y
de conocimiento recíproco, que les garantiza el don inconmensurable de la
vida eterna. Al mismo tiempo, el Evangelista presenta la actitud del rebaño
hacia el buen Pastor, Cristo, con dos verbos específicos: escuchar y seguir.
Estos términos designan las características fundamentales de quienes viven
el seguimiento del Señor.
Ante todo la escucha de su Palabra, de la que nace y se alimenta la fe. Sólo
quien está atento a la voz del Señor es capaz de evaluar en su propia
conciencia las decisiones correctas para obrar según Dios. De la escucha
deriva, luego, el seguir a Jesús: se actúa como discípulos después de haber
escuchado y acogido interiormente las enseñanzas del Maestro, para vivirlas
cada día.
En el mensaje que envié para esta Jornada mundial subrayé que una vocación
se realiza cuando se sale «de su propia voluntad cerrada en sí misma, de su
idea de autorrealización, para sumergirse en otra voluntad, la de Dios, y
dejarse guiar por ella» (L’Osservatore Romano, edición en lengua española,
13 de febrero de 2011, p. 4). También en este tiempo, en el que la voz del
Señor corre el riesgo de verse ahogada por muchas otras voces, cada
comunidad eclesial está llamada a promover y cuidar las vocaciones al
sacerdocio y a la vida consagrada. En efecto, los hombres siempre tienen
necesidad de Dios, también en nuestro mundo tecnológico, y siempre habrá
necesidad de pastores que anuncien su Palabra y que ayuden a encontrar al
Señor en los sacramentos.
Queridos hermanos y hermanas, fortalecidos por la alegría pascual y por la
fe en el Resucitado, confiemos nuestros propósitos y nuestras intenciones a
la Virgen María, madre de toda vocación, para que con su intercesión suscite
y sostenga numerosas y santas vocaciones al servicio de la Iglesia y del
mundo.
(Regina Caeli, 15 de mayo de 2011)
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Aplicación: Mons. Timoteo Solórzano Rojas MSC, Obispo de Tarma, IV DOMINGO DE PASCUA (BUEN PASTOR)
Queridos hermanos y hermanas en el Señor: La Iglesia ora este Domingo por
las vocaciones a los distintos ministerios y servicios, dentro del Pueblo de
Dios. Necesitamos urgentemente pastores al estilo del Buen Pastor. Hacen
falta personas generosas, dispuestas a ofrecerse a Dios y a la Iglesia, para
ser signo de la presencia y el amor del Buen Pastor.
1.- No es fácil ser responsable cuidadoso del pueblo. Nuestras gentes
esperan siempre la llegada de gobernantes justos, y los cristianos deseamos
tener responsables en la Iglesia que sean evangélicos. Pero en la Iglesia no
hay simplemente dirigentes y dirigidos; todos somos hermanos, y a todos nos
incumbe la responsabilidad. El domingo de hoy no es la fiesta del párroco o
del obispo, sino el domingo del Buen Pastor, que es Jesús, y el Día del
pueblo de Dios, en el que todos somos corresponsables, aunque de distinta
manera.
2.- Cristo es Buen Pastor por tres razones: a.- «Da la vida» por todos, es
decir, no es un simple «asalariado» que se preocupa de su sueldo y que huye
cuando llega la dificultad. b.- «Conoce» a aquellos a los que sirve con un
conocimiento que proviene del compromiso. C.- «Reúne» en la unidad a los que
están dispersos, a quienes atrae y reconcilia.
3.- El juicio de Jesús es duro para con los responsables que no ejercen su
ministerio o servicio o que se creen dueños de determinadas personas. En
realidad, en la Iglesia los responsables son «intendentes» que deben imitar
a Jesús en la donación de su vida
Por eso rezamos juntos: Señor Jesús, así como Tu llamaste los primeros
discípulos para hacerles pescadores de hombres, haz que Tu sublime
invitación continúe resonando: ¡Vengan a Mí, síganme!
Da a los jóvenes, hombres y mujeres, la gracia de responder prontamente a la
llamada. Apoya a tus obispos, sacerdotes y a los consagrados en su trabajo
apostólico. Concede perseverancia a nuestros seminaristas y a todos aquellos
que llevan hacia adelante los ideales de una vida totalmente consagrada a Tu
servicio. Despierta en nuestra comunidad un entusiasmo misionero. Señor,
ENVÍA TRABAJADORES A TU COSECHA y no permitas que la humanidad se pierda por
escasez de pastores, misioneros y gente dedicada a la causa de Tu Evangelio.
