LECTURAS BÍBLICAS DEL DOMINGO
Y El CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA: Introducción
CONTENIDO
2.1. La Tradición viva en la Iglesia
2.2. La confesión de la fe en lo sustancial
Al hacer la presentación de esta obra, (se está ofreciendo para cada
domingo del año litúrgico unos materiales que desean integrar las enseñanzas
del Catecismo de la Iglesia Católica a la celebración litúrgica, a su vivencia más
profunda y a la homilía correspondiente) puesta al servicio de la predicación, nada mejor que hacernos eco de
algunos textos significativos del Magisterio de la Iglesia sobre la importancia
del anuncio de la fe, para ofrecer el sentido y la finalidad de este libro que
forma parte del plan de publicaciones de los tres años del ciclo litúrgico.
El Papa Juan Pablo II en la promulgación del Catecismo de la Iglesia
Católica afirma:
* "Pido... a los pastores de la Iglesia y a los fieles, que reciban
este Catecismo con un espíritu de
comunión y lo utilicen constantemente
cuando realizan su misión de anunciar la fe y
llamar a la vida evangélica" (Const.
Apost., Fidei Depositum, 4).
Por su parte el Concilio Vaticano II hablando sobre la homilía en la celebración
litúrgica expresa con palabras llenas de precisión y claridad lo siguiente:
* "En la homilía se exponen
durante el ciclo del año litúrgico, a partir de los textos sagrados, los
misterios de la fe y las normas de la vida cristiana" (Sacrosantum
Concilium, 52).
Finalmente el Papa Juan Pablo II dirigiéndose a los sacerdotes como
ministros de la Palabra expone las características de su misión y las
responsabilidades propias de quien tiene la misión de anunciar el Evangelio a los fieles:
* "El sacerdote debe ser el primero en tener una gran familiaridad
personal con la Palabra de Dios; no le basta conocer su aspecto lingüístico o
exegético, que es también necesario; necesita acercarse a la Palabra con una
conexión dócil y orante, para que ella penetre a fondo en sus pensamientos y
sentimientos, y engendra dentro de sí una mentalidad nueva: la mente de Cristo
(l Co 2,16), de modo que sus palabras, sus opciones y sus actitudes sean cada
vez más una transparencia, un anuncio y
un testimonio del Evangelio... El no es el dueño de esta Palabra: es su servidor. El no es el único poseedor de esta
palabra: es deudor ante el Pueblo de Dios. Él anuncia la Palabra en su calidad
de ministro, partícipe de la autoridad profética de Cristo y de la Iglesia. Por
esto, por tener en sí mismo y ofrecer a los fieles la garantía de que transmite el Evangelio en su integridad, el
sacerdote ha de cultivar una sensibilidad, un amor y una disponibilidad
particulares hacia la Tradición viva de la Iglesia y de su Magisterio, que no
son extraños a la Palabra, sino que sirven para su recta interpretación y para
custodiar su sentido auténtico" (Pastores dabo vobis, 26).
Estos tres textos presentan el objetivo de esta obra. Se trata de una ayuda
a los sacerdotes para la preparación de las homilías de los domingos y
solemnidades.
Pretende ser un instrumento útil para el anuncio de la fe y la llamada a la
vida evangélica que se realiza en la homilía, lugar propio de la liturgia. Un
auxilio que quiere ser garantía de un recto ejercicio del ministerio de la
Palabra, ya que ofrece el Catecismo de la Iglesia Católica que "es una
exposición de la fe de la Iglesia y de la doctrina católica, atestiguadas o
iluminadas por la Sagrada Escritura, la Tradición apostólica y el Magisterio
eclesiástico" (FD, 4).
Por su parte, el Plan Pastoral de la Conferencia Episcopal Española
Para que el mundo crea (l994-l997)
insiste en la necesidad de que la catequesis y la predicación sean considerados
como dos de los sectores más importantes de la pastoral de evangelización
propuesta por el Episcopado español para este trienio.
A la vez se subraya en dicho Plan que tanto en la catequesis como en la
predicación se "asuma cada vez más hondamente el Catecismo de la Iglesia
Católica, tanto en sus contenidos como en sus criterios inspiradores, en todos
los procesos de formación cristiana" (Para que el mundo crea, pág. 32).
