La División entre Cristianos y cómo reaccionar
Consulta
quisiera saber mas sobre las divisiones del cristianismo. Desde ya, muchas
gracias.
Respuesta
Querido hermano en Cristo.
Estimado Lucas.
Que la alegría del Señor esté en su corazón.
Gracias por su consulta.
Pensamos que encontrará una excelente respuesta en el documento que
adjuntamos.
Que disfrute del fruto de la inquietud del autor de querer mirar las cosas
muy de cerca.
¡Que Dios le bendiga!
Se lo desean y por ello rezan
He aquí el artículo
"Desgraciadamente los científicos del siglo 19 estaban tan dispuestos de
concluir que cualquier opinión acerca de la naturaleza era un hecho patente,
como lo eran las sectas del siglo 17 pensando que cualquier opinión acerca
de las Sagradas Escrituras era la explicación obvia... y la confabulación
grosera de dos formas de ignorancia impaciente ha llegado a conocerse como
el pleito entre ciencia y religión".(Chesterton).
Las Sectas: Un problema pastoral
Introducción
No se trata aquí de profundizar el tema de las sectas, examinando la
diferencia entre una y otra, su organización interna, su origen, el grado de
presencia o peligrosidad de cada una, etc. Más bien se trata de reflexionar
sobre la vulnerabilidad de la Iglesia ante este fenómeno, sugiriendo algunas
pistas para hacerla más segura internamente, de manera que pueda soportar el
impacto sin mayores consecuencias.
Lo que más ha causado daño a la Iglesia en su manera de enfrentar el
problema de las sectas, ha sido la perspectiva ecuménica, que le ha impedido
evaluar con objetividad el sentido de su presencia, y el enfoque científico,
que ha desviado la atención hacia aspectos de poco interés para el pueblo
sencillo, que es el más afectado por su agresividad proselitista.
Acerca del problema de las sectas es muy sencilla. Según mi opinión, se
trata de un problema esencialmente pastoral. La Iglesia Católica necesita
adaptar su aparato ministerial a las circunstancias actuales, de manera que
no haya comunidades, por más pequeñas que sean, que queden sin la debida
atención pastoral. Lo mismo tiene que hacerse con relación a cada creyente:
que cada católico tenga la oportunidad de una atención personal.
Otro detalle importante. Viviendo en un mundo cultural y religiosamente
pluralista, es importante que la apologética constituya una parte esencial
de la formación básica de cada católico; es decir, que cada católico desde
sus primeros pasos en la fe conozca bien su identidad y la respuesta a las
objeciones que le vienen de parte de los que tienen otras creencias.
Solamente así el católico podrá vivir su fe con plena dignidad, sin ningún
complejo de inferioridad frente a los que de muchas maneras tratan de
cuestionarlo y hacerlo tambalear, haciendo uso de las técnicas más
refinadas.
Y para que esto sea posible, nada mejor que poner la Biblia en las manos del
católico desde el inicio de su formación cristiana, con la preparación a la
primera comunión.
En realidad, lo que pasa es que, al no conocer la propia identidad y la
respuesta a los cuestionamientos que le vienen de afuera, el católico se
siente inseguro y se va con el primero que lo aborda y lo acompleja,
convenciéndolo de que, siguiendo en la Iglesia Católica, no podrá alcanzar
la salvación.
Ojalá que este documento pueda ayudar a todos, y especialmente a los
pastores de la Iglesia, a enfocar mejor el problema de la sectas, para
hacerle frente en la manera más adecuada, reestructurando la pastoral y
creando un nuevo perfil del católico, capaz de vivir su fe en un mundo
pluralista y tentador.
Si se logra esto, bienvenidas sean las sectas con todos sin sinsabores. Una
vez más podremos comprobar como Dios sigue escribiendo derecho en renglones
torcidos. Y ojalá que una vez alcanzado el nuevo equilibrio, la Iglesia
recobre el fervor misionero de antaño, lanzándose a la evangelización con
nuevos bríos y mejor equipada.
Tratándose de artículos preparados para el boletín “Iglesia y Sectas”, no es
de extrañarse si se encuentran repeticiones, que de todos modos sirven para
aclarar mejor las ideas.
Primera Parte
Apologética: Pro y Contra
ECUMENISMO Y SECTAS:
DOBLE LENGUAJE OFICIAL
De aquí surgió el problema; de aquí tiene que empezar la solución. Solamente
unificando el lenguaje se podrá unificar la acción pastoral, llamando cada
cosa por su nombre y dando a cada una su espacio específico en el terreno de
la praxis.
El hilo de la madeja
Desde cuando empecé a trabajar en el problema de las sectas, me resultó
difícil comprender la razón por la cual personas inteligentes pudieran
rechazar rotundamente cualquier tipo de apologética, no obstante los
estragos que las sectas estaban causando en las filas católicas. Su fervor
en favor del ecumenismo me parecía fuera de lugar, inconcebible en un
contexto tan ajeno al diálogo y la comprensión.
Después de años de reflexión, por fin me parece haber encontrado el hilo de
la madeja, que consiste en el doble lenguaje oficial, que marcha sobre dos
carriles paralelos, sin nunca encontrarse: ecumenismo o sectas. Ecumenismo
en los documentos más importantes, destinados a la Iglesia universal y al
gran público no católico (Decreto conciliar sobre el ecumenismo “Unitatis
Redintegratio” y la encíclica de Juan Pablo II “Ut unum sint”, más la larga
entrevista al mismo Papa, que fue publicada bajo el título “Cruzando el
umbral de la esperanza”); sectas en los documentos de menor importancia,
destinados a las Iglesias particulares de una determinada región (por
ejemplo, los discursos del Papa durante su visita a México o su Discurso
Inaugural a la IV Asamblea del Episcopado Latinoamericano en Santo Domingo,
el mes de octubre del ’92).
Visión triunfalista
Sin duda, no será fácil encontrar una justificación satisfactoria al manejo
de este doble lenguaje en asuntos de tanta importancia y con consecuencias
tan trascendentales. Sinceramente me temo que responde a una cierta visión
triunfalista de la Iglesia, que quiere presentarse frente a la humanidad
como segura de sí misma, lista para abanderar las grandes causas del diálogo
y la comprensión entre los pueblos, las ideologías y los credos.
En este contexto, evidentemente, el problema de las sectas, como elemento
disgregador en el mismo seno de la Iglesia, podría representar una nota
discordante. Por eso no se menciona en los grandes documentos.
El hecho es que el doble lenguaje oficial fue interpretado como una doble
manera de ver el problema de la división religiosa: una positiva y otra
negativa. Visión positiva: ecumenismo; visión negativa: apologética. Además,
las dos visiones no fueron captadas como complementarias, sino como
alternativas y excluyentes: o ecumenismo o apologética.
Irse con la finta
Abordándose así el problema de la división religiosa, no fue difícil optar
por el ecumenismo. Por eso, los responsables de los seminarios, las
facultades de teología y los centros de formación para religiosas o laicos
incluyeron en su plan de estudio la cátedra de ecumenismo como medio para
enfrentar el problema de la división religiosa.
Como era de esperarse, lo único que lograron fue crear a gente acomplejada
con relación al problema de las sectas, sin salirse del consejo de siempre:
“No se metan con ellos”. Es que la realidad era muy diferente de la que
soñaban con el ecumenismo. En lugar de comprensión, encontraron un rotundo
rechazo, y en lugar de diálogo un monólogo con unas ganas desmedidas de
proselitismo, con miras a expandir cada uno “su” iglesia, a expensas de la
Iglesia Católica.
Ni modo. Así es cuando se quiere utilizar la misma receta para enfermedades
diferentes. Para enfermedades diferentes, hay que utilizar medicinas
diferentes: el ecumenismo para restablecer la unidad y la apologética para
fortalecer la fe del católico e impedir la división.
Se fueron con la finta, atraídos por el nombre de la medicina o el color de
la etiqueta. Y allá están las consecuencias. ¡Cuánto mejor hubiera sido ser
claros desde un principio! Pan al pan y vino al vino.
Sofismas
Tratándose por lo general de personas cultas, no les resultó difícil
inventar cualquier excusa para justificar su posición y seguir adelante por
el mismo camino:
— La fe no se defiende, se vive.
— La Iglesia durará hasta el fin del mundo. Nadie la podrá destruir. Por lo
tanto, es inútil tratar de defenderla.
— Es malo pelear. Puesto que la apologética enseña a pelear, es mala.
— ¿Por qué perder el tiempo con la apologética? Mejor dedicarse a la
evangelización.
Evidentemente, se trata de sofismas y nada más, para confundir a la gente
sencilla, aprovechándose de la propia autoridad y haciendo uso de
razonamientos huecos que no tienen nada que ver con la realidad. En efecto,
cualquiera entiende que no se trata de defender la fe en abstracto, sino de
ayudar al católico de la calle a tener una idea clara acerca de su identidad
y no dejarse confundir por las sectas. Esta aclaración puede representar el
inicio de un camino hacia Dios.
Lo mismo por lo que se refiere al destino de la Iglesia. Aquí no estamos
hablando de la Iglesia en general, sino de la Iglesia en concreto, en un
determinado lugar. Pues bien, esta Iglesia, presente aquí y ahora, no tiene
ninguna garantía de permanecer hasta el fin del mundo, como la misma
experiencia enseña en relación a tantas comunidades católicas que a lo largo
de la historia han desaparecido por completo.
Respecto a la manera concreta de llevar a cabo la defensa de la fe, no es
cierto que se enseña a pelear. Una cosa es “dar razón” de la propia fe con
argumentos (1Pe 3,15) y otra cosa es pelear. De otra manera habría que
acusar al mismo Jesús de ser un peleonero por haber rechazado con argumentos
las solicitaciones de Satanás (Mt 4,1-11) o por dar respuesta a los ataques
de los fariseos (Jn 8,30-59).
Por último, no es difícil notar como oponer la apologética a la
evangelización es una forma equivocada de plantear el problema. En realidad,
no existe ninguna oposición entre apologética y evangelización; más bien,
existe complementariedad. La apologética abre el camino y lleva a la
evangelización y la evangelización, si quiere ser auténtica y eficaz, tiene
que suponer la apologética.
De otra manera se arriesga con construir comunidades católicas con pies de
barro: muchos conocimientos, mucho entusiasmo, pero a la mera hora todo se
derrumba al no contar con bases firmes. Se van con la finta: la emoción, las
muchedumbres o el líder carismático. Y para seguir con todo esto, se llega a
dejar la Iglesia de Cristo con las enormes riquezas que posee.
El caballo de Troya
La experiencia enseña que muchos católicos “comprometidos” han dejado la
Iglesia por irse con la finta, practicando un ecumenismo ingenuo, sin tener
los pies bien puestos sobre la tierra (apologética). Ahí están tantas sectas
nuevas nacidas de un malentendido ecumenismo: “El Castillo del Rey”
(Monterrey, N.L.), “Vino Nuevo” (Cd. Juárez, Chih.) y “Monte María” (hoy,
“Tierra Prometida”, en Tlalnepantla, Estado de México.), para mencionar los
casos más clamorosos de México.
¿Queremos enfrentar seriamente el problema de las sectas? Empecemos por
llamar a cada cosa por su nombre. Cierta forma de pudor o cierta visión
triunfalista del problema resultan fuera de lugar en asuntos de tanta
importancia. Puesto que cada palabra tiene su sentido específico, ¿por qué
no empezamos con utilizar las palabras correctas en el asunto de la división
religiosa? De otra manera seguiremos con la confusión y esta nunca nos podrá
resultar de mucha utilidad para enfrentar un problema de tal magnitud, como
es el de las sectas.
Ojalá que desde arriba empiecen a llegar señales claras al respecto,
deslindando claramente los terrenos del ecumenismo de los terrenos de la
apologética, que representa la base para cualquier tipo de diálogo. De otra
manera, seguiremos perdiendo gente, fascinada por un ecumenismo irreal, que
está actuando al interior de la Iglesia como un verdadero “Caballo de
Troya”.
LAS SECTAS:
PERSPECTIVAS DIFERENTES
No es lo mismo ver el problema de las sectas desde el punto de vista de los
“expertos” en la fe, que del pobre católico de la calle. Por lo tanto, en
lugar de tantas palabras bonitas, ¿no sería mejor hacer algo para sacar al
católico de la duda y a vivir su fe con dignidad?
¿Por qué a nivel mundial por lo general existe un claro rechazo por todo lo
que huele a defensa de la fe de parte del clero, las religiosas y los laicos
más preparados y comprometidos?. El motivo es muy sencillo. Ven el problema
desde arriba y no desde abajo, es decir desde el pueblo sencillo, confundido
y angustiado por los continuos ataques de las sectas.
Diálogo o nada
Claro que, viendo el problema desde arriba, no se ve ninguna necesidad de
defender la fe. Ellos están seguros en su fe, ¿Qué van a defender? Nadie les
puede arrebatar la fe que tienen bien cimentada. Mas bien, se trata de
dialogar, aclarar matices y comprenderse, en espera de una intervención de
lo alto que logre el “milagro” de la unidad.
En esta perspectiva, al ver que las sectas no aceptan el diálogo, se lavan
las manos como diciendo: “Nosotros hicimos lo que pudimos, allá ustedes si
no quieren aceptar nuestra invitación al diálogo”.
Y así las sectas avanzan, sin encontrar ningún obstáculo de parte de los
“teólogos” y los pastores “ecuménicos”. Puerta abierta: hagan lo que quieran
del rebaño. Y el rebaño desorientado se dispersa, sin que nadie se sienta
responsable por lo que sucede.
Encuentro entre los grandes
Es la perspectiva de los que están arriba: solucionar el problema con un
encuentro entre los grandes, como se intentó hacer al tiempo de la Reforma
Protestante con un diálogo entre el Papa y el Emperador, los teólogos
católicos y Lutero.
No se dan cuenta de que los tiempos cambiaron. Hoy todo se decide en la
calle, de persona a persona, y no en las cátedras de las universidades o en
los palacios de los grandes. Además, el problema es esencialmente pastoral y
no teológico, de participación, más que de filosofía y teología pura. En
concreto, uno se va con quien lo ayuda más a dar un sentido a su vida y a
sentirse alguien.
Hoy la religión se volvió en un asunto cualquiera, sin la sacralidad de un
tiempo. Todos pueden preparar su coctel religioso para ayudar a la gente a
sentirse bien. No existe el culto por la verdad. Una vez preparado el propio
coctel, no queda más que darlo a conocer lo más que se pueda como se hace
con cualquier producto comercial, usando cualquier medio lícito o ilícito.
La Biblia representa un ingrediente más para hacer aceptable la receta.
En este contexto, es absurdo hablar de diálogo para lograr la unidad. Las
sectas están bien conscientes de que sus postulados no pueden resistir ante
un mínimo de crítica seria a nivel bíblico o teológico. De hecho, al
tropezarse con alguien mínimamente preparado en campo bíblico, de inmediato
huyen.
El pueblo sencillo
Veamos ahora el problema desde el punto de vista del pueblo sencillo, que
ama su fe, pero no la conoce suficientemente. Por este motivo, frente a los
cuestionamientos de las sectas (imágenes, bautismo de los niños, apostasía
general, fin del mundo, virginidad de María, bestia del Apocalipsis, 666,
etc.), se siente inseguro, tambalea y cae.
