Domingo 2 de Adviento B - 'Preparen el Camino del Señor: Preparemos en Familia, en el Hogar, como Iglesia doméstica, la Acogida de la Palabra de Dios proclamada durante la celebración de la Misa dominical
Falta un dedo: Celebrarla
1. Introducción a la Palabra
1. 1
Primera Lectura: Is 40, 1-5. 9-11
A veces Dios necesita corregir las cosas que no andan bien en nuestras vidas.
Porque nos ha hablado tantas veces y no le hemos hecho caso. Así que antes
de que nos hagamos mayor daño el Señor entra con fuerza en nuestra vida y
nos ayuda. Es cierto, la corrección es desagradable. La lectura del profeta
Isaías nos hace comprender que Dios siempre se preocupa de nosotros y nos
pide que preparemos el camino para que pueda llegar a nosotros.
1. 2 Segunda Lectura: 2 Pe 3, 8-14
También San Pedro nos recuerda que Dios nos tiene mucha paciencia. Con todo,
acojamos sus consejos para estar dispuestos en cualquier momento que venga
el Señor.
1. 3 Evangelio: Mc 1, 1-8
Recordemos que Dios nunca nos obligará. Siempre respeta nuestra libertad.
Esto significa que necesitamos convertirnos, es decir, abrir las puertas de
nuestro corazón y de nuestra vida para que Él pueda actuar en nuestra vida.
Escuchemos a San Juan Bautista.
2.
Reflexionemos
El
hombre que no ha perdido la ilusión por el futuro no se arredra ante las
dificultades. Es consciente de que los valles han de levantarse y los montes
y colinas han de allanarse. Esto se denomina esfuerzo. Y no faltan hoy
quienes remueven del camino las piedras u obstáculos para que otros puedan
avanzar que es, en definitiva, ir preparando el Reino de Dios. Y cuanto
menos selectivo sea el esfuerzo y más universal el afán, más claramente se
verá el Reino de Dios.
¿Qué podemos hacer para preparar el camino del
Señor en nuestro hogar?
Nota: Esta vez ofrecemos un texto del P. José
Martínez de Toda. Sugerimos que por turno uno de los padres hace la pregunta
y después de escuchar la respuesta de los hijos el otro da la respuesta
completa.
¿Cuáles son las primeras palabras del primer
evangelio?
El primer evangelio que se escribió fue el de Marcos. Y éstas son
sus primeras palabras, escritas ciertamente en una forma solemne y festiva.
Empieza así:
"Comienza la Buena Noticia de Jesucristo, Hijo de Dios".
Es la primera vez que aparece en el Nuevo Testamento la palabra evangelio
(palabra griega, que significa 'buena noticia'), refiriéndose a algo escrito
sobre Jesucristo.
El evangelio de S. Marcos va dirigido a comunidades de no-judíos. Pero
comienza diciendo que Jesús tuvo un Precursor, anunciado varias veces en la
Biblia. Esto le da más importancia a Jesús. Y cita tres pasajes de la
Biblia: "Yo envío mi mensajero" (Éxodo 23:20 y Malaquías 3:1) y "Voz que
clama en el desierto" (Isaías 40:3).
Quien inicia la Buena Noticia, el Evangelio, es Juan el Bautista, que es
llamado "mensajero de la Alegría, de las buenas noticias" (1ª Lectura de
hoy: Isaías 40).
Impregnado de este espíritu, Pedro también anuncia la llegada de un cielo
nuevo y una tierra nueva e invita a acelerar este acontecimiento (2ª Lectura
de hoy: Pedro 3, 8-14).
Así pues, ese mensajero y esa voz del desierto se refieren a Juan el
Bautista, que proclama la llegada de Jesús. Los dos coinciden en varias
cosas:
-- Ambos (Juan y Jesús) piensan que el desierto es importante en sus
ministerios.
-- Ambos llaman al pueblo al arrepentimiento.
-- Ambos serán traicionados, arrestados y asesinados.
La reacción de los judíos ante Juan el Bautista es conmovedora. Han pasado
más de trescientos años desde que un profeta estuvo activo en Israel. Y
cuando oyen hablar de Juan, les recuerda a Elías. La forma de vestir y la
dieta de Juan lo relacionan con Elías. Juan iba "vestido de pelos de
camello, y con un cinto de cuero alrededor de sus lomos." Así iba también
vestido Elías (2 Reyes 1:8).
Y se van al "desierto" a escucharle. Allí Juan los llama a un
arrepentimiento profundo, de metanoia o cambio de mentalidad para regresar a
la voluntad de Dios.
¿Por qué es importante ir al desierto?
El desierto les recuerda a los judíos los 40 años de sus
antepasados los israelitas, que huían de Egipto hacia la Tierra Prometida.
