Instrucción Pastoral sobre el 'New Age' Por Monseñor Norberto Rivera, Arzobispo Primado de México
Introducción
Se acerca el fin del milenio y, con él, la celebración del gran jubileo de
dos mil años de la Revelación viva y definitiva de Dios a la humanidad. La
encarnación de Jesucristo, único Redentor del hombre, ha sido, es y seguirá
siendo el punto de referencia para vislumbrar el sentido de la historia y
para definir la meta final hacia la cual está encaminada toda la creación.
La promesa esperanzadora del Hijo de Dios: "Sabed que estaré con vosotros
siempre, hasta el fin de los tiempos" (Mt 28, 20), parece haberse hecho de
forma particular para los tiempos actuales que vive el mundo. En nuestros
días se levanta algo así como una imploración colectiva al Dios del universo
que supera las fronteras de raza, cultura y religión para que él se haga
presente entre los hombres; para que él ilumine nuestros pasos y nos libere
de la confusión o incertidumbre, de la injusticia y del miedo que oscurecen
el horizonte.
¡Con cuánta fuerza se expresa este deseo en nuestra patria hoy día! ¿Acaso
en alguna otra época de la historia de México se ha visto más ingente e
insuperable el cúmulo de problemas y desafíos que hoy nos afrontan? ¿En qué
otro momento hemos tenido tanta necesidad de una esperanza fundada en la
providencia de Dios que despeje las hondas preocupaciones de nuestro pueblo?
No cabe duda de que la situación actual de nuestro país -social, económica,
política, moral y religiosa- exige a gritos una respuesta de la Iglesia
fundada por Cristo para orientar a los fieles y restaurar la confianza y la
paz en el corazón de todos los hombres de buena voluntad.
En este sentido el Papa, en la carta apostólica Tercio milenio adveniente,
se refiere al inicio del año 2000 como un nuevo adviento para la humanidad
en el que la figura de Cristo se coloca de nuevo en el centro de las
aspiraciones del hombre.1 La Iglesia redobla su esfuerzo para anunciar a
este Cristo que "es el mismo ayer, hoy y siempre (Hb 13, 8) y así ayudar a
la humanidad a "cruzar el umbral del tercer milenio como umbral de auténtica
esperanza".2
El "New Age" y la falsa esperanza
Si el fin del milenio trae consigo un acentuado anhelo de rotura con los
profundos males que afligen al mundo, puede también propiciar la difusión de
falsas esperanzas y promesas ilusorias. En nuestros días se ha suscitado por
enésima vez el espíritu del milenarismo, es decir, la anticipación de una
nueva era inminente, de un cambio radical o instantáneo que pondrá fin al
presente estado de las cosas.
Quizá la expresión humanamente más atractiva pero, a la vez, más ambigua y
cuestionable de esta tendencia milenarista es lo que se llama comúnmente el
movimiento del New Age. Al contrario de lo que las sectas de corte
adventista prevén para el fin del milenio (un desenlace catastrófico cuyos
sobrevivientes serán exclusivamente miembros de su propio grupo), el New Age
pregona una edad de oro para toda la humanidad. El New Age es la creencia en
el inicio de un mundo cualitativamente diverso y mejor que éste. Este paso
evolutivo traerá consigo una iluminación de la conciencia de los hombres.
Desvanecerá nuestra percepción fragmentada de la realidad y, supuestamente,
veremos el universo entero como es: un todo vivo y único del cual nosotros
mismos no somos más que una parte.
Todo el mensaje del New Age se reviste de un optimismo desbordante y resalta
lo positivo, lo fácil y lo inmediato de la transformación que propone. No es
de maravillarnos, por tanto, que precisamente en estos años, su difusión a
nuestro alrededor haya sido tan amplia. Por todas partes observamos que las
librerías, las tiendas, los cursos y talleres, los retiros espirituales, las
películas y los programas de televisión que promueven los contenidos y
valores del New Age se multiplican. Sus ideas, sus campañas de
concienciación y su espiritualidad aparecen en los salones escolares de
nuestros niños e incluso en la predicación y enseñanza religiosa de
instituciones católicas con creciente frecuencia.
Respecto a esto, el Papa Juan Pablo II advirtió claramente a un grupo de
obispos hace poco:
"Las ideas del New Age a veces se abren camino en la predicación, la
catequesis, los congresos y los retiros, y así llegan a influir incluso en
los católicos practicantes que tal vez no son conscientes de la
incompatibilidad de esas ideas con la fe de la Iglesia".3
La rápida difusión del "New Age"
No es sólo la cercanía del fin del siglo que estimula este interés
generalizado en el New Age. Entre otros muchos podemos señalar cuatro
factores que han facilitado su rápida expansión:
1. El rápido proceso de globalización en todos los campos del actuar humano
Apoyado por los asombrosos sistemas de informática y comunicación, el hombre
tiene contacto inmediato con ideas y estilos de vida antes desconocidos. Los
contactos y las opciones se multiplican casi al infinito. Las certezas y los
valores de la propia cultura corren el riesgo de relativizarse si esta nueva
apertura no va acompañada de un discernimiento bien fundado en la fe y en el
rigor lógico.