¿Qué pasa, al contrario, cuando conoce su identidad y está preparado para
dar una respuesta a sus ataques? Se siente seguro en su fe y, en lugar de
sentirse confundido al contacto con las sectas, la afirma más y hasta logra
meter alguna duda en la mente de los que lo quieren confundir.
De hecho, en aquellos lugares donde se trabaja en esta línea (pueblo,
barrio, ciudad o diócesis), las sectas no avanzan. Es que la sorpresa y el
engaño, juegan un papel muy importante en el avance de las sectas. Es como
cuando se acerca un huracán, sí se está prevenido, se reducen los daños.
Atrapados al pasado
Hoy se están repitiendo los errores del pasado. Para los “sabios”, la
historia aún no ha llegado a ser la “maestra de la vida”. ¿Qué sucedió en el
pasado?. Que mientras se concentró todo el esfuerzo en tratar de sanar la
herida del Cisma de Oriente (año 1,054), no se prestó la debida atención a
las inconformidades (herejías que se iban presentando por aquí y por allá),
hasta que llegó Lutero y se fraguó la Reforma Protestante, infligiendo otra
herida al Cuerpo de Cristo que es la Iglesia.
¿Qué hubiera pasado si, en lugar de preocuparse tanto por el pasado,
hubieran prestado más atención al presente, tratando de enfrentar la
problemática presentada por los inconformes? Tal vez se hubiera evitado un
desgarre tan grave para la Iglesia.
Problema emergente
Ahora bien, en el momento actual, ¿cuál es el problema que se está gestando
con una increíble rapidez y una enorme fuerza arrolladora? El de las sectas,
es decir la manía de fundar cada quien su iglesia independiente. Y nosotros,
en lugar de ayudar al pueblo sencillo a tener motivos para quedarse
“orgullosamente” católico, insistimos en el diálogo, el aprecio y el
respeto, como si todo fuera lo mismo, y esto, para no perjudicar el diálogo
ecuménico.
De seguir así de aquí a no muchos años nos encontraremos frente a otra
grande división, de proporciones imprevisibles. Mientras soñamos con la
unidad, estamos propiciando mayores divisiones. Y así Latinoamérica, el
“continente de la esperanza”, el más católico de los cinco continentes, se
está volviendo en un continente esencialmente protestante, de corte
fundamentalista y agresivo.
Euforia y desencanto
Gracias a Dios, ya está pasando el momento de la euforia. Los responsables
se están dando cuenta de que la solución al problema de la división aún
queda muy lejos de vislumbrarse; no está a la vuelta de la esquina, como se
pensaba antes.
El mundo ortodoxo aún encuentra en sí mismo serias resistencias para un
acercamiento con Roma; el anglicanismo, al aceptar la ordenación de las
mujeres, dejó de tener un lugar especial en el diálogo con los católicos y
se acercó más al ámbito protestante; los luteranos, que pensaban haber dado
un paso significativo en el entendimiento con el mundo católico mediante la
declaración conjunta de teólogos luteranos y teólogos católicos acerca de la
justificación, se ven frenados por la falta de aceptación de dicha
declaración por parte de los responsables de la Iglesia Católica por no
responder plenamente a los postulados de su Fe.
Ojalá que, frente a esta realidad y el fracaso de tantos grupos “ecuménicos”
que prácticamente se volvieron en nuevas sectas al margen de sus iglesias de
origen, “los de arriba” empiecen a ser más cautelosos y menos soñadores, y
empiecen a reflexionar seriamente sobre el problema de las sectas para ver
cómo ayudar al católico necesitado de orientación, antes que sea demasiado
tarde.
Opción por los pobres
Desgraciadamente, con eso de las sectas, una vez más podemos constatar que
de hecho para muchos la opción por los pobres no deja de ser una pose y nada
más. Para ellos los pobres les valen un comino. Lo que buscan es codearse
con los grandes, aparentar apertura y sentirse superiores al “vulgo” (el
pueblo). No quieren ensuciarse las manos con la apologética, ayudando al
hermano confundido y angustiado a encontrar una respuesta a las dudas
dejadas por los miembros de las sectas.
Según ellos, es mejor hablar de amor, diálogo y comprensión, cuando en la
práctica lo que hacen las sectas es sembrar el odio y la división. Frente a
esta realidad, lo mejor que se puede hacer es dejar cualquier tipo de
demagogia y tratar de amar de veras al prójimo, ayudándolo a fortalecerse en
la fe y sentirse seguro frente a los ataques de las sectas.
Amor, sí; pero amor de veras, no de palabra y nada más. Lo mismo con el
diálogo. Hay que estar preparado para dialogar con todos. De otra manera, es
como lanzar a los soldados a la guerra sin armas.
Esto es precisamente lo que pretendemos hacer los que trabajamos en el campo
de la apologética: amor a los hermanos más necesitados y ayudarlos a vivir
su fe con dignidad, sin miedo a toparse con alguien que no la comparte y la
ataca.
Como el profeta Jeremías
Nunca faltarán los falsos profetas, siempre dispuestos a estar de acuerdo
con todos, atraídos por el prestigio y la comodidad. Así el pueblo queda
siempre más desamparado frente a la embestida del enemigo. Es lo que está
pasando con el problema de las sectas.
Falsas esperanzas
Gritar y gritar, poner en guardia, suplicar... y no ser escuchado, hasta no
ver con los propios ojos el derrumbe del pueblo de Dios en muchos lugares,
por culpa de gente irresponsable que anuncia “visiones falsas”: ésta ha sido
la historia de muchos profetas del pasado y ésta ha sido y sigue siendo mi
historia.
Recuerdo que antes de empezar mi experiencia misionera entre los indígenas
chinantecos del estado de Oaxaca (México), al mencionar en un encuentro
eclesial el peligro de las sectas, escuché este comentario: “Aquí, entre los
indígenas, las sectas no representan un verdadero peligro. ¿Cuándo lograrán
quitarles a nuestros inditos las imágenes de los santos?”. Así que, según
esta opinión, compartida por muchos, el apego de los indígenas hacia sus
imágenes iba a representar el principal baluarte para la preservación de su
fe católica.
¿Y qué pasó? Que llegaron las sectas, atacaron directamente a las imágenes,
privándolas de su magia cautivadora, y la fe católica se derrumbó.
Comunidades enteras cambiaron de rostro. En lugar de pensar en una seria
reestructuración de la pastoral, enfrentando seriamente el problema de la
ignorancia religiosa, se fueron por la tangente, al considerar precisamente
la ignorancia religiosa como garantía de defensa contra la invasión de las
sectas. Al estilo de muchos políticos, que, en lugar de luchar para sacar al
pueblo de la ignorancia, tratan de hundirlo siempre más, para seguir
explotándolo, precisamente a causa de su ignorancia.
Parece una locura: considerar como aliada a la ignorancia para luchar en
contra del error. ¿No sería mucho mejor confiar en el “esplendor de la
verdad” y luchar con todos los medios para llevar a todos la luz del
Evangelio y así prevenir al pueblo contra el peligro de la mentira y el
engaño?
Ni modo. Nunca han faltado y nunca faltarán los falsos profetas, que hablan
por su cuenta, no de parte de Dios, para agradar, quitar preocupaciones,
hacer que la gente se sienta bien... y vivir del presupuesto. En lugar de
enfrentar seriamente los problemas, prefieren alimentar falsas esperanzas.
Lo que, sin duda, resulta mucho más cómodo para todos.
Cuántas veces he oído repetir: “Este pueblo es muy mariano. Nunca la Virgen
permitirá que las sectas avancen”. En lugar de ver qué se puede hacer para
ayudar al pueblo “mariano” a no dejarse confundir por las sectas, se echa el
paquete a la Virgen, dando la vuelta al compromiso.
Sería como decir: “Oh Virgen Santa, ponemos en tus manos el problema de las
sectas. No nos vayas a defraudar. Si mañana las cosas andan mal, acuérdate
que tú tendrás la culpa y no nosotros”. Cómo sería diferente decir: “Oh
Virgen María, ayúdanos a fortalecer la fe de tu pueblo. Danos ideas, fuerza
y valor para buscar los medios mejores para enfrentar con éxito el problema
de las sectas”.
El ecumenismo como pretexto
Nada peor que escudarse en el ecumenismo para no hacer nada. ¡Ojalá qué
todos los que se declaran en favor del ecumenismo, hicieran algo para
favorecer la unidad! Sin embargo, al momento de la verdad, uno se da cuenta
de que se trata de pura palabrería. Nada concreto. Ningún encuentro, ningún
diálogo...
En el fondo, para muchos se trata de una pose y nada más. Dar la impresión
de ser abiertos, sentirse seguros, tener en la mano la carta buena que un
día será garantía de victoria... sin mover ni un solo dedo en favor del
pueblo, que se confunde y cede bajo la presión de las sectas.
Un día me comentó un sacerdote con orgullo:
— Soy el capellán de los evangélicos.
— ¿¡Cómo!?
— Soy el capellán de la cárcel y me llevo muy bien con los evangélicos.
— ¿Qué piensan los evangélicos acerca de la Iglesia?
— No nos interesa nada la Iglesia. A nosotros interesa solamente Cristo.
Y me comentó acerca del cambio de vida que se da entre ellos, su fervor
apostólico... en fin, todo lo bueno que tienen los evangélicos. Y él, el
pastor de los católicos, ¿qué hacía? Nada: mirar y nada más, feliz con su
ecumenismo, mientras los evangélicos, muy buenos, predicaban el Evangelio y
le robaban las ovejas bajo sus mismas narices.
En lugar de aprender de los evangélicos su fervor apostólico y empezar a
evangelizar a los católicos, se sentía satisfecho con admirar el fervor de
los evangélicos, llevarse bien con ellos y permitirles que hicieran estragos
en las filas católicas, tanto, “lo que vale es Cristo y no la Iglesia”. ¡Qué
bonito pretexto para no hacer nada y sentirse satisfecho, inteligente y
moderno!
Otro sacerdote me dijo:
— En mi parroquia hay dos equipos de fútbol: uno católico y otro evangélico.
Yo soy capellán de los evangélicos. Me llevo muy bien con ellos. Son más
disciplinados, no toman... Me siento mejor con los evangélicos que con los
católicos.
Así que vive de los católicos: bautismos, matrimonios, misas... y convive
con los evangélicos. Y todo esto, en nombre del ecumenismo. Es que quiere la
mesa ya puesta: va donde está ya todo listo. En lugar de luchar por
convertir a los católicos, prefiere meterse con los católicos “ya
convertidos” en evangélicos y seguir viviendo de los católicos “paganos”. Y,
al hacer esto, se siente más importante, de vanguardia, mirando a los demás
con un sentido de desprecio a causa de sus ideas “atrasadas”. En otros
tiempos, esta actitud tenía un nombre muy preciso: traición. ¡Qué bueno que
son pocos los que piensan de esa manera!
El precio de la paz
Desgraciadamente, en muchos casos el no hacer nada para ayudar a los
“débiles en la fe” se ha vuelto en el precio que hay que pagar para
establecer “buenas relaciones” con los demás grupos religiosos, que se
desarrollan a costa de este tipo de católicos.
Se prefiere hablar de diálogo, respeto, testimonio, misión compartida, etc.,
para sentirse bien y dar una buena imagen de la fe, evitando meter los
puntos sobre las íes, para no lastimar, o peor, causar un atraso en el
proceso ecuménico. Y como siempre, los pobres pagan el pato. Los grandes se
llevan bien entre sí y los pobres quedan angustiados y al antojo de los más
astutos. El espíritu del mundo se vuelve en norma para establecer buenas
relaciones entre los distintos grupos religiosos. Portándose así, mientras
se habla de paz y unidad, aumenta la división y la discordia.
Pues bien, puesto que de hoy en adelante es oportuno hablar a nivel
continental y no solamente latinoamericano (cf. Sínodo Especial para
América), podemos afirmar con toda certeza que este es precisamente el
estilo “norteamericano” de enfocar el problema de las sectas. Normalmente se
invierte poco para atender a los católicos latinoamericanos. Por este
abandono, muchos dejan la Iglesia Católica para pasar a lo que sea: sectas,
luteranos, anglicanos bautistas, presbiterianos, etc.
Todos se aprovechan. Y los pastores ven y callan, para no meterse en
problemas, echando la culpa de todo a la escasez de medios económicos y a la
falta de preparación de los católicos latinoamericanos. Haciendo esto, ven
disminuir la secular oposición de parte del protestantismo hacia la Iglesia
Católica y aumentar su aceptación en la sociedad norteamericana, saliendo
así de su aislamiento histórico. Como siempre, una paz y un prestigio a
costa de los más débiles.
En la capital de un país sudamericano, el obispo anglicano pidió a un
profesor del seminario católico que lo tuviera informado acerca de los
seminaristas en crisis para hacerles su ofrecimiento: matrimonio, sueldo y
parroquia. Y todo esto en nombre del ecumenismo, como si el problema de la
fe se redujera a la búsqueda de buenas relaciones y unos cuántos dólares.
Conclusión
El pueblo católico se encuentra en grandes apuros por la acción demoledora
de las sectas. Es necesario hacer algo para fortalecer su fe, aclarando su
identidad y dando una respuesta acertada a los ataques del enemigo.
En esta lucha, el ejemplo de los auténticos profetas del pasado nos puede
ser de inspiración y consuelo, especialmente en los momentos de mayor
dificultad. Y que el engaño de los falsos profetas pueda ser descubierto a
tiempo, como en el caso de los antiguos profetas, precisamente (Jer 28).
CAMINOS DE SALVACIÓN
Con el pretexto de que existen distintos caminos de salvación, se llega a
vanificar el misterio de la Encarnación, el papel de la Iglesia y el mandato
de Cristo de ir y predicar el Evangelio a todas las gentes. Distintos
caminos de salvación, SI; todos iguales, NO.
Voluntad salvífica y universal
En la Biblia vemos claramente como Dios ama a todos los hombres y quiere que
todos lleguen a la salvación. He aquí los pasajes bíblicos mas
significativos al respecto.
¿Cómo no voy a tener compasión de Nínive, la gran ciudad, en la que hay más
de ciento veinte mil personas que aún no distinguen entre el bien y el mal,
y una gran cantidad de animales? (Jon 4,11).En las generaciones pasadas, él
permitió que cada pueblo siguiera su propio camino; aunque no dejó de darse
a conocer por sus beneficios, enviándoles desde el cielo lluvias y
temporadas fructíferas, y llenando de alimento y alegría sus corazones (Hech
14,16-17).Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al
conocimiento de la verdad (1 Tim 2,4).
Con el fin de que buscaran a Dios a ver si, aunque sea a tientas, lo podían
encontrar; y es que en realidad no está lejos de cada uno de nosotros (Hech
17,27).
Así que para todos existe alguna posibilidad (camino) de salvación. En el
fondo, ¿qué son el budismo, el musulmanismo y el conjunto de creencias y
ritos que tenían los antiguos indígenas de México, si no “caminos de
salvación”, es decir puntos de encuentro entre el amor misericordioso de
Dios y la búsqueda del hombre?
Solamente algún fanático, con mente cerrada y enfermiza, puede pensar que
fuera del cristianismo, o más bien, su manera de entender y vivir el
cristianismo, todo es oscuridad, maldad y perdición.