Ciertamente asumir el Catecismo de la Iglesia Católica posibilita y
garantiza que la acción catequética y la predicación sean verdaderamente
evangelizadoras y busquen "por encima de todo la verdadera conversión de
las personas a Dios, a Jesucristo, a la vida cristiana en todas sus exigencias
de seguimiento, vida espiritual, testimonio y responsabilidades apostólicas y
sociales" (Ibidem, pág. 32).
Con esta convicción ofrecemos este servicio pastoral. Creemos que es un
buen instrumento para renovar y potenciar la predicación homilética, e
"impulsar una predicación más adecuada a las exigencias actuales del
servicio a la fe de nuestro pueblo y de una verdadera evangelización"
(Ibidem, pág. 32).
1.
HOMILÍA Y CATEQUESIS
La Exhortación Apostólica del Papa
Juan Pablo II Catechesi Tradendae (n. 48) trata de la homilía como una realidad
estrechamente vinculada a la catequesis y casi como una continuación de la
misma en el sentido amplio del término:
* "La homilía vuelve a recorrer el itinerario de fe propuesto por la
catequesis y la conduce a su perfeccionamiento natural"
*
La catequesis se realiza en una
comunidad cristiana en lugares y ámbitos distintos, y utiliza diversos métodos,
pero siempre tiende a la celebración litúrgica. La homilía interviene
fortaleciendo y potenciando el itinerario de fe que se viene recorriendo y
también permite vincular la acción catequética con la liturgia que se celebra,
porque señala la fuente y la plenitud del quehacer catequético, que es la
Eucaristía. Y así podemos decir que la homilía postula la catequesis en sí
misma y ésta, a su vez, se orienta objetivamente a la homilía, que es "el
lugar privilegiado" del ministerio de la Palabra (cf. DV, 24).
* "La homilía impulsa a los discípulos del Señor a emprender cada día
su itinerario espiritual en la verdad, en la adoración y en la acción de
gracias. En este sentido, se puede decir que la pedagogía catequética
encuentra, a su vez, su fuente y su plenitud en la Eucaristía dentro del
horizonte completo del año litúrgico"
Ahora bien, la homilía no es sólo un nexo para que la acción evangelizadora
de la catequesis culmine en la liturgia, sino que lo es también para que la
liturgia celebrada sea fuente de la vida cristiana.
* "La predicación centrada en los textos bíblicos debe facilitar
entonces, a su manera, que los fieles se familiaricen con el conjunto de los
misterios de la fe y de las normas de la vida cristiana"
La homilía es una forma de catequesis sistemática, en la medida en que
sigue el año litúrgico y se desarrolla a partir de la Palabra de Dios
proclamada en la celebración. Es una forma peculiar _litúrgica_ de educar en la
fe. Su nota más sobresaliente es "que hace de ella un acto sacramental que
pertenece por entero a la misma dinámica de la presencia de la Palabra de Dios
en la liturgia. La homilía no cumple únicamente la función de anunciar a Cristo, explicar las
Escrituras o instruir al pueblo, sino que hace todo esto en el ámbito propio
del culto litúrgico y de los signos sacramentales" (Comisión Episcopal de
Liturgia, Partir el pan de la palabra, no 10).
Esta descripción de la función que tiene la homilía en la educación de la fe del pueblo cristiano queda iluminada por la experiencia histórica del Catecumenado.
El Catecumenado para la iniciación cristiana fue en los primeros siglos de
la Iglesia un tiempo de catequesis enmarcado en el año litúrgico. Ciertamente
los hitos y las celebraciones litúrgicas incidían en el programa catequético,
sin embargo no lo suplían, y la catequesis culminaba en celebración y así desde
los primeros momentos de la Iglesia entre catequesis y liturgia se estableció
una profunda y esencial relación. No podía ser de otra manera tratándose de la
tarea de iniciar a la fe y a la vida cristiana como misión propia y básica de
la Iglesia.