Fue tiempo de seguir y estar con Dios, que los salvaba de la esclavitud
egipcia.
Les recuerda su antigua fidelidad a Dios, que fue su amigo y aliado, pero,
sobre todo, el desierto es el mejor lugar para escuchar la llamada a la
conversión. Allí hay privaciones.
Allí en el desierto el pueblo toma conciencia de la situación en que viven;
experimentan la necesidad de cambiar; se arrepienten; reconocen sus pecados
sin echarse las culpas unos a otros; sienten necesidad de salvación.
Juan es el encargado de convencer a todos de la urgente conversión que
necesita vivir todo el pueblo para acoger a su Mesías y Señor. Se trata de
"preparar el camino del Señor", un camino concreto y bien definido, el
camino que va a seguir Jesús.
Según Marcos, "confesaban sus pecados" y Juan "los bautizaba".
¿Qué lecciones sacamos de este evangelio?
1. Como Juan el Bautista, nosotros debemos ser mensajeros de la
Buena noticia.
Una familia-comunidad de rostro amable, alegre, confiado, sereno,
pacificador. No un rostro torvo, una mirada sombría, un gesto adusto y
condenatorio. Hay que cuidar la imagen pública de los que tenemos por
vocación ser mensajeros de la Alegre Noticia.
Anuncia la buena noticia aquella comunidad que aplaude el bien y no da
importancia al mal, la que en lugar de sospechar y condenar, confía y
disculpa, la que no sólo detecta enfermedades, sino que ofrece la medicina
de la curación fácil, posible y rápida. Y es creíble.
Debemos llevar un mensaje alegre y esperanzador para los pobres de la
tierra, los excluidos de los procesos de transformación, los matrimonios en
crisis, los jóvenes indiferentes a la fe, las nuevas generaciones, los
ancianos, los marginados, los disminuidos.
2. Hoy día necesitamos la conversión para acoger más fielmente a Jesucristo
en el centro de nuestro cristianismo.
3.La conversión que necesita nuestro modo de vivir el cristianismo no se
puede improvisar. Requiere un tiempo largo de desierto, de recogimiento y de
trabajo interior.>
¿Por qué nos resistimos a ir al desierto?
Precisamente ésta puede ser hoy nuestra tentación: no ir al "desierto", no
recogernos
de tanto ruido y preocupaciones temporales y egoístas, <eludir la necesidad
de la conversión, no escuchar ninguna voz que nos invite a cambiar,
distraernos con cualquier cosa, para olvidar nuestros miedos y disimular
nuestra falta de coraje para acoger el mensaje de Jesús.
La imagen del pueblo judío "confesando sus pecados" es admirable.
Los cristianos de hoy necesitamos hacer un examen de conciencia colectivo, a
todos los niveles, para reconocer nuestros errores y pecados. Sin este
reconocimiento no es posible "preparar el camino del Señor">. (Pagola)
¿Qué otro mensaje daba Juan el Bautista?
Y Juan predicaba, diciendo:
-"Viene tras mí el que es más poderoso que yo, al cual no soy digno de
desatar encorvado la correa de sus zapatos. Yo a la verdad les he bautizado
con agua; mas él les bautizará con Espíritu Santo.
Jesús viene a traer al Espíritu Santo, el perdón, la sanidad espiritual, la
restauración de relaciones correctas, la incorporación al pueblo de Dios…
Juan el Bautista preparó el camino. ¡No lo bloqueó! ¡No puso más problemas!
Presentó soluciones. Preparó a la gente para entrar en el ámbito de la Buena
Noticia. Y lo hizo desde una humildad que impresiona: "¡no soy digno de
desatarle la correa de la sandalia!". Juan estaba abrumado ante la grandeza
de Aquel a quien anunciaba.
¿Cómo preparar el camino hoy?
1) Purificar la mirada del corazón para "ver de otra manera";
2) Poner en hora el reloj de la Paciencia y confiar en el sabio ritmo de
Dios;
3) Hacer fácil el camino a los demás: con nuestra súplica a Dios, con
nuestra comprensión, con nuestra benevolencia a prueba de mal, con nuestra
crítica constructiva, con nuestra disponibilidad a ayudar, con nuestra
alegría.
Al comienzo de la Santa Misa el sacerdote,
después de haber saludado a la asamblea, invita a pedir perdón por los
pecados antes de celebrar los sagrados misterios. ¿Por qué no aprovechamos
el camino a la Iglesia para hacer un examen de conciencia? De esta manera,
pidiendo perdón con toda la asamblea, estamos pidiendo perdón por unos
asuntos muy concretos y no tan generales como se suele pedir a la
misericordia de Dios al comenzar la Misa..
Nos animamos mutuamente a hacer cada uno de la
familia una lista secreta de las cosas que los proponemos para este
adviento, cosas que nos ayudan a convertirnos.