Respeto y aprecio
En una sociedad pluralista, la actitud de tolerancia, respeto y aprecio por
las distintas creencias, opiniones y valores representa algo fundamental.
Solamente así se puede garantizar un espíritu de convivencia pacífica y
colaboración entre todos, condición esencial para el progreso de los pueblos
y las naciones.
Exigencias de la verdad
Pero al mismo tiempo no es correcto pensar que todos los caminos tienen la
misma importancia y cada uno está libre de escoger el camino que más le
guste o llame la atención, sin mayores consecuencias.
Es que la verdad tiene sus exigencias. No se puede impunemente conocer la
verdad y darle las espaldas, para seguir con los propios criterios y así
evitar entrar en conflicto consigo mismo o la sociedad, como hicieron los
judíos del tiempo de Cristo. Una vez conocida la verdad, se hace necesaria
su aceptación o se incurre en el pecado contra el Espíritu Santo, que es
precisamente el Espíritu de la verdad (Mt 12,31-32).
Ahora bien, cada camino manifiesta un cierto grado de acercamiento y
comprensión del misterio de Dios, hasta llegar a la plenitud en Cristo y su
Iglesia. Cuando alguien, en su búsqueda de Dios llega a esta luz, no la
puede rechazar así nomás, por intereses particulares. Es como cerrarle el
paso a Dios y darle la espalda. Lo que representa una actitud extremadamente
negativa, un pecado radical, que puede comprometer seriamente su destino
final.
He aquí lo que dijo Jesús a este respecto:
El motivo de esta condenación está en que la luz vino al mundo pero los
hombres prefirieron la oscuridad a la luz, porque su conducta era mala. Todo
el que obra mal detesta la luz y la rehuye por miedo a que su conducta quede
descubierta. Sin embargo, aquel que actúa conforme a la verdad, se acerca a
la luz, para que se vea que toda su conducta está inspirada por Dios (Jn
3,19-21).
El problema de la cosmovisión
Subrayando demasiado el sentido salvífico que tienen esencialmente todas las
religiones (se habla de semina Verbi = semillas del Verbo), se puede llegar
a vanificar el misterio de la Encarnación, el papel de la Iglesia y el
mandato de Cristo de ir y predicar el Evangelio a todas las gentes.
“Si todos se pueden salvar siguiendo el camino que ya tienen — opinan
algunos —, ¿por qué no dejarlos así como están, evitándoles tantos
sufrimientos, que pueden surgir con el anuncio del Evangelio, que muchas
veces choca con la propia cosmovisión y sensibilidad?”.
Promoción humana y evangelización
¿Cuál sería, entonces, el papel del misionero? Dedicarse a la promoción
humana. A los que piensan y actúan de esta manera, yo les digo: “Respeto su
manera de pensar. Sigan con su promoción humana, que tanta falta hace para
aliviar tantas miserias. Pero acuérdense de que “no sólo de pan vive el
hombre, sino de toda Palabra que sale de la boca de Dios” (Mt 4,4). Si
ustedes no perciben la importancia del Evangelio en orden a la plena
realización del hombre, dejen a otros que lo hagan. No quieran acapararlo
todo, queriendo imponer a toda costa su visión del problema”.
A este respecto, así se expresa el Papa Juan Pablo II:
“Si se analizan las aspiraciones del hombre contemporáneo en relación con el
sacerdote se verá que, en el fondo, hay en el mismo una sola y gran
aspiración: tiene sed de Dios. El resto — lo que necesita a nivel económico,
social y político — lo puede pedir a muchos otros. ¡Al sacerdote se le pide
Cristo! Y de él tiene derecho esperarlo, ante todo mediante el anuncio de la
Palabra.
Los presbíteros —enseña el Concilio— “tienen como primer deber el anunciar a
todos el Evangelio de Dios” (Presbyterorum ordinis)” (Juan Pablo II, Don y
Misterio, p. 82, México 1997).
Conversión y sacrificio
No hay vuelta de hoja: no puede haber cambio, superación o conquista, sin
sacrificio. Algo hay que dejar para avanzar. Algo hay que dejar para aceptar
la salvación plena en Cristo Jesús. Esto vale para los individuos, las
familias, los pueblos y las naciones. Querer aceptar a Cristo, siguiendo
como antes, con la misma manera de pensar, los mismos valores y la misma
cosmovisión, es un absurdo.
Evidentemente, cada forma de desprendimiento tiene que llevar siempre
consigo un cierto sufrimiento:
“Sin derramamiento de sangre no hay salvación” (Heb 9,22).
Ecumenismo malentendido
Aplicando al interior del cristianismo esta manera de pensar, se llega a
considerar las divisiones internas como “maneras diferentes de entender y
vivir el Evangelio”, como si, en el fondo se tratara simplemente de
“denominaciones diferentes”, sin ningún perjuicio en orden al plan de Dios y
la salvación. Así que, en el fondo, no habría gran diferencia entre
católicos, ortodoxos, anglicanos, luteranos, etc. Todo se reduciría a un
problema de palabras y tradiciones particulares, sin ninguna relevancia en
orden al plan de Dios y la salvación. Por lo tanto, sin mayores
consecuencias uno podría tranquilamente pasarse del catolicismo, al
anglicanismo, luteranismo, etc.
Un ex-seminarista católico, ordenado sacerdote anglicano, así explicaba la
decisión de su cambio: “Me gusta más la moral anglicana”. Así de simple. Y
todo esto en un contexto ecuménico. Lo mismo pasa con sacerdotes, que por
motivos sentimentales no dudan en cambiarse de Iglesia y llegan hasta ser
ordenados obispos. La explicación: “Es que allá se admiten sacerdotes y
obispos casados”.
Conclusión
Con el pretexto del ecumenismo y el respeto para con todos, se llega a la
más grande confusión doctrinal, como si todo fuera lo mismo, quedando
obsoletos los conceptos de herejía, apostasía, o excomunión.
En asuntos de tanta importancia, como son el Evangelio de Cristo y la
salvación, es necesario ser extremadamente cuidadosos.
Una cosa es el respeto, el diálogo y la apertura para con todos, y otra cosa
es pensar que todo es lo mismo. El mejor servicio que le podamos prestar al
hombre, es encaminarlo hacia la búsqueda y la aceptación plena, sin
reservas, de la verdad. No por nada dijo Jesús:
“Yo soy el camino, la verdad y la vida” (Jn 14,6).
LOS RIESGOS DE LA FE
No todo lo que luce es oro. Lo mismo pasa con la fe: no todo lo que se llama
fe, es fe auténtica. Puede haber engaño, trampa... En realidad, para muchos
la fe se ha vuelto en un producto comercial. Hay superofertas de fe. Por lo
tanto, hoy más que nunca se necesita mucho discernimiento en el campo de la
fe.
La fe es como un tesoro, que hay que saber buscar y cuidar. Y hay caminos
que llevan a ella. Lo importante es no absolutizar un camino, ni darle un
valor más grande del que tiene en la realidad.
Caminos o medios para llegar a la fe.
— La vista.
“Creo porque veo”, parece que diga este tipo de creyente. La fe por la
vista. ¿Y qué se ve? El sol, la luna, las estrellas, la naturaleza que nos
rodea (Rom 1,20) y una multitud de creyentes con sus ritos y objetos
sagrados.
Consecuencia: “Donde hay algo bonito, llamativo y misterioso, o donde hay
gente que cree, allá está Dios”. Lo que no corresponde siempre a la
realidad.
— El sentimiento.
“Creo porque siento”. La música, el arte, el teatro, el testimonio y cierta
manera de presentar la palabra de Dios, crean emociones y favorecen el
desahogo, el olvido y la liberación de ataduras de tipo sicológico.
Consecuencia: “Donde hay emoción, allá está Dios; más emoción y más
presencia de Dios”. Es lo que piensan muchos.
— La inteligencia.
“Creo porque pienso”. El razonamiento, la reflexión y la intuición llevan a
conclusiones, que rebasan la simple experiencia y observación diarias.
Consecuencia: “Donde hay conocimiento, allá está Dios; el que más sabe, es
el que más conoce a Dios”. Si no se añaden otros elementos, puede tratarse
de un conocimiento “filosófico” de Dios, muy diferente del conocimiento
“experiencial” de Dios.
Peligro:
Quedarse con el camino o medio
El camino o medio, en lugar de ser un trampolín para llegar a la fe, se
puede transformar en una
trampa, que atrapa e impide el paso hacia la fe auténtica.
— Idolatría.
En lugar de pasar de la creatura al Creador, el hombre se queda con la
creatura: los elementos de la naturaleza considerados como dioses o sus
representaciones, las imágenes.
Otro peligro: confundir al hombre que habla de Dios con el mismo Dios o
quedarse atrapados por la multitud de los creyentes, como dice el refrán:
“¿Adónde va Vicente? Adonde va la gente”.
— Sicologismo.
En lugar de pasar de la emoción pasajera y superficial a la paz profunda y
duradera, que puede derivar solamente de un encuentro real con Dios, el
hombre se queda con las emociones y busca continuamente nuevas maneras para
acrecentarlas, volviéndose dependiente de todo lo que pueda despertar nuevas
y más intensas emociones: cantos, aplausos, oración, música, ruidos y
testimonios verdaderos o falsos.
Dios, la idea de Dios, se vuelve en un ingrediente más para el coctel
sicológico. Dios se vuelve en un medio más para olvidar los problemas, tener
confianza y despertar las emociones. Hasta se habla de teoterapia = terapia
(o curación) con Dios.
Para sus adeptos, lo ideal sería vivir continuamente en un estado de
conciencia alterado. Igual que los alcohólicos y los drogadictos. Sus
encuentros de oración parecen formas de “entretenimiento religioso”.
— Egolatría.
En lugar de ser un medio para llegar a Dios, la inteligencia se pone en el
mismo lugar de Dios. Se sigue hablando de Dios, pero no como un Dios
personal, creador, salvador y remunerador. El concepto de Dios se desvanece
en pura palabrería. Se llega a la religión-ficción. Cada quien se esfuerza
por inventar su sistema religioso, dando a las palabras y a los conceptos un
sentido arbitrario.
La búsqueda de Dios se vuelve en un juego de palabras. En lugar de buscar la
verdad, el hombre prefiere incursionar por caminos inéditos, dando origen a
nuevos conceptos e inebriándose en ellos. Se deja deslumbrar por sus
descubrimientos y busca la salvación en sí mismo, en su capacidad de
inventar sistemas de salvación. Siguiendo en este camino, el hombre llega a
ponerse en lugar de Dios y a considerarse como Dios mismo.
Otros, manipulando los datos de la fe, llegan sencillamente a identificar a
Dios con ciertos valores, entendidos siempre en una manera subjetiva:
justicia, paz, libertad, igualdad, dignidad, cultura, ecología, etc. Y se
quedan con lo humano, sin llegar nunca a la fe auténtica en el único Dios,
que existe realmente y, por lo tanto, puede proporcionar una salvación real.
Cambio de actitud:
prueba de autenticidad
¿Cómo podemos saber si alguien llegó realmente a la fe y no se quedó
entrampado en el medio? Cuando uno realiza en sí mismo un cambio de actitud
en la línea del amor, entonces quiere decir que llegó a la fe auténtica (Mc
1,15; 1Jn 4,7). “Donde hay amor, allá está Dios”, porque “Dios es amor” (1Jn
4,8).
Si no se produce este cambio de actitud, todo el proceso religioso se vuelve
ilusión. Puede haber emoción, entusiasmo, euforia, gran cantidad de gente,
mucho razonamiento e idealismo, pero no está Dios. En realidad, donde está
Dios no puede haber división, presión sicológica, explotación, desprestigio,
engaño u odio. No se puede hablar muy bonito de Dios y al mismo tiempo
inyectar odio hacia todo lo que se opone a la propia idea de Dios o explotar
de una forma indiscriminada a los propios seguidores.
Iglesia Católica
En la Iglesia Católica, para llevar a la fe, por lo general se ha manejado
el primer medio (imágenes, procesiones, fiestas, ritos y objetos sagrados) y
el tercero (catecismo y textos de teología); muy poco el segundo medio, es
decir, el sentimiento. Esto explica cierta tendencia hacia la idolatría en
las masas populares y hacia el frío conceptualismo en la gente más culta
religiosamente (jerarquía y teólogos), que trata de formar al pueblo a su
imagen y semejanza.
Sin embargo, desde hace algún tiempo en los movimientos apostólicos, que
representan la vanguardia evangelizadora de la Iglesia, ya se busca un
cambio en la búsqueda de los medios para llegar a la fe, haciendo un uso
abundante del sentimiento: Movimiento de Renovación en el Espíritu Santo,
Movimiento de Cursillos de Cristiandad, Escuela de la Cruz, Encuentros
conyugales, etc. Uniendo el sentimiento a la doctrina auténtica, se pueden
formar verdaderas comunidades cristianas.
Sectas
En las sectas, generalmente se maneja el primer medio y el segundo, es
decir, la vista (gran concentración de gente) y el sentimiento. No falta
algún grupo, por ejemplo, la Iglesia Universal del Reino de Dios, que
utiliza también objetos sagrados, como el agua bendita, el aceite bendito,
la sal bendita, la sangre de Cristo, las flores benditas, etc., en su afán
de confundirse con la Iglesia Católica.
Puesto que no cuentan con una base ni racional ni bíblica para justificar la
existencia de sus grupos, generalmente las sectas huyen del uso de la razón,
resolviéndose todo en un montón de citas, desconectadas entre ellas, y de
sueños, visiones y opiniones personales de sus líderes.
Su estilo es esencialmente propagandístico, lleno de slogans, que no
resisten al más pequeño análisis racional. Falta de fundamento y coherencia
interna. Todo es manipulación. Además, se aprovechan de todo para buscar una
legitimación, no teniendo reparo en apoyar a las dictaduras más
contradictorias (por ejemplo, el pinochetismo y el sandinismo) o
desprestigiar a los demás, inventando, inflando ciertos hechos (por ejemplo,
las cruzadas, la inquisición, el caso Galilei, etc.) o tergiversando su
sentido. Para las sectas es una ley aquel refrán popular que dice: “En la
guerra y en el amor, todo se vale”.
Cuando tratan de presentar una visión sistemática de su fe, el resultado se
parece más bien a una religión-ficción que a un verdadero sistema teológico
(ejemplo, los testigos de Jehová y los mormones). Por eso rehuyen el diálogo
con gente preparada en campo bíblico y teológico. Es que sus afirmaciones no
resisten frente a un mínimo de crítica seria.
Equilibrio
Afortunadamente, con la entrada del laicado en la escena de la
evangelización, muchas cosas están cambiando dentro de la Iglesia. El
lenguaje se está haciendo más inmediato y accesible al gran público de hoy.
Además, se está realizando un cierto equilibrio entre la mente, el corazón y
los sentidos.
Posiblemente, en este cambio haya influido también la presencia de las
sectas. No habría que extrañarse, puesto que este es el papel específico de
toda forma de disidencia: poner el acento sobre aspectos olvidados o no
subrayados suficientemente. Una vez que haya cumplido con su misión,
normalmente tiende a desaparecer (cfr. el comunismo).
