Domingo 1 de Adviento B - 'No saben cuándo es el momento' : Preparemos en Familia, como Iglesia doméstica, la Acogida de la Palabra de Dios proclamada durante la celebración de la Misa dominical
Recursos adicionales para la preparación
Falta un dedo: Celebrarla
1. 1 Primera Lectura: Is 63, 16b-17; 34, 3b-8
¿Qué esperamos? O más bien: ¿A quién esperamos? Los católicos sabemos que
esperamos al Señor, que nacerá en la Navidad. Esto es un recuerdo,
maravilloso, pero recuerdo al fin de algo pasado. El cristiano vive el hoy.
Repetimos la pregunta: ¿A quien esperas? Si verdaderamente esperamos al
Señor, aquí tendríamos una larga reflexión si contestamos las preguntas:
¿Cómo? ¿Cuando? ¿Dónde? Por lo pronto, recordemos que somos pecadores. Pero
a pesar de ello el profeta Isaías nos quiere dar ánimo.
¡Escuchémoslo! Y después de
escucharlo repitamos la lectura como una oración de parte nuestra: se
proclama una frase tras otra y todos la repetimos.
1. 2 Segunda Lectura: 1 Cor 1, 3-9
Gracias a Dios que también San Pablo nos quiera animar. Estamos tantas
veces tan ocupados con las cosas de cada día que nos olvidamos muchas veces
de las maravillas que Dios nos ha regalado. Que esta lectura nos anime y nos
ayude a recuperar la alegría de ser cristianos y de esperar al Señor. Ya que
nos regalado tanto…
¿Qué reacción sentiría usted en su corazón si el Señor viniese en este
momento? ¿Alegría? ¿Susto? ¿Preocupación? ¿Verdad que los pasajes bíblicos
de este domingo hacen surgir muchas preguntas? Pues, el Señor quiere
ayudarnos para que estemos preparados que venga en el momento que sea.
Cuando esperamos la llegada de una persona muy querida hasta nos da
impaciencia porque. ¡Cómo quisiéramos que la espera no sea tan larga. El
Evangelio de hoy pueda parecer como que si Jesús nos quiere recordar nuestra
responsabilidad, como quien quiere llamarnos la atención. Y los padres de
familia tenemos la responsabilidad del portero que espera que venga el
dueño. Podría tratarse de una espera más bien penosa. Si pensamos de esta
manera entonces no conocemos todavía a Jesucristo de verdad. ¿Para qué el
Hijo de Dios se ha hecho hombre? Para salvarnos y en la segunda lectura
hemos visto cuanto nos ha regalado para qué nuestra vida sea cada vez más
alegre y llena de paz. Consideremos nuestra responsabilidad más bien como
quien abre la puerta de la propia vida para que Jesucristo pueda entrar y
actuar en medio de nuestras debilidades y fragilidades. Entonces el adviento
nos quiere entrenar en esta espera. El Señor viene de manera escondida: en
los acontecimientos del día, en el desempeño de nuestra misión y
responsabilidad, en las personas que vamos a encontrar durante este día.
Pidamos pues al Señor para que tengamos abiertos los ojos de la fe y para
qué lo descubramos cómo que viene ayudarnos y bendecirnos. No sucede nada
sin que Dios lo permita para nuestro bien. Y hasta de nuestros fracasos y
pecados saca bendición cuando se lo permitimos por medio de nuestro
arrepentimiento.
Estamos comenzando el nuevo año litúrgico preparándonos para la fiesta de
Navidad. Ese tiempo se llama adviento, venida. Ciertamente estamos
preparándonos al nacimiento de Jesús. Es el momento cuando el Hijo de Dios
comienza a vivir entre nosotros como cualquier hijo de vecino. Más aún, ha
querido hacerse hombre para salvarnos por su muerte y resurrección. Como
hemos escuchado en las lecturas estamos preparándonos también para que venga
una segunda vez, cuando llega el fin del mundo. Y para cada una de nosotros,
viene la segunda vez cuando morimos y, Dios lo quiera, vayamos al cielo. Sin
embargo, entre la primera y la segunda venida en el Hijo de Dios hecho
hombre no nos abandona. Por medio de la Iglesia, los sacramentos y su gracia
nos viene al encuentro cada día en las personas y en las situaciones. ¿Se
acuerdan lo que dice Jesús durante el juicio final?: “Lo que han hecho al
menor de mis hermanos lo han hecho a mi”. Siempre está con nosotros desde
nuestro bautismo. Está también en nuestro corazón. El adviento entonces nos
ayuda no sólo a prepararnos para la fiesta de Navidad o para el juicio
final. Es maravilloso que podemos esperar los signos de su presencia en la
vida de cada día. Lo único de que necesitamos es abrir bien los ojos de la
fe. Nos ayudarán la oración diaria, la palabra de Dios en la Biblia y los
sacramentos.
