COMISIÓN PONTIFICIA PARA AMÉRICA LATINA: LA MISA DOMINICAL CENTRO DE LA VIDA CRISTIANA EN AMÉRICA LATINA
Recomendaciones Pastorales
INTRODUCCIÓN
Jesucristo Nuestro Señor, en la Última Cena, antes de padecer, instituyó el
sacrifico eucarístico y el sacerdocio ministerial. Al decir “haced esto en
memoria mía” (Lc 22,19), ordenó que el sacrificio eucarístico fuera
celebrado hasta su venida al final de los tiempos.
La participación en la misa dominical es distintivo característico del
cristiano y una exigencia para alimentar la propia fe y para dar fuerza al
testimonio cristiano. Sin la misa del domingo y de los demás días festivos,
faltaría el corazón mismo de la vida cristiana.
Cuando el domingo pierde su significado fundamental de “día del Señor” y se
transforma en un simple fin de semana (“weekend”), es decir un día de pura
evasión y diversión, queda el cristiano prisionero de un horizonte terreno
tan estrecho que no deja siquiera ver el cielo (cf. Carta Apostólica “Dies
Domini”, 4). La participación en la Misa dominical es siempre fundamental
para vivir la existencia cristiana, y eso vale de modo especial ante los
grandes desafíos de hoy.
La Eucaristía dominical es también el manantial del vigor misionero que se
fortalece en el encuentro frecuente con Jesús. Es fuente y cumbre de la vida
cristiana. América Latina necesita un nuevo impulso misionero que lleve al
creyente al encuentro con Jesucristo vivo, camino de conversión, comunión y
solidaridad, conforme a la gran orientación que nos dejó el Santo Padre en
la Exhortación Apostólica Eclessia in América. Por ello, la Comisión
Pontificia para América Latina, después de estudiar cómo las Iglesias
particulares de los países latinoamericanos celebran y viven el domingo,
hace las siguientes recomendaciones pastorales, que presenta a los Obispos
diocesanos, a las Conferencias Episcopales de América Latina y del Caribe, a
los sacerdotes, diáconos y agentes de pastoral, para que, con renovado
vigor, animen la Nueva Evangelización a la que el Papa ha llamado a todos
los fieles.
RECOMENDACIONES
1. Es necesario reafirmar la centralidad del “Día del Señor” y de la
Eucaristía dominical en las distintas comunidades de la diócesis, entre las
que destacan las Parroquias (cf. Concilio Vaticano II, Constitución
“Sacrosanctum Concilium”, 42).
2. En el Misterio de la Eucaristía se refleja la estructura trinitaria de la
Economía de la Salvación: de ahí que es necesario enfatizar su dimensión
pneumatológica y su articulación con el misterio de la Iglesia. También es
necesario insistir en la dimensión sacrificial de la Celebración
Eucarística: ofrenda total, libre, gratuita y amorosa de Jesús al Padre en
la Cruz, por nosotros y por nuestra salvación.
3. El Reino de Dios, cuyo germen es la Iglesia, fue el núcleo de la
predicación de Jesús, por eso es necesario relacionarlo con la Eucaristía,
centro vital y dinámico de ese Reino.
4. La comunidad parroquial es un lugar privilegiado para expresar la
comunión eclesial, especialmente cuando se celebra la misa dominical. Es
importante recordar que toda Eucaristía se celebra siempre en comunión con
el Obispo diocesano y con el Romano Pontífice (cf. Concilio Vaticano II,
Constitución “Sacrosanctum Concilium”,42; Decreto “Christus Dominus”, 30;
JUAN PABLO II, Encíclica “Ecclesia de Eucharistia”, 39).
5. El lugar donde se celebra la Eucaristía, que normalmente es el templo,
debe ser digno y adecuado, con suficiente comodidad para los fieles.
6. Insistir en la dignidad y en el carácter sagrado de las celebraciones,
cuidando siempre que se utilicen ornamentos dignos, procurando la presencia
de monaguillos y que la música, aún con acompañamientos y ritmos moderados
típicos, sea litúrgica y bella, con cantos apropiados para cada momento de
la celebración y con letras debidamente aprobadas, de buen contenido
teológico y belleza literaria.
7. La Eucaristía debe ser celebrada con la mayor dignidad posible, aún en
los lugares más pobres, como son las prisiones, asilos de ancianos,
hospitales y otros donde más se sufre.
8. Estudiar, siempre bajo la autoridad del Obispo y de la Santa Sede, la
conveniente adaptación de las celebraciones eucarísticas, como las misas con
niños, jóvenes y personas de capacidades diferentes, sin que sean siempre
separados de la comunidad parroquial.
9. Poner especial atención en la acogida de los fieles: Ésta debe ser
cordial, para que la comunidad se sienta fraternalmente unida. Se sugiere
reflexionar acerca de la posibilidad de establecer un servicio de acogida.
10. Debe fomentarse entre los fieles una participación activa en la Sagrada
Eucaristía.