Y es lo que esperamos que suceda con las sectas: una vez que logran
cuestionar a la Iglesia sobre ciertos aspectos y ésta logre asimilar dichos
cuestionamientos, ojalá que se desinflen y desaparezcan.
Religiosidad popular
Al mismo tiempo, como era de esperarse, está cambiando también la
religiosidad popular, que se está deslizando de la vista al corazón y a la
inteligencia: menos procesiones, menos imágenes y más oración personal,
participación en congresos, misiones populares y catequesis presacramental.
La misma Biblia está entrando en la praxis de la religiosidad popular.
Aún no se trata de un catolicismo consciente y comprometido, pero hacia allí
se está dirigiendo la mirada de las masas populares. Los hermanos “fuertes
en la fe” siguen cuestionando y atrayendo con su testimonio a los hermanos
“débiles en la fe”. Y ojalá que éstos sigan con la mirada hacia adelante,
sin dejarse distraer y atrapar por un sin número de sirenas, que tratan con
todos los medios de llamar su atención y desviarlos del camino auténtico.
Conclusión
Nadie nace creyente. A la fe se llega, la fe se vive y se comunica. Es un
tesoro, que hay que saber buscar, cuidar y ofrecer, venciendo todo tipo de
obstáculos. Hoy, ser católico auténtico es un reto.
URGE ALTERNATIVA A LA RENOVACIÓN CARISMÁTICA
Ciertas superficialidad en campo doctrinal y mucho coqueteo con el
pentecostalismo protestante. Consecuencia: un montón de sectas que están
surgiendo de la Renovación Carismática. ¿Podemos quedar indiferentes ante
esta situación?
Ecumenismo mal entendido
Es un hecho que la Renovación Carismática Católica nació viciada desde un
principio. Con el correr de los años, los lazos con el pentecostalismo
protestante se fueron estrechando siempre más al amparo de un malentendido
ecumenismo. En realidad, en lugar de intentar un verdadero diálogo
constructivo, se limitó a imitar sus expresiones cultuales, dejándose
siempre más absorber por su espíritu declaradamente no católico.
Así la Renovación Carismática se fue volviendo cada día más en un Caballo de
Troya, infiltrado en las masas católicas, para inyectarles un espíritu ajeno
a su idiosincrasia propia y haciéndolas vulnerables a los influjos del
pentecostalismo protestante.
Exodo hacia el pentecostalismo
Una vez acostumbrados al estilo pentecostal, muchos empezaron a sentir
cierto rechazo hacia la austeridad del culto católico, tachándolo de
aburrido y sin vida, confundiendo el entusiasmo, la euforia y la capacidad
de crear estados de conciencia alterados con las señales de la presencia de
Dios.
En cierta ocasión alguien me dijo: “La Renovación Carismática Católica
tienes dos puestas: una para entrar y otra para salir”. De hecho, casi en
todas partes la Renovación Carismática ha dado origen a sectas de tipo
pentecostal. Un sacerdote de Brasil me mencionó 63 sectas que salieron de la
Renovación Carismática en el sur de aquel país y me hablaba con cierta
preocupación del peligro que el Movimiento Carismático algún día pudiera
salirse masivamente de la Iglesia Católica, dando origen a una segunda
Reforma Protestante.
Evidentemente se trata de una exageración; sin embargo, esto explica porqué
existe un cierto rechazo de parte de muchos sacerdotes hacia este
Movimiento, tan parecido al pentecostalismo protestante y que tantas bajas
está causando en las filas católicas.
En México el caso más clamoroso está representado por el P. Gilberto Gómez
V. de Monte María. Empezó hablando de ecumenismo, utilizando material
pentecostal y haciéndose acompañar por pastores pentecostales, hasta
apartarse completamente de la Iglesia Católica, dando origen a una secta más
de corte pentecostal: Tierra Prometida. En Centro América y Estados Unidos
abundan los casos parecidos.
Fidelidad
Así que, algo hay que hacer frente a esta situación, que se vuelve siempre
más alarmante. ¿Qué? Ver lo bueno que tienen la Renovación Carismática en
sus contenidos, sus métodos y estilo propio, y aprovecharlo, creando algo
realmente católico desde las bases. Más que insistir en ciertas
manifestaciones extraordinarias y particularmente llamativas (don de
lenguas, don de sanación, milagros, exorcismo, etc.), es oportuno insistir
en un verdadero cambio de actitud para seguir a Cristo (Mc 1,15), subrayando
la importancia de la fidelidad al Evangelio en su conjunto y a la Iglesia
con su jerarquía.
En efecto, no todo lo que luce es oro. Si no hay preparación sólida y
sentido crítico es fácil pasar de la Renovación Carismática al
pentecostalismo protestante, la Nueva Era y tantas formas más de sincretismo
religioso. Es importante aclarar que el criterio de sentir bonito es
engañoso y fácilmente puede hacer desviar del camino correcto.
Espontaneidad, alegría, música, canto, danza... Sí: superficialidad
doctrinal, separación o herejía, No.
La regla de oro: “Por sus frutos los conocerán” (Mt 7,16) tiene que ser
aplicada también a la Renovación Carismática. Y por lo visto, teniendo
presente ciertos frutos negativos que vuelven a presentarse sistemáticamente
por aquí y por allá, es urgente pensar seriamente en una alternativa para la
Renovación Carismática o por lo menos en una profunda revisión.
Pentecostalismo protestante, Renovación católica
y Nueva Era
UNA NUEVA MANERA
DE SENTIR Y VIVIR LA FE
Hay mucho parecido entre los tres movimientos religiosos (aunque la Nueva
Era sea esencialmente un movimiento cultural con contenidos religiosos). Por
lo tanto, es fácil el coqueteo entre los tres, el sincretismo y el paso de
uno a otro.
No todo es malo
Si avanzan arrasando con todo, quiere decir que tienes algo que vale:
espontaneidad, emoción, superación personal, sentido de búsqueda, armonía
entre cuerpo y espíritu, participación, optimismo, etc.
Sin duda se trata de algo bueno, que, conjugado oportunamente, ofrece una
visión de la vida muy diferente de la tradicional. Por eso atrae a la gente
de una forma irresistible, dando resultados concretos e inmediatos de
liberación, satisfacción y cierta paz interior.
Sentirse bien
En realidad, lo que el hombre actual busca y estos tres movimientos
espirituales ofrecen, es ayudar al hombre a sentirse bien, más allá de
cualquier sentido de pertenencia, coherencia o fidelidad. Por eso los
seguidores de estos movimientos rehusan cualquier tipo de profundización y
sistematización que los amarraría a ciertos “dogmas”, cerrando el paso a
ulteriores búsquedas y experiencias.
Lo que vale es ensayar nuevas maneras de relacionarse consigo mismo, el
mundo, el más allá y Dios, pasando fácilmente de una perspectiva a otra, de
un grupo a otro, siempre buscando nuevas experiencias, emociones y poderes.
Por eso no es difícil encontrar a gente que pasa con toda naturalidad de un
curso sobre el Espíritu Santo a otro sobre cristales, cuarzos, energía o
control mental; gente que, sin ningún escrúpulo de conciencia, de un momento
a otro deja su Iglesia para integrarse a otro grupo, que le ofrece mayores
oportunidades para realizarse y sentirse mejor.
Cada uno con su coctel
Siendo muchos los ingredientes para el coctel religioso (sicología,
parapsicología, religiones orientales, Biblia, astrología, esoterismo,
magia, gnosis, espiritismo, etc.) y habiendo gustos muy diferentes, todo es
cuestión de demanda y oferta, capacidad de descubrir recetas siempre más
llamativas, que despierten el interés de la gente.
Al mismo tiempo, puesto que en todo el asunto la moda y el aburrimiento
juegan un papel muy importante, más vale estar prevenidos, sondeando
oportunamente el mercado y lanzando propuestas siempre más atrevidas y lo
más originales posibles.
Ya los límites no son tan claros entre religión, curanderismo, sicología o
superación humana. Cada quien entiende las cosas como puede y ve la
conveniencia de cortar las antiguas creencias o integrarlas a las nuevas.
Eclectismo y sincretismo son la base de esta nueva concepción de la vida.
Cuidado con la Renovación carismática
Sin duda tiene el grande mérito de haber traído a la Iglesia Católica aire
nuevo con el gusto por la Palabra de Dios, la oración y tantas cosas más.
Pero al mismo tiempo tiene su talón de Aquiles: su enorme parecido con el
pentecostalismo protestante y la Nueva Era. Esto explica sus éxitos y sus
fracasos.
Mucho cuidado entonces. En lugar de insistir tanto sobre los carismas
tomados muchas veces como poderes y no como posibilidad de ofrecer un
servicio a la comunidad, habría que insistir más sobre el concepto
“cristiano” de Dios en contraposición al concepto vago presente en la Nueva
Era, el sentido de la vida en este mundo, el papel de la Iglesia Católica en
orden a la salvación, el compromiso misionero de todo creyente y el espíritu
de solidaridad que tiene que animar a todo ser humano, para balancear el
enfoque esencialmente individualista de los movimientos en cuestión.
Todo esto podría representar una buena garantía para resistir frente a
cualquier tentación de dejar la propia Iglesia para buscar más allá de sus
fronteras nuevas oportunidades de realización y satisfacción.
Además, habría que examinar atentamente la manera de ver el don de lenguas y
de sanación, muchas veces entendidos como sellos que garantizan la presencia
del Espíritu Santo, lo que sin duda no siempre responde a la realidad.
También habría que aclarar el sentido de la cruz en la vida del cristiano,
rechazando la idea "pentecostal" de que todo sufrimiento tiene que ser ajeno
a la vida del cristiano, puesto que Cristo ya pagó por todos y por sus
llagas hemos sido sanados (Is 53,5).
La misma praxis del diezmo (diez por ciento), que se está implantando en
muchas partes en favor del Movimiento de Renovación está creando la idea de
una Iglesia en la Iglesia, estrechando siempre más los lazos con el
pentecostalismo protestante que mediante el diezmo está creando un liderazgo
poderoso, agresivo y celoso, al estilo empresarial más que eclesial.
Claro que, si se aclara todo esto, muchos dejarán la Renovación Carismática
para pasarse de plano con los pentecostales o los nuevaerianos (Amistad
Cristiana, cristianos, amistad de vida, mujeres de éxito, cruzada
estudiantil y profesional, teoterapia, meditación trascendental, etc.). Ni
modo. Es el riesgo que corrió el mismo Jesús, cuando quiso aclarar las cosas
(Jn 6,60).
Una revisión urgente
Evidentemente, lo que acabo de expresar, no refleja el problema en su
totalidad. Quiere ser solamente un estímulo para una reflexión más profunda
sobre el tema, antes que sea demasiado tarde. En efecto, el peligro que
señalamos no es puramente teórico. Ya el virus del sincretismo ha afectado a
muchos "renovados". Lo que pretendo con estas reflexiones es ayudar al
Movimiento de Renovación a tomar conciencia de la situación y hacer algo
concreto para remediarla. En realidad, lo que está en juego es demasiado
grande con consecuencias trascendentales para la Iglesia. Se está jugando el
presente y el futuro de la Nueva Evangelización que en el Movimiento de
Renovación encuentra uno de los grandes pilares.
EL DIEZMO EN LA IGLESIA
Cómo solventar los gastos de la organización eclesiástica, promover la
evangelización y vivir el espíritu de solidaridad.
Enseñanza bíblica
El diezmo (décima parte) es propio del Antiguo Testamento. Estaba reservado
antes que nada para los miembros de la tribu de Leví (sacerdotes y levitas),
que, por dedicarse al culto, habían quedado sin parcela al repartirse la
tierra de Canaán (Núm 18,21-33; 2Cro 31, 5-19). Después, estaba destinado
también para ayudar a los más necesitados, especialmente las viudas y los
huérfanos (Dt 26, 12-14).
En el Nuevo Testamento no se habla del diezmo (décima parte) como medio para
sostener económicamente a los ministros de culto. Lo importante es que el
ministro (apóstol, predicador, etc.) pueda vivir honestamente, sin apremios
de tipo económico (Mt 10, 9-10; 1Cor 9, 10-11; Lc 10,7). Y para las demás
necesidades de la Iglesia, se hace hincapié en el espíritu de solidaridad.
Algunos hasta llegan a vender sus bienes y propiedades para socorrer a las
necesidades de los hermanos (Hech 2,44-45).
Situación actual
Cuando en la Iglesia Católica se usa la palabra “diezmo”, no se le da el
sentido bíblico originario (décima parte), sino que se entiende como una
aportación de los feligreses para hacer frente a las necesidades económicas
de toda la comunidad eclesial.
“El quinto mandamiento (ayudar a la Iglesia en sus necesidades, n.d.r.)
señala la obligación de ayudar, cada uno según su capacidad, a subvenir a
las necesidades materiales de la Iglesia” (Código de Derecho canónico, canon
222). “Cada uno según su capacidad”, dice el Código de Derecho Canónico, no
“décima parte”.
Para cumplir con esta obligación, en cada país las conferencias episcopales
están dando normas precisas al respecto. En Italia, por ejemplo, es
suficiente una declaración del ciudadano para que el Estado entregue a la
Iglesia el 8 por mil de los impuestos que le cobra y con esto se cumple con
el quinto mandamiento de la Iglesia. En México el diezmo anual corresponde a
lo que uno gana en un día de trabajo. En Chile corresponde al uno por ciento
de lo que cada uno gana.
Sin embargo, en la práctica, esta aportación de los feligreses católicos
para hacer frente a las necesidades materiales de la Iglesia es insuficiente
y en muchos casos puramente simbólica. Por lo general, las fuentes
principales de la economía eclesiástica son dos: la limosna que los
feligreses dan espontáneamente durante los actos litúrgicos y la que está
ligada a la recepción de ciertos sacramentos, especialmente el bautismo y el
matrimonio, con todo los inconvenientes que esta praxis conlleva.
Colectas especiales
Aparte de esta aportación mínima que la Iglesia exige para solventar los
gastos más urgentes, existen colectas especiales para sostener sus obras:
misiones, seminarios, centros formativos para laicos, templos, atención a
los más pobres y necesitados, etc.
Cada católico, según su capacidad y sensibilidad particular, está invitado a
dar su aporte económico para apoyar estas obras, que son fundamentales para
la comunidad eclesial.
Movimientos y asociaciones
Siempre hubo en la Iglesia asociaciones de fieles, generalmente relacionadas
con el culto y el testimonio de vida. Después del Concilio Ecuménico
Vaticano II, empezaron a surgir movimientos laicales, abocados esencialmente
a la evangelización. Necesitando de estructuras y planes de formación
adecuados, tuvieron que enfrentar seriamente el problema económico,
estableciendo normas de autofinanciamiento.
En este aspecto, el Neocatecumenado y la Renovación tuvieron más éxito, a
diferencia de las Comunidades Eclesiales de Base que insisten más en un
cambio de las estructuras sociales, dejando al individuo “frío” y sin una
“experiencia” personal de la validez del camino que se está haciendo. Por
este motivo, al momento de aportar económicamente, los primeros se sienten
más motivados y los segundos menos.