2. La agresiva comercialización de todos los aspectos de la vida humana
El poder de los mass media de crear la moda y de imponer estilos de vida
hace muy vulnerables al hogar y a la sociedad, tradicionalmente fundados en
principios humanos y espirituales arraigados en el cristianismo. Todo se
cuantifica; se valoran las cosas en función de su utilidad: cuanto más
inmediato el resultado, más rentable el sistema, etc. Esta actitud ha
invadido el campo del alma humana dando como fruto un supermercado de
religiones y de alternativas espirituales, sin mucha preocupación por su
veracidad o coherencia intrínseca.4
3. El destierro de la fe del horizonte del saber humano
Casi tres siglos dominados por diversas formas de racionalismo filosófico,
la exaltación de las ciencias empíricas y la difusión de la mentalidad
positivista han logrado relegar la fe y la teología al campo del sentimiento
o, en el mejor de los casos, de la opinión personal. Lo real, lo objetivo y
científico sería lo que se produce en laboratorio o lo que se puede medir
con gráficas y estadísticas. La religión termina siendo cuestión de
preferencia subjetiva sin ningún lazo esencial con la verdad. Estando así
las cosas, todas las religiones y todos los caminos espirituales resultan
iguales..., es decir, igualmente irracionales e irrelevantes.
4. La insaciable sed del ser humano de una trascendencia que dé sentido a su
vida
Como reacción contra todo lo anterior, a lo largo de los últimos treinta
años, el mundo entero se ha sacudido por una búsqueda de experiencia
espiritual sin precedente. Tanto los pueblos que sufrieron largos años el
socialismo materialista como las naciones libres, cautivas de un bienestar
egoísta, han visto resurgir la eterna tendencia del alma humana hacia la
trascendencia. Pero por la confusión doctrinal y moral de nuestra época y el
desencanto cada vez mayor ante las formas religiosas tradicionales, el fruto
más inmediato del nuevo despertar religioso ha sido la proliferación de las
sectas, la fuga a los cultos naturalistas y mágicos, la popularidad de la
espiritualidad oriental y el refugio en la religiosidad individual y
personalista.
Las creencias del "New Age"
Contra este fondo se alza la sombra del New Age. No es una secta, ni una
religión. No es una organización única, ni sigue lineamentos unánimes y
universales. No es ni ciencia ni filosofía, aunque se encubre con argumentos
pseudo-científicos y discursos confusos que combinan ideas filosóficas y
teológicas de cierta originalidad.
A veces se habla del New Age como un movimiento para señalar su naturaleza
de red o network de muchos individuos y grupos que coinciden en una cierta
visión del mundo y una aspiración común de cambiarlo. Lo que les une no es
una estructura organizativa ni un código de doctrinas bien definidas, sino
una misma mentalidad y una comunicación muy fluida. En este sentido podemos
hablar de ciertas creencias básicas compartidas en mayor a menor medida por
los integrantes del New Age. Así llegaremos a describir un fenómeno tan
vasto y escurridizo que no permite una definición sintética.
1. El ecologismo
La ecología se ha colocado a la vanguardia de la opinión pública y como
causa preferida de las altas esferas políticas, científicas y económicas. El
despertar de la conciencia pública frente a los graves abusos que amenazan
la vida del planeta y las campañas para lograr un clima de cooperación
responsable entre naciones ricas y pobres son un bien necesario y urgente.
La conservación y el respeto a nuestro biosistema son responsabilidad de
todos.5
Sin embargo, el New Age ha desarrollado su propia visión de la relación
entre el hombre y el planeta, a la que a veces se refiere como la ecología
profunda. Se niega la diferencia de fondo entre la existencia humana y la
no-humana. Se habla de una igualdad biocéntrica por la cual una montaña, una
flor o una tortuga tendrían el mismo derecho a la propia realización que un
hombre. Se considera que el cosmos está animado por un espíritu único o
guiado por una conciencia universal de la que el hombre es meramente otro
participante más. Se fomenta el culto religioso a la naturaleza o a la
madre-tierra como si fuera una realidad divina. Se llega a tachar al hombre
de intruso y se le considera una maldición para el cosmos y, en el seno del
movimiento radical "verde", se presiona para lograr de los gobiernos una
legislación que disminuya la población humana y limite el desarrollo
tecnológico para sanar el planeta.