Cada vez que escuchamos la palabra de Dios durante la celebración de la
Eucaristía y recibimos la Santa Comunión en el Señor viene a nosotros para
que lo recibamos en nuestro corazón. Y esto nos ayuda a abrir bien los ojos
de la fe para descubrir lo presente en la vida diaria.
Preparamos una corona de adviento con cuatro velas. Cada semana haremos
una celebración de adviento encendiendo una vela adicional. Cada uno también
hará una pequeña lista de propósitos de como concretamente prepararse para
la Navidad.
I. La oración como escuela de la esperanza
32. Un lugar primero y esencial de aprendizaje de la esperanza es la
oración. Cuando ya nadie me escucha, Dios todavía me escucha. Cuando ya no
puedo hablar con ninguno, ni invocar a nadie, siempre puedo hablar con Dios.
Si ya no hay nadie que pueda ayudarme –cuando se trata de una necesidad o de
una expectativa que supera la capacidad humana de esperar–, Él puede
ayudarme.25 Si me veo relegado a la extrema soledad...; el que reza nunca
está totalmente solo. De sus trece años de prisión, nueve de los cuales en
aislamiento, el inolvidable Cardenal Nguyen Van Thuan nos ha dejado un
precioso opúsculo: Oraciones de esperanza. Durante trece años en la cárcel,
en una situación de desesperación aparentemente total, la escucha de Dios,
el poder hablarle, fue para él una fuerza creciente de esperanza, que
después de su liberación le permitió ser para los hombres de todo el mundo
un testigo de la esperanza, esa gran esperanza que no se apaga ni siquiera
en las noches de la soledad
33. Agustín ilustró de forma muy bella la relación íntima entre oración y
esperanza en una homilía sobre la Primera Carta de San Juan. Él define la
oración como un ejercicio del deseo. El hombre ha sido creado para una gran
realidad, para Dios mismo, para ser colmado por Él. Pero su corazón es
demasiado pequeño para la gran realidad que se le entrega. Tiene que ser
ensanchado. « Dios, retardando [su don], ensancha el deseo; con el deseo,
ensancha el alma y, ensanchándola, la hace capaz [de su don] ». Agustín se
refiere a san Pablo, el cual dice de sí mismo que vive lanzado hacia lo que
está por delante (cf. Flp 3,13). Después usa una imagen muy bella para
describir este proceso de ensanchamiento y preparación del corazón humano. «
Imagínate que Dios quiere llenarte de miel [símbolo de la ternura y la
bondad de Dios]; si estás lleno de vinagre, ¿dónde pondrás la miel? » El
vaso, es decir el corazón, tiene que ser antes ensanchado y luego
purificado: liberado del vinagre y de su sabor. Eso requiere esfuerzo, es
doloroso, pero sólo así se logra la capacitación para lo que estamos
destinados.26 Aunque Agustín habla directamente sólo de la receptividad para
con Dios, se ve claramente que con este esfuerzo por liberarse del vinagre y
de su sabor, el hombre no sólo se hace libre para Dios, sino que se abre
también a los demás. En efecto, sólo convirtiéndonos en hijos de Dios
podemos estar con nuestro Padre común. Rezar no significa salir de la
historia y retirarse en el rincón privado de la propia felicidad. El modo
apropiado de orar es un proceso de purificación interior que nos hace
capaces para Dios y, precisamente por eso, capaces también para los demás.