Otra causa que marca la diferencia puede ser la siguiente; mientras el
Neocatecumenado y la Renovación son movimientos más auténticamente laicales,
por lo cual los mismos laicos se sienten obligados a luchar para seguir
adelante con sus propias fuerzas, las Comunidades Eclesiales de Base se
sienten más dependientes del clero, que las maneja con espíritu
paternalista, lo que impide el desarrollo de un auténtico liderazgo laical,
con una visión propia de la realidad y un sentido auténtico de
responsabilidad.
Intentos de revivir el diezmo bíblico
Por la misma afinidad que existe con el pentecostalismo protestante, existen
en la Renovación grupos que están tratando de restablecer el diezmo bíblico
como medio de autofinanciamiento. Por lo general, se trata de asociaciones,
movimientos o ministerios salidos de la Renovación y que se desarrollan
alrededor de algún líder, generalmente laico.
Fascinados por su personalidad carismática, sus seguidores no tienen reparo
en ponerse totalmente bajo su liderazgo, dispuestos a secundar sus planes a
costa de cualquier sacrificio. No faltan casos en que todo el asunto se
maneja como una empresa familiar, que se transmite de padre a hijo, al
estilo de las sectas precisamente.
Se insiste en la obligatoriedad del diezmo, apegándose a la Biblia, sin
tener en cuenta el hecho que se trata de algo propio del Antiguo Testamento
y ligado al culto “oficial”, mientras ellos son grupos “particulares”. Para
recalcar su obligatoriedad también en el Nuevo Testamento citan Lc 18,12,
sin caer en la cuenta de que el fariseo en cuestión pertenece al Antiguo
Testamento y no al Nuevo, dando una prueba más de su enorme parecido con el
pentecostalismo protestante, profundamente imbuido de fundamentalismo
bíblico.
Que quede bien claro: no estamos en contra de los movimientos ni del derecho
que tienen de buscar las formas más apropiadas de autofinanciamiento. Lo que
rechazamos es el afán de lucro a costa de la buena fe de la gente y la
manipulación bíblica para lograr sus fines, en la línea de las sectas. Nos
parece un camino extremadamente peligroso, como la experiencia ha demostrado
ampliamente.
Conclusión
La Nueva Evangelización no puede prescindir de una reestructuración del
aspecto económico, si quiere hacer frente a los nuevos retos que se
presentan. No se puede dejar el asunto totalmente en las manos de la
iniciativa privada, en una especie de “neoliberalismo eclesial”, con las
consecuencias que todos podemos constatar: líderes religiosos que nadan en
la abundancia y simples agentes de pastoral, que se ven obligados a limitar
su acción por la situación de extrema penuria en que viven, o religiosas,
que, para poder sobrevivir, tienen que dejar la evangelización y hacerse
cargo de algún kinder, una escuelita o un dispensario médico.
Además, la Iglesia institucional tienen que velar por todo el rebaño y no
solamente por los que se acercan espontáneamente, se sienten satisfechos por
lo que reciben y están dispuestos a dar lo que sea para seguir siendo
atendidos a su gusto.
Todo esto exige una adecuada planeación acerca de la manera de recaudar y
distribuir los fondos con miras a una evangelización más organizada,
eliminando lo más posible toda apariencia de lucro y luchando por llenar
aquellos “vacíos pastorales”, que tanto daño nos están causando.
Ya no basta pensar solamente en cómo sostener el seminario o asegurar para
el clero una digna jubilación. Hay que pensar en los diáconos permanentes,
en los agentes de pastoral laicos y las religiosas comprometidas
directamente en la evangelización. Hay que velar por su formación y, en la
medida de lo necesario, asegurarles un apoyo económico. Hay que pensar,
también en los pobres y necesitados.
Algo tiene que cambiar: vino nuevo en odres nuevos. O la Nueva
Evangelización quedará frustrada o notablemente frenada.
LA VIDA RELIGIOSA,
¿HACIA DÓNDE VA?
Compromiso con la justicia y los pobres. ¿Y los valores eminentemente
espirituales? ¿Y la evangelización directa? Evidentemente algo está
cambiando.
Uno podría fácilmente imaginarse que el religioso (a) es el experto en las
cosas de Dios. Para eso optó por los consejos evangélicos y las
bienaventuranzas. Para llenarse de Dios y comunicarlo a los demás. El
religioso tendría que ser místico de profesión, con todas las limitaciones
humanas que se puedan imaginar.
Sin embargo, cuando uno frecuenta a los religiosos (as) más lúcidos o
“avanzados” y se adentra en la literatura que está surgiendo en el ámbito de
la vida religiosa, queda completamente decepcionado. No. El religioso no es
el experto en las cosas de Dios, ni quiere serlo. Su especialidad va en otro
sentido. Va más bien en la vertiente económica, política y social. La vida
religiosa como tal quiere comprometerse antes que nada en favor de la
justicia y los pobres.
Sus cuestionamientos están cargados de estadísticas y cifras, de reflexiones
de orden filosófico, teológico, sociológico, etc. ¿Y la Palabra de Dios? ¿Y
los Padres de la Iglesia? ¿Y aquel “sabor” específicamente cristiano y
católico? Una que otra cita bíblica de corte revolucionario. Sus
planteamientos y sus actitudes son esencialmente de conflicto dentro y fuera
del ámbito eclesial. Ya no inspiran aquella paz, que deriva esencialmente
del contacto con Dios y que pensábamos iba a ser su característica
específica (¿Recuerdan a San Francisco de Asís: “Paz y Bien”?).
Entonces me pregunto: “¿No será una prueba más de la gran devaluación en qué
están cayendo los valores espirituales? ¿No será que este tipo de vida
religiosa se acerca a su ocaso?”.
En realidad, muchas instituciones religiosas en sus cuestionamientos y
acciones se parecen más bien a sindicatos, partidos políticos o sociedades
filantrópicas, que a comunidades de hermanos o hermanas, que optaron por
hacer visible lo Invisible, ayudándonos a saborear aquellos bienes que son
propios de la vida futura, cuando Dios será todo en todos.
Sin duda, es importante poder contar con gente que opte por arreglar las
cosas de este mundo y gente que opte por hacernos entrever las cosas de
allá, ayudándonos a entrar en contacto con lo Absoluto. Si la vida religiosa
opta por lo primero, ¿a quién le tocará lo segundo?
Yo pensaba que al laicado le tocaba el papel de Martha y a la vida religiosa
el de María. Pero ahora me entero que las cosas no están así. Los tiempos
cambiaron y también los papeles están cambiando.
Así que ya sabes: si quieres luchar por un profundo cambio social en favor
de la justicia y los pobres, no pienses en meterte en la política o el
sindicato. En realidad, por este camino podrás lograr muy poco. Ingresa más
bien en una orden o congregación religiosa y el éxito lo tienes asegurado,
puesto que se trata de organizaciones especializadas para eso.
Si, al contrario, quieres hacer una experiencia de Dios (¿Existe todavía
gente tan atrasada que quiera eso? Sí, existe, por gracia de Dios), entonces
métete en un movimiento laical y lo lograrás. Y te transformarás en un
apóstol, un misionero de los tiempos modernos, luchando por llevar el
Evangelio a las almas más sedientas de Dios (“¡Qué lenguaje tan antigüito!”,
dirán algunos religiosos, superexpertos en economía, comunicación,
sociología, antropología, etc.).
Conclusión: los tiempos cambiaron, también la vida religiosa está cambiando.
La pregunta es: “¿Hacia dónde va? ¿Qué busca?”. Sin duda está pasando por un
período de prueba, una verdadera purificación. Vamos a ver qué queda.
Mientras tanto el laicado encuentra más espacio para moverse en lo
específicamente laical (lo de siempre) y en la evangelización directa (lo
nuevo). Después de todo, Dios sigue escribiendo derecho en renglones
torcidos, llevando la historia hacia rumbos desconocidos e inimaginados
apenas hace unos años. A Él sea la gloria y el honor por los siglos de los
siglos. Amén.
LIBERACIÓN
Y EVANGELIZACIÓN
Un problema siempre actual en la conciencia cristiana. Todo depende de como
se plantea.
Con etiquetas nuevas, el problema se propone continuamente: ¿Qué hacer
primero: evangelizar o liberar al hombre de la pobreza y la marginación?
¿Llenar su estómago vacío o darle la Palabra de Dios?
Liberación obrera
De esta manera en un libro del inicio de los cincuenta se presenta el
problema en Francia:
“¿Qué queréis, pues, que hagamos? Para nosotros sólo hay una actitud posible
y verdadera: callarnos, callar mucho tiempo; callarnos durante años y años y
participar en toda la vida, en todas las luchas, en toda la cultura latente
de nuestra población obrera que, sin querer, hemos engañado tan
frecuentemente. Incluso hemos renunciado a la intención de convertirlos,
porque esta intención les parecía sospechosa y porque nosotros mismos
seríamos incapaces quizá de conservar para adentro esta intención. Dada la
educación que recibimos, tal intención nos llevaría a desestimar, por poco
que sea, el propio valor de la liberación obrera que es esencial conseguir
ante todo.(...)No creemos que pueda florecer la religión entre podredumbre.
Así, pues, por el momento no miramos más que a trabajar con todas las gentes
de buena voluntad para alejar la guerra y preparar el advenimiento de una
sociedad asentada sobre bases más razonables y humanas.Entonces, y sólo
entonces, será cuando el hecho religioso podrá plantearse correctamente (M.
Montuclard, Evenements de la foi, pp. 59-61).
¿Y qué pasó? Que llegó el bienestar para la clase obrera y ésta se fue
alejando siempre más de Dios. Falsos profetas de ayer y hoy. Pensar que
existe una oposición entre la evangelización y la promoción humana, y que es
imposible hacer las dos cosas al mismo tiempo.
Primero humanizar, después evangelizar.
Mons. Suenens, después cardenal y uno de los más grandes artífices del
Concilio Ecuménico Vaticano II, así expresaba esta opinión, que él rechazaba
rotundamente:
“El pecado que hay que combatir con armas puramente humanas — notémoslo —
¿no es acaso ante todo el pecado colectivo: el de la sociedad contra los
pobres? En espera de esas reformas que serán únicamente el fruto de las
revoluciones sociales y de las leyes, es inútil hablar a los desamparados de
este mundo de la oración, del cielo y de lo demás; no os escucharán.
Habladles de justicia, trabajad con ellos en las reformas que se imponen, y
entonces el cristianismo significará algo a sus ojos.Entonces, y solamente
entonces...Tal es el lenguaje de una pastoral que quiere ser realista y que
se resume en este slogan: Es preciso humanizar en primer lugar; después
evangelizar” (Mons. León José Suenens, La Iglesia en Estado de Misión,
Bilbao 1955, p. 33).
También en América Latina no han faltado clérigos y laicos “comprometidos”,
que con esta mentalidad han enfrentado el problema de la pobreza, con los
resultados que todos conocemos. Decía un indígena de una diócesis muy
“liberada”: “El obispo nos consiguió las tierras y los gringos nos
entregaron la fe”. ¡Qué bonito elogio para un obispo: haberse preocupado de
lo material, dejando a las sectas lo espiritual!
Evangelizar: nuestra tarea específica
Todos pueden luchar en favor del hombre, pero no todos pueden evangelizar.
Cuidado, entonces con confundir la evangelización con la lucha por la
promoción humana a secas. La evangelización va mucho más allá y tiene que
animar cualquier obra de promoción humana. La evangelización es la tarea
fundamental de la Iglesia, es la razón más profunda de su existir. A este
propósito afirmó el Papa Pío XII: “La Iglesia no evangeliza civilizando,
sino que civiliza evangelizando”. Y San Hilario: “¿Qué hay tan peligroso
para el mundo como el no haber recibido a Cristo?”.
Cómo enfrentar el fenómeno sectario
UN PROBLEMA DE CONCIENCIA
Las sectas están llegando a todas partes, causando estragos en las iglesias
históricas. Todas quieren hablar de Dios a su modo y buscar prosélitos a
como dé lugar. ¿Cómo enfrentar esta nueva realidad, que está afectando
profundamente el mundo de la Fe?
Todos estamos evangelizando
Es la opinión de algunos: “Todos estamos evangelizando. Mejor trabajar
juntos, apoyándose mutuamente, que recalcar los defectos de los demás”.
Respuesta: “Así piensan ustedes; pero las sectas no piensan lo mismo. Lo
primero que hacen, es hablar mal de la Iglesia Católica, creando un clima de
desconfianza y rechazo hacia ella. Por lo tanto, no se puede evangelizar
seriamente sin aclarar los aspectos manejados por las sectas”.
Además, ¿es cierto que “todos estamos evangelizando”? Yo me pregunto: “Si
hoy viniera San Pablo y viera lo que está pasando, ¿pensaría lo mismo?”. “Si
alguno les anuncia un Evangelio distinto del que han recibido, ¡sea
anatema!” (Gál 1,9). El Evangelio es uno y nada más. No puede haber
evangelios diferentes; no es lo mismo obedecer al Sucesor de Pedro o
rechazarlo, creer en la presencia real de Jesús en la Eucaristía y pensar
que se trata de un mero recuerdo. ¿Cómo, entonces, podemos evangelizar
juntos, apoyándonos mutuamente?
Según San Pablo, o se anuncia el Evangelio así como es o mejor callarse. Es
que se confunde la tolerancia y el respeto hacia la persona con la doctrina
que se predica. Nosotros tenemos que respetar a todos, pero no aceptar
cualquier doctrina ni permitir que nuestros hermanos en la fe sean
fácilmente engañados y llevados a “otro evangelio”, con el pretexto de que
“todos estamos evangelizando”, “todo es Evangelio de Cristo”.
El que no está contra nosotros está con nosotros
Muchos se apoyan en esta cita bíblica (Mc 9,40) para concluir que cualquiera
puede predicar el Evangelio por su cuenta, sin la necesidad de estar
enchufado en la Iglesia que fundó Cristo personalmente, obedeciendo a sus
pastores.
Antes que nada, es oportuno aclarar que las sectas están en contra de
nosotros, conquistando a nuestra gente con las técnicas más refinadas, sin
excluir el chantaje, la mentira, la calumnia, la presión sicológica, etc.
Por lo tanto, Jesús no se refería a nuestra situación, cuando pronunció
aquellas palabras. Para nuestro caso, más bien se pueden aplicar las
palabras de Jesús con relación al buen pastor que da la vida por las ovejas,
por no dejárselas arrebatar por el lobo rapaz (Jn 10,11-12).
Con esta recomendación, Jesús nos quiere poner en guardia contra la
tentación de atacar a los que no están con nosotros, por el simple hecho de
ser nosotros sus legítimos representantes. Evidentemente, esto no quiere
decir que todo es lo mismo y que uno con toda libertad y sin mayores
consecuencias puede adherirse a un grupo o a otro, estar en la Iglesia
fundada por El o en otra fundada por cualquier charlatán.
Algo bueno están haciendo
Otra manera de pensar: “Las sectas están haciendo algo bueno, especialmente
con relación a los que logran arrebatar de algún vicio. Por lo tanto, hay
que dejarlos trabajar tranquilamente”.
Respuesta: “Antes que nada hay que ver también el daño que están haciendo a
las mismas personas que rescatan del vicio. Les quitan una dependencia y le
crean otra. Los convencen de que, si dejan su iglesia, van a regresar a la
vida de antes. Las presionan sicológicamente y las explotan económicamente”.