III
LA CONVERSION DE LOS BAUTIZADOS
1427
Jesús llama a la conversión. Esta llamada es una parte esencial del
anuncio del Reino: "El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca;
convertíos y creed en la Buena Nueva" (Mc 1,15). En la predicación de la
Iglesia, esta llamada se dirige primeramente a los que no conocen todavía a
Cristo y su Evangelio. Así, el Bautismo es el lugar principal de la
conversión primera y fundamental. Por la fe en la Buena Nueva y por el
Bautismo (cf. Hch 2,38) se renuncia al mal y se alcanza la salvación, es
decir, la remisión de todos los pecados y el don de la vida nueva.
1428
Ahora bien, la llamada de Cristo a la conversión sigue resonando en
la vida de los cristianos. Esta segunda conversión es una tarea
ininterrumpida para toda la Iglesia que "recibe en su propio seno a los
pecadores" y que siendo "santa al mismo tiempo que necesitada de
purificación constante, busca sin cesar la penitencia y la renovación" (LG
8). Este esfuerzo de conversión no es sólo una obra humana. Es el movimiento
del "corazón contrito" (Sal 51,19), atraído y movido por la gracia (cf Jn
6,44; 12,32) a responder al amor misericordioso de Dios que nos ha amado
primero (cf 1 Jn 4,10).
1429
De ello da testimonio la conversión de S. Pedro tras la triple
negación de su Maestro. La mirada de infinita misericordia de Jesús provoca
las lágrimas del arrepentimiento (Lc 22,61) y, tras la resurrección del
Señor, la triple afirmación de su amor hacia él (cf Jn 21,15-17). La segunda
conversión tiene también una dimensión comunitaria. Esto aparece en la
llamada del Señor a toda la Iglesia: "¡Arrepiéntete!" (Ap 2,5.16).
S. Ambrosio dice acerca de las dos conversiones que, en la Iglesia,
"existen el agua y las lágrimas: el agua del Bautismo y las lágrimas de la
Penitencia" (Ep. 41,12).
IV
LA PENITENCIA INTERIOR
1430
Como ya en los profetas, la llamada de Jesús a la conversión y a la
penitencia no mira, en primer lugar, a las obras exteriores "el saco y la
ceniza", los ayunos y las mortificaciones, sino a la conversión del corazón,
la penitencia interior. Sin ella, las obras de penitencia permanecen
estériles y engañosas; por el contrario, la conversión interior impulsa a la
expresión de esta actitud por medio de signos visibles, gestos y obras de
penitencia (cf Jl 2,12-13; Is 1,16-17; Mt 6,1-6. 16-18).
1431
La penitencia interior es una reorientación radical de toda la vida,
un retorno, una conversión a Dios con todo nuestro corazón, una ruptura con
el pecado, una aversión del mal, con repugnancia hacia las malas acciones
que hemos cometido. Al mismo tiempo, comprende el deseo y la resolución de
cambiar de vida con la esperanza de la misericordia divina y la confianza en
la ayuda de su gracia. Esta conversión del corazón va acompañada de dolor y
tristeza saludables que los Padres llamaron "animi cruciatus" (aflicción del
espíritu), "compunctio cordis" (arrepentimiento del corazón) (cf Cc. de
Trento: DS 1676-1678; 1705; Catech. R. 2, 5, 4).
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El corazón del hombre es rudo y endurecido. Es preciso que Dios dé al
hombre un corazón nuevo (cf Ez 36,26-27). La conversión es primeramente
una obra de la gracia de Dios que hace volver a él nuestros
corazones: "Conviértenos, Señor, y nos convertiremos" (Lc 5,21). Dios es
quien nos da la fuerza para comenzar de nuevo. Al descubrir la grandeza del
amor de Dios, nuestro corazón se estremece ante el horror y el peso del
pecado y comienza a temer ofender a Dios por el pecado y verse separado de
él. El corazón humano se convierte mirando al que nuestros pecados
traspasaron (cf Jn 19,37; Za 12,10).
Tengamos los ojos fijos en la sangre de Cristo y comprendamos cuán
preciosa es a su Padre, porque, habiendo sido derramada para nuestra
salvación, ha conseguido para el mundo entero la gracia del arrepentimiento
(S. Clem. Rom. Cor 7,4).