En la oración, el hombre ha de aprender qué es lo que verdaderamente puede
pedirle a Dios, lo que es digno de Dios. Ha de aprender que no puede rezar
contra el otro. Ha de aprender que no puede pedir cosas superficiales y
banales que desea en ese momento, la pequeña esperanza equivocada que lo
aleja de Dios. Ha de purificar sus deseos y sus esperanzas. Debe liberarse
de las mentiras ocultas con que se engaña a sí mismo: Dios las escruta, y la
confrontación con Dios obliga al hombre a reconocerlas también. « ¿Quién
conoce sus faltas? Absuélveme de lo que se me oculta », ruega el salmista
(19[18],13). No reconocer la culpa, la ilusión de inocencia, no me justifica
ni me salva, porque la ofuscación de la conciencia, la incapacidad de
reconocer en mí el mal en cuanto tal, es culpa mía. Si Dios no existe,
entonces quizás tengo que refugiarme en estas mentiras, porque no hay nadie
que pueda perdonarme, nadie que sea el verdadero criterio. En cambio, el
encuentro con Dios despierta mi conciencia para que ésta ya no me ofrezca
más una autojustificación ni sea un simple reflejo de mí mismo y de los
contemporáneos que me condicionan, sino que se transforme en capacidad para
escuchar el Bien mismo.
34. Para que la oración produzca esta fuerza purificadora debe ser, por
una parte, muy personal, una confrontación de mi yo con Dios, con el Dios
vivo. Pero, por otra, ha de estar guiada e iluminada una y otra vez por las
grandes oraciones de la Iglesia y de los santos, por la oración litúrgica,
en la cual el Señor nos enseña constantemente a rezar correctamente. El
Cardenal Nguyen Van Thuan cuenta en su libro de Ejercicios espirituales cómo
en su vida hubo largos períodos de incapacidad de rezar y cómo él se aferró
a las palabras de la oración de la Iglesia: el Padrenuestro, el Ave María y
las oraciones de la Liturgia. En la oración tiene que haber siempre esta
interrelación entre oración pública y oración personal. Así podemos hablar a
Dios, y así Dios nos habla a nosotros. De este modo se realizan en nosotros
las purificaciones, a través de las cuales llegamos a ser capaces de Dios e
idóneos para servir a los hombres. Así nos hacemos capaces de la gran
esperanza y nos convertimos en ministros de la esperanza para los demás: la
esperanza en sentido cristiano es siempre esperanza para los demás. Y es
esperanza activa, con la cual luchamos para que las cosas no acaben en un «
final perverso ». Es también esperanza activa en el sentido de que
mantenemos el mundo abierto a Dios. Sólo así permanece también como
esperanza verdaderamente humana.
(Benedicto XVI, Carta Encíclica Spe salvi)
6. Leamos la Biblia
con la Iglesia
Primera Semana de Adviento
Lunes
Is 4,2-6
Sl 121
Mt 8,5-11
Martes
Is 11,1-10
Sl 71
Lc 10,21-24
Miércoles
Is 25,6-10a Sl
22
Mt 15,29-37
Jueves
Is 26,1-6
Sl 117
Mt 7,21. 24-27
Viernes
Is 29,17-24 Sl
26
Mt 9,27-31
Sábado
Is 30,18-21.23-26 Sl 146
Mt 9,35- 10,6-8
Tiempo de Adviento,
Tiempo de espera.
Dios que se acerca,
Dios que ya llega.
Esperanza del pueblo,
la vida nueva.
El Reino nace,
don y tarea.
Te cantamos Padre bueno
a la esperanza.
Con María, ayúdanos Señor,
a vivir generosos en la entrega,
a ofrecer nuestra vida como ella,
a escuchar tu Palabra en todo tiempo,
a practicar sin descanso el Evangelio,
ayúdanos a vivir solidarios con los que sufren,
con quienes hoy como ayer
en Belén no tienen lugar.Te cantamos Padre Bueno
a la esperanza.
Con los pastores de Belén,
ayúdanos señor
a vivir la Vigilia de tu Reino,
a correr presurosos a tu encuentro,
a descubrir tu Rostro en medio del pueblo,
a no quedarnos "dormidos" en la construcción del mundo nuevo.Te cantamos
Padre Bueno
a la esperanza.
