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Los tres Advientos de San Bernado de Claravalle

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San Bernardo de Claravalle

 


 

Consulta

Gracias por su mensaje, decía si no encuentra lo que busca escríbanos, estoy buscando El tercer adviento de San Bernardo, me encantaría leerlo y no lo encuentro, sé que está en la Biblioteca de Autores Católicos, pero no tengo acceso a ella, mucho les agradeceré si lo tienen y se toman la molestia de enviarmelo.

En el Corazón de Jesús,

Rosa María Santana

 

Respuesta

 

Estimada hermana en Cristo.

Que la alegría del Señor esté en su corazón.

No conocemos una obra específica de San Bernardo sobre el tercer Adviento.

En cambio, le podemos ofrecer dos pasajes de sus sermones que hablan de los tres advientos. El tercer Adviento (= venida intermedia) ocurre durante todo el año, especialmente los domingos cuando se re-actualiza  la Resurrección del Señor.

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Los Tres Advientos (San Bernardo de Claravalle)

VENDRÁ A NOSOTROS El VERBO DE DIOS

Conocemos tres venidas del Señor. Además de la primera y de la última, hay una venida intermedia. Aquellas son visibles, pero ésta no. En la primera el Señor se manifestó en la tierra y vivió entre los hombres, cuando - como él mismo dice- lo vieron y lo odiaron. En la última contemplarán todos la salvación que Dios nos envía y mirarán a quien traspasaron. La venida intermedia es oculta, sólo la ven los elegidos, en sí mismos, y gracias a ella reciben la salvación. En la primera el Señor vino revestido de la debilidad de la carne; en esta venida intermedia viene espiritualmente, manifestando la fuerza de su gracia; en la última vendrá en el esplendor de su gloria.

Esta venida intermedia es como un camino que conduce de la primera a la última. En la primera Cristo fue nuestra redención; en la última se manifestará como nuestra vida; en esta venida intermedia es nuestro descanso y nuestro consuelo.

Pero, para que no pienses que estas cosas que decimos sobre la venida intermedia son invención nuestra, oye al mismo Señor: El que me ama guardará mi palabra; mi Padre lo amará y vendremos a fijar en él nuestra morada. He leído también en otra parte: El que teme al Señor obrará bien. Pero veo que se dice aún algo más acerca del que ama a Dios y guarda su palabra. ¿Dónde debe guardarla? No hay duda que en el corazón, como dice el profeta: En mí corazón escondo tus consignas, así no pecaré contra ti.

Conserva tú también la palabra de Dios, porque son dichosos los que la conservan. Que ella entre hasta lo más íntimo de tu alma, que penetre tus afectos y hasta tus mismas costumbres. Come lo bueno, y tu alma se deleitará como si comiera un alimento sabroso. No te olvides de comer tu pan, no sea que se seque tu corazón; antes bien sacia tu alma con este manjar delicioso.

Si guardas así la palabra de Dios es indudable que Dios te guardará a ti. Vendrá a ti el Hijo con el Padre, vendrá el gran profeta que renovará a Jerusalén, y él hará nuevas todas las cosas. Gracias a esta venida, nosotros, que somos imagen del hombre terreno, seremos también imagen del hombre celestial. Y, así como el primer Adán irrumpió en todo el hombre y lo llenó y envolvió por completo, así ahora lo poseerá totalmente Cristo, que lo ha creado y redimido y que también un día lo glorificará. (San Bernardo, Sermón 5 sobre el Adviento)

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Tres  Advientos  suyos  (de  Cristo),  pues,  conocemos: a los hombres,  en los hombres y contra los hombres. A todos los hombres a la verdad sin diferencia alguna, pero no así en todos o contra todos. Más por cuanto el primero y el tercero,  como manifiestos, son bastantes conocidos (se trata del nacimiento según la carne y la venida la final de los tiempos), acerca del segundo, que es oculto y espiritual,  escucha al mismo Señor lo que dice:"El que me ama guardará mis palabras y mi Padre lo   amará y vendremos a él y en él haremos nuestra mansión"  (Jn  14,23).  Bienaventurado  aquel  en  quien haces mansión, Señor  Jesús.  Bienaventurado  aquel  en  quien  la  sabiduría  edifica  su  casa, labrada  de  siete  columnas.  Bienaventurada  el  alma  que  es  asiento  de  la sabiduría. ¿Quién es esta? El alma del justo. Con razón, ciertamente, porque la justicia y el juicio son preparación de su trono. ¿Quién de ustedes, hermanos míos, desea disponer en su alma asiento para Cristo?

Pues  mira, . qué  sedas,  qué  alfombras,  qué  almohadas  debes  preparar.  "La justicia,  dice,  y  el  juicio  son  la preparación de  tu  trono"  (5 88,15).  La justicia es aquella virtud que da a cada uno lo que es suyo: da tú, pues, a cada uno lo que es suyo. Da al superior, da la inferior, da al igual lo que a cada uno le debes y así celebrarás dignamente el Adviento de Cristo, pre­parando de este modo en la justicia su asiento.

Da, digo, al prelado la reverencia y obediencia de las cuales la una pertenece al cuerpo y la otra al corazón. Pues no basta obedecer a los mayores en lo exterior, sino que debemos también sentir altamente de ellos en lo íntimo del corazón. Y aunque tan manifiestamente se conozca la vida de un prelado que de ningún  modo  permita disimulación o excusa,  sin embargo por aquel Señor de quien viene toda potestad, al mismo que entonteces no conocemos como tal,  le debemos reputar superior a nosotros y acreedor de nuestro respeto, no difiriendo a los méritos presente de su persona, sino a la ordenación divina y dignidad del oficio.

Así también a nuestros hermanos, entre quienes vivimos, por el mismo derecho de fraternidad y sociedad humana,  somos deudores de consejos y de auxilio, pues esto es lo que queremos también nosotros que ellos nos den: consejo para que nuestra ignorancia aprenda y auxilio que  ayude a nuestra debilidad.

Pero de mucho más grave y peligrosa deuda están cargados aquellos que tienen que  dar cuenta por las almas de otros.  ¿Qué haré yo  ,infeliz? ¿Adónde me volveré, si sucede que guardo con descuido tan grande tesoro, aquel rico depósito que para sí lo reputó Cristo más precioso llevar muchas veces a diversos lugares? ¿Qué ánimo tendría yo en tan grande peligro?

Así la digna preparación del trono para el Señor de la Majestad, en cuanto toca al hombre, consiste en que, por una parte, procure observar los mandamientos de la justicia, y, por otra, se repute siempre indigno e inútil a sí mismo.

Servida.

Que Dios la bendiga.

Los MSC del Perú

 






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