De los cuatro caminos que componen el catecumenado: la catequesis o
enseñanza, el ejercicio en la práctica de la vida cristiana, la liturgia y el
aprendizaje en el apostolado, señala el Ritual de la Iniciación Cristiana de
Adultos en sus observaciones previas: "Por una catequesis apropiada,
dirigida por sacerdotes, diáconos o catequistas y otros seglares, dispuesta por
grados, pero presentada íntegramente, acomodada al año litúrgico y basada en
las celebraciones de la palabra, se va conduciendo a los catecúmenos no sólo el
conveniente conocimiento de los dogmas y de los preceptos sino también del
misterio de la salvación, cuya aplicación desean" (R.I.C.A., Observaciones
previas, 19, 1).
Esta obra, preparada por la Subcomisión Episcopal de Catequesis parte de la
convicción de que catequesis y liturgia han de estar íntimamente relacionadas
en la misión pastoral de la Iglesia, y
que la homilía es la actividad principal del ministerio pastoral de los
sacerdotes para establecer ese nexo.
2.
HOMILÍA Y CATECISMO
Como es sabido el Catecismo Romano
del Concilio de Trento constituyó un instrumento privilegiado para la
catequización del pueblo y m s concretamente para la formación teológica
de los párrocos en su misión de instruir al pueblo. En este sentido puede
entenderse la intencionalidad del
anexo a dicho Catecismo Romano que
lleva como
titulo: Práctica del Catecismo, o sea, el Catecismo distribuido entre todas
las dominicas del año, algunas ferias y
fiestas del Señor, y acomodado a los evangelios.
Hoy al encontrarnos con el Catecismo
de la Iglesia Católica nos hemos de
preguntar si es un catecismo
destinado exclusivamente
a los pastores o es necesario hacerle llegar también al pueblo
cristiano. Es decir existe hoy la necesidad
de hacer llegar a todos los católicos el Catecismo de la Iglesia
Católica para que se eduquen en la
fe.
Creemos
que sí y son muchas las razones que lo avalan. El texto ya citado de la
Constitución Fidei Depositum pone
el Catecismo en manos de los pastores para que lo utilicen constantemente
cuando realizan su misión de anunciar
la fe y llamar a la vida evangélica, no sólo para su formación
teológico-pastoral, ni sólo para elaborar otros
catecismos menores. El anuncio de la fe y de la vocación cristiana debe
llegar a todas las personas y en concreto
a todos los bautizados. He aquí el objeto propio e irrenunciable del
empeño evangelizador. En el marco de la
liturgia, la homilía es una acción evangelizadora privilegiada.
Habremos de tener en cuenta que hoy estamos obligados, tal vez más que en otros momentos, a cuidar este servicio de la homilía
en favor de nuestro pueblo cristiano,
una homilía que en España es escuchada semanalmente por casi
un tercio de la población
católica.
2.1. La Tradición viva en la Iglesia
Las Constituciones del Concilio Vaticano II Dei Verbum y Sacrosantum Concilium nos sugieren el modo como podemos incorporar el Catecismo de la Iglesia Católica a la predicación homilética.
Nos acercamos, pues, a las
enseñanzas del Concilio
Vaticano II. En la Constitución Sacrosantum Concilium
se
dice que la predicación homiletica ha de hacerse a partir de
los textos
sagrados (cf.
SC, 52), y conforme al
Espíritu que
inspiró los textos. A su vez en la Constitución Dei Verbum el
Concilio señala tres criterios para
una interpretación de la
Sagrada Escritura conforme al
Espíritu que la inspiró (cf.
DV, 12c). Así los recoge el Catecismo de la Iglesia Católica:
·
Prestar una gran atención al contenido y a la
unidad de toda la Escritura. En efecto, por muy diferentes que sean los libros
que la componen, la Escritura es una en razón de la unidad del designio de
Dios, del que Cristo Jesús es el centro y el corazón, abierto desde su Pascua
(112).
·
Leer
la Escritura en la Tradición viva de toda la Iglesia. Según un adagio de los
Padres..., la Sagrada Escritura está más en el corazón de la Iglesia que
en la materialidad de los libros escritos. En efecto, la Iglesia encierra en su
Tradición la memoria viva de la Palabra de Dios, y el Espíritu Santo le da la
interpretación espiritual de la Escritura (113).
·
Estar
atento a la analogía de la fe. Por analogía de la fe entendemos la cohesión de
las verdades de la fe entre sí y en el proyecto total de la Revelación (114).