Con los ángeles de Belén,
ayúdanos Señor,
a cantar al mundo entero tu Presencia,
¡ Dios-está-con-nosotros !
Construyamos la paz entre los hombres,
Edifiquemos la Justicia entre los pueblos.Te cantamos Padre Bueno
a la esperanza.
Con Jesús niño-Dios,
ayudanos Señor,
a abrigar la esperanza que nace en cada Adviento,
a escuchar los clamores de tu pueblo,
a regar con nuestras vidas
la semilla de tu Reino,
a ser Mensajeros de tu Amor,
a construir comunidades de servicio y oración.
Navidad, fiesta del hombre.
Navidad, fiesta de Dios.
Queremos ser tus Testigos,
danos la fuerza Señor.
(Marcelo A. Murúa)
ORACIONES DE LA
MAÑANA (ADVIENTO)
I
De luz nueva se viste la tierra,
porque el sol que del cielo ha venido
en el seno feliz de la Virgen
de su carne se ha revestido.El amor hizo nuevas las cosas,
el Espíritu ha descendido
y la sombra del que es poderoso
en la Virgen su luz ha encendido.Ya la tierra reclama su fruto
y de bodas se anuncia la alegría,
el Señor que en los cielos moraba
se hizo carne en la Virgen María.Gloria a Dios, el Señor poderoso,
a su Hijo y Espíritu Santo,
que en su gracia y su amor nos bendijo
y a su reino nos ha destinado. Amén
II
Preparemos los caminos
ya se acerca el Salvador
y salgamos, peregrinos,
al encuentro del Señor.Ven, Señor, a libertarnos,
ven, tu pueblo a redimir;
purifica nuestras vidas
y no tardes en venir.El rocío de los cielos
sobre el mundo va a caer,
el Mesías prometido,
hecho niño, va a nacer.De los montes la dulzura,
de los ríos leche y miel,
de la noche será aurora
la venida de Emmanuel.Te esperamos anhelantes
ya sabemos que vendrás;
deseamos ver tu rostro
y que vengas a reinar.Consolaos y alegraos,
desterrados de Sión,
que ya viene, ya está cerca,
él es nuestra salvación.
III
Ya muy cercano, Emmanuel,
hoy te presiente Israel,
que en triste exilio vive ahora
y redención de ti implora.Ven ya, del cielo resplandor,
Sabiduría del Señor,
pues con tu luz, que el mundo ansía,
nos llegará nueva alegría.Llegando estás, Dios y Señor,
del Sinaí legislador,
que la ley santa promulgaste
y tu poder allí mostraste.Ven, vara santa de Jesé,
contigo el pueblo a lo que fue
volver espera, pues aún gime
bajo el cruel yugo que lo oprime.Ven, llave de David, que al fin
el cielo abriste al hombre ruin
que hoy puede andar, libre su vía,
con la esperanza del gran día.Aurora tú eres que, al nacer,
nos trae nuevo amanecer,
y, con tu luz, viva esperanza
el corazón del hombre alcanza.Rey de la gloria, tu poder
al enemigo ha de vencer,
y, al ayudar nuestra flaqueza,
se manifiesta tu grandeza. Amén.
IV
Cielos, lloved vuestra justicia!
Ábrete, tierra!
Haz germinar al Salvador!Oh Señor, Pastor de la casa de Israel
que conduces a tu pueblo,
ven a rescatarnos por el poder de tu brazo.
Ven pronto, Señor. Ven, Salvador!Oh Sabiduría, salida de la boca del
Padre,
anunciada por profetas,
ven a enseñarnos el camino de la salvación.
Ven pronto, Señor. Ven, Salvador!Hijo de David, estandarte de los pueblos
y los reyes,
a quien clama el mundo entero,
ven a libertarnos, Señor, no tardes ya.
Ven pronto, Señor. Ven, Salvador!Llave de David y cetro de la casa de
Israel,
tú que reinas sobre el mundo,
ven a libertar a los que en tinieblas te esperan.
Ven pronto, Señor. Ven Salvador!Oh sol naciente, esplendor de la luz
eterna
y sol de justicia,
ven a iluminar a los que yacen en sombras de muerte.