14433
Después de Pascua, el Espíritu Santo "convence al mundo en lo
referente al pecado" (Jn 16, 8-9), a saber, que el mundo no ha creído en el
que el Padre ha enviado. Pero este mismo Espíritu, que desvela el pecado, es
el Consolador (cf Jn 15,26) que da al corazón del hombre la gracia del
arrepentimiento y de la conversión (cf Hch 2,36-38; Juan Pablo II, DeV
27-48). (Catecismo de la Iglesia católica)
6. Leamos la Biblia
con la Iglesia
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Lunes |
Is 35, 1-10 |
Sal 84 |
Lc 5, 17-26 |
Martes |
Is 40, 1-11 |
Sal 95 |
Mt 18, 12-14 |
Miércoles |
Is 40, 25-31 |
Sal 102 |
Mt 11, 28-30 |
Jueves |
Is 41, 13-20 |
Sal 144 |
Mt 11, 11-15 |
Viernes |
Is 48, 17-19 |
Sal 1 |
Mt 11, 16-19 |
Sábado |
Is 48, 1-4.9-11 |
Sal 79 |
Mt 17, 10-13 |
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Oración de Adviento a la Virgen María
¡Dulcísima y amabilísima Madre de Dios y Virgen
sacratísima! ya se llega la hora de vuestro bienaventurado parto, parto sin
dolor, parto gozoso. Vuestra es esta hora, y nuestra es: vuestra es porque
en ella habéis de descubrir al mundo los tesoros divinos que tenéis
encerrados en vuestras entrañas, y el sol que le ha de alumbrar, y el pan
del cielo que le ha de sustentar, y la fuente de aguas vivas por la cual
viven todas la cosas que viven. Y vos, Señora, con este sagrado parto habéis
de quedar más gloriosa, pues por ser madre no se marchitará la flor de
vuestra virginidad, antes cobrará nuevo frescor y nueva belleza, porque sois
la puerta de Ezequiel cerrada, huerto cercado y fuente sellada, y todas las
gentes os quedarán obligadas, y os reconocerán y adorarán por Madre de su
Señor, y reparadora del linaje humano, y emperatriz y princesa de todo lo
criado.
Pero también esta hora es nuestra, no solamente
por ser para nuestro bien y principio de nuestro bien, sino porque desde que
pecó Adán y Dios le dio esperanza con su promesa que le remediaría, todos
los patriarcas la han deseado, todos los profetas la han prometido, todos
los santos del Antiguo Testamento han suspirado por ella, todas las gentes
la han aguardado y todas las criaturas están suspensas y colgadas de vuestro
felicísimo parto, en el cual está librada la suma de la salud y felicidad
eterna. Pues ¡oh esperanza nuestra! ¡oh refugio y consuelo de nuestro
destierro!; oíd nuestros clamores, oíd los gemidos de todos los siglos y
naciones, y los continuos ruegos y lágrimas del linaje humano, que está
sepultado en la sombra de la muerte aguardando esta luz, y que vos le
mostréis su Salvador, su Redentor, su vida, su gloria y toda su
bienaventuranza. Daos prisa, Virgen santísima, daos prisa, acelerad vuestro
dichoso y bienaventurado parto, y manifestadnos a vuestro unigénito Hijo,
vestido de vuestra carne, para dar espíritu a los hombres carnales y
hacerlos hijos de Dios, al cual sea gloria y alabanza en los siglos de los
siglos. Amén.
Te esperamos
Te estamos esperando; este año va de veras la
Navidad, no va a ocurrir como otras veces que montamos mucha fiesta y no te
hacemos hueco. Verás, Señor, cómo mejoramos, estamos más en sintonía
contigo, celebramos las cosas a tu manera. Llevamos preparando el corazón
durante todo el Adviento, Adornamos las casas y las calles, para que Tú
entres en todos los corazones. No permitas que la nuestra sea una Navidad
folklórica; ayúdanos a celebrar lo esencial y a que sea tu Amor lo que nos
una. Entra, pasa, no hace falta que llames; estamos todos esperándote, vas a
ser el invitado principal de estas navidades vividas contigo.
Sabiduría
Calma nuestras impaciencias; que aprendamos, como
José, a dejar que las cosas sucedan sin perder el equilibrio, sin
bloquearnos por la protesta, sin rechazar al diferente, sin juzgar con
dureza. Danos la sabiduría de José, para pensar bien de la gente, para dejar
obrar a Dios, y para apostar por la bondad del otro. Haznos generosos como
María, para darte el sí, para estar disponibles siempre aunque no
entendamos. Ayúdanos a cuidar nuestra familia, a mantener viva la
comunicación, a generar ternuras y detalles y a estar atentos a lo que
necesita el otro.
Te damos gracias
Padre, te damos gracias porque un año más nos
ofreces la oportunidad de vivir el Adviento. Abre nuestras pupilas a la luz
que llega de la mano de Jesús; luz para alumbrar nuestras oscuridades.
Fortalece nuestras manos para que nunca se cansen de hacer el bien. Llena
nuestra vida de esperanza y alegría de vivir. Te lo pedimos con sencillez
con que María nos presentó a Jesús. Amén.