Muchos son los motivos por los que
se ha considerado el Catecismo de la Iglesia Católica como un gran regalo para
los sacerdotes; no es el menor el de servir para enraízar la homilía en la
Tradición viva de la Iglesia y poder descubrir esta riqueza al Pueblo de Dios
con el humilde servicio de la predicación. El Catecismo de la Iglesia Católica
presenta fiel y orgánicamente la enseñanza de la Sagrada Escritura, de la
Tradición viva en la Iglesia y del Magisterio entero, así como la herencia
espiritual de los Padres, de los santos y santas de la Iglesia, para permitir
conocer mejor el misterio cristiano y reavivar la fe del Pueblo de
Dios...(Tiene en cuenta) las explicitaciones de la doctrina que el Espíritu Santo ha sugerido a la
Iglesia a lo largo de los siglos... e iluminar con la luz de la fe las
situaciones nuevas y los problemas que en el pasado aun no se habían planteado
(FD, 3).
En los esquemas homileticos que se
proponen en esta obra, se ofrecen citas literales y referencias del Catecismo
bajo el epígrafe: La fe de la Iglesia. Todo ello quiere ser una ayuda para
comprender los textos sagrados recogidos en el Leccionario, en el Espíritu que
los inspiró, y según los criterios señalados por la Constitución Dei Verbum del
Concilio Vaticano II. Una orientación y guía (como dice su título) para hallar
las sugerencias catequéticas propias de la homilía.
2.2.
La confesión de la fe en lo sustancial
Las Comisiones Episcopales para la
Doctrina de la Fe y para la Catequesis han señalado en un documento reciente
Algunos aspectos de la Catequesis hoy, relacionados con el tema de la
revelación cristiana y su transmisión, las claves fundamentales de la
catequesis que también pueden afirmarse de la predicación homiletica.
Insistir en la catequesis como
transmisión de la Sagrada Escritura y de los principales documentos de la
Tradición y
del Magisterio; insistir, asimismo... como memoria
en conexión vital con la anámnesis
eucarística o en la fe como inserción y participación en la corriente viva de
la Tradición y de su lenguaje; o insistir en la necesidad de unas expresiones
inalterables que salvaguarden la unidad, homología (confesión) de la fe en lo
sustancial, se compadece mal con una de las tendencias de la modernidad: la
emancipación respecto de toda instancia ajena a la razón autónoma, de toda
tradición, de todo lo dado... A partir de
esta exigencia de reinventar la autentica fe y la comunidad cristiana, pues
parece que no se
está seguro de que la
larga tradición de la Iglesia no la haya corrompido, no es extraño, por un lado
que el discurso catequético se haya fragmentado y parcializado en bastantes
casos, y por otro lado, haya perdido sustantividad, referencia a la realidad, y
regla de la fe, y se haya convertido en instrumento para suscitar experiencias,
actitudes y compromisos pretendidamente cristianos (cf.
14-15). La preocupación, pues, por la unidad
y la confesión de la fe en lo sustancial, que es una constante en la vida de la
Iglesia a lo largo de
todos los siglos
es, si cabe, hoy más necesaria.
Los esquemas homiléticos que ofrecemos
expresan también esta preocupación. Para responder a ella se presentan algunos
textos del Catecismo con objeto de que, de alguna manera, se formulen en la
homilía con un lenguaje común al que se utiliza en otras actividades del
ministerio de la Palabra.
2.3.
Exposición orgánica
Asimismo, el Catecismo de la
Iglesia Católica, en cuanto exposición de la fe de la Iglesia de un modo
orgánico constituye por lo mismo una valiosísima ayuda para superar la
tendencia a la fragmentación. Este Catecismo esta concebido como una exposición
orgánica de toda la fe católica. Es preciso, por tanto, leerlo como una
unidad. Numerosas referencias en el
interior del texto y el índice analítico al final del volumen permiten ver en
cada tema su vinculación con el conjunto de la fe (18).
