5 LLAVES PARA VIVIR CON FE
LA EUCARISTIA
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SILENCIO
El silencio es un poder. Sin él es muy difícil escuchar. Nuestras
eucaristías son deficitarias en silencio. Parece como si nos violentásemos
por el simple hecho de estar unos segundos sin decir nada.
El silencio es el ruido de la oración.
El silencio, después de la homilía, es interpelación.
El silencio, después de la comunión, es gratitud al Dios por tanto que nos
ha dado.
En el silencio se llena todo de nuestras intenciones personales, peticiones
o deseos.
La música o el canto, los símbolos y otras cosas secundarias, nunca pueden
ser una especie de tapagujeros que hagan más “digerible” la eucaristía. El
silencio no es ausencia de….,es cultivar un lugar para que Dios nazca o
hable.
CONTEMPLACION
La Eucaristía se hace más sabrosa cuando se la contempla. En el horizonte
inmenso todo parece igual, pero cuando los ojos quedan fijos en él, surgen
detalles que a simple vista parecían no existir.
Con la Eucaristía ocurre lo mismo. Es un paisaje que puede parecer todos los
días igual. Sentarse, relajarse, olvidarse de lo que rodea lleva al alma
contemplativa, a la persona contemplativa a vivir una serie de sensaciones
que es la presencia escondida de Dios.
Yendo ellos de camino, entró en un pueblo; y una mujer, llamada Marta, lo
recibió en su casa. Tenía ella una hermana llamada María, que, sentada a los
pies del Señor, escuchaba su Palabra, mientras Marta estaba atareada en
muchos quehaceres. Acercándose dijo: “Señor, ¿no te importa que mi hermana
me deje sola en el trabajo? Dile que me ayude”. Le respondió el Señor:
“Marta, Marta, te preocupas y te agitas por muchas cosas; y hay necesidad de
pocas, o mejor, de una sola. María ha elegido la parte buena, que no le será
quitada”.
(Lucas 10, 38-42).
ORACION
La oración y la eucaristía van de la mano como la cerradura se acciona con
la llave. La eucaristía, el diálogo con Jesús se hace más fecundo después de
haber escuchado la Palabra de Dios. Para que la Eucaristía resulte vibrante,
no es cuestión de recurrir a la ayuda puntual del ritmo maraquero o
guitarrero. En el diálogo de las personas está el crecimiento personal y
comunitario. En la oración reside uno de los potenciales más grandes para
entender, comprender y vivir intensamente la Eucaristía.
"Cuando
oréis, no seáis como los hipócritas que son amigos de rezar de pie en las
sinagogas y en las esquinas, para exhibirse ante la gente. Ya han cobrado su
paga, os lo aseguro. Tú, en cambio, cuando quieras rezar, echa la llave y
rézale a tu Padre que está ahí en lo escondido; Tu Padre que ve lo escondido
te recompensará" (Mt. 6, 5-6).
CARIDAD
La fuente de la caridad perfecta es la Eucaristía. La fuente de la caridad
que nunca se agota ni se cansa es la Eucaristía. En ella contrastamos
nuestros personales egoísmos con las grandes carencias que existen en el
mundo que nos rodea. Cada día que pasa es una oportunidad que Dios nos da
para ofrecer algo o parte de la riqueza material o personal que podemos
tener cada uno de nosotros.
Hay dos dimensiones que nunca podemos olvidar al celebrar la eucaristía: la
caridad hacia Dios y la caridad hacia los hermanos. Amar a Dios con todo el
corazón y con toda nuestra alma es subirse al trampolín, para saltar y amar,
aunque se nos haga duro y a veces imposible, a los más próximos a nosotros.
Y, esos próximos, ¡qué lejos los tenemos muchas veces del corazón y qué
cerca fisicamente!
Hoy, de todas maneras, está más de moda mirar horizontalmente al hombre que
verticalmente acordarnos de que Dios existe.
