Los católicos y
la defensa de la vida humana
Por la Conferencia Episcopal
Española
Puntos principales del
documento
Introducción:
El Comité Episcopal para la
Defensa de la Vida estaba persuadido de que la legislación en materia de
aborto provocado viene a consentir una injustísima muerte de inocentes cuyas
motivaciones principales son la comodidad, la ignorancia, la soledad y la
desinformación.
Por eso llama a todos los
hombres y mujeres de buena voluntad a la reflexión, basada en una mejor
información sobre lo que está ocurriendo delante de nuestros ojos.
El aborto y el origen de la
vida
1. Desde que se produce la
fecundación mediante la unión del espermatozoide con el óvulo, surge un
nuevo ser humano distinto de todos los que han existido, existen o
existirán. Desde este primer instante, la vida del nuevo ser merece respeto
y protección.
Todo intento de distinguir
entre el no nacido y el nacido en relación con su condición humana carece de
fundamento.
A partir de la fecundación se
produce un desarrollo continuo en el nuevo individuo de la especie humana,
pero en este desarrollo nunca se da un cambio cualitativo que permita
afirmar que primero no existía un ser humano y después sí. Con los actuales
conocimientos genéticos, es indudable que cada ser es lo que es desde el
momento de la concepción.
2. El hecho de que en una
determinada fase de su vida el hijo necesite el ambiente del vientre materno
para subsistir no implica que sea una parte de la madre.
Desde la fecundación tiene ya
su propio sistema inmunitario diferente también del de la madre, con quien
mantiene una relación similar a la del astronauta con su nave: si saliese de
ella moriría, pero no por estar dentro forma parte de la nave. Por tanto,
pretender que el hijo forma parte del cuerpo de la madre no es, en el mejor
de los casos, más que una muestra de absoluta ignorancia.
Las leyes sobre el aborto
El aborto supone
frecuentemente para la madre, aunque se somete a él voluntariamente, un
fuerte trauma psíquico.
3. La nueva legislación (ley
del aborto), supone que, aún siendo el aborto provocado un delito, si se
realiza en las circunstancias y condiciones que provee esa legislación, no
se castiga a quien lo practique ni a quien consienta que se le practique.
4. La gran mayoría de los
médicos, en España y en todo el mundo, se niegan terminantemente a practicar
abortos porque saben que el aborto provocado es acabar violentamente con la
vida de un ser humano, y esto es enteramente contrario a la práctica de la
Medicina.
5. Con los últimos adelantes
de la ciencia médica, es cada día más difícil que se plantee una colisión
entre la vida de la madre y la del hijo no nacido.
La realidad más bien inclina
a decir lo contrario: hay más ocasiones de peligro de muerte para una madre
como consecuencia de un aborto provocado que como consecuencia de un
embarazo.
6. La experiencia demuestra
que lo más corriente es que un feto no querido se convierta en niño
queridísimo cuando nace.
7. Los Estados tienen
obligación de poner los medios, también los jurídicos, para que no se
practiquen abortos, del mismo modo que tienen obligación de poner los medios
necesarios para que no se asesine, se viole o se robe.
El mal siempre es mal aunque
haya que tolerarlo. Los Estados no deben guiarse por las opiniones de la
mayoría en lo que hace referencia a la naturaleza de las cosas. Las cosas no
son verdaderas o falsas, buenas o malas, porque así lo puede disponer una
mayoría en un momento concreto.
8. El aborto provocado no es
sólo un asunto íntimo de los padres, sino que afecta directamente a la
solidaridad natural de la especie humana, y todo ser humano debe sentirse
interpelado ante la comisión de cualquier aborto.
9. Legalizar los abortos no
ayuda a su desaparición, sino a que aumente su número.
El efecto multiplicador de la
legalización del aborto se debe a que la opinión pública general ve como
bueno lo que se despenaliza.
10. Oponerse hoy al aborto
provocado, como en otras épocas a la esclavitud, no es fanatismo ni tiene
que ver exclusivamente con las convicciones religiosas, católicas o no, sino
que es una obligación indeclinable para todos los que creen en el derecho a
la vida y en la dignidad del ser humano.
11. Todo hombre y toda mujer,
si no quieren negar la realidad de las cosas y defienden la vida y la
dignidad humana, han de procurar por todos los medios lícitos a su alcance
que las leyes no permitan la muerte violenta de seres inocentes e
indefensos.
Para los cristianos, entre
los que nos encontramos los católicos, sabemos que la dignidad de la persona
humana tiene su más profundo fundamento en el hecho de ser hijos de Dios y
hermanos de Jesucristo, que quiso ser hombre por amor a todos y cada uno de
nosotros.
12. Quien consciente y
deliberadamente practica un aborto, acepta que se lo practiquen o presta una
colaboración indispensable a su realización, incurre en una culpa moral y en
una pena canónica, es decir, comete un pecado y un delito.
13. El que procura un aborto,
si sabe que la Iglesia lo castiga de este modo riguroso, queda excomulgado.
El Cánon 1938 dice: "Quien
procura un aborto, si este se produce, incurre en excomunión latae
sententiae". Con esta expresión se quiere decir que el que incurre en ella
queda excomulgado automáticamente.
14. Los médicos, enfermeras y
enfermeros católicos tienen la grave obligación moral de no prestarse a la
comisión de abortos provocados, sean cuales fueran las consecuencias
perjudiciales que para ellos o sus familias se puedan derivar de su actitud.
¿Qué puede hacer un cristiano
corriente?
15. Lo primero que cada uno
puede y debe hacer para afirmar la vida es vivir con la conciencia de su
dignidad, además:
16. Rogando al Señor por los
legisladores y dirigentes sociales en general para que sepan comprender que
los hijos concebidos y no nacidos son los más inocentes y los más indefensos
miembros de nuestra sociedad, y que, como ha dicho repetidamente el Papa
Juan Pablo II, nunca se puede legitimar la muerte de un inocente.
17. Acogiendo y ayudando,
también económicamente, a quienes, por razón de su maternidad, se encuentran
en situaciones difíciles.
18. Recibiendo con alegría al
nuevo hijo, incluidos los que puedan complicar la vida o disminuir el
bienestar de la familia.
19. Reaccionando
positivamente ante escritos públicos o programas audiovisuales que defiendan
la vida humana, y críticamente ante los que la atacan.
20. Orientando el voto hacia
las alternativas que merezcan más confianza por sus actitudes ante la vida
en general, y ante la cuestión del aborto provocado en particular.
21. Informando a quienes nos
rodean, con caridad, pero con firmeza y claridad, de la realidad del hijo no
nacido y de la importancia de defender su derecho a vivir.
22. Los médicos, en especial
los ginecólogos, y otros profesionales sanitarios, empleando los medios
técnicos que permiten que una madre vea en una ecografía, con sus propios
ojos, al hijo en sus entrañas, moviéndose, nadando, chupándose el dedo.
Se ha dicho que si el vientre
de las madres fuera transparente, muchos verían la cuestión del aborto
provocado de otra manera.
23. Son solo algunos ejemplos
que pueden dar idea del enorme campo que un cristiano tiene ante sí en
relación con este gravísimo problema.
24. Con el auxilio de Jesús y
de su Madre, que lo concibió en su seno, y con el ejemplo de nuestra propia
vida será posible trabajar mejor en defensa de este ideal.
Fuente: Reproducido por la
Asociación Pro vida "Quiero Vivir" Apartado 4.164 - 41080 - Sevilla Teléfono
423 44 73.