Por su parte, la homilía, debe
exhortar a celebrar, orar y vivir lo que la fe proclama, y debe relacionar
armónicamente el primer anuncio (kerigma), la exposición sistemática (la
catequesis), la exhortación a la perseverancia en la vida cristiana
(parenesis), y la comunicación con el misterio de la presencia del Señor
(mystagogia). La homilía está destinada preferentemente a aquellos que ya
han sido llamados a la conversión y a la fe, que la suponen al mismo tiempo que
la alimentan, la robustecen y la expresan por medio de palabras y obras
(Comisión Episcopal de Liturgia, DC, 10). Si esta es la función de la homilía,
habríamos de saludar la oportunidad y aún la necesidad de un instrumento que
relacione orgánicamente la fe profesada con la liturgia, la vida cristiana y la
oración. Este instrumento, y ciertamente de toda garantía, es el Catecismo de
la Iglesia Católica.
En los esquemas homiléticos, se
ofrece esta relación orgánica mediante citas literales y referencias del
Catecismo. En el epígrafe: La fe, con
referencias sobre todo a la primera y segunda parte del Catecismo; y en los
epígrafes La respuesta y el testimonio cristiano con referencias también a la
tercera y cuarta parte del mismo Catecismo, a fin de que se pueda establecer
esa relación orgánica entre lo que creemos, celebramos, vivimos y oramos. En
cada año litúrgico se contiene la sustancia viva del Evangelio y de las
enseñanzas de la Iglesia. En el conjunto de los tres años litúrgicos se
habrá recorrido extensivamente todo el Catecismo.
2.4.
Adaptación necesaria
Finalmente, no se debe olvidar que
por su misma naturaleza este Catecismo no se propone dar una respuesta
adaptada, tanto en el contenido como en el m’todo, a las exigencias que dimanan
de las diferentes culturas, de edades, de la vida espiritual, de situaciones
sociales y eclesiales de aquellos a quienes se dirige la catequesis. Estas indispensables adaptaciones
corresponden a Catecismos propios de cada lugar, y, m s aún, a aquellos
que toman a su cargo instruir a los fieles (24).
El Catecismo de la Iglesia
Católica exige leerlo adaptado a los fieles por parte de los encargados en
educarles en la fe. Esta exigencia es mayor cuando se utiliza en la predicación
homilética.
La predicación homilética que en
las circunstancias actuales resulta no raras veces dificilísima, para que mejor
mueva a las almas de los oyentes no debe exponer la Palabra de Dios sólo de modo general y abstracto,
sino aplicar a las circunstancias concretas de la vida la verdad perenne del
Evangelio (C. Vaticano II, Presbyterorum Ordinis, 4).
La Palabra de Dios, leída y
comentada en la Tradición viva de la Iglesia ha de realizar en el hoy-aquí-para
nosotros lo que se proclama. Esta acción es obra del Espíritu Santo. El que predica colabora con Él en cuanto
traduce y aplica a la situación y vida concreta del oyente la Palabra de Dios
proclamada.
La Palabra de Dios proclamada y
concretada por la Iglesia es la Luz que ilumina la vida personal y la comunidad
humana social donde el creyente, en comunión con la Iglesia, peregrina hacia el
encuentro con Dios.
El Catecismo de la Iglesia Católica, convenientemente
adaptado, es un buen instrumento para que los pastores puedan ofrecer a los
fieles la mayor de las cualidades de una predicación: la sustancia viva de la fe de la Iglesia.
El esfuerzo de adaptación a los
oyentes concretos nadie puede suplirlo. Cada ministro de la predicación ha de
preparar gozosa y concienzudamente la homilía. En estos esquemas se ofrecen
algunas sugerencias, dentro de este estudio de la homilía, que hacen referencia
a las situaciones humanas y a las posibles conexiones entre estas, los textos
bíblicos y el Catecismo.
La mejor preparación homilética,
la más concreta y adaptada a las circunstancias sociales y a los destinatarios
es aquella que se gesta conducida por el Espíritu de Dios, tácitamente o a
grandes gritos, pero siempre con fuerza, se nos pregunta: “¿Creéis
verdaderamente en lo que anunciáis?
Vivís lo que creéis? Predicáis verdaderamente lo que vivís? Hoy m s
que nunca el testimonio de vida se ha convertido en una condición esencial con
vistas a una eficacia real de la predicación” (Pablo VI, Evangelii Nuntiandi,
76).