La Iglesia del Hogar
DOMINGO TERCERO DE CUARESMA C
1. INTRODUCCIÓN A LA PALABRA DEL DOMINGO.
1.1 Primera Lectura: Éxodo 3, 1-3 a. 13-15
Muchas veces en sus oraciones y celebraciones los hermanos judíos repiten este recuerdo que vamos a leer, el recuerdo de su liberación de la esclavitud de Egipto "con mano fuerte y brazo extendido". Con razón conmemoran las hazañas de Dios porque en aquel momento histórico Dios hizo convirtió una banda de esclavos escapados de sus amos en un pueblo, en su pueblo escogido. ¿Acaso no es maravilloso pasar de la condición de esclavo a formar parte de un pueblo que no se ha formado por circunstancias geopolíticas sino por la expresa voluntad salvadora de Dios? Y se trata de un Dios que desea revelarse, que quiere estar cerca de su pueblo ya que ha escuchado su clamor. Los cristianos sabemos que en aquel momento estaba preparando a su pueblo del cual iban a nacer el Salvador del mundo. Dios es el mismo ayer, hoy y siempre. Este mismo Dios que nos dice su nombre, vela también hoy sobre nosotros que somos su pueblo y los hace con el mismo amor y la misma eficacia de aquel entonces. ¿Podrás creer eso? Cuando Dios llamó a Moisés y llevó a su pueblo hacia la tierra prometida, también estaba pensando en ti.
1.2 Segunda Lectura: 1 Cor 10, 1-6. 10-12
Si tienen tiempo lean el libro del Éxodo. Seguramente les llamará la atención como el pueblo, a pesar de las intervenciones milagrosas de Dios, sigue desconfiando, sigue murmurando, sigue protestando contra los planes y los designios de Dios. Impresiona la paciencia de Dios que corrige a su pueblo y lo enseña y lo motiva continuamente a través de su servidor Moisés. San Pablo interpreta el Éxodo con mirada cristiana. Sabe que Cristo estaba ya actuando en aquel entonces. Es muy fácil interpretar los signos del éxodo para nuestra vida, de comprender que nosotros vivimos milagros mucho más grandes y a pesar de ello estamos también en peligro de desconfiar de Dios. Dios ha obrado muchas maravillas en nuestra vida. Nos ha dado, por ejemplo, el bautismo que nos hace hijos de Dios, nos ha dado la eucaristía que lo hace uno con nosotros. Hemos bebido del mismo Espíritu Santo. ¿No deberíamos llegar a la conclusión firme que todo lo de la vida es designio amoroso de Dios? ¡Nos quejamos de nuestra suerte! En consecuencia nos quedaremos en el desierto de nuestra falta de fe y nunca llegaremos a la tierra prometida que es preparada para aquellos dichosos que son de puro corazón y tienen confianza en Dios.
1.3 Evangelio: Lucas 13, 1-9
Le envidio a Jesús su perseverancia en anunciar siempre y en todas las circunstancias la palabra de la verdad. En el evangelio le cuentan unos hechos que para el hombre constituyen otros tantos interrogantes. Esto me recuerda la tragedia de un pueblo de la costa de Santo Domingo. Ante el huracán todo el pueblo se refugió en la Iglesia. Una enorme ola se los llevó a un sepulcro profundo de aguas saladas. ¿Han sido pecadores? ¿Dios los ha castigado por sus fechorías? La respuesta de Jesús es inequívoca: "No". Enseguida Jesús aprovecha la oportunidad para llamarnos a la conversión. Así aprendemos la manera de cómo tenemos que leer el periódico que a diario trae noticias de desastres y accidentes. Pereceremos si no nos convertimos. Mira como a través del diario Dios te habla a diario, te invita a la conversión. Menos mal que Dios tiene paciencia. Nos deja un año más para ver si daremos fruto. Nos ha regalado esta Cuaresma para ello.
2.- REFLEXIONEMOS
2. 1 Los padres
Es normal para nosotros la asociación entre pecado y castigo, especialmente cuando observamos una desgracia en los demás porque espontáneamente pensamos que reciben lo que se merecen. También nosotros nos resignamos a soportar el castigo cuando somos conscientes de alguna culpa en nuestra vida. Pensamos que nos lo merecemos. En cambio, los mismos interrogantes se acentúan y se provocan fácilmente en rebeldía de cara a Dios cuando nos sabemos inocentes. (¡En realidad nadie es inocente!). ¿Por qué el sufrimiento y el dolor del justo? El libro de Job (AT) gira en torno a esta pregunta, pero ni en este libro ni en los demás libros de la Sagrada Escritura del Antiguo Testamento hay una respuesta, una verdadera explicación. Jesús sencillamente nos explica que son signos, llamados a la conversión. Pero del otro lado repite constantemente que Dios es un padre que nos ama, nos perdona, nos invita a estar con él. La lógica consecuencia que tenemos que sacar es que todo lo que nos pasa viene de la mano amorosa de Dios, es para nuestro bien. Jesús nos da el ejemplo: también él suplica a su padre que haga pasar el cáliz, sin embargo, se somete a la pasión porque es el plan de Dios para salvar a los hombres. Así el sufrimiento y el dolor nuestro en unión con Jesús tienen valor salvador porque "completo en mi cuerpo lo que le falta a la pasión de Cristo" (Col 1, 24).