«Bajaba un hombre de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de salteadores,
que, después de despojarle y golpearle, se fueron dejándole medio muerto.
Casualmente, bajaba por aquel camino un sacerdote y, al verle, dio un rodeo.
De igual modo, un levita que pasaba por aquel sitio le vio y dio un rodeo.
Pero un samaritano que iba de camino llegó junto a él, y al verle tuvo
compasión; y, cercándose, vendó sus heridas, echando en ellas aceite y vino;
y montándole sobre su propia cabalgadura, le llevó a una posada y cuidó de
él. Al día siguiente, sacando dos denarios, se los dio al posadero y dijo:
"Cuida de él y, si gastas algo más, te lo pagaré cuando vuelva." ¿Quién de
estos tres te parece que fue prójimo del que cayó en manos de los
salteadores?» El dijo: «El que practicó la misericordia con él». Díjole
Jesús: «Vete y haz tú lo mismo».
ESCUCHA
Cuando Dios habla no nos da simple información: se nos revela. Su Palabra es
un escaner por el que vamos conociendo el corazón de Dios, sus sentimientos,
sus pensamientos y, también, lo qué tiene pensado para cada uno de nosotros.
Lo qué quiere de cada uno de nosotros.
El Antiguo Testamento nos prepara a la venida de Cristo. Las epístolas u
otras lecturas nos ofrecen las reflexiones de San Pablo y de otros
contemporáneos sobre Jesucristo, su vida y su mensaje. El Evangelio nos da
la clave de cada encuentro eucarístico. Es el punto culminante de toda la
Liturgia de la Palabra. Es en este momento, cuando puestos de pie rendimos
homenaje presente en la Palabra.
Le reclamaba una vez por la noche al Señor: - "¿Por qué Señor no me
escuchas?, si cada noche te hablo..." - "¿Por qué Señor no me atiendes?,
cuando en cada momento te pido..." - "¿Por qué Señor no te veo?, si oro
constantemente..." - "En esta noche Señor hablo y hablo contigo, mas no
siento tu presencia, ¿por qué Señor no me tomas en cuenta?
A lo que Dios contestó: - "Cada noche escucho tu clamor, cada noche trato de
atender, cada noche trato de hacerme ver delante de ti, y quisiera cumplir
tus deseos. Pero me hablas y pides muchas cosas, las cuales escucho con
atención, sin embargo, en cuanto terminas de agradecer y de pedir lo que
necesitas, terminas tu oración, sin darme oportunidad de hablar"
Una conversación es un diálogo entre dos, muchas veces hablamos con Dios
pero no nos damos un tiempo para escuchar su voz. ¿Alguna vez has tratado de
hablar con alguien que no te deja decir ni una sola palabra? Pues bien, Dios
quiere hacernos escuchar su voz y para eso necesita que le des la
oportunidad de hacerlo, y solo entonces, al escuchar su voz y guardar
silencio por un momento, tu oración será completa, y Dios cumplirá su
promesa de darte todo aquello que pidas con fe.
Vosotros, pues, escuchad la parábola del sembrador. Sucede a todo el que oye
la Palabra del Reino y no la comprende, que viene el Maligno y arrebata lo
sembrado en su corazón: éste es el que fue sembrado a lo largo del camino.
El que fue sembrado en pedregal, es el que oye la Palabra, y al punto la
recibe con alegría; pero no tiene raíz en sí mismo, sino que es inconstante
y, cuando se presenta una tribulación o persecución por causa de la Palabra,
sucumba enseguida. El que fue sembrado entre los abrojos, es el que oye la
Palabra, pero los preocupaciones del mundo y la seducción de las riquezas
ahogan la Palabra, y queda sin fruto. Pero el que fue sembrado en tierra
buena, es el que oye la Palabra y la comprende: éste sí que da fruto y
produce, uno ciento, otro sesenta, otro treinta.