Otro detalle: “¿Por qué tenemos que dejar a otros una tarea que corresponde
a nosotros? ¿Qué dijo Jesús, cuando le aconsejaron que despidiera a la gente
para que fuera a buscar su alimento en otro lado? "Denles ustedes de comer"
(Mc 6,37). Lo mismo tenemos que hacer nosotros. Si son nuestros hermanos en
la fe, tenemos que hacer todo lo posible para ayudarles a resolver sus
problemas y no sentirnos satisfechos porque "otros" se encarguen de
hacerlo”.
La competencia ayuda a ser más activos
Es lo que piensan otros, y con eso justifican su actitud de simpatía o
indiferencia hacia el fenómeno de las sectas. Como si se tratara de una
competencia entre católicos y no católicos, y ellos estuvieran asistiendo a
la pelea como simples espectadores. A ver quien gana, aplaudiendo a unos u
otros según el caso.
Evidentemente, se trata de una actitud equivocada. Aquí no estamos hablando
de extraños, sino de hermanos nuestros en la fe, que están siendo atacados.
No podemos quedar indiferentes frente al drama de católicos, que se sienten
impotentes frente a la embestida de las sectas. Tenemos que ayudarles a
fortalecer su fe y así estar en grado de resistir a los ataques que le
vienen de afuera. Dejarlos solos es traicionarlos.
Claro que la presencia de las sectas nos puede ayudar a despertar y
lanzarnos a la tarea evangelizadora con mayor ahínco. En esta perspectiva,
precisamente, hay que ver el fenómeno sectario, como algo que nos ayuda a
revisar nuestros métodos para ser más eficaces en nuestra acción pastoral.
Por la tanto, quedar indiferentes ante este fenómeno significa desperdiciar
una grande oportunidad para hacer el punto de la situación y avanzar más.
El pastor y el sociólogo: puntos de vista diferentes
Para muchos, el avance de las sectas es un hecho inevitable. Hasta se hacen
estadísticas, señalando su avance en el futuro. Evidentemente, todo esto
puede ser cierto, siempre que nosotros nos quedemos mirando el fenómeno como
simples sociólogos y no como pastores.
¿Qué tal si le entramos al ruedo como pastores realmente comprometidos con
nuestro rebaño? No sólo podemos frenar el proceso, sino revertirlo
completamente. Todo depende de nosotros. Hemos visto comunidades
reintegrarse completamente a la Iglesia Católica, después de haber sido
atrapadas por las sectas durante algún tiempo.
A Dios el juicio
Sin duda, hay distintas maneras de ver el fenómeno de las sectas. Solamente
Dios sabe en realidad cuál es la manera mejor de enfrentarlo. Para nosotros,
sin duda, representa un signo de los tiempos, con un mensaje que es
necesario descifrar.
Por esto le estamos echando ganas, tratando de entender el significado de su
presencia y buscando la manera mejor de sacarle jugo. Si otros tienen una
visión diferente del problema, allá ellos. En este caso, como en otros, en
el fondo se trata de un problema de conciencia.
El pastor, la oveja perdida y el lobo
LOS ALEJADOS, ¿SON CATÓLICOS?
Cuando uno deja la Iglesia, es fácil decir: “Nunca fue católico” . ¿Por qué,
entonces se le administraban los sacramentos? Basta de pretextos y
superficialidades. Antes de que los atrapen los lobos, ¿por qué no nos
movemos nosotros? Es tiempo de ser “apostólicamente más agresivos”.
Un drama
Se sigue bautizando al por mayor, casando por la Iglesia con una preparación
casi simbólica, administrando la unción de los enfermos a los que la
soliciten..., pero cuando alguien deja la Iglesia y se va con otro grupo
religioso se dice: “Nunca fue católico”. Y con eso uno se siente libre de
cualquier responsabilidad, como si no hubiera pasado nada.
Si esto fuera cierto, ¿por qué, entonces, se sigue bautizando a los hijos de
los que no practican la fe?, ¿por qué a estos se les sigue casando por la
Iglesia? La pregunta es: “Los alejados, ¿siguen siendo católicos? Hasta qué
punto? Si siguen siendo católicos, ¿cuál es nuestra responsabilidad para con
ellos? ¿Es suficiente seguir administrándolos los sacramentos, sin antes
haberlos acercado a Dios y a la comunidad cristiana?”.
Pastoral rutinaria
Sin duda, lo que está pasando actualmente dentro de la Iglesia, es muy
lamentable. Sería como si en alguna sociedad se siguiera dando títulos de
estudio a todos, aunque por diferentes motivos no contaran con la
preparación adecuada. Todos serían médicos, ingenieros, maestros, sin
siquiera saber leer.
Y es lo que está pasando actualmente dentro de la Iglesia. A veces se oye
decir: “Fulano dejó la Iglesia y se fue con otro grupo religioso. Y pensar
que estaba bautizado, confirmado y casado por la Iglesia. ¿Cómo fue posible
todo esto?” Claro, recibió estos sacramentos sin tener conciencia de lo que
esto implicaba. Sacramentos vacíos. Ritos, válidos de por sí, pero sin
eficacia para los que los reciben.
Hay que recordar que los sacramentos no son ritos mágicos, válidos de por sí
y con efectos seguros e iguales para todos. Su eficacia depende mucho de la
participación de los que los reciben, antes, durante y después de su
recepción. Así que la praxis de distribuir sacramentos así nada más, sin el
soporte de un verdadero compromiso espiritual, no tiene ninguna base ni
bíblica ni teológica; es más bien la expresión clara de un sistema pastoral
rutinario, sin reflexión ni compromiso serio.
Que se encargue el lobo
Como manifestación clara de este espíritu de superficialidad, que pervade
mucho ambientes católicos, tenemos la idea de que “también los demás grupos
religiosos están evangelizando”. Como decir: “Visto que son muchas las
ovejas perdidas y no tenemos ni medios ni ganas de buscarlas, que el lobo se
encargue de ellas”.
¡Qué pastores ejemplares! Dejan para los lobos las ovejas perdidas. Se
llevan bien con ellos y saben compartir con ellos el rebaño, para que se
alimenten y no sufran. Según la Biblia, se trataría más bien de mercenarios,
a los cuales “no les interesan las ovejas” (Jn 10,13).
Misiones internas
Si estamos luchando por dar a conocer el Evangelio a los que están fuera de
la Iglesia, ¿por qué no tenemos que luchar, antes que nada, para darlo a
conocer a los que están dentro de la Iglesia? Pensar que no podemos, no
tenemos los medios..., es pecar por falta de fe. Claro que podemos. Si los
que dejaron la Iglesia, tienen la capacidad de visitar y anunciar “su”
Evangelio a todos los que se quedaron dentro de la Iglesia, ¿por qué
nosotros no vamos a trata de evangelizar a nuestros hermanos en la fe?
Cuando hacemos las visitas domiciliarias, muchos, al vernos, se alegran y
nos dicen: “¡Que bueno que también ustedes se están preocupando por
nosotros! Estamos cansados de recibir visitas solamente de parte de gente,
que pertenece a otros grupos religiosos y tratan de arrancarnos la fe”.
Así que, podemos y debemos hacer algo para enfrentar seriamente el problema
de los alejados. Tenemos que ser “apostólicamente más agresivos”, pasar al
ataque, no quedarnos sentados viendo como tantos hermanos nuestros están
siendo arrebatados por el lobo rapaz o se quedan excluidos del banquete, al
que están llamados por su bautismo.
Parroquias y diócesis misioneras
Es necesario que cada parroquia y cada diócesis cuente con misioneros
propios, que se dediquen a “pescar” (Mc 1,17), acercándose periódicamente a
todos los alejados, para conocer su situación y emprender, caso, por caso,
un camino de acercamiento a Dios y a la Iglesia.
Es tiempo de despertar. Es tiempo de organizarnos para buscar a la oveja
perdida, no conformándonos con esperarla. Es tiempo de ensayar una nueva
manera de ser Iglesia: una Iglesia más solidaria en todos los aspectos, no
solamente en el aspecto material y cultural. Es necesario que resurja la
misión. O nos hundimos. Aire nuevo o muerte por asfixia.
EL CONSEJO DE JETRÓ
En lugar de resignarnos a confiar a las sectas el exceso de trabajo
pastoral, ¿por qué no intentamos organizar mejor la parroquia para poder
atender debidamente a todos los miembros del Pueblo de Dios?
No nos damos abasto
Es la queja de muchos pastores de la Iglesia: “No nos damos abasto; hay
mucho trabajo. Con solo tratar de atender a los que de por sí se acercan a
nosotros, ya tenemos trabajo de sobra”.
¿Y los alejados? “Olvídense. Si no alcanzamos a atender debidamente a los
que ya de por sí piden nuestros servicios, imagínense si vamos a meter más
carne al fuego. ¿Quién los va a atender después?
También los demás están evangelizando
Es que si no hacemos nada para acercar a los alejados, estos se van con las
sectas. “Mejor —contestan—. En el fondo, todos estamos trabajando por lo
mismo. Lo que nosotros no logramos hacer, que lo hagan otros”.
Así de simple. Y con esto, están convencidos de tener criterios muy amplios
respecto a la evangelización, piensan que están favoreciendo el plan de Dios
y se sienten libres de cualquier responsabilidad.
¿Y la fidelidad al Evangelio?
Así que, en el fondo, todo es lo mismo: creer o no en la Eucaristía, aceptar
o no el papel de Pedro y sus sucesores en la guía del Pueblo de Dios,
favorecer o no la unidad entre los discípulos de Cristo, etc. En el fondo,
se trata de detalles insignificantes. Lo importante es creer en Dios, orar y
dejarse guiar por la Palabra de Dios.
Y con eso, uno se siente moderno y se lleva bien con todos. Al contrario,
¡qué feo es oír hablar de apostasía, herejía y traición a Cristo! Sin duda
se trata de un lenguaje ya superado, propio de tiempos pasados, cargados de
fanatismo e intolerancia.
Ni modo. Siempre hubo y siempre habrá falsos profetas, que buscan siempre lo
más fácil y cómodo, que quieren estar siempre sobre la cresta de la ola,
cuyo único ideal es pasarla bien. Para ellos, hablar de fidelidad a Cristo y
a su Iglesia no tiene sentido.
Buscar colaboradores
Entonces, ¿qué tenemos que hacer para poder atender debidamente a todos los
católicos, que normalmente acuden a la Iglesia, y al mismo tiempo buscar a
los alejados? Tenemos que organizarnos mejor, teniendo en cuenta el consejo
que Jetró dio a Moisés:
“Elige de entre el pueblo hombres capaces, temerosos de Dios, hombres fieles
e incorruptibles, y ponlos al frente del pueblo como jefes de mil, jefes de
ciento, jefes de cincuenta y jefes de diez.
Ellos juzgarán al pueblo en todo momento; te presentarán a ti los asuntos
más graves, pero en los asuntos de menor importancia, juzgarán ellos. Así se
aliviará tu carga, pues ellos te ayudarán a llevarla (Ex 18, 21-22)”.
Pues bien, Moisés escuchó el consejo de Jetró, su suegro, y le fue bien.
¿Por qué nosotros no hacemos lo mismo? En nuestro caso, el que no aprenda a
organizar el trabajo pastoral, delegando funciones, aunque no pare de
trabajar, de todos modos no alcanza a llegar a todos y no logra satisfacer a
nadie plenamente.
¿Qué sería de la Iglesia, si los pastores se dedicaran a formar a sus
colaboradores más inmediatos, como pueden ser los diáconos permanentes con
sus familias, los dirigentes de los distintos movimientos apostólicos y en
general los laicos más comprometidos? No sé sentirían solos en la tarea de
la evangelización y el pastoreo del Pueblo de Dios. Al mismo tiempo habría
mejor atención pastoral para todos los feligreses, más búsqueda de la oveja
perdida y más satisfacción de parte de todos.
Conclusión
Con el cuento de que “también los demás están evangelizando”, muchos
pastores de la Iglesia se están durmiendo, dejando a la oveja perdida a la
merced del lobo rapaz.
Es tiempo de despertar y lanzarnos al “buen combate” (1 Tim 1,18), con todas
las fuerzas, antes de darnos por vencidos. Cristo y la Iglesia lo exigen. El
pueblo lo reclama. Es hora de hacer realidad el grande sueño de Juan Pablo
II: la Nueva Evangelización.
DOS GRANDES VACÍOS PASTORALES
Un uso adecuado de los medios masivos de comunicación y un contacto personal
con la gente.
Por lo general, con la Nueva Evangelización, que cada día está cobrando más
forma, se nota dentro de la Iglesia un cierto interés hacia la pastoral
sectorial (niñez, juventud, tercera edad, familia, obreros, indígenas, etc.)
y la formación de pequeñas comunidades cristianas con distintas
inspiraciones y matices.
Sin embargo, aún se pueden notar claramente dos grandes vacíos pastorales,
puntualmente aprovechados por las sectas: una adecuada atención hacia las
grandes masas mediante un uso adecuado de los medios masivos de comunicación
(Radio, televisión y prensa) y una atención personalizada hacia el
individuo, dentro de la comunidad y fuera (visitas domiciliarias).
Contacto con las masas
Claro, algo ya se está haciendo en el campo de los medios masivos de
comunicación, pero generalmente se trata de algo esporádico y sin
profesionalismo, dejado en las manos de gente de buena voluntad, que no
cuenta con los recursos económicos necesarios ni con la debida preparación
académica. Ojalá que se tome más conciencia del problema y se empiece a
enfrentarlo con seriedad. Todo es cuestión de sensibilidad y sano realismo.
El aspecto económico viene después. Si hay dinero para otras cosas, puede
haber dinero también para eso.
Atención personal
La otra falla consiste en el descuido sistemático del individuo como tal. En
realidad, dentro de la Iglesia, normalmente se dan relaciones de tipo
masificante, aunque un catequista está hablando a una sola pareja, lo hace
de una forma despersonalizada, como si estuviera hablando a muchas parejas
al mismo tiempo.
¿Y qué decir de los alejados, que casi no tienen contacto alguno con la
Iglesia institucional o con católicos comprometidos? Viven a la deriva. A
ver quién los pesca. Y por ciento hay buenos pescadores en asecho. Lástima
que no son de los nuestros.
Así que, tenemos que movernos más ser más creativos. No dejar la cancha
libre a la competencia, por omisión, cobardía o pesimismo. Sin duda, entre
nosotros, hay gente buena que puede dar mucho a la Iglesia. Sólo se trata de
tener ideas claras y seguir dándole duro para despertar a ese gigante
adormecido, que es la Iglesia Católica, y dentro de ella, más directamente,
al laicado.
Ni oro ni plata:
LA FUERZA DE LA PALABRA
Hay tiempo y medios para todo. Para transmitir la Palabra, no hay ni tiempo
ni medios. Es que la Palabra no rinde. Falta de fe.
Románticos trovadores del siglo XX
Recorriendo los distintos países del continente americano, tengo la
impresión de que pocos creen en la “Fuerza de la Palabra”. Por lo general,
al hablar de “Misiones” y “Misioneros”, todos piensan en “oro y plata”, para
realizar “obras”.
