Tim fue abortado y esta semana cumple 15 años
KAROLIN SCHNEIDER
Fotos: MEIKO HERRMANN
Bild.de junio 2012
Simone Guido, 48, ha envuelto los regalos con papel especialmente grueso "porque le gusta mucho a Tim despedazar la envoltura". Pero antes se ha cantado: "Cumpleaños feliz, querido Tim, cumpleaños feliz…" así resuena en la casa a de la familia Guido en Quakenbrück (Baja Sajonia). Son las cuatro de la tarde y Tim celebra su 15 cumpleaños.
La palabra cumpleaños realmente no puede expresar lo que significa este día para Tim y todos que lo quieren. Es que Tim no debía nacer; debería llegar a este mundo ya muerto. Como embrión abortado, sin nombre.
La madre del niño, que en aquel entonces tenía 35 años, no lo quería. Eran alrededor de las 11 de la mañana cuando se enteró que su bebé tenía un defecto genético, trisomia 21. El síndrome de Down.
Tres horas y 15 minutos después del diagnóstico ella se presenta en un hospital de Oldenburg con las maletas hechas. Embarazada de 25 semanas, es decir, en el sexto mes. "No quiero este niño. Yo exijo que me lo quiten", así, dicen, ha gritado en español. Dicen que ha amenazado con suicidarse, saltar por la ventana, según los informes de aquel entonces. Por la situación anímica extrema los médicos consienten en ese mismo día para realizar el aborto. El aborto tardío, que aún hoy se practica en Alemania, 1000 veces solamente durante el año pasado.
108,867 abortos ha constatado la Oficina de Estadística de la Federación alemana. Casi 1000 eran tardíos después de la semana 20 del embarazo. Estos están permitidos solamente cuando se constata que el embrión tiene un defecto importante o moriría después de nacer.
Con todo, el aborto tardío solamente debe justificarse con una situación extrema física o anímica de la madre. A partir del 1 enero 2010 deben darse tres días de reflexión.
Existe ahora un análisis de sangre que permite descubrir el síndrome de Down mucho antes de lo que se pudo hasta ahora.
Con una inyección se puede matar al embrión ya en el seno materno. O también se muere en el proceso del nacimiento por medio de los medicamentos tóxicos que introducen el nacimiento. Eso lo quieren los médicos en el caso de Tim. Sin embargo, su proyecto no tiene éxito. Tim nace vivo. Si fuera un nacimiento prematuro lucharían por su vida. Así que lo dejan de lado sin aplicarle cuidado alguno. Nacido para morir.
Recién cuando otro médico del siguiente turno descubre al muchacho, se traslada a Tim a cuidados intensivos. La temperatura ha bajado a 28°, su cerebro está gravemente dañado. Sin embargo Tim vive.
"¿Por qué asumen ustedes la carga de un niño lisiado?", Así preguntan amigos y conocidos cuando Simone y Bernardo Guido justo antes de Navidad de 1997 se deciden a recibir al niño en su familia. Ya tienen dos hijos propios, Pablo y Marco que en aquel entonces tenían cuatro y seis años. "Teníamos una casa bonita, una situación asegurada y quisimos compartir nuestra felicidad", recuerda la señora. Desde entonces Tim es el tercer hijo de la familia Guido.
Cuando visitamos a la familia, Tim acaba de regresar de la institución donde, junto con otros minusválidos, es atendido desde las ocho de la mañana hasta las 2:30 de la tarde. No se fija en nosotros, los reporteros, sino corre enseguida a su cuarto, agarra una especie de plato rojo y comienza a dar vueltas y vueltas.
"A veces está sentado de esta manera horas y horas y da vueltas a este plato", dice Simone Guido. "Sólo de vez en cuanto lo escuchamos como aplaude con las manos y grita; entonces sabemos que la está pasando bien".
Tim no es solamente un niño con síndrome de Down, por las secuelas de la aborto ha sufrido mucho daño su cuerpo y ante todo su cerebro. No puede hablar, lleva pañales y es alimentado por medio de una sonda estomacal.
"Tengo que ponerle los pañales, vestirlo y lavarlo. Cada mañana me levanto con el y le canto cada noche antes de dormir "La-Le-Lu", cuenta Simone Guido y suena como si fuera lo más natural del mundo.
Ella le regala a Tim el amor que le ha negado su madre biológica. A pesar de ello Simone Guido no tiene ningún reproche al respecto. "Seguramente fue una reacción de pánico. Se le debería haber mostrado las posibilidades de ayuda. Ahí no había nadie quien la aconsejara".
Tim se cansó de su plato rojo y corre hacia el jardín directamente hacia el trampolín. Está lloviznando pero esto no le importa a Tim; una y otra vez salta y salta.
Después de años en la silla de ruedas Tim puede caminar y saltar. Es un pequeño milagro como dicen los médicos. "Esto se lo tenemos que agradecer a la terapia del delfín. Seis veces ya ha estado allá y siempre regresa con grandes progresos", cuenta el padre de la familia Bernardo Guido de 52 años, técnico alimenticio.
Hace siete años la familia se decidió de recibir otro niño más. Melissa de 11 años, también una niña con el síndrome de Down. La muchacha habla mucho, sabe calcular y escribir.
A veces les da tristeza a Simone y Bernardo Guido cuando observan a la niña como está jugando. "Pensamos cómo sería Tim si no habría sufrido el aborto", dice Bernardo Guido y acaricia al muchacho.
Desde hace años Tim no ha visto a su padre biológico. Antes solía venir de vez en cuando, saludaba con "buenos días", observaba unos momentos para irse nuevamente sin haber abrazado a Tim. En algún momento estas visitas terminaron. Tim nunca ha conocido a su madre biológica. Unos meses luego del aborto fallido ella le entabló proceso al médico de aquel entonces. No se habría cumplido la promesa de terminar el embarazo con la muerte del niño.
Recibió €13,000 de compensación por el dolor. Sin embargo, ningún médico, ningún psicólogo le ha podido quitar el peso que la aplastaba. La madre de Tim perdió el deseo de vivir y murió a los 41 años. Sin embargo, su hijo vive al que nunca ha querido.