2. El panteísmo
Del ecologismo exagerado nace una especie de espiritualidad planetaria que
quiere "animar" toda la realidad cósmica o dotar a la creación de una fuerza
mágica. Se pierde la noción de un Dios personal, realmente distinto y
superior al mundo creado, en favor de una fuerza divina impersonal que es
todo y que está en todo. Este regreso al panteísmo naturalista, que resultó
definitivamente superado por el evento de la revelación cristiana, encuentra
un apoyo en muchos nuevos movimientos religiosos de origen oriental y en un
regreso a las religiones paganas. Por eso, el New Age frecuentemente pinta
un cuadra romántico y poco realista de los cultos pre-cristianos y del
misticismo oriental como si fueran éstas "más naturales" para el hombre o
"más en consonancia con el espíritu cósmico".
3. El gnosticismo
La tendencia a exaltar la razón humana y a atribuirle poderes
extraordinarios no es nada nuevo en la historia humana. En el campo
religioso se manifiesta como el gnosticismo y fue una de las primeras
amenazas a la pureza de la fe cristiana. Surgido pocos años después de la
muerte de Cristo por el encuentro del cristianismo con el ambiente de la
filosofía helenista, el gnosticismo decía ver en la Sagrada Escritura un
mensaje escondido que sólo ciertas mentes iluminadas podrían descifrar. Los
gnósticos en general apelan a una sabiduría superior que sería la verdadera
religión y punto de convergencia de todos los caminos espirituales y
místicos.
La desviación del gnosticismo, presente en todas las grandes tradiciones
religiosas, ha sobrevivido y se ha diversificado encontrando en el New Age
un campo de acción privilegiado. La Sociedad Teosófica fundada por Helena
Blavatsky a finales del siglo pasado y sus derivaciones u organizaciones
afines (la Antroposofía, la Gran Fraternidad Universal, las Ordenes de los
Rosacruces, la Iglesia Universal y Triunfante, la corriente de la Metafísica
representada en México por autores como Connie Méndez, la Actividad
Religiosa "Yo soy", la Nueva Acrópolis y muchas otras) son los precursores
ideológicos del New Age y actualmente son sus dedicados promotores. Los
símbolos, las ceremonias y los grados iniciativos de la masonería y de las
organizaciones paramasónicas también revelan una estrecha asociación de
fondo con la gnosis.
Si el gnosticismo quiere abrir la puerta a un intelecto superior, el
esoterismo y el ocultismo prometen el pasaje a un actuar sobrehumano. Estas
dos corrientes, hermanas del gnosticismo, pretenden por caminos diversos
potenciar la voluntad humana echando mano a supuestas fuerzas cósmicas
secretas. A través de mil técnicas antiguas y nuevas se abriría contacto con
los ángeles, con guías espirituales desencarnados, con supuestas "vidas
anteriores" según el mito de la reencarnación, etc.No son pocas las personas
y las organizaciones que ofrecen servicios de adivinación y de horóscopo, de
hipnosis, de magia, de channeling (médium), de proyección astral y otras
actividades igualmente absurdas, provocando un daño duradero a sus clientes
que son, las más de las veces, personas vulnerables y desorientadas. En
resumidas cuentas, el New Age comercializa lo irracional y lo nocivo para el
alma humana y lo vende garantizando la transformación del consumidor.
4. La pseudo-ciencia
Los promotores del New Age se afanan por comprobar sus ideas y sus técnicas
científicamente. Abusan de las observaciones de la física subatómica para
sacar aplicaciones a la vida espiritual del hombre. Así, por ejemplo, se
empeñan en borrar la frontera entre materia y espíritu, entre vida biológica
y conciencia humana, afirmando que todo, a fin de cuentas, no es más que
energía irradiada por el mismo cósmos.
La astrología, la ufología (la investigación sobre los ovni) se
considerarían "ciencias" lo mismo que la física o la química.Pero los
verdaderos expertos científicos se distancian del New Age y generalmente
deploran sus conclusiones infundadas.
Pocos campos se han visto tan susceptibles a la manipulación del New Age
como la psicología y la biología. A partir de la investigaciones del padre
del psicoanálisis Sigmund Freud (1856-1939), y las teorías del "inconsciente
colectivo", y de los arquetipos de su discípulo Carl Gustav Jung
(1875-1961), ha habido una sucesión muy variada de corrientes en la
psicología, que se relacionan en mayor o menor grado con las ideas y las
terapias del New Age. En particular, la así llamada psicología
transpersonal, fundada por el psicólogo italiano Roberto Assagioli
(1888-1974), pretende ir más allá de la experiencia psíquica del individuo
en búsqueda de una conciencia colectiva superior que sería la puerta al
descubrimiento de un "principio divino" que yace en el fondo de todo ser
humano. De ahí nacen una multitud de técnicas típicas del New Age: el
biofeedback, la hipnosis, el rebirthing, la terapia Gestalt y la provocación
de estados alterados de conciencia, inclusive con el uso de drogas
alucinógenas.