Al verme con mochila y huaraches (sandalias), rodeado de pobres campesinos
vueltos en “misioneros populares”, muchos se quedan escépticos acerca del
éxito de la misión, como pensando: “¿Y así ustedes creen que van a realizar
la misión?”.
En realidad, los Apóstoles de la Palabra parecemos unos románticos
trovadores de la Edad Media, catapultados en el mundo misionero del siglo
XX, algo ridículos, como ridículo tenía que parecer David frente a Goliat,
con una honda en la mano y una enorme gana de luchar por el pueblo.
Claro que, poco a poco, los escépticos empiezan a ponerse algo nerviosos
frente a la eficacia de este nuevo tipo de “competencia”, de casa en casa,
con la Biblia en la mano, un cantoral y algún folleto de explicación.
¿No será el miedo a enfrentarse cara a cara con el poder de la Palabra, eje
fundamental de la predicación apostólica?
No tengo ni oro ni plata; pero lo que tengo te lo doy: en el nombre de
Jesucristo, el nazareno, levántate y anda (Hech 3,6).
En nuestro caso, lo único que podemos compartir es el pan de la Palabra y
nuestro enorme deseo de servir a Dios y a los hermanos, como los antiguos
pescadores de Galilea vueltos en Apóstoles de Cristo. Y sin embargo, la
gente nos escucha y queda fortalecida en la fe. Es que la misión auténtica
tiene poco que ver con el dinero:
No lleven ni oro, ni plata, ni bolsas, ni alforjas para el camino, ni dos
túnicas, ni sandalias, ni bastón; porque el obrero merece su sustento (Mt
10, 9-10).
¡Qué diferencia con la misión de hoy, en que se piensa que, sin dinero, no
se puede hacer nada y que es necesario ayudar económicamente para ser
escuchados.
Dinero y seguridad
Es triste notar como lo primero que preguntan todos (me refiero a gente de
Iglesia) es: “¿Quién sostiene la obra? ¿Dónde tienen su casa? ¿Cómo se
mantienen?” Como siempre dinero y seguridad. Entrega a Dios, claro, pero
siempre con los pies bien puestos sobre la tierra: Dios y el dinero.
“¿Qué pasa, cuando se enferman?”, preguntan. “¿Y para la ancianidad, qué
tienen previsto?”. Parecen todas preguntas sensatas, destinadas a evitar
entusiasmos pasajeros y asegurar bases firmes y duraderas, cuando en
realidad son el reflejo claro de la desconfianza en el amor del Padre, que
se preocupa por el bien de sus hijos.
No se preocupen diciendo: ¿Qué vamos a comer?, ¿qué vamos a beber?, ¿con qué
nos vamos a vestir? Por todas esas cosas se afanan los paganos. Su Padre
celestial ya sabe que necesitan todo eso. Busquen primero su Reino y su
justicia, y todas esas cosas se les darán por añadidura (Mt 6, 31-34).
Gracias a Dios, la experiencia nos enseña que todo eso es cierto y que nunca
nos ha faltado lo necesario para vivir y anunciar la Palabra en todos los
países del continente americano, hasta en los más pobres. Otro dato
importante: los pobres son los que más comprenden al pobre y saben
compartir.
Claro que especialmente al principio, muchas posibles vocaciones quedan
fácilmente frustradas frente a estos cuestionamientos, prefiriendo el
cuartito con agua caliente y fría, el coche, la misa diaria y tantas cosas
más a una vida de eternos peregrinos, sin ninguna seguridad humana y siempre
expuestos al peligro. Es que el seguimiento de Cristo nunca ha sido fácil:
Las zorras tienen madrigueras y las aves del cielo nidos; pero el Hijo del
hombre no tiene donde reclinar la cabeza (Lc 9,58).
Palabra y promoción humana
No faltan los pretextos para justificarlo todo: “El hombre no es solo
espíritu. Es alma y cuerpo. En la evangelización hay que tener presentes los
dos aspectos. De otra manera, no sería completa. Además, no se puede
predicar a uno que tienen el estómago vacío. Primero hay que llenarle el
estómago y después hay que hablarle de Dios”.
Por eso se ha tratado de unir siempre la Palabra de Dios con el colegio, el
dispensario médico, el kinder, el asilo de ancianos, etc. Pero, ¿qué ha
pasado? Que poco a poco se ha privilegiado lo material con relación a la
espiritual, dejando a un lado la Palabra de Dios, hasta volverse en
“expertos” en educación, salud y todo lo demás y eternos aprendices con
relación a la Palabra. Y lo que es peor, poco a poco se empezó a dejar a los
pobres por los pudientes. El pretexto: “También ellos son pobres
espiritualmente; hay que atenderlos”.
Palabra y testimonio
Es evidente que no se puede evangelizar sin testimonio. Sin embargo, no hay
que absolutizar el testimonio en detrimento de la Palabra. Donde no se puede
hablar abiertamente del Evangelio, hay que limitarse al testimonio; pero,
donde se puede hablar, hay que hablar.
Si confiesas con tu boca que Jesús es el Señor y crees en tu corazón que
Dios lo resucitó de entre los muertos, serás salvo (Rom 10,9).
También aquí, de hecho, ¿qué ha pasado? Que se ha querido transportar a
América Latina un estilo propio de ciertos países europeos (Francia, por
ejemplo), donde, a mitad de este siglo, se llegó a la convicción de que hoy
no es conveniente “hablar” del Evangelio (¿quién no recuerda la experiencia
de los curas obreros en Francia?) y que la única manera de llegar a la gente
consiste en vivir el Evangelio y testimoniarlo con la vida.
Bueno. Tal vez esto será cierto allá (yo lo dudo), pero no aquí. Entonces,
¿por qué tratar de transportar a un país la problemática y la experiencia de
otro tan diferente? En realidad, gracias a Dios, aquí se puede hablar
abiertamente de Dios. ¿Por qué no hablar, entonces? Aquí el pueblo tiene
hambre de pan y hambre de la Palabra de Dios.
No solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de
Dios (Mt 4,4).
¿No lo hacemos nosotros? Otros se encargarán de hacerlo (las sectas) a su
manera, dándonos una prueba clara de que sí se puede y se debe hablar de
Dios.
Palabra y sacramentos
Todos sabemos que la Palabra lleva al sacramento y sin Palabra el sacramento
pierde gran parte de su eficacia. Sin embargo, por falta de organización,
falta de personal y tantas cosas más, el hecho es que se cayó en el
sacramentalismo; ritos al por mayor, sin una verdadera participación de
parte del pueblo.
Así que, por lo visto, en toda la vida de la Iglesia, poco a poco la Palabra
se ha vuelto en la cenicienta, siempre en el último lugar. Por lo tanto, es
tiempo de reaccionar y poner la Palabra en el lugar que le corresponde. Es
tiempo de hacer realidad el grande mandato de Cristo:
Vayan por todo el mundo y prediquen mi Evangelio a toda creatura (Mc 16,15).
Expertos en la Palabra
Es lo que necesitamos hoy con urgencia. Como hay expertos en sacramentos,
educación, salud, niños, jóvenes, ancianos, etc., ¿por qué no tiene que
haber “expertos” en comunicar la Palabra de Dios, a secas, sin mezclarla con
otras cosas, que con el tiempo se vuelven en prioritarias, dejando la
Palabra en la penumbra o eliminándola completamente?
En realidad, todos somos Iglesia y el testimonio global es de la Iglesia
como tal, no de las distintas instituciones tomadas una por una. Teniendo
presente esto, no todos estamos llamados a trabajar en todo, sino cada uno
en lo suyo, haciendo bien lo que hace y tratando de colaborar con los demás.
Es la doctrina del Cuerpo Místico de Cristo, llevada a la práctica de la
Evangelización.
A cada cual se le otorga la manifestación del Espíritu para provecho común
(...). Si todo fuera un solo miembro, ¿dónde quedaría el cuerpo? Ahora bien,
son muchos los miembros, mas uno el cuerpo (1 Cor 12, 7.20).
Ahora bien, lo que hoy se necesita en la Iglesia es el desarrollo de un
ministerio especial, abocado a la transmisión de la Palabra de Dios a todos
los niveles, para que la Palabra de Dios llegue a todos, creyentes y no
creyentes, y sea levadura para un cambio a nivel personal y social. Que por
lo menos la Biblia se vuelva en el libro de cabecera de todo católico.
“¿Dónde encontrar los medio económicos para subsistir y al mismo tiempo
desarrollar este tipo de apostolado?” Nuestra experiencia nos enseña que
esto es posible. Sin tantos lujos, evidentemente, y con un gran espíritu de
sacrificio.
Cambio de mentalidad
Hoy es necesario un cambio de mentalidad con relación al papel de la Biblia
en la vida del cristiano y de la Iglesia en general. No bastan los
documentos oficiales ni las exhortaciones. Se necesita crear toda una
cultura alrededor de la Palabra de Dios, acerca de su eficacia, la manera de
vivirla y transmitirla.
Una vez superados los obstáculos señalados anteriormente, evitando de
mezclar la Palabra de Dios con tantas otras cosas, es necesario buscar
caminos concretos para llegar a todos y en la manera más oportuna.
El papel del laicado
Gracias a Dios, en esta línea ya algo se está moviendo dentro de la Iglesia.
Por lo que se ve, en este aspecto el laicado lleva la delantera. Es que, al
no contar con otros recursos, en la Palabra de Dios ha encontrado el
alimento espiritual que necesita. Al mismo tiempo, al estar más cerca de los
hermanos “débiles en la fe” y al tomar conciencia de su angustia por falta
de luz, es el que más está luchando por llevar a todos la misma Palabra.
Ojalá que, frente a este realidad, el clero y la vida religiosa revisen sus
pociones, haciendo una atenta evaluación de los compromisos que ya tienen,
para dar más cabida a la Palabra en su vida y su ministerio. O se van a
quedar rezagados, como aquel hijo que dijo sí y después no fue (Mt 21,
28-32).
Palabra de Dios, entrega a Cristo, experiencia de Dios y misión
LAS CUATRO BANDERAS
DE LAS SECTAS
Si las sectas avanzan, es por algo. ¿Qué pasará el día en que les
arrebatemos sus grandes banderas? Se desplomarán, habiendo cumplido con su
misión, que es la de despertar al gigante adormecido, la Iglesia Católica.
Estábamos acostumbrados a un catolicismo de masa, cuya mayoría era
religiosamente indiferente y apática. Nos parecía que este era el destino de
la religión: ir cada día más relegándose a las sacristías con grupitos de
incondicionales frente a una masa amorfa e indiferente.
¿Y qué pasó? Que con la explosión de las sectas nos dimos cuenta de que
nuestros análisis no era correcto. De pronto los apáticos se volvieron
activos y entusiastas. Pues bien, ¿a qué se debe este cambio?
Primera bandera:
La Palabra de Dios es para todos
Pensábamos que la Palabra de Dios era algo difícil, reservada a los
seminarios, los conventos y las escuelas de teología. Para el pueblo
sencillo eran suficientes el catecismo y el devocionario.
Pues bien, llegaron las sectas y demostraron que no es así. La Biblia es
para todos: niños y adultos, eruditos e ignorantes. El pueblo corrió tras
ellos en busca de alimento espiritual más sólido y genuino. Y nosotros, la
Iglesia de Cristo, nos quedamos atrás, con nuestro tesoro bien cuidado.
Poseyendo la plenitud de la verdad, la escondimos. Los demás, abriendo la
Biblia, dieron la impresión de contar con riquezas más grandes que las
nuestras. Y muchos se fueron con ellos.
¿Qué pasará el día en que nosotros católicos pongamos la Biblia en el lugar
que se merece, volviéndose en el principal alimento espiritual de todo
creyente, empezando desde los niños que apenas se abren a la fe?
Segunda bandera:
La entrega a Cristo es para todos
Nosotros católicos pensábamos que la entrega personal a Cristo era solamente
para los sacerdotes y las religiosas. Pues bien, llegaron las sectas y nos
abrieron los ojos, recordándonos que la entrega a Cristo es para todos, una
entrega consciente y definitiva a El como el único Salvador y Señor de la
propia vida. Algo realmente entusiasmante y sencillo al mismo tiempo, al
alcance de todos, que da sentido pleno a la vida y crea la conciencia de una
igualdad esencial entre todos los miembros del pueblo de Dios.
¿Qué pasará el día en que entre nosotros católicos todo esto se vuelva
“ley”, eliminando en los laicos aquel profundo complejo de inferioridad, que
los atrapa y les impide elevarse hacia las cumbres de la santidad y el
compromiso apostólico?
Tercera bandera:
La experiencia de Dios es para todos
Para muchos católicos sencillos, Dios es un ser familiar, con el cual tienen
un trato continuo y amoroso, que da una profunda serenidad a la propia
existencia. El problema está en que no tienen una conciencia clara acerca
del “tesoro” que poseen.
Al contrario, las sectas buscan a propósito este tipo de experiencia y hacen
alarde de ella, utilizando los recursos más variados: oración, ayuno, canto,
testimonio, etc. Saben que se trata de un tesoro que se tiene que encontrar
a como dé lugar, y, al encontrarlo, o tener la impresión de haberlo
encontrado, sienten la obligación de comunicar a otros la buena nueva,
creando en la comunidad un clima de euforia contagiosa.
¿Qué pasará el día en que entre nosotros católicos esa búsqueda se vuelva
“ley”, haciendo del Dios lejano el Dios amigo e inseparable?
Cuarta bandera:
La misión es para todos
El que encontró a Dios y quedó marcado por esta experiencia, no puede quedar
callado. Para él la misión se vuelve en el paso obligado. Si a esto se añade
una mística particular y un sistema de “conquista” bien planeado, no hay que
extrañarse de los resultados.
¿Qué pasará el día en que en el mundo católico la búsqueda constante de la
oveja perdida se vuelva en un estilo normal de acción pastoral contando con
una mística y una metodología específica con miras a recuperar a los
alejados?
Lástima que aún estamos muy lejos de poder vislumbrar este cambio, empezando
por los seminarios y las casas de formación para religiosas. Ni modo. Le
tocará al laicado dar este paso tan importante en la vida de la Iglesia,
como ya está pasando con muchos movimientos apostólicos.
De todos modos, el día en que esto suceda, podremos decir con toda razón:
“¡Benditas las sectas que vinieron a despertarnos!”.
Papel de las sectas
En realidad, este es el papel de las sectas: poner de manifiesto ciertas
deficiencias presentes en la Iglesia y tratar de dar una respuesta. En la
medida en que su análisis es correcto y su respuesta acertada, las sectas
avanzan.
Hasta que la Iglesia no tome conciencia de sus cuestionamientos y no les
arrebate sus mejores banderas. Entonces las sectas se desplomarán habiendo
cumplido con su misión, que consiste precisamente en despertar al gigante
adormecido, que es la Iglesia Católica.
Lo mismo sucedió con el marxismo. Su misión consistió en despertar al mundo
capitalista acerca del problema de la justicia social. Cumplida su misión,
desapareció de la escena mundial. Lo que les deseamos a las sectas de todo
corazón.
LA INFORMACIÓN RELIGIOSA
El Nuevo Nombre de la Apologética
No todo es lo mismo. Hay mucha diferencia entre un grupo y otro. Pero, ¿qué
pasa, cuando nadie está capacitado para ofrecer una orientación oportuna en
el momento de la duda?