Ven pronto, Señor. Ven Salvador!Rey de las naciones y piedra angular de
la Iglesia,
tú que unes a los pueblos,
ven a libertar a los hombres que has creado.
Ven pronto, Señor. Ven Salvador!Oh Emmanuel,
nuestro rey, Salvador de las naciones,
esperanza de los pueblos,
ven a libertarnos, Señor, no tardes ya.
Ven pronto, Señor. Ven Salvador!
V
María, Virgen del Adviento,
esperanza nuestra,
de Jesús la aurora,
del cielo la puerta.Madre de los hombres,
de la mar estrella,
llévanos a Cristo,
danos sus promesas.Eres, Virgen Madre,
la de gracia llena,
del Señor la esclava,
del mundo la reina.Alza nuestros ojos
hacia tu belleza,
guía nuestros pasos
a la vida eterna. ir arriba página
Oraciones de la noche
(Adviento)
I
Jesucristo, Palabra del Padre,
luz eterna de todo creyente:
ven y escucha la súplica ardiente,
ven, Señor, porque ya se hace tarde.Cuando el mundo dormía en tinieblas,
en tu amor tú quisiste ayudarlo
y trajiste, viniendo a la tierra,
esa vida que puede salvarlo.Ya madura la historia en promesas,
sólo anhela tu propio regreso;
si el silencio madura la espera,
el amor no soporta el silencio.Con María, la Iglesia te aguarda
con anhelos de esposa y madre,
y reúne a sus hijos en vela,
para juntos poder esperarte.Cuando vengas, Señor, en tu gloria,
que podamos salir a tu encuentro
y a tu lado vivamos por siempre,
dando gracias al Padre en el reino. Amén.
II
Mirad las estrellas fulgentes brillar,
sus luces anuncian que Dios ahí está,
la noche en silencio, la noche en su paz,
murmura esperanzas cumpliéndose ya.Los ángeles santos, que vienen y van,
preparan caminos por donde vendrá
el Hijo del Padre, el Verbo eternal,
al mundo del hombre en carne mortal.Abrid vuestras puertas, ciudades de
paz,
que el rey de la gloria ya pronto vendrá;
abrid corazones, hermanos, cantad
que vuestra esperanza cumplida será.Los justos sabían que el hambre de
Dios
vendría a colmarla el Dios del Amor,
su Vida en su vida, su Amor en su amor
serían un día su gracia y su don.Ven pronto, Mesías, ven pronto, Señor,
los hombres hermanos esperan tu voz,
tu luz, tu mirada, tu vida, tu amor.
Ven pronto, Mesías, sé Dios Salvador. Amén.
III
Alegría de nieve
por los caminos.
Todo espera la gracia
del Bien nacido.En desgracia los hombres,
dura la tierra.
Cuanta más nieve cae,
más cielo cerca.La tierra tan dormida
ya se despierta.
Y hasta el hombre más muerto
se despereza. Ya los montes se allanan
y las colinas,
y el corazón del hombre
vuelve a la vida. Amén.
IV
Ven, ven, Señor, no tardes.
Ven, ven, que te esperamos.
Ven, ven, Señor, no tardes,
ven pronto, Señor.El mundo muere de frío,
el alma perdió el calor,
los hombres no son hermanos,
el mundo no tiene amor.Envuelto en sombría noche,
el mundo, sin paz, no ve;
buscando va una esperanza,
buscando, Señor, tu fe. Al mundo les falta vida,
al mundo le falta luz,
al mundo le falta el cielo,
al mundo le faltas tú.
V
La pena que la tierra soportaba,
a causa del pecado, se ha trocado
en el canto que brota jubiloso,
en labios de María pronunciado.El sí de las promesas ha llegado,
la alianza se cumple, poderosa,
el Verbo eterno baja de los cielos,
con nuestra débil carne se desposa.Oh misterio que sólo la fe alcanza!,
María es nuevo templo de la gloria,
rocío matinal, nube que pasa,
luz nueva en su presencia misteriosa.A Dios sea la gloria eternamente,
y al Hijo suyo amado, Jesucristo,
el que quiso nacer para vosotros
para darnos su Espíritu divino. Amén.
(cortesía de ACI prensa)