Al mismo tiempo, han surgido una serie de terapias alternativas como fruto
de una visión más integrada de las facetas biológicas, psicológicas y
espirituales del hombre y, también, como reacción contra la mentalidad
positivista que a veces caracteriza la práctica de la medicina. Frecuentes
son las exageraciones y los abusos del New Age en el campo de la medicina
holística, que basa sus métodos de sanación en la interrelación entre
cuerpo, mente y espíritu. Así, por ejemplo, se da la cromoterapia o la
sanación a través de los "colores", la curación a través de las "auras", o
campos energéticos que nos rodean; y el Rei-ki que promete recuperar el
equilibrio de energía personal por la aplicación de la energía universal a
través de la imposición de manos a diversas partes del cuerpo.
Hay programas de potencial humano de dudoso fundamento científico, como la
Dianética, el Método de Control Mental Silva, la Meditación Trascendental y
otros que producen una cantidad inverosímil de gráficos y reportes que
supuestamente certifican la solidez de sus afirmaciones. Un lenguaje
pseudo-científico permea sus libros y discursos para crear la impresión de
ser un procedimiento ampliamente comprobado. Puede ser que algunos de sus
clientes experimenten un bienestar inicial, logren una mayor tranquilidad,
adquieran el hábito de una mayor concentración en su trabajo o lo que se les
haya prometido. Pero muchas veces estos programas encubren una visión
defectuosa del hombre, del mundo y de Dios. De forma imperceptible, llevarán
al participante a afirmar lo que el sentido común y la fe cristiana
rechazan.
La incompatibilidad del "New Age" con el Evangelio
La característica más preocupante del New Age, fruto del conjunto de sus
creencias, es el relativismo religioso, espiritual y moral.La meta final del
New Age es introducir al hombre a lo que llaman sus ideólogos un nuevo
paradigma, es decir, una forma totalmente diversa de verse a sí mismo y de
percibir la realidad.
Según eso, el hombre, para realizarse plenamente y transformar su mundo,
tendrá que darse cuenta de que él es parte de un ser cósmico, único, que
está en plena evolución hacia la conciencia perfecta de sí. La conciencia
humana, a pesar de su aparente individualidad, no es más que el penúltimo
estado evolutivo de la revelación de la conciencia cósmica. El destino
último del hombre no es una salvación liberadora de su naturaleza caída,
sino el disolverse en el anónimo océano del ser como una gota de agua.
El New Age quisiera convencernos de que "las cosas, como las vemos ahora"
(cultura, conocimientos, relaciones familiares, vida, muerte, amistades,
sufrimientos, pecado, bondad, etc...), son mera ilusión, producto de una
conciencia no-iluminada. El paso de la afirmación de que "todo es dios" a la
afirmación de que "no hay ningún dios fuera de sí mismo" es pequeño y el New
Age lo da con aires de auto-suficiencia.
Dentro del marco del New Age, la revelación de Dios en Jesucristo pierde su
carácter singular e irrepetible. Muchos serían los "mesías" que han
aparecido a lo largo de la historia, es decir, maestros especialmente
iluminados que se presentan para guiar a la humanidad. Krishna, Buda, Jesús,
Quetzacoatl, Mahoma, el Sun Myung Moon, Osho, Sai Baba e innumerables otros
serían profetas de una misma talla con un mismo mensaje. El cristianismo
resulta ser poco más que un período pasajero de la historia.
No obstante el hecho de que el New Age patrocine un sincretismo religioso
confuso y no siempre bien intencionado, ciertas ideas suyas han encontrado
una acogida calurosa en algunas personas o instituciones de la Iglesia
Católica. La así llamada teología global rastrea las huellas de la
revelación divina en todas las expresiones religiosas conocidas, en búsqueda
de un común denominador que pueda servir como punto de encuentro para las
religiones.
En la práctica, desafortunadamente, esta teología suele olvidar que la
revelación es iniciativa de Dios, no invención de los hombres, y que tiene
su culmen y su expresión definitiva en la encarnación del Hijo único en la
persona histórica de Jesús de Nazaret; de este modo, vacía frecuentemente al
cristianismo de su contenido excepcional para "emparejarlo" con otras
creencias. Cuando esta corriente aparece abierta o veladamente en la
enseñanza de algunos seminarios y centros de estudio católicos, no puede
menos que suscitar una honda preocupación en el corazón de los fieles y de
sus pastores.