Ciertamente en el cambio religioso de mucha gente juega un papel muy
importante el desconocimiento de la identidad del grupo al que uno pertenece
y de los demás grupos que solicitan su nueva adhesión. Es un hecho que todos
se presentan “disfrazados” bajo un manto de santidad y pureza de
intenciones, haciendo alarde de un saber superior y un poder sobrenatural
excepcional.
Curiosidad e ingenuidad
El católico normal, sin una preparación específica al respecto y animado por
un espíritu de sinceridad (ingenuidad), no sospecha que hasta en el campo
religioso pueda haber algún peligro de engaño o segundas intenciones. Por
eso, fácilmente acepta escuchar a tal o cual predicador o creyente de un
culto diferente o participar en algún encuentro o acto religioso.
“Puesto que todos hablan de Dios —piensa— ¿qué peligro puede haber? Cuando
se trata de conocer a Dios, nunca es demasiado”.
Según él, allá tendrá una oportunidad más para profundizar su fe, conociendo
algún aspecto nuevo o no manejado suficientemente en la propia Iglesia.
Piensa que en el fondo, todas las Iglesias buscan lo mismo, es decir la
salvación del hombre, llevándolo hacia Dios: Iglesia Católica, Iglesia
pentecostal, Iglesia Anglicana, Iglesia Gnóstica, Iglesia de la
Cientología... Iglesia satánica. Bueno, cuando se trata de la Iglesia
satánica, el juego se hace demasiado evidente y no es tan fácil que uno
caiga en la trampa.
Pero, ¿qué pasa cuando se trata, por ejemplo, de la Iglesia Gnóstica? ¿Qué
le impide a uno acercársele para conocer y experimentar algo nuevo? Parece
una curiosidad sana y legítima, una actitud altamente positiva para avanzar
en cualquier campo. ¿Por qué no aventarse?
Y se avienta y la curiosidad aumenta. Un mundo desconocido y fascinante se
abre delante de sus ojos: nuevos conocimientos, poderes mágicos, valores
diferentes... Hasta que surge una cierta turbación. Tiene la impresión de
que todo su viejo mundo se está derrumbando, poniéndolo al borde de un
precipicio, frente a un vacío enorme.
Duda
Entonces, surge la duda: “¿Ando bien o ando mal? ¿Qué hago? ¿Sigo adelante o
retrocedo?” Es el momento en que se hace urgente una adecuada “información”
acerca del origen del nuevo grupo religioso, sus contenidos básicos (una
mezcla entre cristianismo, magia, esoterismo y ocultismo), su historia llena
de luchar internas y divisiones, el testimonio casi siempre ambiguo de sus
fundadores y dirigentes.
Pues bien, comparando todo esto con el origen, los contenidos y la historia
de la Iglesia Católica, rápidamente se descubre la verdad.
Pero, ¿qué pasa, cuando en la parroquia o en el grupo apostólico, al que uno
pertenece, nadie sabe algo al respecto? Ahí está el problema.
Conclusión
¿No les gusta la palabra “apologética”, por tener un sabor a rancio?
Entonces, que usen otra más moderna y llamativa: “información religiosa”.
Pero, hagan algo, por favor, para ayudar al católico “ingenuo”, que se
encuentra acorralado por un montón de sirenas, sin saber a cuál hacerle caso
o al católico que ya se encuentra al borde del precipicio en espera de una
mano amiga que lo salve.
Sin duda, si el auxilio llega a tiempo, el drama tendrá un buen fin. De otra
manera, se volverá en tragedia. Y es lo que está pasando a menudo, bajo las
narices de tantos católicos “comprometidos” que no mueven ni un dedo para
ayudar al hermano en peligro de perder la fe.
DIÁLOGO SOBRE LAS IMÁGENES
Para presentar en una forma amena la respuesta a los ataques de las sectas,
la dramatización representa un recurso didáctico de suma importancia. A
continuación se proporcionan los elementos básicos para un “diálogo” sobre
el tema de las imágenes. Dependerá de cada quien, después, añadir y
dosificar oportunamente sus propios ingredientes para que el “caldito”
resulte lo más sabroso posible.
Imágenes e ídolos
¿Por qué ustedes católicos usan las imágenes, puesto que la Biblia las
prohibe?
No te hagas estatua ni imagen alguna de lo que hay arriba, en el cielo,
abajo, en la tierra, y en las aguas debajo de la tierra (Ex 20,4).
Aquí la Biblia no se está refiriendo a cualquier tipo de imágenes, sino a
los ídolos. Para ustedes ¿es lo mismo imagen o ídolo?
Claro que es lo mismo.
Aquí está el error. Para nosotros católicos no es lo mismo. Existe una
grande diferencia entre una imagen y un ídolo. Para nosotros imagen es
cualquier tipo de figura o representación de alguien o algo mientras ídolo
es un falso dios, una imagen o una estatua considerada como dios, con vida y
poder (Sab 13-15), que se pone en el lugar de Dios, como en el caso del
becerro de oro (Ex 32, 1).
Pues bien, en Ex 20, 4 la Biblia se está refiriendo a los ídolos y no a
cualquier tipo de imagen, como las que tenemos nosotros ahora. De hecho, en
el versículo anterior se habla claramente de “otros dioses”.
No habrá para ti otros dioses delante de mi (Ex 20,3).
De todos modos, en la Biblia no encontramos ninguna imagen. Siempre se habla
en contra de las imágenes.
No es cierto. La misma Biblia presenta casos, en que Dios mismo ordenó
construir alguna imagen.
Asimismo, harás dos querubines de oro macizo, labrados a martillo, y los
pondrás en las extremidades del Lugar del Perdón, uno a cada lado (Ex
25,18).
Moisés habló por el pueblo y Yavé le respondió: “Haz una serpiente de
bronce, ponla en un palo y todo el que la mire, sanará” (Núm 21,8).
Sin embargo, después la serpiente de bronce fue destruida.
Suprimió los santuarios de lomas, quebró las piedras paradas y cortó los
troncos sagrados.
También destruyó la serpiente de bronce que Moisés había fabricado en el
desierto, pues hasta ese tiempo, los israelitas le ofrecían sacrificios y la
llamaban Nejustán (2 Re 18,4).
¿Por qué fue destruida? Por el hecho que se volvió en un ídolo y se le
empezó a rendir culto, imitando a los paganos.
Adorar y venerar
Y es precisamente lo que ustedes católicos hacen con las imágenes y las
estatuas: las llevan en procesión, las besan, les ponen flores y velas, se
arrodillan delante de ellas, etc. Y esto es malo, puesto que, haciendo esto
las están adorando.
Son tontos los que llevan en procesión una estatua de madera y rezan a un
dios incapaz de salvarlos (Is 45,20).
Otra confusión entre adorar y venerar. Para usted, ¿es lo mismo adorar y
venerar?
Claro que es lo mismo.
Para nosotros católicos no es así. Para nosotros, adorar es reconocer a una
persona o un objeto como ser supremo, creador y dueño de todo; venerar es lo
mismo que respetar. Así que nosotros católicos adoramos solamente a Dios, un
solo Dios (Mt 4,10); mientras veneramos todo lo que está relacionado con
Dios, como por ejemplo las imágenes del mismo Jesús, la Virgen y los Santos.
Por lo que se refiere a la manera práctica de realizar la “adoración” o la
“veneración”, todo depende de la cultura de cada pueblo y la manera de
entender de cada persona. Para nosotros por ejemplo, besar, ofrecer flores,
llevar en procesión ... no es lo mismo que adorar. ¿Nunca usted besó a
alguna persona o le llevó flores?
Es que los católicos se ponen de rodillas delante de las imágenes y esto
está prohibido por la Biblia.
No te postrarás delante de ellas (Ex 20, 5).
Cuando Pedro entraba, salió Cornelio a su encuentro y cayó postrado a sus
pies.
Pedro lo levantó diciéndole:
“Levántate, que también yo soy hombre” (Hech 10, 25 - 26).
Todo depende de lo que uno piensa, cuando se pone de rodillas delante de una
persona o un objeto sagrado. Evidentemente, si uno piensa hacer un acto de
adoración, como en el caso de Cornelio que confundió a Pedro con un dios,
entonces es malo; sin embargo, si uno con aquel acto quiere solamente
manifestar su respeto, entonces no es malo.
Todo esto está muy claro en la Biblia, donde encontramos casos de personas
que se ponen de rodillas delante de otras personas, llevan en procesión el
arca de la Alianza y se postran delante de ella.
Llegó hasta el hombre de Dios y se abrazó a sus pies (2 Re 4, 27).
David y toda la casa de Israel hacían subir el Arca de Yavé entre clamores y
resonar de cuernos (2 Sam 6,15).
El Arca de Yavé dio la vuelta a la ciudad (Jos 6,11).
Entonces Josué y todos los jefes de Israel permanecieron postrados delante
del Arca de Yavé hasta la tarde (Jos 7,5).
¿Para qué sirven las imágenes?
De todos modos, las imágenes no sirven para nada, como vemos claramente en
la Biblia.
Los ídolos de los paganos son oro y plata, obras de manos humanas.
Tienen boca y no hablan; ojos pero de ciegos, oídos que nada oyen, y en su
boca no hay aliento.
Así como son ellos, así serán sus autores y todo el que confíe en ellos (Sal
13, 15-18).
No restituyen la vista a ningún ciego ni sacan de la miseria a nadie (Bar
6,36).
Bueno, aquí se está hablando de los “ídolos de los paganos”, no de las
imágenes que tenemos nosotros, es decir, de Jesús Crucificado, la Virgen
María, San Martín de Porres, etc.
Cuando yo empecé a estudiar la Biblia, quise comprobar si esto es cierto: me
acerqué a una estatua, le pase la mano delante de los ojos y no me volteó a
ver.
Claro; nadie piensa que una imagen o una estatua mueve los ojos o camina. Si
algún día pasara esto, correríamos espantados. Sencillamente, las imágenes y
las estatuas de los santos son como las fotografías o los retratos de un ser
querido. Sirven para acordarnos de Jesús, la Virgen y los Santos. Al mismo
tiempo, les pedimos a Jesús, la Virgen y a los santos (no a sus imágenes o
estatuas), que nos ayuden a vivir el Evangelio y alcanzar la salvación.
¿Qué hay que hacer con las imágenes?
Para alcanzar la salvación, basta escudriñar las Escrituras y cumplir lo que
mandan. No se necesita ninguna imagen o estatua. Lo que dice la Biblia con
relación a las imágenes, es muy claro. Hay que quemarlas. Yo por mi parte
las quemé todas, cuando conocí la Palabra de Dios.
Quemarán las esculturas de sus dioses (Dt 7,25).
Otra vez lo mismo. ¿Es posible que no se da cuenta de que aquí se está
hablando de los ídolos y no de nuestras imágenes? De todos modos, ¿está
seguro de que realmente usted quemó “todas” las imágenes que tenía?
Claro que sí.
¿Acaso no tendrá su cédula o credencial?
Claro que sí. Aquí está.
Y la foto que está aquí, ¿no es una imagen? Si usted quemó todas las
imágenes, ¿por qué no quemó también esta foto? Además, ¿por qué no quemó
también todos los billetes que tiene, puesto que todos los billetes tienen
la imagen de alguna gente famosa?
¿Nunca ha reflexionado sobre el hecho que también usted está hecho a imagen
de Dios (Gen 1,26)? ¿Qué habría que hacer con usted: quemarlo? Entonces,
¿por qué tanto odio contra las imágenes?
Visitas Domiciliarias
Un método eficaz para cumplir con la orden de Cristo de ir por todo el mundo
a predicar el Evangelio (Mc 16,15).
Las visitas domiciliarias son un método de evangelización. Es evangelizar de
casa en casa; es cumplir con la orden de Cristo de ir por todo el mundo a
predicar el Evangelio a toda creatura (Mc 16,15), a ejemplo de los Apóstoles
que “todos los días enseñaban y anunciaban en el templo y en las casas la
Buena Nueva de Cristo Jesús” (Hch 5,42).
Por lo tanto, todos los católicos más comprometidos, sobre todo los agentes
de pastoral, deben ser entrenados para esta labor, que por experiencia es de
mucha eficacia. Las visitas deben ser graduales. Es por eso que proponemos
llevarlas a cabo en tres niveles (etapas). Cada nivel consta de cinco
visitas con su tema correspondiente. Además, normalmente son dos personas
que realizan las visitas.
Niveles
Primer Nivel
Los temas para las visitas pueden tomarse del libro “La Iglesia Católica y
las sectas; Preguntas y respuestas”, de nuestras ediciones.
Visitas Temas
No. 1 La verdadera Iglesia de Cristo (pp. 5-14).
No. 2 El Bautismo (pp. 49-51).
No. 3 La Jerarquía en la Iglesia (pp. 15-19).
No. 4 La Virgen María y los "hermanos" de Jesús
(pp. 69-70).
No. 5 Las Imágenes (pp. 71-73).
Segundo Nivel
Los temas pueden tomarse del folleto “Catecismo Bíblico para adultos”, de
nuestras ediciones.
Visitas Temas
No. 1 Lo que Dios ha hecho por nosotros (pp. 3-7).
No. 2 El hombre (pp. 9-15).
No. 3 Jesucristo (pp. 15-17).
No. 4 Volver a Dios (pp. 18-21).
No. 5 Las Bienaventuranzas (pp. 43-47).
Tercer Nivel
Los temas pueden tomarse del folleto “Siguiendo las huellas de Cristo”, de
nuestras ediciones.
Visitas Temas
No. 1 Dios te ama (pp. 9-13).
No. 2 El pecado (pp. 15-18).
No. 3 La fe (pp. 20-22).
No. 4 El arrepentimiento (pp. 29-38).
No. 5 Aceptar y entregarse a Cristo (pp. 63-70).
Como se ve, los temas empiezan por fundamentar la fe de los católicos,
aclarando posibles dudas, para pasar a una reflexión sobre el ser cristiano
y concluir con una perspectiva de conversión.
II Como realizar las visitas domiciliarias
1.- Saludo inicial y diálogo
* Si la persona está ocupada en algún trabajo:
— ¡Buenos días! (O ¡Buenas tardes!, según sea el caso). Perdone que le
interrumpamos en su trabajo, ¿podría atendernos un momento, por favor?
* Si la persona está descansando:
— Perdone que le interrumpamos en su descanso, ¿podría atendernos un
momento, por favor?
* Posible respuesta:
— ¿Qué se le ofrece?—
— Permita que nos presentemos. Mi nombre es... (también el otro se
presenta). Somos catequistas de la Iglesia Católica y le traemos un mensaje
de parte de la parroquia... Como usted verá, existen muchos grupos
religiosos y cada uno va enseñando su doctrina y esto ha causado una gran
división a nivel religioso, familiar y social. Además, muchas personas ya no
saben ni a quién creerle, pues no saben cuál es la Iglesia que está en la
verdad. Es por eso que es necesario conocer cuál es la verdadera Iglesia
fundada por Jesucristo y así saber cuál tiene la verdad. De eso deseamos
hablarle un momento...
2.- Tema
1.- Cristo fundó una sola Iglesia... (Inicia el tema).
3.- Al terminar el tema
— Oración breve.
— Despedida:
(www.clerus.org)