"Mi palabra es como la lluvia y la nieve: Comentario a Isaías 55, 10-11
El profeta se dirige a los israelitas que están por volver del exilio de Babilonia, animados por tantos oráculos proféticos que han escuchado acerca de la fidelidad y el poder de Dios. Confiados en el Señor se han dispuesto a regresar a la tierra, pero la situación que encuentran al volver parece contradecir las promesas divinas: la reconstrucción del país se presenta difícil, los conflictos internos son fuertes, el desanimo se ha enraizado en muchos corazones. El profeta retoma una temática con la que había introducido su profecía en el capítulo 40: "Se seca la hierba, se marchita la flor, pero permanece para siempre la Palabra de nuestro Dios" (Is 40,8).
A la fragilidad, la desesperanza y la impotencia del hombre se opone la fuerza y la fidelidad de la palabra divina. El profeta presenta la palabra de Dios con el símbolo de la lluvia y de la nieve que bajan del cielo y vuelven a él. Así como la lluvia desencadena el ciclo de la fertilidad en la naturaleza, la palabra de Dios desencadena la salvación en la historia humana. Dios ha creado todo con su Palabra (Gen 1) y ahora puede volver a crear una nueva época para su pueblo. Muchas veces también a nosotros nos cuesta creer que es posible volver a empezar. La palabra de Dios nos invita a no confiar tanto en nuestras fuerzas, sino en el poder infinito del Dios que hace todas las cosas nuevas (Ap 21,5) y que es capaz de transformar las situaciones más adversas y negativas.