1. La reencarnación
Entre las ideas básicas del New Age, merece particular atención la de la
reencarnación, o la transmigración del alma que se encuentra en la mitología
religiosa de algunos pueblos y, en especial, en la espiritualidad oriental.
La idea de que el "yo", personal del ser humano vive varias existencias en
forma cíclica, cambiando sólo de cuerpo, a lo largo de centenares o miles de
años hasta lograr su "iluminación definitiva", es algo totalmente
irreconciliable con la fe cristiana.
La creencia de la reencarnación afirma que la identidad personal e
irrepetible de cada hombre es una ilusión o, por lo menos, que esta
identidad es independiente del cuerpo que tiene cada uno. Manifiesta desdén
para el sentido profundo de la corporeidad humana y menosprecia al valor de
la libertad y de la responsabilidad moral de cada hombre. Pero lo más
preocupante es que la reencarnación es abiertamente contraria a la
revelación cristiana:
"Si ése fuera el caso, Cristo habría tenido que morir muchas veces desde la
creación del mundo. Pero el hecho es que ahora, en el final de los tiempos,
Cristo ha aparecido una sola vez y para siempre, ofreciéndose a sí mismo en
sacrificio para quitar el pecado. Y así como todos han de morir una sola vez
y después vendrá el juicio, así también Cristo ha sido ofrecido en
sacrificio una sola vez para quitar los pecados de muchos" (Hb 9: 26-28).
En la literatura popular de inspiración New Age abundan "testimonios" y
relatos que supuestamente comprueban no sólo el hecho de las "encarnaciones
previas", sino también de la posibilidad de llegar al recuerdo pleno y
consciente de ellas. Los nuevos movimientos religiosos de corte New Age
frecuentemente reconocen en sus líderes reencarnaciones de otras figuras
históricas o míticas que han vuelto a la vida para seguir con la obra de
iluminar a la humanidad. Las terapias alternativas de algunos programas de
potencial humano pretenden ayudar a sus clientes a descubrir las raíces de
sus problemas presentes en sus "vidas pasadas" a través de la hipnosis y
otras técnicas de auto-sugestión. Todo esto ha sembrado la duda en la mente
de no pocos cristianos.
Pero es la verdad histórica y esperanzadora de la Resurrección de Jesucristo
la que revela el fin último del hombre. No podemos negar la evidencia
indiscutible que una y otra vez se presenta a nuestros ojos: la muerte
alcanza a todos los hombres como desenlace terminante de su existencia. La
vuelta a esta vida no es posible y no se da. A esta vida sigue una
transformación total y eterna de cada individuo, no una sucesión de vidas y
muertes sin fin y sin sentido. Cristo venció la muerte de una vez por todos
y somos partícipes de su victoria.
"Porque sonará la trompeta y los muertos serán resucitados para no volver a
morir. Y nosotros seremos transformados... Y cuando nuestra naturaleza
corruptible se haya revestido de lo incorruptible y cuando nuestro cuerpo
mortal se haya revestido de inmortalidad, se cumplirá lo que dice la
Escritura: "La muerte ha sido devorada por la victoria" (1 Co 15: 52-54).
2. La meditación no-cristiana
Otro fenómeno especialmente desconcertante para los fieles católicos es el
inexplicable entusiasmo con el que ciertos sacerdotes, religiosas y personas
dedicadas a la enseñanza de la fe han abrazado las técnicas de meditación
no-cristiana. Frecuentemente importadas del oriente, formas de ascetismo
históricamente muy alejadas de la espiritualidad cristiana se practican en
retiros, ejercicios espirituales, talleres, celebraciones litúrgicas y
cursos de catequesis para niños.
Estas prácticas han nacido indiscutiblemente como disciplinas espirituales o
actos religiosos en el seno de religiones tradicionales (como en el caso del
zen el tai chi y las múltiples modalidades del yoga) o en sectas o nuevos
movimientos religiosos (como en el caso de la meditación trascendental y la
meditación dinámica). A veces se intenta "cristianizar" las formas, como
sucedió, por ejemplo, con el centering prayer y el focusing, pero el
resultado es siempre una forma híbrida que exhibe poco fundamento
evangélico.
Por más que se insista en su valor exclusivo de métodos, sin contenidos
contrarios al cristianismo, las técnicas en si no dejan de representar
serios inconvenientes para el cristiano:
- En su contexto propio, las posturas y los ejercicios vienen determinados
por su específico fin religioso: son, en sí, pasos que orientan al
practicante hacia un absoluto impersonal. Aun cuando se realicen en ambiente
cristiano, el sentido intrínseco de los gestos permanece intacto.