La manera de cómo encaramos el sufrimiento dependerá en gran parte de la confianza que tenemos en Dios. Cuando de veras creemos que Dios es nuestro padre que nos ama, también sabremos adoptar la misma actitud de Job: "Dios me lo dio, Dios me lo quitó, sea bendito el nombre de Dios" (Job 1, 21). Estas palabras de Job expresan la absoluta confianza que al final todo es para bien nuestro.
A veces somos los adultos los que sembramos la superstición en el corazón de los niños, especialmente cuando utilizamos a Dios como medio coactivo: "Si no te portas bien, Dios se va a enfadar contigo". También nuestras reacciones frente a los acontecimientos despiertan un profundo temor ante un Dios que castiga, que hiere, y cual ciego poder despedaza a diestra y a siniestra. Basta la simple exclamación: "¿Por qué Dios me castiga, qué habré hecho?" Tenemos que matizar más nuestra manera de ver las cosas porque Dios nos ama.
2. 2 Con los hijos.
Muchas veces tenemos miedo de Dios. Es como tener miedo de un hombre muy bueno del cual sabemos que nunca nos harás daño. Dios es amor, esto nos lo ha enseñado Jesús. Más bien deberíamos tener miedo de nosotros mismos, porque somos nosotros que nos "castigamos" al alejarnos de Dios. Porque muchas veces nuestro sufrimiento es consecuencia de las cosas que hemos hecho y no es un castigo que viene de fuera. Jesús mismo nos invita a pedir a Dios para que nos proteja. Pero nos enseña también a aceptar las cosas con confianza. Si se trata un sufrimiento que sea para nosotros como una señal: Dios nos jala la oreja para que estemos más atentos a él.
3.-CONEXIÓN EUCARÍSTICA.
Dios no perdonó a su propio hijo sobre el cual ha cargado toda nuestra culpa. El sacrificio de amor se renueva cada vez que comemos de este pan y bebemos de este cáliz. Es cada vez la renovada iniciativa de Dios hacia el hombre: “Yo a los que amo, reprendo y corrijo. Sé pues ferviente y arrepiéntete. Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo" (Apocalipsis 3, 19-20).
4.-VIVENCIA.
Cuando en la casa se necesita imponer un castigo, ¿acaso no es conveniente de explicar el por qué del castigo para que el hijo entienda que se quiere su bien?
Al ayudar a los hijos a hacer la oración de la noche y el examen de conciencia, podríamos dirigir su atención no sólo a las faltas cometidas durante el día, para pedir perdón a Dios por ellas, sino también ayudémosles a contemplar los demás acontecimientos para descubrir lo que Dios quiso decirnos por medio de ellos.
Transmitiremos esta manera de ver las cosas a los hijos cuando nosotros mismos estamos procediendo de la misma manera a nivel de adultos y de esposos: Descubrir con los ojos de la fe la presencia de Dios en los acontecimientos diarios.
5.-Nos habla la Iglesia.
"El Pueblo de Dios, movido por su fe, de que el Espíritu del Señor, que llena el universo, lo guía en los acontecimientos, en las exigencias y en los deseos que le son comunes con los demás hombres de nuestro tiempo, se esfuerza por ver con claridad cuáles son en todo eso las señales de la presencia o de los designios de Dios. La fe se lo ilumina todo con una nueva luz y le manifiesta el divino propósito sobre la vocación integral del hombre" (Vaticano II, La Iglesia en el Mundo).
6.-Leamos la Biblia con la Iglesia.
Lunes: 2 Reyes 5, 1-15; Lucas 4, 24-30
Martes: Daniel 3, 25-43; Mateo 18, 21-25
Miércoles: Deuteronomio 4, 1. 5-9; Mateo 5, 17-19
Jueves: Jeremías 7, 23-28; Lucas 11, 14-24
Viernes: Oseas 14, 2-10; Marcos 12,-34
Sábado: Oseas 6, 1-6; Lucas 18, 9-14
7.-ORACIONES.
En el sufrimiento.
Concédeme Señor que me someta tu voluntad, así como soy; que enfermo, te glorifique en mi sufrimiento. No llegaré a la gloria sino a través de él como tú, Redentor mío, no quisiste llegar a la gloria sin padecer.
Los discípulos te reconocieron al ver las marcas de la pasión. De la misma manera reconocerás tú a tus discípulos. Acéptame a mí por los sufrimientos que llevo en cuerpo y alma.
Y puesto que no hay nada agradable a los ojos de Dios si no lo ofreces tú, quiero unir mi voluntad tal la tuya, quiero unir mis dolores a los tuyos. Haz que mis padecimientos se hagan los tuyos. Penetra en mi corazón para sufrir tú en mi lo que falta aún de la pasión que tiene que completarse los miembros de tu cuerpo, hasta el día de la perfección. Así participaré un poco en tu pasión y estoy seguro que participaré un día plenamente en tu gloria. Amén.