Virgen María, Madre de la Iglesia, modelo de toda vocación, ayúdanos a decir
Sí, al Señor que nos llama a cooperar en el plan divino de salvación. Amén.
Aplicación: P. Gustavo Pascual, I.V.E. - Jesús, el Buen Pastor Jn
10, 1-10
Hay dos verdades que recalca Jesús en este Evangelio: la primera aparece en
la parábola que les dice a los fariseos y es que sólo el que entra por la
puerta es pastor de las ovejas.
La segunda es que Jesús es la puerta de las ovejas.
Entrar por la puerta da acceso a las ovejas. De otro modo no se puede llegar
a las ovejas. A los que no entran por la puerta las ovejas no los oyen
porque no conocen su voz.
Entrar por la puerta hace tener autoridad sobre las ovejas.
Entrar por la puerta es reconocer e imitar a Jesús.
¿Qué beneficios tiene pasar a través de la puerta que es Jesús?
Al que entra por Cristo le abre el portero y las ovejas escuchan su voz. Las
ovejas lo siguen porque conocen su voz. Entrar por Cristo da la salvación. A
través de la puerta se encuentra pasto con que apacentarse. Pasando por la
puerta se alcanza la vida y la vida abundante.
La primera verdad se refiere a la legitimidad del pastoreo. La segunda habla
de las ventajas para el pastor en relación con las ovejas.
* * *
Jesús, el buen pastor, ha venido, se ha encarnado, para darnos la vida y
esta vida en abundancia, la plenitud de vida. Los buenos pastores por la
imitación de Jesús también dan vida a sus ovejas. Los malos pastores traen
la muerte. “El ladrón no viene más que a robar, matar y destruir”,
“separando de la fe con doctrina engañosa, "y para destruir", en la eterna
condenación”, dice Alcuino*1.
La Encarnación tiene por finalidad dar la vida eterna al hombre, la vida sin
límites. Pero ¿tenemos que esperar la vida futura para tener vida abundante?
La vida eterna consiste en ver al Padre pero ver a Jesús es ver al Padre,
como se lo dijo a Felipe cuando pidió que les hiciera ver al Padre*2. La
contemplación de Jesús nos da vida desde ya, vida plena.
Cuando nos unimos a Jesús por la fe, “en verdad, en verdad, el que cree
tiene la vida eterna”*3. “Yo soy la resurrección y la vida: quien cree en
mí, aunque muera, vivirá, y todo el que vive y cree en mí, no morirá para
siempre”*4.
Cuando nos alimentamos de Jesús, “si alguno come de este pan, vivirá
eternamente”*5, “en verdad, en verdad, os digo si no coméis la carne del
Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que
come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna”*6.
Me parece que debe entenderse: para que tengan vida, los que entran, esto
es, que reciban la vida de la fe que obra por la caridad (Ga 5); fe que abre
la puerta del redil en que está la vida, porque el justo vive de la fe (Rm
1, 17). "Y para que la tengan en más abundancia" los que salen, esto es,
cuando mueren los verdaderos fieles y tienen una vida más abundante, en
donde después no vuelven a morir. Aunque en esta vida no falten pastos,
encontrarán pastos donde puedan saciarse, como los que encontró aquel a
quien se dijo (Lc 23, 43): "Hoy estarás conmigo en el paraíso"*7.
Los pastos son la visión de Dios, dice San Gregorio y agrega que por más
hermoso que sea el paisaje del camino no hemos de detenernos hasta llegar al
fin. Es decir, por más hermoso que sea vivir feliz en esta tierra, la
felicidad actual es un pálido reflejo de la felicidad de la vida eterna.
“Hay que vivir la vida” dice el refrán popular. Claro que sí. Todo hombre
tiene derecho a vivir la vida desde su concepción hasta su muerte natural.
Aunque a veces parece que “se nos va la vida” sin vivirla porque en verdad
no la vivimos. Estamos llamados, desde que Jesús se encarnó, a vivir la vida
de Dios.
Para vivir se necesita la comida y esa comida es la visión de Dios por la
contemplación. Para vivir plenamente tenemos que contemplar el rostro de
Jesús y esta contemplación no es necesario postergarla para más adelante. Ya
podemos alimentarnos de esta comida, ya podemos vivir vida de cielo
contemplando a Jesús.
*1- Catena Aurea comentario a Jn 10, 10
*2- Jn 14
*3- Jn 6, 47
*4- Jn 11, 25
*5- Jn 6, 51
*6- Jn 6, 54
*7- Catena Aurea, San Agustín, comentario a Jn
10, 10
(cortesía iveargentina.org)