- Las formas de meditación no-cristiana son, en realidad, prácticas de
concentración profunda y no de oración. A través de los ejercicios de
relajamiento y la repetición de una mantra (palabra sagrada) se procura
sumirse en la profundidad del propio yo en búsqueda del absoluto anónimo. La
meditación cristiana es esencialmente diferente en cuanto apertura y
relación con Alguien que nos interpreta en un diálogo personal y amoroso.
- Estas técnicas normalmente requieren que el practicante apague su mundo
sentimental, imaginativo y racional para perderse en el silencio de la nada.
A veces se pretende un estado alterado de conciencia que priva temporalmente
al sujeto del uso pleno de su libertad. La oración cristiana, al contrario,
exige la participación de toda la persona de manera activa, consciente y
voluntaria. La oración de Jesucristo en Getsemaní (cf. Lc 22: 39-44) es un
ejemplo del papel tan fundamental que tienen las emociones y la propia
problemática existencial en la oración. La meditación cristiana, lejos de
ser una fuga de la realidad, nos enseña a encontrar su sentido pleno.
En el fondo, una oración que prescinde de la Palabra de Dios y de la vida y
el ejemplo de Jesucristo, una oración que no es diálogo con el Amado y
compromiso en la caridad tiene poco lugar en la vida de un cristiano. A
propósito de estas observaciones y otras que se deben hacer en torno al tema
de la meditación no-cristiana, es muy recomendable una lectura detenida de
la carta de la Congregación para la Doctrina de la Fe: Algunas orientaciones
sobre la meditación cristiana (18 de octubre de 1988).
Por último, hay que resaltar el hecho de que los promotores de la
espiritualidad del New Age suelen afirmar su absoluta compatibilidad con la
doctrina y la fe de los católicos. Eso podría ser en algún caso por
ignorancia o por superficialidad. Pero en general, por lo menos en México,
probablemente nace de un estudio de mercado: siendo el pueblo mexicano
mayoritariamente católico se procura no herir la sensibilidad religiosa de
los clientes potenciales. No es raro que organizaciones como la Gran
Fraternidad Universal y programas como el Control Mental Silva, por nombrar
algunos, se revistan de un vocabulario muy "cristiano" y presenten sus
contenidos como el complemento ideal del catolicismo, y que, sin embargo,
lleven a sus adeptos hacia el panteísmo y la negación de la esencia del
cristianismo.
En su reciente libro, Cruzando el umbral de la esperanza, el Papa Juan Pablo
II dice:
"No debemos engañarnos pensando que ese movimiento (el New Age ) pueda
llevar a una renovación de la religión. Es solamente un nuevo modo de
practicar la gnosis, es decir, esa postura del espíritu que, en nombre de un
profundo conocimiento de Dios, acaba por tergiversar Su Palabra
sustituyéndola por palabras que son solamente humanas. La gnosis no ha
desaparecido nunca del ámbito del cristianismo, sino que ha convivido
siempre con él, a veces bajo la forma de corrientes filosóficas, más a
menudo con modalidades religiosas o pararreligiosas, con una decidida aunque
a veces no declarada divergencia con lo que es esencialmente cristiano."6
En este breve análisis del fenómeno del New Age hemos podido aludir a
algunos de sus elementos más inconformes con el mensaje cristiano:
despersonaliza al Dios de la revelación cristiana;
desfigura la persona de Jesucristo, desvirtúa su misión y ridiculiza su
sacrificio redentor;
niega el evento irrepetible de su Resurrección por la doctrina de la
reencarnación;
vacía de su contenido los conceptos cristianos de la creación y de la
salvación;
rechaza la autoridad magisterial de la Iglesia y su forma institucional;
relativiza el contenido original, único a históricamente fundado del
Evangelio;
deforma el lenguaje dando un nuevo sentido a términos bíblicos y cristianos;
se apoya falsamente en los místicos cristianos y trastorna el sentido de sus
escritos;
diluye irremediablemente la practica de la oración cristiana;
descarta la responsabilidad moral de la persona humana y niega la existencia
del pecado;
desorienta a los niños y a los jóvenes en su formación religiosa;
divide y explota económicamente a las familias cristianas.
Estos son aspectos negativos que afectan directamente a la vida, las
costumbres y la fe de los fieles católicos. Desde luego, sería un error
tachar como dañoso todo lo que el New Age aporta y ofrece. Su espíritu de
apertura y diálogo, su insistencia en la necesidad humana de una experiencia
religiosa profunda, su honda preocupación por la conservación del medio
ambiente, su confianza en el poder creativo del ser humano, sus saludables
recomendaciones para la dieta y la condición física, y su actitud de
optimismo por encima de los graves males que afligen al mundo son sólo
algunos de los puntos positivos que vienen espontáneamente a la mente.
