Disfruten de
la Palabra Divina de los Domingos
tomados de la mano de los Padres de la
Iglesia, de los Santos y Sabios de todos los tiempos y del Catecismo de la
Iglesia Católica
(Nota
Bene: Los números consignados entre paréntesis ( ) hacen referencia a los
números del Catecismo).También puede saltar a:
SÁBADO
SANTO B
(Vigilia Pascual)
“Cristo, tu Hijo resucitado, al salir del
sepulcro, brilla sereno para el linaje humano”
Rm 6,3-11:
“Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere más”
Sal
117,1-2.16ab-17.22-23: “Aleluya, aleluya, aleluya”
Mc 16,1-7: “Jesús
el Nazareno, el crucificado, ha resucitado”
El Bautismo como
símbolo de la muerte, sepultura y resurrección con Cristo, es expresado por san
Pablo con términos técnicos muy precisos. Indican la plena identificación con
Cristo por parte del bautizado. Por la fe y el bautismo, el hombre es
“introducido en Cristo”; es “identificado con Cristo”; vive “unido a Cristo” resucitado, y algún
día “vivirá con” Cristo eternamente.
Lo trascendental
del anuncio que reciben las mujeres junto al sepulcro es: “Ha resucitado”. Se
insiste en las dificultades de la piedra. Y, con la mostrada evidencia del
sepulcro vacío, se señala lo perceptible del suceso.
Las mujeres se
debaten entre la incertidumbre antecedente (“¿Quién nos correrá la piedra a la
entrada del sepulcro?”), y el asombro posterior (“salieron corriendo,...
temblando de espanto”). Este último hasta les impide hablar. Ante la NOTICIA,
no saben qué hacer con tanto gozo y tanta responsabilidad. Es el gozo de haber
creído.
Cuando al mundo
le invaden la indolencia, el conformismo y “el aquí no se puede hacer nada”, se
retrata el miedo a comenzar. Lo que llama la atención de las muchas
consecuencias de la Resurrección es la inmediata desaparición de toda señal de
apatía, abatimiento y derrota. Había comenzado lo nuevo, y empezaba por el
corazón de los hombres que habían creído.
_ La
Resurrección, obra de la Santísima Trinidad:
“La Resurrección
de Cristo es objeto de fe en cuanto es una intervención transcendente de Dios
mismo en la creación y en la historia. En ella, las tres personas divinas
actúan juntas a la vez y manifiestan su propia originalidad. Se realiza por el
poder del Padre que ``ha resucitado'' (Hch 2,24) a Cristo, su Hijo, y de este
modo ha introducido de manera perfecta su humanidad _con su cuerpo_ en la
Trinidad. Jesús se revela definitivamente ``Hijo de Dios con poder, según el
Espíritu de santidad, por su resurrección de entre los muertos'' (Rm 1,3-4).
San Pablo insiste en la manifestación del poder de Dios por la acción del
Espíritu que ha vivificado la humanidad muerta de Jesús y la ha llamado al
estado glorioso de Señor” (648; cf. 640; 649-650).
_ Nuestra
incorporación a la muerte y resurrección de Cristo por el Bautismo:
“Según el apóstol
san Pablo, por el Bautismo el creyente participa en la muerte de Cristo; es
sepultado y resucita con Él: ``¿O es que ignoráis que cuantos fuimos bautizados
en Cristo Jesús, fuimos bautizados en su muerte? Fuimos, pues, con Él
sepultados por el bautismo en la muerte, a fin de que, al igual que Cristo fue
resucitado de entre los muertos por medio de la gloria del Padre, así también
nosotros vivamos una vida nueva (Rm 6,3-4)''. Los bautizados se han ``revestido
de Cristo'' (Ga 3,27). Por el Espíritu Santo, el Bautismo es un baño que
purifica, santifica y justifica” (1227; cf. 1226.1228).
_ “Para mí es
mejor morir en Cristo Jesús que reinar de un extremo a otro de la tierra. Lo
busco a Él, que ha muerto por nosotros; lo quiero a Él, que ha resucitado por
nosotros. Mi parto se aproxima... Dejadme recibir la luz pura; cuando yo llegue
allí, seré un hombre” (San Ignacio de Antioquía, Rom. 6,1-
2) (1010).
Cuando se
comparte una victoria como la que Cristo nos ha regalado por su Resurrección,
¿podrá alguien seguir teniendo miedo?, ¿podrá seguir creyendo en la muerte como dueña definitiva del
hombre?
vea:
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