11. El sacerdote y los fieles necesitan profundizar e interiorizar aún más
la riqueza y el sentido de la misa dominical como momento central del “Día
del Señor” en el que la comunidad cristiana, presidida por el sacerdote,
celebra su fe con ánimo fraterno y solidario, así como recalcar el carácter
obligatorio de la participación en la misa dominical.
12. Motivar a los sacerdotes para que celebren la Eucaristía con reverencia
cada vez mayor, y para que en sus posturas y gestos, así como en el modo de
pronunciar los textos y oraciones, busquen reflejar la grandeza y el valor
del misterio que se realiza.
13. Motivar a los sacerdotes para que no omitan el tiempo de preparación
antes de celebrar la Santa Eucaristía, y para que puedan disponer
adecuadamente su espíritu a la acción sagrada que van a realizar.
14. Que el sacerdote o diácono que dice la homilía, con una conveniente
preparación remota y próxima, procure ser hombre de oración y dé testimonio
de aquello que predica.
15. Es conveniente dar importancia a la calidad de la homilía, y motivar el
recurso a sus principales fuentes: la Sagrada Escritura, la Tradición de la
Iglesia y el Magisterio, sin descuidar al mismo tiempo la aplicación
pastoral a la situación concreta de la comunidad.
16. Incluir en la Oración Universal de la misa y en la adoración al
Santísimo Sacramento oraciones por las vocaciones sacerdotales, a fin de que
no falten ministros para el servicio espiritual del Pueblo de Dios, y
especialmente para la celebración de la Santísima Eucaristía en las diversas
comunidades.
17. Cuidar de forma especial la preparación y formación de las personas que
colaboran en los diversos servicios litúrgicos, como por ejemplo: acólitos,
lectores, ministros de la distribución de la Sagrada Comunión, encargados de
presidir las “celebraciones dominicales en espera de sacerdote”, guías,
cantores, sacristanes, etc.
18. Difundir la Lectio Divina como medio para la preparación remota a la
Celebración Eucarística y para la formación de los fieles.
19. Es imprescindible dar una catequesis viva y completa sobre el valor y la
naturaleza de la Santa Misa, apoyándose especialmente en la Encíclica
“Ecclesia de Eucharistia”. Para ello, puede ser muy útil valerse del esquema
ternario de la aclamación: “Anunciamos tu muerte, proclamamos tu
resurrección, ven Señor Jesús”.
20. Renovar la catequesis de la iniciación cristiana de tal modo que se vea
más claramente el vínculo entre los tres sacramentos: Bautismo, Confirmación
y Eucaristía.
21. Es preciso motivar la participación frecuente en el Sacramento de la
Reconciliación, así como recordar los casos en que constituye un requisito
necesario para poder recibir la Eucaristía.
22. Acoger con especial solicitud pastoral a las personas impedidas de
participar en la comunión eucarística (uniones irregulares) invitándolas a
la oración, a leer y escuchar la Palabra de Dios y a ejercitar la penitencia
y la caridad.
23. Incrementar la catequesis sobre la Eucaristía en la familia, con los
niños, los jóvenes y especialmente con los adultos.
24. Promover con decisión la participación de la familia: padre, madre e
hijos en la Celebración Eucarística dominical, para hacer más significativa
la presencia del núcleo familiar.
25. Fomentar las distintas formas de piedad eucarística como: La procesión
del Corpus Christi y las otras procesiones eucarísticas; la adoración al
Santísimo Sacramento, en particular la práctica de la adoración nocturna,
cada vez más difundida; las Vísperas con la bendición del Santísimo; las
visitas al Santísimo; las Cuarenta Horas, etc. Todas ellas aumentan el
fervor eucarístico y favorecen la asistencia a la misa dominical.
26. Es necesario valorar la pràctica de tantos fieles que asisten a las
grandes fiestas y peregrinaciones, y procurar que la Sagrada Eucaristía
ocupe en ellas un lugar central, así como aprovechar dichas ocasiones para
fomentar una mayor y más viva participación en las misas dominicales.
27. Preparar muy bien las misas televisadas y las transmitidas por radio
para aquellos que están impedidos o no están obligados al precepto. Para
ello se necesita conocimiento y preparación técnica.
28. Ayudar a tomar conciencia de la gracia y la fuerza misionera que tiene
la Eucaristía dominical, a fin de que la participación en ella dé un fuerte
impulso al compromiso y a la misión de los cristianos.
29. Incentivar a los miembros de los movimientos y asociaciones eclesiales a
participar en la misa dominical en la parroquia.
30. Que en los trabajos de preparación de la V Conferencia General del
Episcopado Latinoamericano se dé un énfasis especial al “Día del Señor” y a
la participación en la Misa dominical como primer compromiso y testimonio
del discípulo de Jesucristo.
31. Que el CELAM ofrezca subsidios catequísticos, que sirvan para una mejor
comprensión y vivencia de cada momento y de cada signo de la Celebración
Eucarística.
32. Recomendar que en las celebraciones dominicales en ausencia del
sacerdote se usen algunos signos que indiquen a los fieles que dichas
celebraciones no sustituyen la Celebración Eucarística. Se aconseja que sean
llamadas “celebración en espera del sacerdote”.
Ciudad del Vaticano, 21 de enero 2005.