Dicho esto, tenemos que reconocer con total honestidad que estas luces se
hallan esparcidas en medio de anchas lagunas e inquietantes ambigüedades. La
fuerza con que las ideas y actividades del New Age se promueven y la
atractiva mercadotecnia que las disfraza requieren del pueblo católico una
respuesta clara y contundente a favor de su fe y sus convicciones vitales.
Por eso, quisiera cerrar esta carta con unas recomendaciones concretas para
la actuación de los fieles frente al New Age.
La responsabilidad de los católicos frente a las desorientaciones del "New
Age"
Todos tenemos la obligación de informarnos y educarnos para comprender este
fenómeno tan complejo y para discernir entre lo que tiene de bueno, lo que
es indiferente y lo que resulta incompatible con nuestra fe.
Los educadores católicos y padres de familia deben vigilar esmeradamente el
contacto que tengan sus hijos con las ideas y la moda que promulga el New
Age, para evitarles confusiones, dudas o insatisfacciones. En particular,
habría que evitar el uso indiscriminado de los medios masivos de
comunicación - televisión, radio, cine, música, y los sistemas de
informática electrónica como el Internet - por los que el New Age se difunde
en mayor escala.
Los fieles con capacidad para influir en la prensa y los medios de
comunicación harán un servicio inestimable a los mexicanos y a la Iglesia si
difunden información o proponen contenidos que sirvan para orientar y dar
criterios de juicio cristianos frente a la confusión que engendra el New
Age. Así responderán positivamente a la invitación, muchas veces repetida
por el Papa Juan Pablo II, de hacerse partícipes de vanguardia en la tarea
de la nueva evangelización, "porque la evangelización de la cultura moderna
depende en gran parte del influjo de los medios de comunicación"7.
Además de estar prevenidos, los católicos debemos defender activamente
nuestra fe y nuestros valores en la vida real de la sociedad mexicana. Hay
formas pacíficas y legítimas de protesta que sirven para presionar a los
promotores de los aspectos del New Age que nos perjudican: no participar en
las actividades de instituciones y empresas promotoras del New Age, no
seguir programación televisiva que difunda sus ideas, no comprar los
productos de sus patrocinadores, llamar la atención con cartas y artículos
de prensa a las figuras públicas, educadores y políticos que se muestren
públicamente a favor de las ideas o prácticas del New Age, etc.
Nuestras parroquias e institutos educativos pueden ofrecer cursos y
conferencias sobre los temas más controvertidos de esta corriente; pueden
igualmente difundir literatura crítica y presentar bibliografía que
esclarezca los términos del problema y de pautas para un juicio bien
fundado.
¡Cuánta importancia tienen nuestros sacerdotes, pastores de almas en la
tarea de educar, prevenir y defender la fe de nuestro pueblo! Consciente de
esto, y con un sincero afán de apoyar y acompañar su esfuerzo por lograr los
objetivos prioritarios del segundo Sínodo arquidiocesano, hago mía la
invitación reciente del Santo Padre a renovar nuestra acción evangelizadora
en vistas de las amenazas a la fe del tiempo presente. Tenemos que
revitalizar nuestra predicación, "devolviéndole una fuerza kerigmática capaz
de estimular las conciencias de los hombres contemporáneos, a menudo
indiferentes, por lo menos en apariencia; o interesados en otros asuntos"8.
El punto de convergencia de todos los esfuerzos pastorales sigue siendo el
anuncio de Cristo, Redentor del hombre: "Dios te ama, Cristo ha venido por
ti"9. De ahí la urgente necesidad de una predicación valiente, en contacto
con los problemas y las dudas reales de nuestro pueblo. Tenemos que conducir
a los fieles, con nuestra palabra y con nuestro ejemplo, hacia una vida de
oración más profunda, que desemboque en la experiencia vital de Jesucristo.
Tenemos que mostrarles la honda verdad de la doctrina que nace de nuestra fe
en él y ayudarlos a apreciar las formas litúrgicas que nos unen con él en la
familia que es la Iglesia. Asimismo les exhorto a la búsqueda solicita y la
escucha paciente de aquellos miembros del Cuerpo Místico mas alejados y más
expuestos a la duda o a las interminables asechanzas que el mundo moderno
pone a la fe.
Con toda claridad, al inaugurar la IV Conferencia general del Episcopado
latinoamericano en Santo Domingo, Juan Pablo II nos indicó:
"A ejemplo del buen Pastor, habéis de apacentar el rebaño que os ha sido
confiado y defenderlo de los lobos rapaces. Causa de división y discordia en
vuestras comunidades eclesiales son - lo sabéis bien - las sectas y
movimientos "pseudo-espirituales" de que habla el Documento de Puebla (n.
628), cuya expresión y agresividad urge afrontar".10
La referencia del Papa a los movimientos "pseudo-espirituales" distintos de
las sectas evoca inmediatamente la larga lista de iniciativas nacidas del
fondo ideológico y religioso del New Age que hemos considerado en esta
carta. La responsabilidad de actuar incisivamente frente a este problema
multifacético en nuestra labor evangelizadora cae directamente sobre cada
uno de nosotros.
Por tanto, todos estamos obligados a la formación continua para entender el
New Age y su atractivo para los hombres de nuestro tiempo. Como el sabio del
evangelio que saca de su tesoro lo nuevo y lo antiguo (cf. Mt 13: 52),
tenemos que testimoniar y predicar la inagotable riqueza y la penetrante
verdad de la fe católica de manera cada vez más accesible y llamativa a todo
aquel que nos pida razón de nuestra esperanza. Que los fieles católicos, con
nuestra ayuda, descubran que todo lo que anhelan de vida espiritual, de
sanación interna, de perdón y reconciliación, de encuentro con el misterio
insondable del único Dios verdadero y su designio de salvación está ya
presente de modo insuperable en la fe católica en la que fueron iniciados
con su bautismo.
Nuestra fe es profunda. Tiene como fuente al mismo Dios que se revela a los
hombres en Jesucristo. Durante casi 2000 años, Jesucristo ha guiado a su
Iglesia por medio del Espíritu Santo "hacia la verdad completa" (Jn 16: 13)
como prometió en la noche de su pasión. El católico que experimenta su fe,
que la conoce y la vive en toda su magnitud, jamás sentirá la necesidad de
mendigar de las vanas promesas y medio-verdades del New Age.
Por último, permítanme, a manera de exhortación, hacer eco de aquella
formidable invitación que el Papa Juan Pablo II hizo al pueblo mexicano
desde nuestra catedral metropolitana en su primera e inolvidable visita a
nuestra patria: "¡México, sé siempre fiel! ¡México siempre fiel!".11
Sin duda ese será nuestro mayor reto como pueblo mexicano frente al tercer
milenio: ser fieles. Ser fieles a nuestra historia, enriquecida con la vida
de numerosos santos y la sangre de tantos mártires. Ser fieles a nuestra
identidad de mexicanos y de católicos a pesar de las presiones internas y
externas que sufre nuestra nación. Ser fieles a Cristo que sigue siendo
nuestra esperanza y nuestra meta. Ser fieles a nuestra Madre, la santísima
Virgen María de Guadalupe, protectora de nuestro pueblo y ejemplo de vida
cristiana.
Los bendice su hermano y servidor,
Norberto Rivera Carrera, Arzobispo primado de México.
México-Tenochtillán a 7 de enero de 1996, Epifanía del Señor.
Notas: 1. Cf. Juan Pablo II, Tertio milenio
adveniente, 10 de noviembre de 1994. 2. Juan Pablo II, Alocución al comité
central del gran jubileo del año 2000, 8 de junio de 1995. 3. Juan Pablo II,
Discurso a los obispos de Iowa, Kansas, Missouri y Nebraska, en visita "ad
limina", 28 de mayo de 1993, en L'Osservatore Romano, edición en lengua
española, n. 2, 11 de junio de 1993. pp. 11-12. 4. Mons. Franc Rodé, del
Pontificio Consejo para los no creyentes, define al New Age como "un
supermercado de las religiones donde cada uno toma lo que le gusta y deja el
resto". Cf. "Ideologías religiosas y visión cristiana de Dios en Europa", en
Ecclesia, n. 6, 1992. pp. 379-387. 5. Cf. Juan Pablo II, Mensaje para la XXV
Jornada mundial de la paz, 1 de enero de 1992. 6. Juan Pablo II, Cruzando el
umbral de la esperanza, Plaza y Janés, Barcelona, 1994, pp 103-104. 7. Juan
Pablo II, carta encíclica Redemptoris missio, 37, Librería Editrice
Vaticana, Ciudad del Vaticano, 1990, página 64. 8. Juan Pablo II, Alocución
al comité central del gran jubileo del año 2000, 8 de junio de 1995. 9. Juan
Pablo II, Christifideles laici, 34, Librería Editrice Vaticana, Ciudad del
Vaticano, 1988. p. 92. 10. Juan Pablo II, Discurso inaugural de la IV
Conferencia general del Episcopado latinoamericano: Jesucristo ayer, hoy y
siempre, n. 12, en Santo Domingo 1992, Ediciones Dabar, México, 1992. p. 22.
11. Juan Pablo II, Homilia en la catedral metropolitana de la Ciudad de
México, 26 de enero de 1979.
Publicado por Human Life International - Vida Humana Internacional © 1998.